—¿Hola? ¿Señor Chico Persona Humana? ¿Puedes oír a la Simi? ¿O estás muerto? ¿Hola?
Nick se despertó con alguien abriéndole un agujero en la parte superior de su brazo con la punta de un dedo.
—¡Ay! ¿Quieres dejar de pincharme? —Abrió los ojos para encontrar a unas de las muchachas más bonitas que había visto inclinada sobre él.
Dang...
Enséñame a ser grosero antes de saber quien me está agrediendo. Porque la chica estaba b-i-e-n y estaba más que dispuesto a ser su víctima en cualquier momento que ella quisiera invadir su espacio personal, aunque no fuera más que con la punta del dedo.
Su largo cabello negro colgaba en coletas y estaba adornado de rojo sangre. Llevaba una gargantilla de cuero tachonada que hacía juego con el corsé de cuero negro que vestía. Probablemente tenía entre diecisiete o dieciocho, poseía un par de ojos rojos (debían ser algunas de esas extrañas lentes de contacto) que estaban marcados por delineador de ojos negro. Sus labios también eran de un rojo brillante, como sus uñas. Y sus facciones eran absolutamente perfectas. Vestida con una falda muy corta de color negro y rojo, llevaba mallas púrpuras y un par de brillantes Doc Martens rojas acentuadas con un motivo rosa y una calavera.
Ella inclinó la cabeza en un gesto que le recordaba a un pájaro, mientras le miraba con consternación.
—¿Por qué estas durmiendo en el suelo aquí fuera, Señor Chico Humano? La Simi no cree que esto sea una cosa segura de hacer. Tampoco cómoda. Alguien podría pensar que estás muerto y robarte algo o podrían matarte. Tal vez no si creen que ya estés muerto, pero de nuevo, la gente hace cosas raras todo el tiempo, como matar a gente muerta a pesar que ya están muertos. ¿Es exagerado o simplemente tonto? No importa. Así que probablemente deberías levantarte pronto y no dormir aquí. ¿Perdiste tu cama? ¿O eres una de esas personas especiales que no tienen una cama pero duermen al aire libre en su lugar? Algunos pueden ser realmente agradables. Algunos incluso le ofrecen bebidas a la Simi, pero akri dice que no puedo tomar nada porque me da indigestión. No como hace la goma, sino peor. Es lo que dice akri. —Tenía una extraña voz musical que era entrañable y adorable.
Pero le hacía entenderla un poco difícil, especialmente con el dolor que cabeza que tenia.
—¿Qué? —Preguntó Nick.
Ella dejó escapar un largo suspiro de sufrimiento.
—Eres uno de esos humanos que no puede seguir a la Simi hablando. Está bien. Esto es por qué la Simi no se molesta en hablar con la mayoría de los humanos, no te ofendas, todos tan extraños. Algunos de vosotros incluso son estúpidos. Realmente estúpidos. Como muñones estúpidos. Es la falta de cuernos, digo yo. Mira, sólo las criaturas muy inteligentes tienen cuernos… excepto para las muu muu vacas, ellas no son brillantes. Pero akri dice que siempre hay una excepción para cada regla. Así que ellas podrían ser la excepción para la de los cuernos. Pero saben realmente bien por lo que la Simi las perdonará por reducir su curva de campana de intelecto superior sobre todas las otras subespecies sin cuernos.
Ella entrecerró los ojos mirando su cabeza.
—Hmmm, apuesto que estarías realmente lindo con cuernos. No es que no seas lindo ahora, pero eres un poco joven. ¿Sólo tienes qué? ¿Cuatro años humanos? Oh espera, eso está mal, ¿verdad? ¿Noventa?
¿Hablaba en serio?
—Catorce.
—Oh. —Se puso la punta del dedo en los labios, mientras consideraba algo. —No me hubiera imaginado eso. Sin embargo, eres joven. Así que ¿puede la Simi ayudarte a encontrar un lugar para dormir que no sea peligroso? Mi akri puede ayudar si lo necesitas. Siempre lo hace.
Nick sacudió la cabeza.
—¿Quién eres? —¿De qué planeta eres? Obviamente al Planeta Locura le faltaba un residente local de largo plazo.
Ella le tendió su mano cubierta de encajes.
—Soy la Simi, y ¿quién eres tú, Señor Chico Humano?
Le estrechó la mano cuidadosamente en caso de que su locura fuera contagiosa.
—Nick.
Apartándose, ella cogió el borde de su cabestrillo.
—Tienes una herida, ¿verdad? ¿Tenías esto antes de ir a dormir a la calle?
—Uh, sí. —Nick se alzó y Simi se puso de pie a su lado.
Dang, era alta. Al menos un metro ochenta. Por supuesto algo de eso estaba aumentado por las botas de plataforma.
Frunciendo el ceño, ella se inclinó adelante y le tocó el cuello.
— Estás sangrando, Señor Nick. ¿Se supone que debas hacer eso?
Nick le apartó la mano para poder sentir el corte allí. Trató de recordar qué le había pasado, pero por su vida que no lo recordaba. La última cosa que recordaba era dejar a Caleb y dirigirse a Bourbon.
—¿Es malo?
—La Simi no sugeriría estar cerca de ningún Daimon con eso porque podrían estar hambrientos y podría parecerles muy tentador drenar tu sangre y hacer un festín con tu alma, pero no chorrea ni nada. Creo que vivirás. —Se detuvo de nuevo como si estuviera pensando en ello—. Sí, está bien. La gente sólo muere cuando chorrea y no para. Sin embargo, si no vives y caes muerto por ello, ¿puede comerte la Simi? Akri dice que la Simi no puede comer gente viva, pero nunca dice nada sobre la gente recién muerta. Tal vez por eso no me deja cerca de muertos frescos. Pero…
—¿Qué estás hablando? —La interrumpió Nick—. ¿Eres real?
Parpadeó inocentemente.
— ¿Qué quieres decir? —Mordiéndose el labio, se miró la mano—. La Simi no se está volviendo invisible de nuevo, ¿verdad? Ooo, eso sería malo. Le prometí a akri que no haría eso más en lugares públicos. Pero a veces la Simi no puede evitarlo. Algo así como poner salsa barbacoa en las ensaladas. Sólo es obligatorio y reflexivo porque tienes que matar el sabor de la asquerosa comida de conejo.
Nick se apartó de ella. Estaba chiflada con C mayúscula. ¿No quedaba ninguna mujer en Nueva Orleáns de menos de veinte años que no hubiera perdido la razón?
Kody...
Sí, definitivamente necesitaba un poco a Kody ahora mismo.
Se aclaró la garganta mientras miraba a Simi.
—No, no te estás volviendo invisible y estoy seguro que llego tarde así que mejor me voy…
Se puso frente a él para detener su marcha.
—¿Has oído ese sonido?
—¿Qué sonido?
—¡Zombis! Vienen por nosotros. ¡Wheee! ¡Yum!
Ian St. James estaba solo en la habitación de su hermano mayor Madaug. No se suponía que tuviera que estar allí. Nunca. Bajo pena de grave mutilación y muchos gritos de sus padres. Pero Madaug siempre tenía los mejores juegos, que se negaba a compartir con su hermano pequeño.
El gran cabeza de caca.
Lo que él no sabe no cansará mi brazo… Sí, Madaug había corrido por la puerta hacía horas y no parecía que regresaría a corto plazo. Lo que le daba a Ian un montón de tiempo para colarse en el ordenador de Madaug y jugar a la última creación de su hermano: Pokemon Death Trap Fever. Su hermano había tomado a todos los personajes de Pokemon y los había fusionado con los de Mortal Kombat. Como Charizard, ahora escupiendo ácido y pudiendo romperles la columna a los otros personajes mientras se reía de ellos. Era una pelea a muerte con un baño de sangre que haría desmayarse a su madre si alguna vez lo supiera.
Pero lo que ella no sabía no contendría a Ian.
Sonriendo, lo encendió, después se encogió ante el apestoso fondo de pantalla manga de Madaug que rayaba lo hentai… otra cosa por la que su madre moriría. La chica de dibujos animados tenía tan poco vestido que bien podría estar desnuda. Y la manera que tenía la pierna levantada pateando… enmudeció.
¡Ew!
—Simplemente no lo entiendo. —Ian puso su mano para bloquear la vista de la niña mientras entraba al menú para encontrar los juegos. Su hermano le decía que los conseguiría en unos años, junto con el pelo en lugares extraños y el olor corporal. Honestamente, a Ian le gustaba tener diez años y no tenía deseos de crecer y oler, especialmente si significaba oler como Madaug.
Se estremeció ante la idea mientras leía a través de los juegos. Se detuvo cuando uno en particular le llamó la atención.
—¿Zombi Hunter?
Madaug no le había hablado de este. Oooo, sonaba bien. Hizo doble clic sobre él, esperando que cargara. Frotándose las manos, se rió, sabiendo que estaba escapando con algo que realmente enfadaría a su hermano, si Madaug se enteraba alguna vez.
E Ian adoraba escapar con cosas con las que se suponía que no debía estar.
De repente, oyó un sonido fuera de la puerta.
Ian saltó, aterrorizado de que fuera Madaug llegando para descubrirle en su habitación con su ordenador. Estoy muerto. Estoy muerto. Estoy muerto. Su hermano le pegaría hasta que gritara como una niña.
Apagando el ordenador, salió disparado del escritorio. Con el corazón golpeando fuertemente, fue a la puerta y la abrió.
No era Madaug.
Era un tipo alto y aterrador que nunca había visto antes. Sus ojos estaban inyectados en sangre e hinchados mientras miraba hacia abajo a Ian.
—Cerebros —gruñó.
Ian puso los ojos en blanco. Por-fa-vor. ¿Qué pasaba con los adolescentes que pensaban que algo tan estúpido podría intimidar a los chicos grandes?
—No soy un bebé. No puedes asustarme con eso. —Alzó la barbilla desafiante.
Hasta que el tío lo agarró y le mordió en el hombro.
Gritando, Ian hizo lo que su mamá siempre le decía que hiciera si cualquier tío, no uno de sus hermanos, le agarraba. Le pegó en las bolas tan fuerte como pudo.
El zombi se tambaleó hacia atrás, pero aún estaba en la puerta, bloqueando su vía de escape.
El pánico creció mientras los labios de Ian temblaban. Lo siento por estar en tu habitación, Madaug. Nunca volveré a entrar a menos que tú me lo digas. Lo juro…
Eso sería, siempre que el zombi no se comiera sus sesos.
Ian corrió al escritorio de Madaug, buscando un arma. Dang, el geek[1] de su hermano ni siquiera tenía un trofeo con el que golpear al zombi en la cabeza. Todo lo que tenia era un sándwich de jamón a medio comer, un muñeco cabezón de Yoda, una lata vacía de Dr. Pepper, unas migas de patatas fritas, una caja de pizza de dos días grasienta, un montón de cds, y un estuche de gafas. Todo eso no le servía para nada.
Piensa, Ian, piensa…
El zombi le agarró de nuevo.
Ian cogió lo único que pudo alcanzar.
Un lápiz.
No era sólo para hacer las tareas… Eran buenos para todo tipo de cosas. Resetear su Nintendo, deshacer los nudos en sus zapatos, sacar la porquería debajo de las uñas, pintar en la pared…
Y apuñalar zombis.
—¡Iiiiyaaa! —gritó mientras apuñalaba al zombi en el brazo tan fuerte como pudo.
El zombi gritó.
Como una liebre asustada, Ian se agachó entre sus piernas y corrió por las escaleras.
—¡Mamá! —gritó mientras se revolvía en busca de seguridad. Afortunadamente, estaba acostumbrado a correr por su vida de sus dos hermanos mayores, cuyos malos genios y mentalidad matar-al-hermano-pequeño hacían parecer al zombi como una niña.
—¡Mamá! —Gritó una vez más, mientras entraba en la cocina y rodeaba el mostrador central donde ella estaba de pie, haciendo la cena—. ¡Ayuda! ¡Me persigue un zombi!
Ella dejó escapar un suspiro frustrado cuando la agarró por la cintura.
—¿Qué diablos te pasa, Boo?
Ian trató de explicarlo, pero antes de que pudiera conseguir decir más que un puñado de palabras, el zombi estaba en la cocina, mirándole.
El lápiz todavía estaba sobresaliendo de su antebrazo mientras gruñía.
La madre de Ian le frunció el ceño al adolescente.
—¿Danny? ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Cómo entraste en la casa? No he oído la puerta.
—Está tratando de comerse nuestros sesos, mamá.
Ella chasqueó la lengua hacia él.
—Ian, no seas ridículo. Danny va a la iglesia con nosotros. ¿No lo conoces?
—No. —Recordaría si hubiera visto alguna vez a un zombi en la iglesia. El arrastrarse y gemir tendían a destacar.
Su madre se volvió hacia Danny.
—¿Estás aquí por una donación? Oí que tu grupo juvenil estaba…
Danny agarró a la mamá de Ian y la mordió en la cabeza.
Ella gritó.
—¡No hagas daño a mi mamá! —Ian corrió hacia él con todo su peso, llevándole unos pasos hacia atrás y causando que dejara ir a su mamá. Ian se agarró fuerte a la pierna de Danny y le mordió hasta saborear la sangre.
¡Nadie ataca a mi mamá!
Danny lloraba como un bebé mientras la mamá de Ian cogía la bandeja donde había estado haciendo galletas.
Golpeó varias veces la cabeza de Danny con la bandeja, obligándole a alejarse de ellos.
—Ponte detrás de mí, Ian.
Por una vez, Ian hizo lo que le dijo.
Ella retrocedió alejándose de Danny, hacia la puerta principal.
Ian se estaba sintiendo muy bien con su fuga hasta que se dio la vuelta.
Había más zombis en el porche delantero y todos parecían hambrientos…
El corazón de Caleb dio un vuelco mientras volaba como un cuervo y veía a Nick y alguna chica desconocida completamente rodeados por zombis mientras trataban de luchar contra ellos.
El Malachai va a matarme…
Desde su posición ventajosa, parecía que los zombis estaban consiguiendo ser los mejores. Nick estaba cubierto de sangre de diversas heridas de mordiscos mientras la chica parecía estar haciendo un mejor trabajo manteniéndolos apartados de ella.
Convocando sus poderes, Caleb envió una onda mental a los zombis para dispersarlos.
No escucharon. En todo caso, les hizo más agresivos contra Nick.
—¿Qué mierda?
Como un demonio, uno de los primeros poderes aprendidos era ser capaz de controlar a los muertos. Era una lección que se suponía que Nick debía estar aprendiendo ahora.
Pero los poderes de Caleb eran inútiles contra los zombis.
¿Cómo podría ser eso? No tenía sentido. No, que eso tuviera que tener sentido para fastidiarlo completamente.
Y entonces se dio cuenta de por qué no podía controlarlos.
No estaban muertos. Estos zombis habían sido hechos cuando estaban vivos. Los vivos podían ser poseídos o influenciados, pero no podía controlarlos sin su cooperación.
Gruñendo de frustración, Caleb voló hacia la calle, a las sombras, donde tomó forma humana. El demonio en él quería aplastar a los zombis al olvido. Pero eso podría hacer reventar su pantalla y ya había aprendido del modo difícil hacía tres años que sus poderes no funcionaban con Nick.
Si exponía sus poderes y Nick los veía, no habría manera de deshacerlo. Estaría jodido y Nick nunca volvería a confiar en él de nuevo. Por supuesto, podría intentar el método torpe e inexacto de la pérdida de memoria golpeando a Nick en la cabeza…
Podría funcionar.
O podría darle una conmoción cerebral.
Peor aún, podría matarlo.
Y puesto que la supervivencia de Caleb giraba en torno a él… mejor no correr el riesgo.
Así que en lugar de eso, corrió hacia el callejón para ayudarlos, entonces se frenó en seco cuando se dio cuenta de que la chica con la que Nick estaba no era una chica después de todo. Era un demonio, también.
Un demonio Caronte, para ser precisos.
Oh Dusseldorf, esto se complicaba. Protegió sus poderes inmediatamente. El problema con el Caronte, eran muy territoriales y no toleraban a otros demonios en sus dominios. Nunca. Para ellos, si no eras un Caronte, eras basura, y toda basura debe ser comida. Literalmente. Lentamente y con gusto, o, más a menudo que no, con salsa barbacoa.
Desde que los Carontes eran una de las más poderosas ramas de demonios, le servía mejor quedarse fuera de su radar.
Y menú.
Pero por qué estaba con Nick y no le estaba atacando, no tenía ni idea. Los Carontes normalmente no se asociaban con nadie a menos que, como había señalado anteriormente, estuvieran en el menú.
—¡Nick! —Gritó Caleb cuando uno de los zombis fue por el cuello de Nick—. ¡Detrás de ti!
Nick se volvió al oír el grito de Caleb para ver a Brett Guidry, uno de sus compañeros de clase, viniendo por su espalda. Agradecido de que Caleb hubiera regresado, señaló a Brett con la barbilla.
— Tenemos que meter a estos tíos en lo de Bubba. ¿Alguien tiene una pista de cómo hacerlo?
Simi le miró.
—¿Tienen que estar respirando?
—Sí —dijeron Nick y Caleb al unísono.
—Bueno, bah. —Simi hizo un puchero—. Eso sólo quita toda la diversión de ello—. Dejó escapar un suspiro dramático.
Nick estaba abrumado por la hercúlea tarea. ¿Cómo tres estudiantes de secundaria metían a una docena de zombis en el almacén de Bubba sin ser comidos?
¿Por qué no me quedé en casa?
Mira el lado bueno…
El problema era que no veía un lado bueno.
Sé que debería haberme dedicado a soplar mocos y no a esos donde tú los disparas de tu nariz o los otros que no quería pensar mientras estaba luchando. Porque encarándolo, ambos de esos podrían ser inútiles justo ahora. Mejor soplar los mocos donde rompes al Ejército de las Tinieblas con una moto sierra en todos los Deadites[2] y enviarlos al olvido.
O al menos echarlos fuera de su vista.
Los zombis se cerraron. Nick se preparó para más lucha mano-a-mano (literalmente, en su caso).
De repente, Simi le agarró a él y Caleb por las manos y corrió con ellos hacia la esquina. Vaciló bajo el letrero de la calle.
—¿Dónde está lo de Bubba?
Nick señaló bajando la calle hacia la tienda.
—Okey. —Simi les soltó las manos—. Vosotros chicos corred dentro y yo les llevaré justo detrás de vosotros.
Nick sacudió la cabeza mientras todas las lecciones que su mamá le había enseñado rugieron en primer plano.
— Eso no está bien. No voy a dejar a una chica ser comida por locos.
Caleb miró por encima de su hombro hacia donde los zombis se acercaban rápidamente.
—Amigos, estamos aquí discutiendo y vamos a morir. —Agarró a Nick y tiró de él—. Déjala ser el cebo. Necesitamos abrir las puertas.
Nick habría luchado también, pero el agarre de Caleb era demasiado feroz, no dejándole ninguna opción excepto seguirle o perder su otro brazo.
Sólo habían hecho media manzana antes de que dos zombis más salieran de la oscuridad para atacarles.
Nick maldijo mientras se detenía en seco y pateaba al primero de vuelta al callejón.
—¿Cuántos de estos hay?
Caleb sacudió la cabeza.
—Estoy comenzando a preguntarme si Madaug no dio permiso para publicar el juego a Sony o algo. ¿De dónde proceden todos? ¿La granja de clonación de Raccoon City? ¿Qué está pasando aquí?
Nick dio un paso hacia atrás para evitar ser mordido.
—Estamos a punto de conseguir que nos pateen el culo. Eso es lo que está pasando. —Dio una patada de tijera al zombi más cercano. Entonces miró para ver a Simi llevando a los demás más cerca—. Estoy comenzando a sentirme como Jim Bowie[3] en El Álamo.
Caleb golpeó al zombi frente a él hacia atrás.
—Sí, pero no vamos a morir.
Me gustaría poder estar tan seguro de eso. Porque ahora mismo, las cosas no se veían bien para él y si fuera un hombre de apuestas, estaría apostando por los zombis.
Aun así, Nick alejó su miedo y su pánico y se mantuvo moviéndose hacia la tienda, conduciendo a los zombis tras él mientras continuaba rechazándolos. Gah, si uno más de ellos le tocaba el hombro herido, iba a olvidar la prohibición de matarles y se convertiría en un cerdo salvaje, moto sierra o no.
—Realmente no me gusta ser la zanahoria colgante.
—Mejor que ser el pato muerto. —Caleb golpeó al zombi más cercano.
Tenía un buen punto con eso.
Nick fue el primero en alcanzar la tienda. Abrió la puerta y llamó a Bubba, Madaug y Mark.
—Tenemos a un grupo viniendo. Podríais querer despejar esta habitación y estar listos para encerrarlos con fuerza.
Pero llevarlos a la tienda era bastante difícil. En la habitación…
¿Dónde estaban los X-Men cuando realmente los necesitabas?
Nick agarró la porra eléctrica que Bubba tenía colgando en la pared tras el mostrador… otra vez para esos momentos “por si acaso”. Estaba comenzando no sólo a comprender la paranoia de Bubba, sino a estar agradecido por ella.
Bubba tenía razón. Nunca sabías cuando esas cosas podían ser útiles. Pagaría por tener una porra eléctrica y un hacha en la mano. La necesidad de un lanzador de cohetes y detonadores quedaba por verse.
Por lo menos la porra haría más fácil acorralarlos. Pero en el momento en que Nick tocó con la porra al zombi más cercano, Brett, se dio cuenta de que Mark y Bubba habían hecho algunas modificaciones serias al voltaje. No era la típica porra eléctrica que apartaba a la gente. Esta tenía la intención de aturdir y paralizar fuertemente. La sacudida fue tan fuerte, que condujo al zombi al suelo como un arma paralizante de un millón de voltios.
—¿Qué dem…? —Nick miró asombrado a Bubba, que sonrió en toda su desvergonzada gloria.
—Los vecinos no se quejan cuando electrocuto a la gente, sólo cuando les disparo.
Mark estaba de acuerdo.
— Pero el inconveniente es que es un dolor para sacarlos de la tienda, y si les dejas aquí, cuando se pueden mover de nuevo, por lo general están bastante enfadados y en busca de sangre.
Madaug, Caleb y Simi continuaban batiendo a los zombis hacia la celda de contención.
Nick le pegó con la porra a otro zombi que iba a por Simi. En realidad fue bastante divertido. Les había tocado con la porra. Gritaban y entonces caían al suelo como peces moribundos. Le hizo preguntarse qué habría pasado si hubieran estado húmedos, pero no era lo suficientemente sádico para poner a prueba su curiosidad. Por suerte para ellos.
Electrocutó a otro que iba por su cabeza y envió al zombi agitándose. Un tío podría acostumbrarse a esto, sobre todo si no iba a la cárcel por ello.
Para el momento en que Nick hubo aturdido al último y Bubba y Mark estaban arrastrando al primero a la habitación, hicieron un descubrimiento “electrizante”.
Cuando el voltaje se disipaba, los zombis volvían a la normalidad.
—¡Quítame las manos de encima!—Brett gruñó mientras empujaba a Bubba hacia atrás—. Mi papá es abogado y voy a demandarte por contacto ofensivo.
Bubba arqueó una ceja.
—Podrías querer replantearte eso, chico. Porque si voy a ser demandado por tocarte ofensivamente, voy a hacer que valga la pena. Piensa en ello.
El rostro de Brett palideció. Miró a su alrededor en la tienda como si estuviera despertando de una pesadilla.
—¿Cómo llegué aquí?
Nick apuntó la porra hacia él, no confiando todavía en que fuera totalmente normal. Había visto esa película demasiadas veces donde los idiotas pensaban que habían superado al monstruo con lo que quieran que los poseyeran, sólo para volver la espalda al monstruo y que los matara en el instante en que bajaran la guardia. De ninguna manera. No estaba a punto de convertirse en galletitas para zombis inteligentes.
—Estabas tratando de comerte mis sesos, psicópata.
Brett le miró asombrado.
—¿Qué?
Caleb asintió con la cabeza.
—Es verdad, amigo. Fuiste por la garganta de Gautier, y por la mía también.
Madaug tomó la porra de Nick para que pudiera examinar las marcas de dientes en el extremo de la misma.
—Guau, Nick. Has encontrado la cura. Así es como lo arreglaremos.
—¿Electrocución? —Nick trató de nos sonreír al pensar en serio electrocutar a Stone.
Madaug asintió con la cabeza.
—La tensión actúa sobre el sistema nervioso central… Estoy pensando que funciona como una subida de tensión que hace que la programación se vuelque y esencialmente reinicie al original que existía antes de jugar a mi juego. Lo invierte todo. ¡Nick! Eres un puto genio.
Nick descansaba la porra sobre su hombro bueno.
—Bueno, alguien abofetea mi trasero y me da una galleta de héroe.
Simi dio un paso adelante y le pegó en la nalga derecha.
—¡Hey! —Exhaló Nick, frotándose las nalgas ofendido.
Ella parpadeó inocentemente.
—Tú lo dijiste. ¿O habrías preferido que uno de los hombres te golpeara el trasero en mi lugar?
Nick estaba horrorizado por la mera sugerencia.
—Si alguien tocara esa parte de mi, preferiría con mucho que fueras tú que uno de ellos. —O mejor aún, Kody.
—Nosotros también —dijeron rápidamente los chicos.
Mientras estaban allí, uno por uno los zombis volvieron en sí. Todos ellos estaban desorientados y desconcertados por lo que les había sucedido.
Y ninguno de los doce chicos en el suelo recordaba haber jugado al juego de Madaug.
Ninguno de ellos.
Nick le frunció el ceño a Madaug.
—¿Crees que cuando los electrocuté les provoqué algún tipo de pérdida de memoria? —Lo cual realmente le preocupaba desde que tenía un lapsus de memoria acerca de cómo había conseguido estar en el patio de la mansión Lalauree. ¿Había sido un zombi y no lo sabía?
Por favor no dejes que me haya comido ningún cerebro.
Era lo único que podía hacer que los huevos espolvoreados de mamá supieran bien.
Madaug se rascó la barbilla mientras pensaba en ello.
—No lo sé. Necesitamos un caso de estudio.
Bubba se detuvo y se volvió hacia él.
—¿Un caso de estudio cómo?
—Tenemos que coger a Brian, electrocutarlo, y ver —dijo Madaug—. Es la única manera de saberlo a ciencia cierta ya que es el único que conozco que sé de hecho que se volvió zombi después de jugar a mi juego.
No era uno que interpusiera siempre la lógica a todo, rió Nick nerviosamente.
—Sabes que está en la cárcel, ¿verdad? Y que la policía tiende a estar un poco perturbada ante gente que aparece allí con porras eléctricas y armas aturdidoras. Sólo lo digo.
Simi saltaba arriba y abajo.
—¡Podríamos conseguir que la policía nos disparara!
Mark se mofó.
—Qué suerte, le habrían disparado con armas reales y matado. Entonces no aprenderíamos nada.
Como que eso era el peor temor que tenían por el momento…
Sí.
Madaug no cejó.
—Tenemos que sacarlo o entrar nosotros a verle y electrocutarle. De lo contrario no sabremos realmente si esto va a funcionar. Podría ser temporal y volver de nuevo a ser zombis. Piensa en eso.
Nick estaba pensando en eso. Estaba pensado en pasar el resto de su vida en la cárcel, siempre y cuando su madre no lo matara primero.
—¿Me imagino que ninguno de vosotros ex zombis le gustaría ir a la celda de contención hasta que resolvamos esto?
Brett le agarró por la camisa.
—No sé a qué juego estáis tu y el niño geek jugando, Gautier. Pero ponte en mi camino mientras salgo y me limpiaré las botas con tus bolas.
Nick se encogió involuntariamente ante una amenaza que fue por su espalda como una trituradora.
Antes de darse cuenta de lo que estaba pasando, Simi le había cogido la mano a Brett y apretaba con tanta fuerza que Nick escuchó los huesos fracturarse.
Brett lanzó un grito.
Simi le sostuvo la mano en la suya, sin darle tregua.
—Nick es un amigo de la Simi. Amenázalo y harás a la Simi realmente infeliz y querer comerse tu cabeza. Confía en mí, no es algo en lo que quieras pensar. Ahora vete persona completa o la Simi le dirá a akri que no sabe que te pasó a ti y a tu forma masticada. No es que me guste mentir, pero hay excepciones en cada regla. Y tú estás a punto de ser una. —Le empujó de nuevo hacia la habitación—. Ahora entren ahí y quédense en silencio.
Por sus caras, era obvio que ninguno de ellos quería obedecer. Pero ninguno de ellos tenía una columna vertebral para hacerle frente a Simi.
Bubba sonrió.
—Me gusta tu amiga, Nick. No se anda con rodeos, ¿verdad?
—En realidad no. —Pero entonces algunas de las palabras que no desmenuzó realmente no tenían sentido, y ¿quién demonios era este akri que ella seguía mentando? Debía de ser algún peligroso hijo de puta el que la acorralara a ella.
Mark cerró la puerta oculta y cerró la pared para que nadie que pudiera entrar en la tienda pudiera ver a sus nuevos prisioneros.
Caleb frunció el ceño.
—¿Y si empiezan a pedir ayuda?
—No les hará ningún bien —dijo Bubba—. Está insonorizada y hecha con metal suficiente para que no tengan cobertura en sus teléfonos móviles. Estarán allí hasta que les dejemos salir.
Mark dejó escapar una risa nerviosa.
—Entonces no hay que matarles de hambre hasta la muerte.
Nick le miró fijamente.
—Mark, hay muchas, muchas razones por las que no quiero ser asesinado haciendo nada que no sea matar de hambre a rehenes ex zombis. —Miró a Madaug—. O ir a la cárcel. No puedo hacer suficiente hincapié en lo mucho que no quiero ir a la cárcel y lo mucho en que no quiero morir.
Pero tenía un mal presentimiento que estaba a punto de dirigirse a uno de esos sitios o al otro [1] Es un término que se utiliza para referirse a la persona fascinada por la tecnología y la informática. El término «geek» en español está relacionado sólo con la tecnología, a diferencia del uso del término geek en inglés, que tiene un significado más amplio y equivalente al término español friki.
[2] En las películas de Sam Raimi Evil Dead donde Bruce Campbell como Ashley (Ash) que lucha contra criaturas no-muertas “deadites”. Hay tres películas en la actualidad: Evil Dead, Evil Dead 2 y el Ejército de las Tinieblas. "Deadites" también se utiliza para referirse a los fans de estas películas.
[3] James Bowie (Kentucky, 10 de abril de 1796 — El Álamo, 6 de marzo de 1836), más conocido como Jim Bowie fue un aventurero y mercenario estadounidense.
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