Le golpeó con fuerza en el pecho y le derribó. Rodando con él, se puso en pie, listo para luchar, a pesar de que el hombro le latía nuevamente.
Maldición, ¿nunca dejaría de dolerle?
Se le hizo un nudo en el estómago al reconocer a Stone. En un primer momento pensó que Stone era un zombi, pero al mirarle, comprendió que realmente estaba...
Tan normal como Stone podría estar. Lo que en realidad no era decir mucho.
—¿Qué estás haciendo? —Nick se forzó a sí mismo a detenerse y no dejar volar el insulto particularmente desagradable que le picaba en la lengua. Pero no le daría a Stone la satisfacción de hacerle saber cómo esto le había sacudido.
Stone se echó a reír, empujando a Nick por detrás.
—¿Estas asustado, niñita?
De acuerdo, guantes fuera.
—Eres un idiota épico. —Stone le agarró en un apretón tan feroz que no parecía humano.
—Te voy hacer tragar esas palabras, Gautier. Junto con tus dientes.
Nick trató de liberarse. Stone incremento la presión sobre el cuello hasta que la visión empezó a embotarse y los oídos a zumbar.
¿Qué tipo de Vulcano, agarre kung fu de la muerte estaba usando? Nick era como un cachorro que alguien había agarrado por el pescuezo. Su cuerpo terminó por ponerse laxo, y no podía hacer otra cosa que colgar en las garras de Stone.
Era muy vergonzoso y le molestó seriamente.
—Déjalo ir, Stone. Ahora. El agarre de Stone se tensó cuando Caleb Malphas salió de las sombras. El quarterback y estrella del equipo de futbol de su escuela, Caleb tenía todo el poder y la popularidad que Stone ansiaba.
Y por suerte nada de la estupidez o la crueldad de Stone. Stone empujó a Nick lejos.
—Me estaba divirtiendo con él.
Caleb peino su cabello oscuro hacia atrás apartándolo del rostro, mostrando simplemente cuan perfectos eran realmente sus rasgos mientras miraba a Stone con malicia.
—¿En serio? Bueno, ¿por qué no te vas antes de que decidida pasar un buen rato contigo?
Stone estrechó la mirada.
—No estamos en la escuela, Malphas. No soy la misma persona aquí, que cuando estoy allí.
Caleb invadió su espacio personal. Se quedó tan cerca que sus narices casi se tocaban.
—Yo tampoco lo soy, Blakemoor. Confía en mí, el animal en ti no es rival para mi demonio interior. Ahora largo de aquí antes de que te demuestre lo que puedo hacer contigo sin las protecciones de fútbol para amortiguar mis golpes.
Torciendo el labio, Stone parpadeó y dio un paso atrás. Posó una mirada desdeñosa sobre Nick prometiéndole un nuevo Round una vez que Caleb no estuviera ahí para interferir.
—De todos modos, no eres digno de conseguir que me rompa los nudillos.
Con un último fulgor malhumorado, metió las manos en los bolsillos y cruzó la calle.
Nick miró al gamberro.
—Es mejor que te alegres de que tenga el brazo en cabestrillo. De lo contrario, te faltarían algunos dientes... cara culo.
—¿Es ese el mejor insulto que puedes hacer?
Nick volvió su furia hacia Caleb.
—¿Quieres probarlo?
Caleb se echó a reír.
—Me gusta tu espíritu, Gautier. Es una pena que no estés todavía en mi equipo.
Nick frunció el ceño al notar que Caleb hablaba de algo distinto al fútbol.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—Estaba de camino a la Triple B. Es casi hora de la clase de Mark y Bubba, Defensa y Ejecución de Zombis. Es la cosa más entretenida desde esa vez que Stone se prendió fuego en la clase de química.
Nick se rió al recordarlo. Stone había estado tratando de impresionar a Casey, cuando derramó un vaso de precipitado lleno de algo muy inflamable que había estallado y le incendió la manga. Desafortunadamente, la señora Wilkins había sido rápida con el extinguidor y todo lo que Stone había perdido eran sus cejas y un poco de dignidad.
La mitad de la clase había estado rogando por una Freddy Krueger para Stone, pero la suerte no había estado de su lado y él había sobrevivido para seguir siendo una auténtica pesadilla para todos ellos.
—¿Quieres venir con nosotros? —preguntó Caleb.
A pesar de lo divertido que sonaba, vaciló.
—Se supone que debo regresar donde trabaja mi mamá. —Porque decididamente le mataría si no lo hacía.
—¿Y las Recetas Mata Zombies de la señorita Bubba? Vamos, Nick, sabes que tienes que ver esto. Es imprescindible ver entretenimiento a una escala infinita de épica imponente. —Caleb sacó el teléfono y se lo entregó a él—, llámala y pregúntale si puedes ir.
Nick no estaba tan seguro de esto. Caleb no había sido exactamente amigable con él estos últimos años. De hecho, el básicamente le había ignorado.
¿Por qué se preocupa de si iba o no? A menos que se tratara de una jugarreta como cuando el chico guay le pidió a Carrie White ir al baile de graduación sólo para que pudieran empaparla con sangre y reírse de ella.
Siií, parecería un idiota con un vestido de gala. Peor aún, no tenía los poderes psíquicos para devolverles el ataque.
Caleb le frunció el ceño.
—¿Qué estás esperando?
Que un relámpago le golpeara, porque seamos sinceros, era mucho más probable que eso sucediera a que el chico más popular de la escuela le invitara a ver un infame Bubisodio[1].
—¿Por qué eres tan agradable conmigo?
Una sonrisa socarrona curvó los labios de Caleb.
—El enemigo de mi enemigo es mi amigo.
—¿Quién es tu enemigo?
Caleb se encogió de hombros.
—No me creerías si te lo dijera... y sé lo que estás pensando. Cómo puede un tipo tan popular como yo tener enemigos o problemas, ¿verdad?
Sí, básicamente.
—No he tenido noticias, de que hayas sido estampando contra las taquillas de nadie últimamente.
—Eso es porque no estás a mí alrededor todo el tiempo. Confía en mí. La vida no es fácil para nadie. Todo el mundo tiene cicatrices que le da miedo mostrar y a todos nos estrellan la cabeza contra el habitual casillero de vez en cuando por alguien más grande y más malo.
Claaaro. Estaba más que seguro que la idea de Caleb de un mal día no era rival para él.
—¿Qué? ¿Tus padres no te permiten salir a conducir el nuevo coche de tu mamá u olvidaste decirle a la criada que arreglara tu cuarto?
Caleb no respondió a su sarcasmo.
—¿Vas a llamar a tu madre o no? No voy a sudar la gota gorda, de un modo u otro. Sólo estoy tratando de ser amistoso.
Juro que si me empapan con sangre de cerdo, después iré detrás de ti con un hacha. Tomando el teléfono de la mano de Caleb, Nick marcó el número del club.
Tiffany respondió en el sexto pitido.
—¡Hey Tiff!, soy Nick. ¿Está mi mamá cerca?
—Claro, caramelito, espera.
Mientras que Nick esperaba a que su madre se pusiera al teléfono, Caleb fue a mirar uno de los escaparates. Todavía no estaba seguro de por qué Caleb estaba dispuesto a hacer esto. Aunque conocía a Caleb, nunca habían congeniado. Caleb se había trasladado a la escuela no mucho después que Nick lo hubiera hecho, Caleb realmente no le había dirigido la palabra excepto en contadas ocasiones. Como para decirle que moviera su gamberro culo para que Caleb pudiera llegar a su taquilla.
Un solitario extremo a pesar de ser popular y jugar en el equipo de fútbol, Caleb ignoraba a la mayoría de la gente. Nadie sabía mucho de él. Nunca hablaba de su vida en el hogar o sus padres. Si alguna vez alguien hacia una pregunta sobre eso, cambiaba de tema. Pero era obvio por su ropa y la que llevan sus padres que tenían más dinero que la mayoría, y los rumores en torno a la escuela decían que su padre era uno de los hombres más ricos de la ciudad.
Por supuesto, los rumores también alegaban que Caleb era un ex convicto que había aprendió a jugar al fútbol en juveniles. Uno de los rumores llegó a afirmar que había matado a su padre y luego vendido su hígado en el mercado negro.
Dado lo que Caleb había dicho hacia un momento, Nick se figuraba como de sombría debía ser su casa. ¿Por qué otra cosa un hombre con su apariencia, dinero y popularidad estaría vagando por las calles camino de ver a dos locos dar lecciones sobre la lucha contra criaturas inexistentes? Entonces otra vez... después de todo lo que había ocurrido hoy, los zombis no eran tan de ficción después de todo.
—Nick? ¿Estás bien? —preguntó su mamá cuando atendió al teléfono.
—Estoy bien. Sólo estoy a un par de bloques de distancia. Dejé a Liza y me he encontrado con un amigo de la escuela en la calle…
—Hola, señora Gautier —dijo Caleb sobre el teléfono.
Nick le ignoró.
—Es Caleb Malphas. Quería saber si podría ir con él a la tienda de Bubba y asistir a una de sus clases.
—Oh Señor, ¿Qué es lo que enseña esta noche?
—Supervivencia Zombie.
Su madre dejó escapar un suspiro de cansancio.
—¿Va a haber dinamita otra vez?
—Lo dudo. La ATF[2] fue bastante estricta después del último incidente. En cualquier momento pueden pasar las autoridades, por lo general Bubba se lo toma con calma durante un tiempo.
—¿Y cuánto tiempo va a durar? —preguntó ella.
Miró a Caleb.
—¿Cuánto tiempo llevará?
Caleb esbozó una sonrisa maliciosa.
—Se supone que es una hora, pero lo normal es que Bubba o Mark tengan una lesión seria a los treinta minutos y tenemos que romper a correr al hospital. A veces vuelven si pueden entrar y salir de la sala de emergencias lo suficientemente rápido o las quemaduras no son demasiado malas. La mayoría de las veces se termina antes de tiempo. Sin embargo yo diría una hora, el motivo es que nosotros necesitamos tener en cuenta el tiempo que se tarda en dejar de reír con tanta fuerza como para poder caminar de nuevo. —Lo triste era, que Caleb no bromeaba.
—Alrededor de una hora, mamá.
—¿Y no estarás solo?
—No, madre. Caleb está conmigo y él es un tipo grande.
—¿Qué edad tiene?
Nick apretó los dientes en señal de frustración. ¿Por qué tenía que jugar a este juego con ella todo el tiempo cuando era sólo cuestión de un simple sí o no? Demonios, su madre debería haber sido abogado.
—¿Cuántos años tienes?
Caleb se detuvo como si tuviera que pensar en ello.
—Quince.
—Quince —repitió Nick en el teléfono.
—¿Qué hacen sus padres para ganarse la vida?
Esta vez, su temperamento saltó y habló antes de lograr contenerse.
—¿Qué importa eso?
—Es importante para mí y si quieres ir, quiero una respuesta.
Nick rodó los ojos ante la respuesta que crispaba hasta su último nervio.
—¿Qué hacen tus padres?
Había una extraña mirada en el rostro de Caleb. Cuando habló, su tono era completamente estoico.
—Mi padre es un agente de bolsa y mi madre es su eterna en absoluto dispuesta concubina que le vendió el alma para comprar el equivalente de un Ferrari.
Nick dejó escapar un largo suspiro. Caleb definitivamente tenía una especial habilidad con las palabras.
—Su papá es un corredor de bolsa.
—¿Su madre?
—Ella es ama de casa.
Su madre vaciló antes de continuar interrogándole.
—¿Es un buen chico?
—No, mamá, el es Satanás en persona. A decir verdad en cuanto terminemos, vamos a ir a emborracharnos y tatuarnos, a continuación, encontraremos algún hostal barato y vamos pasar un buen rato con su fondo fiduciario.
Caleb se echó a reír. Su madre, sin embargo, no compartía ese sentido del humor.
—No uses ese tono conmigo, Nick Gautier. Te prohibiré salir de casa hasta que estés viejo y gris. Ahora responde a mi pregunta.
¿Ella nunca apreciaría su sarcasmo?
Al darse cuenta de que tenía que portarse bien, Nick cambio la actitud en el tono.
—Sí, es un buen chico. Nunca se ha metido en problemas en la escuela y está en el cuadro de honor. Es el capitán del equipo de fútbol. Todo un Psicópata asesino en serie que esconde los cuerpos en el refrigerador cada vez que sus padres salen de la ciudad.
Bueno... él había tratado de eliminar todo el sarcasmo. Cosa que, para él, era una tarea imposible. Caleb volvió a reír, luego se inclinó para hablar a fin de que la madre de Nick le oyera.
—También como bebés para desayunar y torturo animales pequeños para divertirme. Sin embargo mi terapeuta dice que estoy haciendo verdaderos progresos.
Su madre respondió con una nota aguda.
—Chicos no se hagan los listos conmigo.
Nick sonrió a Caleb.
—Mamá Lo sentimos, No pudimos resistirlo.
Ella habló con su jefe y luego volvió con Nick.
—Muy bien. Puedes ir, pero te quiero aquí en una hora.
—Sí, madre. Estaré allí.
—Te quiero, bebé.
Nick sintió que el rostro se le ponía rojo brillante mientras se alejaba de Caleb.
—Yo también te quiero —dijo en voz baja. Luego colgó el teléfono y se lo devolvió a Caleb—. No quiero oírte decir ninguna mierda sobre eso.
Caleb levantó las manos.
—No te preocupes. Ojalá tuviera una madre a la que pudiera querer. La mía es una mala bestia psicótica que lamenta cada aliento que tomo. Además, no le hiciste ruidos de besos a ella. ¿De qué hay que burlarse?
Esta vez. Y fue sólo porque Caleb estaba allí que no lo hizo.
Caleb se metió el teléfono en el bolsillo y abrió la marcha hacia la tienda de Bubba.
Mientras caminaban, los pensamientos de Nick volvieron a Stone y a la rareza de su reunión.
—¿Qué crees que Stone estaba haciendo detrás de la tienda de Liza?
No era propio de él estar afuera solo. Su marcada cobardía por lo general necesita de audiencia para llevar algo a cabo.
Caleb señaló con la barbilla en dirección a la luna llena.
—El probablemente andaba deambulando por ahí con sus camaradas y encontró algunos contenedores con basura en ellos para olfatear.
—¿Eh?
—Es luna llena, Nick. Estoy seguro de que el animal en Stone se hizo cargo. Probablemente estaba tratando de tele transportarse a alguna parte y debido a su corta edad, falló el salto. Creo que aterrizó detrás de la tienda de muñecas de Liza porque ella estaba convocando a los dioses a primera hora de esta noche y sus poderes le llamaron o algo así. Incluso podrían haber interferido entre sí.
Nick resopló ante su inútil respuesta.
—Ah, gah, no vas a empezar con toda esa basura del hombre lobo también, ¿verdad?
—¿Tú no crees en ellos?
Caleb negó con la cabeza.
—Vives en Nueva Orleans y eres católico, por no mencionar que tienes amigos como Bubba y Mark, y sin embargo ¿no crees en demonios, hombres lobo, o vampiros?
—Los únicos vampiros que he visto son los góticos tratando de obtener una visión de la casa de Anne Rice, que beben refrescos de fresa y dicen que es sangre.
—Eres un escéptico.
Y Nick sintió un montón de orgullo por eso también. No le gustaba la idea de nadie imponiendo nada sobre él. Es mejor ser un cínico que ser una víctima.
—Supongo que tú no lo eres.
—Yo creo en todo.
—¿Por qué?
—Vamos, Nick, ¿no has estado alguna vez caminando por la calle y sólo sentido la mano de un roce malvado bajando por tu columna vertebral? Ya sabes, un hormigueo. Esa sensación de que algo no está bien, pero no sabes lo que es. Eso es un demonio a tu lado, muchacho. Él te calibra, juega contigo.
Nick no creía una palabra de lo que estaba tratando de venderle.
—Estás tratando de confundirme.
—Estoy tratando de prepararte para el mundo real.
—El mundo real es conseguir un buen trabajo, pagar las cuentas y mantener la nariz limpia. —Mantenerse fuera del corredor de la muerte.
Caleb le dio una fija mirada de arco.
—Wow. Tú has comulgado totalmente con ese ñoño “status quo”.
—No es status quo. Es la verdad.
—Lo que tú digas. —Caleb subió a la acera, cuando llegaron al Triple B. Él se adelantó y abrió la puerta para que Nick entrar primero.
—La tienda está cerrada. No hay clases para… —la voz de Mark se interrumpió cuando salió de la habitación de atrás y les vio—. Oh sois vosotros chicos. Vamos entrad.
Nick frunció el ceño ante la extraña bienvenida.
—¿Qué está pasando?
Mark no respondió al pasar junto a ellos y se dirigió a la puerta por la que habían entrado, la cerró y luego giró la señal de cerrado.
—No vas a creer esto. —Hizo un gesto de que le siguieran a la trastienda.
Yupi. No podía esperar. Cada vez que Mark pronunciaba esas palabras, siempre era por algo extravagante.
Pero en el instante que entró en la parte trasera, Nick se detuvo brevemente. Bubba y Madaug estaban sentados delante del ordenador, ¡oh, que pedazo de pendejo. ¿Cómo podía Madaug estar aquí después de no coger el teléfono en todo el día? Nick quería estrangularle.
Las gafas de Madaug estaban ligeramente torcidas sobre su nariz, se tiró del pelo corto mientras leía el código en la pantalla.
—¿Cómo llegó hasta aquí? —le preguntó Nick a Mark.
Mark le ofreció una mirada burlona.
—Caminando.
Nick se rió de él.
—En serio. Después de todo lo que hemos hecho para localizarle hoy, cuando regresó?
—Hace un par de horas.—Mark estaba frente a Nick y Caleb.
Ajeno a ellos, Madaug apuntaba a una línea del código.
—Mira, Bubba. Eso es de lo que estaba hablando. Este algoritmo fue diseñado para reprimir subliminalmente su corteza cingulada anterior mientras que éste estimula la corteza orbital frontal y la amígdala, elevando así sus niveles de serotonina.
Nick frunció el ceño a Caleb, quien, afortunadamente, parecía tan confundido como él se sentía.
Bubba y Mark, sin embargo, parecía tener fluidez en el galimatías que lo dejó desconcertado.
—Sí —Bubba se rascó la barba del mentón—. Pero yo no veo cómo que le dio el control del hipotálamo.
—Realmente no lo hizo. Sólo el sistema nervioso somático se ve afectado con un pequeño subproducto del elevado estrés en el hipotálamo, que debe haber inhibido su comportamiento agresivo. Lo que no puedo entender es cómo perdí el control. ¿Qué me perdí, Bubba?
Nick se aclaró la garganta.
—Puedo decirte lo que me falta. Un pista. ¿De qué están hablando gente?
Mark le dio una mirada de reojo a Nick.
—Zombie Hunter.
Nick tuvo que morderse la lengua para no responder con: No, obvio.
—¿Y exactamente como sería eso diferente de todas las otras discusiones que los chicos han tenido?
Mark dejó escapar un aliento agraviado.
—No matando zombies, Nick, jugando con ellos.
Madaug se volvió hacia Nick para contestar.
—Yo inventé un vídeo juego llamado Zombie Hunter. Eso es en lo que estamos trabajando.
Nick sonrió.
—Oh, eso está bien. ¿Puedo jugar?
—¡No! —gritaron Mark, Bubba, y Madaug a la vez.
Bubba tomó un trago de su refresco.
—Confía en nosotros, Nick. Este es un juego del que no quieres formar parte.
—¿Por qué?
Madaug clavó una mirada perforadora en él.
—Porque cualquiera que juega este juego es convertido en un zombi.
Oh si claro... Nick no lo creyó ni por un instante.
—Pura basura.
—No, hombre, es verdad. —Bubba indicó a Madaug con la lata en la mano—. Tú amiguito aquí es bastante brillante.
Sí, brillante en conseguir ser empotrado contra las taquillas...
Nick no podía entender cómo Madaug podía ser lo suficientemente brillante como para encontrar la manera de programar un juego, pero no para volar bajo en el radar de la gente que quería abusar de él.
Madaug se ajustó las gafas sobre la nariz.
—Aprendí que una secuencia específica de luz y sonido en realidad puede alterar las ondas cerebrales y anularlas. Mirar, el cerebro es como una computadora y si puedes pasar por alto ciertos programas, se puede hackear y cambiar la unidad de disco duro de alguien.
Nick tenía que darle crédito, sonaba impresionante.
—¿Cómo aprendiste eso?
—Mi mamá es una neurocirujana de Tulane y mi papá es neurólogo de investigación criminal. Tienen conversaciones muy aburridas en la mesa y me obligan a escucharles mientras yo como, mi mamá cocina muy mal. Mi papá está haciendo un estudio en este momento sobre la forma de inhibir la conducta violenta, que es lo que me dio la idea para el juego. Tomé sus notas, hice algunas investigaciones independientes, y luego Bubba me enseñó la programación básica para construir los niveles para el juego que alterara su patrón cerebral.
Caleb golpeó a Nick en el hombro bueno.
—¿Ves lo mucho que puedes aprender cuando escuchas a tus padres?
Nick se burló.
—Eso no es algo de lo que mis padres hablarían. —Pero si alguien quisiera algún día aprender a bailar en una barra o a destripar un ser humano, Nick sería el único a quien dirigirse.
Eso, sin embargo, era otro asunto y no del todo útil esta noche... Por otra parte, el destripamiento podría ser útil si más zombies vinieran a por él.
—Entonces, ¿quién tiene el juego? —Preguntó Nick a Madaug.
—Le di una copia a Brian porque el siempre estaba metiéndose conmigo. Quería ver si podía reprogramar y anular el impulso cada vez que el sentía la necesidad de meterse conmigo. En lugar de obtener placer, la intimidación aumentaría su miedo, y le haría retirarse. Ese era el plan.
Bubba tomó otro trago.
—Él fue el conejito de indias de Madaug.
Madaug parecía enfermo por ese comentario.
—Sí, y ahora no puedo encontrar el juego. No sé quién lo tiene, pero al parecer otras personas han estado jugando, es por eso que hemos tenido zombies apareciendo por todo el lugar.
Bubba soltó un bufido.
—Sí, dos y tres a la vez, porque Dios prohíbe que se haga con los niños lo que hacíamos en los viejos días y jugar en una habitación por nosotros mismos. ¿Qué clase de cretinos están criando hoy en día? Cretinos con amigos que juegan videojuegos juntos. ¿Dónde se ha visto algo semejante? Es el final de los días, os lo digo a todos vosotros.
Nick estaba confundido por su arrebato.
—Pero, Bubba ¿No sois tú y Mark amigos?
—Ah, infiernos no. Mark no es mi amigo, el es mi empleado.
Mark se tensó.
—Prefiero compañero. Lo intenté una vez con el título de Padawan[4], pero Bubba empezó a decir que los mentores son siempre asesinados en los libros y películas; que estaría condenado e iba a morir una vez que me enseñara todo lo que necesitaba saber acerca de matar zombies.
—¿Entonces por qué te permite ser su compañero? ¿No es lo mismo? —preguntó Nick.
Mark se echó a reír.
—Uh, no. En las películas, los compañeros son los que mueren.
Nick no discutiría sobre esa lógica confusa.
Bubba le ignoró mientras él seguía hablando.
—Y como Madaug lo había programado para que Brian le repeliera, pensamos que la programación está al revés y esto hace que por el contrario le busquen. Así que tenemos que rehacer el código para devolverles a la normalidad.
Eso sonaba bien, pero Nick sólo tenía un problema con esa teoría.
—Entonces ¿por qué me están persiguiendo?
Bubba y Madaug le miraron asombrados.
—¿Qué?
—Hace unas horas, dos de ellos, me localizaron en el trabajo —explicó Nick—. Casi me atrapan.
Bubba negó con la cabeza.
—Eso no es posible. La programación sólo funciona en torno a Madaug y su ADN.
Nick levantó el brazo sano para mostrarles el vendaje donde había sido mordido. Una vez más.
—Posible o no, que trataron de convertirme en un Nick McNugget[5].
Bubba le agarró del brazo, quitó el vendaje, y estudió las dos heridas.
—Bueno, no es tan interesante.
Nick estaba horrorizado por su indiferencia. Podría haber sido divertido si le hubiera sucedido a Stone y no a él. Pero ahora mismo, él no tenía exactamente el mejor sentido del humor respecto a ser un juguete masticable para zombies.
—No soy tu experimento de ciencia, Bubba. No quiero ser interesante y definitivamente no quiero ser un pequeño bocado de placer para los zombis.
Bubba miró Madaug.
—¿Por qué iban a tratar de comerse a Nick?
Madaug se encogió de hombros.
—No sé por qué están tratando de comer a alguien. El programa fue para calmarlos y hacerlos pasivos. No agresivos.
—Fallo épico, amigo —dijo Nick.
Madaug volvió a mirar su código antes de responder al estallido de Nick.
—Por lo que he observado hoy, cuando la programación empieza atacan a quien este alrededor. Pero no les he visto seguir a nadie excepto a mí y todavía no comprendo por qué me están acechando y no estremeciéndose de miedo.
Caleb cruzó los brazos sobre el pecho.
—Tú les convertiste en zombies, Madaug. Ellos están tras tu cerebro.
Nick se rió.
—Yo diría que es porque todos ellos son deportistas estúpidos, pero eso podría ofenderte.
—Sí, y entonces yo tendría que romperte el otro brazo.
Bubba dejó su bebida.
—No me obliguéis a separaros. Se me está acabando la paciencia con los niños hoy. —Les indicó los armarios destrozados de antes—. Todavía quiero saber a quién demandar para conseguir tener mi tienda reparada.
—Soy el cabeza de turco. —Nick señaló a Madaug—. Demanda al niño rico que lo empezó.
Antes de que Madaug pudiera defenderse, hubo un fuerte golpe contra la puerta, seguido por los sonidos de alguien gimiendo mientras trataba de entrar.
Mark apoyó la cabeza contra la pared como si estuviera en agonía.
—Por favor, deja que sea Tabitha gastándonos una broma.
Bubba tomo el hacha clavada en la pared.
—Cuida al cretino —le dijo a Mark—. Voy a comprobarlo.
Mark gimió aún más fuerte.
—Por favor, no dejes que sea otro policía. Me largo con el dinero de la fianza. —Miró a Nick—. Espera un minuto... Yo podría venderte en eBay y provocar una matanza.
Nick se señaló el brazo roto.
—No en mi condición actual. Tendrías que vender a Caleb o Madaug. Estoy seguro que hay alguien dispuesto a comprar dos niños blancos en perfecto estado. —Se inclinó hacia delante para mirar más allá de Mark, quien por suerte se había quitado el olor de orina de pato de encima, para ver quién estaba en la puerta.
Con el hacha ladeada sobre el hombro, Bubba abrió y un grupo de góticos se esparció por la tienda. Estaban muy entusiasmados hablando al mismo tiempo hasta el punto de que Nick no podía entender a ninguno de ellos.
El último soltó un silbido tan penetrante, que hizo eco. Cuando se volvió hacia él, Nick reconoció a Tabitha ataviada con pantalones tan ajustados que estaba seguro de que eran ilegales en algunos estados. Probablemente éste.
Miró a Bubba.
—Necesitamos suministros, B. lotes y lotes de suministros.
Bubba frunció el ceño.
—¿Por qué? ¿Qué está pasando?
—¿Quién soltó los zombies? —Preguntó uno de los chicos.
—Sí, y no se mueven lento —añadió otro.
—Son como veloces súper zombies mutantes.
El más alto de los chicos se señaló el ojo hinchado y rojo.
—Se parecen a un equipo de fútbol rival con el que juro que jugué un par de semanas atrás. Así es cómo conseguí el ojo negro. Tratando de evitar que Tabita cometiera asesinato.
Madaug pasó a Nick, con la boca abierta.
—¿Eric? ¿Eres tú?
El aludido del ojo se giró con un severo ceño fruncido. Su cabello negro estaba cardado para hacerle destacar por toda la cabeza, como Rob Smith de The cure. Llevaba aún más maquillaje que Tabitha; que incluía el lápiz labial negro, delineador y rubor negro. Incluso Tenía las uñas pintadas de negro. Un color que le envolvía de pies a cabeza.
—¿Qué está haciendo mi hermanito aquí?
—¡Felicidades, Eric! —Bubba le dio una palmada en la espalda con tanta fuerza que se tambaleó—. Tu hermano es el que nos dio a los zombis.
La cara de Eric era una máscara de incredulidad.
—Tienes que estar bromeando, ¿Madaug? —A continuación Eric se volvió a su hermano—. ¿Qué él… qué has hecho? Mamá y papá te van a encerrar de por vida.
—Ya lo sé —dijo Madaug melancólicamente—. Estoy tratando de deshacerlo. Pero... —Sacudió la cabeza como si hubiera tenido un pensamiento y quisiera desterrarlo—. No importa. Eres un inútil. No has pasado un test de ciencia desde cuarto grado.
Eric empujó a Madaug hacia atrás.
—No empieces conmigo, monstruo travestido. Yo no puedo creer que comparta genes en común contigo. Juraría que mamá y papá te encontraron en un área de descanso.
—Ellos te encontraron en el desagüe del baño, gilipollas debilucho.
Tabitha les separó.
—Alto, ustedes dos. Guarden su energía para matar lo que es importante. Los muertos vivientes.
Bubba descansó la parte superior del hacha contra el suelo.
—Espera un minuto, y no puedo creer que vaya a decir esto... pero ya que con lo que estamos tratando es con niños inocentes que se metieron con Madaug y un puñado de adultos realmente estúpidos que deberían haber tenido una vida fuera de los videos juegos, y debes tener en consideración que esto viene de un adicto al juego, no podemos matarles. —Posó una dura mirada sobre Tabitha—. Ellos no son muertos vivientes, Tabby. Ellos están vivos, imbéciles respirando y tenemos que salvarles.
Tabitha suspiró con disgusto.
—Prefiero estacarlos a todos y dejar que Dios los juzgue.
—Y yo preferiría no ir a la cárcel para el resto de mi vida —dijo Eric con severidad—. No te ofendas, pero sé lo que hacen a los tipos con buen aspecto en la cárcel y yo soy demasiado lindo para que se resistan.
Mark soltó un bufido.
—Pah[6], relájate. Tu problema más grande es que con el lápiz labial negro y el pelo largo te van a confundir con una mujer. Dudo mucho que te encierren con los hombres, vestido con en esa facha. Más bien te van a mandar con las prostitutas. Hey... sabes, la prisión no sería tan mala para ti.
—Añadir candidatos —espetó Bubba—, ¿me concedéis atención durante un minuto? Tenemos que salir y encontrarles antes de que se coman a cualquier otra persona. Traerles aquí para que pueda tratar de deshacer lo que hizo Madaug.
Eric frunció los labios.
—¿Dónde vamos a ponerlos? ¿En la bañera?
Bubba fulminó a Eric con la mirada antes ir a la pared, empujar hacia abajo una de las armas, y mostrar una oculta...
Celda, una que estaba completamente acolchada y con refuerzos de acero y cadenas que colgaban del techo. Nick nunca había visto algo así en su vida. Tabitha se echó a reír.
—¡Oh, Dios mío, Bubba tiene una mazmorra sexual!
Bubba estrecho su mirada en ella.
—Eres demasiado joven para saber de esas cosas.
—¿Estás bromeando? Mi tía es la dueña de la caja de Pandora en Bourbon Street. Dado el aspecto de las “cadenas”, creo que las compraste allí.
Bubba emitió un profundo y grave sonido mientras miraba a Eric.
—¿Puedes amordazarla?
—¿Cómo crees que tengo el ojo negro? Y para tu información, no golpea como una chica. Ella podrá ser de una familia mayoritaria de estrógenos, pero algún tipo la entrenó bien.
Mark arqueó una ceja.
—A mí me parece que se te corrió el lápiz de ojos. ¿Estás seguro que te golpeó una chica?
Bubba silbó.
—Y hemos perdido el enfoque de nuevo, gente. Juro que es como arrear gatos. Durante los siguientes cinco minutos quiero que todos ustedes destierren el sarcasmo y se centren. Sé que estoy pidiendo un milagro, pero esto es a vida y muerte. ¿Está bien?
—De acuerdo —dijeron al unísono.
Bubba asintió con la cabeza a todos ellos.
—Tenemos que proteger la ciudad. Quiero a todos vosotros por ahí patrullando en busca de zombis. Cuando los encuentren…
—¡¡Les estacamos!! —Tabitha sacó una de sus puntas de acero para ilustrar sus palabras.
Bubba se lo arrancó.
—No. Haces que te persigan de nuevo hasta aquí, donde Mark y yo estaremos esperando para atraparles. ¿Lo tiene todo el mundo claro? Sin asesinatos. Sin derramamiento de sangre.
Tabitha puso los ojos en blanco.
—¡Qué desperdicio de una buena noche!
Madaug miró horrorizado a su hermano mayor.
—¿Mamá y Papá saben que estás saliendo con una homicida loca?
—No, y si se lo dices, voy a pegar los dedos de tu mano a tu teclado.
Un tic empezó en la mandíbula de Madaug las mejillas se le pusieron de un rojo brillante.
—Mamá dijo que si alguna vez vuelves a hacerlo, te afeitaría la cabeza mientras duermes.
—Chicos —gritó Bubba—. Hay criaturas peligrosas por ahí. Vamos por ellos.
Madaug dio un paso hacia la puerta.
Bubba tiró de él y le obligó a ir de regreso a la tienda.
—Tú no, necesitamos que te quedes aquí y sigas trabajando en una cura.
Caleb miró a Nick.
—¿Estás listo para esto?
Nick miró su reloj.
—Sólo durante los próximos cuarenta y cinco minutos. Después de regreso a la tierra.
—Vamos, Cenicienta. Empecemos antes de que te conviertas en calabaza.
Caleb le llevó fuera de la tienda y calle abajo, hacia la escuela secundaria, lo cual tenía sentido ya que ahí era donde todo había comenzado.
Y mi mayor miedo esta mañana era llegar tarde...
¿Quién diría que acabaría teniendo miedo de que le arrancaran el cerebro y lo devoraran?
¿Me pregunto si debo comenzar a ir a la escuela con una moto sierra?
Eso no figuraba en su lista de anti-armas…
Mientras caminaban, sus pensamientos fueron a Madaug y su familia.
—¿No crees que es raro que el hermano de Madaug no vaya a la escuela con nosotros?
Caleb se metió las manos en los bolsillos traseros.
—Es probable que sea demasiado tonto para entrar.
—¿Tú crees?
—La genética no siempre asegura el intelecto. Créeme. Yo vengo de una larga línea de gente realmente estúpida. Me asusta bañarme en su piscina genética. Sin embargo, aquí estoy, un infierno mucho más inteligente de lo que ellos son.
Nick no quería ni pensar en su piscina genética por temor a la infección que podría contener. Vivía con el terror constante de que un día un interruptor se le conectara en la cabeza y le convirtiera en un monstruo como su padre. Cada vez que intentó hablar con su mamá sobre él, ella le dijo que era ridículo. Y, sin embargo no podía evitar la sensación de que había algo dentro de él que se moría por salir. Algo siniestro, frío y sin sentimientos.
—¿Tienes hermanos? —Le preguntó a Caleb, tratando de distraerse a sí mismo de esa línea de pensamiento.
—No consanguíneos. Realmente los demás no cuentan. ¿Qué hay de ti?
—No.
Caleb asintió con la cabeza.
—Así pues, ¿qué hace tu padre, Nick?
—Yo no hablo sobre mi papá. —Con nadie. Bubba y Mark eran los dos únicos que sabían que su padre era un criminal. Al resto del mundo, nunca le dijo nada—. Él no es parte de nuestra vida y quiero que siga siendo así.
—Entiendo. Tampoco los míos tienen nada que ver con la mía.
—¿Por qué no?
—No me creerías si te lo dijera. Pero no pasa nada. No me matara, sólo requerirá unos pocos siglos de terapia.
—Sí, y por lo general una gran cantidad de Tylenol.
Caleb se echó a reír.
—Oye, te diré algo, si nos separamos, podremos cubrir más terreno. ¿Quieres patrullar hasta la catedral?
—Seguro.
—Muy bien. Nos vemos allí.
Nick se dirigió abajo por la calle lateral que le conectaría con Borbón, donde se agolpaban las personas que podrían ser las próximas víctimas. ¿Cómo se notaba la diferencia entre un zombie y un turista borracho?
Eso sería un reto. Pero si fuera un zombi en busca de material, es a donde iría de cabeza. Y como había notado, ellos se mezclarían perfectamente allí.
Mientras caminaba por la calle, notó que el zumbido de las farolas se estaba haciendo más fuerte. Aminoró la marcha cuando llego hasta la mansión Lalaurie el lugar más embrujado y malvado de toda Nueva Orleáns. Si existía tal cosa como una boca del infierno, ese lugar estaba ahí. Desde que era un niño, hacia que se le pusieran los pelos de punta.
Esta noche más de lo normal.
Un viento repentino batió por la calle, agitándole el pelo y provocándole un escalofrío en el cuello mientras un cuervo enorme volaba sobre su cabeza para aterrizar en el balcón de hierro forjado desde donde parecía mirarle fijamente.
Sé que parezco loco, pero te juro que el pájaro me está mirando.
Ladeó la cabeza. Sí, es lo más misterioso que he visto en mi vida. Al igual que el propio edificio.
En esa casa, decenas de personas habían sido brutalmente torturadas y asesinadas, de maneras que su madre ni siquiera querría hablar. Cada familia que la había poseído desde los Lalauries había informado ver y escuchar a los fantasmas de los que habían perdido la vida por la psicótica crueldad de Delphine Lalaurie. Algo que había sido tan atroz que su propio cocinero había prendido fuego a la cocina, tratando de suicidarse para escapar de la loca.
Incluso los bomberos con experiencia que estaban acostumbrados a tratar con sangre y muerte, habían vomitado cuando descubrieron las víctimas mutiladas que Delphine había dejado atrás.
—Ayúdame...
Nick se dio la vuelta, tratando de ver quién había hablado. Sonaba como la voz de un niño.
—Tengo tanto miedo. ¿Por qué no puedo ver? ¿Hay alguien ahí?
—Estoy aquí —dijo Nick—. ¿Dónde estás?
Resonó una risa incorpórea. La farola encima de él estalló.
Maldiciendo, Nick saltó hacia atrás cuando los cristales llovieron sobre él. Vio la sombra de una niñita en el lateral de la casa.
—Ayúdame a encontrar a mi mamá. Por favor. —Traspasó una puerta que estaba entornada, en la pequeña bóveda que conducía al jardín interior.
—¡Espera! —Nick cerró la distancia entre ellos, queriendo ayudarla. Extendió la mano para detenerla.
La mano traspasó su cuerpo.
—¿Qué?
De repente, se dio la vuelta y se le encogió el estómago. Su cara estaba llena de cicatrices, sus grandes ojos no eran nada más que una sombra misteriosa.
Descubriendo un juego de colmillos, atacó.
[2] Agencia de Alcohol, Tabaco, Armas de fuego y Explosivos. (N.T.)
[3] En español en el original.
[4] En la serie de Star Wars, los Jedi tienen una jerarquía de siete niveles, por los cuales van pasando según aprenden los caminos de la Fuerza. El Padawan es el segundo rango.
[5] Producto de comida rápida que ofrece la cadena de restaurantes McDonald's y es uno de los artículos más populares de marca registrada en el menú de McDonald's.
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