miércoles, 14 de marzo de 2012

INV cap 5

¿Qué estás haciendo, Ambrose?
Ambrose se alejó del visionario espejo negro que había estado utilizando para observar como el pasado se desplegaba en una dirección completamente nueva. Con un movimiento de la mano, lo tumbó sobre el ornamentadamente esculpido escritorio negro y lo cubrió con una tela de seda negra mientras se enfrentaba al último ser con el que quería tratar.
Savitar.
Nacido para ser un correctivo para los dioses que podrían abusar de sus poderes, Savitar era una de las pocas criaturas más altas que Nick. Vestido con un par de pantalones multibolsillos y una camisa de algodón azul abierta, Savitar olía como un soleado día en la playa. Normal en él, ya que vivía en una isla que se desvanecía, donde pasaba la mayor parte de los días surfeando. Su pelo oscuro contenía reflejos del sol, y su cara tenía al menos tres días de barba alrededor de la chiva. A causa de su antiquísima edad ‑él había nacido no mucho después del amanecer de los tiempos‑ y sus poderes omnipotentes, Savitar estaba acostumbrado a que la gente se meara encima en el momento en que él entraba en una habitación.
Ambrose no era la mayoría de la gente, y habían pasado siglos desde que Savitar lo había acojonado siquiera un poco. Apartándose del escritorio, fue a servirse una bebida.
Ni vino ni agua, sino la helada sangre de un demonio Perityle. De edad añeja y llena de los nutrientes que necesitaba para vivir.
Si es que alguien era tan estúpido como para calificar su actual existencia como vivir.
Ambrose tomó un sorbo y lo saboreó. No lo satisfizo tanto como cuando el demonio le había suplicado por su vida, pero todavía fresca y embriagadora. Una ligera sonrisa le tironeó de la boca cuando recordó el asesinato del demonio. Nunca había entendido como, criaturas que eran tan brutales y despiadadas para otros, esperaban que alguien les mostrase a ellos piedad cuando habían sido incapaces de dispensársela a sus víctimas. Una peculiar hipocresía, seguramente.
—¿Desde cuándo tengo que responder a tus preguntas?
La expresión de Savitar habría aterrado a los mismísimos dioses. Pero desde que Ambrose era su látigo, no tenía ningún efecto sobre él.
—Estás manipulando poderes que no entiendes.
Ambrose arrastró una fulminante mirada desde los ondeantes cabellos de Savitar hasta sus desnudos pies.
—Encuentro que eso es gracioso como el infierno viniendo de ti.
—Claro, y cuando yo lo hice, casi destruí el mundo.
La ironía era que Ambrose estaba en realidad intentando salvarlo. Él ya sabía cómo acabaría el mundo. La fecha, el momento. Los gritos de los humanos cuando se dieron cuenta que se estaba acabando y que todo lo que una vez habían valorado ahora no tenía ningún valor.
Ninguna cantidad de ruegos o cambios podría ayudarles.
El tiempo se estaba acercando. Podía sentir lo último de su humanidad abandonándolo con el latido de cada segundo que pasaba, y cuando lo hiciera: El mundo estaba condenado. No había nadie que pudiera detenerle.
Ni siquiera Savitar.
—Sé lo que estoy haciendo.
Savitar apretó los dientes.
—No, Nick, no lo sabes.
Nick. Savitar era el último de aquellos que habían utilizado su verdadero nombre, y el Chthonian sólo lo hacía cuando quería obtener toda la atención de Ambrose.
Ambrose volvió la mirada hacia atrás hacia donde estaba cubierto su espejo, y recordó como habían sido las cosas siendo niño. Si sólo pudiera regresar.
Por un diminuto nanosegundo.
Tomar las más insignificantes decisiones podía provocar profundas repercusiones. Unos diez minutos de espera podrían salvar una vida.
O terminarla.
Un giro equivocado bajando por la calle correcta o una conversación aparentemente sin importancia, y todo cambiaba. No era justo que cada vida fuera definida, arruinada, acabada y lo hiciera por tales detalles aparentemente inofensivos. Un importante acontecimiento que cambiase la vida debería venir con una señal de advertencia que dijera: ABANDONA TODA ESPERANZA o PONTE A SALVO. Era una broma cruel que nadie pudiera ver las curvas más peligrosas hasta que estabas sobre el borde, cayendo al abismo.
Cuando Ambrose comenzó a alejarse, Savitar le agarró del brazo y tiró de él a su lado. Sus ojos lavanda llamearon a un profundo rojo.
—Estás despertando poderes y trayendo nuevos jugadores a tu pasado. Jugadores que ninguno de nosotros conoce. Ayer me preguntaste por Nekoda. No la recordabas, porque ella no estuvo originalmente en tu pasado. Fue tu intromisión actual la que la llevó a tu puerta cuando eras un niño. Y ella no es la única, ¿no lo entiendes? Se supone que tu padre moriría antes de que alcanzaras la pubertad. Ese es el orden natural, y esos sucesos eran imperativos para tu crecimiento y seguridad. Ahora él está vivo cuando debería no estarlo, y tú estás acumulando poderes a una edad cuando…
—No se suponía que tuviese un hermano mayor. ¿Verdad?
Savitar apartó la mirada.
Exactamente.
Acontecimientos que cambiaban la vida. Desastres invisibles. Pequeñas cosas que se hacían.
Mejor no ir allí.
Ambrose curvó el labio.
—Tú, Acheron, Artemisa, mi padre, todos me ocultasteis pequeños secretos. Ahora intento reparar vuestros errores.
—Y en el proceso, estás cometiendo unos nuevos. Unos que nosotros no podemos prever todavía. Yo no puedo preverlos aún. ¿Entiendes lo que estoy diciendo?
Lo entendía. Y había una única cosa que veía con mayor claridad de todas.
—Entonces, no sabes si lo que estoy haciendo está mal.
Savitar maldijo.
—No puedes reescribir el pasado. Nadie puede. No sin terroríficas consecuencias.
—Soy el Malachai —se mofó Nick—. No recibo ordenes tuyas, Chthonian.
Designados a ser la policía del orden natural y protectores de los hombres, a los Chthonians les habían sido concedidos poderes que permitirían asesinar a un dios si fuese necesario.
Pero eses poderes no funcionaban con criaturas como Nick. Nacido de la parte más oscura del universo, el Malachai era inmune a todos excepto a uno.
Y ese no estaba aquí para detenerle del destino para el que había nacido.
La destrucción final.
Tic, tac.
Savitar respiró profundamente.
—Bien. Aguanta ese ego —él señaló el espejo de Ambrose—. Lo que has hecho es descubrir tus poderes a la edad en la que eras más vulnerable. ¿Por qué crees que estaban ocultos en primer lugar? Lo que has hecho es liberar las hordas del infierno sobre un niño que es incapaz de luchar contra ellas.
Pero Nick aprendería. Él se conocía a sí mismo y sus instintos de supervivencia. Nick no sería derrotado. Jamás.
—Le envié un protector.
—Claro. Buena suerte con eso. Pregúntale a Acheron que sucede cuando la gente trampea con el destino de otros, incluso cuando todo lo que están intentando hacer es protegerlos… Oh, espera, lo olvidé. Tú ya no puedes hacer eso, ¿verdad? —La mirada de Savitar lo atravesó con una acusación que él no quería siquiera contemplar—. Ahora mismo, en Nueva Orleáns, un niño de catorce años está siendo acechado.
—¿Por?
—Tú conoces la respuesta. Ellos están allí para emboscarte y hacerte sangrar. ¿Crees que has sufrido hasta ahora? Sólo espera y observa lo que has liberado sobre ti mismo. Y esta vez, no tendrás a nadie a quien culpar. lo hiciste a pesar que todos nosotros intentamos detenerte —Savitar señaló el talismán alrededor del cuello de Ambrose—. Crees que entiendes aquellos poderes debido a lo que eres y a los siglos que has vivido. No entiendes una mierda.
Él estaba equivocado acerca de eso. Ambrose lo entendía completamente. Más que nada, sabía lo que sucedería si no lo cambiaba.
Honestamente, ¿Habría sido tan malo que hubiese muerto de niño?
Parte de él se preguntaba si eso era todo lo que necesitaría para hacer que la rueda dejase de girar. Para impedir que llegase el final.
Lo más triste de todo era que cada vez que intentaba suicidarse, algo lo evitaba.
Excepto la única vez que fue la más importante. Nada de lo que había intentado todavía había evitado que aquello sucediera.
Un disparo.
Y todo por la maldición de Acheron.
Tenía que haber alguna manera de romperla.
Él acarició el medallón. Esa era su última oportunidad. Después de siglos de equivocaciones y errores de cálculo, si esto no funcionaba ahora, se habría terminado para todos ellos. A él no le importaba que su vida concluyese al final. En lo que a él concernía, su vida había acabado cuando tenía veinticuatro años.
Eran todos los demás los que lo pagarían. A los únicos que estaba intentando salvar. Los únicos a los que una vez había amado. El inocente no se merecía lo que estaba viniendo hacia ellos.
Ayudadme.
Se estaba resbalando y se estaba volviendo más oscuro. Frío. Aterrador. Ahora mismo, no veía un final alternativo. Ni siquiera con su intromisión. Cada camino parecía apartarle de ese momento y lugar.
Volviendo a lo que se estaba acercando.
Una guerra a la que el mundo no sobreviviría.
Intentando no pensar en el futuro que veía tan claramente, Ambrose se sirvió otra bebida.
—Nunca respondiste mi pregunta original. ¿Quién y qué es Nekoda?
Completamente estoico, Savitar se encogió de hombros.
—¿La verdad? No lo sé.
No lo sé. Esas palabras le resonaron en la cabeza. La única cosa que había aprendido con el correr de los siglos al tratar con Savitar. Siempre que el Chthonian decía eso, tenía un único significado.
Y nunca era bueno.
Atrancad las escotillas. Las cosas van a ponerse incluso más sangrientas.

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