jueves, 8 de marzo de 2012

BOSH EPÍLOGO

Seis meses más tarde

Bogimir danzaba alrededor del escritorio de Caillen en un irritante silencio mientras iba aumentando la documentación que supuestamente debía revisar.
—Boggi, juro por los dioses, que si no dejas de hacer eso, te pego un tiro donde saltes.
Jadeando y resoplando de indignación, Bogimir hizo una rápida retirada a la seguridad de la oficina de Evzen. No importa. Caillen había aprendido a disfrutar realmente de los sermones de su padre. Mejor que le den cuatro gritos a llorar sobre la tumba del hombre.
A veces debes sufrir por la familia.
Como en este momento. Quería quemar toda la mierda del escritorio. Se sentía como si estuviera ahogándose en ella.
O peor, quedándose ciego.
Sí, todavía sentía un pequeño hormigueo por subir a su caza y volver a su antigua vida. Pero, todo lo que tenía que hacer era pensar en Desideria en peligro y su deseo se reprimía de inmediato. Nada valía la pena arriesgar ni un pelo de su cabeza.
Kasen, aún no estaba contenta con el arreglo. Sin embargo, Gwen, la hermana de Desideria, estaba más que agradecida de que hubiera decidido vivir en Exeter como su esposa.
Echó un vistazo a la alianza de boda en la mano y sonrió. Todavía se le hacía raro, sentirla ahí, pero servía como un recordatorio de todo lo que ella había traído a su mundo. Cada día que pasaban juntos era mejor que el anterior.
Llamaron a la puerta.
Sin duda era su padre para fastidiarle.
—Entra.
Para su deleite, era Desideria. Vestida con una túnica color crema que resaltaba su tez morena, tenía un hermoso rubor en las mejillas que le puso duro al instante.
Ayer, cuando le había interrumpido, habían tenido un interludio tan caliente sobre el escritorio, que los papeles salieron volando por todas partes. Le había llevado horas ordenarlos todos, pero estaba más que dispuesto a volver a repetirlo.
—¿Qué hay?
Desideria frunció el ceño.
—Tengo una pregunta extraña.
—No, yo no me comí tus caramelos. Fue Darling. Te lo juro.
Riendo, la mujer puso los ojos en blanco.
—Fuisteis los dos. Lo vi en la reproducción de los monitores de seguridad.
—Maldita sea. Debí borrarlo —la hizo sentarse sobre su regazo para poder sentir su calor.
—Pero esa no era mi pregunta —miró a la puerta y frunció el ceño—. ¿Estás seguro que Darling es gay?
—Sí, ¿por qué?
Ella se mordió los labios antes de contestar.
—Juraría que le sorprendí comiéndose con los ojos a la nueva secretaria de Maris.
Caillen se burló ante la mera idea.
—Te habrás equivocado. Es mi mejor amigo en todo el universo. Lo sabría si no lo fuera.
—Si tú lo dices, pero sé lo que vi. Tal vez es bisexual.
—Una vez más, yo lo sabría.
Ella alzó las manos en señal de rendición mientras se colocaba a horcajadas sobre la cintura de él. Oh sí, eso era lo que necesitaba.
—Muy bien. Pero tampoco era eso de lo que quería hablar contigo, de todos modos.
Con la sangre calentándose por la idea de saborearla, Caillen deslizó la mano por debajo del dobladillo de la túnica y pasó rozando la suave piel hasta que pudo ahuecarle el trasero desnudo.
—¿No?
Ella se deslizó más cerca de él hasta que presionó en contra de la dura polla de una manera que le volvió loco.
—No. ¿Sabes lo que fue hace seis semanas?
Él buscó en su memoria, pero no pudo ubicarlo.
—Cariño, apenas si recuerdo lo que había para cenar anoche. ¿Es importante?
Ella se inclinó para susurrar las palabras al oído que le cayeron como agua helada.
—Mi cumpleaños.
Caillen maldijo su estupidez. Hubiera querido recordarlo, para así poder celebrarlo juntos.
¿Cómo podía haberse olvidado?
Soy un gilipollas.
—Lo siento mucho, Desideria. No puedo creer que me olvidara. Juro que te compensaré. Dime lo que quieres y lo tendrás. Cualquier cosa.
Ella le puso la suave mano sobre los labios para que dejara de hablar.
—Está bien. Te prometo que no te guardaré rencor. Además, tú ya me diste el mejor regalo de todos los tiempos.
Una vez más, trató de pensar en lo que había hecho hace seis semanas.
—¿Qué?
Desideria extendió la mano y tomó la de él, para después llevarla a su vientre.
—Un bebé.
El aliento se le quedó atrapado en la garganta mientras esas dos palabras flotaban entre ellos.
Un bebé.
—¿Lo dices en serio?
Mordiéndose el labio, ella asintió con la cabeza.
Caillen la atrajo contra él y la abrazó. El puro éxtasis le recorrió. Iba a ser padre. Y los Orczys tendrían un nuevo heredero.
Desideria sonrió por la felicidad que veía reflejada en sus ojos. Extraño, siempre había sabido que sería reina algún día. Solo que no pensó que no sería en su propio mundo. Caillen le había dado todo lo que siempre había querido.
Pero no de la manera que se lo había imaginado.
Ese era su regalo. Era impredecible y maravilloso... por lo menos la mayoría del tiempo.
No obstante, ya le estaba bien. Como su padre había dicho tantas veces... «Ríete tanto como respires y ama mientras vivas». Mientras tuviera a Caillen y a su bebé, ella sabía que se reiría constantemente.
Y amaría, pero sobre todo, sería amada para siempre.

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