Dicen que cuando estás a punto de morir, ves tu vida entera brillar ante los ojos.
Mintieron.
Lo único que Nick Gautier podía ver brillar eran los colmillos de vampiro de Kyrian Hunter. La vista le paralizó en el sitio sobre la elegante escalera de caoba de la parte delantera de la enorme mansión anterior a la guerra de Kyrian.
Voy a morir…
Otra vez.
Genial, desde que había tratado de ir a la escuela hace unas veintidós horas, se enteró que el director había sido devorado por un zombi, todos sus compañeros estaban detrás de él.
Ahora, su maldito jefe era un vampiro.
Se lo imaginaba. Eso en cuanto al cheque del sueldo, a menos que el diablo lo pudiera cobrar, Nick nunca podría ver un centavo.
¿Llegaría este día a su fin, alguna vez?
Amigo, ahora mismo, eres el único que está a punto de llegar a su fin. Ese pensamiento por fin aplastó la niebla espantosa de la cabeza que lo mantenía inmóvil.
¡Corre, amigo, corre!
No podía bajar las escaleras, porque allí estaba Kyrian. El único lugar para correr estaba arriba, con su madre, quien ya había entrado en el dormitorio que Kyrian les había prestado para la noche. Ella ignoraba completamente el hecho de que estaban en peligro mortal y que su sangre estaba a punto de ser drenada. Él se dio la vuelta para advertirle.
—¡Nick! ¡Espera!
Que espere, mi glúteo mayor. El vampiro ya podía reservarse algunos litros de sangre si pensaba que Nick tenía alguna intención de convertirse en Casper.
Soy demasiado joven, demasiado inteligente y demasiado guapo para morir. Sí, y algo más. El mundo lo necesitaba para mejorar el banco genético. Sin mencionar, que a los catorce aún no había tenido su primera cita. Esta noche, casi tuvo su primer beso. Él debería haber reconocido que eso era como una señal de que el apocalipsis se acercaba y que su muerte era inminente.
Cuando Nick se acercó a la parte superior de la escalera, Kyrian subió de un salto directamente los seis metros desde el suelo y giró sobre el pasamano para aterrizar graciosamente delante de él, cortándole la retirada. Los ojos negros de Kyrian brillaron en las sombras. Vestido completamente de negro y con más de metro ochenta de altura, Kyrian era una visión mortífera e impresionante, incluso con sus juveniles rizos rubios.
No había manera de pasar de largo.
Joder...
Nick dio un patinazo hasta detenerse. ¿Qué debería hacer ahora? Su madre estaba en una habitación a pocos metros de Kyrian. Podría avisarla, pero lo último que quería era que Kyrian la matara a ella también. Tal vez si se mantenía en silencio, Kyrian sólo le drenara a él.
—No es lo que piensas, Nick.
Sí, seguro.
—Creo que eres un vampiro demonio chupasangre que va a matarme, eso es lo que pienso.
Antes de que pudiera siquiera parpadear, Kyrian extendió la mano y agarró el cuello de Nick con algún tipo de agarre mortal vulcaniano. Quería luchar, pero estaba tan indefenso como un cachorrito sujetado por el cogote. Con la fuerza inhumana que se espera de los no muertos, Kyrian arrastró a Nick pasando el dormitorio provisional de su madre y subió hasta su despacho.
Como en el resto de la casa, las cortinas que llegaban del suelo hasta el techo estaban cerradas para proteger contra el sol naciente, algo que debería haber alertado a Nick de que Kyrian era un vampiro desde el primer momento en que entró en la mansión. La madera oscura del escritorio combinaba a la perfección con las paredes de color verde oscuro. Sin perder velocidad, Kyrian arrojó a Nick sobre un sillón de cuero color borgoña.
Cuando empezó a correr, Kyrian le golpeó de nuevo hacia él.
—Para un minuto y escucha. Sé que te estoy pidiendo lo imposible, pero por una vez en tu vida, cierra la boca y presta atención.
—No soy el que está hablando.
Kyrian le gruñó.
—No te hagas el listillo conmigo.
—¿Quieres que me haga el estúpido?
—Nick.
Nick mantuvo en alto las manos.
—Muy bien, pero no te comas a mi madre, ¿vale? Ha tenido una vida bastante mala sin necesidad de ser la novia de Drácula.
—Yo no bebo sangre.
Él arqueó una ceja ante eso.
—Sí, seguro.
—Sí, seguro. No la bebo. No soy un vampiro.
¿Y para qué quería esos extraños colmillos?
—Entonces, qué pasa con tu peculiar problema dental, ¿eh? Y ni siquiera trates de decirme que son falsos, señor Trajes‑de‑Armani‑y‑coches‑de‑lujo, porque no eres del tipo que tiene cosas falsas, y todo lo que ello dice de ti es que tienes el dinero suficiente para arreglarlos si quisieras. Por no mencionar el hecho de que no sales a la luz del día y, ¿cómo hiciste el salto del ninja si no eres uno de los no muertos?
—Tengo talentos.
—Y yo me voy. —Nick trató de escapar, y otra vez Kyrian lo empujó al sillón, lo bastante fuerte como para llamar su atención.
—Sabes sobre Acheron, y lo aceptas. ¿Por qué no confías en mí?
Acheron Parthenopaeus era un gigante inmortal... o algo. Pero aun así, no había sido nada más que agradable con Nick y su madre. Y lo más importante...
—Él no tiene colmillos.
—Sí, los tiene. Sólo que los esconde mejor que yo. También es mi jefe.
Nick le replicaría que él estaba lleno de estiércol de vaca, pero la explicación en realidad tenía sentido en un modo extraño. Ash tenía más de once mil años de edad y le había parecido excepcional que Kyrian lo tuviera como amigo. Pero si el gigante inmortal era el jefe de Kyrian…
Eso lo explicaba.
Sin embargo, Nick no era un tonto, y no aceptaba nada porque sí. Por lo que sabía, Kyrian estaba mintiendo sobre sus colmillos.
—¿Qué tipo de trabajo haces?
—Protejo a la gente.
—¿Cómo salvar niños muy malos recibiendo golpes hasta morir por gente que supuestamente son tus amigos? —O sea yo recibiendo un disparo de Alan y pisoteado en el suelo por Tyree y Mike hace un par de semanas. Así es como se habían encontrado los dos y lo que desembocó en su trabajo a tiempo parcial para Kyrian después de la escuela.
Kyrian inclinó la cabeza hacia él.
—Exactamente.
Nick se relajó un grado cuando recordó lo mucho que le debía a Kyrian. Si no fuera por él, estaría muerto ahora mismo.
—¿Así que no vas a atacar a mi madre o a chuparme la sangre?
—Dioses buenos, no. No necesito la indigestión. Ya me has causado bastante jaqueca para una noche. No necesito nada más.
Nick se recostó en el sillón de Kyrian, mirando hacia él. Si Kyrian quisiera matarlo, había tenido un montón de oportunidades. En cambio, había protegido tanto a Nick como a su madre y les había permitido pasar la noche en su mansión.
—Si quieres saber el término correcto para mí, soy un Dark‑Hunter.
Nick digirió esa palabra lentamente.
—¿Qué significa? ¿Das caza a la oscuridad?
—Sí, Nick. Eso es exactamente lo que hago. Hay demasiada. —Ahora, había tanto sarcasmo que podías cortarlo con un cuchillo.
A Nick no le hizo gracia.
—¿Así que me lo explicas o qué?
—Somos guerreros inmortales que vendimos el alma a la diosa Artemisa. Para ella, luchamos y protegemos a la humanidad de lo que sea que acecha en la noche, tratando de cazarlos. Por lo general, eso significa que rastreamos y matamos Daimons.
—¿Qué son?
—Para ponerlo en términos que puedas relacionar, son vampiros que viven de las almas humanas. En vez de sangre, toman el alma dentro de su cuerpo, y una vez allí, comienza a marchitarse y morir. Tenemos que matar a los Daimons antes de que el alma se consuma por completo.
—No lo entiendo. ¿Por qué cogen las almas?
Kyrian se encogió de hombros.
—Es lo que les alimenta. Tienen que mantener un alma viva dentro de ellos o mueren.
Eso era brutal. Para ellos y especialmente para la persona que mataban para conseguirla.
—¿Cómo toman las almas? —preguntó Nick.
—No tengo ni idea. Una vez se lo pregunté a Acheron, y se negó a responder. Se le da bien eso.
—¿Así que te enseñó a ti también?
Kyrian sonrió, no con la sonrisa apretada del pasado, sino con una en toda su extensión que mostraba los colmillos.
—Él lo hizo, en efecto.
—Te doy un excelente, entonces.
Kyrian ladeó la cabeza, mirándolo como si esperara que Nick corriera de nuevo.
—¿Estamos bien?
Nick lo consideró. Probablemente debería estar aterrorizado y atrancando la puerta, pero Kyrian había estado allí con él, luchando contra los zombis y protegiendo a sus amigos esta noche. Había abierto su casa a la madre de Nick.
Él parecía bueno…
«Puedes confiar en él». Por primera vez, Nick sabía a quién pertenecía esa extraña voz profunda en la cabeza.
Ambrose ‑su tío loco quién juró que estaba aquí para ayudarlo. Extraño, que todo el mundo dijera lo mismo. Pero…
—¿Nick?
Ambos saltaron ante el sonido de la madre de Nick, llamándolo desde el pasillo.
Kyrian fue hacia la puerta y la abrió.
—Estamos aquí, señora Gautier.
Al entrar en la sala, miró a su alrededor con desconfianza, como si esperara atraparlos haciendo algo ilegal, inmoral o antinatural. Diminuta, pequeña, bella y con brillantes ojos azules, su madre siempre le recordaba a un ángel, especialmente cuando no llevaba maquillaje, algo que él odiaba. Su cabello rubio estaba desgreñado y ella estaba vestida con una camiseta negra que le llegaba hasta las rodillas. Parecía que Kyrian se la había prestado para dormir. A los veintiocho años, ella era muy joven para tener un chico de su edad. Pero eso nunca había importado. Siempre habían sido los dos contra un mundo hostil.
—¿Nick? ¿Está todo bien?
—Todo bien, mamá.
Ella le lanzó a Kyrian una mirada que decía que no se creía la respuesta de Nick.
—¿Estás seguro, cariño?
—Por supuesto. El señor Hunter me decía que mañana lo tengo libre porque hoy trabajé hasta tarde. ¿No es cierto, señor Hunter?
Había un brillo divertido en los ojos de Kyrian al darse cuenta de que Nick había manipulado la situación a su favor.
—Sí, es cierto.
—¿No le pudo decir eso fuera?
Kyrian apretó los labios en un esfuerzo por no sonreír y exponer los dientes.
—Nick vino aquí dentro para conectarse y jugar en línea. Justo estaba diciéndole que tenía que irse a la cama.
Oh, traidor.
¿Lanzando la tarjeta de censura parental? Eso fue grosero. Excesivo. Si Nick no hubiera sido la víctima le aplaudiría por pensar rápido. Pero lo último que necesitaba era que su madre tuviera una razón más para castigarle sin salir.
Ella le dirigió una furiosa mirada.
—Nicky.
Nick levantó el brazo en señal de rendición.
—Mamá…
—No me llames mamá, muchacho. No puedo creer que hagas esto cuando tienes mejor criterio. Lleva tu trasero a la cama. Ahora mismo. ¡En marcha!
Levantándose del sillón, Nick refunfuñó por lo bajo y emitió un gruñido de advertencia a Kyrian. Lo atraparía…
Con el tiempo.
Kyrian dejó escapar una malvada risita con los labios cerrados.
—Te mostraré tu habitación.
Su madre no opinaba lo mismo cuando bloqueó la puerta.
—Puede dormir en mi habitación. Conmigo.
Kyrian lanzó un suspiro de cansancio.
—Me preguntaba de donde había sacado Nick ese carácter desconfiado. Le ha enseñado bien.
Su madre se alisó un mechón de pelo rubio y se lo recogió detrás de la oreja izquierda.
—Sí, bueno, he visto el lado feo de la gente demasiadas veces. Sin ánimo de ofenderle, señor Hunter.
—Le aseguro que he visto un lado aún más feo de ellos que usted. Muchas veces, hacia mí mismo. Llámeme Kyrian, por favor.
Eso pareció avergonzarla. Le hizo un gesto a Nick.
—Vamos, nene. El sol ya se ha levantado. Tienes que dormir un poco. Todavía estás recuperándote de la herida del disparo.
Lo que no sabía era que se había curado, cortesía de algunos poderes que no quería que ella conociera. Si lo supiera, con su suerte, informaría a las autoridades y él terminaría desnudo en un laboratorio de algún lugar como un experimento.
—¿Tengo que ir a la escuela?
—Como empieza en menos de dos horas, no.
—No estará abierta hoy de todos modos —dijo Kyrian, llamando la atención de nuevo sobre él—. La policía todavía está investigando.
Su madre frunció el ceño.
—¿Cómo lo sabe?
—Hablé con uno de los maestros de Nick.
—¿Cuál? —Nick se moría por saber a qué miembro del profesorado debía evitar por miedo a delatar que su jefe tenía colmillos.
—La señora Pantall.
Genial. Simplemente genial. Ella nunca había tenido un buen concepto de él, de todos modos. Era uno de los miembros del profesorado que querían expulsarlo. Pero no había nada que pudiera hacer al respecto esta noche.
Nick bostezó cuando el cansancio lo alcanzó.
Su madre chasqueó la lengua.
—¿Ves lo cansado que estás?
Odiaba cuando su madre hacía preguntas estúpidas. Necesitó todo su freno para no replicarle. Aunque lo había gastado todo esta noche.
Así que conteniendo la lengua, la siguió de regreso a su habitación. Como el despacho de Kyrian, era enorme. Más grande que su minúsculo apartamento, que él detestaba. Y había una cama extra grande, por lo que su madre no le patearía durante el sueño. Ella se giraba en la cama como un pollo asado, y él aborrecía cualquier momento que tenían que compartir un lugar para dormir.
Pero la cama con dosel parecía que fácilmente podía aguantar a una familia de diez en ella. La parte más chula para él era el edredón azul y dorado que hacía juego con el empapelado. Incluso las cosas que parecían hojas doradas, eran realmente guay en las paredes. Lo había visto en programas de televisión... y películas de terror.
Su madre se volvió hacia él.
—¿Cómo está tu brazo? ¿Necesitas más medicamento?
Nick tuvo que esforzarse para no reaccionar a su pregunta. Se había olvidado de eso otra vez. Mierda. Mejor recordarlo, de lo contrario, todo el mundo querría saber cómo se curó tan rápido.
—Está bien.
—Bien. Ahora ven a la cama.
Nick fue al otro lado y se deslizó dentro. En el momento en que estuvo acomodado, ella lo abrazó y empezó a jugar en su corto pelo castaño. Él se encogió y se retorció, tratando de escapar. Por desgracia, ella era como arenas movedizas. Una vez que eras lo suficientemente estúpido como para estar a su alcance, se terminó.
—¡Mamá! ¿Qué estás haciendo?
—¿No puedo abrazarte?
Él arrugó la cara con repugnancia con sólo pensar en ello.
—No sé por qué te preocupas por el señor Hunter cuando eres quien siempre me acosa sexualmente, mamá. Agh, ¿Ni siquiera puedo irme a dormir sin que me manosees?
Ella le palmeó en el trasero. No lo bastante duro como para hacerle daño. Sólo lo suficiente para llamar su atención.
—Deja de decir eso. Demostrarte mi afecto con un abrazo no es acoso sexual. Sabes, hay muchas madres por ahí que no tienen ningún sentido del instinto maternal. —Esos que echan a sus hijos de casa y acaban en la cuneta por un solo error, como mantener a un bebé que ellos no quisieron. Su madre no lo dijo, pero sabía que cuando despotricaba sobre este tema era una perorata acalorada en contra de sus padres, que la habían abandonado cuando tenía su edad—. Alégrate de tener una madre que te quiere.
Se alegraba de eso. Mucho, ya que básicamente ella era la única persona en la tierra que lo hacía. Pero ahora, que era una cabeza más alto que ella, era extraño cuando trataba de abrazarlo como si fuera un bebé. Podría tener más de dos metros de altura como Acheron, y probablemente todavía trataría de subirlo a su regazo.
—Lo siento, mamá. Estoy muy cansado.
—Lo sé, precioso. —Se inclinó y le apartó el pelo de la cara, y le besó la mejilla—. Buenas noches. Que duermas bien.
—Tú, también.
Sin más palabras, ella se dio la vuelta. Entonces se deslizó para tocarle con los pies helados. Él protestaría, también, pero podría herir sus sentimientos otra vez.
No puedo esperar hasta ser mayor y tener mi propio lugar...
«Sé que ahora lo odias, Nick, pero saboréalo. Te prometo que pasarás muchos más años de tu vida deseando poder verla otra vez de los que pasarás deseando que te deje tranquilo».
Nick frunció el ceño ante la intrusión de Ambrose en la cabeza.
«¿Cómo es que te oigo?»
«Un día, te enseñaré ese poder. Serás capaz de proyectar tus pensamientos en alguien, como hago yo».
«¿Podré leer los pensamientos ajenos como tú, también?»
«Sí, podrás».
Eso era estupendo. Sin duda podría acostumbrarse a saber lo que estaban pensando otras personas. Seguro que sería mucho más fácil pedirle salir a una chica si supiera que ella pensaba que era un completo idiota fracasado.
«¿Cuándo puedo aprender?»
Ambrose se echó a reír en su cabeza.
«Paciencia, chico. Aún no has aprendido todo lo que deberías saber para controlar a los muertos. O lo que necesitas. Tu colega provocó que aceleráramos el aprendizaje de ese poder. Y si bien sobreviviste, realmente no aprendiste mucho a parte de correr para evitar que te mataran. Antes de que algo te meta un disparo afortunado, creo que debemos tomar las cosas con más calma. Aprende a gatear, y entonces te enseñaré a volar. Literalmente».
Los ojos de Nick se ampliaron ante esa última parte.
«¿Podré volar? ¿En serio?»
«Chico, no tienes ni idea de qué poderes yacen dentro de ti. De qué poderes voy a enseñarte. Pero cuidado, tendrás muchos enemigos acercándose a ti. Parthenopaeus es uno de ellos».
Nick frunció el ceño de nuevo.
«¿Ash?»
«Sí. Él no es lo que parece, y si tienes algo de cerebro en la cabeza ‑y sé que lo tienes‑ te mantendrás lejos de él... Antes de que sea demasiado tarde».
Pero a él realmente le gustaba Acheron. Seguramente alguien con quien era tan genial estar y era tan respetuoso con su madre no podía ser tan malo. Todo el mundo tenía problemas. Porque él y su madre habían sido brutalmente juzgados por muchos, Nick odiaba hacer lo mismo a los demás. Él creía en simpatizar, no necesariamente confianza, con todo el mundo hasta que personalmente le daban una razón para no hacerlo.
Como dispararme cuando decido que no quiero vivir una vida de crimen.
Oyó el sonido de exasperación de su tío.
«Duérmete, chico. Mañana empezará una nueva vida que no te puedes imaginar».
«¿Con gente tratando de matarme?»
«Sí. Y eso incluye a tu madre».
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