jueves, 8 de marzo de 2012

BOSH cap 8

Caillen se sentó con su padre en la cámara de la Cumbre, rodeado de nobles y funcionarios, aburrido hasta la demencia. La habitación era circular para que todos pudieran verse los unos a los otros por si alguien cediera a la necesidad de bostezar, sádicos bastardos, con una tenue iluminación que parecía succionar toda la energía hasta la médula de los huesos. Sí, definitivamente había algo que emitían los focos que iba mermando su razón. Podía sentir su coeficiente intelectual caer al menos un punto por minuto.
Tal vez más.
A este ritmo, estaría reducido a un estado vegetativo en una hora.
Eso explicaba mucho sobre su actual líder… su padre a su pesar.
En el centro había una silla que era ocupada por los funcionarios y representantes que habían venido a pedir consejo para atender ciertos asuntos concernientes a sus mundos.
Dioses, lo que daría para que uno de los senadores enloqueciera, sacara un blaster y matara a alguien.
Infiernos, en ese punto, podrían matarle. Cualquier cosa para sacarle de esto. Pero al menos había ayudado a su padre a conseguir un tratado con los Krellins. Eso había complacido al hombre de manera exponencial.
—Somos un sistema pequeño y los derechos de nuestros cultivos…
Caillen volvió a desconectar para no volver a tener que oír el silbido agudo y nasal de un gobernador queriendo más fondos para su guardarropa. Oh espera, quería fondos para su pobre gente. Sí… eso era lo que el hombre estaba escupiendo.
Arqueó una ceja ante los dos millones de créditos de valor cosidos a la chaqueta del gobernador y adornando la corpulenta mano del hombre, ¿no ayudaría eso a las finanzas de su país solo un poco?
Y él sabía exactamente que esas piedras lo valían. Valorarlas incluso a esa distancia era un talento que había adquirido de un amigo suyo que era pirata y ladrón de joyas. Después de pasar años cerca de Chayden y sus amigos piratas, él podría valorar una piedra más rápido y más precisamente que la mayoría de los tasadores más experimentados.
¿Tan aburrido estoy que estoy tratando de adivinar el peso en quilates visualmente?
Dispárame.
El gobernador finalizó su súplica, entonces dejó a los funcionarios de alto nivel que decidieran su destino. Desafortunadamente, el líder de los altos funcionarios era su padre, lo que quería decir que Caillen estaba atrapado en esa sala hasta que el infierno se congelara.
Siento como si mi vida se esfumara… Vamos, asesino. Por favor, golpea.
Boggi se aclaró la garganta.
—A continuación van las Qillaqs, que están aquí para informar al Consejo de sus intenciones hacia los Trimutians.
Bueno, al menos tendría a su caliente nena de la guardia para contemplar esta vez. Eso debería ayudar un poco incluso si ella le rompía antes la cabeza. Eso en cuanto a su promesa de llevarla a su cama. Le había cortado de manera efectiva su erección.
Al menos por el momento. Todavía quedaba la cena y si jugaba bien sus cartas…
Postre.
Sí, sólo imaginarla poniéndoselo en la boca era lo que más necesitaba para cambiar este completo día de mierda. Y si lo que sospechaba sobre ella era correcto, le grabaría una sonrisa en la cara que ni siquiera la Liga podría quitar.
Su padre suspiró mientras un temblor de aprensión recorrió la sala. Era tan espeso, que se podía cortar.
Inclinándose hacia su padre para poder susurrarle, Caillen frunció el ceño.
—¿Qué pasa?
Un tic apareció en la mandíbula de su padre.
—Es por la manera de negociar de las Qillaqs. Es vergonzoso, la verdad.
Había abierto la boca para pedirle una explicación cuando la puerta se abrió para mostrar a la delegación Qillaq. En una fracción de segundo, toda la sangre se drenó de su cerebro hacia una parte de su anatomía mientras la reina y su guardia entraban con unos trajes tan escasos que en realidad no cubrían nada.
Oh sí, podía ver directamente hasta el final del cuerpo de la reina, y sus pechos estaban sólo cubiertos por una gasa delgada que destacaba el hecho de que había pintado sus pezones para hacerlos más prominentes a través de la tela. Él conocía muchos lugares en el universo en los que salir así en público haría que te arrestaran.
O follaran.
Con la lengua espesa, miró más allá de la reina, a la mujer con la que había hablado anteriormente en el pasillo.
Con el pelo ahora trenzado por la espalda, estaba vestida más relajadamente con un top sin mangas color borgoña y pantalones ajustados. Sin embargo, ese top se hundía profundamente entre los pechos haciéndole desear que se hubiera vestido más como su reina.
Sí, déjame dar un bocado de eso… Hubiera dicho que si los demás funcionarios se hubieran vestido así le habrían mantenido despierto, pero honestamente sus cuerpos estaban mejor cubiertos. No había necesidad de que todo el mundo vomitara.
Por otro lado le hacían desear ser un Qill.
Azótame y llámame tuyo. Ella podría atarle a su cama y mantenerle allí tanto como quisiera.
Nena, ¿cómo te llamas? No iba a ser capaz de dormir esa noche hasta que lo supiera.
No sería capaz de concentrarse en nada hasta que conociera su aroma.
Los hombres de la habitación se removieron incómodos mientras las mujeres fruncían los labios de disgusto. Sí, la envidia era una perra.
Sin dejar que nada interfiriera en su decoro, Boggi se aclaró la garganta.
—Reina Sarra, por favor exponga su caso al Consejo.
Ella se adelantó para sentarse en la silla con un paso seductor que probablemente provocó que los miembros mayores jadearan. Cuando se sentó, lo hizo con una postura abierta que le hizo querer reír, pobre reina, no tenía ni idea que él estaba acostumbrado a negociar con mujeres mucho más calientes, sexys y más desnudas de lo que estaba ella en ese momento. Si quería atontarlo, debería haber enviado a su pequeña guardia vestida así para hablar por ella.
Dudaba ser capaz de recordar siquiera su propio nombre si la señorita Bombón estuviera allí desnuda. Atrapó la sonrisa divertida de Darling desde el otro lado de la habitación. Hubo un desafío en su mirada y era uno que Caillen planeaba aceptar.
La reina se aclaró la garganta.
—Miembros del Consejo, tengo un asunto grave para discutir. Los Trimutians están en nuestras fronteras y presionando sin piedad en nuestro territorio. Les hemos dado aviso y lo han ignorado. Nuestro siguiente paso es declarar la guerra. Estoy aquí hoy, por órdenes de la Liga, para hacerles saber a todos ustedes nuestras intenciones.
Su padre frunció el ceño.
—¿Por qué ha esperado tanto para contárnoslo? Debería haber buscado consejo para ayudarlas a controlar a los Trimutians.
—Somos una nación aislacionista. Orgullosa. No buscamos ayuda cuando podemos tratar con el asunto por nuestra cuenta.
¿Qué…?
Caillen se dijo que debía guardar silencio, pero a medida que el Consejo comenzaba a respaldar su guerra, no pudo. Vio a través de su plan con tanta facilidad como veía a través de sus ropas y no pudo quedarse al margen y dejar que una nación inocente fuera víctima de una perra especuladora.
—¿Dice que los Trimutians están en vuestras fronteras?
Ella le traspasó con la mirada más mordaz que recibiera en su vida, impresionante, de verdad, considerando cuantas personas se había encargado de cabrear a diario.
—No me gusta repetirme.
—Lo respeto. Pero tengo curiosidad, majestad. ¿Puede decirme cuanto tiempo os han estado presionando?
—Casi un año.
¿En serio? Caillen frunció el ceño mientras digería eso. Parecía extraño y fuera de lugar. Por otra parte, estaba mintiendo y él lo sabía.
—¿Cuantos de su flota diría que han estado hostigando vuestras fronteras?
—La mayor parte. Cada vez que nos damos la vuelta, uno de ellos ataca. Han tomado refugio en una de nuestras colonias y han manteniendo a sus habitantes como rehenes, exigiendo que paguemos o les matarán.
Oh sí… Gilipolleces. Mierda. Era tan espesa, que podría hacer crecer un jardín.
Caillen miró alrededor, a los rostros de los senadores cuyas miradas silenciosas le decían que cerrara la boca. Pero no podía. Nada de lo que ella dijera tenía sentido en su mundo. Una colonia de Qills estaría armada para la guerra y pobre de cualquiera lo suficientemente tonto para tratar de tomarlos como rehenes. Hubiera sido un baño de sangre tan grave, que todavía estarían circulando noticias sobre el asunto.
—¿Desde hace un año?
—¿No es eso lo que he dicho?
Ante ese tono y si su padre no hubiera estado sentado a su izquierda, se hubiera encendido. Así que, mantuvo su nivel de tono, agradable y tranquilo.
—Es verdad, majestad. Sin embargo, me resulta extraño que ellos hayan estado en sus fronteras y ocupando una colonia extranjera cuando el grueso de su armada está en el sector Brimen entrenándose y lo ha estado durante los últimos seis meses. Sus fronteras están mantenidas por una flota mínima que tienen las manos completamente ocupadas con los traficantes y piratas. Por lo tanto, estoy desconcertado por este grupo fantasma que mantiene a su gente como rehén. ¿Ha considerado que sean rebeldes y no estén respaldados por los Trimutians?
Las mejillas de ella se encendieron cuando se dio cuenta que había sido cogida en una mentira.
—¿Se atreve a cuestionarme?
El gobernador Gondarion se aclaró la garganta con fuerza mientras le miraba.
—Príncipe Caillen, aquí no especulamos. Discutimos solo hechos.
Caillen se sintió ofendido por el tono de censura del hombre que decía que pensaba que Caillen era un idiota. Entornó la mirada y habló lentamente para que el imbécil pudiera seguirle.
—Y estoy dando hechos, senador. Compruébelo. El territorio Trimutian es la vía más corta entre Starken y Altaria. Los piratas lo llaman el Año Luz de Oro porque en los últimos dos años, ha sido el día de cobro más fácil que han visto en décadas. Es por eso que los Trimutians han enviado su flota para entrenarse. Están tratando de idear alguna forma de atrapar a los piratas y derrotarlos echándolos de su sistema sin perder la flota entera. La mayor fuente de ingresos para Trimala siempre ha sido el transporte y sus cargas son presas fáciles. Sus colonias son ricas en recursos, por lo que no tiene sentido que vayan tras los territorios Qillaq que sólo tienen una miseria de materias primas y abrir otro frente de guerra mientras su armada empieza a escasear peligrosamente por los ladrones que padecen. Sin embargo, tiene mucho sentido que las Qillaqs les declaren la guerra y atacarles mientras son débiles y entonces reclamar sus recursos como propios.
La reina se puso en pie de golpe.
—¡Como se atreve!
Desideria apretó los labios mientras el príncipe Exeterian mantenía la sangre fría contra su madre. No era frecuente que nadie superara a su reina y estaba impresionada de que se las hubiera arreglado para hacerlo. Era inteligente y valiente decir lo que pensaba cuando era obvio que los otros querían que permaneciera en silencio.
A pesar de la furia de su madre, los ojos de él tenían una luz burlona que decía que estaba acostumbrado a los conflictos y que encontraba entretenido el combate. Qué extraño…
—No hay necesidad de enfadarse, majestad. Todos comprendemos la especulación. Yo más que otros. Respeto su plan. Buena suerte para conseguir autorización de la Liga.
—Ya tengo su apoyo.
Desideria se estremeció ante el gesto de la mano de su madre. Sin duda esa fue la intención del príncipe Caillen.
Una comisura de la boca de él esbozó una sonrisa malvada.
—Entonces mejor ataque rápido porque en el minuto que salga de aquí, voy a hacer una llamada a un amigo. Se lo aseguro, la Liga podría respaldarla, pero los Trimutians no serán tan débiles como eran antes y cuando mi amigo oiga esto, la Liga no será tan agradable tampoco.
La mirada de Sarra dejó a Caillen y fue por su padre.
—¿Deja que un niño hable por usted?
Para sorpresa de Desideria, su padre no dio marcha atrás.
—Mi hijo está lejos de ser un niño y tiene más experiencia en combate que el comandante de mi flota. Siempre acepto su consejo… como usted debería hacer.
La mirada de ira infernal en la cara de su madre decía que ellos debían afianzar sus fronteras también.
—He terminado aquí. —Su madre salió tempestuosamente de la sala.
Desideria se puso en pie rápidamente, pero no antes de captar un guiño del príncipe.
Oh que idiota. ¿No tenía ni idea de lo que acababa de hacer? Estúpido tonto. Su madre no descansaría hasta tenerle encadenado. Al final, su madre reiría la última.
Una vez que la habitación estuvo despejada de Qills, todos los ojos se volvieron hacia Caillen que de repente se sintió con si le hubiera crecido una segunda cabeza.
El gobernador Gondarion frunció los labios.
—Sarra querrá todas nuestras vidas después de esto. Ninguno de nosotros está a salvo. ¿Por qué no pudo mantener la boca cerrada? Mejor los Trimutians que nosotros.
—¿Que ha hecho?
—¡Idiota! ¿Cómo pudo hacer esto?
—Maldita sea, Evzen, ¿tenías que traerlo aquí?
Atónito por el asalto, Caillen no pudo oír el resto de los ataques ya que todos se mezclaron en una cacofonía de insultos. Pero fue la mirada de decepción en el rostro de su padre la que le cortó. Su padre parecía avergonzado.
Y eso avivó su temperamento.
Se acabó. Había tenido suficiente. No más de esta mierda. Como se atrevían a atacarle a él, ladrón contrabandista, por tener moral. Se suponía que eran ellos los que mantenían la ley. La hipocresía le hizo enfermar.
Poniéndose en pie, arrojó sus túnicas al suelo y les miró.
—Debería darles vergüenza. A todos ustedes. He conocido algunas de las formas más viles del universo. Seres que venderían a sus propias madres e hijos por el precio correcto. Y decir que preferiría tomar un trago aguado con ellos en la parte de atrás de un garito del infierno que sentarme aquí y escucharles hablar que están dispuestos a lanzar a un sistema completo a una guerra porque tienen miedo de enfrentarse a la reina de un pequeño imperio. ¿Qué clase de cobardes son? Si esta es su idea de diplomacia, ¿por qué se han tomado la molestia de firmar tratados con la Liga? ¿Por qué no dejar que los gobiernos retrocedan a todo-está-permitido que tenían antes de que la Liga tomara el poder? No es de extrañar que la Liga les atropellara a todos. —Les examinó con su propia mueca de desdén—. Esto no es civilizado. Es egoísta y debería ser de índole criminal. Y por toda la ofensa, preferiría salir con los criminales que con cualquiera de ustedes. Por lo menos ellos tienen código moral, por jodido que sea.
Disgustado, salió en tromba de la habitación y los dejó allí para que le condenaran.
Si iba a ser juzgado, sería por quién era. No por lo que estaba tratando de ser. Y si la reina Qill quería su cabeza. Que se pusiera a la cola.
Mientras tanto, tenía lugares a los que ir, una vida que vivir y un universo que incendiar.

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