Seis Semanas Después.
Nick estaba sentado en la entrada de su nueva casa en Bourbon Streek, tomándose un descanso después de ayudar a su madre a desempaquetar sus pobres pertenencias. El olor del gumbo y el cangrejo era llevado por el aire desde los restaurantes junto con los débiles sonidos del jazz y zydeco. De turistas riendo y gritando.
Si bien su nuevo apartamento podía ser considerado enorme solo comparado a su antiguo piso, al menos esta vez tenía un dormitorio propio… uno con paredes y una verdadera cama que Kyrian le había dado como regalo de cumpleaños. El nuevo lugar estaba limpio, con agua caliente y todo funcionaba.
Lo mejor de todo, la tristeza se había ido de los ojos de su madre. Tenía un orgullo en ella que nunca había visto antes. Eso hacía que todo valiese la pena para él.
Pero él todavía quería más.
Dirigió la mirada a la enorme casa gris al otro lado de la calle la cual tenía un porche decorado con ornamentos de hierro forjado en negro. Esa era donde quería vivir.
—No te preocupes, chico. Lo harás.
Echó un vistazo hacia la derecha para ver a Ambrose caminando hacia él. Bufó ante su tío, todavía enfadado con él por la manera en que lo había abandonado cuando ellos lo necesitaron.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó beligerante.
Ignorando su veneno, Ambrose sonrió.
—Solo lo sé. Y no pasará mucho hasta que tú y tu madre colguéis tus fotos de bebé en las escaleras de esa misma casa.
Lo curioso era, que él podía verlo tan claro como el cristal en la mente. Desde que Kody le había dado el espejo, su segunda visión mejoraba cada día.
No es que eso importara ahora mismo.
—Todavía estoy enfadado contigo por no ayudarnos con el entrenador. Eso estuvo mal de tu parte.
—Y con todo sobreviviste. Necesitabas esa experiencia, Nick. Te dio una confianza que no tenías antes.
Sí, claro. Ahí estaba con esa vieja mierda de: Esto me está haciendo más daño a mí que a ti.
—No me des esa basura psicológica de como eso me ha obligado a crecer como individuo y que lo que no te mata solo te hace más fuerte. No quiero oírlo. Me dijiste que podía confiar en ti, y entonces te apartaste tan rápido como lo hizo mi padre. ¿Es algún defecto genético heredado del que necesito saber? ¿Voy a pasárselo también a mi hijo?
Su expresión se oscureció. Mortalmente.
—No. Tú nunca harás eso.
Nick puso los ojos en blanco cuando Ambrose le apartó el pelo de la cara con la mano izquierda.
El corazón se le detuvo cuando se dio cuenta de algo.
No. De ninguna manera.
No podía ser.
Conteniendo la respiración, Nick se alzó y tomó la mano de Ambrose en la suya. Oh, dios mío. Ambrose tenía exactamente la misma cicatriz que le había hecho Xenon a él cuando lo cortó en la palma para sacarle sangre.
Una cicatriz que Ambrose no había tenido las veces que él lo había visto antes…
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