La cabeza de Nick se estampó tan fuerte contra el cristal, que vio estrellas mientras el utilitario rodaba una y otra vez, ladeándose fuera de control. Parecía que nunca se fuera a detener, y no lo hizo hasta que algo les catapultó contra el muro de hormigón del puente I-10. Chocaron tan fuerte, que se sorprendió de que la camioneta no se partiera por la mitad.
Gimiendo, Nick vio a Bubba inconsciente, atrapado entre el volante y el asiento. Tenía una herida en la frente y la sangre le corría por el rostro, cayendo por la camisa. Alex estaba respirando como una mujer dando a luz mientras trataba de abrir su puerta. Estaba cubierto de sangre con un labio partido y una inflamación ocular. Pero lo más impactante era Caleb, que había perdido su apariencia humana completamente.
Whoa, no era solo su piel roja, sino que brillaba con una luz tenue. Y esos ojos serpentinos con las pupilas en forma de diamante estaban fuera del grafico de las horripilantes rarezas.
Nick trató de moverse. Pero el crudo dolor golpeó atravesándolo, haciéndole difícil la respiración mientras Caleb trataba de desabrocharse el cinturón de seguridad. Una de sus manos parecía que podría haberse roto. Aun así, Caleb no dejó que eso lo detuviera en absoluto.
—¿Alex? —Dijo Caleb, la voz resonaba con un profundo acento—. Estamos bajo un ataque. ¿Puedes salir?
Alex hizo el sonido de un oso pardo enfadado.
—Algo ha bloqueado mis poderes. No puedo sentarme, ni siquiera quitarme el cinturón de seguridad. ¿Funcionan tus poderes?
—No. Ni siquiera puedo mantener mi forma humana.
De repente Nick olió el hedor acre del azufre y la muerte.
Caleb maldijo mientras comenzaba a patear la ventanilla lateral. Tan pronto como el cristal saltó, agarró a Nick y le empujó por la abertura que había hecho. Nick siseó cuando la agonía estalló en el hombro y brazo por el maltrato.
¡Caray! Le dolía.
Caleb trepó saliendo y le agarró por el brazo sano. Arrastrándole tras de sí, Caleb estaba hablando en un lenguaje que Nick no podía comprender.
—Amigo, creo, se supone, que no debemos movernos hasta que los médicos lleguen aquí después de un accidente así. Creo que me rompí algo. Podríamos rompernos la columna o algo.
—Estas a punto de romperte mucho más que la columna. —Caleb se volvió y miró por encima de sus cabezas. Maldiciendo, agarró a Nick y le empujó dentro de una tubería de drenaje—. No te muevas, y respira solo si es necesario.
¿Qué clase es comentario estúpido es ese?
Nick se disponía a discutir hasta que vio lo que preocupaba tanto a Caleb. Esos eran…
¿Monos voladores[1]?
Ojalá. Porque en lugar de ser pequeñas cosas azules lindas con trajes y sombreros raros, las cosas tras ellos era enormes y feas criaturas que le revolvían el estómago. Con las cabezas calvas, garras y piel como si fueran Shar-Pei[2], daban a “horrible” un nuevo significado. Y olían a huevos podridos. No, olían a huevos espolvoreados de cuatro días que habían sido dejados al moho en el sol de agosto.
O los zapatos de Bubba…
Su olor era tan acre, que hizo todo lo que pudo para no tener arcadas.
Caleb se volvió para luchar con ellos. Se abalanzaron sobre él como los pájaros de la antigua película de Hitchcock[3]. Nick ni siquiera podía ver el contorno de su cuerpo mientras le derribaban.
Aterrado, se dejó caer más profundamente en la tubería, fuera de la vista. Sacando la espada, susurró una oración por alguna intervención divina seria.
El sonido de las alas golpeó la noche como un estruendoso latido. El sudor le perlaba la frente mientras consideraba las opciones. No podía ver casi nada en la oscuridad. Si salía de allí para correr, le verían y atacarían también.
Gah, ¿qué debo hacer?
—¿Nick?
Se quedó helado mientras oía la voz de su madre y lo que sonaba como ella sollozando. Es un truco. No había manera de que pudiera estar aquí. Ninguna.
—Me están haciendo daño, bebé. Ayúdame. ¡Por favor!
No es ella. No es ella.
Pero, ¿y si lo era?
¿Y si no?
Puso la mano sobre el teléfono móvil, tentado de llamarla y ver. Pero si era un truco, le oirían.
¿Qué debo hacer?
Aumentó el agarre sobre la espada mientras oía algo arrastrándose por el suelo fuera. Parecía que se acercaba. Bajó la vista hacia el rubí brillante en la empuñadura y vaciló. Esta era su única arma. Si la perdía, estaría completamente a su merced.
No, espera…
Tenía algo más que podría ayudar. Al menos esperaba que lo hiciera. Sacando el libro, se agachó con él y usó el teléfono móvil para iluminarlo y poder ver las páginas en blanco. Repitiendo lo que Ambrose le había mostrado, se pinchó el dedo con la daga y dejó que la sangre cayera sobre la página.
—¿Qué son esas cosas que van tras de mí? —exhaló.
La sangre dibujó una imagen de ellos que era aun más fea que lo que había vislumbrado. Entonces aparecieron las palabras debajo de la imagen para explicar lo que eran. Demonios taahiki. Tercera subcultura con poderes limitados. Son cosechadores enviados para recuperar objetos y criaturas para sus señores. En este caso… tú.
—¿Cómo han inmovilizado a Caleb y Alex?
Debajo de la fotografía, apareció otra imagen. Esta era un pequeño medallón sumamente adornado. Una vez más, aparecieron palabras. Estrella de Ishtaryn. Kryptonita para demonios. Debilitará y apresará a cualquier demonkyn con el que entre en contacto, lo cual incluye a mestizos como tú.
Y tampoco es bueno para los weres.
El libro tomaba alguna actitud seria.
—Entonces ¿qué debo hacer? —preguntó Nick.
La sangre se arrastró a la página opuesta.
Cuando todo está dicho y todo está hecho,
La mejor cosa que puedes hacer ahora es correr.
“Correr” aparecía en gigantes palabras irregulares. Nick cerró de golpe el libro, se lo metió en el bolsillo, e hizo exactamente lo que decía. Salió de la tubería y vaciló cuando vio los restos de la camioneta de Bubba. Por favor no estés muerto.
Apenas tuvo tiempo de finalizar ese pensamiento antes de que los demonios le vieran y cambiaran de dirección. Con un grito, se volvieron como una bandada de pájaros y fueron por él, batiendo las alas. Él contrajo la espada y se la metió en el bolsillo. Con la cabeza baja, corrió con todo lo que tenía.
Durante varios minutos pareció sacar ventaja.
Entonces, justo cuando estaba seguro que había escapado, cayeron y le empujaron fuertemente. El movimiento le lanzó hacia delante, al suelo. Nick gritó cuando el hombro y brazo golpearan el suelo. El dolor era tan fuerte que por un momento, pensó que se le había salido.
¡Corre! La palabra gritó a través de su mente. Se impulsó hacia arriba, pero los demonios le golpearon una y otra vez por la espalda. Esta vez, le apuñalaron con las garras repetidamente hasta que el dolor le abrumó.
No te desmayes. No te atrevas.
Pero era demasiado tarde. Ya se le estaba oscureciendo la visión. La última cosa que vio fue la camioneta de Bubba estallando en llamas y explotando.
Entonces todo se volvió negro.
Nick se despertó con el peor dolor imaginable golpeándole a través del cráneo. Se sentía como si alguien le estuviera desgarrando el ojo derecho. Como algo podía doler tanto y no matarle, no podía imaginarlo.
Entonces oyó el débil sonido del llanto de un niño. Parpadeando al abrir los ojos, se dio cuenta que estaba yaciendo boca abajo en el frío suelo de tierra de una celda muy pequeña. El llanto provenía de un niño de alrededor de diez años de edad que estaba sentado en una esquina con las piernas apretadas contra el pecho. Sus ojos marrones nadaban en lágrimas mientras sollozaba sobre sus rodillas.
—Shhh —susurró Nick. No quería que el chico estuviera alterado. Pero más que eso, no quería que el sonido le resonara en la cabeza.
El chico levantó la vista mientras sorbía las lágrimas.
—¿Vas a hacerme daño?
Nick comenzó a decirle que solo lo haría si seguía llorando, pero afortunadamente se contuvo antes de traumatizar aún más al niño.
—No. ¿Eres el hermano de Madaug?
—¿Conoces a Madaug?
—Sí.
—¿Está bien?
Nick hizo una mueca mientras más dolor le constreñía el cráneo.
—No tengo ni idea. ¿Le has visto?
Asintió.
—Lo trajeron aquí cuando se llevaron a mi mamá. Entonces me encerraron aquí y no han vuelto. Tengo tanto miedo.
—Todo irá bien. —Al menos Nick esperaba no estar mintiendo al niño.
—Eso no es lo que me dijeron. Me dijeron que iban a comerse mis sesos.
—Nah. Sólo los hermanos mayores hacen eso.
El chico se echó a reír.
—Mi nombre es Ian. ¿Quién eres tú?
—Nick.
—¿Puedes sacarnos de aquí?
Nick miró a su alrededor. La habitación no parecía tener una puerta o algo por el estilo, lo cual significaba que no, que no podía. Pero no quería decirle eso al chico.
—¿Cómo llegamos aquí?
Ian señaló la pared a su izquierda.
—Una puerta aparece justó ahí cuando desean entrar o salir.
Nick se levantó y buscó un interruptor, trampilla o algo. Pero todo lo que vio fue la pared.
Se lo figuraba.
Sacó el teléfono móvil y trató de llamar a Kyrian. Gran sorpresa, no funcionaba. Pero al menos, aun tenía el libro y la daga. No estaban completamente indefensos.
Sin embargo se sintió completamente derrotado cuando la magnitud de su situación le golpeó fuertemente. ¿Cómo no hacerlo? Todo había ido mal esta noche. Bubba y Alex estaban muertos. Tabitha, Eric y Mark probablemente también estaban muertos. Y Simi y Caleb.
Nadie, incluyéndole, sabia donde estaba.
¿Qué voy a hacer?
No veía salida a esto.
—¿Ambrose? —llamó, tratando de convocar a su tutor.
No hubo respuesta.
—Amigo, vamos —gritó a Ambrose—. Has estado apareciendo toda la noche. ¿No puedes venir la única vez que realmente quiero verte?
Por supuesto Ambrose siguió sin contestar, porque, de nuevo, eso sería demasiado fácil.
Nick suspiró de frustración. No era así como se había imaginado acabar el día. Sin embargo, aquí estaba a punto de ser comido por demonios o convertido en zombi.
¿Quién va a cuidar de mi mamá ahora?
Esa ola de desesperanza le atravesó sólo para ser sustituida por una de cruda determinación al pensar en que su madre quedara indefensa. No caería por algo como esto. Quejándose en el suelo como el niño frente a él. Había sobrevivido a demasiado como para solo caer y morir como alguna rubia tonta barata de una película de terror.
Oh no. Él era Nick Gautier. Un chico nacido de pie y respondón. Nadie conseguía lo mejor de él y que le condenaran si iban a empezar ahora.
Si lo que Ambrose le había dicho era cierto, tenía poderes en su interior. Poderes que debía ser capaz de usar. Todo lo que tenía que hacer era encontrar la manera de aprovecharlos.
Sacando el libro, utilizó el conjuro de sangre de nuevo.
—¿Cómo puedo salir de aquí?
Ian se deslizó hacia delante para ver lo que estaba haciendo, pero no dijo nada mientras miraba. La sangre se arremolinó alrededor de la página hasta que respondió a la pregunta de Nick.
Aquí estas y aquí te quedaras,
Hasta que aprendas un camino mejor.
—Uh, hemoglobina, un poco de claridad sería agradable. ¿Podrías ser un poco mas especifica?
Nacido de tiempo. Nacido de espacio.
Primero debes encontrar tu lugar.
—¿Puedo conseguir un sí o un no de ti? ¿Vas a decirme como salir de aquí o no?
Si o no, no me corresponde decirlo a mí.
Más bien la respuesta para ti es que busques.
Nick frunció los labios de disgusto ante las crípticas respuestas.
—Oh, chúpala.
Chupar y soplar dices.
Pero no soy el que está atrapado sin salida.
La ira estalló en su interior.
—Déjame a mí encontrar al único libro conocido que hable con descaro a su propietario. —Gruñendo con agravió, lo cerró de golpe y lo estrujó.
Ian frunció el ceño.
—¿Qué estás haciendo?
—En este momento, desear poder quemar un libro. —Se calentó en la mano hasta el punto que fue realmente doloroso sostenerlo—. ¡Alto! —le espetó a aquello.
Se enfrió.
Nick se pasó la mano por el pelo. ¿Cómo usó esos poderes?
Cerrando los ojos, se concentró como hacía para hacer su daga más grande y larga.
Nada.
Excepto que el dolor de cabeza empeoró. Mucho peor. Esto es inútil.
—Vamos a morir, ¿verdad? —preguntó Ian.
Nick negó con la cabeza.
—No, Ian, no lo haremos. Te mantendré a salvo. Lo prometo.
—¿Qué pasa si no puedes?
—Amigo, ten un poco de fe. ¿De acuerdo?
Sorbiéndose las lágrimas, asintió.
Nick siempre se había preguntado como seria tener un hermano o una hermana. Podía ver hasta donde podrían sacarle de quicio, pero la manera en que Ian le miró como si fuera un héroe…
Un tío podría acostumbrarse a eso. Y le hizo tener ganas de ser digno de esa mirada.
La puerta en el lado de la pared se abrió. Nick se puso entre Ian y la alta figura siniestra que entró por la puerta recién creada.
Ladeó la cabeza mientras les miraba a él e Ian.
—¿No estáis satisfecho con vuestra ofrenda?
Nick se quedó perplejo por la pregunta.
—¿Qué?
El borrón negro señaló a Ian.
—¿No le encontráis de vuestra satisfacción, mi señor?
—¿Satisfacción para qué?
Otra figura dio un paso rodeándole. Esta era una pequeña mujer diminuta de piel morena oscura. Parecía un hermoso ángel.
—Vuestro sacrificio humano. Pensamos que a estas alturas ya lo habríais devorado.
Los ojos de Ian se desorbitaron mientras daba un paso alejándose de Nick.
—No voy a lastimar al niño.
Ellos parecían tan desconcertados como se sentía él. ¿Estaban locos?
Una risa malvada ondeó en el aire que le rodeaba.
—Retiraos, hijos míos. Todavía no es nuestro Malachai. Nuestro embrión sigue pensando que es humano. Pero aprenderá. Ahora traédmelo.
Ian comenzó a llorar.
Nick se negó a irse sin él.
—No le voy a dejar aquí solo. Tiene miedo.
La hembra frunció el ceño.
—¿Qué os importa?
—Me importa mucho. —Nick le tendió la mano a Ian, que la tomó y la apretó fuerte.
—Dejadle traer a la pequeña criatura —dijo el borrón—. No hay mal en ello.
—Muy bien. —La mujer dio un paso atrás—. Si me seguís.
Nick obedeció y el borrón cayó tras ellos mientras la mujer abría el camino por un pasillo húmedo que le recordó a una antigua fábrica.
—¿Dónde estamos?
—Eso no es importante. —Abrió la puerta y se apartó para dejarlos a Ian y a él entrar primero. Nick vaciló. Mirando a su alrededor, se aseguró que no había una amenaza inmediata antes de adelantarse.
Dentro había una gran sala que definitivamente pertenecía a un almacén. Las paredes verdes oxidadas habían visto años mejores. Había polvo, telarañas y vidrios rotos por todas partes.
Pero eso no era lo importante.
Eran Madaug, su madre, Eric, Tabitha y Stone, que estaban todos encerrados en una jaula.
—¡Mamá! —Ian corrió hacia su madre para abrazarla a través de los barrotes.
Nick sabía que no debía sentirse muy aliviado al ver a los tres demonios que parecían estar a cargo. Reconoció a la mujer del callejón y a los dos hombres que habían estado con ella. Ahora en forma humana, estaban vestidos de cuero. Los hombres de negro y la mujer de brillante rojo sangre.
Su pelo rubio estaba peinado hacia atrás apartándolo de la cara mientras se acercaba a él lentamente como un depredador.
—Siempre eres una sorpresa.
Él no sabía lo que significaba, pero estaba bastante seguro que no era una buena cosa.
—¿Qué está pasando aquí?
Ella hizo un gesto a la pared a su derecha, donde había un gran monitor y un juego en pausa.
—¿Conoces el poder de este juego?
—Conozco el poder de todos los juegos. Son hipnotizantes. —Su mamá los llamaba chupadores de tiempo debido a que una vez que comenzabas a jugar, el concepto humano del tiempo se ralentizaba. Lo que parecían cinco minutos jugando equivalían a una hora de tiempo real. Incluso Menyara los había llamado instrumento del mal.
En este caso, podría tener razón.
Nick vio la mirada aturdida en las caras de Tabitha, Madaug y Eric.
—¿Qué les has hecho?
—Ellos son los que jugaron. —Ella sostuvo el mando hacia él—. ¿No quieres unirte a ellos en el juego y vencer su puntuación más alta?
El borrón puso su mano sobre el hombro de Nick y le empujó hacia la mujer. De repente, se sentía atrapado. Acorralado.
Era una sensación que siempre había odiado. Y una que encendió su ira.
Ella quitó la pausa del juego.
—Míralo, Nicholas.
Nick trató de alejarse, pero el borrón le agarró y le forzó a hacerle frente. Cerró fuertemente los ojos. El borrón le agarró por detrás y le obligó a abrir los parpados hasta que no tuvo más remedio que mirar.
Con la respiración entrecortada, Nick luchó tan fuerte como pudo, pero era inútil.
Antes de siquiera darse cuenta de lo que estaba haciendo, estaba mirando al personaje central, un hombre rubio vestido con un largo abrigo suelto, ejecutando a un ejército de zombis en un antiguo cementerio mientras la misión del juego se desplazaba por la pantalla. El impulso de jugar radiaba a través de él hasta que no tuvo más remedio que obedecer.
En un mundo donde un antiguo mal ha sido desatado, solo hay una esperanza para la humanidad.
Tú.
Tu misión es combatir a los zombis, humanos que han sido convertidos en asesinos sin mente, a través del cementerio hasta las antiguas catacumbas donde un elixir fue ocultado hace mucho tiempo por una bella princesa. Recoge los elementos de protección y armas a lo largo del camino hasta que seas virtualmente indestructible.
Tu ingenio y destreza son las únicas cosas que no pueden ser quitadas. Pero ten mucho cuidado. Incluso los más cercanos a ti pueden ser cambiados y se volverán contra ti mientras luchas. La única manera de aumentar tus poderes es comerte los corazones de tus enemigos y desechar a tantos como puedas. Tus puntos de experiencia aumentarán considerablemente la potencia de tus golpes.
Buena suerte, guerrero.
Que los dioses antiguos estén contigo.
Las luces del juego destellaban, fascinándolo. Nick luchó para estar alerta a todo lo que le rodeaba, pero no podía concentrarse en otra cosa que el personaje principal. Era como si ellos dos fueran uno. Como si fuera Necodemus el Nigromante luchando a través de un ejército cada vez mayor de zombis.
Cada asesinato le daba un corazón o un arma para recoger. Cada asesinato le acercaba más a las catacumbas…
—Eres nuestro —le susurró una voz en el oído.
Nick se sintió caer en una niebla. Completamente inconsciente de todo lo que le rodeaba, jugó al juego. Era como si estuviera de pie al borde de un precipicio que le permitía ver con claridad hasta el infinito. El tiempo se ralentizó e inclinó, el universo le susurraba secretos.
Y con cada muerte se sentía más poderoso.
Más invencible.
Eres el Malachai. Esas palabras fueron susurradas en su mente mientras las imágenes le asaltaban. Imágenes de él derribando a sus enemigos. De cada matón, cada Stone y señor Peters en su vida recibiendo exactamente lo que se merecían. No la muerte, eso sería demasiado amable para su clase especial de brutalidad, algo peor. Mucho, mucho peor.
Se volvieron hacia él. Eran los que se habían burlado y reído de él, le habían menospreciado, y hecho sentir como si fuera menos que nada.
Todos y cada uno de ellos. Cada insulto. Cada comentario sarcástico y mirada. Fueron devueltos a todos diez veces.
Le rogaron por clemencia mientras les daba la misma cantidad que le habían dado en su vida.
Ninguna en absoluto.
Toma eso, chupa escoria escaqueada. Comete tus palabras y tu crueldad. Ahógate en ella y muere.
—Es nuestro ahora —anunció la líder mortent—. No fue hecho por el mal, sino dado a luz por la crueldad humana. —Ella le entregó a Nick una espada—. Ahora toma tu venganza sobre los que se burlaron de ti. Mátalos y comete sus cerebros.
Nick se volvió hacia Stone, cuyos ojos eran grandes y llenos de terror. Cada comentario desagradable e insulto que alguna vez le hubo dado a Nick se le reproducía a través de la cabeza ahora. Directamente a Stone consiguiendo que le expulsaran del equipo. A Stone tratando de que le expulsaran de la escuela…
Gritando de indignación, Nick corrió hacia el cerdo para poder destriparlo de una vez por todas.
[1] Personajes de “El mago de Oz”.
[2] El Shar Pei es una raza china de perros de la que existen noticias desde aproximadamente el año 206 a. C. También fue el animal símbolo de la dinastía Han.
[3] Los pájaros es una de las películas más conocidas del director británico Alfred Hitchcock. Está basada en un relato titulado The Birds, de Daphne du Maurier. Fue nominada al Oscar a los mejores efectos especiales. Esta película es diferente de las precedentes por la ausencia de música, que suele servir de instrumento al suspenso Hitchcokiano
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