Nueve años más tarde.
«Devyn Kell es el mismo diablo. No tendrá piedad de ti y te matará si se entera de lo que eres y el porqué estás allí. Confía en mí. He enterrado a todos los agentes que hemos enviado tras él, machos, hembras y todo lo de en medio. Dado que puede detectar a un operativo tres segundos después de encontrase con uno, tal vez una civil pueda reventarle el culo sin ser descubierta».
«No falles».
Alix Gerran mantuvo esas palabras muy cerca del corazón cuando entró en el hangar donde estaba atracada la nave de Kell.
No quiero hacer esto...
Pero no tenía elección. O descubría cualquier prueba para llevar ante la justicia a Kell o vería morir a su madre y a su hermana. Tenía tres semanas antes de que el Ministro de Justicia Ritadarion las ejecutara. Y cada día que pasaba, su familia se sentaba en una celda de la cárcel, pudriéndose.
Ella era su única esperanza.
Puedes hacerlo.
Ella todavía no entendía por qué Merjack simplemente no mataba al hombre, si le odiaba tanto. Pero el MJR[1] había sido firme en que Kell debía tener un juicio público. Sin importar por qué psicópata razón, un contrato de asesinato no era lo suficientemente bueno para Kell.
Tal vez Kell había atropellado al perro de Merjack...
«Ya nos hemos encargado de su ingeniero, así que tienes una vacante en su personal de abordo que hemos hecho a medida para ti. Tienes que llevarlo ante la ley, vivo para el juicio, así que ayúdame o violaré a tu familia yo mismo y luego te arrojaré a la peor calaña de criminales y miraré mientras ellos toman turnos contigo».
Cualquiera cosa que Kell le hubiera hecho al MJR tuvo que haber sido cruel. No había ninguna otra razón para un odio tan fuerte.
—¿Cómo me he metido en medio de esto?
Pero entonces, lo supo. Su padre había sido un transportista hasta hacía seis meses, cuando su primer oficial hubo huido con todo el capital. Sin ningún ahorro, su familia se vio obligada al contrabando.
Desafortunadamente, su padre había resultado ser verdaderamente pésimo en ese negocio, hacía dos semanas que había sido detenido y ejecutado a las veinticuatro horas de su condena. Así que, ella, su madre y su hermana eran esclavas, que habían sido destinadas a la subasta para pagar el juicio y la ejecución.
Hasta que Merjack había visto a Alix.
Al parecer, ella tenía un asombroso parecido con alguien del pasado de Kell por quien él se había preocupado, y sólo eso le había impedido ser vendida a un burdel.
Así que aquí estaba...
Dirigiéndome a morir.
Basta, Alix. Puedes hacerlo.
Estaba cansada de esa agotadora letanía. Lo menos que la voz en la cabeza podía hacer era no sonar tan triste cuando se la recitaba.
¡Puedes hacerlo!
Sí, ahora sonaba como si estuviera drogada.
Tragándose el miedo, se dirigió a la bahía Delta Alpha 17-4, donde estaba atracada a nave de Kell, La Talia.
Simplemente no le dejes matarme tres segundos después de conocerme. Eso arruinaría seriamente el ya jodido día.
Pasó numerosas naves de carga y cazas, la mayoría de los cuales eran obsoletos e ilegales para el vuelo. Típico, realmente. La mayoría de las personas que visitaban la estación de Solaras eran bandidos, estafadores, prostitutas, moradores de la frontera o pilotos que necesitaban el pago extra por peligrosidad que se ofrecía a cualquiera lo suficientemente estúpido como para volar a través del sistema Solaras. El dinero para ellos era tan escaso como lo era para ella.
Pero al doblar la esquina, se congeló ante la vista de lo que tenía que ser la nave más bonita que jamás hubiera visto. Se quedó boquiabierta.
Lo que daría por algo como eso.
Era absolutamente impresionante, con líneas suaves y sin ninguna arista afilada en toda su superficie. Pintada de un oscuro bermellón con reflejos dorados, dominaba el hangar. Esa nave era definitivamente una dama que avergonzaría a cualquier otra nave espacial que estuviera atracada aquí. En realidad, avergonzaba a todas las naves que Alix hubiera visto nunca fuera de los anuncios y catálogos vigentes.
Dejando escapar una lenta respiración apreciativa, se obligó a ni siquiera soñar con una y comenzó a buscar La Talia.
«Es probablemente una oxidada cisterna o un carguero no mejor que la nave que mantenía tu padre. Definitivamente vas a tener las manos muy ocupadas tratando de mantenerla en el espacio».
No permitas que Kell sea tan desagradable como la tripulación de mi padre.
Esa era la peor parte de los transportistas y contrabandistas. No tenían ninguna higiene. Era como un distintivo de honor que ellos se expulsaran el hedor los unos a los otros.
Mira el lado bueno, al menos de esta manera no tienes que dormir con su maloliente piel.
Cierto. Con esta misión, sólo tenía que encontrar o fabricar la prueba para condenar a Kell antes de que la matara.
¡Adelante!
Apartando ese atemorizante pensamiento, contó las bahías al pasar por ellas.
—Una... dos... tres…
Se detuvo cuando vio la nave que había llamado su atención.
No. No podía ser.
Verificó nuevamente los números y, efectivamente, lo era.
La Talia.
Whoa… Una ráfaga de emoción la atravesó hasta que recordó que en realidad no estaba aquí para trabajar. Estaba aquí para tender una trampa o capturar a un cruento criminal.
Un asesino.
—Maldición, Vik. ¿Cómo puedes no saber lo que va mal con esta cosa? ¿No puedes comunicarte con ella o algo así?
Ella vaciló ante esa profunda y retumbante voz que sonaba como un trueno. Ligeramente acentuada, le envió un escalofrío por la espalda. Con el corazón latiendo con fuerza, ella se asomó a la parte trasera y se congeló totalmente en sus pasos.
Si había pensado que la nave era algo, no era nada comparado con el grupo de hombres que parecían ser su tripulación.
Oh. Dios. Mío.
El que había hablado debía medir uno noventa de altura. Esculpido con perfectas proporciones, era delgado y musculoso. Anchos hombros convergiendo hasta las estrechas caderas y lo que tenía que ser el mejor culo que jamás había visto en su vida, podría rebotar un crédito en él.
O romperse un diente mordiéndolo.
Tenía el pelo negro muy corto, pero la parte delantera de éste caía sobre un par de ojos tan oscuros que se mezclaban perfectamente con las pupilas. Oscuras cejas acuchilladas paralelamente remarcando los afilados pómulos y, en la mandíbula, empezaba a tener una contracción nerviosa.
Oooh, eso era totalmente lamible, también.
Poder y fuerza sangraba por cada poro de su cuerpo. Una imagen que se perpetuó por el traje negro Armstich abrazando cada recoveco y curva de los músculos y los blasters enfundados que llevaba a las caderas.
Sí, este hombre hablaba en serio y estaba listo para problemas.
Y los hombres que le acompañaban no eran diferentes. Había uno, un Hyshian por su aspecto general, a su derecha. Unos centímetros más bajo, el Hyshian no era menos musculoso. El pelo negro le caía en largas trenzas hasta la mitad de la espalda. Parecía ser de la misma edad que el primer hombre que había observado.
En lugar de negro, vestía de marrón oscuro con aun más armas atadas al cuerpo. El largo abrigo era sin mangas, mostrando los protuberantes brazos. Gruesos brazaletes de oro rodeaban ambas muñecas y una estrecha banda le envolvía el bíceps izquierdo, una señal de matrimonio en su mundo.
Sí, él era igual de mortífero.
El tercero sospechaba que era un humanoide. Unos dos centímetros más alto que el que había hablado, tenía el pelo de color azul oscuro y la piel azul más claro. Con ese tono de piel, parecía un Rugarion, pero los labios y ojos eras negros en lugar del azul más oscuro que ellos tenían. Al igual que los otros, era absolutamente magnífico. Y musculoso y perfectamente esculpido.
También parecía muy molesto, algo impresionante, ya que era difícil conseguir programar emociones en una perfeccionada inteligencia artificial.
El androide miró furiosamente al que había hablado.
—Mi nombre no es Maldición Vik, y me parece irónico que creas que puedo comunicarme con todos los seres de metal cuando tú apenas puedes comunicar tu punto de vista a tus propios padres. Y te dieron a luz. Yo no di a luz a esta nave. La última vez que me examiné era macho y eso sería imposible a una multitud de niveles.
El otro hombre se echó a reír.
—¿Qué te parece, Dev? ¿Podemos hacer un modelo de Vik para que pudiera dar a luz?
El androide frunció el ceño.
—Cuidado, Sway, podría fácilmente encerrarte en tu habitación de nuevo… accidentalmente, por supuesto.
El Hyshian sacó un arma y le apuntó a la cabeza.
—Lo sabía bastardo de metal.
El hombre al que había llamado Dev dejó escapar un suspiro irritado antes de desarmar al Hyshian.
—¿Vamos a estar aquí lanzando disparos unos contra otros? ¿O podemos centrar nuestra colectiva atención para conseguir salir de este agujero de mierda?
Sway le fulminó con la mirada.
—Mira, nadie quiere salir de este agujero más que yo. Estoy abierto a sugerencias, Capitán Puedo‑Hacerlo‑Por‑Mí‑Mismo. ¿Tienes alguna idea de lo que es esa señal de aviso?
Dev le lanzó una jocosa mirada que le envió un escalofrío por la espalda.
—Sí, el sistema de avería que no nos deja despegar.
Vik resopló.
—Yo sugerí que contratáramos a un nuevo ingeniero, pero nadie me hizo caso.
Él deslizó la mirada hacia Dev.
Dev hizo una mueca.
—¿Y qué se supone que debía hacer? ¿Cagar uno? En caso de que no lo hayas notado, no hay una plétora de ingenieros por aquí.
—¿Plétora? —Se burló Sway—. ¿Qué clase de palabra marica es esa?
Dev se lanzó hacia su cuello, sólo para que Vik se interpusiera entre ellos.
Vik apartó de un empujó al Hyshian.
—Sway, no magullarás la sagrada entidad. No quiero que me desmantelen debido a que profanaste la mágica semilla. Ahora, ambos os comportaréis como si en realidad fuerais hombres crecidos.
Alix frunció el ceño. Era como ver a un grupo de niños en un parque.
Niños, mortíferos y espeluznantes, pero...
Tienes que llegar allí y subirte a su nave.
No quiero ir.
Sólo hazlo.
Tomando una respiración profunda, se obligó a caminar hacia adelante. Por favor, no permitas que me disparen.
—Disculpen, señores. Su estabilizador trasero está roto.
Tres pares de ojos se volvieron hacia ella con una intensidad que era absolutamente aterradora. Tuvo que luchar contra el impulso de huir.
En lugar de eso, se mantuvo firme mientras se enfrentaba a ellos.
Devyn se congeló ante el sonido de la ronca voz femenina que tanto le recordaba a una suave y fresca caricia deslizándose por su espalda desnuda. Sin un esfuerzo consciente, en su mente apareció una imagen de la mujer que poseía esa voz. Su cuerpo rugió a la vida por la perspectiva de pasar algún tiempo con ella.
De repente, la idea de permanecer en esta sofocante estación un poco más le pareció atractiva. Una astuta sonrisa curvó sus labios cuando se volvió hacia la mujer de sus sueños.
Su sonrisa se desvaneció cuando una descarga eléctrica le sacudió y vio el rostro de una mujer que no había visto en años...
El último rostro que jamás hubiera esperado volver a ver.
No es ella.
Está muerta.
La mataste.
No, esta no era Clotilde. Mientras que compartían matices y características muy similares, Clotilde había sido diminuta y baja. La mujer delante de él era casi tan alta como Sway y constituida para la batalla. Su cuerpo estaba bien afinado y era fuerte. Por no hablar de que parecía un cachorro perdido, algo que nunca había sido Clotilde. Incluso a primera hora de la mañana, siempre había estado vestida a la perfección. Siempre con un control total y absoluto de cada situación.
Excepto la noche en que la mataste...
Alejó ese pensamiento antes de que prendiera fuego a su temperamento.
Un desteñido gorro rojo cubría la cabeza de la mujer, escudándola los ojos de él. El cabello rubio pálido le caía sobre el hombro en una gruesa trenza colgando hasta la cintura. Llevaba un holgado traje de batalla marrón que había visto mejores días. Incluso las botas estaban raídas y desgastadas.
—¿Qué dijiste? —le preguntó.
Un intrigante sonrojo se propagó a través de las mejillas mientras mantuvo inclinada la cabeza, mirándose los pies. Ella señaló a la parte trasera de la nave.
—El estabilizador trasero está roto. Creo que podría ser lo que usted está buscando.
Devyn estaba agradecido que alguien supiera exactamente que le ocurría a esa condenada cosa. Se movió para comprobarlo.
—¿Es usted el capitán Kell? —le siguió un paso detrás, mientras que el resto de la tripulación intercambiaron miradas con amplios ojos.
Hijos de puta sin valor...
Devyn abrió de un golpe la plancha del estabilizador colocándolo en su posición original y lo cerró. Sospechando, se volvió hacia ella. Había aprendido hacía mucho tiempo a ser extremadamente prudente con las personas que venían a buscarle, sin importar lo inocente que en principio pudieran parecer.
En particular con alguien que se parecía a Clotilde.
—¿Y tú eres?
Ella le extendió una pequeña mano, los rasgos eran severos y decididos.
—Alix Gerran. He oído que está buscando un nuevo ingeniero y me gustaría solicitar el puesto.
Le tomó la mano y tomó nota de los callos cuando la sacudió. Ella no aparentaba ser mucho mayor que una adolescente, pero las manos le dijeron que estaba acostumbrada a trabajar duro.
Normalmente, no consideraría a una persona tan joven para un miembro del equipo, pero ahora aceptaría al mismo diablo con tal de que pudiera manejar los controles de vuelo y llevar a La Talia hacia el espacio.
—¿Tienes experiencia?
—Bueno, nací en un carguero y trabajé en uno desde que tuve edad suficiente para mantener una llave inglesa —cambió de posición la mochila que llevaba al hombro y levantó la cabeza con una arrogancia que encontró admirable para su edad—. Sé cómo ejecutar el vuelo preliminar, mantener el diario de abordo y puedo arreglar cualquier avería del motor con un pedazo de cuerda y una gota de sellador.
Devyn arqueó una ceja. Por alguna razón, no dudó de ese último alarde en lo más mínimo.
Se apoyó en su nave con una mano y entornó los ojos hacia ella.
—Mi último ingeniero murió en combate. Yo no huyo de las peleas con nadie. Nunca. Si te enrolas conmigo, tienes que compartir esta convicción básica. ¿Tienes algún problema con eso?
Ella le miró sin pestañear y él se dio cuenta de la extraña sombra de color azul oscuro de los ojos, muy diferente del par verde avellana que rondaba sus pesadillas. El fuego dentro de esa intrépida mirada le dijo que era una luchadora, también, y no tendría miedo a afrontar lo que el infierno lanzara contra ellos.
Eso era algo que podía respetar.
—No tengo ningún problema con ello.
Devyn se apartó de la nave, se sacó un paño del bolsillo trasero y se limpió la grasa de las manos.
—¿Qué edad tienes? —no quería ayudar a un fugitivo joven.
—Veintisiete —respondió ella sin vacilar.
Él recorrió el delgado cuerpo con el ceño fruncido. Él no le habría echado más de dieciséis años.
—¿Tienes alguna identificación?
Ella se metió la mano en el bolsillo, sacó una cartera pequeña y se la entregó.
Devyn estudió la imagen y la fecha de nacimiento. Tenía un buen ojo para las falsificaciones, y esta identificación era o bien la mejor que jamás había visto o auténtica. Se decidió sobre ésta última y se la devolvió.
—Hay un largo camino desde Praenomia.
Ella encogió los delgados hombros.
—Mi nacimiento fue registrado allí, pero nunca he pasado en mi vida más de unos pocos días en un planeta.
—Entonces, estás acostumbrada al agua y aire reciclado.
—Y la mala comida, el aburrimiento y la nariz tapada —añadió con un suspiro nostálgico.
—Entonces, ¿por qué quieres enrolarte de nuevo en una nave?
Ella se metió las manos en los bolsillos y le miró con exploradores ojos que tocaron la fibra sensible olvidada por mucho tiempo dentro de él, una fibra sensible de la que hubiera esperado separarse para siempre.
Ella no es Clotilde...
Sin embargo, esa parte de él que odiaba a la perra quería apalear a la mujer que tenía delante. Afortunadamente para ella, tenía suficiente control para detenerse.
—Es mi hogar y tengo que ganarme la vida. No sé hacer otra cosa.
Esa era una de las razones que Devyn entendía. Algo acerca de la tranquilidad del oscuro espacio parecía confortar incluso al alma más atormentada.
Incluso la suya.
Echó un vistazo a su postura competente. Ella parecía lo suficientemente honesta y capaz. En el peor de los casos, tenía que ser mejor en el mantenimiento que su actual tripulación de incompetentes.
Con respecto a ellos, les miró para ver lo que pensaban de ella.
Vik le lanzó una inquieta mirada.
—Me gustaría expresar una opinión, pero como nunca te importa lo que pienso, no voy a desaprovechar la energía.
Miró a Sway, quien se encogió de hombros.
—Nera está sólo a cuatro días. Podemos darle una oportunidad, y si no es tan buena como afirma, dejamos allí su culo. Si nos molesta antes de llegar, siempre podemos lanzarla al espacio por una exclusa de aire.
Devyn volvió a mirarla para ver su gesto horrorizado.
—El trabajo es tuyo, si lo deseas.
Pero en este punto, no se sorprendería si le decía dónde metérselo.
Una mirada perpleja le cruzó el rostro.
—¿No quieres algunas credenciales o referencias?
Él se encogió de hombros.
—La mayoría de la gente no tiene ninguna para este tipo de trabajo. Tú detectaste el estabilizador sin apenas esfuerzo. Diablos, he perdido casi media hora buscándolo —miró a su tripulación—. Y no hablo del tiempo que el Equipo Inútil pasó con ello. Es obvio que sabes algo sobre naves.
Sway le hizo un gesto obsceno.
Alix sonrió y él se quedó encantado con el hoyuelo de la mejilla izquierda.
Devyn se sujetó mientras sus hormonas se incendiaban. ¿Qué estaba mal con él para que ella pudiera afectarle tan fácilmente? Especialmente teniendo en cuenta lo mucho que se parecía a una mujer que hizo su sangre correr fría y su furia encenderse.
Tal vez Sway tuviera razón y necesitara echar un polvo.
—Nos estamos preparando para el lanzamiento, así que si tienes algún equipaje o despedidas sólo…
—Sólo estos efectos personales —se apartó la mochila del hombro—. Y no hay despedidas.
Devyn frunció el ceño ante el tono de la voz.
—¿Ninguna?
Ella apretó los dientes, y él tuvo la extraña sensación de que luchaba contra las lágrimas, pero los ojos no revelaban nada excepto el más feroz de los espíritus.
—Mi padre murió muy recientemente. Yo... Yo no tengo a nadie más.
Él asintió con compasión. Nunca había perdido a alguien cercano, pero podía imaginarse lo difícil que sería perder a uno de sus padres.
—Lo siento.
Ella miró alrededor de la bahía como si sus palabras la avergonzaran.
—No te preocupes. No interferirá con mi trabajo.
—Bueno, entonces, eh… —Devyn se detuvo en un esfuerzo por recordar su nombre.
—Alix —dijo ella con una media sonrisa extraña—. Mi padre quería un hijo —se miró el cuerpo y estiró el holgado material sobre los pechos—. Supongo que no falló por mucho.
Devyn tomó nota de la amargura en la voz, y una oleada extraña de proteccionismo le recorrió el cuerpo.
—A mí no me pareces un chico.
Ella volvió a sonreír y le envió una ola de calor directamente a la polla.
Sí, definitivamente necesitaba echar un polvo.
Antes de que él pudiera hacer comentarios, su comunicador zumbó.
Sway resopló con desdén.
—Déjame adivinar. ¿Mamá? —su tono sonó burlesco.
—Cállate, Sway —Devyn comprobó la identificación y le dio la espalda a su amigo.
Sí, era su madre... probablemente porque su frecuencia cardiaca era elevada.
Con un suspiro de frustración, se puso el enlace de plata en la oreja, pero no contestó.
—Alix, te presento a nuestro primero de abordo, Sway Trinaloew.
Sway la estrechó la mano.
—Encantado de conocerte, Alix.
—Vik es nuestro…
—Hombre-Gruñón —añadió Sway con una maligna sonrisa.
Vik le lanzó una letal y fría mirada.
Devyn ignoró su interrupción.
—Seguridad y tecnología.
En lugar de estrecharla la mano, Vik se la besó.
—Estoy encantado por tu belleza, mi señora. Bienvenida a bordo. Tú eres un más que bienvenido suplemento a nuestro duro trabajo… oliendo encantadoramente, también.
—Gracias, Vik —dando un paso atrás, ella se quitó la gorra de la cabeza. Se pasó la mano por el húmedo flequillo y se metió la gorra en el bolsillo trasero—. No dejéis que interrumpa vuestra rutina normal. Considerarme un fantasma.
Devyn inclinó la cabeza cuando el comunicador sonó de nuevo.
Sway se rió.
—Será mejor que contestes.
Él le lanzó una amenazante mirada a su primero.
—Sway, muéstrale a Alix donde acomodarse. Y tú —señaló a Vik—, prepara la nave para el lanzamiento —luego se golpeó ligeramente el oído para abrir el canal.
—Hola, mamá... No, no me molestas en absoluto. Siempre es bueno saber de ti.
Alix frunció el ceño cuando él entró en la nave mientras amablemente hablaba con su madre, como cualquier persona. Qué extraño. Parecía tan incongruente que un hombre tan fiero fuera tan respetuoso con su madre.
Sway le sonrió abiertamente.
—Te acostumbrarás a ello. Dev es hijo único y su madre es extremadamente protectora en lo que a él respecta. En realidad, su padre es aún peor. Él perdió a su hijo mayor y entra en pánico cuando Dev está fuera de su vista más de tres segundos.
—¿No saben lo que hace para ganarse la vida?
—Sí, es por lo que le llaman todo el tiempo para ver cómo está. Diablos, me sorprende que no esté marcado.
Marcado era un término coloquial utilizado para el chip insertado en mascotas, soldados de La Liga y esclavos para que sus propietarios pudieran localizarlos.
Un chip como el incrustado en su propio brazo, que era uno de los motivos por lo que tenía que hacer lo que Merjack dijera. No había manera de huir con el chip. Mientras Merjack localizara su frecuencia, la encontraría.
Si sólo supiera como extraerlo, pero ellos habían cometido un error cuando se lo pusieron y ahora estaba incrustado en el hueso.
Sway la miró de reojo mientras la guiaba al interior de la nave.
—¿Estás completamente horrorizada por nosotros?
—No… completamente.
Pero estaba asustada de esta ruda pandilla. Si bien había un espíritu juguetón en sus cáusticas púas, también había un aura de: voy a patearte el culo de regreso a la Edad del Acero, si tan sólo respiras mi aire de manera equivocada.
Así que tendría que ser cuidadosa hasta conocerles mejor o les tuvieran en custodia.
—Sígueme.
Alix caminaba por el estrecho pasillo de la nave, con el corazón golpeando contra las costillas. Odiaba estar en una nave nueva, rodeada de extraños. Por primera vez en su vida, no conocía todas las grietas de las máquinas, cada resquicio de las frías paredes de titanio.
Quería ir a casa. Sin embargo, el único hogar que había conocido ahora pertenecía a quien la había comprado en una subasta. Con un nudo en la garganta, apretó los dientes, negándose a derramar más lágrimas por su nave perdida. Ella había hecho lo que debía, y no había vuelta atrás.
Ahora tenía al resto de su familia por la que preocuparse, lo que significaba que tendría que encontrar rápido pruebas de actividades ilegales de Devyn para que pudieran liberarlas. Cada minuto que estaban en la cárcel era por su culpa.
—Puedes acomodarte aquí dentro —Sway presionó los controles para abrir una puerta.
Los ojos de Alix se ampliaron ante el gran camarote. La cama en la habitación ocupaba tanto espacio como había ocupado toda su cámara privada en el carguero de su padre. Una lujosa alfombra azul revestía el suelo. Había creído que sólo los aristócratas tenían naves con alfombras en ellas.
Sin decir una palabra, entró y miró sin disimulo el resto de los muebles.
—Estoy seguro que Devyn querrá mostrarte el resto de la nave, pero probablemente esperará hasta después del despegue.
Le resultaba extraño que se refiriera a Kell por su nombre de pila. Normalmente, la tripulación era más formal que eso.
—¿Cuántas personas conforman la tripulación?
Sway apoyó la espalda contra el marco de la puerta abierta y cruzó los brazos sobre el pecho. La miró suspicazmente.
—Sólo los que conociste. ¿Tienes algún problema con eso?
Alix frunció los labios mientras examinaba el cuerpo de Sway. Le recordaba un montón al Capitán Kell, ambos tenían problemas de actitud y una letal corriente oculta que decía que podían derribar incluso a un asesino de La Liga sin ni siquiera empezar a sudar.
También tenían la misma constitución resistente y musculosa, pero Sway no era bastante guapo para ella. Por supuesto, los Hyshians nunca había sido su debilidad, y los amarillentos ojos de Sway la ponían nerviosa.
—Nunca he tenido muchos problemas con los hombres sobrios persiguiéndome alrededor de las cubiertas, si eso es lo que quieres decir. Con tal de que ninguno se desespere o se emborrache, creo que puedo ingeniármelas.
Sway se rió.
—Creo que encajarás muy bien con nosotros —se colocó una de la multitud de trenzas negras detrás de la oreja izquierda—. Esto no es sexista ni nada por el estilo pero, ¿sabes cocinar?
Alix se sorprendió por la insólita pregunta.
—Nada de lujo, pero lo hago muy bien con lo básico.
—Oh, gracias a Dios. Estoy harto de comer alimentos sintéticos.
—Y yo estoy harto de escuchar quejarte sobre ello, vieja.
El corazón de Alix se aceleró por el sonido de la profunda voz de Devyn. Se dijo a sí misma que no podía sentirse de esta manera. El corazón y el cuerpo lo habían hecho antes y había sido aplastada.
Incluso a día de hoy, podía ver la burlona mueca de Edwin. «Confía en mí, nena. No hay suficiente mujer en ese cuerpo de muchacho que posees para alguna vez seducir a un hombre de verdad».
Sí, eso le había enseñado que nunca más le permitiría saber a un hombre que ella estaba interesada en él. Y Edwin no había sido ni de lejos tan guapo como Devyn.
Además, estaba aquí para arruinar al capitán. Algo que la mataría si no tenía cuidado.
Devyn golpeó a Sway ligeramente en el brazo.
—Si no os importa, creo que es hora de que salgamos de aquí.
Sway inclinó la cabeza y se fue.
A solas con el capitán, la torpeza la consumió. Alix se estudiaba los pies, deseando poder pensar en algo que decir. Pero, como de costumbre, cuando tenía alrededor a un hombre ardiente, el cerebro no podía concentrarse en otra cosa que la forma en que su camisa se aferraba a sus músculos.
Gah, podría relamer a ese hombre toda la noche y no era el tipo de mujer que tenía esos pensamientos. Demasiados años siendo el único “entretenimiento” en la nave de su padre le había dejado asqueada con los hombres en general y con el sexo en particular.
Sin embargo, ninguno de los tripulantes de su padre jamás la había mirado así. Y ese hecho la hizo preguntarse si Devyn realmente sería bueno en la cama.
Basta. Él es tu capitán y el hombre al que tienes que tender una trampa.
Él se aclaró la garganta.
—Tu unidad de refrigeración no está abastecida, pero nos encargaremos de eso en nuestra próxima parada. Hay un montón de agua y otros líquidos en la cocina, si comienzas a deshidratarte... Tómate tu tiempo para desembalar y cuando estés lista, el puente está en la proa de la nave.
Alix asintió con la cabeza, todavía sin estar dispuesta siquiera a mirarle.
Escuchó deslizarse la puerta al cerrarse. Tragándose el nudo de la garganta, finalmente miró la puerta y suspiró. Había visto la incredulidad en los ojos de Devyn cuando le había dicho su edad. Su reacción era normal, pero por alguna razón, le molestó que él la hubiera tenido.
—¿Qué te pasa? —Tiró la mochila sobre la cama para poder sacar las cosas—. Deberías estar contenta de estar con hombres que saben cómo utilizar realmente una ducha.
La voz burlona de su padre hizo eco en su mente. «Nadie quiere a una mujer como tú. Infiernos, eres más hombre que la mayoría de nosotros con un pene. Y mírate... toda sucia y grasienta. ¿Qué hombre quiere eso? Tienes suerte de que la tripulación no se desespere lo suficiente como para usarte, aunque para ser sinceros, yo preferiría masturbarme».
Se estremeció y endureció su decisión. ¿Qué le importaba, de todos modos? No tenía el menor interés en los hombres. El amor era dar y recibir, cuanto más dabas, más cogía la gente. Bastaba con mirar a sus padres. Su padre podría haber liberado a su madre en cualquier momento, pero no... Había permitido que todas fueran esclavas hasta que no tuvieron otra opción, salvo soportarlo. Ahora que estaba muerto, estaban sujetas a los caprichos de su próximo propietario.
Bastardo.
Ella no tenía ningún uso para los hombres o el amor, ambos eran egoístas hasta el final. Ni para las personas, para el caso. La vida era bastante difícil sin su drama.
Se concentró en la tarea que tenía entre manos e hizo caso omiso de todo lo demás.
No tardó mucho tiempo en desembalar de la mochila: los dos pares de pantalones, tres camisas, pantalones cortos, dos tops y dos trajes pantalón y colocarlos en el armario. Dobló la mochila guardándola junto a la ropa y, entonces, decidió unirse a los hombres para el despegue.
Poco a poco, se dirigió por el pasillo, arrastrando el dedo a lo largo de la lisa y fría pared de titanio. Todo estaba tan limpio y nuevo. Esta era una nave impresionante...
Una suave inclinación le dijo que estaban saliendo de la estación, pero la suavidad del recorrido la asombró. En su viejo carguero, nadie podía estar de pie, y mucho menos caminar, durante un lanzamiento.
Mientras se acercaba al puente, escuchó...
Eso era...
¿Música?
Repiqueteaba en el pasillo en un tono que ella supo debía ser ensordecedora desde el interior. El ritmo era intenso y la letra In your face[2]. No era el tipo de música que solía escuchar, pero parecía encajar con lo que el capitán estaba haciendo.
Frunciendo el ceño, presionó el control para abrir la puerta y a punto estuvo de caer de espaldas por la fuerza de la pulsación. Devyn la miró por encima del hombro.
—Espero que no te moleste mi gusto en música. Me gusta un poco de ritmo de fondo cuando despego.
Sway se burló de ella.
—Espera hasta que estés en una batalla con él. Esa mierda te hará sangrar los oídos.
Devyn puso los ojos en blanco.
—Juro que eres una mujer.
—Me gustaría responder a eso, pero no quiero distraerte mientras estás tratando de propulsarnos y mi vida depende ello.
—Sí, claro.
Alix vaciló.
—¿Queréis que me vaya de nuevo a mi habitación?
Devyn negó con la cabeza.
—Más vale que te acostumbres a nosotros. Mejor enterarte en un viaje corto si vamos a ponernos de los nervios. Odio hacer viajes largos con la gente que me molesta —lanzó una mirada señalando a Sway.
Sway le hizo un gesto obsceno.
Devyn le ignoró.
Qué tripulación tan extraña. Su padre habría golpeado a Sway por eso. Pero era obvio que Sway era más amigo que empleado. O tal vez “amistosamente enemigo” podría ser un término más adecuado para su relación.
Se recostó en el cómodo y acolchado asiento del ingeniero que se amoldó a su cuerpo. Oh, sí, podría acostumbrarme a esto.
Pero notó que faltaba alguien.
—¿Dónde está Vik?
Sway respondió.
—Está en la cubierta superior. Le gusta ver los colores cuando accionamos el tubo de lanzamiento.
Bien...
Alix repasó la configuración de la nave, sorprendida por el equipo actualizado. La Talia tenía lo último de todo. Ni siquiera había soñado con estar en algo tan bonito.
—Tienes una gran nave, Capitán. Sé que estás orgulloso de ella.
Sway sonrió.
—Si vas a volar, vuela sólo en lo mejor.
La nave se estabilizó al entrar en la ruta de navegación a través del sistema.
Devyn puso el piloto automático y se levantó.
—Vamos, Alix. Te enseñaré el interior de la nave.
—Ooooh — murmuró Sway—. Señala la fecha, Vik. Dev confía en mí para volar.
Devyn hizo un rudo sonido.
—No te ofendas, pero quiero vivir. Vik, asume el mando.
La insidiosa risa de Vik llegó a través de un interfono sobre sus cabezas.
—Mira, Sway, eso es lo que obtienes por fracasar seis veces en la prueba de piloto... lo cual estoy bastante seguro que es un record de algún tipo. Si no por tu fracaso actual, definitivamente por la persistencia en seguir con algo para lo que obviamente no tienes aptitud. Personalmente, no te dejaría volar ni el avión por control remoto de un niño.
Sway frunció los labios.
—Cállate antes de que encuentre un abrelatas.
Reprimiendo la risa por la hosca amenaza, Alix dejó su asiento para seguir a Devyn. La guió alrededor de la nave, explicándole los diferentes detalles del motor y la ubicación de los medidores que ella se encargaría de verificar y mantener.
Mientras repasaba el diario de a bordo, frunció el ceño por su destino final para este viaje.
—¿Estamos volando hacia Paradise City? —un temblor de nerviosismo la recorrió.
—Sí, nos detendremos en Nera VII en cuatro días, luego nos dirigiremos a PC. ¿Hay algún problema con eso?
Pues bien, sí. Ella también quería vivir.
—He oído que es un lugar difícil desde que la rebelión estalló. Ni siquiera los transportistas o asesinos están seguros allí. Los rebeldes han estado acorralando y ejecutando a quienes consideran una amenaza.
Devyn se encogió de hombros.
—No te preocupes. No me asustan.
Alix arqueó una ceja, dudando de su capacidad mental. Le había parecido bastante cuerdo al principio, pero ahora se lo estaba preguntando.
—Está bien, pero si mi masa cerebral termina manchando una pared, nunca te lo perdonaré.
Devyn se inclinó sobre el panel delante de ella, con la cabeza a menos de tres centímetros de la suya, y presionó un par de interruptores. El olor fresco y viril de su piel y cabello la llenaron los sentidos. Ella le miró los planos del rostro, preguntándose cómo se sentiría al tocar la piel oscurecida por el sol con los dedos y sentir esa flexible mandíbula...
¿Cómo sabrían sus labios...?
Él levantó la vista y ella apartó la mirada, avergonzada por sus pensamientos.
—No permito que mi gente sea herida —dijo con una ruda sinceridad.
—¿Qué pasa con tu último ingeniero?
Riéndose, él volvió la mirada hacia el panel.
—Mentí acerca de eso. Terminó en una pelea y fue detenido por los locales. Traté de sacarle, pero se negaron a liberarle bajo fianza. Pobre bastardo. No había nada que pudiera hacer por él.
Ella alzó las cejas, conmocionada por su confesión.
—¿Por qué mentiste sobre ello?
Él continuó programando coordenadas en el registro del equipo.
—Pensé que eras un niño tratando de dejar la estación porque estabas enfadado con tus padres. Pensé que mis palabras te harían pensarlo dos veces antes de enrolarte en una nave, especialmente con un grupo de hombres que no conocías.
Alix sonrió por su bondad, aunque antes de que pudiera decir nada, un pitido rasgó el aire.
—¡Devyn! —Interrumpió la ansiosa voz de Sway—. Tengo naves de La Liga preguntando por el capitán. Trae tu culo hasta aquí. ¡Ahora!
Devyn se apartó del panel.
—Mejor ponte el cinturón. Parece que vamos a tener un poco de problemas.
Alix se puso rígida, sabiendo demasiado bien al tipo de problemas que se refería.
—¿Quieres que coja las armas?
Él negó con la cabeza.
—No. Somos transportistas, no contrabandistas.
—¿Hay alguna diferencia?
Le lanzó una extraña mirada que ella no pudo definir.
—Los transportistas están motivados por mucho más que dinero —se fue corriendo por el pasillo.
Ella le siguió.
Cuando llegaron al puente, el canal de llamada zumbaba en sus oídos. El capitán de la nave principal exigía su código de identificación y su lista del cargamento. Devyn hizo caso omiso del estridente tono y se aseguró con el cinturón mientras Vik empezó poniendo otra fuerte canción.
Alix miró a Sway.
—¿Cuánta carga dudosa llevamos?
—La suficiente como para meternos a todos en la cárcel hasta que hayamos duplicado nuestra edad en la vejez —Sway se giró en el asiento y le lanzó una bolsa— mantenla a mano.
—¿Por qué?
Antes de que pudiera responder, Devyn tomó los controles, y la nave dio un bandazo a la derecha en un ángulo que no hubiera creído posible para una máquina de este tamaño. Agradecida de no haber tomado un gran almuerzo, se aferró a los brazos del asiento.
Los cañones láser detonaron cuando las naves de La Liga abrieron fuego contra ellos. Durante casi diez minutos, la nave se sacudió y buceó como una enloquecida bestia tratando de desmontar a un jinete. El sudor le cubría la cara mientras luchaba por no humillarse vomitando el estómago.
De repente, Devyn disparó los retrocohetes y la nave se sacudió con fuerza avanzando lentamente. Alix levantó la vista con el ceño fruncido, sólo para desear no haberlo hecho.
Ante ellos, tres naves de guerra esperaban con una red tractora, extendida en dos direcciones. Otros rastreadores estaban acercándose por detrás de ellos.
Un hilo de sudor corría por la mejilla. Se tragó el nudo de la garganta y apretó el agarre en los apoyabrazos.
Estaban a punto de ser capturados y encarcelados.
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