viernes, 23 de marzo de 2012

DA EPÍLOGO

Arina estaba de pie ante el altar y presentaba a su hijo al hermano Edred. Su voz resonaba en la capilla mientras impartía el bautismo. Con el corazón rebosante de alegría, sonrió.

Por fin, tenía todo lo que había soñado. Alzando la vista, se encontró con la orgullosa mirada de Daemon.
—Peter, yo te bautizo —dijo el hermano Edred, y marcó el signo de la cruz sobre la frente de Peter.
El bebé berreó en protesta y Arina lo meció con mimo.
—Tiene los pulmones de su padre. —le susurró a Daemon.
Daemon sonrió, y ella tuvo muchas ganas de colocar un beso sobre sus labios.
Una vez terminado, el hermano Edred palmeó la espalda de Daemon.
Quizás, la próxima vez tendrá esa hija que desea.
Arina observó como Edred salía, luego se giró hacia el padre para darle a su hijo. Atusando el pelo de Peter, ella sonrió.
—Realmente es un milagro —suspiró.
—No —dijo Daemon—. Tú eres el milagro —se colocó a Peter en el hombro—. Pero es una lástima que no te quede ningún poder angelical.
Ella levantó una ceja, curiosa sobre sus palabras.
—¿Y por qué es eso?
—Tengo la sensación de que nuestro Peter necesitará más de un ángel de la guarda para velar por él.
Arina sonrió y siguió a Daemon fuera de la capilla.
—Si en algo se parece a su padre, pasará y necesitará un ejército de ángeles para protegerlo.
Cuando entraron en el salón, Raida se les unió y tomó a Peter de los brazos de Daemon.
—Me parece que necesita un cambio de pañales.
Mientras Daemon se volvía hacia ella, Arina vio a Cecile que se estaba aseando en una esquina de la sala.
—¿Milord?
Él levantó una ceja.
—¿Sí?
—¿Por qué no cogéis a Peter, Raida y tú, y lo lleváis a nuestras habitaciones? Tengo un asunto urgente que atender.
Daemon depositó un delicado beso sobre sus labios. El agradable toque le aceleró el corazón.
—No tardes mucho.
Arina asintió con la cabeza, luego esperó hasta que se quedó sola. Miró alrededor para asegurarse de que era así. Con una ráfaga de valentía, agarró a Cecile y puso la mano sobre los ojos del gato.
El cuerpo de Arina se calentó y la mano brilló.
—Ssh —le calmó Arina.
Entonces, acariciando al gato entre las orejas, sonrió hacia el animal. Cecile dio un maullido y sus ojos brillaron sin bizquear.
—Ya puedes ir —dijo Arina. Con una pequeña sonrisa miró hacia el cielo—. Sólo interferí un poco. Además, esto no es una vida humana.
Escuchó la risa de Kaziel, y aunque ella ya no poseía la mayoría de sus poderes, sabía que todavía mantenía los suficientes para protegerse ella, al marido y al hijo de posibles daños. Pero por otra parte, como había dicho Daemon, si Peter se parecía en algo a él, tendría que extender todos sus poderes sólo para tratar de mantener el ritmo.
Una sonrisa curvó los labios. Era un desafío que aguardaba ansiosamente.

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