domingo, 4 de marzo de 2012

BOI cap 5


Así que, ¿qué te traes con ese nuevo ingeniero tuyo?
Dev levantó la vista de la caja que estaba almacenando para encontrarse a Taryn de pie detrás de él.
—Te juro que voy a atar una campana alrededor tuyo, descomunal, si no empiezas a hacer ruido cuando caminas.
Taryn sonrió.
—Yo le echo la culpa a mi padre y a su súper audición. O aprendes a moverte sin hacer ruido o te atrapaba cada vez que exhalabas fuerte, lo que para mí era cada minuto que estaba despierto.
Devyn se echó a reír. Eso era totalmente cierto. Cuando eran niños, la audición de Nykyrian había sido una grave dificultad cuando habían intentado ciertas cosas. A pesar de la severidad del hombre, nunca les había levantado la mano y ni siquiera la voz a ninguno de ellos.
Por otra parte, Nykyrian era tan aterrador, que no tenía que hacerlo. Su sola mirada furiosa podría congelar instantáneamente a los niños más que gritándoles justo donde se encontraban.
—Y me di cuenta de que no has respondido a mi pregunta.
Devyn empujó la caja en su lugar y salió de la bodega para colocarse frente a Taryn. Se secó la frente con la manga.
—No hay nada que decir. Ella es mi empleada.
Con quien estoy durmiendo porque soy estúpido.
—Quien resulta tener un parecido a…
Devyn levantó la mano para cortar esa frase antes que Taryn terminara.
—Ella no es ella así que no vayas por ahí.
A pesar de que tenía que recordárselo a sí mismo de vez en cuando, todavía le crispaba lo mucho que las dos mujeres se parecían.
Pero a diferencia de Clotilde, Alix tenía una conciencia.
Taryn le golpeó ligeramente en el pecho, justo donde se encontraba la cruel cicatriz sobre el corazón.
—Si dices que estás bien, no insistiré. Pero sé que no lo estás. Una traición como esa nunca desaparece. Especialmente no cuando se trata de la mujer que se suponía era tu otra mitad para el resto de tu vida.
Se trataba de un vínculo desafortunado que ambos compartían. Sin embargo, la novia de Taryn no había tratado de acuchillarle el corazón en su camino hacia la puerta. Ella sólo se había aprovechado de todo ello.
—Alix no es un asesino a sueldo que viene detrás de mí. Ella no tiene una agenda que tenga que ver conmigo.
Odiaba la tensión de su voz cuando hablaba. Como Taryn había dicho, algunas traiciones nunca sanaban y la de Clotilde aún ardía en su interior brutalmente.
Cómo odiaba a esa perra.
Había sabido que Clotilde era una asesina cuando se conocieron. Lo que nunca había considerado fue que, después de una relación de tres años y justo unos días antes de casarse, ella aceptaría el dinero para matarle. En especial, no después de todo lo que había hecho por ella.
Perra mortal.
Apartando ese pensamiento, se trasladó a la siguiente caja que estaba en el suelo esperando ser cargada.
—¿Por qué no está Vik embarcando la carga por ti?
—Está vigilando a Omari, quien necesita reemplazar su consola de juegos virtual. Dada la tosca multitud de aquí, no quise que deambulara solo por ahí fuera. Demasiados podrían confundirle con una presa fácil y, aunque él puede defenderse, no quiero correr el riesgo de que alguien acierte a meterle un disparo. O peor aún, que Omari mate a alguien a su edad y tenga que hacer frente a esa situación.
Tanto él como Taryn se habían visto obligados a segar una vida antes de que hubieran cumplido los veinte años. Era algo que un hombre nunca superaba.
Esa primera muerte.
Él quería evitarle a su hijo el sufrimiento si podía.
Taryn entornó los ojos.
—¿Y Sway?
—Con Claria.
Gruñendo bajo, Taryn cogió la caja de sus manos.
Devyn maldijo al tratar de recuperarla.
—No estoy desvalido.
Taryn la mantuvo fuera de su alcance.
—No, pero no es necesario que te agotes y lo sabes. Tu corazón no puede soportarlo.
Devyn sintió que en la mandíbula empezaba a tener un tic mientras su ira se encendía. Sí, ese fue el regalo de Clotilde que le mantenía flojeando. También era la verdadera razón por la que sus padres mantenían constantes comprobaciones sobre él. Habían estado demasiado cerca de perderle esa noche. Si su padre no se hubiera dirigido a la casa de Devyn, estaría muerto ahora. Su padre le había salvado la vida, pero el costo por ella era un corazón defectuoso que limitaba seriamente lo que podía hacer.
Y odiaba ser débil.
Podría ser peor. Podrías estar muerto.
O podrías ser Adron...
Cierto. No tenía derecho a quejarse de sus limitaciones físicas mientras permanecieran ocultas y desconocidas para sus enemigos. Aunque fuera un dolor en el culo, el fisurado corazón no le impedía hacer muchas cosas.
Sin embargo, odiaba cada vez que alguien le trataba como a un inválido.
—Eres un bastardo, Taryn.
Él sonrió.
—Lo sé, Reen. Gracias.
Devyn puso los ojos en blanco cuando Taryn le llamó por el nombre de su hermana.
—Entonces, ¿cómo está Adron? —pensaba mucho en su viejo amigo.
Pero Adron apenas hablaba con él alguna vez. Estaba aislado en un mundo de dolorosa amargura que no dejaba pasar a todos los que le querían.
Taryn dejó la caja en el suelo y suspiró.
—Igual que siempre. Cabreado con el mundo y queriendo matar a Jayce.
Su hermano Jayce había sido el que salvó la vida de Adron, y por eso, Adron odiaba a su hermano con pasión. El código del asesino era morir en caso de estar imposibilitado para sus deberes. Si otro asesino te encontraba seriamente comprometido, estaba obligado a matarte. Pero Jayce había sido incapaz de matar a su propio hermano.
Y aunque Adron quería morir, no quiso hacer daño a su familia suicidándose. Así que se quedó atrapado en un cuerpo que no iba a funcionar mientras vivía un absoluto sufrimiento de dolor constante.
—¿Está Jayce mejor? —preguntó Devyn.
—No. Ninguno de nosotros lo está —sus ojos oscuros brillaron—. Por eso no quiero que te esfuerces. Ya tengo un terco agobiado por el suicidio. No necesito a otro.
Devyn levantó las manos en señal de rendición.
—Por supuesto, consigue una hernia. Desmáyate. Los dioses no permitan que yo te detenga. No me pasé diez años en la escuela de medicina para saber cuándo tengo que sentarme.
Taryn le hizo un gesto obsceno antes de sopesar otra caja.
Pero con toda seriedad, Devyn entendía el porqué Adron odiaba el mundo. Había momentos en que él lo hacía, también. Nada como ser seriamente jodido por alguien que amabas para quitarte la voluntad de vivir. Esta no era la vida que él había soñado cuando era un niño.
Había imaginado un mundo de justicia donde lucharía por La Liga para proteger a los inocentes. Un mundo que incluía a una mujer que permanecería fiel a su lado.
No una que le sonreiría a la cara mientras dirigía un cuchillo para atravesarle el corazón.
Literalmente.
Y los bebés… Había imaginado un montón de niños. Omari sería un infierno de hermano mayor para alguien.
No tienes derecho a quejarte.
Cierto.
Todo estaba bien. Tenía un gran hijo del que se sentía orgulloso y, más que eso, estaban todos alimentados y ninguno muerto. Esa había sido siempre la filosofía de su tío. Mientras esas dos cosas fueran atendidas, nada más realmente importaba.
Él vio una imagen de Alix en su mente y realmente se sobresaltó. Más que cualquier cosa, ella le recordaba esos sueños largamente olvidados que había compartido una vez con Clotilde. Maldita fuera por parecerse tanto a ella.
Y maldita fuera por ser tan tentadora como para querer olvidarse de Clotilde y empezar de nuevo.
No...
Tenía un nuevo futuro en el que centrarse. Uno que no incluía nada más que mantener a su equipo seguro y ayudar a los rebeldes que se oponían a La Liga. Eso era lo único en lo que tenía que gastar sus energías.


No estoy interesada en Devyn.
Eres tan mentirosa.
Pero era algo que Alix tenía que aprender a creerse.
Zarina hizo un sonido muy poco digno de desacuerdo.
—Cariño, miras a ese hombre como si pudieras saborearle. Conozco esa mirada. La he tenido una o dos veces. No por Devyn, porque... ¡ejem! Eso es como fantasear sobre uno de mis hermanos, pero conozco el apetito cuando lo veo y conozco a ese hombre lo suficiente como para saber que no es inmune a ti, tampoco. Devyn está muy interesado.
Sí, claro. Alix era cualquier cosa menos estúpida, y sabía que, si bien Devyn era amable con ella en la cama, no tenía sentimientos más profundos hacia ella que eso. Los sueños eran para los tontos y los hombres sólo utilizaban a las mujeres a su alrededor. Una vez hecho, se marchaban.
A menos que poseyeran a la mujer. Entonces la utilizaban a sus anchas sin tener en cuenta sus sentimientos. Esa era probablemente la razón por la que los Hyshians habían elegido esclavizar y someter a sus hombres.
Pero eso no era ni lo uno ni lo otro. Devyn era la llave para su libertad y era lo único que alguna vez podría ser.
Alix apartó la mirada cuando el camarero trajo el postre. Había estado intentando durante la última media hora cambiar de tema, pero Zarina no se dejaba influenciar. Era de personalidad obsesiva que tenía una brutal determinación que sólo alguien de tres años de edad podría envidiar.
—Yo no soy su tipo.
Zarina le lanzó una burlona mirada.
—¿Sabes siquiera quién lo es?
Alix suspiró.
—No, pero estoy bastante segura de que para empezar tiene que ser hermosa, lo cual está muy lejos de mí.
—¿Tienes un espejo?
—Sí. Lo tengo.
Y ella lo había usado lo suficiente como para saber que no tenía curvas, que era demasiado pálida y demasiado frágil también. En palabras de su padre, parecía algo que un lobo había engullido y cagado por el otro lado de una montaña.
Zarina puso los ojos en blanco antes de hurgar en su bolso. Después de unos segundos, sacó un pequeño reproductor fotográfico virtual y se desplazó a través de él. Se lo tendió a Alix.
—¿Estabas diciendo?
El aliento de Alix quedó capturado mientras bajaba la mirada y veía a una mujer que tenía un extraño parecido con ella. La única diferencia era que la otra mujer llevaba un montón de maquillaje y tenía el pelo corto.
Y su actitud era completamente diferente. A diferencia de Alix, parecía confiada.
No...
Desafiante.
Había algo en la mujer de la foto que parecía frío y mortal. A pesar de que estaba apoyada en un Devyn más joven y sonriente, había algo en ella que no estaba bien. Parecía demasiado calculadora y fría. Como si sólo estuviera interesada en lo que pudiera coger del mundo.
Alix le entregó la foto a Zarina.
—¿Quién es ella?
—Clotilde Renier.
—Es hermosa.
—Y tú eres absolutamente su doble.
Alix meneó la cabeza negando.
—No del todo. Nunca me he visto así. En primer lugar, estoy bastante segura de que nací con más ropa de la que ella lleva puesta en esa foto —volvió a comer su postre—. ¿Es la novia de Devyn?
—Ella era su prometida.
Se detuvo por la forma en que Zarina lo había dicho.
—¿Era?
—Él la mató.
Alix sintió desvanecerse el color de su rostro por la nota mortal en la voz de Zarina. Ella había sabido que Devyn era letal, pero ¿matar a su prometida?
Va a hacerte trizas...
—¿Él hizo qué?
Zarina ondeó la mano alejando su temor.
—Relájate. Estaba justificado.
Sólo la hija de un asesino podría pensar así.
—¿Cómo se justifica matar a tu prometida?
Zarina se guardó el reproductor fotográfico en el bolso.
—Ella trató de matarle primero y casi lo logró. Al principio de su ataque, Devyn se negó a luchar, pero ella no le dio opción. Si él no la mataba, ella le habría matado a él.
Alix no pudo respirar mientras que la realidad se estrellaba contra ella. ¿Había sabido eso Merjack? ¿Qué demonios había estado pensando para enviarla a tender una trampa a Devyn cuando había matado a la mujer a quien ella se parecía?
Estás tan jodida...
Y Merjack era un monstruo de primer orden por hacer algo tan cruel.
Zarina le palmeó la mano.
—No estés tan asustada.
Si la mujer sólo supiera por qué estaba tan aterrorizada.
—En realidad todo está bien. Sólo quería que vieras lo que podrías parecer si quisieras.
—Sí, bueno, creo que prefiero parecerme a mí y no tener al Capitán Kell girándose y masacrándome durante algún episodio psicótico en el que piense que yo soy ella.
¿Estaba chiflada Zarina tratando de juntarles? Era asombroso que Devyn incluso la hubiera dejado acercarse a su nave, menos prestar atención a su cuerpo.
Ella negó con la cabeza.
—Alix, tienes esperanzas.
—Sin esperanza. Yo sólo conozco las reglas y los hombres como el Capitán Kell no se involucran con mujeres como yo —en muchos, muchos niveles.
—Y las bailarinas de renombre no se casan con asesinos proscritos de La Liga. Sin embargo, aquí estoy, la hija de la pareja más improbable en el universo. En segundo lugar tal vez los padres de Dev —le lanzó una dura mirada—. Yo creo en lo imposible. Sucede todos los días.
—Yo creo en la realidad.
—La realidad es aburrida.
No, no lo era. Era peligrosa y aterradora. Pero Alix no trató de contradecirla mientras se terminaba el helado. Honestamente, sólo quería regresar y terminar con esto para poder ver a su madre y hermana otra vez.
Zarina le dio un respiro mientras saludaba a alguien sentado en otra mesa.
Alix frunció el ceño cuando se volvió para ver a dos hombres grandes y fornidos, no muy lejos de ellas.
—¿Qué estás haciendo?
—Reconociendo a mis guardaespaldas.
Ahora estaba completamente confundida.
—Pensé que Sphinx era tu guardaespaldas.
—Quieres decir Strife. Y no... Él estaba siguiéndome de cerca por órdenes de mi hermano para mantenerme fuera de problemas.
—¿No es eso lo que hacen los guardaespaldas?
—No. Mis guardaespaldas no interfieren con lo que quiero hacer. Sólo se aseguran de que nadie me molesta. El apropiadamente llamado Strife, por otra parte, es un gran aguafiestas que siempre acaba con la diversión que encuentro. A su vez, le maltrato por ello.
—Eso es realmente un desastre.
—Dímelo a mí —Zarina retiró la silla—. Tengo que ir al baño de señoras. Voy y vengo.
Alix no se movió cuando vio a los dos hombres seguir a Zarina.
Wow. ¿Cómo no se había percatado de ellos? Pero, por otra parte, no solía prestar atención a cosas así.
Tal vez debería.
—¿Qué crees que estás haciendo?
Ella saltó ante la profunda y desconocida voz en su oído.
—¿Perdón?
A pesar de que el hombre era por lo menos veinte años mayor que ella, era increíblemente guapo, con unos rasgos bien definidos y una constitución delgada. El oscuro pelo le caía sobre un par de helados ojos color avellana.
—Merjack te dio órdenes que no incluían un almuerzo con una mimada princesa y llevando una vida muy por encima de tu podrido puesto.
La sangre se le heló por las airadas palabras. ¿Cómo sabía eso?
—¿Quién eres?
Él le mostró la placa de un investigador Ritadarion.
—Teniente Paden Whelms. Soy tu contacto hasta que termines tu misión.
Ella frunció el ceño mientras él se guardaba la credencial.
—No entiendo.
Él se inclinó para gruñirle:
—Merjack no puede abandonar su puesto, ni puede ser visto comunicándose con un esclavo. Pero como su agente, soy capaz de mantener mi mira en ti. ¿Has encontrado algo que podamos usar?
Ella se tragó el miedo ante su intensa y hostil mirada.
—N‑no todavía.
Él maldijo antes de posar su maníaca mirada de nuevo en ella. Había tanto odio reflejado en esos ojos que ella no podía comprenderlo. ¿Qué le había hecho ella?
—Ni siquiera se te ocurra jugársela al MJR, niñita. Él se come la basura como tú para almorzar.
—Yo nunca lo haría. Kell es un hombre muy cuidadoso y no he sido capaz de acceder a nada... todavía. Pero lo haré.
—El tiempo se acaba —sujetó un reproductor fotográfico ante su cara que mostraba a su madre y su hermana. Las lágrimas se erizaban en sus pestañas mientras se abrazaban la una a la otra—. Espero los archivos que necesitamos en tu próxima parada, que será en Charisis, pasado mañana.
Ella negó con la cabeza.
—No vamos allí.
—Sí irás. He hecho los preparativos para un pequeño fallo que no verás hasta que estés en el espacio. El único lugar cercano será Charisis. Tú estarás allí y, de una manera u otra, esto terminará. Confía en mí.
Es curioso cómo esas dos palabras le daban escalofríos.
Él sostuvo en alto la imagen una vez más.
—Sus vidas están en tus manos. No falles.
Alix quiso abofetear la arrogancia de su cara. Odiaba estar a su merced. Por encima de todo, odiaba verse obligada a herir a un hombre que había sido más que amable con ella.
Devyn no se merecía esto...
Con un desdeñoso fruncimiento del labio, Whelms giró sobre sus talones y se fue.
Ella le vio salir mientras su ira hacia él y Merjack se acumulaba.
—Conseguiré la libertad de mi familia —dijo ella en voz baja—. Y luego los mataré a ambos.
Eso sería siempre y cuando Devyn no la matara a ella primero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario