Nick estuvo de bajón durante varios días mientras las visiones le perseguían. Con la ayuda de Grim, estaba tratando de perfeccionar su habilidad para ver si podía conseguir algo más o ver más claramente. Pero no era fácil. Al igual que con la clarividencia, iba y venía a su antojo, no a su voluntad.
Condenados poderes desconsiderados.
Grim continuaba prometiéndole que él podría controlarlos con la práctica.
Él era mucho más optimista que Nick. Por supuesto, él no era el único que alucinaba o flipaba.
Por el momento, era otro agravio más en una vida que ya era irritante. La pubertad era bastante mala con su cuerpo haciendo cosas que no quieres que haga en momentos inconvenientes. Ahora la mente lo estaba haciendo, también. Un minuto estaba bien; al siguiente veía a alguien “normal” transformarse en algo que no lo era, o tenía algún flash psicodélico de un acontecimiento por venir.
Se estaba poniendo tan difícil, que su madre había empezado de nuevo con la inquisición de las drogas cada vez que estaba cerca. A este ritmo, estaría detrás de él con un frasco de pruebas para que meara dentro.
Las únicas buenas noticias era que no habían encontrado a más niños asesinados por lo que fuera que había matado a los otros dos.
Y Nick no estaba muerto.
Todavía.
Pero eso quedó en un interrogante cuando entró en el patio de la escuela para encontrar que Stone y su panda de soplapollas aduladores lo esperaban.
Genial. Justo lo que necesitaba. Otra suspensión. Cada vez que Stone se le acercaba, acababa en la oficina del director, y nunca para bien. Era un hecho, como la meada que inevitablemente seguía a la elevación de la pata de un perro.
Efectivamente, justo cuando se acercaba el primer escalón que conducía a la puerta del edificio de ladrillo rojo, Stone, que era una bestia enorme peta‑nudillos Cromañón, dio un paso adelante para bloquearle el camino.
Stone cruzó los brazos fornidos y miró hacia abajo a Nick. Algo que realmente le sacaba de quicio.
—No estoy de humor —Imbécil. Nick contuvo el insulto que quería realmente escupirle y trató de pasar rozándole apenas. Siempre es mejor evitar una pelea.
Demasiado tarde. El resto de su mierda (rebaño de imbéciles), rodeó a Nick. Sintió que la presión arterial le aumentaba aún más cuando hicieron eso de invadimos tu espacio personal porque estamos haciendo una maniobra de gilipollas. Nick apretó los dientes, tratando de mantener el temperamento bajo control.
Algo que no ayudó cuando Stone le empujó.
—Alguien ha estado robando nuestras cosas de las taquillas, Gautier. Sólo puedo pensar en una persona que esté tan desesperada. —Le echó un vistazo burlón sobre la hortera camisa hawaiana azul que la madre de Nick le hizo ponerse y el vaquero gastado. Los dos habían sido comprados en la casa de caridad al precio increíble de un dólar cada uno.
Nick bufó ante el insulto de Stone.
—No sé. Se rumorea por todo el vestuario de las chicas que os habéis quedado colgados, así que fuisteis al centro de ancianitas, tratando de conseguir una cita para el baile de graduación.
Stone gritó de rabia. Él se adelantó, sólo para que Caleb saliera de la nada y le empujara hacia atrás.
Bang, el demonio podía moverse. No es de extrañar que fuera la estrella del equipo de fútbol.
Por otra parte, Caleb tenía una ventaja injusta. Fuerza sobrehumana y siglos de formación de soldado.
Caleb se burló de Stone.
—Es demasiado temprano para que tenga que lavar la sangre de mi ropa, Blakemore. Pero estoy dispuesto a que corra la sangre si es lo que se necesita para que actúes como humano. —Un comentario histérico, dado el hecho que Stone era un Were‑Lobo.
—¿Qué está pasando aquí?
Nick dio un paso atrás cuando un enorme oso de hombre avanzó para separarlos.
Él se burló de los dos combatientes.
—¿Stone? ¿Caleb? No te atrevas a empezar a luchar. Haré que corras en círculos hasta que te caigas si lo haces. Lo último que necesitamos es que un jugador sea suspendido. Ya estamos a punto de tener que renunciar, de todos modos. En este momento, no puedo permitirme el lujo de perder ni un solo hombre. ¿Me oyes?
Caleb levantó las manos en señal de rendición.
—No estaba buscando problemas, pero tampoco voy a correr. Si me empujan, lo devuelvo.
El entrenador negó con la cabeza.
—Blakemore, coge a tus niñas y lárgate. Ahora.
Frunciendo los labios, Stone se fue con su pandilla de matones del zoo detrás de él.
El entrenador entornó los ojos en Nick.
—¿Quién eres? —Mierda de perro. Él no dijo esas palabras, pero su tono lo implicaba.
Obligándose a no decir o hacer nada para sumar a la detención, habló con cuidado.
—Nick Gautier.
El reconocimiento encendió los ojos azul profundo del entrenador. En realidad parecía impresionado.
—Fuiste el primero de la serie el año pasado. ¿Qué pasó?
Nick se encogió de hombros.
—La boca de Stone, es lo que pasó. Necesitaba que se la cerraran, y me excedí demasiado con ello.
El entrenador se rascó la barbilla.
—El archivo dice que fuiste expulsado del equipo por tu actitud.
—El archivo se equivoca. Fui pateado del equipo por la actitud de Stone. La mía fue muy buena. Todavía lo es, para ser honesto.
El hombre hizo un sonido que podría ser una risa. O un gruñido.
—¿Te interesa jugar otra vez?
Nick hizo un gesto con el brazo que estaba en el cabestrillo.
—No puedo. Todavía me estoy recuperando. El doctor no quiere que haga nada para forzarlo.
Una excusa que estaba explotando todo lo que podía. Una que funcionaba con su madre, pero no tanto con Kyrian, que era un tirano despiadado. Cada vez que decía algo, Kyrian siempre replicaba con: Muchacho, he destripado a hombres que se quejaban menos que tú. Ahora, muévete.
Y al parecer, el entrenador era de ésta última categoría, también.
—Sí, pero puedo añadirte a la lista. Incluso si no juegas. Eres un jugador legítimo. Vamos, Gautier. Necesito sólo tres camisetas más, y estaremos listos para los play‑offs. Hazlo por la escuela o, si no hazlo por Malphas. Ha trabajado duro este año. ¿Vas a privarlo de un partido por el campeonato por una insignificante lesión?
¿Insignificante lesión? Había recibido un disparo y casi muerto a golpes por la gente que había pensado que eran sus amigos.
Miró a Caleb.
«Sigue adelante y di que sí. Se me hará más fácil mantenerte vigilado, si practicas conmigo».
Odiaba cuando Caleb y Ambrose jugaban en su cabeza. Pero Caleb tenía razón. Ya que por su culpa Caleb estaba en el equipo en primer lugar, lo menos que podía hacer era unirse. Por no hablar que él se veía bien con la camiseta negra y dorada, y que lo mantenían alejado de las horribles camisas que su madre insistía que usara. Por lo menos los días de partido.
—Muy bien. Lo haré.
—Genial. —El entrenador sonrió—. Te traeré la camiseta y te veo después de la escuela.
Nick abrió la boca para decirle que iba a trabajar, pero el entrenador se había ido antes de que pudiera hacer algo más que boquear. Se encontró con la mirada de Caleb.
—Kyrian me va a matar.
—No, no lo hará. Estoy seguro de que lo entenderá.
Nick deseó tener esa clase de confianza. En cualquier cosa. Pero no la tenía. La vida y los golpes básicamente se la habían arrancado en la época que tenía dos años. Tal vez tres. Con un suspiro, empezó a subir las escaleras con Caleb a un paso detrás de él. Al entrar en el edificio, parecía que todos estaban charlando acerca de los artículos pispados mientras la escuela estaba cerrada.
Hubo momentos en que ser pobre era una bendición. Como no tener nada para robar.
Aún así, recordó una vez hace unos años cuando su madre había despilfarrado y compró dos sillas de jardín por cinco dólares en Walmart. Maldición, si alguien no las hubiera robado de la terraza trasera de su destartalado piso. Su mamá había llorado durante una semana, y si podía poner las manos sobre el ladrón, pasaría la eternidad cojeando. ¿Qué tipo de humano roba sillas de plástico de jardín a alguien que era tan obviamente pobre? Seguramente había un rincón especial del infierno esperando con su nombre grabado en una placa.
—Oye, Nick.
Se quedó paralizado en su taquilla cuando Nekoda se le acercó.
—Hola, Kody. ¿Cómo estás?
Ella le dedicó esa sonrisa que nunca dejaba de calentarle el cuerpo hasta un nivel ecuatorial.
—Mejor ahora que te veo. Traté de llamarte ayer por la noche, pero no respondiste. ¿Recibiste mi mensaje?
Nick frunció el ceño.
—Mi teléfono no sonó. —Sacándolo, comprobó el registro—. Mira. —Lo alzó para que ella lo revisara.
—Raro. Llamé tres veces.
Eso era extraño.
—Podría ser algo de nuestro apartamento. —Aparte del hecho que vivía en una perpetua nube deprimente y estaba apestado de cucarachas del tamaño de su puño. Probablemente también estaba encima de la Boca del Infierno, lo que no permitía ningún tipo de recepción que no fuera por dos latas unidas por un largo cordel—. Lo siento me lo perdí. ¿Necesitabas algo?
—Sólo quería hablar contigo.
No sabía por qué, pero esas palabras hicieron que se pusiera colorado. A pesar de que seguía teniendo pesadillas con ella, había algo que lo atraía. Ella era irresistible, y tenía el sabor de su beso marcado constantemente en los labios. Él daría cualquier cosa por recibir otro de ella.
—¡Nick! ¡Acabo de oírlo!
Antes de que pudiera identificar quién estaba hablando, Casey se arrojó a sus brazos y lo golpeó contra las taquillas.
—¡Estás en el equipo de fútbol otra vez! Estoy tan feliz por ti. Ahora puedes ser mi acompañante de regreso a casa. ¿No será genial?
Se sentía como un ratón atrapado entre dos gatos al ver la mirada de enojo en el rostro de Nekoda.
Casey no le prestó atención.
—¿Cuándo tendrás la camiseta? Te ves tan sexy llevándola.
Ayúdame. Su voz sonó como una mosca en la cabeza.
Sin decir una palabra, Nekoda se giró y se fue por el pasillo.
—¡Kody! —Él trató de seguir tras ella, pero Casey se lo impidió.
—No quieres hablar con ella, Nick. Es una perdedora.
Sí, claro. También fue la única persona de su escuela que lo había visitado cuando había estado en el hospital. Sí, vale, ella estaba allí como voluntaria, pero había sido un puntazo ir todos los días a su habitación y animarlo. Eso no tenía porque haberlo hecho.
Trató de apartarse de Casey. Era como una ventosa. A donde se moviera, estaba allí, aferrándose a él. No sabía cómo escapar de ella sin hacerle daño.
Frustrado, le dio una mirada feroz.
—¿Qué pasa contigo?
—Nada. Sólo quiero pasar tiempo contigo, Nick.
—¿Desde cuándo?
—Estás trabajando para Kyrian Hunter ahora. Eres uno de nosotros.
No estaba tan seguro de que quisiera ser uno de ellos. Debido a la forma en que lo habían tratado, había aprendido hace mucho tiempo que no quería ser parte de la élite. No le gustaba la forma en que funcionaban. Si ser uno de ellos significaba ser cruel con alguien más, él prefiere ser un paria social.
—Mira, no soy ningún chico de película. La popularidad no se me va a subir a la cabeza, para olvidarme de mis amigos. No se pueden echar por tierra los años de ignorarme con un gesto de bondad. Ahora, discúlpeme. —Por último, pasó junto a ella para ir detrás de Kody.
Pero ya era demasiado tarde. No había ni rastro de ella por ninguna parte.
Fantástico. Se sentía como un canalla de campeonato. Gah, soy un idiota…
—¿Nick? —Casey le tomó de la mano, sorprendiéndolo por completo al atreverse a tocarlo, al mugriento—. Lo siento si te traté mal en el pasado o herí tus sentimientos. Como cualquier otro, puedo estar ensimismada a veces y no veo lo que está delante de mi cara. Tal vez mi madre tiene razón y tengo que levantar la vista del teléfono de vez en cuando. —Lo miró por debajo de sus pestañas en lo que tenía que ser la más caliente de las miradas que había visto nunca en el rostro de una chica viva—. Tienes razón. No te vi antes. Mi error. Pero te veo ahora. ¿No me perdonas por ser estúpida?
Esas palabras inesperadas tocaron una parte de él que era ajena y extraña. Entonces recordó lo que había dicho Ambrose. Casey sería una buena novia mientras él estaba en el instituto.
Y sin embargo quería a Kody para ese papel. Ella era la que había sido amable cuando lo necesitaba. Ella fue con la que realmente disfrutaba hablando.
Catorce años, y no puedo conseguir que me den ni la hora una sola chica. Ahora estoy destrozado entre dos…
La chica más popular por quien había suspirando desde que era un niño y otra que apenas había entrado en su mundo y lo volvió del revés.
La vida no era justa. Y no tenía ni idea de lo que debía hacer. Escuchar a Ambrose, o escuchar sus tripas…
—Vamos —dijo Casey, tirando de su brazo—. Te acompañaré a clase.
Grim se detuvo al sentir una ligera brisa besarle la piel fría. Era una presencia que había conocido desde antes de los albores de los tiempos. Cruel e insensible, ella era su mejor amiga.
Y su peor enemiga.
Juntos habían causado más destrucción que un tornado F5 en un largo fin de semana de duración.
Eso fue sólo en sus buenos tiempos. En los malos… Bueno, los científicos afirmaban que un F6 era imposible. Con sus poderes combinados, no sólo era posible, sino que incluso esa categoría era insignificante en comparación con el daño que él y Laguerre Wynter podían hacer.
—Laguerre... ¿Qué te trae por aquí?
Ágil, atractiva y vibrante, entró en su dominio privado como si fuera suyo. Con abundantes rizos castaño oscuro que le caían hasta la cintura, estaba exquisitamente formada. Como siempre, sus labios eran rojos brillantes a juego con el pantalón y la chaqueta. En el momento en que se trazó a su lado, el fuego en la chimenea de mármol negro dio una llamarada, disparando las brasas por el suelo de madera de ébano.
Ella tenía ese efecto en la mayoría de las cosas.
—Quería que supieras que estoy facilitando las cosas.
Esas palabras le llenaron de aprensión. Siempre que Laguerre facilitaba algo, nunca era bueno. No para él y sobre todo no para su objetivo.
—¿Qué quieres decir?
Ella frunció la cara.
—Hay demasiado bien en Nick Gautier. No importa lo mucho que abusemos de él, no cambiará de dirección. Por lo tanto tenemos que hacer algo para purgarlo de él.
—No puedes matar a su madre. —Todos sabían que era la única manera segura de dar rienda suelta a las partes más oscuras de los poderes de Gautier y del alma. Si Cherise Gautier moría, él estaría más allá de la redención y sería más fácil de convertir.
—Ella está fuera de los límites para nosotros. —El que la matara tendría garantizada una muerte brutal, y ni siquiera él, la Muerte misma, era inmune.
Wynter le pasó la larga uña roja por la mandíbula.
—Sí, pero hay otras maneras de hacer que cambie y asegurarnos que esté a nuestro lado en esta batalla.
Ninguna que hubiera podido identificar. La fortaleza de Nick era debidamente impresionante. Cuanto más estaba alrededor del chico, más dudaba sobre su capacidad para corromperle, incluso con la ayuda de la fuente original.
—Él tiene que terminar su formación antes de que nos sea de utilidad.
—Tal vez, pero si él tiene un motivo para cambiar, podría abrazar esos poderes aún más y utilizarlos donde le digamos.
Grim no estaba tan seguro.
—Sigue siendo un ingenuo. Él realmente cree en los finales felices.
Ella se encogió de hombros con indiferencia.
—Entonces vamos a tener que sacarle esas falsas esperanzas.
Si alguien podía, esa era la Guerra. Matar las aspiraciones de la gente era su especialidad.
—¿Qué tienes en mente?
Con una sonrisa malévola, se alejó de él para calentarse las manos junto al fuego.
—Ya tengo a mi persona en el lugar. Alguien en quien Nick confía, que no es lo que piensa.
—¿Qué quieres decir?
Ella se echó a reír.
—Conjuré a un viejo cómplice de los nuestros que se ha comprometido a ayudarnos con nuestra búsqueda. Uno que es ahora corpóreo en el reino humano.
Eso explicaba a los adolescentes muertos que habían sido descubiertos por la policía. Sacrificios hechos para conseguir meter a su hombre en el meollo del asunto.
—Y nuestro amigo ha prometido que la vida de Nick se volverá del revés. Antes de que todo sea dicho y hecho, sus amigos verdaderos serán asesinados y él será nuestro. —Se volvió hacia él con otra sonrisa malévola—. Entonces controlaremos el mundo una vez más, y ni siquiera los viejos poderes podrán detenernos.
Grim le devolvió la sonrisa. Eso era definitivamente algo en lo que él podría hincar el diente.
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