jueves, 8 de marzo de 2012

BOSH cap 3

Caillen se despertó con un virulento dolor en torno a la garganta y uno peor martilleándole la cabeza. Sí, estaba en el infierno. Tenía que estarlo para que esto doliera tanto.
—¿Ha vuelto en sí?
No reconoció el tono preocupado que pertenecía a un hombre mayor.
Alguien le abrió un párpado y rudamente le iluminó en el ojo con una luz que hizo que el dolor de cabeza latiera más fuertemente. Gimiendo, dio un respingo, apartando la cabeza.
Suavemente, el doctor le volvió a girar la cabeza y la sostuvo en su lugar mientras continuaba comprobando la dilatación de la pupila. El hombre estaba de suerte que Caillen tuviera los brazos atados o estaría sangrando por la intrusión y esa luz le brillaría en un orificio donde los dioses nunca habrían tenido intención de que lo hiciera.
—Está consciente. —El doctor bajó la voz mientras daba un paso alejándose de la cama y le daba un respiro a Caillen de la cruel luz—. ¿Sabes quién eres, hijo?
Él se humedeció los resecos labios y se aclaró la garganta antes de responder entrecortadamente—: Caillen. Dagan.
O más bien quién había sido antes de que le decapitaran.
¿Los guardianes del infierno no sabían a quién le habían enviado?
—¿Cuántos dedos ves?
Caillen tuvo que parpadear varias veces antes de que las regordetas falanges del médico se centraran. Al menos esperaba que eso fuera lo que estaba viendo…
Si no fuera así, ese hombre sería realmente popular con las mujeres.
—Tres.
El doctor se volvió a la derecha e hizo una reverencia.
—Está despierto y espabilado. Pero todavía débil por la asfixia y la reanimación posterior.
¿Reanimación? ¿De una decapitación? ¿Qué demonios le habían hecho y por qué le iban a traer de vuelta?
¿Más tortura?
Demonios, ¿qué hice ahora?
Oh, espera, demasiadas para contarlas. El punto era qué le habían pillado haciendo ahora…
Caillen frunció el ceño mientras un hombre mayor salía de las sombras y se acercaba a la cama. Pulcramente afeitado y peinado, tenía rasgos refinados y vívidos ojos azules. Tenía un aire de elegancia que parecía emanar directamente de su ADN. Sí, era definitivamente un aristo. Uno de los principales.
¿Por qué alguien de tan alto rango estaba aquí para ver a un condenado pedazo de basura?
Los labios del hombre temblaban mientras sus ojos se empañaban, lo que inquietó a Caillen más que cualquier otra cosa. ¿Estaba el hombre enfadado o alterado?
Oh, mierda, no me digas que me acosté con su esposa.
O peor aún, con su hija.
La otra cosa de la que Darling siempre se quejaba era que algún día el danzante pene de Caillen iba a conseguir que le mataran…
¿Había llegado el día?
—¿Me recuerdas? —preguntó vacilante el hombre—. ¿Ni siquiera un poco?
¿Le debía dinero? Caillen rebuscó en la mente, pero no pudo pensar en ningún momento o lugar en que hubiera visto a este hombre.
—Uh… no. ¿Debería?
Los labios del anciano temblaron cuando agarró la mano de Caillen que permanecía presa en una atadura acolchada a la barandilla de la cama y la sostuvo en un frío apretón.
Completamente extrañado por ello, Caillen sacudió la mano apartándola de su alcance y la apretó en un puño. Aunque debido a las ataduras, no pudo moverla muy lejos.
—Eres mi hijo, Radek. ¿No te acuerdas?
Sí, claro. El hombre flipaba. Debía haberse fumado una mierda potente para creérselo.
—Soy Caillen Dagan. Mi padre era contrabandista.
—No. —No había ira subyacente en su tonto defensivo—. Eres Kaden Radek Aluzahn de Orczy —enumeró cuidadosamente cada nombre como si tratara de impresionar a Caillen—, y eres mi hijo. Eras solo un niño cuando fuiste secuestrado. Pagué el rescate que exigían. Todo. Seguí todas las estipulaciones que me hicieron, pero nunca te devolvieron. Mi equipo de seguridad asumió que te habían asesinado. Aún así, he buscado sin descanso alguna señal de ti durante años. Nunca se encontró nada. Ni un solo rastro… No hasta ahora.
Desconcertado, Caillen se volvió hacia el médico.
—Chorradas.
El doctor meneó la cabeza.
—Sois un hombre afortunado. Cuando el personal de la prisión hizo una búsqueda con vuestro ADN para ver si coincidía con algún crimen sin resolver, apareció el viejo informe de su secuestro y el ADN que se recogió de los pelos de su infancia estaba en el archivo. Sois en efecto su hijo desaparecido.
No, no, no, no, no.
—He venido tan pronto como me informaron de que te habían encontrado —intervino el hombre.
El doctor inclinó la cabeza respectivamente antes de continuar.
—Su majestad llegó justo antes de que se llevara a cabo la orden de decapitaros. Un segundo más y hubiera sido demasiado tarde.
Majestad… Ese título penetró en la nebulosa mente de Caillen. Si ese tío era un emperador y él era su hijo…
Eso lo convertía en un…
Oh sí, claro. Estaban jodiéndole. Esto era una total y absoluta mierda.
—No soy un príncipe. —De ninguna krikkin manera. El destino no se la juraría de esta manera.
Nah, esto era alguna mierda que sus amigos le gastaban.
—¿Quién te ha metido en esto? ¿Nykyrian o Darling?
El doctor sonrió.
—Sois un príncipe de verdad, alteza. Cuando os trajeron contrastamos su ADN con el de su padre, dos veces, y no queda duda alguna. Sois el hijo del emperador Evzen. Su único hijo.
Caillen tenía la cabeza hecha un lío. Podría no reconocer al hombre, pero conocía el nombre de Reginahn Evzen Tyralehn de Orczy. Emperador de los dos sistemas, Garvon y Exeter, su nombre era sinónimo de poder y riqueza.
¿Era realmente posible?
No. De ninguna manera. Sus hermanas y padres siembre le habían dicho que era de la familia. Si hubiera sido un niño abandonado, ¿no se lo habrían contado? Habida cuenta de lo pobres que eran ¿por qué su padre habría tomado otra boca para…?
«Eres el hijo con el que siempre soñé. Estoy tan contento de tenerte como parte de mi familia…». Su padre a menudo pronunciaba esas palabras y ahora adquirían un nuevo significado. Toda su vida había asumido que su padre estaba agradecido por su cromosoma adicional Y con tantas féminas en casa. Pero si él le había acogido…
«Lo he arriesgado todo para conseguir que siguieras respirando. No dejes que sea para nada. No después de todo lo que sacrifiqué para mantenerte con nosotros». ¿Era eso lo que su padre había querido decir cuando le dijo a Caillen que un día lo entendería?
¿Era por eso que su padre siempre había sido tan firme en no revelar nunca su ADN? ¿Por lo que su padre había sido tan malditamente paranoico con todo? Cuando se trataba de conspiraciones, el hombre había sido tan creativo como él era psicótico. Pero si había sabido quien era realmente Caillen…
Todo tenía sentido.
Caillen no pudo respirar cuando le realidad le asaltó.
¡Que me aspen! Soy un príncipe.
¿Joder, no era eso una putada? Todas las veces en su vida que había tenido que rascar por cada crédito y aquí estaba relacionado con uno de los hombres más ricos de los Nueve Sistemas.
En fin, esa era mi suerte.
El emperador le tomó la mano de nuevo.
—¿No recuerdas nada de tu vida antes de ser secuestrado?
—No. Lo siento. ¿Seguro que no te has equivocado?
Él soltó la mano de Caillen para sacar su cartera. La abrió con una foto y se la acercó.
Había una hermosa mujer con túnicas reales sosteniendo a un bebé sin pelo, que todavía no podía mantenerse sentado por sí mismo. Ella estaba sonriendo y agitando la manita del bebé. «Radek… di: Hola papi». Pero lo que cautivó a Caillen era lo mucho que la mujer se le parecía. Tenían los mismos matices, los mismos ojos, nariz y labios. Mismo pelo oscuro…
Algo que él nunca había compartido con sus hermanas o padres. Su padre le había dicho que tenía los mismos tonos que un bisabuelo que había muerto antes de su nacimiento.
Ahora sabía que había sido una gran patraña también. Vio el rostro de su verdadera madre y no había forma de negarlo.
Era su madre.
Y con eso le llegó un recuerdo olvidado de su hermana Kasen diciéndole una vez siendo niños y había estado enfadada con él, que había sido encontrado abandonado en un vertedero. Así ella se ganó la mayor paliza de su infancia. Él lo había achacado al acoso típico de un hermano y a la reacción exagerada de un padre estresado.
Pero si realmente hubiese sido encontrado en la basura, eso explicaba por qué su padre se había puesto hecho un basilisco por la burla.
Curioso cómo era, un montón de cosas que se había cuestionado en los últimos años ahora tenía sentido total.
Mierda…
Soy de la realeza…
Abrumado por su nueva realidad, levantó la mirada hacia un padre al que nunca había conocido y se preguntó por el resto de su familia consanguínea.
—¿Es esa mi madre?
Su padre asintió con la cabeza mientras la tristeza oscurecía su mirada. Era obvio que después de todo ese tiempo, el asunto todavía le dolía.
—Murió tratando de luchar contra tus secuestradores. La encontré en tu cuarto, y… —Cerró los ojos apretadamente como si estuviera tratando de borrarlo de su memoria—. Perdí todo lo que me importaba ese día. Y quiero decir todo. ¿De qué sirve gobernar el mundo cuando ni siquiera puedes proteger a tus seres queridos?
Caillen volvió su atención a la sonriente imagen de la madre a la que nunca había conocido, había sido solo un niño cuando su madre adoptiva había muerto. A pesar de que había vivido con ella, apenas la recordaba bien, y no tenía ningún recuerdo de la mujer que le había dado la vida y que había muerto tratando de protegerle. No sabía cual de esos escenarios le entristecía más.
Su padre parpadeó para contener las lágrimas y tragó saliva.
—Amaba a tu madre, Radek. Era la belleza personificada. Y nunca me volví a casar. Ninguna mujer le llegaba a las suelas de los zapatos y no quise avergonzar su recuerdo casándome con alguien más para cumplir con una obligación. Ni siquiera una obligación real. No después de que ella diera su vida por nosotros. —Cerró la cartera y la sostuvo contra el corazón—. Me gustaría que ella hubiera vivido para ver este momento. Para verte. Te le pareces tanto que es como si os tuviera a ambos de vuelta a la vez. No puedo creer que finalmente te haya encontrado después de todos estos años.
¿Qué debía decir a esto?
¿Gracias?
Sí, no, eso era estúpido. Por primera vez en su vida, las palabras le fallaron.
Esto era tan surrealista. Cosas como ésta no le pasaban a la gente como él. Patadas en la ingle. Prisión. Clientes llevándote ante las autoridades. Recaudadores disparándole a muerte en la calle… eso era lo que le pasaba a los contrabandistas de tercera generación.
Ellos no despertaban de una ejecución para convertirse en un príncipe. Simplemente no pasaba.
Caillen trató de alcanzar la cartera con la foto y maldijo sus manos atadas.
—¿Por qué estoy atado?
El doctor se acercó para liberarlo.
—Lo siento, alteza. Era solo una precaución. No queríamos que se despertara y se hiciera daño.
Ya… más probablemente estaban asustados de que despertara y les atacara.
Tan pronto como los brazos fueron liberados, Caillen se frotó las muñecas y se quedó mirando a su padre.
—Esto no es alguna jodida y rara broma que alguno de mis amigos me está gastando, ¿verdad?
No hubo engaño en la sincera ofensa en el rostro de su padre o su postura.
—Nunca bromearía sobre algo como esto.
No, lo había adivinado. Aún así, era un hecho difícil de aceptar. Todo lo que creía saber sobre sí mismo estaba ahora en tela de juicio. Era un sentimiento extraño de pérdida. Todo aquel en quien había confiado le había mentido. Sus padres. Sus hermanas.
No era qué y quién pensaba que era. Todo lo que le habían dicho sobre su familia y pasado era una mentira…
Todo.
Si no hubiera sido por un monstruoso suceso ocurrido en un punto de su vida que no podía recordar, su infancia entera y su pasado habrían sido completamente diferentes. Él habría sido completamente diferente. No habría habido pobreza. Ni esconderse.
No habría tenido ninguno de sus traumas adolescentes. No habría estado allí para ayudar a sus hermanas…
Era abrumador contemplar que ahora era otra persona.
Alguien que no conocía.
Tengo un padre…
Caillen miró al doctor antes de volver la mirada hacia su padre.
—Entonces, ¿qué significa esto exactamente?
Su padre sonrió.
—Esto significa que estas a punto de tener un mundo completamente nuevo, hijo mío. Finalmente vas a vivir la vida para la que naciste.
Caillen no estaba seguro de que eso fuera una buena cosa. En su experiencia, el cambio a veces llegaba como un presagio engañoso que por lo general salpicaba mierda sobre él. Pocas veces el cambio era para mejor.
Pero al menos no estaba muerto.
Todavía.
Un segundo más, según el doctor, y lo habría estado.
Soy un príncipe. Esa realidad hacía que le diera vueltas la cabeza.
¿Pensabas que antes tenías enemigos? Colega, no has visto enemigos todavía. Esta clase de fortuna volvía estúpida a la gente. Por encima de todo, les hacía ruines. Resentidos. Celosos y crueles. Todos querían robar en lugar de ganárselo. Cuando no lo conseguían, solo querían vomitar veneno y hostilidad.
Sí, definitivamente estaba maldito y las cosas iban a ponerse chungas.
Rápido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario