Nick tenía la cabeza pegada contra el cristal, viendo pasar la carretera mientras evitaba ponerse enfermo. ¿Qué estaba mal en él?
—Estás luchando contra mí. Para y no te sentirás mal.
Miró en el coche para ver si alguien más oía la voz de su cabeza. Su madre estaba todavía inconsciente. Bubba escuchaba la radio mientras Caleb cantaba Iron Man por lo bajo.
Y cuando Nick miró a Caleb, vio cómo la forma de su amigo cambiaba ante sus ojos. Era como si pudiera ver bajo la piel de Caleb y ya no era humano. Era...
—Un daeva. Un demonio de clase media. No malvados por naturaleza. Son soldados de un tiempo y un lugar remotos. Protectores o mensajeros de los dioses antiguos. En el caso de Caleb, era un temido general que todavía es capaz de invocar y comandar legiones de demonios. Para tu información, Nick, no todos los demonios son malos. Como la gente, ellos son formas de vida complejas con personalidades y rasgos variables. Llenos de emociones complejas, algunas malévolas y otras buenas. En el caso de Caleb, él es tu protector. Moriría por mantenerte a salvo. Así que antes de que lo juzgues por haber nacido en una especie que no pudo elegir igual que tú no elegiste la tuya, deberías saber que ha permanecido en las sombras como un guardaespaldas silencioso que no dará un paso al frente hasta que no se le necesite para mantenerte a salvo. ¿De verdad crees que ha disfrutado estando en el instituto contigo y los demás cuando no tenía por qué?
Nick vio una imagen de Caleb con alas, con su llameante y largo cabello naranja mientras estaba al frente de un millar de demonios, dirigiéndolos a la batalla. Su piel era roja oscura, tenía los ojos amarillos como los de una serpiente, y luchaba con la fuerza de un titán. Nick negó con la cabeza. Me estoy volviendo loco.
—No, estás tomando conciencia de quién y qué eres. De todo lo que te rodea y que siempre estuvo oculto... justo como te prometí que lo harías.
¿Quién eres?, preguntó Nick en silencio.
—Ambrose... y también estoy aquí para protegerte. Escúchame, Nick, y te enseñaré todo lo que necesitas para luchar contra las criaturas que vienen por ti. Los que te arruinarán la vida si sigues viviendo sin la habilidad para verlos y luchar contra ellos.
Nick frunció el ceño. No lo entiendo. ¿Por qué huiste de mí en casa de Madaug?
—No huía de ti. Estaba tratando de salvar a tu amigo antes de que los mortents le hicieran daño. Pero, como tú, no me escuchó.
Sí, claro. ¿Por qué no me lo creo?
—Es verdad, Nick. ¿Recuerdas a la niña del callejón? ¿La que te atacó?
Duh. No es como si pudiera olvidar ese encuentro al estilo Wes Craven[1] pronto.
Entonces, le habían hecho algo que había olvidado. Pero ahora recordaba cada pequeño detalle. ¿Pero qué...?
—Te dije que se les llama mortents. Se arrastraron fuera de sus agujeros y, esta vez, reclamaron a tu amigo Madaug y a su familia. Querían utilizar su videojuego para controlar a los vivos... porque los vivos todavía poseen sus almas y la voluntad, y los zombis vivientes son inmunes a nuestra palabrería y nuestros poderes de manipulación. No podemos controlarlos como podemos hacer con los que están muertos. Si los mortents consiguen el juego de Madaug, podrán utilizarlo para controlarte a ti en particular, y podrán construir una armada de vivos para atacar el mundo.
¿Por qué yo? No entiendo por qué está pasando esto y por qué les importa dos mierdas controlarme. Ni siquiera puedo caminar por ahí sin que me tiren a tierra.
—Nick, eres la llave de uno de los más crudos y potentes poderes jamás creados. Las batallas por tu posesión te dejarán cicatrices de maneras que no advertirás hasta que sea demasiado tarde. Si me escuchas, puedo salvarte.
¿Soy la llave? Tío, realmente me has confundido con alguien más.
—No, no lo he hecho. Yo, mejor que nadie, sé exactamente cuán poderoso eres y qué es lo que puedes hacer. Y en lo más profundo de ti, tú también sientes esos poderes también. Has gastado la mitad de toda tu vida negándolos. Lo diga Menyara o un sexto sentido. No es un sentido oculto. Es tu derecho de nacimiento y tienes que aceptarlo o perderás todo lo que te importa.
¿Y si no me creo esta mierda?
Imágenes de un agujero oscuro y aterrador relampaguearon en su mente. Se vio a sí mismo en el futuro luciendo como Ambrose. Solo. Despojado de todo.
Torturado.
Y aún más, él era inhumano y cruel.
—Si ellos te convierten al mal, serán recompensados y tú te arruinarás. Y cada uno de los que amas pagará el precio. Todos.
Nick negó con la cabeza en un esfuerzo por despejar las horrorosas imágenes. El terror le ahogó cuando empezó a temer ser un monstruo como su padre. O en convertirse en la criatura que acababa de ver.
No quiero ser malvado.
—No es tan fácil decirlo y que esté hecho. No es tan fácil.
Claro que lo es. Mi madre me dice a todas horas que tenemos que decidir entre el bien y el mal. Lo que somos depende completamente de nosotros.
—Y hay cosas que nos llevan a tomar decisiones que están más allá de nuestro control. Como tu madre. Sabes lo mucho que odia bailar y aún así allí está cada noche, a tiempo, incluso trabajando turno doble para llevar más dinero a casa. Para ti. Y tú todavía no has sido traicionado, Nick. No sabes lo que se siente. Lo que te hace. Las cicatrices que te deja nunca se desvanecen.
No es verdad. Alan, Mike y Tyree me traicionaron, todos.
—Y tú quieres su sangre por eso.
Quiero bañarme en ella.
—A eso es a lo que me refiero exactamente. Ese es el mal que te está seduciendo. El poder maléfico que corre por tus venas tentándote a un destino traicionero que te costará todo lo que amas y aprecias. Tienes que dejar ir esa rabia antes de que sea demasiado tarde. La venganza siempre se te vuelve en contra y te consumirá hasta que no quede nada excepto un agujero vacío que no puedas llenar con nada.
Nick se erizó cuando vio esa noche otra vez... el brillo en los ojos de Alan mientras él accionaba el gatillo.
¡Me dispararon!
—Y pagarán, pero no por tu mano. Confía en mí. El Karma tiene sus propios planes para ellos y lo que les tiene deparado es más doloroso de lo que jamás podrás soñar.
No sé nada sobre eso. Tengo mucha imaginación. Y dejarlo pasar es mucho más fácil decirlo que hacerlo.
Ambrose se rió en su oído.
—Créeme, lo sé.
De repente, Nick vio a Ambrose en el coche junto a él. Traslúcido, se había manifestado al otro lado de su madre, apoyándose contra la puerta del coche como si realmente fuera otro pasajero.
Con los ojos llenos de absoluto misterio, Ambrose se movió y tocó la mejilla de la madre de Nick. Había tanta angustia en su cara y ternura en su toque que hizo que el estómago de Nick se encogiera. Ambrose la tocaba como si ella fuera un fantasma que le hubiera perseguido durante siglos.
Más que nada, la tocaba como si fuera indeciblemente preciosa. Alguien a quien nunca hubiera pensado volver a ver. Incluso el labio de él tembló un momento cuando le pasó la mano por el pelo.
La quieres, Nick le envió sus pensamientos.
Ambrose asintió, y luego buscó su mirada para que Nick pudiera ver la sinceridad ardiendo en sus ojos.
—Haría cualquier cosa por mantenerla a salvo. Cualquier cosa por mantenerte en el camino correcto.
Y fue entonces cuando Nick supo que podía confiar en él. No había manera de fingir esa emoción tan profunda. Sentía cada palabra que había dicho. Incluso aunque le pareciera un poco repulsivo que el hermano de su padre amara a su madre, creía que estaba tratando de ayudarles.
La mirada de Ambrose le quemó.
— ¿Confiarás en mí, hermano pequeño?
Eso creo. Pero sólo mientras no me traiciones.
Ambrose le dedicó una sonrisa altiva.
—Soy la última persona que haría eso, Nick. Vendería mi alma y daría mi vida para evitar que te conviertas en lo que yo soy.
Nick asintió.
Entonces, dime lo que necesito saber.
—Vas a tener que aprender a controlar a los zombis.
Nick se rió con fuerza, lo que hizo que Caleb saltara espantado y en alerta y le clavara la mirada.
—Lo siento —dijo Nick en voz alta—. No pretendía asustarte.
Caleb resopló antes de relajarse.
—Se necesita algo más que a ti para asustarme a mí. Debería ser algo muy divertido dentro de tu cabeza, Gautier. Pero recuerda que el resto de nosotros no estamos ahí contigo.
Sí, sólo Ambrose parecía tener ese poder.
Nick volvió su atención a Ambrose. Las luces de los coches brillaron a través de su cabeza, haciéndole brillar en la oscuridad.
¿Caleb no puede sentirte?
—Sólo si yo lo permito.
Y, obviamente, no estaba permitiendo a nadie más que Nick verle y oírle en ese momento.
¿Qué eres?, le preguntó.
—Somos —señaló a ambos— los últimos de una raza maldita. Lo que no es necesariamente algo malo ya que nuestra naturaleza primordial es hacer daño a los demás. Cuando están débiles y heridos, nos abalanzamos para matar. Pero espero que tengas lo suficiente de tu madre en ti como para que aprendas a doblegar esos impulsos y aprendas a dejar ir las cosas del modo que yo no pude.
Nick también lo esperaba.
No quiero parecerme de ninguna manera a Adarian.
Ese misterioso tinte rojizo volvió a los ojos de Ambrose, y no es que Nick necesitara un recordatorio de que la criatura que había a su lado no era humana.
—Él tampoco lo quiere, y no es ni por asomo el idiota que piensas que es. Cuando llegue el momento, le entenderás mejor de lo que querrías. Y juntos, si tenemos suerte, evitaremos que sigas sus pasos. Mientras tanto, tengo que enseñarte todo lo que sé tan rápido como pueda.
¿Por qué tanta prisa?
El naranja parpadeó en sus ojos rojos, como llamas danzarinas.
—Mi tiempo se acaba y pronto no podré... —su voz se desvaneció poco a poco.
No podrás, ¿qué?
—No me importará nada. No me preocuparé por nada o nadie. Ni siquiera por ti.
Ambrose le sujetó la mano y manifestó una ornamentada daga dorada en su palma. El mango lucía un elaborado diseño que parecía un círculo de aves ancestrales haciendo espirales. Y en la cruz de la empuñadura había un rubí de color rojo sangre que parecía irradiar calor.
Nick lo miró frunciendo el ceño.
¿Qué es esto?
—El sello de los Malachai. Con esa daga, no hay nada que no puedas matar. Dioses, demonios, zombis... nómbralo o, mejor dicho, apuñálalos y caerán ante ti.
¿Por qué me lo estás dando?
—En parte para que no me tiente, y para que puedas apañártelas con los zombis que vendrán por ti esta noche —tomó las manos de Nick y dejó su palma sobre el centro de la daga—. Cierra los ojos e imagina que es del tamaño de un cortaplumas.
¿Que haga qué?
—Confía en mí, Nick.
Nick hizo lo que le decía y en el momento en que tuvo la imagen en su mente, la daga encogió. Jadeando, abrió los ojos para ver que no era más larga que su dedo índice.
Ambrose le tendió la vaina, que era de igual tamaño.
—Puedes llevarla contigo allá donde vayas. Para hacerla más grande, sólo imagina el tamaño del que la quieres. Puede ser una espada, una daga o un cuchillo.
¿Va en serio?
Él asintió.
—Pasará incluso los controles de seguridad del aeropuerto. No hay criatura o máquina que pueda llegar a detectarla.
¿Cómo es posible?
La familiar tristeza volvió a la cara de Ambrose.
—Voy a mostrarte cosas que nunca creíste posibles. Te enseñaré un mundo que jamás creíste que existiría. Y me arrepiento por hacerlo. Pero es algo que hay que hacer y será mejor que te lo muestre yo a que lo aprendas de la manera en que yo tuve que aprenderlo.
Resultaba obvio por sus palabras y su comportamiento que se había graduado summa cum laude[2] de la escuela de las grandes patadas en la entrepierna. Y mientas Nick le veía contemplar a su adormilada madre, no podía evitar preguntarse una cosa.
¿Cuántos años tienes?
Ambrose suspiró antes de responder.
—He vivido cientos de años.
Nick se quedó boquiabierto de asombro. No parecía ni un día mayor de los veinticuatro. ¿Era posible vivir tanto?
Por otra parte, Ash lo hacía. Y con ese pensamiento vino otro que se moría por saber, incluso aunque en el fondo de sus entrañas tuviera una buena idea de cuál era la respuesta.
¿Qué hay sobre mi padre? ¿Cuántos años tiene?
Porque, ahora mismo, Nick apostaba a que ni siquiera andaba por la treintena que aparentaba.
Ambrose tomó la mano de su madre en la suya y la sostuvo contra su corazón.
—Es viejo, mucho más viejo que yo.
Lo había sospechado, pero la verdad le golpeó como un tiro directo a los intestinos. Trató de imaginarse lo que sería vivir durante siglos. Tenía que ser muy divertido.
Y extremadamente solitario.
¿Viviré yo durante tanto tiempo?
—Con un poco de suerte, espero que vivas esos años con más felicidad que yo.
¿Qué significa eso?
—Significa que necesito que te centres. Si quieres salvar a Madaug, necesitas escucharme o los mortents os comerán a los dos como a tortitas para desayunar.
Estoy escuchando.
Ambrose maldijo cuando el coche frenó.
—Estamos en la casa de Kyrian. Esto tendrá que esperar.
Nick empezó a preguntar a qué se refería, pero en el momento en que miró por la ventana, lo entendió. Había un pequeño grupo de gente reunido frente a la casa. Hombres y mujeres, la mitad de ellos llevaban bates de beisbol y pentagramas. Interesantes armas que le hicieron preguntarse qué llevaban que él no podía ver.
Nick miró a Caleb.
—Uh, ¿soy yo o esa es la mitad de nuestra clase?
—Sí, me imagino que es una reunión o, ya que son nuestros compañeros de clase, una colección de idiotas. Llámalos tansos, como gansos, pero con tontos.
Bubba se dirigió a la entrada, donde Tad estaba dando órdenes a los demás.
Nick salió el primero mientras Ambrose se materializaba tras él. Tad les daba la espalda mientras hablaba con un grupo en el que se incluían Kyle y Alex Peltier, Stone, Casey y, por extraño que parezca, sin Brynna.
—Ya que sólo hay cuatro Dark Hunters en la ciudad esta noche, están haciendo todo lo que pueden combatiendo a los Daimons, quienes se están aprovechando de lo de los zombis para reforzarse y alimentarse y culparles de las muertes a ellos.
Nick le frunció el ceño a Caleb mientras Bubba iba a la parte trasera a por su madre.
—¿Qué es un Daimon? —le preguntó Nick a Ambrose.
—¿Realmente quieres saberlo?
—Ilumíname.
Una extraña luz parpadeó en los ojos de Ambrose.
—Son vampiros chupadores de almas. Mientras drenan a los humanos de sangre, no se alimentan de eso. Sólo se beben la sangre para matarte y, una vez que estás muerto y tu alma abandona tu cuerpo, la succionan en sus cuerpos y viven de su esencia.
Nick retrocedió con incredulidad.
—Te estás quedando conmigo.
Ambrose negó con la cabeza.
—No, no lo estoy, y un día te relacionarás de manera muy íntima con muchos de ellos.
—No me gusta tu tono, Ambrose.
En su mayor parte, no le gustaba lo que Ambrose estaba insinuando.
—Te gustará incluso menos el día que conozcas a un Daimon llamado Stryker. Pero esa es otra historia —Ambrose señaló a Tad con un gesto de mentón —. A él, por otra parte, es bueno tenerlo como amigo. Te entretiene mientras los demás se van.
Nick frunció el ceño al escuchar el discurso de Ted mientras Bubba llevaba a su madre a la casa.
—Ya que los Dark Hunters están ocupados, Eric nos necesita. Para aquellos que no lo hayan escuchado, para los que se estén preguntando por qué habéis sido llamados, su madre y sus hermanos están desaparecidos. Secuestrados, creemos, por el bokor. Eric no sabe dónde están —su mirada fue hacia Stone y los Peltier—. Tíos, os necesitamos para rastrearlos y encontrarlos.
Stone miró con desprecio a los Peltiers.
—Ellos no pueden rastrear una mierda.
Alex se lanzó por él, pero Kyle le cogió y le sujetó hacia atrás.
—No quieres matar al lobo, A. Saben a gallina seca.
Stone se puso rígido de indignación.
— ¿A quién estás llamando gallina?
—Bock, bock —dijo Alex con una sonrisa burlona—. Si el pico te queda...
Esta vez muchos otros se pusieron entre ellos mientras Stone se lanzaba por Alex.
Tad les gruñó.
—Were—Hunters, tranquilos. No es el momento para que os vengáis arriba. Os necesitamos.
Nick frunció el ceño. Ahí estaba esa palabra otra vez. Y en lugar de lo que Tad había dicho, estaba seguro que no era un término de jugadores.
Russell se dio la vuelta y los vio a él y a Caleb.
—¿Cuánto tiempo llevan aquí los mundanos?
Caleb se burló.
—No somos mundanos, dweeb. Tenemos más derecho a estar aquí que cualquiera de vosotros.
Stone miró con desprecio a Caleb.
—Aquí estás fuera de tu elemento, Malphas.
Caleb abrió su mano. Tal y como había hecho Ambrose en el callejón, manifestó una bola de fuego. Se la arrojó a Stone de tal manera que aterrizó a sus pies e iluminó el cuerpo entero de Stone.
—No provoques, Scooby-Doo[3]. No soy un viejo enmascarado esperando a que los mocosos entrometidos se frustren.
Tad asintió.
—Y Gautier está trabajando para Kyrian ahora. No es como si no fuera a descubrir lo que somos tarde o temprano.
—¿Y qué sois?— preguntó Nick.
Carl Samuel, uno de los amigos de Tad que tenía cabello rubio y ojos azules dio un paso al frente.
—Somos Escuderos multi generacionales.
—¿Y eso qué significa? —Preguntó Nick—. ¿Os pavoneáis por ahí con vuestras armaduras de chapa y espadas de plástico pretendiendo ser caballeros?
Carl se rió mientras Russ insultaba tanto la inteligencia de Nick como a su familia.
Tad los ignoró y respondió la pregunta.
—Somos humanos al servicio de la diosa Artemisa que la ayudan a ella y a sus soldados a proteger a la humanidad del mal que nos da caza. St. Richard es nuestro centro de entrenamiento en Nueva Orleáns para aquellos de entre nosotros que venimos de una larga línea de Escuderos.
—Yeah —dijo Carl—. Por eso la mayoría de nosotros no hemos sido demasiado acogedores contigo. No nos gusta estar con mundanos que no saben de nosotros. Sin ánimo de ofender.
¿Sin ánimo de ofender? La mayoría de ellos se habían comportado como reales imbéciles con él.
Carl señaló a los Peltiers y a Stone.
—Ellos son cambia formas. La mayoría del equipo de fútbol lo son —su mirada se centró en Caleb—. No sabíamos nada de ti ni de tus poderes.
Caleb se encogió de hombros.
—Nunca hubo necesidad de que supieras sobre mí, y ninguno de vosotros sabrá de mí cuando os despertéis por la mañana, tampoco.
Stone resopló.
—Eso no funciona con nosotros.
—Oh si, Scooby, lo hace. Tú y yo nos hemos dado una vuelta juntos más de un día. Soy la razón de que sigas pensando que te han abducido los extraterrestres.
Nick se rió.
—Sabía que siempre me gustaste por una razón.
Caleb se inclinó hacia delante, entre Nick y Ambrose, y dijo en voz baja:
—Por cierto, jefe... no estás tan oculto como piensas, y he oído todo lo que le has dicho al chico en el coche —miró directamente a Ambrose—. Bonito abrigo, pero prefiero el traje negro que llevaste la última vez que nos vimos.
Ambrose hizo un movimiento a lo Vader que hizo que pareciera que algo había agarrado a Caleb con un agarre asfixiante.
—No tientes tu suerte, Malphas.
Caleb se relajó cuando Ambrose se apartó.
—¿Sabes, Nick? Me gustas más que este estirado.
Por alguna razón, Nick no estaba seguro de que eso fuera un cumplido.
—De acuerdo —dijo Tad, reclamando la atención de todos otra vez—. Necesitamos dividirnos en cuatro grupos y ver lo que encontramos.
Alex Peltier señaló a Nick con el pulgar.
—Yo me voy con Bubba, Nick y su tropa.
—De acuerdo. Si alguien encuentra algo, que avise, y nos moveremos como un grupo. No quiero que nadie haga de héroe. No necesitamos morir esta noche.
Nick todavía no estaba seguro de lo que estaba pasando cuando Alex se acercó a ellos.
—¿Por qué nos has elegido?
—Me gusta ayudar a los novatos y la mayoría del resto me ponen de los nervios. Si no hay nadie más, Bubba y Mark siempre son buenos para echarse unas risas.
El estómago de Nick se retorció.
—Ya, pero creo que los zombis se comieron a Mark.
—¿Qué?— Alex parecía estupefacto.
—Sí —dijo Caleb con tristeza—. Cuando estábamos en la casa de Madaug, los zombis no muertos atacaron y ni le hemos visto ni hemos oído de él desde entonces. No tiene buena pinta.
Alex parecía enfermo.
—Es una vergüenza. Siempre me gustó cuando Mark bebía demasiado y jugaba a las cartas con mis tíos y Eros. Era muy entretenido.
Nick señaló la puerta con el pulgar.
—Voy a echar un vistazo a mi madre y a Bubba. Vuelvo enseguida —dio un paso y luego paró y volvió su atención hacia Alex—. ¿De verdad eres un cambia formas?
Alex asintió.
—¿Conoces el club Santuario en Ursulinas?
—Sí.
—Es propiedad de mi familia y la mayoría de nosotros somos cambia formas.
Nick negó con la cabeza.
—Venga ya.
—Nah, va en serio.
Nick supo que no estaba bromeando, pero era demasiado para creérselo.
—Entonces, ¿en qué te conviertes?
—En un oso.
Nick se rió cuando finalmente entendió una de las antiguas tradiciones de Santuario.
— ¿La gente oso hacéis lucha libre por beber gratis?
—Nah. Ese es mi tío Quinn.
Y con eso en mente, Nick salió a buscar a su madre. Bubba estaba en el salón hablando con Phil. Les interrumpió sólo lo suficiente como para saber dónde la había llevado Bubba, y luego se dirigió a la habitación de invitados.
Entrando al dormitorio, Nick se acercó a la enorme cama decorada con granate y oro, y miró a su madre mientras dormía. Parecía tan delicada contra las sábanas de color oro oscuro.
Protege a tu madre, chico.
La voz de su padre resonó en sus orejas, pero no necesitaba escuchar a su padre para saber sus obligaciones. Era el hombre de la casa y era su trabajo protegerla.
Incluso aunque ella no quisiera.
Y ahora mismo, tenían que ir a evitar el apocalipsis y, con suerte, a salvar a un amigo. Sin mencionar el que la ciudad estaría pronto invadida de zombis si no encontraban a los mortents y los llevaban de vuelta a su agujero.
Nick agitó la cabeza ante la ironía. Justo ayer su mayor preocupación era pillarlos en clase de química después de que le dispararan. Ahora era salvar el mundo.
Soy demasiado joven para esto...
—Desafortunadamente, no lo eres.
Se dio la vuelta ante el sonido de la voz de Ambrose.
— ¿Dónde has ido?
—A conseguir esto —Ambrose le tendió un viejo libro de encuadernación de cuero que era sólo un pelo más grande que una novela de portada fina.
Nick lo abrió, y frunció el ceño cuando no vio nada excepto páginas en blanco.
— ¿Qué es? ¿Un diario?
—Un grimorio. Al tiempo que vayas desbloqueando tus poderes, aparecerán encantamientos que te permitirán afilar cada vez más tus habilidades. Las páginas se irán añadiendo.
—¿No es eso ir hacia atrás? ¿No debería tener primero las instrucciones?
Ambrose negó con la cabeza.
—No funciona así —señaló el bolsillo de Nick—. ¿Todavía tienes la daga que te di?
—Sí.
—Sácala y ponla sobre la primera página.
Nick puso el libro sobre el aparador ya que sólo tenía un brazo útil. Sacó la daga e hizo lo que Ambrose dijo. En el momento en que lo hizo, una peculiar escritura se escribió sola sobre la página en tinta rojo sangre. Quiso preguntarle a Ambrose qué decía, pero cuando lo miró, pudo entenderlo.
¿Cómo podía ser?
El velo es leve para que puedas observar
Lo que bajo el árbol superficial hay escondido
Con esta mirada nunca te embaucarán
Pero aún así se cauto y no te conviertas en su utensilio.
Ambrose tomó la daga de su mano y la usó para pinchar la punta de su dedo.
Nick maldijo.
—¿Qué estás haciendo?
Ambrose no respondió. En lugar de eso, dejó caer tres gotas de sangre en la página. Susurró “Drendanya eire coulet” mientras caían. Entonces las gotas de sangre se arremolinaron y formaron un círculo antes de explotar y añadir más palabras a la página.
Esta noche la luna llena está
Y tú sentirás la llamada del mal
Permanece fuerte y lucha hasta el final.
Sólo manteniendo la fe ganarás.
Ambrose le tendió la daga de vuelta.
—Cada vez que quieras un consejo o una instrucción, puedes usar este conjuro. Cuando llegue el momento, serás capaz de utilizarlo para hacer profecías y hacer predicciones sobre el futuro.
Nick se quedó boquiabierto.
—¿De verdad?
Ambrose inclinó la cabeza.
—Y con esto, tengo que irme.
Pareció palidecer un poco, como si algo estuviera drenando sus poderes.
—Buena suerte, Nick.
—Gracias.
Ambrose inclinó la cabeza antes de desvanecerse.
Nick dedicó una última mirada a su madre y luego al libro, antes de deslizarlo en el bolsillo trasero. Firme como el acero por la determinación, dejó la habitación y se dirigió abajo, donde Phil y Bubba seguían hablando. Había oído a Phil diciendo antes que Kyrian le había dicho que fuera y cuidara de él y de su madre. Para Nick no tenía sentido que Phil estuviera a completa disposición de Kyrian, pero no era asunto suyo para cuestionarlo. Si había algo que sabía era que a los adultos no les gustaba contarles cosas a los niños que no tenían por qué contar.
Phil le sonrió.
—No te preocupes, Nick. La protegeré hasta que vuelvas.
Bubba clavó la mirada en Phil con recelo.
—No sé si podrías hacer mucho si alguien entrara por la fuerza.
Una sonrisa maliciosa hizo curvarse los labios de Phil.
—No dejes que el traje te despiste. Te prometo que soy más duro de lo que parezco.
Nick frunció el ceño cuando vio la más extraña de las cosas... era un tatuaje de tela de araña en la mano de Phil. Vale que fuera muy tenue, pero no había duda. Iba completamente en contra del traje lujoso y el comportamiento de clase alta de Phil.
—Eso es guay. ¿Te lo hiciste de joven?
Phil se cubrió el tatuaje con su otra mano.
—Sí, eso es.
—¿Nick? —Dijo Bubba para llamar su atención—. Necesitamos irnos.
Le dio las gracias a Phil por cuidar a su madre antes de seguir a Caleb, Alex y Bubba al SUV. Nick suspiró mientras subía y tomaba asiento.
— ¿Soy yo o esta ha sido la noche más larga?
Bubba se rió.
—Si hicieras lo que yo hago, chaval, serían incluso más largas.
Nick se dio cuenta de que había una gruesa capa de aire de tristeza alrededor de Bubba cuando puso en marcha el motor.
—¿Estás preocupado por Mark?
Bubba se erizó como si la pregunta le ofendiera, pero Nick reconoció la fanfarronada. Estaba definitivamente molesto y preocupado.
—¿Por qué debería preocuparme por él? Es un duro hijo de come galletas. Ningún zombi podrá con él. Es mejor que eso.
Pero Nick podía oír la verdad en ese tono hosco. Duro o no, sólo se necesitaba un golpe para acabar con una vida, y eso era lo que todos tenían en mente cuando salieron.
—Así que, ¿Alex? —Preguntó Bubba—. ¿Cómo vas a rastrearlos?
Alex levantó un pequeño dispositivo portátil.
—GPS. —se dio la vuelta en su asiento y le guiñó el ojo a Caleb y Nick.
A Bubba no era tan fácil engañarle.
—¿Cómo vas a conseguir las coordenadas?
—Con el móvil de Madaug.
—Ah, vale. Entonces sólo dime donde tengo que ir.
Alex le dedicó una sonrisa maliciosa como si se estuviera refrenando. Después de un segundo, cerró los ojos y Nick podría decir que estaba usando algún tipo de poder sobrenatural para buscar a Madaug y a su familia.
Mientras hacía eso, Bubba encendió la radio, que emitía una señal de radiodifusión de emergencia que sintonizaba a un locutor diciendo que el alcalde estaba decretando un toque de queda general por un severo brote de gripe.
Caleb se burló.
—Os dije que le echarían la culpa de todo a una enfermedad.
Bubba giró a la izquierda bajando por Canal.
—No quieren que la gente entre en pánico. Por una vez no puedo culparles. Cuanta más gente haya en la calle, más victimas habrá en el tanatorio.
La retransmisión continuó.
—La policía está aplicando el toque de queda. Todos los residentes están llamados a permanecer en casa mientras aseguran el Barrio Francés. Cualquiera que sea encontrado fuera será arrestado.
—Y se disparará a todos los zombis —añadió Nick con una carcajada.
—¿Deberíamos dar media vuelta? —preguntó Alex.
Bubba se encogió de hombros.
—Eso es lo que el sentido común diría. ¿Qué pensáis?
Nick se reclinó en el asiento.
—Está muy lejos de mi intención dejar que mi sentido común se entrometa con mi estupidez. Yo digo que sigamos adelante. ¿Caleb?
Por un momento lució una sonrisa burlona.
—¿Qué son los antecedentes de arresto de todas maneras? Alex, Nick y yo somos menores.
—Hasta el infinito, pues.
Nick frunció el ceño ante las palabras de Bubba.
—¿Qué significa eso?
—Es algo que mi padre solía decir cuando yo era un niño. Hacia el infinito, significa que ves algo hasta el final.
Nick no lo entendió.
—El infinito es interminable.
—Eso es correcto, lo que significa que seguirás adelante y adelante sin importar lo que ocurra o los obstáculos que encuentres. Por encima, por debajo, alrededor o a través. Siempre hay un camino. Y si tienes que perseguir algo hasta el infinito, ponte tus pantalones de chico mayor, cálzate tus botas de montaña y en marcha.
Nick abrió la boca para hablar pero, antes de que pudiera, algo se estampó contra el SUV. En un minuto estaban bien.
Al siguiente, estaban girando fuera de control.
[1] Wesley Earl Craven (Cleveland, Estados Unidos; 2 de agosto de 1939) es un guionista y director de cine estadounidense, conocido por ser el creador de numerosas películas de terror, destacando entre ellas sagas como Scream o Pesadilla en Elm Street y formando junto a David Cronenberg y John Carpenter (curiosamente todos con C) una triada esencial para entender el cine de terror actual.
[2] Cum laude (con alabanzas, laureado) es una frase latina usada para indicar el nivel de desempeño con el que se ha obtenido un grado académico universitario máximo, usualmente el doctorado. Summa Cum Laude: 'con máximas alabanzas' (excepcional), es el reconocimiento por un desempeño poco común, solo esperado de estudiantes brillantes.
[3] Apodo despectivo que se utiliza para los Were-Lobos.
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