jueves, 8 de marzo de 2012

BOSH cap 1

Veintidós años después

Gracias a los dioses que estás aquí. He estado corriendo de un sitio a ot…
Sin inmutarse ni romper el paso mientras bajaba por un sucio y oscuro callejón, Caillen sacó de un tirón el blaster y disparó directamente en el hombro de su hermana, antes de que ella le hiciera perder más tiempo.
No para matarla o herirla. Sólo para cerrarle la boca antes que ella les hiciera algo peor a los dos.
En este momento, no tenía tiempo para escuchar sus gilipolleces. Él estaba aquí para salvarle la vida.
Y esperaba que la suya también.
Jadeando, ella se desplomó sobre la calle repleta de basura. En un movimiento suave que causó que su abrigo marrón blindado revoloteara alrededor de los pies, la agarró contra él y la levantó en sus brazos. Gimió por su peso.
—Maldita sea, Kase, haz más ejercicio y deja en paz la nevera. He cargado a hombres que pesaban menos. —No es que cargar a hombres fuera un hábito, pero a pesar de eso…
Si bien ella era quince centímetros más baja, le superaba en nueve kilos de peso y él tenía menos de un dos por ciento de su grasa corporal en su delgado cuerpo de metro ochenta y cinco. Los músculos gritaron en protesta por su proeza mientras oía acercarse a los Ejecutores.
Esto se ponía feo.
Bajó la vista al cuerpo inconsciente, mientras su cabello castaño le resbalaba por la manga. Sus rasgos simples eran tan apacibles a pesar del infierno que había desatado que realmente le dieron ganas de hacerle daño.
Pero no podía hacer eso.
La sangre era la sangre.
Suspirando, se movió rápidamente para esconderla detrás de un contenedor de basura y cubrirla con su abrigo. Además de eso, añadió suficiente basura para evitar que los Ejecutores la vieran. Sí, seguro que más tarde ella le abofetearía por el olor… y por la jaqueca que la detonación del blaster le dejaría, pero estaría a salvo y en este momento era lo único que le importaba.
Bueno, aparte del deseo de estrangularla hasta que se pusiera azul, cosa que también le importaba, pero tendría que esperar.
Un pitido en su muñeca le avisó que los papeles pirateados para su nave y carga habían sido autorizados. La identificación de Kasen estaba eliminada de cualquier parte y sólo constaba registrado él en su lugar.
Soy un jodido idiota. Por hacer todo esto, se había echado la soga al cuello y lo sabía.
¿Qué demonios? ¿Quién quiere vivir para siempre?
Para el registro y en caso de que cualquier deidad superior estuviera escuchando y tomando notas, él lo hizo. Pero sin duda estaba acortando su corta vida si seguía rescatando a sus hermanas. O por lo menos reduciendo su libertad hasta el tamaño de una celda de un metro cuadrado.
Sí, bueno, al menos así conseguiría tres comidas al día en lugar de seis a la semana.
Apartando esos pensamientos, sacó sus blasters y se dispuso a hacer lo que se le daba mejor.
Sobrevivir y escapar.
—¡Suelta las armas! —le gritó desde la izquierda un Ejecutor.
Sí, claro. Como si alguna vez siguiera órdenes. Caillen abrió fuego mientras zigzagueaba hacia un callejón vacío tan ruinoso como en el que había escondido a Kasen. Ellos devolvieron el fuego y los agujeros en las paredes, calle y basura a su alrededor le hicieron saber rápidamente que sus blasters no estaban fijados para aturdir.
Estaban tratando de matarlo.
Consideró tomar posiciones para devolverles el favor, pero no quería matar a los perseguidores que tenían intenciones de hacerle pedazos. No merecían morir por apoyar a un sistema corrupto. Sin considerar la locura que necesitarían y las agallas que requerirían para levantarse y luchar contra la Liga y sus gobiernos serviles. No les echaría su cobardía en contra de ellos.
Avanzando hacia la derecha, sintió el calor de una detonación que casi acertó de lleno en su cara. Aunque pareciera mentira, estaba completamente tranquilo mientras peleaba. Su hermana Shahara lo llamaba eritale, un término Gondarion que significa hecho de hielo. Y lo era. Desde el día en que vio asesinar a su padre, nunca volvió a tener miedo en un enfrentamiento.
Ni idea del porqué. Era como si el miedo dentro de él se hubiera hecho pedazos ese día, dejando en su lugar algo extrañamente genial, algo que se sedimentaba durante una pelea y le volvía totalmente racional.
Le disparó a tres Ejecutores antes de enfundarse el blaster derecho y lanzar un garfio al techo del edificio derruido. Cuanto más pudiera alejarlos de su hermana menos posibilidades que la encontraran inconsciente y la interrogaran.
El gancho quedó enganchado y fijado.
Caillen pulsó el botón de repliegue en el mango del gancho y disparó contra los Ejecutores con la mano izquierda mientras ascendía hacia el techo. Le devolvieron el fuego acercándose a él, pero ninguno dio en el blanco mientras rápidamente zigzagueaba por la pared de ladrillo hasta la parte superior. Por suerte ninguno de los seguidores fue lo bastante bueno como para dispararle al cable, lo que habría dejado una mancha muy fea en la calle y le habría arruinado su ya jodido día.
Desenganchando la cabeza del garfio con la boca, lo hizo retroceder por completo para salir corriendo hacia el río a través de los tejados, saltando de uno a otro con la gracia y flexibilidad de un gimnasta, algo que mantenía entrenando duro todos los días.
El intenso zumbido de un motor en lo alto le hizo saber que el apoyo aéreo estaba en camino y que venía bajo y rápido. Desde su ventajosa posición, podía ver la cantidad de Ejecutores que le seguían. Y era impresionante. Corrían por las calles de abajo y por los tejados, todos tratando de pegarle un tiro.
¿Qué? ¿Era un día aburrido? ¿Es que en este lugar no había verdaderos criminales?
No, tenían que ir tras contrabandistas que eran mucho más peligrosos que, por ejemplo, un violador o un asesino.
—¿Qué demonios había en tu nave, Kase?
Debería haber comprobado el manifiesto porque esto tenía muy mala pinta.
Muy mala.
Le llovieron más disparos cuando el aerotransportador lo divisó y se acercó tan rápido como podía volar. Maldita sea la brillante luz del día de un sol doble. Le dejaba totalmente expuesto sin una sola sombra para ocultarse.
Esquivando los disparos del tirador de la puerta, se lanzó a una carrera mortal mientras capeaba el fuego.
Caillen saltó a un tejado y rodó sobre sus pies antes que la puerta se abriera y seis Ejecutores resbalaran por ella, apuntando y disparando sobre él. Se dio la vuelta para regresar, pero eso era imposible. El helicóptero de combate estaba a su derecha y a punto de inmovilizarle en una situación muy difícil. Al regatear a la izquierda, se quedó sin aliento por la distancia que había hasta la siguiente azotea. Si atinaba mal, iba a doler.
¿Quién quiere vivir para siempre?
Ignorando su lema favorito siempre que una dosis de estupidez extrema era necesaria, se sacó la jabalina del cinturón y la extendió tanto como pudo para usarla como pértiga de salto. Contuvo el aliento mientras se elevaba sobre la calle hasta la siguiente.
Gracias a los años esquivando a la autoridad y viviendo la vida a un paso de la muerte le había dejado con suficiente habilidad como para llegar al otro lado. Tan pronto como estuvo a salvo en el tejado, recogió la jabalina y siguió su camino mientras los disparos le pasaban silbando. Varios le rozaron la camisa blindada y la mochila, y lo habrían derribado si no fuera por su protección. Aún así, picaba como el infierno y un par le quemaron el brazo.
Ya sabes, un hombre cuerdo se mearía en los pantalones.
Menos mal que estaba loco como el infierno.
Corrió hacia la cornisa y en un movimiento bien practicado, plantó el gancho en la pared. Sin una pausa, saltó por el lateral e hizo rapel hasta la calle donde habría algún escondite. Tiró del gancho para soltarlo y recogerlo en la funda del antebrazo.
Por lo menos la ciudad estaba más abarrotada aquí.
Sí, pero es más difícil perderse entre ellos ya que tu abrigo está cubriendo a tu hermana.
Sin su camuflaje, sus armas estaban fuera y a la vista. Algo que causaba que la gente a su alrededor temblara de miedo, gritara y huyera al ver la camisa blindada de manga corta cubierta con bombas de luz, cargadores de municiones, cuatro blasters (además del de la mano), su equipo de rapel y todos los otros artefactos de «por si acaso» que llevaba, además de su mochila. Correas de cuero entrecruzadas le rodeaban ambos brazos desde las muñecas hasta los bíceps.
Los cabrones venían por su recompensa y hoy esa recompensa podría ser su libertad.
O su vida.
Corrió entre la multitud asustando aún más a la gente, sin duda porque temían que tomara a uno de ellos como rehén.
Como si fuera a hacerlo. La única vida con la que jugaba era la suya.
Los Ejecutores le flanqueaban, tratando de conseguir un tiro limpio a su cabeza, mientras él se mantenía bajo. Pudo escucharles por el pinganillo que había sintonizado con su frecuencia que habían colocado bloqueos alrededor de la ciudad.
Pero eso no fue lo que le preocupó...
Tenían a un rastreador Trisani con ellos que estaba a punto de sumarse a la persecución.
Maldita sea.
A menos que fuera Nero, era hombre muerto. Los Trisani tenían poderes psíquicos con los que nadie excepto otro Trisani podía luchar. Nero en realidad podría entrar en la cabeza de cualquiera, eliminar toda actividad cerebral y, si estaba realmente cabreado, derretirle el cerebro y dejar a su víctima como un vegetal chupándose el dedo en el suelo.
Por suerte, Nero era uno de los pocos amigos de Caillen y no importaba lo que le hubieran pagado, Nero no le entregaría.
O eso esperaba.
Cada vida tiene un precio...
Y él lo sabía mejor que la mayoría.
Caillen sintió la fisura del poder cuando el Trisani salió del transporte y ojeó al gentío, leyéndolos mientras buscaba la posición de Caillen.
Vale, no era Nero... Nunca había visto a este rastreador antes.
Mierda.
Caillen redujo la velocidad al ver al hombre rubio con rasgos afilados vestido todo de negro. Frunciendo el labio cuando su mirada se cruzó con la de Caillen, el rastreador le envió una ráfaga de plasma que casi le acertó en la cabeza. El transporte detrás de él se incendió para después explotar.
Espero que no hubiera nadie dentro. Si no, tendrían un día peor que el suyo.
Caillen sacó otro blaster y apuntó directamente sobre el rastreador. Pero el hijo de puta levantó un campo de fuerza para bloquearlo.
—Odio a los Trisani. —No es de extrañar que la mayoría de ellos hubieran sido cazados hasta quedar sólo un pequeño puñado. Por el momento, a él le gustaría añadir uno más a esa lista de extinción.
Pero eso estaba bien, todavía tenía trucos en la manga. Literalmente. Se enfundó el blaster derecho y tiró con fuerza de la cadena de una bomba de luz. Se la lanzó al Trisani, seguida de una granada de pulso.
La luz cegó por un momento al Trisani y el pulso estalló contra el campo de fuerza. A pesar de que no lo atravesó, fue suficiente para que el Trisani retrocediera tambaleándose.
Genial, no jodas a alguien cuyo mejor amigo era un renombrado ingeniero de explosivos por hacer los mejores juguetes en el Universo. Darling vivía y respiraba con un solo propósito. Hacer mierda explosiva.
Antes de que el Trisani pudiera recuperarse, Caillen se zambulló en el callejón de al lado.
Que estaba plagado de Ejecutores.
Maldición. Maldición.
Doble maldición.
Apretando los dientes en señal de frustración, se dio la vuelta para regresar a la calle.
No podía. Se habían acercado tanto a él que el transporte aéreo estaba justo encima con francotiradores tomando posiciones en la azotea del edificio.
—¡Ríndete!
Vaya, eso sí que era irritante.
—¡Tira las armas!
Eso era más fácil decirlo que hacerlo. Estaba cubierto de ellas. Necesitaba dos horas para ponerse todos esos mecanismos…
Lo único que podría inducirlo a quitárselos con rapidez era una ardiente mujer desnuda en su cama, arañándole la espalda. Definitivamente aquí no había ninguna y no estaba dispuesto a quedarse indefenso con tanta artillería apuntándole.
Un disparo de aviso le pasó sobre la cabeza.
—El próximo será justo entre los ojos. —Los láseres que le enfocaban le dijeron exactamente dónde estaban apuntando. Honestamente no le preocupaba tanto el que tenía en la frente como el que apuntaba a su entrepierna.
—¡Pon las manos detrás de la cabeza!
Caillen frunció el ceño.
—Si pongo las manos detrás de la cabeza, no puedo soltar las armas, tíos. Así que, a ver si os decidís. ¿Qué queréis que haga primero y en qué orden? 
—¡Suelta las arma y después pon las manos detrás de la cabeza!
 Él siguió las instrucciones.
 Ellos se acercaron más.
 Sí, venid con papá, nenes. Más cerca... más cerca...
 No seáis tímidos.
Cuando uno de ellos se acercó para esposarle, Caillen lo agarró y lo usó como escudo. Tres ráfagas de los francotiradores impactaron en el pecho del hombre. Caillen le arrojó el cuerpo al Ejecutor que se aproximaba por su espalda. Serpenteando, agarró a otro hombre, lo desarmó y lo lanzó volando de un golpe. Sus principios morales en matar a sus perseguidores se esfumaron por la ventana con este ataque. Caillen utilizó su resorte para que le saltara en la palma de la mano el cuchillo y dejó fuera de combate a otros cinco antes de que el Trisani lo agarrara por el cuello sin tocarle y lo paralizara en el sitio.
El Trisani chasqueó la lengua.
—Casi odio entregar a alguien con tus habilidades a tus perseguidores.
—Que te jodan.
El Trisani se echó a reír.
—Lo siento. Pero el único que está jodido eres tú.
Caillen bloqueó su mirada con la del Trisani. En el momento en que lo hizo, sintió la oleada de poder que Nero le había enseñado. Era la única arma que se podía utilizar contra la especie Trisani, a menos que este tío fuera tan fuerte como Nero.
Espero que no.
Él se concentró con todo lo que tenía. En un segundo el Trisani le tenía, al siguiente Caillen era libre y golpeaba a los Ejecutores unos contra otros. Disparó el cable en lo alto de la pared y empezó a izarse… hasta que oyó algo por el pinganillo que le hizo detenerse.
—Hay una mujer inconsciente en la calle, debajo de la basura. No estoy seguro si está con nuestro sospechoso o no. Pero está cubierta por lo que parece ser un abrigo de hombre. 
Joder-Joder-Joder.
Habían encontrado a Kasen. Si escapaba, la cogerían y nunca pasaría un interrogatorio. Ella era del tipo de testigo que escupía más vísceras que un carnicero.
Menuda jodida mala suerte.
Caillen suspiró cuando con un movimiento de la muñeca soltó el enganche y se dejó caer sobre el pavimento. Les dejó creer que había sido cosa de ellos aunque la verdad le quemaba por dentro. Se había dejado coger para que no descubrieran a Kasen.
Le esposaron las manos y durante los siguientes treinta minutos lo desarmaron con cuidado.
—Maldita sea, chico —dijo uno de los oficiales mientras continuaba encontrando armas escondidas—. Es como desarmar a un asesino. ¿Seguro que no eres de la Liga? 
Tuvo que contenerse para no atacar y escapar otra vez. La sumisión no estaba en su naturaleza.
Piensa en Kasen...
Sí, lo que estaba pensando realmente de ella era lo mucho que quería sacudirla.
El Ejecutor le zarandeó las manos esposadas.
—¿Quién está contigo?
Caillen miró directamente al Ejecutor sin pestañear ni dudar.
—Nadie. Vuelo solo. Comprueba los registros. —Gracias a los dioses que era bueno en lo que hacía. No encontrarían ni rastro de nadie, excepto de él.
—¿Qué pasa con la mujer?
—Una víctima sin nombre. Le robé la cartera. Revisa mi bolsillo, la encontrarás. —Siempre llevaba una identificación falsa y una cartera con los alias de sus hermanas.
Por si acaso.
El Ejecutor la sacó y después levantó el brazo para hablar por el micro en el puño de la camisa.
—Es inocente. Llevadla a un hospital.
—¿Quiere que le tome declaración? —preguntó la voz.
—No. Ya tenemos una confesión y un asalto callejero es el menor de los cargos contra él. Sólo déjala y vete. 
Caillen le frunció el ceño al Trisani. El hijo de puta sospechaba que estaba mintiendo o estaba seguro del todo, pero por alguna razón, se lo calló.
Acabada la partida, el Trisani tenía toda la razón en una cosa. Él estaba muy jodido y ellos todavía no le habían tocado.
Esto era bastante malo.
Peor que malo cuando lo llevaron hacia el transporte y empezaron a leerle los cargos.
—... Y por el contrabando de prillion.
Sintió como el estómago se le encogía. Mierda.
El contrabando de su hermana llevaba una sentencia de muerte... 

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