jueves, 8 de marzo de 2012

BOSH cap 16

Desideria comenzó a seguir a Caillen a pesar de que le había dicho que se quedara. No le gustaba quedarse atrás. ¿Y si no volvía?
¿O si los Andarions la encontraban mientras él estaba fuera?
Da la vuelta y espera que no te coman. Sí, ser comida definitivamente apestaría. Y fue extraño que mientras él estuvo inconsciente el miedo no había sido tan potente como lo era ahora. Ahora era aceptable.
¿Qué pasa conmigo?
Podría luchar contra los Andarions por sí misma. Sería más fácil ahora, ya que no tendría que cubrir a alguien que estaba inconsciente. Ella tensó el agarre sobre el blaster mientras trazaba mentalmente varios escenarios de fuga y combate. La suerte siempre favorecía al que estaba preparado. Una de las cosas que su gente sabía hacer era planear la batalla.
Caillen la había dejado con dos armas, pero se había llevado la mochila. Eso no le gustó nada. En los últimos días, había llegado a confiar tanto en ella como él lo hacía. Había algo extrañamente reconfortante sobre su contenido. No es de extrañar que hubiera arriesgado su vida para volver a por ella.
Me he vuelto loca.
¿Quién consideraría que una mochila valía su vida?
Además de Caillen.
Y con cada segundo que pasaba, sentía que más cordura se le escapaba. De hecho, el tiempo se extendió hasta el punto que tuvo que levantarse y pasear por el reducido y vacío espacio. Era extraño que no le hubiera molestado estar aquí cuando Caillen estuvo inconsciente. Incluso desmayado, tenía una presencia tan imponente que la había mantenido calmada.
Sí, está bien, esta vez estoy perdiendo la cabeza de verdad.
Porque todo en lo que podía centrarse era en lo mucho que había disfrutado al usar su cuerpo como almohada durante la noche y arrastrarle el dedo por la línea de la mandíbula antes de quedarse dormida. Probablemente él la mataría si supiera que lo había hecho. Pero había sido irresistible y eso la llevó a pensar que no debería andar con ningún varón. Sobre todo porque no podía emparejarse en al menos un año.
Eso si su madre no la degradaba al estatus de niña una vez regresara a casa.
No pienses en ello.
Siguió paseándose por la pequeña área, mientras esperaba. Parecieron transcurrir años antes de que oyera por encima un ruido.
Su corazón se detuvo. Sacando el blaster, se preparó para una pelea y apuntó para matar a cualquiera que saltara sobre ella. La cerradura oxidada giró con una lentitud insoportable mientras alguien la palpaba.
Al fin, la trampilla se abrió para mostrar a Caillen. Sin preocuparse por las palpitaciones de corazón que le había dado, él bajó dentro del espacio. Ignoró el hecho de que ella le apuntaba con un blaster a la cabeza, como si fuera algo normal para él, y luego cerró la puerta estrecha.
Entregándole una bolsa pequeña mientras enfundaba su arma, él sonrió.
—¿Eres una caníbal?
Ella frunció el ceño ante su peculiar pregunta.
—¿Perdón?
—¿Comes? ¿Humanos? —repitió, pronunciando cuidadosamente cada palabra.
—No. Que. Yo. Sepa —imitó ella su tono entrecortado y seco.
—No lo creo. —Él echó la mochila en la esquina y luego sacó una vara de luz que sacudió y rompió. La dejó caer al suelo antes de afrontarla—. ¿Tienes idea de lo difícil que es encontrar carne no humana en este lugar? En realidad, la Liga tendría un ataque de mierda al ver los platos del menú en esta roca.
Ella lo hubiera encontrado divertido, si no fuera por su nuevo aspecto. Tenía un corte sobre el ojo y la ropa estaba más arrugada de lo que había estado antes de irse.
¿Se había metido en una pelea? Por supuesto que no, y sin embargo...
—¿Estás sangrando?
Él se rascó la barbilla en el gesto más adorable que había visto nunca.
—Es un rasguño. —No me digas, ese tono era completamente defensivo.
—¿Qué pasó?
Él dejó escapar un suspiro cansado.
—¿Puedes creerte que un pelele psicópata trató de asaltarme? ¿A mí? Al principio, pensé que eran las autoridades con un golpe de suerte. Nah. Imbécil. El pobre tendrá un día peor que el nuestro.
—¿Y eso por qué?
—Le intercambié la identificación.
Ella se sintió a la vez horrorizada y divertida por lo que había hecho. Si encontraban la identificación, sabrían que estaban aquí.
—¿Estás loco?
—Sí. Pero nos quitará a los Ejecutores de la espalda durante un tiempo y espero que nuestro amistoso asesino tampoco tenga cerebro. Perseguirán al asaltante cada vez que trate de usarla, que espero sea mucho, y si es bueno eludiéndolos, nos comprará mucho tiempo. Y lo mejor de todo, le pispé un buen fajo de efectivo del bolsillo. El idiota ni se enteró. ¿Y digo yo, qué clase de ladrón no se percata que le mangan en sus narices? Sabes, cuando te joden tanto, es hora de cambiar de ocupación.
Riéndose, sacó un sándwich caliente de la bolsa y se lo tendió.
Ella podría darle un beso por su amabilidad. El olor delicioso le provocó un retortijón tan fuerte que por un momento creyó que vomitaría. Tragando con fuerza, tomó el sándwich con una calma que no sentía y lo desenvolvió, aunque parte de ella quería empezar a comérselo, con plástico y todo.
—Si empiezo a morderme los dedos, no me pares.
Él le dio una sonrisa conocedora mientras empezaba a comerse el suyo.
Ella mordió el bocadillo y degustó el dulce sabor de la carne. Oh sí, era bueno y estaba increíblemente agradecida que se lo hubiera traído.
—Gracias.
—No hay problema. —Él se tragó su bocado antes de volver a hablar—. Por cierto, para que lo sepas, normalmente cobro una cuota por este servicio.
—¿Qué servicio?
—Alimentarte.
No sabía por qué, pero eso la ofendió.
—¿Perdona?
Los ojos oscuros brillaron con una malvada calidez cuando su mirada le recorrió lentamente el cuerpo como si saboreara cada centímetro. Por alguna razón que no podía nombrar, eso hizo que le revoloteara el estómago.
—Oh sí, nena. Una comida para una mujer hermosa... al menos por un beso. Es obligatorio. Pero como sé lo hambrienta que estás, lo dejaré pasar. La próxima vez... me lo cobraré.
Su ira desapareció bajo el peso de sus suaves burlas.
—No sé. Si fuera tú, esperaría algo más.
Sus ojos se agrandaron.
—¿En serio?
—Mmm... Sí, cuando el infierno se congele.
Él se rió de buena gana antes de continuar comiéndose el bocadillo.
—Hay más comida y bebida en la bolsa. Por si la quieres. Conseguí suficiente incluso para alimentar a mi hermana Kasen, y créeme, traga como una gordinflona torna.
Ahora que estaba impresionada. Se decía que una torna era capaz de comer en un día tres veces su peso de ciento cuarenta kilos.
Desideria se quedó en silencio mientras trataba de comer a pesar de los nudos en el estómago. Se moría de hambre, pero en este momento su cuerpo estaba tan acostumbrado a tener hambre que quería rechazar la oferta. Nunca se había sentido tan miserable.
Pasaron varios minutos antes de que su cuerpo se calmara lo suficiente para poderse centrar en otra cosa. Miró a Caillen. Estaba sentado en la esquina, sobre el frío suelo sin mucho en qué pensar. Los cordones de su bota izquierda estaban desatados. Era una combinación seductora de granuja y caballero.
Su hermana definitivamente le había criado bien.
Y ese pensamiento la llevó al recuerdo de la mujer en el fotograma que no pudo identificar. Ni siquiera sabía por qué, pero sentía un dolor amargo cada vez que pensaba acerca del porqué mantenía la foto de esa mujer con el resto de su familia y amigos.
Antes de que su cerebro lo pensara dos veces, dejó caer la pregunta que deseaba que respondiera, rompiendo así el silencio.
—¿Quién es la última mujer que grabaste en el vídeo?
Él se congeló a medio bocado entes de lanzarle una mirada asesina. Ese gesto amenazador le envió un escalofrío por todo el cuerpo y vio de verdad al asesino que habitaba en él. Por un nanosegundo, casi esperó que le saltara a la yugular.
—¿Revisaste mis cosas?
—Fueron dos días muy largos.
Eso sólo pareció enfadarle más.
—¿Revisaste mis cosas?
Ella suspiró irritada.
—¿Vas a seguir repitiendo esa pregunta?
La mirada se intensificó y el veneno en su voz fue escalofriante.
—Odio que alguien registre mis cosas sin mi permiso. Las pongo tan cerca de mi piel que bien podrían estar marcadas de ADN.
—Lo siento —dijo con sinceridad—. No me di cuenta que era un problema para ti.
Él se mofó antes de tomar un trago.
—Cuando creces en una caja de cincuenta metros con tres hermanas mayores entrometiéndose en tus asuntos todo el tiempo, diciendo que es por tu propio bien, sabes lo que es un problema de intimidad. No te puedes hacer una idea de lo mucho que odio que mis pertenencias se toquen sin mi permiso. Por nadie más que yo.
Obviamente le habían registrado mucho sus cosas, dejándole un sabor amargo.
—Dije que lo siento y de verdad yo… prometo que no volveré a hacerlo ahora que sé lo mucho que te molesta. Entonces, ¿quién es ella? Identifiqué a tus hermanas y tu madre. Pero ella no parece encajar. —La mujer desconocida era mucho más alta que sus hermanas e incluso más bella que Shahara. Él sólo tenía una foto de ella de pie cerca de una nave de carga que Desideria había asumido era la suya. A pesar de sus ojos fríos, la mujer parecía angelical y tan dulce que sintió como le atravesaba una oleada de celos infundados.
Caillen no respondió durante unos minutos mientras miraba al suelo como si también lo hubiera ofendido de alguna manera. Era obvio que aún tenía sentimientos muy fuertes y malos hacia la mujer, por lo menos esperaba que fueran hacia la mujer y no a ella por su fisgoneo.
—Se llama Teratin.
Él usó el tiempo presente así que la mujer todavía estaba viva, otra cosa que la cabreaba aunque no debiera. No puedes matarla, Desi.
Lo curioso era que quería cazarla y al menos darle un puñetazo.
Aunque no dejaría que Caillen se enterara.
—Es un nombre bonito.
—Sí bueno, muchas cosas ponzoñosas tienen nombres bonitos. —No se perdió el veneno que disparó como una daga hacia ella cuando se encontró con su mirada. Él odiaba a esa mujer con una pasión que era asombrosa.
Ese grado de animosidad la sorprendió y una parte, que haría sentirse a su madre orgullosa, estaba encantada que él la odiara.
—Si no te gusta, ¿por qué guardas una imagen en el vídeo?
El calor en su mirada era abrasador.
—Para recordarme no confiar en nadie. Nunca. No importa lo que salga de la boca de alguien, no importa cuánto diga que nunca te traicionarán, un pequeño detalle, insignificante, puede volverse contra ti para siempre.
Su corazón se encogió por el dolor que sintió debajo de esa perorata acalorada. Dado el hombre decente que había demostrado ser, no podía imaginarse a alguien haciéndole daño.
¿Y si hubiera hecho algo para merecerlo?
—¿Qué le hiciste?
Caillen desvió la mirada cuando los viejos recuerdos despertaron. Teratin le había parecido tan honrada cuando la conoció. Modesta, incluso dulce. Lo suficiente tímida para ser simpática, pero no desagradable. Poco se había imaginado que todo eso era una simulación bien practicada. Infierno, incluso había sido fácil hablar con ella casi todos los días.
Una serpiente escondida debajo de una fachada bonita. Maldito sea por ser tan estúpido como para dejarse engañar.
Sintió el tic en la mandíbula mientras tomaba un trago de agua y trataba de aplastar la necesidad que todavía tenía de buscar a la perra y matarla.
—Estuvimos juntos informalmente unos tres años.
Ella arqueó la ceja derecha en una expresión que le hubiera divertido si no estuvieran discutiendo de la Gran Malvada.
—Define informalmente.
Sí, ese era el quid de la cuestión. Una palabra, muchas definiciones. Lástima que su percepción de la relación había sido completamente diferente que su culo psicópata.
—Tuvimos sexo un par de veces, algunas cenas y salíamos cada vez que ella estaba en la ciudad. Nunca la busqué. Ni una sola vez. Pero ella venía a verme sin ninguna razón en particular. Dijo que le gustaba salir conmigo y me dio lástima que no tuviera a nadie con quien estar. Echando la vista atrás debería haberme percatado que alguien que viaja de un planeta a otro para pasar una tarde contigo está krikkin loca. Pero me gusta dar a los locos el beneficio de la duda y si tengo un defecto en la vida es que con demasiada frecuencia acepto a la gente tal cual, aun cuando debería tener mejor criterio. Te lo juro, un día acabaré por hartarme de los chalados y también de los perdedores. —Algo más fácil de decir que hacer. Estaba harto de prestamistas y estafadores. Él era como un imán para cualquiera con una historia triste. Los solitarios no tenían a nadie. Gente que no era del agrado de los demás. Cualquier perdedor podría pegarse a él.
La mayoría eran decentes. Pero un puñado...
Estaban chalados a un nivel que desafiaba la comprensión humana.
Él apretó la botella mientras tomaba otro trago y controlaba con fuerza el temperamento. Que Dios ayudara a Teratin si alguna vez se la encontraba. Lo más probable es que la matara.
Y saborearía su último aliento.
Probablemente también lo celebraría y eso era lo que más le asustaba.
—Quiero repetir, que no era nada serio. O al menos eso pensé. Un día me dejó un mensaje de voz hostil porque olvidé su cumpleaños. Caray, ni siquiera pensé en ello, ya sabes, tres años y nunca le deseé un feliz cumpleaños antes. No sabía que tres era el número mágico y si no celebraba ese año particular, la Zorra Loca desataría el infierno sobre mi cabeza. En ese momento tenía otros quebraderos de cabeza que llegaban por varios frentes así que pasé. A mi hermana Tessa la perseguían los prestamistas y al final acabó en el hospital por su deuda, Kasen estaba en el hospital por otra ronda de sangre para evitar que la enfermedad la matara y Shahara estaba tras un objetivo y desaparecida en combate. Estaba aterrorizado de que estuviera muerta y que nos encontráramos su cuerpo en algún agujero de mierda. Uno de mis trabajos rutinarios se había ido al traste y el otro me tenía entre la espada y la pared luchando para conseguir que las normas y los requisitos del equipo se cumplieran. Tan preocupado estaba con la familia y el trabajo, todo a la vez, que cualquier humano normal, cuerdo, lo habría entendido.
»En cambio, la zorra me volvió loco y lo siguiente que hizo fue llamar a las autoridades para intentar que nos detuvieran a Kasen y a mí. Contactó con mis colegas comerciales tratando de arruinarme la reputación de todas las maneras posibles. Incluso llamó a mi mejor amigo y trató de ponerlo en mi contra. Nunca he visto nada igual. ¿Y por qué? ¿Por un cumpleaños de mierda? Caray, yo ni siquiera sé cuándo es el cumpleaños de Kasen y eso que crecí con ella, pero la quiero y cualquiera que me conozca lo sabe. Olvidar un cumpleaños no significa que no quieras a alguien. Creo en celebrar todos los días de la gente que amas, no sólo uno en particular. Todo lo que quería decir era que estaba hasta el cuello de mierda con la que tratar y lo último que necesitaba era un dolor más en mi culo. La señorita Dame-Atención-Porque-No-Tengo-Amigos necesitaba aprender que el universo no giraba a su alrededor, cuando otras personas apenas se sujetan con las uñas, un verdadero amigo habría ayudado y no añadido más tensión.
Desideria dejó escapar un suspiro alargado mientras él terminaba su diatriba. No es que ella lo culpara. Tenía razón. Cualquier humano que lastimara a otro y tratara de arruinarle por algo tan trivial, era un miserable sin remisión y odiaba que él hubiera tenido que pasar por eso. Quería herir a la mujer por él.
Al igual que Caillen, ella tampoco controlaba ese tipo de cosas.
Pero le quedó la duda con una pregunta.
—¿Juzgas a todas las mujeres por sus acciones?
Él negó con la cabeza.
—No. Juzgo a todo el mundo por eso. He conocido a demasiadas colgadas saltar por nada, no lo bastante para ser peligrosas, pero sí lo suficiente para enseñarme a desconfiar de todas, especialmente cuando tratan de hacerse las víctimas. Y ella es un recordatorio constante de que no importa lo bien que creas conocer a alguien, puede volverse contra ti por las razones más estúpidas imaginables. Hombre, mujer, lo que sea. Te digo, que te jodan. Feliz cumpleaños, zorra. ¿Acaso no tenía a nadie más en su vida que le importara? En serio, mis hermanas y amigos no me llaman en el mío y ya me vale. No les guardo rencor. Desearía que mi vida fuera tan patéticamente insulsa que por todo lo que tuviera que preocuparme fuera que algún amigo no me felicitara el cumpleaños. Mi propia familia se olvida del mío la mitad del tiempo y ninguno de mis colegas sabe cuándo es y nunca he dudado de su lealtad. ¿Cuál es el problema?
Desideria contuvo una sonrisa. No porque fuera divertido —en realidad era trágico— sino por su acalorado discurso impropio de su carácter, le divertía ver ese lado suyo.
Ciertamente tenía carácter.
Sin embargo, no quiso ofenderle, sobre todo por algo que había dejado una cicatriz permanente y le cambió la forma de tratar con la gente. Le enfureció que alguien fuera tan innecesariamente cruel.
—Obviamente para ella, fue un gran problema. Pero estoy de acuerdo contigo. No tenía derecho a hacerte lo que hizo.
—Sin chulear y hasta el día de hoy, después de pasar más de cuatro años desde que pasó, ¿sabes que sigue atacándome? Aprovecha cualquier oportunidad para tratar de dañar mi reputación o interferir con mi negocio. Nunca he visto nada igual en mi vida, y créeme, he visto mucha mierda.
Ella estaba horrorizada.
—¿Hablas en serio? ¿Después de cuatro años?
Él levantó la mano con indignación.
—Juro por los dioses que no le hice nada en absoluto. Nada. No fui más que amable con ella sin importar sus rarezas e incluso mientras sus supuestos amigos la criticaban y se burlaban a sus espaldas. Supongo que debería haber hecho lo mismo que ellos. Entonces me hubiera amado para siempre.
Desideria también lo creía. Él había sido amable con ella después que su madre trató de herirle y ella incluso le golpeó.
—Lo siento mucho, Caillen.
—Sí, no sé. Es lo que es. No entiendo a la gente que es cruel sin justificación. Las personas tratan de machacar a alguien sólo por chorradas.
Él inclinó la cabeza tratando de alcanzar la pequeña bolsa de comida. Había algo juvenil en sus maneras. Algo que contradecía la ferocidad y el poder. Cuanto más estaba cerca de él, menos amenazante le parecía.
Curioso. Muy raro. Sabía que podría matarla y, sin embargo, le gustaba estar con él.
Se humedeció los labios repentinamente secos cuando una ola de deseo la arrasó.
—Admiro eso de ti sin embargo. Creo que es una gran cosa que no puedas entender ese tipo de crueldad.
Caillen se detuvo al darse cuenta de lo que le estaba diciendo. La dulce mirada que le ofrecía hizo que el corazón se le desbocara mientras parte de su anatomía se sacudió a la vida y quiso algo un poco más íntimo que esta charla.
—¿Me admiras?
Ella le deslizó una juguetona mirada por el cuerpo que le hizo estremecer.
—No dejes que se te suba a la cabeza. Si crece un poco más, tendremos que buscar un lugar más grande donde ocultarnos sólo para acomodarla.
Él soltó una carcajada y eso le dejó completamente sorprendido. Nunca había sido capaz de reírse del SPM de Teratin, hasta ahora. Ni siquiera Shahara había sido capaz de levantarle el ánimo sobre el tema. Cada vez que su nombre aparecía, se pasaba varios días echando humo. Sin embargo, Desideria había hecho lo imposible.
—¿Crees que una desquiciada puede arruinarle la vida a un hombre por olvidar su cumpleaños?
Ella picoteó la comida de una manera tan delicada que era incongruente con su aura dura. No sabía por qué, pero en ese momento había algo casi vulnerable en ella. Algo que le llamaba a gritos y le daban ganas de deslizarle la mano por el pelo y saborear esos labios húmedos y otras partes de su cuerpo exuberante.
Pero ella no le daría la bienvenida y prefería morir antes que presionar a cualquier otra mujer. Sólo actuaba cuando se le lanzaban.
Y sin embargo, era difícil sentarse aquí y no hacer nada cuando estaba tan cerca que todo lo que tenía que hacer era extender la mano y tocarla. Oh, tener la capacidad y el derecho de acortar la distancia entre ellos y besar esos labios magníficos. Maldita sea. Cuanto más estaba con ella, más la deseaba. Estaba volviéndole loco lentamente.
Ella lo recorrió con la mirada de nuevo, para después clavar los ojos en un espacio a su lado.
—Los cumpleaños no son importantes para mi pueblo.
—¿Porque celebráis las victorias?
Ella asintió con la cabeza.
—Nacer es un estado en el orden natural. ¿Por qué deberías celebrar algo que le sucede a todos y a todo?
Eso era duro y se alegró de no ser Qill. Aunque como adulto no se preocupara por ello, alguno de los mejores recuerdos de la infancia era cuando sus hermanas decoraban la casita con los regalos que le habían hecho. Shahara le traía un pequeño presente siempre que podía. Por eso no le hacía sudar que la gente lo olvidara. No apuñales por la espalda y nos llevaremos bien.
—Tu gente es jodida.
Ella le arqueó una ceja.
—¿Y la tuya no?
—Oh, nunca dije que no lo fueran. Nos inventamos otras maneras de ser unos completos gilipollas unos con otros.
Ella se echó a reír, y luego se puso seria.
—Pero no todo fue malo sin embargo. A diferencia de mis hermanas, cuando yo era pequeña, mi padre me hacía regalos a escondidas y siempre se acordaba de la fecha.
Él capto la forma en que su voz se suavizó cuando hablaba de su padre. Era obvio que ella amaba al hombre.
—Eso fue un detalle por su parte.
—No tienes ni idea.
Desideria se calló cuando una experiencia surrealista se apoderó de ella. Estaba compartiendo historias de su pasado con Caillen como si fuera un viejo amigo. Más que eso, fue consciente de cuánto dolor físico tendría que estar soportando por sus heridas y, sin embargo se las arreglaba para bromear y no interrumpirla. Nunca había pagado sus emociones con ella.
Pobre bebé. Y apreciaba su control. Significaba mucho para ella que estuviera siendo agradable cuando no tenía razón para hacerlo.
Se inclinó hacia delante y le limpió la sangre en la frente magullada.
—¿Alguna vez tienes una pelea en la que no sangres?
—Todo el tiempo.
Ella levantó la mano para que él pudiera ver la lesión que se había hecho en su último encuentro con el asaltante.
—Hasta que te he conocido.
Él le dio un pañuelo para limpiarse la mano.
—Sí, eres como un amuleto de mala suerte para mí.
Fingiendo indignación, le arrojó la tela ensangrentada.
—Tienes que ser más agradable conmigo. Recuerda que soy la que cura tus heridas.
—Uh-huh. Y si eres fiel a tu género, les echarás sal y me patearás los dientes mientras te largas.
Ella frunció el ceño cuando su humor se esfumó. Él hablaba en serio con ese comentario.
—¿Por qué lo dices?
Él se limpió los restos de comida.
—Simple. Las mujeres sólo quieren saltar sobre mis huesos o coger mi dinero. Fuera de la cama, en realidad no piensan mucho en mí y la mayoría sólo después de un rápido polvo.
—Tus hermanas no son así. Te quieren.
—Sí, pero creen que tengo problemas mentales. Todavía tratan de hacerme trizas la mayoría de los días.
Eso la sorprendió. Era sin duda el hombre más capaz que había conocido nunca. ¿Porque le tratan como un niño?
—¿En serio?
—Sí, es lo más jodido que hayas visto nunca. En realidad creen que soy un niño hasta que una de ellas se mete en problemas, entonces soy al primero al que llaman para rescatarlas. Una locura, ¿verdad?
No quería aceptarlo, sin embargo, él tenía razón. Era extraño ser tratado como un niño y entonces contar con la confianza de las mismas personas que se negaron a verte como un adulto.
—Entonces, ¿qué hacen tus hermanas para ganarse la vida?
Él se puso de pie antes de estirarse. La estrechez de la camisa sobre su pecho la distrajo de la cuestión mientras quedaba fascinada por la manera en que se le tensaban los músculos.
—Shahara es la mayor. Era rastreadora antes de casarse hace un par de años. Ahora dirige una organización de caridad para su marido. Kasen es mi socia comercial y uso esa descripción con toda la hostilidad y sarcasmo. Ella se funde gran parte de nuestras ganancias para hacerme sentir culpable por su estado de salud.
—¿Cuál es?
—Diabetes y una enfermedad rara de la sangre. Se ha pasado gran parte de su vida entrando y saliendo de hospitales y debes tener mucha paciencia cuando está cerca o la matarías, cosa que de vez en cuando se me ha pasado por la cabeza. Y por último está Tessa. —Él dejó escapar un largo suspiro como si pensar en ella le diera úlcera.
—¿Qué pasa con ella?
—La quiero, no me entiendas mal, pero siempre se mete en problemas con prestamistas. No es que sea quien para opinar. Tengo tendencia a apostar también. Pero me detengo antes de contraer una deuda. Ella no lo hace. Desde que tenía dieciséis años, todos hemos tenido que aportar dinero para salvarle el culo. Una y otra vez. Pero se casó el año pasado y parece que está mejorando. Trabaja como administradora para la corporación de prensa Ritadarion. —Volvió a ayudarla a limpiarse la comida—. ¿Y tú? ¿Qué hacen tus hermanas?
—Sólo tengo dos que aún vivan. O bien se entrenan para la lucha o traman la manera de avergonzarme delante de mi tía y mi madre, por lo general durante el entrenamiento.
Caillen se detuvo por la forma tan indiferente en que lo dijo. Como si fuera tan normal para ellas atacarla que no pensara nada al respecto.
—¿De verdad?
Ella arrugó la nariz.
—Triste, ¿no?
Sí, lo era. Pero se negó a decirlo en voz alta y lastimarla aún más cuando era obvio que este tema le molestaba.
Ella negó con la cabeza.
—No sé por qué se molestan Mi madre me odia prácticamente casi todos los días de todos modos.
—¿Por qué?
Su mirada se dirigió de nuevo al suelo, pero no antes de que él alcanzara a ver cuánto dolor ocultaba.
—Sólo soy medio Qillaq.
Eso lo sorprendió. Su gente eran aislacionistas de tal manera que era raro que engendraran con nadie más. Seguro que había una historia jugosa detrás de su concepción.
—¿En serio?
—Sí y por eso no me tienen en gran estima. Todo el mundo me considera manchada por la sangre inferior de mi padre.
—¿Qué era?
—Gondarion. Era un piloto que fue derribado en la batalla. Se estrelló al aterrizar y fue hecho prisionero.
Caillen hizo una mueca al pensar en la ironía de que Desideria hubiera seguido los pasos de su padre al estrellarse aquí, mientras le arrastraba a él en el viaje.
—Supongo que fue difícil para los dos.
—No tienes ni idea. Todo el mundo me mira como si fuera una mutante. Como si no fuera mi lugar. No tienes ni idea de lo que es ser juzgado por un defecto de nacimiento que no puedes evitar.
—Oh, eso no es cierto —corrigió él—. Todos somos juzgados por cosas que no podemos evitar. Ya se trate de nuestra ropa, nuestro nacimiento, nuestra clase social o nuestra apariencia. Juro que a veces es como si la gente buscara una razón para odiar a los demás.
—Yo no hago eso.
Caillen resopló en contradicción.
—Me parece recordar la primera vez que me viste. Tus preciosos ojos marrones juzgaron mi apariencia nada más verme.
Sus mejillas adquirieron un matiz de rojo brillante.
—Debo decir que traté de no hacerlo. Pero era difícil.
—En efecto.
Desideria se quedó en silencio cuando se dio cuenta de que Caillen no la juzgó. Al menos eso parecía.
—¿Y tú cómo no lo haces?
Él se encogió de hombros.
—Las personas son personas. Me han pateado suficiente en la vida para no querer devolverles el favor a los demás. Como has dicho, era difícil y no soy perfecto. Cuando te han golpeado toda la vida es una inclinación natural querer dar el primer golpe. Pero he aprendido a luchar contra ese instinto. Unas veces tengo más éxito que otras y en casos como el de Teratin, ojalá hubiera sido más crítico. Me habría evitado un universo de dolor.
Ella frunció el ceño ante sus palabras. Era como si estuviera describiendo a otra persona.
—No pareces haber sido golpeado por nada. —Era demasiado orgulloso y fuerte para eso.
Él le entregó otra bebida.
—Ese es el asunto… No puedes mirar a alguien y decir lo que le ha pasado. Las cicatrices más dolorosas nunca son visibles en la superficie. Eres una princesa y todo el mundo da por hecho que llevas una vida de lujo con sirvientes que te miman y cumplen todos tus caprichos.
—Eso no es cierto.
—Estoy de acuerdo. Y esa es una de las cosas que realmente odio de estar con mi verdadero padre. Su personal me ha convertido en algo que no quiero ser.
Ella estaba desconcertada por sus palabras.
—¿Un príncipe?
—No. Eso no me importa. Cuando estoy cerca de ellos, se me juzga como un snob. Lo triste es que los pobres no me juzgan como hacen ellos.
Ella lo comprendía más de lo que quería.
—Es extraño, ¿no? Los pobres odian a los ricos por tener una vida que creen que es fácil y porque piensan que se ganan el dinero jodiéndoles. Los ricos que todos los pobres no tienen modales ni honra y que no están dispuestos a trabajar tan duro como ellos para ganarse el pan. Ambos grupos se ven el uno al otro como ladrones que se roban todo lo que han ganado.
Él asintió con la cabeza.
—Tienes razón y lo que me parece más irónico... Nunca me ha jodido un rico. Juzgado sí, pero nunca jodido. Siempre fue la gente pobre o de clase media que he conocido que me han jodido por dinero. Mis amigos pobres siempre eran los envidiosos y mezquinos. Si tengo dos créditos más que ellos, empiezan con eso de «¿por qué no te enrollas?» y, después se sienten justificados para hundirme porque creen que he subido de categoría y necesitan que baje de nivel de un mamporro. La gente con dinero tiene muchas otras cosas de qué preocuparse que lo que uno tenga o no tenga en comparación con ellos. De hecho, es la gente como Darling, Nyk, Syn y la pandilla, que de verdad están forrados, los que me han ayudado, mientras que todos mis amigos de la clase trabajadora o me han abandonado o han tratado de cogerme lo poco que he ganado.
—La gente ve sus propios pecados en otros.
—Sí, supongo. —Volvió a sentarse más cerca de ella.
Desideria trató de permanecer indiferente, pero su cercanía era tan perturbadora que le resultaba difícil concentrarse en otra cosa que no fuera en lo mucho que quería acurrucarse en sus brazos.
—Entonces, ¿qué es lo peor que te ha pasado?
Él se apartó.
—¿Caillen?
Ella vio el velo caer sobre él, escudándole de lo que, obviamente, pensaba que era una pregunta inquisitiva.
—Tengo muchas cosas malas donde elegir y realmente no quiero hablar de ninguna de ellas.
—Lo siento.
Él se burló.
—Tranquila. Como dice mi colega Nyk, la vida nos hace víctimas a todos. —Tomó otro trago—. Entonces, ¿qué pasa con tu padre? ¿Estaba en la nave con tu madre?
—No. Murió hace mucho tiempo.
Para su sorpresa, él le puso su brazo alrededor y le dio un tierno apretón.
—Siento tu pena. Es un asco perder a un ser querido cuando eres demasiado pequeño para comprender realmente por qué se ha ido.
—¿Alguna vez se entiende de verdad?
Caillen se detuvo a considerarlo.
—No. La muerte siempre apesta.
Sí, lo hacía. Y realmente no quería pensar en eso ahora tampoco. En su lugar, volvió a algo que él había dicho antes.
—¿Crees que mis ojos son preciosos?
Él mostró una sonrisa maliciosa.
—Nena, si no fuera porque me abofetearías, te demostraría exactamente lo hermosa que creo que eres.
Ella se sonrojó.
—No estoy acostumbrada a estar cerca de alguien tan franco como tú. —O alguien que la elogiaba por nada.
—Sí. Ya me han dicho que soy único.
—Lo eres.
Él retiró el brazo de su cuerpo. Estaban sentados en el suelo, con las caderas casi rozándose. Él tenía las piernas estiradas, con un brazo apoyado en una, mientras que ella estaba sentada de rodillas. Decididamente era una pose muy masculina.
Sus ojos brillaron cuando le ofreció una media sonrisa extraña.
—No eres lo que esperaba la primera vez que te vi.
Ella le dio una mirada traviesa.
—Creo que me acerco más a lo que parezco que tú.
Él se echó a reír.
—Es cierto. No tengo mucho de príncipe.
Ahí se equivocaba. Se acercaba más a uno que nadie que hubiera conocido nunca. Y eso volvió sus pensamientos a lo que tenían que hacer.
—Deberíamos salir y conseguir…
—Demasiada actividad en este momento. Yo esperaría por lo menos otras dos horas y, después lo intentaría.
Eso tenía sentido.
—¿Qué encontraste cuando saliste?
—Un montón de Andarions.
Y desde luego él parecía uno. Aunque para ser honesta, se estaba acostumbrando a su largo pelo negro y a esos espeluznantes ojos. Incluso los colmillos comenzaban a molarle.
—¿Te duele comer con los colmillos?
—Sólo si me muerdo la mejilla.
Ella se echó a reír.
Su mirada se volvió de pronto seria cuando volvió al tema anterior.
—Entonces, ¿qué es lo peor que te ha pasado?
Su corazón se paró ante la inesperada pregunta. Ahora comprendía su actitud defensiva. Pero en su caso, ella no tenía nada que ocultar. Vivía con su dolor todos los días.
—Ver a mi hermana morir en mis brazos.
El color desapareció de su rostro cuando dejó escapar un audible suspiro.
—¿Qué pasó?
—Accidente de formación. —La garganta se le tensó cuando una familiar punzada de dolor la estranguló—. Mi tía nos había estado presionando para hacer una carrera de obstáculos. Shayla iba a saltar sobre una barrera de pinchos, mientras luchaba con Narcissa y la cuerda se rompió. Todavía puedo oírla gritar cuando cayó delante de mí. Traté de agarrarla, pero pesaba demasiado para sujetarla. Se deslizó y quedó empalada antes que pudiera detenerla. Hice lo que pude para salvarla después que cayera. Pero las puntas le cortaron la arteria femoral y se desangró en cuestión de minutos.
Un músculo se despertó en su mandíbula como si sintiera el dolor también.
—Lo siento mucho.
Ella parpadeó varias veces, tratando de desterrar el escozor en los ojos. No iba a llorar delante de él. Estaba prohibido. Sin embargo, el dolor de perder a su hermana la corroía profundamente y daría cualquier cosa si hubiera podido impedir su muerte. Poder retroceder a ese momento y deshacerlo. ¿Por qué era la vida tan injusta?
—Mi madre ni siquiera lloró. Cuando le contamos la caída de Shayla, nos fulminó con la mirada y nos dijo que eso es lo que pasa cuando eres una incompetente. Dijo que un verdadero guerrero habría podido salvarse, y si yo hubiera sido más fuerte y más rápida, podría haberla salvado. Afirmó que era la voluntad de los dioses que Shayla muriera por su debilidad. Pero yo no lo creo.
—¿Qué edad tenía? —preguntó.
—Dieciséis.
Él dejó escapar un silbido.
—¿Y tú?
—Catorce.
Caillen quiso golpear a su madre por la crueldad. No sólo en la muerte de su hermana, sino por la frialdad en no consolar a Desideria. Decirle a una niña que por su culpa había muerto su hermana delante de ella… Menuda perra. Eso era un crimen.
—¿Qué pasó con tu otra hermana?
Eso también estaba grabado a fuego en su memoria. Incluso ahora, podía verlo pasar a cámara lenta en su mente.
—Narcissa la mató en un encuentro de práctica. Estaban entrenando y la espada de Cissy le cortó la garganta cuando por accidente se tropezó con un pedazo de teja rota en el anillo.
Volviendo la vista atrás, se preguntó si habría sido un accidente. Si Narcissa estaba tratando de matar a su madre para gobernar, tendría sentido que hubiera saboteado la teja y luego aprovecharlo para matar a Bethali.
Él frunció los labios.
—¿Qué edad tenía?
—Diecisiete.
Su ceño fruncido dejó profundas arrugas en su frente.
—¿Por qué usáis espadas reales para practicar?
Ella no comprendía su enojo.
—En la batalla no se usan falsas. ¿Por qué usarlas para practicar?
—Debido a que es estúpido usar algo que podría matar a la persona que estás entrenando. Ni siquiera lo hacen en la Liga a esa edad, y créeme sé de lo que hablo, esos hijos de puta rara vez usan nada punzante.
Sus palabras le ofendieron.
—Ellos no entrenan a Qillaqs.
—¿De verdad te crees lo que dices?
Ella quería mantener su bravuconería y defender a su pueblo. Pero la verdad era muy diferente.
—No. Pensé que era ridículo que las mataran por simples errores y detesto que ya no estén conmigo. Me gusta pensar que cuando tenga una hija, seré más amable con ella y la protegeré mejor. —Pero viviría con miedo todos los días que ella despertara, con su madre y hermana siendo tan despiadadas.
Como cruel su tía.
Y eso le trajo otro recuerdo que hizo todo lo posible para mantener callado. Sin embargo, aquí sentada con Caillen, no pudo evitar soltarlo antes de detenerse.
—Tuve un hermano.
Él se quedó boquiabierto.
—¿En serio? ¿Qué pasó con él?
—No lo sé. Nació antes que yo y le echaron. Mi tía usaba su desaparición para motivarnos. Decía que si no la complacíamos a ella o a mi madre, nos echarían también.
Su mirada le quemó mientras ella derramaba todas esas amenazas y el miedo de lo que había pasado con su hermano.
—Nunca se lo he contado a nadie. Hablar no es exactamente algo que hagamos y compartir confidencias es la mejor manera de suicidarse. Lo que digas será usado en tu contra en el peor momento posible.
—¿Entonces por qué me lo cuentas?
Ella negó con la cabeza mientras trataba de entenderse a sí misma.
—No lo sé. Raro, ¿eh?
—En realidad no. Estamos en una situación peliaguda, atrapados en un agujero durante algunas horas. La gente hace todo tipo de cosas extrañas cuando están bajo fuego.
La forma en que lo dijo… le hizo preguntarse a qué vivencias se refería.
—¿Cuál es la cosa más extraña que has hecho cuando te perseguían?
—¿La más extraña o estúpida?
—¿Hay alguna diferencia?
Él hizo una pausa y luego sonrió.
—En realidad no. Lo más extraño probablemente sea la maniobra más estúpida de todos los tiempos.
—¿Cuál fue?
—Disparé a mi hermana.
Ella abrió los ojos como platos.
—¿Qué? ¿A cuál? ¿Por qué?
Él se rió de su estupor.
—Relájate, ricura. Lo hice para salvar la vida de Kasen, así podía ir a la cárcel en su lugar.
Fue noble.
Tonto, pero noble.
—¿Por qué lo hiciste?
—Te lo dije. Estupidez. —Él fingió un momento de inocencia antes de contestar—. Con su salud y su carácter endiablado, sabía que no podría sobrevivir en la cárcel. Los internos le habrían cortado la cabeza tres minutos después de la encarcelación. Yo, en cambio, soy un poco más duro de matar y puedo soportar cualquier cosa que me lancen.
Aun así… ella no podía imaginar tener a alguien que la amara tanto como para jugarse su propia vida, la libertad, para protegerla.
—Lo que hiciste fue increíble.
Él se encogió de hombros.
—De donde yo vengo, es lo que hace la familia.
Caillen miró su reloj y se puso de pie.
—¿Estás lista para salir de aquí?
—¿Crees que ha pasado bastante tiempo?
—Dios, eso espero. De lo contrario será un viaje corto. —Él le guiñó un ojo.
Ella le soltó un «ja,ja» antes de levantarse.
—¿Cuál es el plan?
—Mientras estaba fuera, encontré la dársena local. Estaba muy concurrida, pero espero que ahora esté más calmada. Si es así, podremos incautar una nave.
Incautar… adoraba su elección de palabras.
—No estarás sugiriendo que la robemos, ¿verdad?
Su expresión se volvió traviesa.
—Robar es una palabra muy fea.
—Robar no está bien.
Sus ojos todavía continuaban mofándose de ella.
—Mira, princesa, la supervivencia no tiene moral. Haces lo que tienes que hacer o mueres.
Tal vez, pero había sido educada de manera diferente.
—No estoy de acuerdo. La profundidad y fuerza de nuestro carácter se define por nuestro código moral. La gente solo demuestra lo que valen cuando son expulsados ​​de las condiciones usuales de su vida. Es entonces cuando la verdad de quienes son se demuestra, y no soy una ladrona.
—Ni yo, pero no veo nada malo en tomar prestado algo que necesitamos un poquito. Si no fuera porque se comerían mi cabeza, se la pediría. De hecho, me aseguraré de devolverla una vez estemos a salvo.
—Seguro que sí. —Ella no tenía intención de ser una perra, pero realmente la ofendía.
Él se puso rígido, su humor había desaparecido por completo.
—¿Ahora quién está juzgando a quién? Perfecto. Quédate aquí. Saluda de mi parte a los Andarions. Prefiero volver con mi padre y asegurarme que vive.
Desideria observó cómo se dirigía a la trampilla y quitaba los dispositivos de espejo. Parte de ella quería mantener su moralidad. Pero al final, sabía que él tenía razón. No podía quedarse aquí y dejar que su madre fuera herida.
Disgustada consigo misma y lo que estaban a punto de hacer, llegó arriba y le siguió.
Él arqueó una ceja burlona cuando le alcanzó.
Ella le fulminó con la mirada por su aire de satisfacción.
—Ni una sola palabra o te juro que te destripo aquí mismo. Si la vida de mi madre no estuviera en peligro, nunca estaría de acuerdo en esto.
—El amor es el mayor corruptor que he conocido y ha sido la caída número uno de la humanidad desde la primera creación.
Ella no hizo ningún comentario, mientras se mantenían en las sombras al circular por las calles vacías. Levantándose un poco la capucha de la cabeza, se dio cuenta de que él se movía con mucha más facilidad esta vez que antes de haberse ido. Aun así, era un milagro que pudiera moverse en absoluto dada la gravedad de sus heridas.
Ella todavía estaba dolorida del choque, pero en modo alguno tan mal como lo estaba él.
Se mantuvieron en los callejones traseros, fuera de la vista de la gente de la calle o de las cámaras de vigilancia. Caillen parecía tener una extraña habilidad para verlas y permanecer fuera de su alcance.
Desideria vaciló cuando vio otra cámara en la calle que estaba demasiado cerca para su comodidad.
—Nos observan.
—No. Tengo un bloqueador. Para cuando se den cuenta que estuvimos aquí, ya nos habremos ido. Todo lo que ven es estática.
—¿Entonces por qué las evitamos?
—Más vale prevenir que curar.
Probablemente estaba en lo cierto. Y a medida que se acercaban a la dársena, la cantidad de cámaras y actividad creció de forma exponencial. Pero al menos no era por el bullicio de la gente. La dársena parecía estar totalmente automatizada. Las máquinas zumbaban y runruneaban mientras se deslizaban dentro del hangar.
Caillen se congeló al instante, provocando que ella tropezara con su espalda.
Ella le frunció el ceño.
—¿Qué haces?
Él no habló durante varios segundos mientras miraba una nave negra en la esquina trasera. Por el estilo, ella supo que era un caza, un modelo antiguo. La pintura estaba veteada por lo que parecía ser una marca de explosión. Aparte de eso, se parecía a todas las demás de aquí.
¿Por qué la miraba?
A menos que...
Se tragó el miedo que se apoderó de ella.
—¿Es el asesino?
Una vez más, él se negó a responder mientras pasaba rozando la pared hacia ella.
Frustrada, se fue tras él, muriéndose de ganas por saber qué pasaba y por qué actuaba de esa manera tan extraña.
Caillen agachó la cabeza mientras se deslizaba hacia la entrada de la cabina del piloto. Justo al llegar a la escalerilla del caza, esa profunda y siniestra voz que había oído en el enlace, salió de la oscuridad.
—Muévete y muere.

No hay comentarios:

Publicar un comentario