Caillen gruñó en la parte posterior de la garganta.
—Subestimé gravemente su tecnología. Los bastardos tenían una cara y un escáner de retina que les notificó que no era quien decía.
El terror la inundó.
—¿Qué hacemos?
Él respondió dando patadas al panel de circuitos electrónicos frente a ellos con tanta fuerza que se rompió y expuso los cables. Desideria se moría de ganas por saber lo que estaba haciendo, pero no quería distraerlo mientras estaban en una situación de crisis. Lo más importante para ellos era salir de aquí lo antes posible.
Caillen maldijo en un idioma que ella no pudo identificar como si todo fuera inútil.
Comenzó a abrir la puerta para correr, pero él la agarró del brazo y la sostuvo en el interior.
—A pie, estamos muertos. Si quieres escapar, quédate conmigo.
¿Pero le tenía suficiente confianza para eso? Él odiaba a su madre y no parecía pensar mucho en ella.
¿Y si él mentía?
Por lo que ella sabía, podía ser. Todo este fiasco y el drama podía ser causada por el miedo a que los mataran. Tal vez los Andarions no harían otra cosa que ponerla en libertad y dejarla ir a casa. Podían honrar su inmunidad diplomática.
Pero ¿y si él no estaba mintiendo? ¿Y si hacía encarcelar a su madre como ella había hecho con su padre? Entonces estaría atrapada aquí para siempre. O devorada viva.
Eso sería malo y su madre estaría muerta.
Al fin y al cabo, no conocía a Caillen en absoluto. No conocía su código moral o más concretamente casi nada acerca de él excepto que había sido criado como un plebeyo y que tenía algunas habilidades impresionantes como ladrón...
Y era un delincuente buscado por el gobierno Andarion.
Nada de esto le daba una razón para confiar en él, ni la más mínima.
Pero si tuviera que elegir entre los demonios, prefería elegir al que conocía que al que no. Era demasiado ignorante sobre otras razas y culturas para empezar a argumentar en contra de Caillen sobre los Andarions y sus costumbres. Por lo que sabía, podría haber gordas arañas voladoras comedoras de rosquillas para capturarla.
Con la esperanza de no estar siendo estúpida o engañada, agarró el arma y se preparó para la pelea.
Las sirenas sonaban y se acercaban mientras él manipulaba los cables arrancando conexiones sólo para hacer otras nuevas. Miró el arma en su mano.
—Para tu información, no se dispara a los Andarions con eso. Sólo los vas a cabrear más.
Genial. ¿Qué se supone que debían hacer si no podían disparar contra ellos?
—¿Entonces, qué...?
El transportador salió disparado hacia adelante a tres veces su velocidad de crucero normal. La inesperada sacudida la envió de vuelta volando al asiento e hizo que dejara caer el arma mientras Caillen tomó el control del transportador y lo enviaba a toda velocidad a través del tráfico a un ritmo que horrorizaba y desorientaba.
A parte de eso, era bueno pilotando en el limitado margen entre los transeúntes, obstáculos y otros vehículos. Él podía carecer de modales y todas las cortesías sociales, pero a la hora de manejar la electrónica, ella dudaba que cualquiera pudiera ser mejor.
Dos naves de combate se detuvieron frente a ellos, cortándoles la ruta de escape.
Sin disminuir la velocidad lo más mínimo, la nave de Caillen patinó hacia los lados y de alguna manera logró meterse a través de las naves de combate que abrieron fuego contra ellos. Él enderezó el transportador y siguió avanzando. La ventana trasera se destrozó bajo los abundantes disparos, rociando fragmentos de vidrio por todas partes.
Comenzó a empujarla hacia el suelo alejándola del peligro, pero ella lo detuvo.
—Sé cómo luchar.
Ella vio el respeto en sus oscuros ojos antes de que él asintiera con la cabeza. Él volvió a la conducción mientras ella disparaba a las piezas restantes de la ventana trasera, para después abrir fuego de cobertura. El transportador patinó cuando él evitó chocar contra un transportista de combustible de gran tamaño, luego se enderezó y se sacudió de nuevo hacia delante.
—Llega el apoyo aéreo —advirtió que él hizo algo con los cables que hicieron que el transportador acelerara aún más. Ahora estaban volando.
Desideria se arrastró fuera por la ventana trasera disparando al aerodeslizador que los estaba siguiendo. Los disparos rebotaron en la nave y no hicieron nada más que quemar la pintura. Ni siquiera la desvió para que fallaran sus disparos. Maldiciendo su arma, se introdujo de nuevo en el transportador.
—¿Tienes algo con más impacto?
Se sacó un blaster en miniatura de la bota y se lo entregó a ella.
¿Estaba de coña? Parecía el arma de un niño.
Él le sonrió.
—Es de plasma, tiene mucho retroceso. Ten cuidado.
Sí, le haría daño al disparar, pero con el impacto correcto, debería derribar la nave. Se asomó por la ventana lateral sólo para que Caillen tirara de su espalda antes de que pudiera disparar. Iba a gritarle por sus acciones, cuando se dio cuenta de que él la había librado de ser aplastada por una nave de carga que pasó junto a ellos.
Si él se hubiera demorado un nanosegundo, habría sido cortada por la mitad. El pensamiento hizo que se le encogiera el estómago.
—Gracias.
Él inclinó la cabeza, entonces el apoyo aéreo abrió fuego contra ellos otra vez. Ella se agachó mientras las ráfagas por poco aciertan y la hieren al atravesar el transportador. Ahora su ira tomó la delantera y la sed por saborear la sangre fue fuerte en la boca. Decidida a devolverles el asalto, se asomó por la ventana y se preparó. Luego abrió fuego. Los disparos chisporroteaban hacia arriba, rompiendo el cristal del aerodeslizador y arrancando la hélice del rotor superior. Pero en lugar de deslizarse hacia abajo, cayeron hacia ellos, dirigiéndose tan rápido que todo lo que podía ver era su muerte.
—¡Cuidado! —gritó ella mientras regresaba al asiento del transportador y se agachaba para cubrirse.
Pero ya era demasiado tarde. El aerodeslizador golpeó el suelo justo al lado de ellos, arrojándolos hacia un lado y alcanzando al transportador con la sección de cola. Los envió a toda velocidad calle abajo antes de que giraran una y otra vez. Se le revolvió el estómago cuando el mareo la consumió. El dolor le irradió por todas partes mientras rodaba por el transportador, golpeándose con Caillen y con todo lo que había en la nave.
Voy a morir. Ella lo sabía. No había manera de que pudieran sobrevivir a un accidente tan atroz. Esperó a que la oscuridad la cogiera, pero para su asombro permaneció consciente.
Cuando por fin dejaron de rodar y se deslizaron a una abrupta parada, estaba completamente desorientada. El estómago se le contraía con tal ferocidad que esperaba la indignidad de derramar el contenido. De alguna manera logró retenerlo mientras Caillen intentaba abrir la puerta que había sido aplastada por el choque. Por lo que podía observar, el transportador estaba tan dañado que no había escapatoria. Estaban encapsulados en una vaina de metal retorcido.
—¡Al suelo!
Ella no cuestionó la orden. En el momento en que se agachó, Caillen sacó un cargador de partículas. Lo colocó en la puerta, luego le cubrió el cuerpo con el suyo, e hizo un agujero en el lateral del trasportador.
Él salió primero, y luego tiró de ella.
A medida que salía del transportador, se dio cuenta de que estaba cubierta de sangre. Estaba en la ropa, la piel y en el pelo. El corazón se le detuvo cuando el pánico la invadió. ¿Dónde estaba herida? Era consciente de que cada parte del cuerpo le dolía.
Le tomó un minuto darse cuenta de que no era ella la herida.
Era Caillen.
Sin embargo él no se detuvo. La llevó a un almacén abandonado y cerró de un golpe la puerta detrás de ellos, y puso el frío cerrojo para que nadie pudiera entrar fácilmente. Con manos temblorosas, se encogió de hombros y la despachó.
—Sigue corriendo. Darling sabe dónde estamos. Va a enviar ayuda tan pronto como pueda. Sólo permanece oculta hasta que te encuentren.
Ella frunció el ceño ante su tono tranquilo y la determinación fatalista que había oído en su voz.
—¿Y tú?
Él hizo una mueca.
—No voy a conseguirlo. —Se abrió la chaqueta para mostrarle que los disparos del aerodeslizador no habían fallado. Su lado izquierdo estaba todo lleno de heridas de disparos.
Por primera vez, el miedo que vio en sus ojos anuló el dolor. Sus mejillas estaban manchadas de suciedad y sangre surcada por el sudor. Tenía un tic en la mandíbula y la sangre corría por la comisura de su boca.
Sacó su arma de reserva y la empuñó con la mano ensangrentada.
—Te cubriré mientras corres.
Vio la sangre que fluía de su mano para hacer pequeñas salpicaduras contra el sucio suelo de cemento.
—Caillen…
—No discutas. Estás perdiendo el valioso tiempo que necesitas para escapar de aquí.
Si bien lo odiaba, asintió con la cabeza. Tenía razón, tenía que salir de ahí. La vida de su madre dependía de ello. Besándolo en la mejilla amoratada, se volvió y corrió para buscar una salida trasera.
Caillen escuchó el sonido de sus pasos mientras se alejaba cojeando de la puerta y se aseguraba de cubrir las huellas sangrientas para encontrar un lugar donde pudiera esconderse y eliminar a alguno de sus perseguidores antes de que lo mataran. Por alguna razón que no podía nombrar, le entristecía que ella lo dejara morir.
Es una extraña, ¿qué te importa?
Sin embargo, no podía quitarse la imagen de su padre muriendo solo en la sucia cuneta como si no fuera más que basura.
Como estaba a punto de hacer él.
Que así sea. A diferencia de su padre, no estaba tendido para ser ejecutado. Iba a morir peleando con todo lo que tenía, llevándose a tantos Andarions con él como pudiera.
Tu padre murió protegiéndote...
La culpa y el dolor de eso le atravesaron desgarrándole como siempre pasaba cuando pensaba en ello. Era algo que intentaba evitar. Él sabía la verdad. Su padre era un luchador y sólo se había rendido a sus perseguidores para dar a Caillen tiempo suficiente para escapar y vivir.
Como él estaba haciendo por Desideria.
Soy un jodido idiota.
No la conocía y, sin embargo allí estaba, dando la vida para mantenerla a salvo. No quería pensar en eso tampoco, fijó la atención en la calle donde vio a través de una ventana sucia que los Ejecutores se estaban reuniendo antes de entrar a buscarlo.
—Vamos, bastardos. No seáis tímidos. —Se agachó y preparó el brazo para poder disparar contra ellos en el momento en que entraran.
Una mano le tocó el hombro.
Él se volvió, esperando que fuera uno de los Ejecutores.
No lo era. En cambio, vio un hermoso ángel con la piel leonada manchada de sangre y suciedad. Su pelo era una maraña y había una determinación en sus ojos que dijo que no iba discutir con él.
—No te puedo dejar aquí, Caillen. Nos metimos en esto juntos. Juntos saldremos de esto o moriremos.
Él se sorprendió ante la sinceridad de las palabras de Desideria.
—¿Qué pasa con tu madre?
—Tu amigo sabe acerca de ella y yo estaría muerta si no es por ti. Ahora muévete antes de que te dispare.
Él se burló de su orden.
—Eres una idiota.
—Parece que sí. —Le cogió del brazo y se lo colocó sobre los hombros para ayudarle a moverse por el edificio oscuro y vacío—. ¿Alguna idea brillante para escapar?
—No realmente. Cada vez que trato de pensar en algo, el dolor se impone a todo lo demás eliminando mi atención. Del tipo que derriba anulando lo demás.
Ella hizo un gruñido bajo en la garganta.
—Oh, esto es irritante. Odio cuando alguien me vence. No puedo soportar perder.
Desideria se detuvo cuando vio una trampilla abierta en el suelo. Ésta ofrecía muy pocas posibilidades de que no los descubrieran, pero era lo único que tenían.
—Tengo una idea.
Caillen vaciló cuando la vio también.
—Eso no funcionará.
—¿Te jodo todos tus planes, incluso cuando son estúpidos? No. Ahora, a menos que tengas una idea mejor, entra ahí.
Él murmuró algo en voz baja que sonaba como la muerte a la mujer mandona mientras rompía una pequeña vara de luz y la arrojaba en el pequeño cuarto para que pudieran ver. Ignorándole, ella le ayudó a bajar, luego fue a asegurarse de que no había huellas de sangre que condujeran al escondite.
Los Ejecutores estaban en el exterior, trabajando en forzar la entrada de la puerta oxidada que él había trabado. Su soldador electrónico hacía un silbido fuerte provocando que se gritaran los unos a los otros. En cualquier momento estarían dentro y disparando...
Por favor que funcione.
Siguiendo a Caillen en el agujero, Desideria cerró la trampilla apenas un latido de corazón antes de que los Ejecutores irrumpieran en el interior buscándoles. El cuarto vacío estaba bañado por la pálida luz azul de la vara, una luminosidad mucho más sombría y tenue que la que él había usado en la cueva. La debía haber escogido por esa razón.
Se dirigió hacia Caillen que estaba desmayado sobre el suelo sucio incrustado de telarañas y excrementos de roedores. Probablemente era lo mejor, no las telarañas y otras cosas desagradables, sino estar inconsciente dada la situación. Si los capturaban, él no tendría la menor idea.
Por desgracia, ella no era tan afortunada.
Oyó a los Andarions por encima de la apertura, equipándose y hablando los unos con los otros en tono enojado mientras trataban de localizarlos. Maldita sea, ¿por qué no tenía un traductor? Era muy frustrante no ser capaz de entender una sola palabra de lo que se decían.
Mordiéndose los labios, miró la mochila de Caillen y recordó los dispositivos de espejo en la cueva. ¿Funcionaría esto para bloquear sus escáneres?
Mejor eso que nada. Buscó los dispositivos hasta que los tuvo en la mano. Con el corazón palpitante, los llevó hasta la pequeña trampilla y colocó una pieza a cada lado antes de conectarlos.
Por favor, que sea la manera correcta de colocarlos y operar con ellos.
Si no...
Ella no quiso pensar en eso mientras caminaba de regreso para tratar de detener la hemorragia de Caillen. En la mochila, tenía vendas y toda clase de cosas que ni siquiera podía adivinar para que servían: Artilugios, medicamentos, armas. Todos estaban marcados, pero no sabía leer ni un carácter de la muy estilizada escritura.
¿Por qué no aprendió universal?
Porque su madre había pensado que era una pérdida de tiempo. Otra razón por la que no debería haber escuchado a la mujer.
Apretó una de las botellas en la mano y dudó debatiéndose en si debía o no dar una dosis a Caillen. Mejor no conjeturar lo que era o la dosis ya que eso bien podría matarlo.
Bien. Detendría la hemorragia con presión.
Las voces por encima de la cabeza se hicieron más fuertes y más furiosas. ¿Habían encontrado la puerta? ¿Estaban reuniendo a las tropas para entrar?
Contuvo la respiración con un frenético temor, a la espera de ser descubiertos.
Dirigió la mirada hacia Caillen. Su hermoso rostro estaba muy pálido y su piel estaba cubierta de sudor. No se desangraría. Si él moría, ella no tenía idea de cómo saldría de ésta.
Pero no era sólo eso. Se lo debía y si no fuera por ella, él no estaría aquí ahora mismo herido. Todo esto era por su culpa. Podría haber sido como otros nobles e ignorar su ataque. O podría haber llamado a seguridad.
En su lugar, había arriesgado su vida y salvado la de ella sin pensárselo dos veces. Algo que muy pocos harían. Una extraña ternura la inundó hasta que un sonido sacudió su atención de regreso a sus perseguidores.
Alguien llamó a la trampilla.
Entrarán.
Agarró el blaster, lista para luchar. No iban a coger a Caillen. No si ella lo podía evitar.
Por encima de la cabeza, sonó como si dos personas estuvieran discutiendo. Después de unos minutos, las voces se alejaron del alcance auditivo.
¿Se habían ido?
¿O era el mismo truco que habían usado en la cueva con los exploradores?
Se volvió a mirar a Caillen que probablemente habría sabido la respuesta.
De cualquier manera, necesitaba atenderle antes de que perdiera más sangre. Dejando el blaster a un lado, le abrió el chaquetón, luego le levantó la camiseta. Involuntariamente curvó el labio ante la vista del pecho mutilado. Nunca había visto nada tan horrible y le asombraba que aún estuviera vivo.
¿Cómo podía alguien sobrevivir con algo tan brutal? Eso decía mucho de su voluntad de vivir y su capacidad para manejar el dolor. ¿Qué había pasado para que fuera capaz de permanecer tan tranquilo en una pelea? Las habilidades que él tenía no eran innatas. Eran del tipo que se perfeccionaban durante años de experiencia y lo sabía ya que ella las había estudiado toda su vida y no eran ni de cerca tan agudas.
Tan suavemente como pudo, cogió unas gasas de la mochila y las apretó contra la herida más grave que estaba en medio del tatuaje que adornaba todo el costado izquierdo. Parecía ser un pájaro foráneo cuyo rostro estaba tatuado sobre el hombro.
Los ojos de Caillen se abrieron cuando dejó escapar un jadeo feroz. Él la agarró por la muñeca con tanta fuerza que estaba segura de que le dejaría un moretón. Pero tan pronto como su mirada se fijó en ella, su agarre se volvió suave.
Él dejó caer su mano de la de ella.
«¿Están todavía aquí?» Le vocalizó las palabras.
Ella asintió con la cabeza.
Él señaló la mochila.
Se la entregó a él y le observó sacar varios artículos. Lo primero que hizo fue sacar un palo de goma que se puso entre los dientes. Ella frunció el ceño, preguntándose qué era. ¿Era algún tipo de analgésico?
Cogió un paquete de papel grande y lo abrió, luego se extendió los gránulos sobre las heridas. Mordió el palo tan fuerte, que ella lo oyó romperse. Por la rigidez de su cuerpo, podía decir que tenía que arder y doler. Sin embargo, no hizo ningún sonido en absoluto.
Ella le cogió el paquete de papel metalizado y comenzó a aplicárselo a todas sus heridas. Sus músculos se contraían cada vez que le tocó. Pobre tipo.
Pero era un endemoniado soldado. Lo aguantó como un hombre.
Una vez hubo terminado, le entregó una botella de agua antes de comenzar a vendarle el costado. Mientras ella trabajaba, él sacó un inyector y tomó una dosis de medicamento para el dolor.
Caillen bebió el agua lentamente mientras hacía todo lo posible para no gritar debido a la pura agonía que pulsaba atravesándole con cada latido del corazón. No tenía necesidad de ponerse así de enfermo, pero tenía que mantenerse hidratado. Mierda, dolía.
Cerrando los ojos, se concentró en la suavidad de las manos de Desideria mientras le vendaba y dejó que eso le calmara tanto como fuera posible. Todavía no podía creer que hubiera regresado a por él. La mayoría de las personas carecían de honor y decencia.
Demonios, la mayoría de los «amigos» que había tenido en la vida le habrían atado mientras estaba herido y robado la cartera antes de abandonarle para que los Ejecutores lo encontraran.
Pero ella había regresado...
Como un ángel.
Ella le quitó el agua el tiempo suficiente para mojar un paño que entonces utilizó para limpiarle la cara. Su mano era tan fresca y suave contra la piel que antes de darse cuenta de lo que estaba haciendo, él se la tomó y le besó los nudillos.
Desideria se congeló ante la sensación de sus labios sobre la carne. Nadie había sido nunca tan tierno con ella. La caricia como una pluma hizo que se le contrajera fuertemente el estómago. Cruzó la mirada con la de él y por un momento se olvidó de todo, excepto de la belleza indiscutible de sus ojos, la sensación de la mano en la de él. Sin pensarlo, ella le tocó los suaves labios con la punta del dedo. Eran la única parte de él que no era de roca dura. Y antes de que se diera cuenta de lo que estaba haciendo, ella inclinó la cabeza hacia abajo para probarlos.
Caillen aspirado el aliento bruscamente ante el inesperado beso. Maldita sea, si no le doliera tanto, tomaría ventaja de este fuego. Pero ahora mismo, apenas podía respirar. Aún así el calor de ese beso le quemaba. Lo que le faltaba en experiencia, lo compensaba con entusiasmo y le envió una ola de placer que le atravesó aliviando el dolor.
Al menos por unos latidos.
Desideria se retiró cuando recuperó el sentido y se dio cuenta de lo que estaba haciendo.
Estoy besando a un hombre. Y no se le permitía hacerlo. Todavía no...
Su madre la mataría si se enteraba de esto. Lo que es peor, tendría que esperar un año más antes de que ella pudiera tomar un consorte. Las Quillaq creían que si una mujer no podía controlar la lujuria, entonces es que no estaba lo suficientemente madura como para manejar a un amante. Lo que acababa de hacer avergonzaba a su madre y a ella misma.
El calor inundó su cara.
—Lo siento.
Por una vez, su sonrisa arrogante era adorable.
—No —susurró—. Es lo mejor que me ha pasado en todo el mes. Siéntete libre de caer contra mis labios cada vez que lo desees.
Ella negó con la cabeza.
—Eres horrible.
Caillen le ahuecó la mejilla con la mano.
—Canalla de corazón.
También él era encantador de una forma devastadora.
—¿Justamente a cuántas mujeres has seducido de todos modos?
Se encogió de hombros, y luego hizo una mueca bruscamente.
—No las cuento porque no tiene importancia.
Ahora la ofendió. ¡Que cerdo tan insensible!
—¿Cómo puedes decir que no importa?
—Porque ninguna era la correcta.
Esas palabras le dieron una pausa. ¿Podría ser menos cerdo de lo que pensaba? ¿Era posible que realmente hubiera un caballero escondido bajo las capas de granuja sin corazón?
—¿Qué quieres decir?
—Mmm —suspiró—. Los medicamentos para el dolor colean con venganza. Sí, casi me siento semihumano otra vez.
Ella le giró la cabeza hasta que él la miró.
—No has respondido a mi pregunta.
—Simple. —Ahora arrastraba las palabras—. Si hay una perra egoísta disponible, gravito directamente hacia ella. Las mujeres sólo quieren utilizarme, poseerme o matarme. Ni una sola vez tuve una mujer que quisiera conservarme. —Entonces cerró los ojos y se desmayó de nuevo.
Esas palabras y la emoción sincera que había oído detrás de ellas le tocaron algo muy profundo por dentro. Le hizo preguntarse lo que las mujeres en su vida le habían hecho para que se sintiera de esa manera. Por supuesto, su experiencia con las mujeres era similar. Las mujeres a su alrededor habían sido mezquinas, críticas, hirientes y celosas. Pensaban que por derribar a otros subían ellas. Estaban equivocadas, pero no les impedía ser así.
No tenía ninguna experiencia real con los hombres. Salvo con su padre y al que amaba como a nadie. Había sido la única persona en su vida que alguna vez la había aceptado tal y como era. Nunca la había juzgado o incluso criticado.
Caillen no era nada como su padre, pero en cierto modo le recordaba a él. La forma en que era confiable y compasivo, dispuesto a sacrificarse por los demás.
Frunció el ceño al trapo ensangrentado que estaba al lado de él.
—Estás hecho un desastre.
¿Y si moría?
Desideria se negó a pensar en eso y el extraño dolor que le causó. No podía permitírselo. Cuando comenzó a poner las cosas en la mochila, encontró un pequeño ordenador portátil.
¿Qué...? ¿Por qué él no lo usó? ¿O por lo menos mencionó que tenía uno?
Lo abrió para encenderlo, y luego lo pensó mejor. Si los Andarions barrían electrónicamente la zona localizarían la señal. Esa era probablemente la razón por la que Caillen no lo había usado hasta ahora. Él era un superviviente para permitirse utilizar algo como esto a menos que hubiera una buena razón para ello.
Estás completamente sola.
Nunca había estado sola antes. A pesar de que tenía veintiséis años, su familia la había visto como una niña hasta hace un par de semanas. Había estado rodeada de guardas y sirvientes. Sus hermanas y su tía. Tenía un sentimiento de pérdida por no ser capaz de extender la mano y llamarlas ahora. O a cualquier otra persona que pudiera echarle una mano. Su madre nunca había experimentado esta sensación de soledad tampoco.
Pero su padre la tenía. Atrapado en un planeta extraño con seres extraños que lo habían visto como una entidad más débil que sólo merecía el desprecio y el abuso.
Caillen le había asegurado que ella recibiría el mismo tratamiento de los Andarions si los descubrían. Serían peones y sin posibilidad de escapar y sin esperanzas. Recorrió con la mirada las desnudas paredes grises cuando el pánico se apoderó de ella ¿Cómo había aguantado su padre ser un prisionero todos estos años?
Era aterrador. Por primera vez, entendía completamente el porqué se había dado por vencido.
De repente, sonó el enlace de Caillen.
¡Krik! Eso la podría descubrir. Con el corazón martilleando, lo recogió, luego se congeló. Caillen lo había apagado. Ella lo había visto. ¿Cómo podría ser que sonara?
¿Era un truco?
¿Y si no lo era? Podría ser ayuda.
Tal vez.
Deseando lo mejor, ella contestó antes de que sonara otra vez.
—¿Quién eres? —Era una voz ronca, con acento masculino.
—Desideria —susurró—. ¿Quién eres tú?
Él colgó.
Rápidamente hizo lo mismo con el estómago anudado y esta vez se aseguró de que estaba completamente apagado.
Y entonces lo oyó... el sonido de los Andarions regresando con fuerza al almacén y estaban mucho más animados en esta ocasión.
Justamente les he dado nuestra posición.
Venían a por ellos y todo era culpa de ella. ¡Maldita sea! ¿Por qué había contestado el enlace?
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