jueves, 8 de marzo de 2012

BOSH cap 20

Desideria vio caer a Caillen. Todo se movía a cámara lenta mientras su mundo llegaba a su fin. Él golpeó la pared con tanta fuerza, que nadie podría vivir después de eso.
Nadie.
Sin poder respirar, echó a correr hacia él con todas sus fuerzas, mientras las imágenes de su muerte la desgarraban. No te atrevas a morir. No te atrevas.
Ella no podía soportar esa idea. No después de haberse peleado.
¿Por qué se había peleado con él?
De repente, nada le importaba. Ni la muerte de su madre. Ni su posición.
Nada.
Todo eso palidecía en comparación a perderlo. Ella desaceleró al acercarse. Caillen yacía en el suelo, cubierto de sangre, completamente inmóvil. No estaba igual a como estuvo en el puesto avanzado. Sus rasgos eran más pálidos...
Las lágrimas la cegaron.
Las Qillaqs no lloran. Sin embargo, no pudo evitarlo.
—¿Caillen? —sollozó ella, cayendo de rodillas. Tiró de él a sus brazos y lo sujetó cerca—. No me dejes. —No después de que le enseñó a depender de él. No después de que le hubiera hecho querer algo que sabía no podía tener.
—Caillen, por favor abre los ojos.
Él no lo hizo.
—¿Desideria?
Oyó la voz de su hermana, pero no respondió. Ella no podía. Las imágenes de la sonrisa burlona de Caillen la obsesionaban. La forma en que la hizo sentir cuando le hizo el amor antes. El sonido de su voz.
Te necesito. Por favor, por favor no te mueras. No así. No con las últimas palabras que te dije...
Shahara tiró de ella hacia atrás.
—Tienes que dejarlo ir. —Ella comenzó a discutir hasta que vio a los médicos. Todo su cuerpo temblaba de miedo, pero lo soltó con cuidado. Syn y Shahara le decían algo, pero no podía entenderles. No a través de la bruma dolorosa que la destrozaba—. Nos encontraremos en el hospital.
Ella inclinó la cabeza, sabiendo que no era el sitio donde se dirigía.
Primero, tenía que matar a alguien.

Caillen se despertó por el sonido de voces que susurraban cerca. Abrió los ojos para encontrarse acostado en la cama de un estéril hospital, conectado a monitores en una pequeña habitación. Necesitó un minuto antes de recordar todo lo que había sucedido.
La explosión. Su pierna.
¡Desideria!
Estaba delante de él. Justo en la línea de fuego...
El miedo le apretó el corazón cuando se sentó y empezó a salir de la cama para ir a buscarla.
Shahara salió de las sombras para cogerlo. Ella se negó a permitirle que pusiera los pies en el suelo.
—Ni te atrevas. —Ella no había usado ese tono con él en mucho tiempo.
Un tic empezó en su mandíbula cuando se encontró con la mirada de su diminuta hermana. Si pensaba que podía mantenerle aquí, iba a necesitar más seguridad que la de Syn justo detrás de ella.
—¿Dónde está Desideria?
Ella intercambió una mirada nerviosa con Syn por encima del hombro, que no hizo nada para calmar su miedo. Oh Dios... Desideria estaba herida.
Tal vez muerta. ¿Por qué si no se negaba a contestarle?
Un dolor inimaginable se estrelló contra él mientras se esforzaba por respirar. Sus últimas palabras habían sido una pelea. De todas las personas, él sabía bien que no debía dejar que nadie se fuera enfadado.
¿Por qué no había sido más rápido?
¿Por qué no le pedí perdón?
—¿Dónde está? —exigió.
Shahara se sobresaltó.
Sintió las lágrimas picándole en los ojos cuando una pena inimaginable le desgarró. ¿Cómo podía haber fallado en protegerla? ¿Cómo?
—Está muerta, ¿verdad?
Todo el color desapareció de su cara antes de que las mejillas se pusieran de un rojo brillante.
—¡Por Dios santo, no! Te juro que a veces tienes las ideas más raras. 
El alivio le recorrió. Desideria estaba viva. Al fin, pudo respirar de nuevo.
Al menos un poco.
—Entonces, ¿dónde está?
Syn sonrió con picardía mientras se acercaba.
—Ahora mismo, encerrada.
Caillen frunció el ceño por la confusión.
—¿Qué? ¿Cómo? ¿Por qué? 
Syn dejó escapar una risa baja.
—¿Te acuerdas de la explosión?
¿Cómo iba a olvidarlo? Sus oídos estaban pitando.
Caillen se recostó en la cama mientras trataba de averiguar cómo eso estaba relacionado con el encierro de Desideria. Seguramente no creerían que tuvo algo que ver con la explosión...
¿No?
—Por supuesto que sí. ¿Ella quedó atrapada en la explosión? 
Syn negó con la cabeza.
—No. Estaba segura, pero volvió corriendo cuando golpeaste la pared. 
—Estaba histérica —intervino Shahara—. Y muy preocupada por ti. Como nosotros. Casi nos golpea por ti y amenazó nuestras vidas si te hacíamos daño. 
Syn resopló.
—Sí, fue impresionante verla tan furiosa y no se movió de tu lado hasta que llegaron los médicos. Una vez que te estabilizaron y te prepararon para el transporte, pensamos que nos seguiría al hospital. Pero no lo hizo. 
El ceño fruncido de Caillen se profundizó.
—¿Dónde fue?
Shahara dejó escapar un suspiro molesto.
—Tu conejita se dirigió a la cárcel, forzó la entrada y estuvo malditamente cerca de matar al asesino que había estado siguiéndote.
Eso no tenía sentido para él.
—¿Por qué lo haría?
Shahara picoteó sobre su bata de hospital antes de alisar una arruga.
—Él fue quien colocó una trampa en su nave que los técnicos explotaron accidentalmente tratando de ver si ésta estaba protegida para la detonación. Como tú estabas herido por la explosión, ella quiso su cabeza de la peor manera posible. 
—Y la consiguió —dijo Syn con un toque de risa en la voz—. Maldita sea, muchacho, creía que tu hermana tenía el genio vivo. Creo que has encontrado a la única mujer con uno mucho peor. ¡Eh! —espetó cuando Shahara le golpeó en el estómago. Haciendo una mueca, se frotó la zona en que lo había golpeado—. ¿Ves lo que quiero decir? Es brutal vivir con ella. 
—De todos modos —continuó Shahara después de lanzarle una mirada malévola a Syn—, consiguió sacarle la información al asesino, pero no antes de que casi consiguiera matarlo durante el interrogatorio. Y no le golpeaba buscando respuestas. Lo juro, ella lo golpeó el doble de duro tanto si le contestaba correctamente como cuando no lo hacía. Supongo que las Qills no instruyeron a su pueblo en el arte de interrogar prisioneros. 
Syn se echó a reír otra vez.
—Sí, parecía que hubiera ido a la escuela de Nykyrian.
Caillen no estaba seguro de si debía estar divertido u horrorizado por lo que describían. Al final, él se sintió halagado de significar lo suficiente para Desideria que había vuelto a ver cómo estaba y luego decidió que él era digno de destrozar a alguien. Por otra parte, definitivamente no quería que ella lo interrogara. Sobre todo después de su pelea.
—¿Y la encerraste?
Syn se encogió de hombros.
—No tenía elección. Ella estaba pensando encaminarse a Exeter para moler a palos a ese consejero de tu tío. Pensamos que lo mejor era confinarla hasta que recuperara la cordura… o ellos murieran por causas naturales. Lo que sucediera primero. 
Caillen negó con la cabeza.
—Bien dicho. Entonces, ¿qué le sacó? 
La mirada de Shahara se volvió triste y mortal.
—El asesino fue contratado por el consejero principal de tu tío, para mataros a ti y a tu padre. Luego, después de que escaparas, debía asegurarse que no regresaras con vida. 
Él hizo una mueca por la confirmación de sus peores sospechas.
—Así que es verdad. Talian compró el contrato por la vida de mi padre. 
Ella asintió con la cabeza.
—Eso parece.
—¿Qué pasa con la madre de Desideria?
Syn le pasó una mirada comprensiva a Shahara.
—Dice que no sabe nada en absoluto de eso. Sólo iba detrás de ti y de tu padre. 
Pero eso no encajaba con lo que Caillen sabía...
—Los dos están vinculados. Sé que lo están. 
Syn continuó contradiciéndole.
—He buscado en todas las bases de datos de la Liga y en cada servidor contratado que pude encontrar. —Lo cual no debía sorprenderle, ya que esa era la especialidad de Syn—. No hay nada que los relacione. Creo que es cuestión de mala suerte que los dos estuvieran juntos en el momento de morir.
Tal vez Syn tenía razón. Las coincidencias suceden, pero...
Algo no le parecía bien. Era demasiado adecuado e irónico también. Caillen se negó a creer que todo fue por casualidad.
Echó un vistazo a Shahara.
—¿Puedo levantarme ahora?
—No deberías, pero no hay manera de detenerte, ¿verdad?
—Depende de cuánto poder de fuego lleves.
Ella puso los ojos en blanco.
—Me preocupo por ti, Cai. Todo el tiempo. Pero sabes, he visto la mirada en tus ojos cuando pensaste que Desideria estaba muerta y vi lo loca que ella se volvió cuando pensó que estabas herido y la cólera que lanzó sobre el que te había dañado. No sé lo que hay entre los dos, pero desde fuera se ve muy real y muy intenso. Sólo quiero que recuerdes siempre ese sentimiento que tuviste hace un minuto cada vez que pienses en ella. Esa sensación desesperada de asfixia que tenías cuando pensaste que nunca más volverías a verla y que se había ido para siempre. 
Ella taladró a Syn con una mirada.
—Las relaciones no son fáciles. Algunos días ni siquiera parecen tolerables. Especialmente cuando un Dagan está involucrado. Habrá momentos en que te volverá lo bastante loco como para querer asesinarla y por lo general será por algo realmente estúpido. 
—Como dejar la tapa del váter levantada por la noche u olvidar apretar el tapón de la botella de agua —murmuró Syn.
Shahara no le hizo caso.
—Pero nunca olvides que la persona que te importa llena un vacío que nadie más ha llenado y, si bien la vida con ellos a veces puede apestar, esos momentos no valen la pena frente a las molestias de lanzarse al lavabo a bajar la tapa del váter cuando estás medio dormida. 
—¿Qué pasa con el agua? —preguntó Syn esperanzadoramente.
Shahara le fulminó con la mirada.
—Arruinaste mi ordenador y perdí mis datos. Ni siquiera lo menciones. Todavía estoy lo suficientemente enfadada para estrangularte por eso. 
—Te he comprado uno nuevo y he recuperado la mayoría de los datos... excepto un par de cosillas que no pude salvar. —Ese era un nuevo tono de Syn que Caillen no había oído nunca antes. Petulante como un niño, Caillen se habría reído en su cara, pero había vivido lo suficiente con su hermana para sentir compasión por Syn por haber merecido su furia.
Ella levantó una mano para silenciarlo.
Caillen se echó a reír.
—Tenéis un matrimonio retorcido.
—Y estoy agradecida cada minuto de mi vida por ello y por Syn. —No había duda de la convicción en sus ojos dorados—. No podría vivir sin él.
Y él sabía que ella tenía razón, especialmente teniendo en cuenta su pasado. Los fantasmas que vivieron dentro de lo mejor de sus infancias podrían ser feroces de combatir. Los demonios que le acechaban desde lo de ella...
Se estaban debilitando.
Tener a alguien que desafiaba a esos demonios y aguantaba a su lado era un milagro que no olvidaría.
Shahara se apartó para que pudiera salir de la cama.
Al llegar a la puerta, la voz de Syn le detuvo.
—Sólo para tu información, colega, a lo mejor quieres ponerte unos pantalones antes de ir a verla. Es difícil coger a una mujer en brazos y no parecer un tonto en una bata de hospital cuando llevas el culo al aire.

Caillen desaceleró los pasos mientras se acercaba a la celda donde habían encerrado a Desideria. Hauk, Fain y Chayden estaban sentados frente a los monitores, vigilando como ella se paseaba de un lado a otro en la sala como un depredador enjaulado.
Chayden se echó a reír nerviosamente.
—Uno de vosotros tendrá que dejarla salir a la larga.
Fain se mofó.
—Para que lo sepáis, ese no seré yo. Mis padres no me llamaron estúpido.
—Sí, bueno, tampoco verás estúpido grabado en mi frente. Pero creo que deberías hacerlo. —Hauk miró a su hermano fijamente.
La expresión de Fain fue de terror absoluto.
—¿Por qué?
—Tú no la metiste ahí dentro. Puede que todavía le gustes. —Hizo un gesto hacía sí mismo y a Chayden—. Aquí el idiota número uno que la metió de cabeza y yo el idiota número dos que cerré la puerta.
Los ojos de Caillen se abrieron como platos cuando una ola de ira le atravesó.
—¿Qué hiciste? —Si la habían maltratado, les iba a dejar cojos hasta que fueran viejos.
Chayden se levantó y se preparó como si esperara una pelea.
—Yo no hice nada. Sólo la recogí y la cargué sobre el hombro antes de que los centinelas Sentella la abordaran y la esposaran. Créeme, la salvé de ese horror. Y, por cierto, no envidio tu relación. Ella es el infierno en tacones altos y lucha como un prostig de ocho brazos. 
Eso no era suficientemente para él.
—Será mejor que no la hayáis herido.
—Relájate. —Chayden hizo un gesto hacia la celda—. Ve a verlo por ti mismo. Está cabreada, pero muy bien y sin un rasguño.
—Genial —agregó Hauk—. Y de paso déjala salir. Me gusta tener mis pelotas unidas a mi cuerpo, así que no pienso acercarme a ella durante un tiempo. Por lo menos un siglo o dos. Tal vez cinco... una docena. 
Caillen hizo oídos sordos a Hauk mientras se dirigía hacia la puerta. Tal vez debería proteger a sus chicos también...
Con su pequeña Qill, uno nunca podía ser demasiado cuidadoso.
Tan pronto como entró en la pequeña habitación desnuda, de paredes de acero, Desideria se dio la vuelta y por la expresión de su rostro esperó la patada en la ingle como Hauk había temido. Pero en el momento que su mirada se centró en su cara y ella le reconoció, una hermosa sonrisa curvó sus labios y agregó fuego a sus ojos.
Dos latidos de corazón más tarde, corrió hacia él con tanta rapidez que se tambaleó hacia atrás por su asalto. Ella lo besó desesperadamente.
Su sabor combinado con el dulce aroma de su pelo y aliento borró todos los pensamientos de su mente durante varios segundos mientras su cuerpo rugió a la vida y la deseó tan ardientemente que casi se olvida que estaban siendo observados. Aun así, no podía concentrarse en otra cosa que en lo bien que se sentía en sus brazos.
Ella se apartó para levantar la vista con tal mirada de preocupación que le hizo un nudo en el estómago. Esto era algo a lo que definitivamente podría acostumbrarse.
—¿Estás bien? —Había una nota de desesperación en su voz.
—¿Se supone que no debería estarlo? —bromeó él.
Ella le tomó la cara entre las manos.
—No por la forma en que golpeaste la pared. Nunca he visto nada más aterrador. Pensé que te había perdido. 
—Sólo me herí la pierna. Probablemente me sacudí los sesos. Me duele, pero sólo cojearé. En cuanto a los sesos... nunca uso los suficientes como para perderlos de todos modos. 
Dejando escapar un suspiro de frustración, ella negó con la cabeza.
—Juro que te envolveré en un traje acolchado, a prueba de blaster y te encerraré en un refugio blindado.
No sabía por qué, pero esa amenaza le hizo sonreír. Dioses, lo contento que estaba de verla sana y salva. Le besó la punta de la nariz.
—¿Estoy perdonado entonces?
—¿Por qué?
Empezó a recordarle el «um» error, pero por suerte su sentido común le rescató a tiempo y le dijo que cerrara la boca antes de que arruinara este momento. Rápidamente buscó algo un poco más inteligente que decir.
—Por asustarte.
Ella le cogió la camisa con los puños y le acercó la cabeza hasta la suya.
—No. No vuelvas a hacerme eso otra vez. 
Él sonrió por su tono enojado.
—He oído que zurraste a nuestro amigo el asesino.
—Estará dolorido por un tiempo. Le habría arrancado el corazón si Fain no me hubiera detenido. 
—¿Por qué?
Desideria apenas detuvo la respuesta antes de que pasara de su boca. Tal vez debería decirle que lo amaba. Pero el miedo de su reacción mantuvo esas palabras fuertemente bloqueadas. Él podría ser feliz por eso o podría hacerlo correr hacia la puerta. Caillen era un hombre complicado y este definitivamente no era el momento ni el lugar.
Especialmente después de su «um» comentario anterior. Él podría pensar que lo había olvidado, pero no lo hizo. Al final del día, era un jugador y lo poco que sabía sobre esa gente era que sentían fobia cuando se trataba de algún tipo de compromiso o emociones.
Nunca seas la primera en poner tu corazón en la mesa...
El primero siempre se sacrificaba y ella no quería ser lastimada o rechazada.
Se aclaró la garganta antes de contestar.
—Él tenía información que necesitaba.
Hubo una luz en los hermosos ojos oscuros que le dijo que Caillen no la creía. Pero al menos no la llamada mentirosa.
Esta vez.
En cambio, él le dio esa sonrisa arrogante.
—¿Nos vamos a ver a un consejero para darle un golpe o dos?
Ella se rió de su tono eufórico.
—Absolutamente. —Ella hizo un gesto con el pulgar hacia la cámara de vigilancia que estaba montada en lo alto de la pared sobre su cabeza—. Siempre que el equipo de tarugos nos deje salir.
—Lo he oído —dijo Hauk por el intercomunicador—. ¿Nadie te dijo que debes respetar al hombre que tiene la llave de la cerradura de tu jaula?
Ella se burló.
—Qillaq, Hauk. Fui adiestrada para patear la ingle o los dientes hasta que me la entregara. 
Caillen se echó a reír cuando la cerradura de la puerta zumbó para abrirse.
Fain y Chayden les esperaban justo fuera de la puerta.
—Por cierto, vamos con vosotros.
¿Qué...?
Esas palabras ofendían gravemente a su ego. Sobre todo porque era algo que sus hermanas le dirían y él no estaba indefenso de cualquier manera.
—No necesito ayuda.
Hauk se mofó cuando se unió a ellos.
—Sí seguro. Cada vez que os dejamos solos a los dos algo malo sucede. Os perdéis, explotáis o alguna otra mierda. Estoy cansado de limpiar las manchas de sangre. Así que nos cogemos un puesto en vuestra espalda. 
—Genial —murmuró Fain—. Ahora la sangre nos salpicará.
Caillen discutiría con Hauk, pero tenía mejor criterio. Hauk era tan terco y loco como ellos. Cualquier intento de discutir sólo provocaría demoras.
Por no mencionar el pequeño detalle que Hauk tenía razón. Las cosas no habían salido exactamente bien desde que había conocido a Desideria. Otro par de pistolas, o en este caso, tres, podría venir bien.
—Muy bien. Vuestros funerales.
Chayden resopló.
—No hables tan alto. Los dioses podrían complacerte. —Él les guió por el pasillo.

Casi de inmediato, estuvieron dentro de la nave de Chayden y dirigiéndose a Exeter para hacerle una visita no esperada al consejero principal de Talian. Si alguna vez hubo esperanza de llegar al fondo de esto, el consejero podría dar testimonio sobre quién le había ordenado contratar al asesino y por qué Caillen y su padre habían sido el blanco de los ataques. Eso sería suficiente para involucrar a la Liga y permitirle a Caillen limpiar su nombre.
Sí, el desquite estaba próximo e iba a ser sangriento.
Caillen los dejó a todos en el puente y se fue a la parte superior para comprobar la herida en la pierna. Podía sentir que sangraba de nuevo, pero no quería que los demás lo supieran. Mejor camuflarlo ahora antes que se hiciera evidente.
Tan pronto como terminó y salió de la cabina, se encontró con Desideria en el pasillo. La preocupación delineaba su frente mientras escudriñaba su cuerpo con un interés que le hizo ponerse duro al instante. Una imagen de ella desnuda le cruzó por la mente y no hizo nada para ayudar a su cordura.
Estupendo, eso sí ayudaba a apartarle el dolor.
Ella detuvo la mirada en el muslo, como si de alguna manera supiera lo que había hecho.
—¿Cómo llevas la pierna?
Ahora, mejor que la entrepierna...
Pero no quería que se preocupara por él.
—Palpita, pero viviré.
Ella pareció menos que convencida.
—¿Cómo controlas el dolor tan bien?
—Me concentro en otras cosas.
—¿Por ejemplo?
Bajó la mirada a sus pechos que se moría por probar de nuevo.
El calor sonrojó sus mejillas.
—Eres de miedo.
Igual que lamentaba decirle la verdad.
—Tú preguntaste.
Ella le gruñó desde lo profundo de la garganta.
—¿Por qué no creo que sea tan simple?
Encogiéndose de hombros, decidió darle un respiro de sus tendencias lujuriosas.
—Porque no lo es. ¿Quieres la verdad?
—Siempre.
Caillen tragó mientras los viejos recuerdos le perseguían. Él no era dado a compartir con nadie, pero por alguna razón nunca le importó aceptar a Desideria en su interior. Ni siquiera por algo tan personal como el pasado tácito que siempre flotaba justo en los bordes de su pensamiento consciente.
—Lo que me mantiene funcionando es esta imagen que tengo en mi cabeza de mi padre adoptivo muriendo solo en la cuneta. Yo estaba allí ese día, escondido y mirando a través de una pequeña grieta cuando su enemigo le dio la vuelta y terminó con su vida con un disparo frío y brutal. Fue el segundo peor día de mi vida. —La violación de Shahara tenía la designación de estar en primer lugar.
Desideria sofocó la compasiva pena que se hinchó en su interior. Oyó el dolor en su voz mientras hablaba de algo que ella sabía que tenía que darle pesadillas hasta el día de hoy.
—Caillen, lo siento mucho. ¿Por qué estabais allí? 
No había perdido la agonía y el tormento en sus ojos mientras bajaba la miraba hacia el suelo.
—Era el cumpleaños de Kasen y mi padre había vendido su anillo de bodas para poder comprarle algo especial, ya que había estado muy enferma ese año. Justo recogimos su regalo cuando mi padre se percató que nos estaban siguiendo. No le había visto tan asustado hasta entonces. Me obligó a ir deprisa y después me ordenó que corriera a casa. En cambio me escondí, pensando… Ni siquiera lo recuerdo de lo aterrorizado que estaba para pensar con claridad. Pero lo que me atormenta cada noche cuando cierro los ojos es la imagen de mi padre en la calle, sangrando y herido. El sonido de la explosión final que lo mató y los rostros de la gente que lo hizo. Deseo a los dioses, sólo una vez, poder darles lo mismo que le dieron a él. 
Ella deseó que él pudiera también. Era lo que ellos se merecían.
—Tal vez algún día.
Él negó con la cabeza.
—No. Incluso si los matara, nada me compensaría lo que vi en ese agujero, asustado y traumatizado, y luego tener que decirles a mis hermanas que éramos huérfanos. 
Ella le cubrió la mano con la suya.
—Me gustaría poder quitarte ese recuerdo.
—Sí... un asco, ¿verdad? Y ahora sabes por qué odio tanto los cumpleaños. Nada bueno me ha ocurrido en ninguno. Siempre terminan con una gran patada en los dientes. Y ese es mi secreto. Cada vez que siento dolor físico, recuerdo el día que le drenaron la vida a mi padre y me aferro a eso. Siempre y cuando sienta dolor, sé que estoy vivo y la vida, aunque es una mierda, es mucho mejor que la muerte, así que abrazo la agonía. 
Qué diferente era su punto de vista de lo que le habían enseñado. Su gente abrazaba la muerte. No había nada más glorioso que morir en la batalla.
—¿No crees en el más allá?
—Creo. Pero soy un pragmático. Esta vida sé que es real. La otra… es una apuesta. Así que por el momento, aceptaré lo que conozco, aun cuando me duela. 
¿Cómo es que siempre la sorprendía y asombraba? Justo cuando pensaba que lo conocía, descubría una profundidad y fuerza que ella ni siquiera hubiera adivinado que existiera. A primera vista, Caillen parecía un simple hedonista. Pero no había nada sencillo en él.
Y mientras él era definitivamente hedonista, no era egoísta o sociópata.
Ella le apretó la mano.
—Me gusta tu lógica.
—Hey, Dagan —dijo Chayden, la voz llegó a través del intercomunicador, interrumpiéndolos—. Nos estamos acercando al puerto Exeterian en Mykonia. Mantén la calma y te haremos saber cuando seamos escaneados y hayamos atracado. Siempre que os estéis quietos, no podrán detectaros. 
Ella estaba aprendiendo la belleza de la piratería. Sus naves tenían todo tipo de emisores de interferencias y dispositivos que les ayudaban a eludir a las autoridades y sus equipos.
Por una vez, aterrizaron sin incidentes.
Chayden y Fain fueron a recogerles mientras que Hauk se quedó a bordo como guardia de la nave.
Ambos hombres llevaban el atuendo pirata Tavali, incluyendo la máscara sobre la cara para que todo lo que cualquiera pudiera ver fueran sus ojos. Les daba un aspecto fiero, intimidante, especialmente la máscara de Chayden, que estaba hecha de un metal pulido en color plata. No es de extrañar que las usaran. Bueno, eso y que evitaba que la gente les viera la cara y les identificara en los carteles de los más buscados.
Chayden les pasó dos máscaras que incluían protecciones para los ojos.
—Siempre y cuando estemos juntos, pensarán que estoy aquí por un embarque y que formáis parte de mi tripulación.
—No estás buscado aquí, ¿verdad? —preguntó Caillen antes de ponerse la máscara sobre el rostro.
Chayden resopló.
—¿Quieres decir como vosotros dos que estáis en las noticias a todas las horas del día? Por favor. No me insultes. —Entonces sus ojos se volvieron un poco tímidos—. Pero para responder a tu pregunta, hay una razón por la que estoy usando la máscara. —Y rápidamente se levantó la capucha para cubrirse la cabeza.
Caillen se echó a reír.
—Mira el valiente, pun'kin.
Chayden le hizo un gesto obsceno antes de guiarles fuera de la nave. Desideria mantuvo la cabeza cubierta mientras viajaba detrás de Caillen y delante de Fain. Los hombres caminaban con esa gracia predatoria que era exclusiva de los soldados y asesinos. Los andares de alguien que no tenía ninguna duda de que podría ganar cualquier batalla o lucha.
El poder colectivo la hizo temblar.
Como era bien entrada la noche, el tráfico de la calle era relativamente ligero. Aunque los transportes les cedían el paso, ella esperaba que las autoridades fueran notificadas y alguien tratara de arrestarles.
Su suerte se mantuvo mientras se acercaban al palacio real. Caillen los hizo detenerse en un callejón de enfrente. Manteniéndose en las sombras, se aseguró de que estaban fuera de la vista de las cámaras y guardias.
—Hay una brecha por la entrada de servicio.
Fain arqueó una ceja ante las palabras de Caillen.
—¿Cómo lo sabes?
—Ayudé en la seguridad, el tiempo que viví allí. Descubrí la mayoría para mi padre, pero el imbécil del jefe de seguridad pensó que era mejor que yo, así que dejé algunas brechas intactas. Son lo bastante grandes como para que pase inadvertido. 
Desideria negó con la cabeza.
—No sin mí.
Caillen se detuvo por su tono decidido.
—Será más rápido si entro solo.
—Estás herido y tengo tanto en juego como tú. Hay… 
—Niños, basta —espetó Chayden—. Todos nuestros cuellos están en la horca en este caso. Caillen, adelante. Te seguimos.
—Sí, pero que no se acostumbre —murmuró Fain.
Caillen comenzó a discutir, pero se dio cuenta del retraso que les estaba costando.
—Muy bien. Continuemos y pisad exactamente en mis pasos. De lo contrario nos verán y no tengo ningunas ganas de salir corriendo ahora mismo. 
Se arrastró a lo largo de la pared, por los jardines traseros. Había varias zonas oscuras en la vigilancia. Una parte de él estaba disgustado de que estuvieran aquí después del intento que había hecho en este mismo lugar en la vida de su padre, pero la otra parte estaba agradecida, ya que les permitía deslizarse dentro y dirigirse a la oficina de su padre.
Caillen se detuvo en la puerta por la que había entrado docenas de veces para encontrarse con su padre.
Como no quería pensar en ello, descodificó la apertura y entró. Completamente a oscuras y vacío, estaba igual que cuando partieron hacia la Arimanda. En cualquier momento, esperaba ver a su padre entrar.
Apretando los dientes contra la agonía de ese pensamiento, se fue a los monitores y desconectó la vigilancia del palacio. Su padre lo tenía todo conectado a esta sala para que él pudiera monitorearlo y ver lo que estaba pasando.
Sólo necesitó unos segundos para localizar al consejero de su padre. Irónicamente, estaba en la sala de guerra y parecía estar repasando algunos informes. Bien. Había muy poca vigilancia allí ya que era dónde su padre se reunía con los comandantes militares.
Sin una palabra, dirigió a su pequeño grupo a través de los pasillos de la servidumbre que estaban ocultos. Estos deberían estar monitoreados también, pero Bogimir y los demás pensaron que era grosero e innecesario.
No hemos tenido nunca nuestra historia monitoreada. ¿Por qué debemos comenzar a hacerlo ahora?
Si...
Caillen se detuvo fuera de la puerta oculta de la sala de guerra para encontrarse con la mirada de Desideria. Él no tenía ningún plan de lo que iba a decir o hacer una vez que se enfrentara al consejero. Oh, demonios, simplemente improvisa. Esa era la forma en que dirigía su vida y era demasiado viejo para cambiarla ahora.
Abrió la puerta y se coló dentro. Con la cólera aumentando, cruzó la habitación en silencio y empujó la silla. En el instante en que la tocó, el consejero se cayó de ella y se quedó tirado en el suelo con un ruido sordo.
¿Qué...?
—Está muerto —murmuró Desideria.
La mirada de Caillen se entornó sobre el rastro de sangre cerca de la silla. Un sendero que conducía a la habitación de al lado. Instintivamente, movió su mano al blaster mientras lo seguía.
En el otro lado se encontró con su tío.
Igualmente muerto.
Mierda. Es una trampa. Tan pronto como el pensamiento le pasó por la mente una alarma empezó a sonar.
Fain maldijo mientras sacaba su propia arma para cubrirlos.
—¡Moveos!
Podían oír a los guardias acercarse de todas direcciones. Caillen sacó otro blaster, preparándose para hacerles lamentar su decisión de venir tras ellos.
—Nos encontraremos de vuelta en mi nave —dijo Chayden antes de correr solo por el pasillo.
Caillen inclinó la cabeza antes de agarrar a Desideria por el brazo y arrastrarla detrás de él.
Ella frunció el ceño.
—Hay que separarse.
—Sí, pero no sabes dónde estás o cómo hablar o leer el idioma. ¿Estás segura que quieres que te deje por tu cuenta? 
Él tenía un punto.
—Bien.
Caillen la llevó a la estación del guarda, donde había varios transportes estacionados. Bordeando a los guardias que patrullaban la zona, él rápidamente incautó uno, entonces le hizo un puente para «pedirlo prestado» y que les llevara al hangar. En el momento en que encendió el motor, los guardias se volvieron, disparando contra ellos.
Desideria contuvo la respiración mientras Caillen daba bandazos como un loco y luego los eludieron. Unos minutos más tarde, fueron los primeros en llegar a la nave de Chayden.
Le hicieron saber a Hauk que estaba a cargo de las armas lo que había sucedido, Caillen se apresuró a encender los motores y hacer las comprobaciones preliminares mientras esperaban que Fain y Chayden se unieran a ellos.
Ella fue a echar un vistazo a la escotilla para así permitirles la entrada a Fain y Chayden. Volviendo la mirada sobre Caillen, vio que se había congelado en su lugar mientras miraba el pequeño monitor en frente de él.
—¿Desideria?
—¿Sí?
Él desplegó lo que estaba viendo y lo subió a la pantalla principal.
—¿Alguna idea de por qué Chayden tiene un archivo completo de ti y de tu madre? ¿Uno fechado hace varias décadas? 

No hay comentarios:

Publicar un comentario