domingo, 11 de marzo de 2012

INF cap 13

—¿Nick? —Mark llamó a través de la puerta en el momento en que Nick salía de la ducha—. Es tu madre al teléfono y ella está más caliente que Angelina Jolie recostada con una bikini en el ecuador, cubierta de lodo… No es que esté diciendo que tu madre esté de buen ver, no es que no lo esté, pero nunca fantaseo con tu madre porque eso estaría mal hacérselo a un hombre —no es que tu madre no merezca ser una fantasía, pero…—. Ah, infierno, todo ello sonaba mejor en mi cabeza. Lo que quiero decir, es que está enojada. Sólo toma el teléfono antes de que caldee mis oídos aún más.
Nick se detuvo. Esa fue una interesante perorata y le hizo preguntarse acerca de las ensoñaciones de Mark. Espera, no importa. Conociendo a Mark, aquellas tenían que ser aterradoras. Joder, tenía suerte que la chica de los sueños de Mark no fuera una zombie.
Abrió la puerta soóo lo suficiente para agarrar el teléfono de Mark antes de ponérselo en la oreja y se preparó para afrontar la furia de ella.
—Hey, Má.
—¿Qué estás haciendo? —Sí, estaba totalmente enfadada con él. Ese tono caliente podía derretir los glaciares polares. Estaba gritando tan alto que apartó el teléfono ocho centímetros de la oreja y aún así la oía perfectamente—. Muchacho, ¿dónde estás? ¿Tienes alguna idea de la hora que es? Estarás tan castigado cuando te vea, que para tu información, mejor es que sea pronto, como ahora mismo. Si no entras por la puerta, lo que no estás haciendo, se te ha caído el pelo. ¿Entiendes? ¿Nick? ¿Me estás escuchando? ¿Qué tienes que decir? Huh, ¿jovencito?
Él honestamente no sabía que decir que no la pusiera el doble de enfadada, lo que no era su objetivo ahora mismo. El nombre del juego era… supervivencia.
Valoro mi libertad, pero veo severa restricción en adelante. Que mal que no hubiera abogados dispuestos a representar a niños contra sus padres.
—¿Qué pregunta quieres que responda primero?
—No te hagas el listo conmigo, Nicholas Gautier. Estoy demasiado enfadada contigo para soportarlo.
El tenía que reprimir su propio temperamento. Si había aprendido algo en la vida, era que su madre no reaccionaba bien al conflicto directo. Un agradable y contrito Nicky era frecuentemente uno que evitaba ser castigado incluso cuando se lo merecía.
—Lo siento, mamá. No estoy tratando de hacerme el listo. —Estaba tratando de hacer que ella dejara de gritarle—. Me empapé de… —se detuvo antes de decir “sangre”. Eso la agitaría inclusive más—, …de algo pegajoso durante la clase. —Una pequeña mentira, pero lo que no supiera no le provocaría un ataque al corazón y a él una restricción que le duraría hasta que fuera calvo y de mediana edad—. Yo, um, quería tomarme una ducha en casa de Bubba antes de volver y llenar de esta cosa pegajosa todo el club, lo que podría meterte en problemas. —Sin mencionar que la visión de sus ropas la habría aterrorizado hasta hacerla llamar a la policía, y la última cosa que Bubba necesitaba era otro arresto en su historial—. Debería haber llamado y habértelo hecho saber primero. Realmente lo siento. Supongo que pasé más tiempo en la ducha de lo que pretendía. ¿Sabes que Bubba tiene una de esas cosas de vapor que baja desde el techo? Deberías ver su baño, Ma. Es la sorprendente cosa más genial vista.
Ella se negó a dejarle distraerla.
—¿Estás bien?
—Sí, madre. —Una pequeña muestra de respeto siempre hacía que las cosas se suavizaran.
Ella suspiro.
—Entonces, supongo que no hay daño. Pero, sí, me asustaste, Nick. Sólo quiero que lo sepas.
—Lo siento, Ma. De paso, Bubba dijo que me acompañaría al club.
—Eso es extremadamente agradable de su parte. —La voz de ella había finalmente vuelto a la normalidad y no al tono de quiero-tu-culo-sobre-un-plato, que había tenido algunos minutos antes—. Dile que se lo agradezco.
—Lo haré. ¿Está bien si nos detenemos a comer algo, también?
Su tono se volvió agudo de nuevo, como si lo estuviera acusando de algo.
—Creí que habías comido en la casa del señor Hunter.
—Lo hice. Pero tengo hambre otra vez.
—Oh. —Fue de enojada a calmada tan rápido que le hizo preguntarse si era la Ferrari de las mamás. Su velocidad máxima tenía que ser de 65 nanosegundos. Tal vez menos—. Debes estar creciendo de nuevo. ¿Quieres venir a coger algo de dinero?
—Nah, el señor Hunter me dio algo antes.
—¿Por qué? —¡Bum! Su enfado retornó. Garantizado que estaba teñido con algo que él creía que podría ser miedo o sospecha, pero el tono principal era definitivamente enfado.
—Dinero para el taxi en caso de que lo necesitara para ir al trabajo o a casa. No quiere que tome el tranvía después del anochecer porque me dijo que no quiere que me ponga en peligro. —Lo que, combinado a lo que le había dado el señor Poitiers, estaba cerca de unos cien dólares. Si ellos seguían así, él podría, en verdad, comenzar a hacer algún progreso en su fondo siempre-patético para la universidad.
—No sé lo que pienso acerca de ello, Nick.
¿Qué es lo que tenía que pensar? Desde su punto de vista, si ellos estaban dispuestos a arrojarle dinero y él no tenía que hacer nada por ello, estaba más que dispuesto a cogerlo.
—Bueno, mientras lo resuelves, ¿puedo comer?
Ella hizo un sonido de irritación.
—Te juro que eres el niño más insolente en el planeta. Sí, Nicky, toma algo de comer y te veré en una hora o iré a recogerte yo misma. ¿Entiendes? Y serás un muy arrepentido jovencito si lo hago.
—Sí, madre.
—Te amo, bebé. —Debe ser alguna forma mutante de Trastorno Bipolar. No había otra explicación para los escalofriantes cambios de humor.
—Yo también te amo, Mamá, y en realidad siento haberte preocupado.
—Está todo bien. Es lo que mejor haces, de todos modos. Recuerda el comer vegetales y no cuentan ni las patatas fritas ni el Kétchup.
—Sí, madre. —Nick colgó el teléfono y se vistió con los vaqueros y una camiseta de la banda Triple B “big balls and brains[1]” que Bubba le había prestado. La mejor parte era el logo de Bubba en la espalda que comprendía una foto de Bubba sosteniendo una escopeta sobre su hombro mientras se inclinaba sobre una enorme computadora que tenía humo saliendo de la parte superior y unos cuantos agujeros de balas en el monitor. Se leía:
¿Problemas con la Computadora?
Marque 1-888-Ca-Bubba
Si no puedo hacerme cargo de sus problemas de una manera…
Me haré cargo de ellos de otra.
Y en una pequeña impresión por debajo de esa, se leía:
Atendemos toda clase de plagas por usted. Zombies, roedores y vampiros. Si usted tiene una peste, nosotros tenemos una cura. Solo llámenos ahora. Creeremos en usted.
Sí, Bubba realmente no estaba bien de la cabeza, pero Nick amaba los comerciales que él y Mark filmaban para la tienda. Eran hilarantes. Y siempre terminaban con ese slogan. “Ca´Bubba”.
La cuestión triste era que él sabía de hecho que Bubba había usado a las computadoras de unas pocas personas como objetivo de práctica y él no quería pensar en Mark y la orina de pato antizombie.
Sacudiendo la cabeza, se secó el cabello y descendió por las escaleras hacía donde Bubba, Mark, Simi, Caleb y Madaug estaban discutiendo acerca del gran fuga de prisión.
Ellos van a lograr que me arresten y mi mamá me matará por ello.
Simi señaló el esquema que Bubba había dibujado de memoria de lo que a él le gustaba llamar los numerosos “infortunados encarcelamientos” que había tenido en los calabozos del distrito.
—Ven, ahora la Simi puede hacer estallar eso y…
—Eso podría matarlos, Simi —recalcó Nick.
Ella le miró inocentemente.
—¿Tu propósito?
Nick estaba demasiado estupefacto para contestar a su honesta pregunta.
Así que Madaug la contestó por él.
—Necesitamos a Brian con vida para interrogarle.
—Bueno, excremento. —Simi cruzó los brazos sobre el pecho y puso mala cara—. Ustedes le quitan toda la diversión a esto entonces. ¿Están seguros que no conocen a mi akri?
Ellos la ignoraron.
Caleb se reclinó en la silla para estudiarles.
—¿No puede un abogado entrar para verle?
Bubba asintió al tiempo que estudiaba el diagrama.
—Bueno, sí, pero un abogado no va a ayudarnos.
Caleb sonrió.
—Depende del abogado.
Bubba levantó la mirada hasta él con el ceño fruncido.
—¿Qué quieres decir?
Los ojos de Caleb centellearon como los de un demonio mirando la maldad.
—Sé de uno que me debe un favor.
—¿Tú conoces a un abogado? —La voz de Bubba colmada de descreimiento.
Caleb se pasó las manos a lo largo de la camiseta.
—Hey, debajo de estas… bueno, ellas son básicamente ropas de mierda. —Nick frunció el ceño ante la elección de palabras. Sólo Caleb consideraría su camiseta y vaqueros de buen diseñador como de mierda—. Pero debajo de ellas late el corazón de alguien que conoce a la gente correcta dispuesta a, algunas veces, hacer lo incorrecto por el precio correcto.
Bubba no estaba del todo seguro de ello y tampoco lo estaba Nick.
—Sí, pero necesitamos hacer esto antes de que alguien más muera. Tenemos que saber si esto es una cura.
Caleb sacó el teléfono móvil.
—Puede ser arreglado. Confíen en mí.
Nick no estaba más seguro de ello de lo que lo estaba Bubba. Por no mencionar, que realmente había un importante factor aún no tratado.
—¿Cuánto va a costarnos esto?
Caleb sostuvo la mano en alto.
—Hola. Este es Malphas llamando para hablar con Virgil Ward. ¿Está él? —Les dirigió una amplia sonrisa de autosatisfacción al tiempo que aguardaba.
Nick podía oír el tono de una voz profunda en la línea, pero no llegaba a distinguir las palabras.
—Ey, Virg. Ha pasado mucho tiempo. —Caleb rió ante algo que Virgil debió haber dicho—. No, no es nada como eso. Más bien tenemos una situación en la que tenemos que lograr “entrar” en la cárcel, no salir.
Él hizo una pausa para escuchar de nuevo.
—Sí, estoy de acuerdo. Estúpido es mi segundo nombre, ya lo sabes. Estoy bastante seguro de que fuiste el que me lo puso. Entonces, ¿puedes ayudar a un hermano? —Puso los ojos en blanco—. No, no puedes tener mi alma. Ni siquiera la tengo ya. Sí, se que eres una abogado chupa-sangre, pero vas a tener que conformarte con dinero como el resto de los mundanos.
Nick les frunció el ceño a Mark, Bubba y Madaug, quienes se veían tan desconcertados como él se sentía. Caleb era definitivamente un individuo extraño.
—¿Es realmente eso lo que quieres como pago? —ofreció otra sonrisa hacia ellos—. Hecho. ¿Puedes encontrarnos fuera de la cárcel en unos veinte minutos? Sí, te veremos entonces. Gracias, amigo, y sí, soy bien consciente del hecho de que te la debo. —Colgando el teléfono, les guiñó un ojo—. Vayamos a noquear a un zombie.
Nick no podía creer que Caleb lo hubiera logrado tan rápido.
—Estoy impresionado.
—No lo estés. Uno de vosotros va a tener que alimentar con sangre al abogado vampiro y no puedo ser yo.
Nick puso los ojos en blanco ante el humor bizarro de Caleb.
—¿Por qué? ¿Tienes miedo de una pequeña mordida?
Caleb rió.
—Soy anémico.
—Y yo soy católico. ¿No me saca eso de circulación?
Caleb le negó con la cabeza a Nick.
—La Simi tiene algo de salsa barbacoa en su mochila. Se parece a sangre si la miras de la manera correcta. Y no se coagula entre tus dientes como la sangre o te da olorosos eructos, sin mencionar que sabe mucho mejor, también. Especialmente, en comparación con la tipo A. ¡Bleh! Preferiría comerme mis zapatos. Pero esa sangre con sabor a O… ¡yum! —Se enderezó y sostuvo en alto un dedo en un gesto que extrañamente a él le recordó a Smokey the Bear[2]—. Y solo recuerden, chicos, tres de cuatro demonios prefieren la salsa barbacoa en lugar de la hemoglobina.
—Claaaaro. —Bubba se apartó de ella, lo que decía algo. Cuando Bubba te repudiaba, sabías que eras el ejemplo de rareza—. Siguiendo esa idea… supongo que deberíamos meternos en la camioneta.
Asiendo las llaves y la picana eléctrica, Bubba les condujo fuera hacia su gigante Armada verde oscuro, la que él decía que había comprado porque era una de las pocas cosas lo suficiente grande para transportar todo su equipo para matar zombies.
Y era genial el gran portón trasero del vehículo.
Nick le dirigió una mirada de duda a la picana eléctrica antes de subir en la parte trasera de la camioneta mientras los otros se amontonaban dentro.
—Así que, por curiosidad… ¿alguna idea de cómo vamos a introducir una picana de noventa y dos centímetros en la cárcel?
Caleb se acomodó dentro.
—Es por eso que necesitamos a Virgil. Él puede pasar cualquier cosa.
—Crees un montón en él, ¿cierto?
Caleb se encogió de hombros.
—Le conozco desde hace tiempo y le he visto hacer cosas que te pondrían vello en el pecho.
—¿Sí, cómo qué?
Caleb se negó a dar detalles.
Bubba se subió y condujo a la cárcel del distrito de Orleans. Nick se quedó quieto al tiempo que viejos recuerdos surgieron de las contadas veces en que había visitado a su padre –no aquí, pero en prisión, lo que era básicamente la misma cosa.
“Mantén a ese estúpido lejos de mí, Cherise. Ni siquiera quiero mirar su horrible rostro. No le traigas nunca más a verme”.
Yo también te amo, Papá.
Nick aún no tenía idea de cómo su hermosa y tierna madre se había enganchado con tal monstruo. No tenía ningún sentido. Ella le contó una vez que le gustaban los chicos malos. Pero había una diferencia entre un hombre como él, que tenía actitud, y un hombre como su padre, que tenía daño cerebral.
¿Por qué las mujeres y las chicas encontraban a los psicópatas tan deseables? Incluso en la escuela, eran los malvados estúpidos como Stone quienes obtenían todas las chicas mientras los muchachos agradables como él solo obtenían que les mostraran el dedo de en medio cuando las invitaba a salir. Nunca lo había entendido.
Por supuesto, en su caso, la insistencia de su madre en que él usara estas asquerosas camisetas no ayudaba.
En absoluto.
Él simplemente esperaba que, con su ADN emparentándole con el asesino psicópata, nunca terminara dentro de prisión. Esa era la única promesa que le había hecho a su madre que nunca quisiera quebrar.
Bubba retrocedió y aparcó debajo de una farola.
—¿Ahora qué? —le preguntó a Caleb.
—Esperamos a Virgil.
—¿Cómo sabrá qué coche es el nuestro? —preguntó Mark.
Antes de que Caleb pudiera responder, alguien golpeó en la ventanilla junto a Bubba. Bubba se sobresaltó del susto.
—¿Qué mierda?
Caleb inclinó la cabeza hacia el…
Nick frunció el ceño al tiempo que centraba la mirada en su amigo.
Virgil no se veía para nada como había esperado. Un poco más de metro ochenta y tres de altura, no podía ser mayor de dieciséis o diecisiete años. Incluso aunque llevaba puesto un traje y arreglado como un abogado, se veía como un adolescente que va a un funeral.
Seguramente no era un abogado…
¿O sí?
Y al tiempo que Nick le observaba, algo raro ocurrió. Virgil repentinamente se vio mayor. Como si estuviera terminando la veintena. Nick miró alrededor en la camioneta, pero nadie más pareció notarlo.
Caleb abrió la puerta y salió para hablar con él.
—Ey, Virg.
Virgil los escudriñó mientras ellos se quedaban dentro del coche. Había un insidioso aire en él… pero eso simplemente podía ser la malvada característica de abogado.
—¿Qué, exactamente, necesitan que haga?
Caleb miró a Nick antes de contestar.
—¿Sabes del chico que trató de comer a sus compañeros de clase esta mañana en St. Richard?
—¿Sí?
—Necesitamos que lo aturdas con una picana eléctrica y que nos cuentes qué sucede.
Manteniendo los labios cerrados, Virgil rió, hasta que se percató de que Caleb no estaba bromeando. Se detuvo instantáneamente.
—¿Por qué?
—Creemos tener la cura para su programación zombie.
El rostro de Virgil pasó por una miríada de emociones.
Asombro, desconcierto y finalmente, una expresión que decía que él creía que todos ellos eran unos monos dentro de su jaula.
—Están locos, ¿cierto?
—No, seriamente. El chico que programó el juego que lo convirtió en un zombie está en el coche. —Caleb apuntó a Madaug, quien saludó con un gesto a Virgil.
Virgil le frunció el ceño a Caleb.
—¿Fue un programa lo que le convirtió? ¿No magia?
—Nop, no magia.
—Que mal. Hay un montón de personas allí fuera que hubieran matado por una poción. Te podría haber hecho rico.
Caleb se encogió de hombros.
—Ellos tendrán que encontrar otra manera de hacer zombies vivientes. Mientras tanto, queremos asegurarnos que los que hemos reconvertido en humanos verdaderamente tuvieron contacto directo con el juego. El único que el chico sabe que lo jugó de seguro es el que está en la cárcel ahora mismo. Tenemos que asegurarnos de que esto funciona. —Le pasó la picana a Virgil—. Cuidado, no te toques con ella. No es de bajo voltaje como se supone que es. Bubba la modificó para que en realidad suelte más de un millón de voltios.
—Está bien —dijo Virgil lentamente—. Déjenme asegurarme de haber captado todo correctamente… El plan ganador del premio de la inteligencia que todos ustedes cerebritos han elaborado es que yo lleve una ilegal y modificada picana dentro de la cárcel del distrito, pasar entre gente armada con pistolas quienes están entrenados para matar, encuentre a un chico que está esperando a ser enjuiciado por un intento de asesinato, y le aturda hasta que vuelva a la normalidad de nuevo. ¿Algo más?
—Nop. Eso es todo.
Virgil dejo salir un lento suspiro al tiempo que contemplaba la picana con una mirada dubitativa.
—Tú seriamente me la debes.
—Lo sé.
Sin otra palabra, Virgil se dirigió hacia el frente del edificio.
Nick se estaba muriendo por ver a este milagro desde cerca y en persona.
—¿Ey, Bubba? ¿Puedes desbloquear la puerta? Necesito una parada de descanso.
—Seguro.
Nick se deslizó del SUV y se encaminó hacia el edificio para observar. Dentro, había policías por todos lados. Obviamente. ¿Cierto? Pero lo que más le llamó la atención fueron los detectores de metales. No había forma de que Virgil fuera a lograr pasar sin que le dispararan.
Esto va a ser entretenido.
Nick recién se había puesto en posición cuando Virgil se adentró como si fuera el dueño del lugar. Varios oficiales le saludaron y actuaron como si ellos no hubieran visto la picana para nada. De hecho, Virgil la pasó por la cinta escaneadora antes de caminar a través del scanner vertical —todo el tiempo charlando con los oficiales.
Él estaba dando un paso fuera cuando la picana salió. Uno de los oficiales la tomó y se la entregó a Virgil.
—No olvide su paraguas, Sr. Ward.
—Gracias, Cabal. Sé que se supone que no va a llover, pero creo en estar siempre preparado.
—Tiene razón. Especialmente aquí en Nueva Orleáns. Nunca se sabe cuando un aguacero va a caer. Como siempre digo, ¿no te gusta el clima? Espera un minuto.
Riendo, Virgil tomó la picana y se dirigió hacia el corredor.
Nick estaba estupefacto al tiempo que Virgil desaparecía de su vista sin que nadie le dijera nada acerca del arma.
Sabes que si yo hiciera eso, me arrojarían al suelo y me dispararían en la cabeza por añadidura.
Aturdido por lo que acababa de ver, Nick regresó al SUV donde los otros estaban aguardando.
Bubba arqueó una ceja.
—Eso fue rápido.
Nick se acomodó en el asiento.
—Sobre todo quería ver si Virgil pasaba la seguridad.
Caleb se veía presumido, pero no dijo nada.
—¿Y? —preguntó Mark.
—No me pregunten cómo, pero lo hizo. Ellos ni siquiera la vieron. Fue como si la picana fuera invisible o algo así.
Bubba frunció el ceño.
—¿Cómo?
Simi soltó un irritado resoplido.
—Él es un vampiro, demonio, humano. Jeez, ¿ninguno lo notó?
Mark se mofó.
—La mayoría de los abogados lo son. Nunca conocí a uno que no fuera un chupa-sangre o chupa-alma. Por supuesto, en mi caso, todos ellos son chupa-dinero.
El teléfono de Caleb comenzó a sonar. Lo cogió y contestó.
—¿Sí? —Escuchó por un segundo, luego dijo—: Espera. Voy a conectar el “manos libres”. —Lo activó—. Ahora repite lo que me acabas de decir.
—¿Qué infiernos hay en esta picana? Casi lanzó al muchacho a través de la pared.
Caleb bufó.
—No esa parte, Virgil. Continúa.
—Está bien, lo electrifiqué y ahora está chillando como una chica, llamando a su mami. Dice que no tiene ninguna idea de cómo llegó aquí. Le pregunté acerca de golpear al chico y no tiene idea de que estoy hablando. Lo mejor de todo, ya no está tratando de comerme el cerebro, lo que tiene que estar faltando en mí para que haya consentido en esto. Así que para contestar a su experimento, creo que funciona.
Bubba se veía escéptico.
—¿Podemos confiar en el informe?
—Sabes que puedo oírte, ¿cierto? —El tono de Virgil fue irritado.
—Sí —dijo lentamente—, y repito, ¿podemos confiar en ti?
—Bueno, dado que no tengo un perro en esta lucha, sí. ¿Por qué mentiría? No es que no esté más allá de la ética. Creo completamente en que cualquier mentira me liberará. Pero en este caso, estoy siendo honesto. El chico ahora está limpio. Escúchenlo por ustedes mismos…
—Quiero irme a casa. ¿Dónde estoy? No entiendo qué sucedió…
Caleb desactivó el “manos libres”.
—Gracias, Virgil. Te entregaré el pago más tarde. —Realizó una pausa, luego miró a Mark y Bubba—. ¿Ustedes necesitan la picana de vuelta?
—Absolutamente —dijo Mark—. Tenemos algunas personas a las que aturdir.
Caleb asintió, luego habló al teléfono.
—Si no te importa, por favor tráenosla de nuevo.
Virgil apareció antes de que pudiera colgar el teléfono.
Esta vez, Nick fue el que se sobresaltó al tiempo que Bubba salía del SUV para que le fuera devuelta la picana.
Virgil contempló a Nick detenidamente al tiempo que él le estudiaba por la ventanilla de la camioneta.
—¿No te conozco?
Nick negó con la cabeza mientras que un escalofrío le bajaba por el cuerpo haciendo que la piel se le erizara. Virgil definitivamente no era lo que parecía.
—No lo creo.
Caleb se aclaró la garganta.
Virgil le miró fijamente y algo extraño ocurrió entre ellos. Cuando volvió a prestar atención de nuevo a Nick, su apariencia era reservada y fría.
—Encantado de conocerte, Nick.
—¿Cómo sabes mi nombre?
Virgil no contestó.
—Mejor vuelvo. Tengo audiencia nocturna en una hora y no quiero perdérmela. Mi primer caso es largo: Un tipo golpeó a otro en la calle Bourbon con un perro caliente antes de tratar de matar a su víctima ahogándola en un charco.
Él literalmente se desvaneció.
Bubba se giró en el asiento para mirar fijamente a Caleb.
—Que amigo interesante que tienes.
—No tienes ni idea.
Mark se rascó la oreja.
—Tenemos que hacerle saber a Tabitha y su equipo cómo luchar contra ellos.
Madaug sacó su teléfono y presionó el marcado automático para su hermano.
—Estoy en ello.
Bubba arrancó saliendo del aparcamiento y se dirigió de nuevo hacia la tienda.
—Bien, tenemos la mitad de la ecuación. Sabemos que podemos volverlos humanos de nuevo. Pero la pregunta es: ¿cómo es que tantos están poniendo sus manos sobre el juego?
Mark sacudió la cabeza.
—Alguien más tiene que estar diseminándolo.
Nick frunció el ceño ante la palabra no familiar.
—Dis…a ¿qué?
—Diseminándolo —repitió Mark—. Quiere decir distribuyéndolo.
—Entonces, ¿por qué no dijiste eso?
Mark miró a Bubba.
—Recuérdame que le consiga un calendario de palabra-del-día. —Luego sorprendió a Nick con una mirada avergonzada sobre la parte posterior del asiento—. Necesitas ampliar tu vocabulario, chico. No puedes ir por ahí dejando que la gente piense que eres estúpido. Expande tus horizontes. Además, es divertido llamar a la gente por nombres que tienen que buscar para darse cuenta que han sido insultados.
Bubba rió.
—Sí, eso es un dos por uno. Te sales con la tuya y luego ellos están el doble de enojados cuando se percatan de cuán mal realmente los insultaste. Especialmente si lo confunden por un halago cuando lo dices y te dan las gracias por ello.
—Y —dijo Caleb—, esos insultos te evitan ser castigado por tu mamá.
—Sabes, todos ellos tienen muy validos puntos.
—Y lo mejor de todo, te ayudará con tus exámenes de ingreso a la universidad —dijo Madaug al tiempo que colgaba el teléfono –él pensaría en ello. Miró a Mark—. Eric y el personal del zoológico están dirigiéndose hacia la tienda por provisiones. ¿Todos ustedes tienen suficientes picanas para ellos?
Bubba siseó como si Madaug lo hubiera insultado.
—Claro, idiota. ¿Qué clase de pregunta es para hacérsela a alguien que posee la tienda más grande de armas en la ciudad? Por supuesto que tengo suficientes. Tengo suficientes Tasers para iluminar toda la ciudad de New York y Boston simplemente por diversión.
Bien, porque Nick tenía el presentimiento de que podrían necesitarlos.


Ambrose aferró la estantería y la tiró al suelo, desparramando los antiguos libros que había cuidadosamente recolectado durante siglos por todo el suelo de su oscura oficina. Probablemente había destruido unos cuantos, pero a este punto, realmente no le importaba. La furia le recorrió con el poder de mil soles, tan cruda y potente que podía saborearla.
—¿Por qué no lo detengo? —dijo bruscamente. Por qué, con todo el poder que había dominado, todos los elementos que controlaba, ¿no podía evitar que un simple chico de catorce años fuera un idiota? No importaba que hiciera, ciertos eventos continuaban desarrollándose.
Sintió una calmada y suave mano sobre la mejilla, cubriéndole la marca de arco y flecha que ella le había dado hacía un tiempo tan largo que no debería tener recuerdo de ello. Sin embargo, lo tendría siempre profundamente arraigado en la mente. Más hermosa que ninguna otra, Artemisa, diosa de la caza, ponía en vergüenza a todas las mujeres. Su largo cabello pelirrojo llegaba hasta su pequeña cadera, la cual estaba acentuada por la blanca túnica griega que vestía.
—Shhh… No deberías ponerte en ese friese.
Su furia se triplicó.
—La palabra es frenesí —la corrigió. A causa de las diferencias entre el inglés que él hablaba y su griego natal antiguo, ella constantemente arruinaba dichos y expresiones.
—¿Qué estás haciendo aquí, Artemisa? —demandó.
—Estoy tratando de calmarte, amor. No deberías hacerte esto a ti mismo. Me duele verte sufrir así.
Y el oscuro poder dentro de él quería golpearla y hacerla rogar por su misericordia. Era un poder totalmente-demandante que estaba siendo más y más difícil de combatir.
Pronto no habría forma de hacerlo. Le consumiría y se volvería como su padre. Una maquina asesina sin mente que carecía de toda la compasión y humanidad. Una maquina que querría terminar con todo.
Asesinar a todos.
Ambrose miraba fijamente a la pared, donde se vio a sí mismo siendo niño. Nick Gautier no tenía idea cómo las azarosas pequeñas decisiones que él estaba tomando ahora mismo lo convertirían en la bestia en que Ambrose se había convertido.
Tengo que salvarme.
Más que eso, tenía que salvar a los que amaba. Antes de que fuera demasiado tarde.
¿Pero cómo?
Dios, ¿cómo he podido ser tan estúpido, incluso a los catorce años? Era difícil mirar atrás y ver los rostros de sus amigos y seres queridos, especialmente, dado que sabía qué sería de ellos si él no alteraba la historia. Dolía tan profundo que solo eso era casi suficiente para volverle loco.
¿Cómo lo detengo?
Ambrose se giró hacia Artemisa. La odiaba. Ella, como Acheron, habían jugado un papel importante al convertirle en el Malachai.
No, Nick, te lo hiciste a ti mismo.
Pero era muy fácil culparles a ellos. Lo habían hecho muy fácil para que él tomara las decisiones incorrectas. Decisiones que ahora estaba tratando de deshacer antes de que perdiera la habilidad de importarle.
Suspirando de frustración, se encontró con la mirada de Artemisa. La mirada de la mujer que le había traído de la muerte y había liberado sus poderes. Poderes que él ahora estaba tratando de liberar más temprano en su vida. Si hubiera tenido un poco de ellos de niño, podría haber salvado a los que eran lo más importante para él.
Podría haber salvado a su mamá…
Nick se sobresaltó al tiempo que forzaba al recuerdo a irse y volver a los pensamientos de algo que él se había dicho antes.
—¿Quién es Nekoda?
Artemisa le dirigió una mirada vacía.
—Nunca oí de él.
—Ella, Artie. Es una chica.
Una de sus perfectas cejas se disparó hacia arriba al tiempo que los celos oscurecían sus verdes ojos.
—¿Qué clase de chica?
—No lo sé. Nick la conoce.
—Tú eres Nick. —El tono era irritado.
—Exactamente. ¿Cómo yo no puedo saber quién es ella? —¿Cómo podía no haberla visto al mirar hacia atrás? Por alguna razón, ella era un completo fantasma para él. Sin importar cuánto poder usara, no podía encontrar esta pieza de su pasado. Incluso con ciertos aspectos alterados, el debería aún ser capaz de acercarse a ella.
Sin embargo no podía.
¿Por qué?
Artemisa se encogió de hombros.
—Te olvidaste de ella. Sucede. Fuiste humano… una vez.
Pero él no era humano ahora. Ahora era la clase de criatura que él y Tabitha habían una vez cazado y matado como a un animal rabioso. Más que eso, él tenía hambre.
Hambriento.
Artemisa corría un riesgo al estar aquí con él. Cada vez que él se alimentaba de su sangre, se volvía más fuerte y letal. Se estaba volviendo más y más difícil no asesinarla con sus poderes y absorber su divinidad.
Más difícil no destruir a todos y todo.
No lo haré.
Sí, lo harás. A su tiempo. No puedes cambiar lo que eres. Lucha todo lo que quieras. Al final, eres lo que has nacido para ser y nada nunca cambiará eso.
Pero se negaba a creerlo.
Se observó a sí mismo en la pared siendo más joven, viajando inocentemente en la parte posterior del SUV de Bubba hacia un destino que había sido grabado con sangre en su corazón. Vamos, Nick, no nos decepciones. Necesito que seas fuerte, chico.
Inteligente.
Más que nada, necesitaba que él mismo no cometiera los mismos errores. Algunas cosas, como el conocer a Simi mientras era joven, ya fue cambiado.
Pero otras…
Rechinó los dientes al tiempo que veía su futuro tan claramente cómo veía su pasado.
Karnarsas, la batalla final donde él comandaría al ejército de su padre, estaba llegando. Y cuando lo hiciera, si él no cambiaba el pasado, destruiría al resto de las personas que amaba.
A todas ellas.


[1] Grandes pelotas y cerebros.
[2] Smokey el oso: Mascota del Servicio forestal de los Estados Unidos creado para educar al público acerca de los peligros de los incendios forestales.

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