Nick aprendió una nueva lección de miseria mientras yacía en la cama, solo, en el hospital durante varios días, aburrido de pensar. Su madre se quedó con él tanto como pudo, como lo hizo Menyara, pero no podían estar aquí constantemente. Kyrian se detenía a visitarle por la noche y durante el día lo hacían algunas de las bailarinas del club de su madre. Sin embargo, pasaba la mayor parte del tiempo solo.
¿La parte más aterradora?
La escuela estaba comenzando a parecerle bien. Se estremeció de repulsión ante este horrible pensamiento.
—Hola… um, Nick, ¿no?
Abrió los ojos para encontrarse de entre todas las personas a Nekoda de pie en el umbral de la puerta. Con el cabello recogido en una gruesa coleta y vestida con un uniforme de voluntaria, se adentro en la habitación.
El calor le picó en las mejillas mientras ella miraba su desastroso estado. Nick se aclaró la garganta.
—Sí, soy yo, pero me gusta pensar que tenía mejor aspecto cuando nos conocimos. Porque justo ahora, estoy acaparando todo lo feo.
Ella rió.
—No te ofendas, pero sí, te veías un poco mejor. Pero tengo que decirte que realmente sales bien parado con el brillante casco que llevas ahora mismo. No es cosa fácil tener buena pinta. —Le guiñó un ojo.
Solo podía imaginar lo mal que se veía. Su cabeza todavía estaba vendada, su ojo expuesto magullado e hinchado. Tenía un hombro en cabestrillo para mantenerlo quieto y el otro conectado a los monitores y a una intravenosa. Llevaba una bata de hospital salpicada de oh-tan-masculinas cosas floreadas por todas partes. Gah, en este momento, preferiría estar de nuevo con su camisa hawaiana naranja.
Todo lo que necesitaba para parecer un imbécil más grande era babear. Lo que podría hacer si ella seguía hablando con él.
Ella se detuvo al lado de la cama y miró por encima de todos los monitores que sonaban y tarareaban.
—Entonces ¿qué te pasó?
—Me dispararon.
Sus cejas se arquearon mucho.
—¿En el ojo? ¿Por eso está cubierto?
—No. Fui golpeado por una tabla, un puño, un pie, y probablemente unas pocas cosas más. Tengo un montón de puntos sobre el ojo. El doctor dijo que el vendaje es para que pueda salir mañana. Estoy seguro que me veré mejor entonces. —La voz estaba cargada de sarcasmo—. Me dispararon en el hombro.
—Oh —dijo, calmada mientras fruncía el ceño ante el cabestrillo—. ¿Te dolió?
Quería decir que no, duh, pero el sentido común le contuvo la lengua antes de insultarla. Incluso a pesar que todavía dolía, se incorporó en una postura forzada.
—Nah. Lo tomé como un hombre.
Ella sacudió la cabeza hacia él y no hizo ningún comentario sobre la bravata.
—Entonces ¿por qué te dispararon? ¿Uno de tus chistes fue malo?
Nick no estaba seguro de cómo responder a eso. No quería tomar crédito por algo que en realidad no había hecho, como salvar a la gente a la que había ayudado a poner en peligro. Así que se decidió por una verdad menor.
—Lugar equivocado. Momento realmente desafortunado.
—¿Viste quién te disparó?
—No —mintió. Ni siquiera le había dicho a la policía quien fue a pesar que le habían molestado en varias ocasiones. Regla número uno de la calle: los narcos no viven mucho tiempo. Además, tenía la intención de saldar las cuentas por sí mismo y lo último que quería era que Alan y su grupo estuvieran protegidos tras los muros de la prisión cuando fuera por ellos.
Esto iba a ser entre “amigos”.
—Como dicen en las películas y espectáculos, todo sucedió tan rápido…
Ella se mostró inquieta por él.
—Bueno, siento que te dispararan. Eso explica el por qué no te he visto en la escuela.
Se animó al oír eso. ¿Le había estado buscando? Hombre, por esas noticias, recibiría una bala en cualquier día. Era todo lo que pudo hacer para no esbozar una tonta sonrisa.
Ella se acercó más.
—Pero me alegro de que estés vivo y bien.
—Sí, yo también. Habría impedido realmente mis planes futuros si hubiera muerto… —Lanzó lo que esperaba fuera una sonrisa encantadora y entonces cambió de tema—. Así que ¿trabajas aquí?
—Voluntaria. Dos veces por semana —corrigió—. Me han dicho que cosas como ésta se tienen en cuenta al inscribirte en a la universidad.
Guau, ¿ya estaba preocupada por eso? Le hacía sentir como un holgazán.
—Sólo estamos en noveno grado.
Ella se encogió de hombros.
—Sí, pero cada año a partir de ahora hasta la graduación importa y todo lo que hacemos afecta en sí y donde entrar. Así que estoy tratando de marcar la diferencia.
—Gah, suenas como mi madre.
—Lo siento. —Arrugó la nariz de la forma más adorable. Él no sabía por qué, pero aquello hizo que se le tensara el estómago y que el calor le inundara las mejillas, si seguía con eso, podría alquilarse como faro por la noche.
—Así que ¿puedo conseguirte algo para beber? —preguntó—. ¿Algo helado? Tengo revistas y libros en mi carro si deseas algo para leer.
—Mataría por un Nintendo.
Ella se echó a reír.
—No tengo Nintendo en el carro. Lo siento.
—¿Tienes algo de manga?
—¿Manga? —Frunció el ceño—. ¿Qué es eso?
Mierda. Era demasiado esperar que ella compartiera algunos de sus intereses poco usuales.
—Cómics japoneses. Soy adicto a ellos.
—No, lo siento de nuevo. Tengo algunos de Batman y Spider-Man si estás interesado.
—Eso sería genial. —Eran mucho más cortos que el manga, pero al menos pasarían un par de minutos mientras los leía—. ¿Tienes algo de ciencia ficción o fantasía?
—Tenemos un par de libros de Dune.
—Ahora definitivamente podría venderme.
Ella sonrió.
—Vuelvo ahora mismo.
Nick la miró mientras salía de la habitación con una sacudida de caderas que debería ser ilegal y en algunos estados probablemente lo fuera. Era realmente hermosa. No sabía cómo era su cabello, pero realmente le daban ganas de tocarlo. Parecía tan suave y liso. Probablemente oliera bien también.
Al igual que su piel.
¿En que estas pensando? Está tan fuera de tu liga…
Las chicas como ella no salían con perdedores idiotas que asaltaban a turistas. Era del tipo que salía con deportistas y se casaban con abogados, cirujanos y esas cosas.
Sólo podía imaginarse el tipo de infancia que ella había tenido con niñeras y tutores y fiestas de cumpleaños con regalos envueltos en algo más que bolsas de comestibles decoradas a mano. Sus padres probablemente se darían la vuelta y morirían si supieran que había estado siquiera hablando con una inmundicia como él.
—Aquí tienes. —Volvió y le entregó una pila de libros y cómics.
Nick sonrió.
—Dios te bendiga.
—Siempre. —Dio un paso apartándose de la cama—. Bueno, es mejor que me vaya. Todavía tengo que hacer mis rondas y visitar a otros pacientes. Le prometí a la señora O'Malley que jugaría al rummy con ella hoy.
Guau, eso era realmente dulce.
—De acuerdo. Muchas gracias por venir y por los libros.
Ella inclinó la cabeza.
—Ten cuidado.
—Tú también.
Entonces se había ido. Nick suspiró mientras le entraba la depresión. Odiaba estar atrapado aquí, pero más que nada odiaba no ser digno nunca de una novia como Nekoda. Podría fanfarronear y fingir todo lo que quisiera. No cambiaría nada. Ella todavía volvería al hogar de su bonita casa y él se arrastraría de nuevo a la cuneta donde había nacido.
Tratando de no pensar en cosas que no podía cambiar, abrió un libro y comenzó a leer.
Nick suspiró y se movió, entonces se despertó sobresaltado al sentir como si se estuviera cayendo de la cama. Parpadeó abriendo los ojos para encontrarse todavía en el hospital, solo.
Gah, esto apestaba. Deseando haber dormido más de dos horas, se estiró hasta la bandeja para coger otro libro y se congeló. Había una pequeña caja que no había estado allí antes.
Frunció el ceño, alcanzándola, y luego la abrió. Dentro había una Nintendo rosa y una pequeña nota.
Lo siento por el color. El rosa es lo mío. Pero espero que esto te aparte de volverte loco para que no tengas que matar a nadie. Me imagino que puedo prescindir de ella un par de días si mantiene tu cordura.
Mejórate pronto,
Kody.
Se quedó mirando la nota mientras una ola de emoción le abrumaba. Era la cosa más agradable que nadie jamás había hecho por él. La caja estaba llena de juegos para aquello, de los clásicos de estrategia a los de acción.
Qué cosa tan increíblemente agradable que ella hiciera eso por él. Realmente le conmovió.
Cogiéndola, sostuvo la consola en la mano. Por alguna razón, le hacía sentir extrañamente cerca de ella. Las consolas son personales. Son una extensión de ti mismo. Desde el color hasta las pegatinas… Todo venia del interior y era algo que mantenías cerca de ti. Algo que vigilabas y protegías.
Y ella le había prestado la suya.
No mucha gente lo haría. Especialmente no alguien tan picante como Kody. La chica estaba loca.
Tal vez le gustas.
Ese pensamiento hizo que la sangre corriera como fuego por las venas. ¿Podría ser posible?
Es peligrosa para ti. Evítala.
Frunció el ceño ante la profunda voz atemorizante en la cabeza. Sonaba casi demoníaca. ¿Qué demonios?
—Me estoy volviendo loco de aburrimiento. —Solo un lunático querría evitar a una chica tan agradable y bonita como Kody.
—¿Lo cogió?
Nekoda se tensó cuando sintió el aire que la rodeaba agitarse. El poder era palpable y era uno con el que estaba íntimamente familiarizada.
Sraosha. Su guía y mentor.
Nekoda cerró la puerta del almacén para evitar que nadie más en el hospital entrara inocentemente y viera la forma de Sraosha. Alto y elegante, era tan hermoso que era difícil mirarle de frente. Sus poderes eran tan grandes que se manifestaban como un aura en constante movimiento que iluminaba su piel con un resplandor amarillo brillante. Su pelo largo y rubio le fluía alrededor de los hombros mientras fijaba su mirada en ella… una mirada que no tenía ojos. Solo una cavidad llena de humo negro que era tan espantoso como peculiar.
—La dejé para él —susurró. Nick no tenía ni idea que su Nintendo le permitía mantener un ojo sobre él mientras estuviera a su alrededor.
Sraosha asintió.
—¿Qué piensas de este?
Era más joven que los otros Malachai con los que había luchado. Más inocente. Aún dulce.
No dejes que te seduzca.
Eso era lo último que podía permitirse el lujo que le sucediera.
—Parece… —Tenía que elegir cuidadosamente las palabras—. Diferente.
—¿Crees que es el elegido?
—No lo sé. —Desde los albores de los tiempos, habían rastreado al Malachai correcto. El que podría volverse contra las fuerzas oscuras que le habían engendrado y luchar con ellos contra La Fuente para poder liberar a sus hermanos.
Pero hasta la fecha, habían perdido a cada Malachai que habían tratado de salvar. La oscuridad dentro de cada uno era más de lo que podían resistir. ¿Y quién podría culparles?
Toda su estirpe había nacido para causar dolor. Nacido para ejercer los más oscuros poderes imaginables. Así como Nekoda había nacido para la luz.
Nick todavía era un niño que no tenía ni idea de quién y qué era. Pero ella sabía exactamente la clase de violencia para la que había sido creado.
Y le aterraba.
—Menyara jura que podemos salvarle.
Sraosha se burló.
—Está demasiado involucrada con éste. Está ciega a lo que él es en realidad.
Tal vez eso fuera cierto, pero Nekoda no tenía ese apego por él.
—No tengas miedo. No estoy ciega a él. Su encanto no me hechiza.
—Asegúrate que no caes víctima de él. Recuerda, es sólo uno de los muchos poderes que poseerá. Poderes que funcionaran en todos los mortales e inmortales por igual. Como has visto, el mal ya ha comenzado a tentarle y sólo se agravará a medida que madure.
Nekoda tragó mientras rememoraba los sucesos que le llevaron a ser tiroteado.
—Se retiró antes de dañarles.
—Esta vez. Pero ese solo acto que deriva hacia la violencia contra otro ha desatado a su Mago Cimerio. Los poderes oscuros se unen ahora para entrenarle. ¿No puedes sentirlo?
Sí. Lo impregnaba todo por aquí y le enviaba un escalofrío salvaje por la columna. Había diez lecciones que enseñarle a cada Malachai. Cada una de ellas le haría más fuerte.
Más corrupto.
Le formarían en un instrumento del mal que iría por ella y su gente y sembraría la miseria absoluta sobre todos los que entraran en contacto con él.
La primera lección era la nigromancia. Pero no sólo la comunicación con la muerte. Reanimación y control.
No importaba lo mucho que Nekoda lo intentara, no podía ver a Nick llegando a ser como los otros. Seguramente no abrazaría ese frío poder.
Cometiste un error al pensar así antes.
Hizo una mueca al recordar a su padre y lo equivocada que había estado entonces. Si le hubiera golpeado cuando se lo dijeron, habría salvado innumerables vidas.
Es la luz en tu interior la que quiere creer en la bondad de los demás. Incluso en el Malachai. Había mostrado misericordia al Malachai más viejo y él le había escupido en la cara y abrazado su propio estigma del mal.
No importaba que, no volvería a ser tan estúpida.
—No temas, Sraosha. He aprendido de mi error. Esta vez, no fallaré. Si no podemos convertirle, le mataré.
—Mejor que recuerdes eso. Porque este es incluso más fuerte que su padre y ahora está siendo adoptado y entrenado por los Dark-Hunters. Si no podemos convertirle, él será el que finalmente nos destruya a todos nosotros.
Y ella sería la culpable de la muerte de la humanidad.
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