jueves, 8 de marzo de 2012

BOSH cap 13

Los probers eran pequeños dispositivos de escaneo electrónico que buscaban organismos vivos e informaban a las fuerza de asalto. Desideria no tenía ninguna duda de que ella y Caillen eran los objetivos de éste. Si ese trasto recogía el menor rastro de su presencia, los Andarions caerían sobre ellos como un enjambre.
Muévete lentamente, le gesticuló Caillen con la boca. Ponte contra la pared.
Ella hizo exactamente lo que le dijo. Se centró en calmar los latidos del corazón para evitar aterrorizarse. Cualquier pequeño sonido podría ser detectado…
Incluso su respiración.
El tiempo se ralentizó como un caracol artrítico antes de que el prober finalmente se retirara.
Ella comenzó a moverse, pero Caillen le hizo una leve señal para que se detuviera.
Efectivamente, otro prober apareció desde el suelo y escaneó durante varios minutos más. Sólo después de que se fuera Caillen avanzó poco a poco de vuelta hacia ella. Se mantuvo entre ella y la entrada de la cueva, escudándola. Estaba tan cerca que ella podía sentir su calor corporal.
—¿Estamos seguros? —le susurró ella al oído.
—Lo sabremos en unos minutos. —Su aliento le cosquilleó la piel de la mejilla y su calor la recorrió calmándole los alterados nervios.
Estaban detenidos uno junto al otro, esperando. Y no se perdió el detalle que él la protegía con su cuerpo. Aunque no sabía si lo hacía por costumbre o a propósito. Sí, ella podía cuidarse por sí misma, pero encontró que sus acciones eran dulces e inesperadas.
Por encima de todo, las encontró extrañamente encantadoras.
Caillen bajó la mirada sobre Desideria para asegurarse que no era presa del pánico.
Definitivamente no lo era. Sus labios estaban entreabiertos mientras miraba fijamente hacia la entrada. Pero eso no fue lo que captó su interés. Fue la profunda hendidura entre sus pechos. Su top era tan apretado, que los levantaba hasta el punto que parecía que el más leve suspiro los haría desparramarse.
Suspira, cariño, suspira.
Por desgracia, no lo hizo. Maldita sea. Le gustaría poder disfrutar de algo bueno después de la carga de mierda que lo había asaltado hoy. Incluso si eso significaba que los Andarions los encontraran y tuvieran que luchar por una escapatoria.
Algunas cosas valían la pena.
Y tenía la sensación que verla desnuda era definitivamente una de esas cosas.
Sólo probarla un poquito…
Desideria se puso rígida cuando se dio cuenta que Caillen tenía la cabeza casi enterrada en el pelo.
—¿Me estás oliendo?
Su cálida, baja risa le hizo sentir escalofríos.
—Prefiero decir que estoy admirando tu perfume, pero sí, supongo que se podría decir que estoy oliéndote y hueles muy bien.
Normalmente, eso la cabrearía. En cambio, se sentía excitada por el gesto. O tal vez sería más exacto decir que estaba excitada por su presencia. Incluso vestido como una criatura fantasmagórica, era sexy. Sólo Caillen podría conseguir ese aspecto. Y ella tenía una extraña curiosidad sobre cómo sentiría sus colmillos raspándole la piel.
Como si pudiera escuchar sus pensamientos, hundió la cabeza más cerca de la de ella. Pero antes de que pudiera hacer contacto con sus labios, una voz sonó fuera.
Desideria escuchó con atención. Nada le era ni remotamente familiar. Ni una sola sílaba.
—¿Qué están diciendo? —le susurró al oído de Caillen.
Él le puso un dedo suavemente contra los labios mientras escuchaba. Esa sensación la hizo estremecer y preguntarse cómo habría sido besarle. No deberías sentirte atraída por él.
Sin embargo, lo estaba...
Él no se movió hasta que la voz fue a la deriva y ya no la oyeron. Cuando habló, le susurró bajo en el oído, aumentando aún más los escalofríos por todo su cuerpo.
—Están llamando a los animales de búsqueda que podrán sentir nuestro olor. Tendremos que salir de aquí.
—¿Y a dónde?
—Dondequiera que haya algo para enmascarar nuestro olor. —Él se alejó de ella para recuperar su mochila—. Necesitaremos una historia encubierta si nos cruzamos con los nativos. Usaré el alias Dancer Hauk. Llámame Hauk cerca de otras personas.
Ella frunció los labios por la elección de su alias. Qué nombre tan estúpido. Sin duda eso conseguiría que les atraparan más rápido, no su apariencia.
—¿Dancer Hauk?
Él levantó las manos en señal de rendición.
—Créeme, sé que el nombre es de chiste. Pero es alguien real y es Andarion. Con un poco de suerte, conocerán el nombre y no la cara. Y si tenemos mucha suerte, habrán oído hablar de su temible reputación, lo que nos dará algo de prestigio. —Se colgó la mochila al hombro—. Y si alguien le ha visto la cara… nos ocuparemos cuando pase. Sólo espero que podamos tomarnos un respiro en algún momento.
Se quedó boquiabierta por la forma en que él se movía en la oscuridad. Pies ligeros, con los movimientos fluidos de un bailarín entrenado, recogió la varilla de luz y la apagó antes de deslizarla en el bolsillo. Era obvio que éste era su hábitat natural, ocultándose de los enemigos... no viajar a bordo de una nave llena de aristócratas.
En segundos, él eliminó todo rastro de su presencia para después rociarles con algo que ella asumió les enmascararía el olor a los animales. Él le hizo señas con el dedo para que le siguiera. En la apertura, quitó los espejos, los metió en la mochila y la condujo de vuelta al bosque. Roció más del contenido de la botella, pero ella no pudo detectar nada del producto.
—¿Qué es eso? —preguntó.
Aquibrade.
Lo dijo como si ella debiera saber de lo que hablaba. Para ella era un galimatías.
—¿Y es…?
—Feromonas erackle.
Su cabeza comenzaba a dolerle por tanto vocabulario desconocido.
—¿Qué es un erackle?
—Uno de los animales más feos que jamás verás. Pero segregan un olor que si lo huele otro animal les jode las glándulas olfativas durante días. Un tufillo y no podrán encontrarnos.
—¿Y si nos empapamos con él?
Él le dio una sonrisa encantadora.
—Podríamos, pero si nos topamos con un erackle, trataría de aparearse con nosotros. Confía en mí, no sería un bonito espectáculo.
Sí, pero así no tendrían que preocuparse.
—¿Los tienen por aquí?
—No tengo ni idea. —Él le entregó la botella—. Si estás dispuesta a arriesgarte, estoy preparado para grabarte y ganar un montón de pasta con el vídeo.
Ella lo miró.
—No eres gracioso.
—No trato de serlo. Simplemente un empresario oportunista en el sentido más puro de la palabra.
Ella se mofó de su tono ligero mientras se aseguraba de mantener la voz en un susurro al igual que él.
—¿Cuántas hermanas dijiste que tenías?
—Tres. ¿Por qué?
—¿Cómo te dejaron vivir tanto tiempo?
Él se señaló la cicatriz en la cabeza.
—Te aseguro que no faltaron ocasiones en que trataron de matarme. Soy muy resistente.
Ella lo siguió por encima de un árbol caído.
—Eso parece.
Él se deslizó algo en el oído mientras la conducía por la espesa maleza, demasiado crecida, en lo profundo del bosque.
Ella le hizo un gesto hacia el oído.
—¿Qué es eso?
—Un amplificador de sonido, así que por favor no grites ni hables alto. Me sacarías un tímpano.
Lo que sería malo. Lo último que necesitaba era que él se desplomara, ya que no podía mostrar su cara en este planeta sin que les encarcelaran o comieran. Ese pensamiento la hizo apretarse más la capa mientras corría para mantener el paso de sus largas zancadas.
—¿Eso es lo que tratabas de decirme antes con esos gestos de la mano?
Sujetando una rama, él se detuvo para dejarla pasar.
—¿No conoces el lenguaje por señas de la Liga?
—Nunca he oído hablar de ello.
Él negó con la cabeza mientras volvía a retomar la delantera.
—Es el lenguaje de señales que hacen con la mano los soldados y asesinos para comunicarse cuando están en una misión.
Eso explicaba por qué nunca lo había visto antes, pero no cómo lo sabía él.
—¿Estabas en la Liga?
Él soltó una carcajada e inmediatamente bajó la voz.
—No. Lo aprendí para saber qué decían mientras intentaban capturarme.
Eso se ponía interesante. ¿Qué tipo de criminal era?
—¿Qué hacías exactamente antes de que tu padre te encontrara?
—Sobrevivir, princesa. La mayoría de los días sólo por los pelos.
Abrió la boca para pedirle más detalles, pero antes de que pudiera hacerlo, él señaló hacia arriba. Ella siguió la línea para ver el aerodeslizador acercarse.
¿Por qué no se daban por vencidos?
Pero eso no fue lo que le preocupó. Fue la nave y la ráfaga de disparos anaranjados que cruzaron las nubes. Ella vio con horror como la nave se desintegró y luego cayeron escombros en llamas a su alrededor.
Oh, Dios santo. El asesino había encontrado el lugar del accidente y se estaba preparando para una revancha.
Caillen la tomó del brazo y la condujo hacia una pequeña abertura recortada en un gran árbol. Él se apretó contra ella mientras el área de alrededor era salteado generosamente con fuego.
—Parece que nuestro amigo decidió unirse a la fiesta.
Desideria hizo una mueca cuando la corteza le cortó la espalda.
—¿Crees que él o ella se sentirá ofendido si anulamos la invitación?
—Bueno, ya que su cariñoso regalo ha sido churrascar un aerodeslizador Andarion, creo que estarán muy cabreados. Seguro que querrán zurrarnos.
Ella puso los ojos en blanco por su sarcasmo.
—¿Llevas algún arma en la mochila?
—Ni una.
Ella se sorprendió. Él había estado tan preparado para todo lo demás. ¿Qué clase de loco no tiene al menos un arma a mano?
Él le guiñó un ojo al abrirse la cremallera de la chaqueta para mostrar el arsenal atado a su cuerpo.
Ahora estaba asombrada, especialmente dada la proximidad que había tenido su cuerpo durante las últimas horas.
—¿Cómo no las he notado?
—Estoy acostumbrado a llevarlas. Y no serían útiles si un carterista o frotteur pudiera notarlas.
Estupendo, otra palabra que no conocía.
—¿Frotteur?
—Alguien que consigue placer sexual frotando el cuerpo con otro. —Él le chasqueó la lengua—. Frottisse es la versión femenina. Eres libre de hacerlo conmigo cuando lo desees. Te prometo que no me importará ni un poquito.
¿Cómo podía siquiera pensar en sexo cuando les estaban disparando? El hombre estaba completamente loco. Y aun así, estaba impresionada.
—Para haber crecido en las calles, tienes un vocabulario increíble.
—Tengo que agradecérselo a mi hermana Tessa. A diferencia de mis otras dos hermanas y de mí, a ella le gusta insultar a la gente, así no se dan cuenta que está siendo cruel. De ahí la frase favorita de Kasen, «Voy a grabarte Tess en el culo y te insultará tanto que te sangrarán los oídos».
Ella se echó a reír a pesar del peligro.
—Tus hermanas parecen… interesantes.
—Es una forma educada de decir que están completamente majaras. Pero está bien. Yo perdí la cordura hace mucho tiempo.
El caza les sobrevoló otra vez. El sonido del motor era tan fuerte que Caillen se sacó el amplificador del oído. Soltó un agudo suspiro por no poder recoger los sonidos del ambiente.
Maldita sea.
Desideria levantó la vista al caza que volvió a abrir fuego como si el piloto supiera dónde estaban.
—No tendrás algo para dispararle, ¿verdad?
—Puedes probar tu teoría de los zapatos, pero creo que sólo conseguiríamos que nos cayeran en la cabeza y tuviéramos una conmoción. Y ya hemos tenido bastantes lesiones en la cabeza por un día. Lo que llevo no es tan fuerte. Ahora, si se acerca mucho, puedo sacarle un ojo.
—¿Qué pasa contigo y con esa manía de sacar ojos?
—Otra cosa que me pegaron mis hermanas. Nunca pelean limpio, especialmente Tess. —Él levantó la mano a la mitad tórax—. Y tiene esta altura. Una fiera peligrosa. Me recuerda a ti.
—Me siento ofendida.
—No lo estés. Admiro a las mujeres fuertes... casi siempre. —Maldijo cuando el caza volvió a pasar y dejó caer una bomba de humo sobre el terreno—. No respires.
Lo hizo sin dudar, mientras él sacaba dos máscaras pequeñas de la mochila y le entregaba una. Tosiendo, ella se cubrió el rostro. Los ojos le quemaban.
—¿Cómo saben que estamos aquí?
—No creo que lo sepan. El piloto está volando en un radio muy amplio. El bastardo sólo espera tener un golpe de suerte. —Él ajustó el GPS de la muñeca—. Tenemos que salir de aquí antes de que nos localice.
—¿Hasta dónde tenemos que ir?
Caillen tosió dos veces antes de contestar.
—La ciudad más cercana está a un trecho. Pero hay suburbios alejados del centro y no podrá volar por encima. Tarde o temprano vendrá otra patrulla Andarion y lo cogerán. —Extendió el brazo para que ella pudiera ver las fotos del satélite en el cronómetro de la ciudad más cercana.
Ligeramente retirada, las casas eran bastante avanzadas para una colonia.
—¿Estás seguro de dónde estamos?
—Sí. Creo que esa ciudad que tenemos a la vista debe ser donde viven los gobernadores y políticos locales. No es buena cosa si nos pillan, pero si podemos llegar y dormir algo, estaremos seguros hasta mañana.
¿Ahora se ponía optimista? Eso era casi más aterrador para ella que el asesino bombardeando el bosque a su alrededor. Ella señaló hacia el caza que les volvió a sobrevolar.
—¿Qué pasa con nuestro amigo?
—Cuando lleguemos a la ciudad, tendrá que aterrizar y entonces tendrá el mismo problema con las autoridades que nosotros.
—Espero que tengas razón.
—Yo también. Y si me equivoco... Bueno. Sólo hay un asesino al que no podría ganar, pero Nyk no está aquí. Los demás, son sólo prácticas de tiro.
Ella puso los ojos en blanco otra vez por el ego en esas palabras.
—Vaya arrogante.
—En realidad no. Sé que soy el mejor en una pelea. Es un hecho. Así de simple.
Sí, claro.
—Seguro que has perdido algún asalto.
—Sólo cuando no trataba de ganar. Nunca he perdido una pelea o batalla contra un enemigo cuando tenía importancia. Nunca. —Con esas palabras, se distanció del refugio como si desafiara al caza a dispararle.
Lo observaba en un tenso silencio mientras él probaba la seguridad. Una vez que estuvo seguro de que el caza no podía verlo, le indicó que se le uniera. Sólo había dado cuatro pasos cuando oyó una nueva serie de motores que les sobrevolaban. Alzando la vista, vio varias naves Andarion que perseguían a su «amigo».
Nunca había visto un espectáculo más agradable. Pero eso provocó que Caillen acelerara el ritmo.
—Tenemos que alejarnos todo lo que podamos mientras están distraídos.
No podía estar más de acuerdo.
Los dos corrieron durante tanto tiempo que ella perdió la cuenta de la distancia que habían recorrido. Los pulmones le dolían y las piernas comenzaron a protestar. Sin embargo Caillen corría con una resistencia que era tan frustrante como impresionante.
No puedo creer que no pueda mantener el ritmo.
Pero su orgullo no le permitió reducir la velocidad. Por los dioses, que seguiría corriendo hasta caer muerta. Y en ese momento, realmente, realmente sentía que lo haría.
¿Cómo podía él seguir corriendo con la pierna herida? ¿Cómo? Sus heridas palpitaban y dolían hasta el extremo que creía que se desmayaría. Lo único que deseaba era acostarse. Sólo por un minuto.
Y continuaba corriendo… Arg, podría matarlo. Estaba tentada a pegarle un tiro para detenerle.
Caillen rechinaba los dientes, con cada paso sentía una ola de feroz dolor atravesarle. Maldita pierna. Quería gritar por ese brutal dolor, pero estaba acostumbrado a sufrir. Había tenido heridas peores. Aunque por el momento, le costaba recordar alguna ocasión en su vida que le hubiera dolido tanto. Pero estaba seguro que las hubo.
Lo único que lo mantenía activo era saber que su padre y Desideria morirían si no lo hacía.
Volvió la vista por encima de su hombro para ver cómo estaba.
Ella avanzaba al mismo ritmo a una corta distancia, aunque tenía el rostro pálido. Los rasgos tensos. Mierda. Parecía a punto de vomitar. Bajando la velocidad, dejó que lo alcanzara.
—¿Estás bien?
Sus ojos brillaron con orgullo cuando jadeó para tomar aire.
—Por supuesto.
La indignación y el desafío en esas palabras le hicieron sonreír. Él se dejó caer a cubierto para que las naves no pudieran verlos si pasaban.
—Nos tomaremos un respiro durante un momento.
—Si lo necesitas...
Él hizo una mueca cuando su orgullo masculino se encabritó y le pidió que se lo hiciera pagar. Sí... su parte malvada estaba desesperada por hacerla correr hasta que echara las tripas. Pero no sería tan cruel.
No por ahora.
Sacó una botella de agua y se la entregó. No hubo gratitud en los ojos ni alivio cruzando sus facciones. Sin embargo, lo miró como si fuera un héroe y algo hizo que su polla y estómago se sacudieran. Ninguna mujer, excepto sus hermanas, nunca le había hecho sentirse así.
—Gracias —dijo ella, aceptándola. Sus manos temblaban mientras intentaba abrirla.
—Dame —él extendió la mano para que se la devolviera.
Ella vaciló antes de acceder. Él pudo ver que no estaba acostumbrada a dejar que nadie la ayudara.
Hizo saltar la tapa y en esta ocasión cuando la cogió su mano rozó contra la de él en la más tierna de las caricias. Durante el desliz de un latido, quiso cogerle la mano entre las suyas y besarle los suaves nudillos y decirle que todo se solucionaría.
Estoy loco. Tenía un dolor insoportable. Estaban en medio de una persecución y en todo lo que podía pensar era en lo adorable que se vería con la piel brillando de sudor. En lo bien que le quedaban las sucias tiras y el pelo azotado por el viento.
Sí, debo haberme golpeado la cabeza más duro de lo que creía. Las mujeres no le habían causado más que problemas.
Apartando esos pensamientos, sacó una botella que había abierto antes y se la terminó.
Desideria bebió un sorbo de agua lentamente mientras Caillen se tragaba la suya tan rápido que estaba sorprendida que no le cayera mal. Él sacó un trapo de la mochila y se secó el sudor de la frente. Ella no supo por qué, pero sintió el repentino deseo de hacerlo por él.
—¿Cuánto crees que falta? —preguntó ella, tratando de distraerse.
—Unos kilómetros.
Ella se forzó a no quejarse en señal de protesta. Puedes hacerlo. Al menos eso esperaba.
—¿Crees que los Andarions cogieron a nuestro asesino?
Caillen se encogió de hombros.
—Espero que sí, pero con mi suerte, seguro que el hijo de puta volverá a acosarnos cuando menos lo esperemos.
Ella tomó otro trago de agua.
—¿Tan mala es tu suerte?
Él soltó una risa sarcástica.
—Mi suerte es materia de leyendas. Lo malo de ella es que si hicieras un estudio de su frecuencia, dirías que es imposible tenerla. Y, sin embargo, tengo los dados bajo mi control cuando tengo la oportunidad. Estadística anómala y todo ese rollo.

Ella negó con la cabeza mientras él se adelantaba a un ritmo mucho más lento. Él continuó guiándola por un espeso parche de bosque. No hablaron mucho durante las siguientes horas mientras se abrían paso hacia el barrio de clase alta del mapa.
En el momento en que se acercaban a las casas, era casi de noche. A ella le dolía el cuerpo todavía más, estaba agotada y hambrienta. A pesar de que a Caillen las heridas en la pierna tenían que dolerle incluso más, ni siquiera se quejó.
Él se detuvo a las afueras del patio de una casa cuya parte trasera estaba oculta de la carretera y de sus vecinos por un seto gigante. El interior estaba completamente oscuro y parecía estar desocupado. Pero, por supuesto, sólo había una manera de saberlo con seguridad.
Uno de ellos tendría que entrar y comprobarlo.
Caillen le guiñó un ojo.
—Ánimo, princesa. Dentro de poco podremos descansar. Voy primero. Si entro y no me atrapan, te haré una señal.
Ella asintió con la cabeza a pesar de que no le gustaba la idea de forzar la entrada de ningún sitio. En cualquier otro momento, se habría negado. Pero se trataba de circunstancias especiales y, a veces había que hacer cosas que no se querían para proteger a los seres queridos. Su madre lo apreciaría.
Caillen se detuvo junto al vallado y dudó por un momento al ver el cansancio en los ojos de Desideria. Durante la última hora, había esperado que ella se derrumbara y dejara que la llevara. Era una prueba de su fuerza que ella no sólo continuara, si no que mantuviera el mismo ritmo que él sin quejarse. Si alguna vez hubo una mujer que podía cuidarle la espalda, era ella. Pero sabía que no debía cometer ese error. En su mundo, los hombres eran una propiedad y nadie jamás sería su dueña.
Él le entregó otra botella de agua y le apretó la mano para darle ánimos antes de dirigirse rápidamente al vallado del patio para acercarse a las dependencias de la casa. De unos cuarenta metros cuadrados, parecía una unidad de almacenaje típica. Aunque la casa parecía vacía, no estaba dispuesto a arriesgarse. Incluso vacía, podría tener algún sistema de seguridad y estaba demasiado cansado para romperse los cascos tratando de desactivar cualquier alarma. Sólo quería estirarse un poco y descansar.
Esperando que el edificio exterior no tuviera una cámara o que estuviera conectada por control remoto, dejó la protección del vallado para llegar hasta la puerta trasera. Forzó con una ganzúa la cerradura electrónica para deslizarse dentro.
Por suerte estaba vacía aparte de unas pocas herramientas y un montón de sacos de semillas. Por desgracia, estaba tan desnuda que no había nada que les diera cobertura si alguien entraba. Maldita sea. Echó un vistazo alrededor y al final vio una zona diminuta, que servía de buhardilla, sobre su cabeza, que podría servirles como protección.
Agradecido por los pequeños favores, se dirigió a la puerta y le hizo una señal a Desideria.
Ella acababa de dejar la cubierta de los árboles cuando una luz cruzó el patio.
Caillen maldijo.
Desideria se lanzó de golpe contra el suelo y no hizo ni un movimiento. Durante varios segundos ninguno de ellos respiró esperando ser descubiertos.
Pero la luz no volvió.
Él escuchó con su amplificador y no oyó nada. Suponiendo que no había peligro, volvió a hacerle la señal.
Ella se puso en pie y corrió tan rápido que apenas la vio antes de que se lanzara sobre él. El impacto de su cuerpo les hizo caer dentro del edificio. Eso le hizo apreciar lo que necesitaría para derrotarla en combate. Ella podría ser pequeña, pero era fuerte y maciza.
Él estaba tumbado de espalda, mirándola fijamente.
—Ya sabrás que esto sería mucho mejor si los dos estuviéramos desnudos.
Ella arrugó la nariz.
—Eres un cerdo.
—En realidad no, princesa. Sólo un hombre. Si hubieras estado cerca de un hombre de verdad y no de esos cachorritos que miman a vuestras mujeres, me entenderías mejor. ¿Ves lo que te has perdido con tanto estrógeno?
Ella se burló.
—Me gusta cómo se siente el agua.
Él arqueó una ceja burlona.
—¿Por eso estás todavía subida encima de mí?
Desideria se horrorizó al darse cuenta de que no se había movido. Todo su cuerpo estaba recostado contra el de él, duro y musculoso. Y, honestamente, se sentía bien. Muy bien. Con el rostro ardiéndole, casi dio un brinco.
—Ah, eso ha sido una grosería —se quejó él—. Sabes, me bañé y todo. Bueno, hace unas horas, pero aun así —él se levantó e hizo una mueca como si hubiera apoyado la pierna mala mientras cojeaba para asegurar la puerta.
A pesar de que ella se sentía responsable de su nuevo dolor, no respondió, mientras miraba el sombrío interior del nuevo refugio.
—¿Crees que es seguro?
—No mucho ya que los propietarios podrían entrar en cualquier momento. —Señaló la buhardilla—. Eso debería servirnos. Nos mantendrá ocultos hasta la mañana.
—¿Crees realmente que la casa está ocupada?
Él hizo un gesto a una pila de cajas en la esquina del cobertizo.
—Sí, parece que alguien la ha estado usando. Además, no hay roedores o telarañas. Alguien lo ha mantenido limpio.
Él señaló la buhardilla con un movimiento de la barbilla.
—Te ayudaré a subir.
Una parte de ella estaba emocionada por la oferta, pero su orgullo no la dejaba mostrar debilidad. Si él podía moverse y actuar como si no tuviera ningún dolor, ella también.
—Gracias, pero no necesito ayuda.
Caillen la vio saltar, agarrar la cuerda y elevarse por la pequeña abertura, para trepar hasta que ya no podía verla. Como no salía a la vista, él disparó el gancho en el travesaño superior y se sacudió del suelo a la buhardilla, donde saltó cerca de ella.
Ella le chasqueó la lengua.
—Fanfarrón.
Él se rió cuando recogió el gancho.
—Siempre que quieras, cariño. Disfrútalo.
Desideria apretó los labios para no sonreír. Lo último que él necesitaba era que le diera alas. Pero tenía que admitir que era adorable aun siendo irritante.
Debo estar colocada por el dolor. Sólo así se explicaría la extrañeza de su último pensamiento.
Cogiendo la mochila del hombro, él la colocó en el suelo y sacó un pequeño sobre metalizado de comida deshidratada.
—No tiene buen sabor, pero matará el gusanillo.
—Estoy tan hambrienta que ni lo notaré.
—Bien. Eso ayudará. —Le entregó un paquete pequeño de vino—. Guárdalo para el final y úsalo para matar el sabor de boca.
Ella arqueó la ceja ante su tono serio.
—Lo has hecho antes, ¿verdad?
Cuando no respondió, ella se dio cuenta que tenía esa costumbre cada vez que sacaba el tema de su pasado. Algo que de verdad le molestaba. Hablaba de sus hermanas, pero de nada más.
¿Qué era lo que escondía?
Se lo preguntaría, pero sabía que no conseguiría nada. Así que rompió el sobre y le dio un mordisco indeciso. Antes de poder evitarlo, se estremeció.
—Sí —susurró—. Los soldados lo llaman cariñosamente T.M.
—¿T.M.?
—Tableta de mierda. Y para más diversión, entonces tratan de repetirlo tres veces seguidas.
Ella se echó a reír.
—Diría que me mientes, pero no lo creo.
—No tengo tanta imaginación para eso. —Tomó un bocado y se lo tragó sin el asco que ella sentía ante la mera idea de probarlo de nuevo.
De repente, sonó su comunicador.
Ellos intercambiaron una feliz y anonadada mirada.
Caillen rápidamente lo sacó de la mochila, se lo puso en la oreja y contestó.
—Aquí Dagan.
—Gracias a los dioses, muchacho. ¿Dónde estabas?
Caillen sonrió ante la dura amonestación al oír a Darling.
—No me creerías si te lo dijera. Estamos en un puesto de avanzada Andarion.
—¿Estamos?
—La princesa Qillaq y yo. Fuimos atacados y…
—No digas nada más. No tenemos mucho tiempo antes de que os rastreen. Su gente cree que la secuestraste. En este momento todas las autoridades están recibiendo instrucciones de disparar a matar si te ven.
Caillen apretó los dientes mientras la furia crecía en el fondo de su estómago. Oh sí, su madre era una zorra importante.
—Protege a mi padre y a su madre. Los asesinos que van tras ellos nos persiguen. La guardia de su madre son traidores.
—¿Estás seguro?
—Completamente.
Darling maldijo.
—Nadie lo va a creer.
—Lo sé. Protégela hasta que tengamos pruebas.
—Lo haré. Buena suerte, hermano. —Darling le colgó el teléfono.
Se molestaría por la brusquedad, pero sabía que era para protegerlos.
Desideria mantenía una chispa expectante en sus oscuros ojos.
—¿Qué dijo?
—Tu madre ha puesto precio a mi cabeza. Disparar a matar. Al parecer, te he secuestrado.
Ella frunció el ceño.
—¿Por qué harían…?
—Sus traidores podrán asesinarnos a los dos ahora, decir que te maté y ellos me eliminaron mientras estaba siendo detenido. Es la manera perfecta para silenciarnos a ambos y dejarles libres para asesinar a tu madre.
Desideria soltó un profundo suspiro de frustración mientras él guardaba su comunicador.
—¿Qué haces? ¿Por qué lo apagas?
—Si está conectado y encuentran mi número de identificación, podrán rastrearnos. No quiero ninguna sorpresa, así que hasta que lo necesite, estará apagado.
Eso tenía sentido y estaba agradecida que él supiera de esas cosas. Es gracioso, siempre se había considerado alguien muy instruida, pero como bien le dijo su padre, había muchas cosas de su gente que no sabía. Por suerte la experiencia de Caillen contrarrestaba su falta de conocimiento.
—Gracias, por cierto.
—¿Por qué?
—Por decirle a quien fuera que hablaba contigo que protegiera a mi madre. Tienes tus razones para odiarla y querer su muerte. Pero lo que hiciste fue digno y te lo agradezco.
Él se mofó de su alabanza.
—Oh, no te preocupes, princesa. Mis razones son puramente egoístas. Quiero que viva. No quiero que le pase nada, ni siquiera que se rompa una uña, hasta que tenga la oportunidad de estrangularla personalmente.
—Sabes que no puedo dejar que lo hagas.
Él la miró de arriba abajo, midiéndola.
—Entonces mejor empiezas a practicar, dulce, porque no eres lo bastante grande para detenerme.
Eso le bajó por la espalda como una navaja y le puso los pelos de punta.
—Te aseguro que soy más que capaz de manejarte.
A pesar de eso sus extraños ojos se burlaron de ella.
—Cualquier mentira alimenta tu ego, cariño.
Ella frunció los labios ante el tono burlón. En ese momento quiso abofetearle esa mirada arrogante de la cara. Mierda, si tuviera de soldado la décima parte del ego que tenía, no habrían acabado en esta situación. Después de todo, habría muerto a manos de la guardia de su madre si ella no le hubiera empujado a la cápsula.
Ahora que lo pensaba, todavía no le había dado las gracias por ello.
Sí... y eso la cabreaba aún más.
—Eres insoportable.
—Por lo menos no fui engendrado por la zorra.
Ella apretó los puños para evitar asestarle un puñetazo en su prieto trasero. Oh, cómo deseaba poder librarse de él o darle la paliza que se merecía. Pero eso podría hacer que les cogieran y aplastarle esa petulante mirada de la cara no valía el coste de su vida o libertad, aunque era difícil tenerlo presente mientras él masticaba esa comida de mierda de una manera que la molestó. Espero que te ahogues con ella, arrogante gilipollas. ¿Por qué había pensado ni por un nanosegundo que era decente o atractivo o algo aparte de un patán repugnante?
Incapaz de soportarlo, se acostó y se volvió de espaldas para no tener que mirarlo ni un momento más.
A Caillen le hizo gracia la airada respuesta por insultar a su madre. Seguramente ella tenía que saber que la mujer era una zorra. ¿Cómo es que ella no quería estrangularla?
Es su madre. Pasara lo que pasara, la gente tiende a perdonar a aquellas que te traen al mundo. Probablemente él habría sido igual si hubiera tenido una.
Y mientras masticaba, hizo todo lo posible para recordar el rostro de su madre adoptiva. Pero todo lo que pudo recordar fue a Shahara pareciendo tan cansada mientras les cuidaba, a él, Kasen, Tess y su madre. De su hermana cogiéndole en brazos y llorando la noche que su madre murió. Él había sido demasiado joven para entenderlo realmente. Su padre se había ido, estando de borrachera durante varios días. Mientras tanto Shahara, que sólo era una niña, se había quedado para hacer todos los preparativos para enterrar a su madre.
Si vivía hasta los mil años, nunca olvidaría la visión de su joven rostro y la valentía en sus ojos tristes cuando escogió la ropa con la que su madre sería enterrada. «Me gustaría que tuviéramos algo bueno para ella. Se merece algo bonito. Por lo menos una vez».
La vida había sido tan brutal para todos ellos. Pero para Shahara había sido mucho más cruel.
Porque fallé en protegerla. El dolor de esa noche cuando la dejó ir sola al mercado todavía le perseguía. Vale, había sido sólo un niño y había trabajado todo el día en el hangar reparando equipo pesado y, todo lo que quería era sentarse un minuto sin que alguien le gritara que era estúpido y lento.
Si hubiera encontrado la fuerza para caminar por la calle con ella...
Soy un gilipollas. Y nunca se perdonaría por lo que le había hecho a la única persona en su vida en la que siempre había podido confiar. La única persona que siempre le había dicho que él valía la pena.
Le había fallado tan miserablemente.
Su mirada cayó en la espalda rígida de Desideria. Otra mujer cuya seguridad dependía de él. Los Andarions no serían tan amables con ella como lo fue el atacante de Shahara. Desideria no tenía ni idea de lo brutal que la vida podría ser. Ella creía saberlo, pero nunca había visto a nadie destrozado por la brutalidad. Esa mirada de sufrimiento y vergüenza que nunca desaparecía. El temor que permanecía durante mucho tiempo después. Shahara nunca se había recuperado totalmente de su ataque. Por lo menos no hasta Syn. No sabía lo que hizo su cuñado, pero de alguna manera Syn ahuyentó los fantasmas de los ojos de su hermana.
Era por eso que moriría por ese hombre a pesar de que todavía no le gustaba la idea de que Syn se casase con su hermana. Principalmente porque vivía con el temor de que Syn la lastimara accidental o intencionadamente. No quería ver nunca más a Shahara de la forma en que pasó los dos primeros años después de su violación. Derrotada y asustada de todo y de todos, ella se apoyó tan fuerte sobre él en un momento en que no había sido nada más que un chico desgarbado que necesitaba que alguien cuidara de él. Fue la vez que Kase había estado más enferma y Tess, en lugar de ayudar, se cerró en sí misma y actuó como si ella hubiera sido a quien atacaran.
«No, Caillen, no puedo hacer nada. Alguien podría cogerme. ¡Ayúdame, Cai! No quiero que me hagan daño».
Tess siempre había sido una maldita egoísta y se había negado a hacer nada por sí misma. Aquellos años habían sido jodidamente duros. Las tres habían confiado tanto en él, que todavía no estaba seguro de cómo había conseguido mantenerlos a todos unidos.
Y sin embargo aquí estaba…
Todavía jodido.
Y antes de darse cuenta de lo que estaba haciendo, extendió la mano para tocar un mechón de pelo de Desideria, que se le derramó por la punta de los dedos. Las sedosas hebras oscuras le provocaron la piel. Siempre fue su maldición sentirse atraído por las mujeres. Le encantaba la forma en que olían y la sensación de ser abrazado por alguna. Su madre había estado demasiado enferma como para abrazarlo cuando era joven y Shahara había dejado de tocarlo después de su ataque. La peor parte había sido la forma en que lo había mirado los siguientes años, como si tuviera miedo que también la atacara. Eso lo había matado sobre todo lo demás.
En cuanto a Tess y Kase, nunca habían sido cariñosas de esa manera. Así que se había visto obligado a buscar el afecto con desconocidos a los que él no les importaba. La gente era cruel por naturaleza y él había visto su lado más feo más veces de las que hubiera querido.
No tenía duda alguna de que Desideria se le entregaría para salvar su propio culo. Todas las vidas tenían un precio y la mayoría de los días el suyo era bastante bajo.
Sin embargo una parte de él no quería reconocer que lo que realmente quería era lo que Shahara y Syn compartían. Una persona que se mantuviera a su espalda y le protegiera a toda costa. Era una parte que odiaba y sin embargo seguía ahí, necesitando. Doliendo. Queriendo.
¿Por qué te lamentas? Tienes cicatrices. ¿Qué más da? Todo el mundo es un veterano en un universo de mierda.
Él no era diferente de cualquier otro. Y mientras permanecía ahí, enroscando el pelo alrededor del dedo mientras ella se mantenía rígida, se preguntó qué cicatrices llevaría. ¿Quién la habría perjudicado y herido?
Después de todo, su madre era una perra grandiosa que parecía carecer de cualquier clase de decencia humana. El hecho de que Desideria sirviera en la guardia donde otros la miraban por encima del hombro, decía que su madre la trataba como basura. ¿Qué clase de padres ponía a sus hijos en un peligro así, innecesariamente?
Sinceramente, su lealtad a la víbora era admirable. Y antes de darse cuenta de lo que hacía unas palabras salieron de sus labios.
—Lo siento. —Vaya, eso era algo que nunca hizo. Para él una disculpa significaba debilidad, y era cualquier cosa menos débil.
Él no lo habría creído posible, pero de alguna manera ella se tensó aún más.
—No, no lo sientes. Quisiste decir cada palabra.
—Sí, pero siento si te ofendí.
—¿Por qué? —Su tono era frágil.
Él respondió la pregunta con la simple verdad.
—No tengo ni idea.
—Todavía no te hablo.
Él sonrió por la ridiculez de esa observación. Seguramente podría encandilarla para que le perdonara, pero no estaba de humor. Estaba sintiendo demasiado dolor como para intentarlo.
Este día habían sucedido tantas cosas que ni siquiera podía empezar a enumerarlas. En éste momento estaba demasiado cansado para preocuparse por nada más que echar una cabezadita.
Frotándose los ojos, se tendió en el suelo frío y trató de no pensar en ella. Por desgracia, el dulce aroma de su piel le pendía de la nariz y lo puso tan duro que no podía concentrarse en nada, excepto lo cerca que estaba a su lado y lo fácil que sería deslizarle la mano en la cálida hendidura y acariciarle la pie que sabía sería increíblemente suave y deliciosa. Si ella lo montaba, incluso con la mitad de la pasión que ponía en todo lo demás, sería una amante increíble.
Estoy en el infierno.
No es realmente cierto. Había estado en el verdadero infierno y esto no lo era. Pero estaba cerca.
Piensa en el mañana. Tenían mucho que hacer para salir de esta roca y regresar a la Arimanda. Por lo menos sabía que Darling cuidaría de su padre, aunque tuviera que mostrar su identidad Sentella para hacerlo. Siempre y cuando su amigo se encontrara a bordo, nadie sería capaz de acercarse a Evzen.
Y mientras repasaba todas las dificultades técnicas de lo que tendrían que hacer mañana, se quedó dormido.

Desideria se despertó con un ronquido suave en la oreja y un caliente y pesado peso rodeándola completamente. Era como estar envuelta en una dura y robusta manta. Al principio no tenía ni idea de lo que era hasta que el olor de Caillen la golpeó con fuerza y ​​se dio cuenta que la almohada era su bíceps izquierdo. Durante un mero instante, se permitió disfrutar de la novedad de despertar en brazos de alguien. Olía tan bien y la sensación de su cuerpo rodeándola…
Hasta que sintió algo extraño presionando contra la cadera. ¿Eso era…?
Oh dioses…
Horrorizada por la intimidad de lo que era, se alejó de un salto con un chillido mortificado. Él se despertó listo para pelear. De la nada le apareció un cuchillo en la mano mientras buscaba alrededor a un enemigo.
Su mirada se centró en ella antes de darle un feroz ceño fruncido.
Un escalofrío le recorrió la columna vertebral ante su nueva y siniestra apariencia. Fiel a sus palabras, su cabello le caía justo por debajo de los hombros. De color negro azabache, hacía que los ojos Andarion parecieran de lo más espeluznantes. Él no se parecía ni de lejos al granuja que había llegado a conocer…
Hasta que sonrió.
Sí, reconocería ese gesto engreído de los labios en cualquier parte.
—Eres un bicho raro. ¿Lo sabes?
Su risa era tan oscura como su aura.
—Sí, pero agradecerás que me parezca a uno cuando caminemos entre los nativos.
Ella no estaba tan segura de eso.
Él bostezo, se estiró, y luego se rascó la barba en el mentón en ese gesto familiar que empezaba a conocer demasiado bien.
Ella sacudió la barbilla hacia su mano.
—¿Siempre te despiertas con un cuchillo?
—No. Generalmente es con mi blaster y normalmente disparo. Alégrate que todavía esté cansado.
Ella se mofó de su bravuconería.
—¿Esperas que me lo crea?
—Te lo creas o no, es la verdad. —Se deslizó el cuchillo en una funda que estaba escondida en la manga.
Si él tenía algún recuerdo de acurrucarse mientras dormían, no dio señal alguna mientras estiraba el cuerpo y hacia una serie de elegantes movimientos que le mostraron cuán flexible era para ser un hombre.
Una vez hubo terminado, levantó la mochila.
—¿Tienes hambre?
—No para otra ronda de esa asquerosidad. Lo siento.
—Lo entiendo. —Tomó una pequeña tira de la mochila y se apartó el pelo de la cara para recogerlo en una atractiva coleta—. Ahora que me veo medio pasable, bajemos de esta roca y busquemos algo decente para comer.
Su estómago se quejó como recordatorio de que no había comido nada en realidad el día anterior.
—¿Aquí no habrá algo comestible?
—Probablemente, pero está la primera regla de la supervivencia. No te pares a comer o follar. He conocido a mucha gente que resultó muerta porque se dejaron guiar por el estómago o las hormonas. No sé tú, pero no quiero que nadie me recuerde como una moraleja.
Él tenía un buen argumento.
Caillen le entregó la capa.
—Recuerda permanecer cubierta pase lo que pase.
Desideria se retiró el pelo hacia atrás y lo enrolló en un moño antes de levantarse la capucha.
—¿Así?
—Perfecto. —Se colgó la mochila al hombro, para después conducirla hasta el nivel del suelo.
Salieron furtivamente del cobertizo y regresaron a la arboleda donde tendrían alguna cobertura de cualquier mirada indiscreta. Moviéndose rápidamente y con gracia, Caillen pasaba rozando los patios, en dirección a una zona más densamente poblada.
Desideria se sorprendió por la diferencia entre este pueblo y su país natal, Qilla. Aquí las casas eran estrechas y largas, con las líneas del techo cortadas en ángulos afilados. La mayoría de los Qillaqs usaban cristales y ventanas con una gran cantidad de diseños circulares. Las casas de los Andarion tenían pequeñas ventanas que se mantenían cubiertas.
—¿Tienen aversión a la luz del día? —preguntó, extrañada por esa costumbre.
—Sus ojos son más sensibles que los nuestros.
Incluso sus transportes eran radicalmente diferentes. Su gente viajaba en grou, pero los vehículos Andarion parecían diseñados para la velocidad y pocos ocupantes. Sin embargo, lo que más la sorprendió fue la falta de juguetes y niños en la calle.
—¿Dónde están los niños?
Caillen pasó por encima de una rama caída.
—Probablemente en formación.
—¿Te refieres a la escuela?
—No, formación. A la escuela van por la noche y generalmente online. Pasan las horas del día en entrenamiento físico y marcial. Tengo que hacer hincapié en que hacen que tu gente parezca bastante enclenque. Aunque sois una cultura guerrera, es la hembra la que domina. Los Andarions son machos dominantes y crueles a un nivel inimaginable.
—¿Someten a sus mujeres?
—No. Lo único más peligroso que un macho Andarion es una hembra Andarion. Sus mujeres, por regla general, no son muy femeninas en nada de lo que hacen. Hay excepciones, pero muy raras. Todos ellos son unos hijos de perra difíciles.
No sabía lo que quería decir hasta que dejaron la cubierta y empezaron a caminar por la calle, hacia una intersección.
Caillen se aclaró la garganta antes de hablar.
—No mires a nadie directamente. Mantén la cabeza agachada en todo momento.
Él, sin embargo, no siguió ese consejo. De hecho, miraba fijamente a todo aquel con quien se cruzaban como si les desafiara a hablar. Era como si cada transeúnte le midiera como un adversario y él les rogara que intentaran algo.
En la intersección más grande que encontraron, Caillen se detuvo junto a un poste marcado de rojo y le hizo señas a un autotran. La dejó entrar primero en el pequeño vehículo con forma de huevo y después subió él cerrando la puerta. Empezó a bajarse la capucha, pero la mirada feroz que le lanzó la detuvo. Él echó un vistazo brusco hacia la esquina. Ella siguió su línea de visión para ver una cámara allí.
Así que ella fingió que estaba acomodándose, mientras él cogía su tarjeta e introducía el destino en el teclado electrónico. Cuando no explicó el idioma ni las acciones, supuso que también había un micro en el coche que los monitoreaba.
Tal como sospechaba, una voz profunda les habló en lo que debía ser la lengua Andarion. Caillen respondió en un tono calmado y llano. Hablaron de acá para allá durante varios segundos hasta que Caillen, sin mostrar ninguna tensión en su tono, sacó de un tirón el blaster y disparó a la cámara del coche y a la de la calle.
Él se movió tan rápido y de improviso que se quedó con la boca abierta.
—¿Qué pasa?
—Nos han detectado.

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