miércoles, 14 de marzo de 2012

INV cap 10

Nick estaba sentado en Inglés, aburrido como una ostra. ¿Eso era si quiera un tema de discusión? ¿En serio? Él hablaba inglés, fluidamente la mayoría de los días, la primera cosa en la mañana o realmente la última en la noche con la que se quedaba. Eso, como todo lo que ellos lo obligaban a sufrir en el colegio, era una épica pérdida de tiempo. Completamente irrelevante. ¿Podría importar honestamente dentro de cien años que hubiese o no leído Moby Dick?
¿Tendría alguna vez una solicitud de empleo en el que le hicieran hacer un diagrama de una frase o elegir un gerundio?
«Deja de quejarte, Nick. Deberías intentar ser un demonio inmortal que vive desde los albores del tiempo y tener que pasar por ésta mierda cuando el Inglés no es siquiera mi lengua nativa y si piensas que tú lo hablas con fluidez, tío, yo sé entonces lo que es un gerundio».
Nick miró con recelo a Caleb, quien estaba sentado a su lado en la otra fila, haciendo esa cosa de la mente con él.
«Claro, pero ese puñado de años son sólo un punto luminoso en tu larguísima vida. En la mía son un significativo porcentaje».
Caleb se mofó en su cabeza.
«Mira, ahí estás usando algo de la materia que has aprendido. Matemáticas. ¿Qué concepto? Quizás no sea una pérdida de tiempo después de todo».
Nick resopló.
—Mira quién ha salido del coma. ¿Tienes algo que decir a la clase?
Parpadeando, Nick se centró en la profesora.
¿Qué táctica utilizar? Mejor no decir nada. Si no hacía otra cosa, por lo menos pasaría desapercibido.
Um, ¿qué?
La señora Richardson caminó hacia él mirándole igual que la amargada troll que era. Ella odiaba enseñar, y todo el mundo lo sabía. Su parte favorita del trabajo era avergonzar o desacreditar a sus estudiantes cada vez que los obligaba a abrir las bocas.
—¿Lo estamos aburriendo, señor Gautier?
Hombre, era impresionante cómo hacía que su nombre sonara como un insulto. Le gustaría aprender esos diabólicos trucos humanos.
Pero primero, tenía que salir de la sartén y esperaba evitar el fuego.
—No estoy aburrido. He estornudado, lo siento.
—Una patética excusa de un estornudo.
Juro que debería alegar ante la Corte Suprema.
—Estaba intentando no molestar a la clase con él.
Ella entrecerró su mirada incluso más, como si supiese que estaba mintiendo, pero no tan positivamente como para que le llamara la atención por ello.
—¿Entonces quizás le gustaría darnos su punto de vista sobre la necesidad de Ahab de venganza?
En realidad preferiría que no. Pero sabía que tenía que hacerlo, ya que las oportunidades de que ella lo dejase zafarse ahora rivalizaban con el que él ardiera por combustión espontánea en su asiento, así que respondió honestamente.
—Fue una estupidez.
Ella arqueó una ceja ante eso.
—¿Estúpido en qué sentido? ¿De la manera en que usted y sus amigos pasan todo el tiempo jugando a los videojuegos y alimentándose en una sociedad conducida por el inútil auto consumismo? ¿O una estupidez como la de aquellos de ustedes que piensan que pueden quedarse dormidos y mandarse mensajes en mi clase y pasar inadvertidos?
¿Estúpida como usted cuando creyó a la dependienta que le dijo que ese vestido se veía bien en usted? Era difícil morderse ese comentario, pero sabía que era mejor eso a que lo vomitara.
Sólo se le permitía a ella ser venenosa en la clase. Todos los demás estarían suspendidos.
Aclarándose la garganta, Nick se rascó el cuello, incómodo con el hecho de que todo el mundo le estuviese mirando ahora. Un puñado se reía disimuladamente. Dos más lo despreciaban y una chica rodó los ojos como si él fuera deficiente mental. Odiaba ser el centro de atención. ¿Por qué tenían que hacerle eso los profesores? Era como si estuviesen decididos a seleccionar a los chicos que menos querían participar o esperaban hasta saber cuál era el peor momento para sacar a un chico a la pizarra. ¿No podían dejarle volar por debajo del radar? ¿Al menos por uno o dos días?
No, vamos a humillar a Nick incluso más. Porque afrontémoslo, la vida no le jodía lo suficiente.
Nick se preparó para el ridículo antes de defender su posición.
—Bueno… él dejó que aquello arruinara su vida. Estaba tan obsesionado por ir detrás de una cosa que lo hería que perdió la perspectiva de todo lo demás. Se aisló de todos y de todo. Paranoico. Sentía como si no pudiera confiar en nadie a su alrededor excepto en sí mismo. Al final, lo perdió todo, incluso su vida. ¿Y por qué? Total estupidez, si me lo pregunta.
—Así que está diciendo que si fuera Ahab, ¿lo dejaría ir y seguiría adelante con su vida? ¿Incluso si fuera la persona que más amaba sobre la tierra la que fuera asesinada y usted quedara con una ligera deformidad por ello?
—Absolutamente. Ésta mierda le sucede a todo el mundo. Póngase los pantalones de adulto y enfréntese a ello. Tienes que dejar que se vaya y seguir adelante.
Ella se tocó en la mejilla con el lápiz mientras consideraba lo que había sacado él del libro.
—Interesante idea. Ingenua e inmadura, pero interesante —miró a Caleb—. ¿Qué hay de usted, señor Malphas? ¿Tiene algo que añadir a la opinión mal concebida del señor Gautier? Qué saca usted del libro, suponiendo que realmente lo leyera en vez de ver una película al igual que la señorita Harris.
Tina se escabulló deslizándose en su asiento. Richardson nunca iba a dejar vivir a la pobre chica.
Caleb se inclinó hacia atrás y cruzó los brazos sobre el pecho, engreído en la manera de alguien que probablemente hubiese leído cada libro que hubiese sido escrito.
—Lo veo como un paralelismo de El Rey Edipo.
—Me intriga. Continúe.
Caleb bostezó antes de responder.
—Incluso aunque algunos puedan ver la maldición que pesa sobre ellos o conozcan su destino, no pueden cambiarlo o detenerlo. La profecía es la profecía. Suceden cosas que no podemos controlar. Es cuando intentas evitarlas que la vida se jode realmente.
—Explíquese.
—Bueno, Ahab fue advertido repetidamente por una variedad de personas que si no dejaba su obsesiva búsqueda, moriría. Como dice Starbucks: ¡Es un viaje nefasto! Mal comenzado, mal continuado. Déjame bracear en cuadro mientras podamos, y aprovechar el viento favorable que nos llevará de regreso a la patria, donde podremos iniciar luego otro viaje mejor que éste. —Caleb miró a Nick—. Ahab no escuchó y murió por que era estúpido.
Nick se rió.
Hasta que la profesora lo fulminó con la mirada.
Encogiéndose, se tranquilizó al momento.
—Interesante resumen, señor Malphas. —Se dirigió a la pizarra—. Hora de redacción, clase. Espero que todos tengáis vuestras lecturas al día. Si no, pronto lo sabré y os arrepentiréis, y no intentéis siquiera echarme a vuestros padres encima. Si obtengo una sola llamada telefónica acerca de trataros injustamente, deduciré automáticamente treinta y cinco puntos de vuestra nota final. Y diez puntos a cada uno sólo como medida de prevención.
Ignorándola, Nick quería saber por qué Caleb había tan obviamente dirigido las últimas palabras hacia él. Quizás fuera un montón de cosas en la vida, pero nunca había sido un idiota. Especialmente no en lo que concernía a su vida. La obsesión no era cosa suya. Creía en jugar con las probabilidades…
Oh, espera. ¿Sabía Caleb de su deseo de ir tras Alan por dispararle?
Sí, vale, aquello no había sido tan fácil dejarlo ir. Pero el gilipollas le había disparado. Disparado. Lo habría matado, también, sin pensárselo dos veces, si Kyrian no lo hubiese detenido, y Alan había golpeado a dos ancianos inocentes. Alguien tenía que detener al animal. Ir detrás de Alan no era una obsesión. Era un servicio público.
De repente, el intercomunicador se encendió, haciendo que varios chicos, incluido Nick, saltaran en sus asientos.
—¿Señora Richardson? ¿Podría enviar a Nick Gautier a la oficina?
El estómago de Nick golpeó el suelo. Tales convocatorias nunca eran buenas, al menos no en lo que a él concernía.
¿Qué he hecho ahora?
Realmente esa no era la pregunta. ¿De qué me están culpando ahora? Era la única persona que nunca podía llevarse nada sin que lo cogieran. Y era el único que servía de ejemplo para todo el mundo. O peor, era totalmente inocente del asunto y lo culpaban de todas maneras y todavía seguía siendo un ejemplo.
Ella curvó los labios ante él mientras hablaba al intercomunicador.
—Va de camino.
Nick cogió su mochila, sólo en caso de que surgiera una expulsión, después se fue. Alguien le lanzó una bola de papel mientras Richardson escribía las tareas en la pizarra dándoles la espalda. Por supuesto ella se perdió el asunto.
Si lo hubiese hecho Nick, ella se habría girado y lo habría cogido al momento con la mano levantada.
Ignorando el insulto, el cual era más que seguro que venía de alguno de la pandilla de Stone y el hecho de lo mucho que le fastidiaba eso, se colgó la mochila al hombro e inició la Marcha Fúnebre de Bataan hacia la oficina. Gah, ¿podría ir más lejos? ¿Podría convertirse en algo peor?
¿Podía tener un día de colegio sin que me vea obligado a ir a la oficina? ¿Sólo uno? ¿Realmente era mucho pedir?
Con el estómago encogido, abrió la puerta y caminó a lo largo del iluminado mostrador. La secretaria, la cual era de la edad de su madre, pero ni de cerca tan atractiva, le dedicó un satisfecho fruncido de labios.
—El señor Head quiere verte.
Por supuesto. ¿Por qué iba a estar allí si no? No era como si estuviese haciendo el reparto.
Nick fue a la puerta detrás del mostrador que estaba ligeramente entornada y golpeó el empañado cristal que brillaba con el nombre del nuevo director.
Richard Head
Director
—Adelante.
Nick empujó la puerta abriéndola de modo que pudiera entrar en la Cámara del Destino. El interior era incluso oscuro y sombrío. Por la razón que fuera, las luces fluorescentes en esa habitación emitían un gris vahído que se cernía sobre todo como un morboso manto.
—Cierre después de usted.
Sí, aquel tono apostaba el culo que estaba para eso. Nick obedeció, entonces fue al asiento frente al oscuro escritorio de madera.
Extraño, toda señal de Peters había sido quitada, y los artículos personales de Head estaban por todas partes como si hubiese sido director allí durante años. Era algo escalofriante cuando pensabas en ello.
Un día eras comido por un compañero de trabajo, y al siguiente el mundo seguía adelante como si nunca hubieses existido. Nadie hablaba ya de Peters.
Había sido borrado por completo. A Nick le bajó un escalofrío por la columna. Incluso aunque Peters hubiese sido un idiota, era asombroso darse cuenta lo poco que el mundo se preocupaba por ti una vez que te habías ido.
Mientras tanto, allí estaban ellos…
Un hombre de mediana edad con la cabeza calva, el nuevo director parecía incluso más severo de lo que era Peters. ¿Eran enviados a un campo de entrenamiento especial para darles toda esa pomposa condescendencia que giraba en sus bocas?
Fulminó a Nick por encima del borde de sus gafas marrones.
—¿Sabe por qué está aquí?
¿Necesitas a alguien a quien dar una patada y yo saqué la pajita afortunada? Se guardó esa sugerencia para sí mismo.
—No señor.
—Piense, Gautier. Piense.
¿Soy el más desafortunado humano que haya nacido alguna vez y a los tipos como usted les gusta joder con mi cabeza?
Morderse el sarcasmo era mucho más fácil decirlo que hacerlo.
—Lo siento, señor. Ni una pista.
Head dejó una Nintendo portátil sobre su escritorio.
—¿Le resulta familiar?
A Nick se le quedó cara de póquer. ¿Qué esperaba que le contestara? Por supuesto que la reconocía. La mayoría de sus compañeros de clase tenían una. Eran comunes y a menudo decoradas por los propietarios, universales.
El ceño fruncido de Head se intensificó.
—¿Te ha comido la lengua el gato, chico?
No, había sido la confusión. Todavía no tenía ninguna idea de lo que estaba pasando. Pero antes de que pudiera hablar, llamaron a la puerta.
El nuevo director la abrió.
—¿Interrumpo?
—Sí —el tono de Head había sido incluso más frío que su sonrisa.
El entrenador lo ignoró.
—Gautier. Me alegra verte aquí. Estaba a punto de ir en tu busca. —Entró y le tendió a Nick su camiseta.
Nick debería estar excitado, pero dadas las circunstancias, iba a esperar para celebrarlo.
—Quizás quiera aplazar el hacer eso —dijo Head en un tono directo.
El entrenador frunció el ceño.
—¿Por qué?
—Voy a enviar a éste pequeño ratero a prisión, y la última cosa que necesitamos es que encierren a otra persona que lleva una de las camisetas de nuestro colegio.
Nick se ahogó. ¿Prisión? ¿Por qué? ¿Por respirar?
—¿Qué ha hecho? —preguntó el entrenador.
Sí, ¿qué hice?
—Robar. Esto —sostuvo la Nintendo— fue encontrado en su taquilla. Pertenece a…
—Kyl Poitiers. Se la prestó a Nick en la clase de gimnasia.
—¿Qué?
Nick estaba tan atónito como el director, el cual reflejaba la palabra que estaba gritando en su mente. Nadie se lo había prestado, y definitivamente no lo había robado. Pero sabía que era mejor callarse hasta que entendiera qué estaba sucediendo. Cualquier cosa podía y sería usada contra él.
El entrenador señaló a Nick.
—Vi a Kyl entregársela.
Head todavía se resistía a creer eso.
—Estás equivocado. El número de serie está en mi lista de objetos robados, y pertenece a Bryce Parkington.
—Y otra vez, sé lo que vi en mi clase. Si es robado, Poiters está inculpando a Nick. Pero eso es poco probable. ¿Está seguro que el número es correcto?
—Por supuesto que estoy seguro. El número está aquí mismo. —Head comparó los dos números, entonces maldijo en voz baja—. Bueno, esto es extraño. Juro que los números antes coincidían.
El entrenador se encogió de hombros.
—Es un error común. Nos sucede al mejor de nosotros. Además, esos números son tan pequeños en los dispositivos, es fácil confundirlos. —Hizo un gesto a Nick—. Vamos, Gautier. Te llevaré de vuelta a clase.
Head continuaba mascullando mientras iba de aquí para allá con los números de serie, intentando hacer que coincidieran.
—Espere —dijo cuando el entrenador alcanzó la puerta. Le tendió la Nintendo a Nick—. Se lo devolveré, ya que no es uno de los objetos robados. —Entonces su tono se hizo de nuevo más agudo—. Y que no te coja jugando en clase o en el corredor, o la confiscaré.
—Sí, señor. —Nick agarró la consola de juegos e hizo una salida rápida.
Seguía sin tener ni idea de lo que estaba pasando, pero no iba a abrir la boca y meterse en problemas ahora que se había librado de ellos. Especialmente desde que era inocente de cualquier delito.
Tan pronto como salieron de la oficina y entraron en el vestíbulo lejos de cualquiera que pudiera oírlos por casualidad, el entrenador lo detuvo.
—Apuesto a que te estás preguntando qué está pasando, ¿verdad?
—Estoy muy confuso. Definitivamente.
El entrenador cogió la Nintendo de las manos de Nick y jugó con ella.
—He indagado algo en tu archivo escolar. Es realmente impresionante.
Nick tenía un mal presentimiento de que no estaba hablando de sus notas o la puntuación de sus exámenes.
—¿Cómo cuál?
—Sacaste la nota más alta en el examen de acceso que cualquier niño haya aprobado nunca. Eres el único que ha hecho el cien por cien y también obtuviste las bonificaciones de las tres preguntas correctas. ¿Lo sabías?
De acuerdo. Por una vez estaba equivocado. Una ola de orgullo lo llenó. Eso significaba algo, ya que esa era una de las mejores escuelas del país, por no decir del estado de Luisiana, y más difícil de entrar incluso que en el Ben Franklin High.
—No. —Le habían dicho que lo había hecho realmente bien y que le daban una beca completa para estudiar, pero nadie le había dicho que la puntuación había sido perfecta.
Wow. No era de extrañar que su madre se retorciera cuándo pensaba que él estaba aflojando.
—Pero eso no era lo que encontré más fascinante. Es de tu otro récord del que quería hablarte.
El estómago se le hundió. Aquí vamos…
Perdedor. Calzonazos. La historia de tu familia apesta. No tienes ninguna esperanza de futuro, así que podríamos lanzarte ahora, directo al canal que te engendró. Había oído eso más veces de las que podía contar de más gente de la que podía nombrar. Peters en particular habían tomado un sádico placer en hacerle saber que no tenía ningún futuro en absoluto.
—El último año —continuó el entrenador—, estuviste en treinta y cinco peleas. Treinta y cinco, chico, eso tiene que ser un récord. Descontando los días que estás ausente, eso sería uno de cada tres días en la escuela. El hecho de que todavía seas un estudiante aquí, incluso con tu puntuación en los exámenes y cursos, es la cosa más asombrosa que he oído. He dado clases en muchas escuelas a lo largo de los años y nunca he visto a nadie que fuese un peor alborotador. Realmente impresionante.
Eso aniquiló cada trozo del orgullo que, temporalmente, había tenido Nick. Sabía que se veía mal, pero no era completamente culpa suya. No le importaba cuando le insultaban, lo cual era a cada hora, era cuando se metían con su madre que se volvía Donkey Kong. Desafortunadamente, Stone lo sabía, y entonces llamaban despiadados nombres a su madre y decían cosas horribles sobre su carácter. A pesar de unos pocos errores que todo el mundo cometía, su madre era una santa, y él le rompería la cara a cualquiera que dijese lo contrario, lo cual aparentemente sucedía cada tres días que estaba en el colegio.
Suspirando, Nick le devolvió la camiseta.
—Supongo que quiere esto de vuelta.
El entrenador se negó a cogerlo.
—No. Tengo otra proposición para un chico con tus únicas… habilidades.
Nick no necesitaba del péndulo o su libro para ver hacia dónde se estaba dirigiendo esto. Las tripas le decían que no le gustaría, y cuando el entrenador habló, confirmó esa sospecha. En voz alta.
—Tengo un grupo de chicos que me hacen favores. Me gustaría que te unieras a nuestro grupo de élite.
Oh, sí, claro. No gracias. Había algunos grupos de los que no quería formar parte, y ese sonaba como uno que tenía que estar en la cima de su lista de jamás.
—Tío, yo no hago nada perverso. De hecho…
—No es nada de eso, Nick. —Le tendió la Nintendo—. Nosotros conseguimos cosas.
De ninguna flipada manera… ¿El entrenador era parte de eso?
Eso no era posible. ¿Por qué haría tal cosa?
Por otra parte, los robos no habían empezado hasta que el entrenador había llegado. Considerando eso, tenía insólito sentido. Un ingreso suplementario para un empleado mal pagado. Todos los profesores que conocía se quejaban de su paga, y la mayoría buscaba otros modos de aumentar sus ingresos.
Sin embargo, eso era excesivo.
—Robas —lo acusó Nick.
El entrenador frunció el rostro.
—Esa es una palabra demasiado fea. Nosotros simplemente lo encontramos y tomamos prestado. Después de todo, la gente nunca devuelve lo que se le presta y los niños ricos y snob de aquí tienen demasiado, ni siquiera lo aprecian. Mami y Papi reemplazan sus cosas sin pensárselo una segunda vez, y reclaman los papeles al seguro. Esto es así, ¿verdad? Piensa en ello igual que en Robin Hood. Estás liberando a los ricos de lo que no se merecen y dándoselo a los que lo necesitan. Nosotros.
Nick negó con la cabeza ante el argumento que le daba el entrenador. La semántica no podía expresarlo. Eso era robar, pura y llanamente. Robar era robar y estaba mal.
Su madre lo había educado mejor que eso.
—Olvídelo. No soy un ladrón.
Él empezó a marcharse pero el entrenador lo detuvo.
—Nos ayudarás, Gautier. Si no lo haces, me aseguraré que el próximo artículo que encuentren en tu taquilla te proporcione una condena más larga en prisión que por esto. —Balanceó la Nintendo en su cara—. Y con el Director Dick deseando llamar a los polis y tener una cabeza de turco con el que aplacar las llamadas de los enfadados padres exigiéndole que coja al ladrón, nadie se afligirá en sacrificarte.
Nick sintió cómo el pánico aumentaba. Sabía que era verdad. La gente en su escuela no pestañearía al verle marcharse y pensarían que eso era justo lo que se merecía un criminal. Nadie le creería jamás, el chico pobre de la escuela, no había estado lo bastante desesperado para hacerlo.
—No se atrevería.
—Pruébame. Todo el mundo ya piensa que eres un mentiroso y un ladrón. El noventa por ciento de los estudiantes y el cien por cien de los profesores están convencidos de que hiciste trampa para entrar. Después de eso, ¿realmente crees que te creerían por encima de mí? Después de todo, ver es creer.
Nick quería negarlo, pero sabía la verdad. Muchos de sus compañeros de clase lo odiaban y había quienes adorarían verlo sobre su espalda. Enviarle a prisión sería como ganar la lotería.
Eso mataría a su madre.
No vayas a la cárcel, Nicky. Hagas lo que hagas, no seas como tu padre. He trabajado muy duro y sacrificado demasiado para verte llegar a ese final. Se lo había dicho tantas veces que era como un constante zumbido en la cabeza.
—¿Por qué me haría eso?
El entrenador le dedicó una cruel sonrisa.
—Porque tienes las habilidades que necesito. Tengo una lista de objetos y muy poco tiempo para reunirlos. Si fallo, no querrás saber qué te sucederá. Eso te lo prometo. Pero si me ayudas… te recompensaré enormemente.
¿Por qué necesitaría la ayuda de Nick para robar?
—¿Qué? ¿Tiene problemas con el juego o algo?
—Eres un chico inteligente. Es una deuda que tengo que pagar y una por la que haré lo que sea para saldar. Tú me ayudas y yo te ayudo.
Y si no lo hacía, el gilipollas lo enviaría a la cárcel. Se estremeció ante el pensamiento.
Entonces tuvo una idea.
—¿Y si le presto el dinero que necesita? Puede pagar a sus prestamistas o corredores de apuesta o lo que sean y todos seríamos felices.
El entrenador sacudió la cabeza.
—Mis artículos son muy específicos. El dinero no nos haría ningún bien a ninguno de nosotros, y no pagará mi deuda. O mantenerte fuera de prisión.
—Mire, no quiero ser un ladrón.
—Bien. Como dije, cógelos prestados. No me importa cómo obtengas lo que necesito mientras los artículos estén en mi posesión y sean los exactos, y quiero decir los mismos, artículos de mi lista de la gente de la que te digo que los consigas. ¿Entendido? No puede haber ninguna sustitución en absoluto.
Nick asintió. Si pudiera tomarlos prestados, no sería tan malo. Excepto que sabía que el entrenador no los devolvería…
Hombre, ¿cómo se metía en estas cosas?
El entrenador le dio una pieza doblada de papel.
—Tienes seis días, Gautier. Después de eso, voy a hacer que el señor Head sea muy feliz en lo que a ti concierne.
Fabuloso.
Nick vio como se marchaba el entrenador. Con el corazón latiéndole, desdobló el papel y lo leyó. Atónito, sintió que se le aflojaba la mandíbula al ver lo que el entrenador quería que le robase a sus compañeros de clase.
Pero uno de los artículos en particular lo sobresaltó.
El entrenador quería que robara el solitario diamante del collar de Nekoda.
De ninguna manera. No lo haré. No tenía intención de herir a Kody. De ninguna manera o forma. No lo haría.
El entrenador podía tostarse, por lo que a él le importaba.
Y mantuvo esa resolución hasta la sexta clase, cuando la policía vino y arrestó a Dave Smithfield sacándolo de su clase.
Dave lloraba igual que un bebé mientras lo esposaban y le leían sus derechos.
—Yo no tomo drogas, ¡lo juro! Alguien las puso en mi taquilla. Estoy diciendo la verdad. ¿Por qué no me creen? No lo hice. ¡No lo hice!
Se negaron a escucharle mientras lo sacaban arrastras de la escuela mientras Nick y el resto miraban horrorizados.
Hasta que encontró la sonrisa satisfecha del Entrenador Devus y la advertencia en su mirada. Entonces supo la verdad. Había sido el entrenador quien lo había metido en la taquilla de Dave y probablemente también llamado a los polis.
Y más tarde esa noche, todo el equipo de fútbol, mientras Nick veía las noticias en casa de Kyrian, descubriría lo sucio que podía ser realmente su nuevo entrenador.
El rostro de la comentarista estaba triste mientras leía en el monitor.
—Ésta noche ha sucedido una tragedia en el ala juvenil. Un estudiante de catorce años del St. Richards High School, David James Smithfield, quien fue arrestado ésta tarde después de encontrar drogas en su taquilla del colegio, fue encontrado muerto en su celda hace una hora. Las autoridades esperan los resultados de la autopsia, pero todo apunta, a lo que ellos creen que fue un suicidio…
Sí, claro. Nick tenía un mal presentimiento acerca de eso cuando se sacó el péndulo del bolsillo. Dave no era el tipo de persona que se suicidaría. Ni siquiera después de ser arrestado. Había conocido al chico durante años. Siempre despreocupado, Dave nunca había estado implicado en algo inmoral o ilegal. Y tan pequeña como era la escuela, Nick sabría si lo habría hecho.
Con el corazón acelerado, Nick abrió el libro sobre el escritorio y pasó el péndulo por la página.
Sosteniendo la cadena de la manera en que Grim le había enseñado, se concentró en la pregunta.
—¿Fue el entrenador responsable de la muerte de Dave?
Sin vacilación, éste osciló sobre el sí. Con energía. Entonces empezó a moverse en un extraño patrón que no podía identificar. Incapaz de descifrarlo, volvió la página y se aseguró de que ni Rosa ni Kyrian lo veían utilizarlo.
—De acuerdo, libro. Dime que está pasando. —Utilizó el péndulo para pincharse el dedo antes de dejar caer tres gotas de sangre.
Éstas se estrellaron brillantes contra el blanco antes de empezar a mezclarse y moverse igual que una exótica serpiente. Nick vio como las palabras se escribían sobre las páginas.
Fácil de ganar, fácil de perder.
El futuro es algunas veces difícil de saber.
Pero si no lo llevas a cabo… Tu vida pronto dirá a más ver.
El estómago se le encogió tanto que podía formar un diamante.
—¿Llevar a cabo el qué? ¿Lo que quiere el entrenador o mis convicciones?
La página se volvió completamente rojo sangre, entonces explotó, literalmente. Las palabras se reagruparon incluso en un movimiento más fluido.
A través de la niebla la luz brillará.
Entonces la respuesta tuya será.
¿Qué mierda quería decir eso? ¿Por qué estaba utilizando siquiera esa cosa inservible?
Nick gruñó.
—Estúpido y jodido libro. No vas a responderme, ¿verdad?
Tú tienes la respuesta que has buscado.
No importa lo que hagas, te sentirás perturbado.
La vida nunca es fácil, lo que ellos digan no ha de importar.
Y cada decisión debes cuidadosamente meditar.
Al final, las consecuencias son tuyas y sólo tú las has de afrontar.
Así que estúdialo despacio y con la carrera ten cuidado.
¿Qué carrera?
Ahora tenía una migraña por intentar descifrar todo eso. Pero una cosa seguía dándole vueltas en la cabeza. Una cosa a la que tenía que tener respuesta.
—¿Mató el entrenador a Dave?
Esa respuesta ya te ha llegado.
Preguntar otra vez, no hará que cambie el resultado.
Pero, sí, el entrenador no es lo que aparenta.
Y tú estás en el corazón de todo lo que proyecta.
Aquello Nick lo entendió perfectamente. Se convertiría en uno de los instrumentos del entrenador. El solo pensamiento lo enfermaba. No quería hacer eso.
—¿Hay alguna manera de evitar que él robe?
Pregunta a tu corazón lo que deseas.
Y los insultos de los demás jamás temas.
El problema era, que no temía los insultos de nadie. Había sido alimentado con ellos desde su nacimiento. Lo que temía era que su entrenador lo enviase a prisión durante la mayor parte de su vida adulta.
O peor, que lo matara igual que había hecho con Dave.
Con ese pensamiento llegó el recuerdo de la visión que había visto. Una en la que yacía muerto mientras sostenía el collar de Kody.
El mismo collar que el entrenador quería que robase…
Y Grim pensaba que su precognición no funcionaba.

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