domingo, 4 de marzo de 2012

BOI cap 6

—¿Alguna vez has tenido la sensación de que hay algo extraño en nuestra nueva ingeniera?
Devyn se detuvo mientras finalizaba su registro actual. Levantó la mirada para encontrar a Sway reuniéndose con él en el puente.
—Creí que tú y Claria estabais… —se aclaró la garganta de manera significativa—. Ocupados.
Sway se rascó la barbilla en un gesto irritado.
—Ella tenía que atender una llamada que no estoy autorizado a escuchar.
Devyn resopló ante la típica mierda del gobierno y la paranoia.
—Siento que interrumpieran tu diversión.
—Sí, yo también. ¿Entonces? ¿Qué te parece?
Guardó el trabajo antes de hablar de nuevo.
—Creo que ella desconfía de nosotros, no es sorprendente en una mujer de su edad en un equipo formado por hombres. Yo también me encontraría nervioso entre lamentables burros como nosotros —volvió a mirar a Sway—. ¿Has notado algo más?
—No puedo poner el dedo en la llaga. Sólo que hay algo en ella que no me huele bien.
—¿Aparte del hecho de que te recuerda a Clotilde, a quien siempre odiaste?
—Así es, y no será por un “Te lo dije” en lo que respecta a esa perra, así que no vayas por ahí. Pero no, esto es algo más. Es como si estuviera ocultando algo… puedo sentirlo.
Devyn se encogió de hombros quitándole importancia.
—Todos ocultamos algo, aridos. Mi linaje dudoso y mi salud, la reputación de tu abuelo, las habilidades de Omari y la programación especial de Vik. Si no tuviera algo de similar naturaleza que esconder de nosotros, definitivamente no sería congruente con este equipo.
Sway le dirigió una dura mirada.
—Estás poniendo excusas de nuevo. Pensé que habías dicho que nunca harías eso por otra mujer.
Devyn se congeló ante el recordatorio. Sway tenía razón. Había puesto excusa tras excusa para Clotilde. Incluso cuando cada instinto le había dicho que algo no iba bien, lo había descartado.
Si se hubiera escuchado…
¿Estaba haciendo eso otra vez?
La idea le serenó.
—La vigilaré de cerca.
Sway inclinó la cabeza.
—Aquí estás. Me preguntaba dónde te habías escapado.
Devyn sonrió al ver a Claria unirse a ellos. Alta y esbelta, era una belleza exquisita de largo pelo negro que llevaba en trenzas haciendo juego con las de Sway, otra costumbre Hyshian. Maldita sea, por tener derecho a ella, se habría vendido como esclavo, también.
Sway era un hombre afortunado.
Ella desvió la atención hacia Devyn.
—Sway dice que le has estado cuidando realmente bien para mí.
Él se rió.
—Bueno, su madre hizo un gran trabajo domesticándole, así que no requiere demasiado trabajo. Por no hablar que a Vik no le importa pasearle una vez al día. Está todo bien.
Ella puso los ojos en blanco.
—Eres un listillo.
—Soy honesto. Has conocido a mis padres. Lo entiendes.
Sacudiendo la cabeza, se puso seria mientras miraba a Sway.
—Por cierto, deberías saber que tu Alix es un fantasma.
Devyn arqueó una ceja a Sway.
—¿Tuviste a Claria investigando a Alix?
—No —dijo Claria rápidamente—. Yo misma tomé la iniciativa. Quiero saber quién está en el equipo con mi marido.
—¿Y no encontraste nada?
Claria negó con la cabeza.
—Está completamente fuera de la red.
Devyn dejó que ese conocimiento le penetrara.
—¿Cómo es posible?
—Dímelo tú. He encontrado su certificado de nacimiento y nada más.
Esto realmente no era una buena señal.
—¿Qué pasa con sus padres?
—Nada de cualquiera de ellos. Sólo sus nombres en el certificado de nacimiento de ella.
Devyn sintió como si todo el oxigeno hubiera sido succionado de la sala. Los fantasmas eran raros y normalmente significaban un espía de alguna clase.
O un infernal maestro criminal.
Su padre era el rey de los fantasmas imposibles de encontrar, así que era consciente que podría significar que ella no lo hacía nada más que para protegerse. Pero también podría indicar que estaba aquí para hacer quién sabía qué.
Bien podía ser un peligro para todos ellos.
Claria le dirigió una dura mirada.
—Creo que deberías despedirla. Para seguridad de todos.
—Quiero saber más antes de cumplir con esa demanda —cogió su enlace.
Ella le frunció el ceño.
—¿Qué estás haciendo?
—Llamando a mi padre. Si alguien puede encontrar su pasado, es él —nadie escapaba de los escáneres de su padre.


Alix miraba a través del escaparate de la tienda mientras Omari y Vik se reían por algo que Omari había dicho mientras miraban a los jugadores de la consola de juegos virtual. Incluso a pesar que era anormal para un androide y un humano, su amistad hizo que algo en su interior doliera con nostalgia.
Echaba tanto de menos a su hermana…
Tempest era la única amiga que había tenido nunca, y las dos siempre habían sido un frente unido contra su padre y su hostil animosidad hacia ellas. Si sólo pudiera oír la voz de Tempest y saber que estaba bien.
—¿Estás bien?
Parpadeó mientras Zarina se reunía con ella. Había desaparecido dentro de una tienda en la que Alix había declinado entrar. Era una exclusiva boutique especializada en ropa de diseño de alta calidad y Alix había tenido miedo de echar un vistazo en caso de que la cobraran sólo por mirar.
Y con su suerte, podrían.
—Estoy bien.
Zarina le frunció el ceño.
—Pareces tan triste. ¿Tienes nostalgia del hogar?
No, tenía nostalgia de su hermana, pero no podía admitir eso.
—Sólo estoy cansada.
Zarina se burló.
—Sabes, la gente siempre dice eso cuando no es verdad. Apenas nos conocemos la una a la otra y no quieres que te presione. Lo entiendo —sostuvo una bolsa hacia ella—. Toma.
Ahora era su turno de fruncir el ceño.
—¿Qué es esto?
—Algo que creo te gustará.
Alix sacudió la cabeza. Probablemente solo la bolsa costaría más que ella.
—Oh, no, no puedo.
—Puedes y lo harás.
—Zarina…
—¡Ah! —Zarina estiró la mano imperiosamente—. Ni se te ocurra. No lo voy a escuchar. Toda mujer se merece algo que la haga sentir hermosa y tengo la sensación de que tu guardarropa consiste mayormente en la clase de ropa de servicio que estás usando, la cual, aunque es atractiva en ti, no es realmente divertida. Todos necesitamos algo de diversión. Abraza tu juventud mientras aún la tengas.
Alix tragó mientras se le cerraba la garganta. Nadie nunca había sido tan amable con ella.
—Gracias.
Zarina la abrazó.
—No hay por qué darlas. Ahora vamos a Tadaro.
—¿Qué es Tadaro?
Con un gesto en la cara de fingido dolor, Zarina se puso la mano sobre el corazón.
—Oh, cariño, has estado tan privada —la tomó de la mano y tiró de ella por el pasillo hacia una tienda de maquillaje.
Alix no estaba tan segura sobre esto, tampoco. Todo parecía tan…
Femenino.
—Entonces ¿qué te gusta más? —Zarina se detuvo junto a un mostrador de perfumes.
Miró todas esas variadas lociones y pociones y no tenía ni idea.
—Nunca he usado maquillaje.
Zarina jadeó.
—No lo dices en serio.
Asintió con la cabeza. Su padre se habría cortado un brazo antes que permitirle gastar el dinero en algo tan frívolo. Sólo él podía gastar el dinero en algo que no fuera absolutamente necesario.
—¿Ni siquiera lápiz de labios?
—Nada.
Zarina le puso una mano amable en el hombro.
—Pobre niña. Has estado tan desfavorecida —hizo un gesto a un dependiente para que fuera a ayudarlas—. Tengo una emergencia cosmética aquí y necesito lo mejor de todo para subsanarla.
—Zarina…
Hizo un sonido silbante, cortando a Alix mientras alzaba la mano.
—Ni siquiera empieces. Ninguna mujer por encima de los catorce años debería caminar con la cara desnuda. No es que no seas hermosa, pero… todas podemos usar un realce —se volvió de nuevo al dependiente—. Equipa a mi hermana.
Alix literalmente se sintió como el único pedazo de carne en una perrera cuando el equipo de mujeres descendió sobre ella para cortarle el pelo, depilarle las cejas ‑algo que tenía que haber sido inventado por un sádico‑ y maquillarle la cara.
—¡Ay! —apartó la mano de la mujer que estaba trabajando en sus uñas—. No sabía que ser una mujer pudiera ser tan doloroso.
Zarina le echó una mirada triste.
—Mi amor, la belleza es dolor y es parte de quién y qué somos.
Sí, pero ella realmente no tenía tiempo para esto.
Necesitaba volver a la nave.
¿Cómo escaparía alguien de Zarina? Se sentía atrapada y abrumada.
Que alguien me ayude…
—Zarina, realmente necesito volver. Yo‑yo tengo obligaciones que atender.
—Siéntate ahí y calla. No hay nada que Devyn necesite hacer que no pueda esperar. Además, estarás tan hermosa cuando volvamos que no le importará. Ni siquiera le quedará sangre en el cerebro para que piense.
—Pero…
—Nada de peros. Siempre gano. Renuncia ahora antes de que me molestes.
Alix suspiró mientras se daba cuenta de que Zarina era un poder en sí misma. Era mejor ceder y acabar de una vez que luchar contra un adversario omnipotente.
No sólo era frustrante. Era imposible.
Por favor, sácame pronto de aquí.


Hola, papá. ¿Dónde está Alix?
Devyn levantó la vista de la documentación que estaba falsificando para ver a Omari y Vik entrar en el puente. Manashe corrió de donde había estado durmiendo a los pies de Devyn para saltar sobre Omari.
—Estaba fuera con Rina la última vez que la vi.
Omari se estremeció mientras acariciaba las orejas a Manashe.
—Pobrecita. Me pregunto qué estará haciendo Rina con ella. ¿Deberíamos enviar un equipo de búsqueda?
Devyn se echó a reír.
—Tal vez no sea mala idea. Voto por enviar a Taryn para rescatarla. No tiene nada por lo que vivir.
Vik arqueó una ceja.
—Bueno, al menos esta vez no me tuviste en cuenta.
—¿Te sientes dejado de lado?
—No en lo que concierne a la Princesa Terca. Feliz de ser excluido, jefe. Gracias por la inusual consideración. ¿Te sientes bien, o hay algún mal funcionamiento en tu cerebro del que tenga que ser consciente antes de que tu padre me quite partes que podría echar en falta?
Omari se rió.
—Sabes, me gustaría haber visto a Vik en sus días de pajarera. Debe haber sido un alboroto.
Devyn sonrió con nostalgia al recordar la vieja forma mecánica de Vik.
—En realidad no. Sólo ocupaba menos espacio y era capaz de acercarse sigilosamente a mí con más facilidad. El día más feliz de mi vida fue cuando mi padre le hizo humano.
—Feliz para ti, saco de huesos… Me costó mi novia.
Omari arqueó una ceja mientras sacaba una chuchería del bolsillo y se la daba a Manashe.
—¿Tenías una novia?
Devyn se rió entre dientes.
—Era una lámpara, Vik, no una novia.
Vik suspiró con nostalgia.
—Realmente amaba a esa lámpara. Iluminaba mi mundo entero.
Omari frunció el ceño mientras miraba a Devyn.
—¿Es real para él?
—Eso temo. Solía llevarla con él hasta que dejó de funcionar. Creo que tu abuelo le quitó los procesadores cuando le abrió.
Vik le dio una colleja a Devyn.
—Respeta a tus mayores, embrión.
Devyn siseó mientras se frotaba la parte trasera del cráneo.
—Podría no saber cómo repararte, Vik, pero sé cómo romperte en pedazos pequeños.
—Como si pudieras.
Decidiendo que estaba perdiendo esta discusión, Devyn señaló la bolsa que tenía Omari en la mano con una inclinación de la barbilla.
—Entonces ¿qué has sacado?
Justo cuando Omari comenzaba a hablar, el intercomunicador zumbó.
Devyn se reclinó hacia atrás y lo habría ignorado si no hubiera sido de la estación de seguridad. Abrió el canal.
—Kell al habla.
—Capitán Kell, tenemos una orden aquí para revisar su carga y comprobar su manifiesto y registros. Necesitamos que esté presente. Ahora.
—En camino.
Pero a su ritmo. Podían esperar hasta que llegara allí. No respondía bien a las órdenes.
Suspirando, miró a Omari.
—Lo siento, muchacho. Lo veré mas tarde.
—No hay problema. Déjame ir a encerrar a Manashe para que no se escape mientras están buscando contrabando y luego iré a advertir a Sway en caso de que vayan a su habitación… ya sabes.
—Sí, lo sé.
Devyn salió del puente hacia la rampa donde las autoridades estaban esperando. Tan pronto como la rampa de carga se extendió, subieron para poder fanfarronear frente a él. Como si ellos pudieran alguna vez asustarle.
El capitán le entregó una copia impresa de la orden.
—Queremos ver su bodega y hacer un barrido por su nave.
Hacía todo lo que podía para no reírse de ellos.
—Lo que sea.
Se quedó atrás mientras dos docenas de guardias pululaban por su nave. Esto iba a ser muy entretenido.
Abrió la documentación y el registro falsos en la pantalla de la puerta, después se hizo a un lado para que el capitán los revisara.
—Sólo por curiosidad, ¿por qué estáis aquí, chicos?
—Nos dieron un chivatazo de que tenías contrabando ilegal a bordo.
—¿Un chivatazo de quién?
—El teniente Whelms.
Devyn frunció el ceño ante un nombre que nunca había oído antes. No tenía sentido que alguien de aquí le entregara. Por otra parte, tampoco tenía sentido que alguien le entregara en… esta época.
Curioso.
Comenzó a discutir hasta que su mirada fue del gordo oficial a la hermosa mujer que subía por la rampa.
Le tomó diez segundos completos reconocerla.
¿Alix?
Sí, era ella, y estaba deliciosa. Alguien le había aclarado el pelo un par de tonos, haciendo el rubio aun más vibrante. Los labios estaban pintados de un rojo brillante y lo que quiera que le hubieran hecho en los ojos los hacía brillar. Eran oscuros y seductores ahora.
Una imagen de ella desnuda en su cama pasó a través de él tan rápido, que casi pudo sentir su piel contra la suya.
Durante un momento no pudo respirar y de hecho tuvo el momentáneo temor de poder estar babeando.
Ella frunció el ceño ante el oficial mientras se detenía frente a él.
—¿Qué está pasando?
Te quiero desnuda…
Sí, esto era una mala idea cuando estaban en medio de una crisis.
Aclarándose la garganta, desvió la atención de vuelta a las fuerzas del orden.
—Estamos siendo registrados.
El pánico brilló en los ojos de ella, pero se contuvo.
—¿Por qué?
—Alguien informó que hacíamos actividades ilegales.
El oficial se volvió hacia ella.
—¿Quién es usted y qué hace aquí?
Devyn miró al hombre ante el afilado tono.
—Es mi ingeniera.
—¿Tiene papeles?
Alix sacó la identificación y se la dio.
El capitán apenas le echó un vistazo antes de devolvérsela y volver a revisar la documentación.
Devyn le guiñó un ojo a ella. Está bien, le dijo con los labios a espaldas del oficial.
Nada más hacer eso seis oficiales volvieron corriendo hacia su capitán.
—Señor, tenemos un problema.
El capitán parecía absolutamente esperanzado, como si ya pudiera imaginarse el ascenso que llegaría por arruinarles.
—¿Encontrasteis algo?
—Sí, señor. La senadora Hyshian Claria Tninaloew está a bordo y está… está realmente enfadada, señor.
Enfadada es un término suave para lo que siento ahora mismo.
Alix se volvió para ver a la que tenía que ser una de las más hermosas mujeres que jamás había existido. Alta, esbelta y majestuosa, Claria tenía una suave e inmaculada piel oscura. Los ojos oscuros exploraron a los hombres y mujeres frente a ella como si ya estuviera saboreando su castigo.
La senadora echó una malévola mirada escalofriante a los guardias.
—¿Tengo un tiempo limitado para estar con mi marido y aquí tú y tu gente os atrevéis a interrumpirlo con esta clase de mierda estúpida? Cómo os atrevéis. Os quiero fuera de esta nave inmediatamente. Y para aquellos de vosotros incapaces de comprender esa palabra, significa ahora.
Salieron corriendo literalmente de la nave.
Excepto por el capitán ejecutor. Se quedó allí, temblando.
—Perdonadnos, señora. No teníamos ni idea de que estabais a bordo. Se nos dijo…
—No quiero oírlo. Vete antes de que avise a mis guardias y te detenga con cargos.
Prácticamente dejó una estela de vapor tras de sí.
Devyn cerró los registros antes de volverse y sonreírle.
—Gracias, Claria.
Ella le dirigió una mueca de fastidio.
—¿Por qué, chicos, no os dedicáis a algo sano y seguro por una vez como gestionar conejos, zapatillas o algo así?
—Eso no sería divertido.
Ella puso los ojos en blanco.
—No puedo creer que dejara que Sway viajara contigo. Debo estar loca.
—Sí, pero me quieres.
—No, hoy no lo hago. Mejor vigila tu espalda, Kell. Podría no estar aquí la próxima vez que quieran registrarte —miró a Alix y estrechó la mirada—. Debes ser la nueva ingeniera.
Alix vaciló cuando un rotundo escalofrío le bajó por la columna vertebral. Percibía que la esposa de Sway no pensaba bien de ella…
¿Sabía Claria que era una esclava?
—Lo soy.
La senadora inclinó la cabeza mientras pasaba una mirada lentamente sobre el cuerpo de Alix de una manera bastante descortés. Con esa mirada, hizo sentir a Alix menos que nada.
—¿En qué nave estuviste antes de esta?
Gusano inútil indigna de respirar el mismo aire que yo… Claria no dijo las palabras pero su tono las transmitió en voz alta y clara.
Devyn gruñó:
—Claria…
Ella levantó la mano para silenciar a Devyn con un gesto imperioso.
—No uses ese tono conmigo, Kell.
Devyn se envaró y se apoderó de él un aire verdaderamente aterrador.
—No soy tu perra, Claria. Nunca me hables así —echó una mirada de reojo a Alix—. Es miembro de mi tripulación. Si tienes un problema con ella, lo tratas conmigo.
De la nada, apareció Sway. Antes de que Alix pudiera parpadear, estaba entre Devyn y Claria. Agarró a Devyn por la camisa y le empujó hacia atrás.
—No uses ese tono con mi esposa.
Devyn rompió el agarre y le devolvió a Sway el empujón.
—¿Quieres comenzar alguna mierda, muchacho? Vamos fuera.
—Oh, bien. Llego justo a tiempo para otra ronda de Gran Sobredosis de Testosterona. Ooooh, Alix, Claria… ¿Alguien tiene palomitas? ¿O tal vez debería traer a Taryn? Entonces podremos insultar su hombría y verle estallar, también —el humor de Zarina tuvo éxito rompiendo la tensión mientras los hombres se apartaban el uno del otro.
Devyn volvió esa mirada hostil sobre Zarina.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—Yo también te quiero, Osito Pookie —alzó una bolsa—. Alix olvidó esto.
Claria los observaba muy de cerca antes de volver su atención otra vez a Devyn.
—Todavía quiero saber algo sobre ella, Devyn. Y teniendo en cuenta el hecho de que tu hijo está a bordo de esta nave, tú también deberías.
Así que eso era lo que estaba pasando…
Claria sospechaba de ella. Genial. Simplemente genial. Eso era todo lo que necesitaba. No es que la mujer no debiera desconfiar, ya que ella estaba aquí para arruinarlos.
Pero aún así…
Alix alzó la barbilla con un orgullo que realmente no sentía ahora mismo.
—El Starfire. Era un carguero propiedad de mi padre, que murió hace dos semanas. Era un patético alcohólico que rara vez hacía el papeleo. Vivíamos fuera de la red porque era un conspiracionista de La Liga que se despertó un día después de una borrachera de cuatro días con un tatuaje en el brazo que parecía un código de barras de alguna clase. Juró que se lo había puesto ahí un soldado de La Liga y que se estaban preparando para rodearnos a todos nosotros y esclavizarnos. Personalmente creo que nuestro artillero lo hizo para ajustar cuentas, pero mi padre no prestó atención. ¿Qué más quieres saber?
No lo habría creído posible, pero Claria se las arregló para parecer aún más soberbia.
—¿Dónde fuiste a la escuela?
—No lo hice. Una vez más, mi padre no pensaba dejar un rastro para localizarnos y no creía en la educación de las mujeres.
En realidad, eso no era cierto. No creía en la educación de la propiedad, y para él las mujeres eran propiedad, así que…
—Entonces ¿cómo sabes leer?
Devyn dio un paso adelante.
—Claria…
—Está bien. —Alix se negó a parpadear mientras se encontraba con la penetrante mirada de la senadora, estaba segura que la usaba para intimidar a gente mucho más importante que ella—. Aprendí sola porque estaba cansada de que la gente me llamara estúpida. Usaba el buscador verbal online para encontrar los textos que necesitaba y pasaba a través de ellos hasta que pude hablar y leer en seis lenguas, incluida la universal. No tengo ningún título y no tengo entrenamiento formal. No tengo ahorros ni dinero. Nada excepto un saco lleno de ropa gastada al que llamar propio —tragó saliva—. Y es obvio que no crees que sea lo suficientemente buena para estar en esta nave con tu marido. Lo entiendo y está bien. Tampoco mi padre pensó nunca que fuera lo suficientemente buena para su nave.
Con estas palabras, salió pasando a Claria y se dirigió a su habitación para que la mujer no pudiera ver realmente lo herida que estaba.
Devyn miró a Claria.
—Eso fue cruel.
Claria se negó a retractarse o disculparse.
—No sabes nada sobre ella.
—Y te dije que lo averiguaría. No tenías que humillarla de esa manera.
Ella miró a Zarina.
—¿Me ayudarás con esto?
Zarina alzó las manos en señal de rendición.
—Sin ofender, pero estoy aparte en esto. Acabo de pasar la tarde con esa mujer y realmente me gusta. Es muy dulce y sin pretensiones.
Claria les frunció los labios.
—Ambos sois tontos y no voy a dejar a mi gatito con vosotros.
Devyn aspiró el aliento con fuerza ante la palabra “gatito”, un término despectivo Hyshian de propiedad. ¿Se había dado siquiera cuenta de su desliz?
Por la actitud de Sway, era obvio que él si lo había captado.
Claria giró la cabeza hacia su marido y, en un tono que era un grave error, dijo:
—Recoge tus cosas. Te voy a llevar a casa conmigo.
Sway se congeló.
—No me voy.
Ella cerró la distancia entre ellos y le susurró al oído, pero su furia era tan grande que Devyn fácilmente oyó las palabras.
—Harás lo que te diga y no discutirás conmigo. ¡Ahora muévete!
Devyn le indicó a Zarina que le siguiera para poder darle privacidad a Sway y Claria. Conocía a su amigo lo suficiente como para adivinar que iba a desatarse una infernal batalla, y sería peor para Sway si hubiera testigos de la misma. Sway podría luchar hasta la muerte para defender a su esposa, pero ni siquiera ella podía ordenarle así.
Sway odiaba las órdenes tanto como él. Probablemente más aun, dada la forma en la que había crecido Sway. Ese era el porqué no se quedaba con la familia de Claria, algo habitual en los maridos que no tenían hijos. Que los dioses ayudaran a sus parientes femeninas si pensaban que podían persuadirle.
En su planeta, Sway sería golpeado cada hora por su insubordinación.
Tan pronto como cerraron las puertas blindadas y se desplazaron por el pasillo, Zarina arqueó una ceja.
—¿Qué parásito hostil está excavando a través del esfínter de ella?
—Ni idea, pero no ha hecho un uso prudente de su autoridad. Sway odia ser cuestionado incluso más que ella.
—¿Debimos dejarlos solos?
—Definitivamente. No va a hacerle daño y será capaz de calmar su temperamento si la autoridad de ella sobre él no está siendo cuestionada en presencia de testigos.
Zarina negó con la cabeza.
—No puedo imaginar ser propiedad de alguien. Tiene que ser horrible.
—Te puedo decir por mi temporada en La Liga, que apesta. Odiaba estar bajo control de otro.
Ella le echó una mirada perpleja.
—Todavía no sé por qué lo hiciste.
Él suspiró al recordar la estupidez de su juventud.
—No quería estar encerrado dentro de un hospital, bajo el control de los administradores y la mierda burocrática. Tus hermanos se alistaron y parecían felices, así que pensé en darle una oportunidad.
Ella se rió de él.
—Mis hermanos eran y son asesinos, Dev. Hay una gran diferencia.
—Me doy cuenta de eso… ahora.
Ella le acarició suavemente el brazo.
—Sabes, hay veces en las que “eres tonto” simplemente no lo suficiente.
—Gracias, Rina.
—No hay de qué. Así que, ¿vas a dejarme viajar ahora contigo?
—Infiernos, no.
Ella sacó el labio en una mueca que nunca había fallado doblegando a sus hermanos o a su padre a sus caprichos.
—Vamos, Dev, sé la dulzura que sé que puedes ser. Sería una gran adición a tu tripulación.
Afortunadamente, él era inmune a su mirada triste.
—Infiernos. No —repitió con más fuerza—. Tu padre me mataría y el mío probablemente le ayudaría.
Ella suspiró.
—Apestas.
La puerta se abrió.
Sway entró, pero no había señal de Claria. Su cara era una mezcla de ira y angustia cuando les miró.
—Esto no fue bien.
Zarina arqueó las cejas mientras él se detenía a su lado.
—¿Qué pasó?
—No soy una mujer, Reen.
Ella pasó una mirada confusa entre los dos.
—¿Qué significa eso?
Él no respondió mientras pasaba junto a su lado.
Ella miró a Devyn.
—Dale tiempo suficiente para encontrar algo de Fuego Tondarion y tomar unos tragos de él. Entonces hazle esa pregunta. Hasta que no esté cargado, no estará dispuesto a compartir sus sentimientos con nadie.
Ella puso los ojos en blanco.
—Estoy tan contenta de no ser un hombre —le dio la bolsa que había traído para Alix—. Con respecto a eso, déjame ir a buscar a mi hermano y llevarlo a una botella, también. Tal vez entonces se le afloje el nudo del culo y sea humano de nuevo —besó a Devyn en la mejilla—. Cuídate.
—Tú también. Y hagas lo que hagas, no envenenes a Taryn. Todos le echaríamos de menos si estuviera muerto —la acompañó a la puerta antes de ir a buscar a Alix.


Alix se miró en el espejo, con ganas de morir. Se había quitado todo el maquillaje y todavía no ayudaba.
«Eres fea y patética…»
¿Por qué no podía sacarse la voz de su padre de la cabeza?
«No eres más que una esclava inútil. No eres apta para estar con tus superiores».
A veces podía olvidar eso, pero todo lo que necesitaba era una mirada de alguien como Claria y se sentía tan débil como cuando su padre la pisoteaba.
Llamaron a la puerta.
Sacudiéndose el pelo del nudo que se había puesto para mantenerlo fuera de la cara mientras se lavaba, cruzó la habitación y abrió.
Devyn se congeló cuando vio a Alix. Su cara estaba rosada como si se la hubiera frotado fuerte. Pero era el dolor en sus ojos lo que le llevó un malestar al pecho. Nunca había visto a nadie con un aspecto tan miserable.
Ella dio una inspiración entrecortada.
—Estaba a punto de hacer las comprobaciones, capitán. Siento haberte hecho esperar.
La atrapó antes de que saliera por delante de él y tiró deteniéndola. Ella clavó los ojos en el suelo.
Cogiéndola de la barbilla, la hizo enfrentar su mirada.
—¿Estás bien?
Alix tragó cuando vio la sincera preocupación en sus ojos. A nadie que no fuera su madre y su hermana le había importado nunca cómo se sentía. No sabía por qué, pero aquello la conmocionó.
—Siempre estoy bien.
—Claria no quiso hacerte daño. Sólo es sobreprotectora cuando se trata de Sway.
La cosa era, que esta disculpa debería proceder de Claria, no de él. Pero entonces, la senadora nunca se dignaría a pedirle disculpas a alguien tan inferior como ella.
—Está bien —trató de pasarle, pero de nuevo él le bloqueó el paso.
Cuando no habló, ella arqueó una ceja.
—¿Hay algo más?
—Nadie puede hacerte sentir inferior a menos que se lo permitas. No seas estúpida, Alix —le pasó la mano ligeramente por la mejilla—. Y eres muy hermosa. Sólo pensé que debías saberlo —dejando caer la mano, le dio la bolsa que ella había olvidado.
Sin una palabra, se dio la vuelta y la dejó allí.
Alix se quedó mirándole mientras el corazón le latía con fuerza. No sabía por qué le había dicho eso, pero la animó inmensamente.
Ojalá las cosas fueran diferentes…
Es demasiado buen hombre para que le traiciones.
¿Pero qué alternativa tenía? Matarían a su hermana y su madre si no lo hacía.
Suspirando, miró la bolsa y se percató de una pequeña tarjeta. La sacó, esperando que fuera de Zarina.
No lo era.
Tic‑tac. No seas estúpida.
Recuerda, te estoy vigilando.
PW
La ira la atravesó porque Whelms fuera tan estúpido como para poner eso donde Devyn o alguien más podría haberlo visto. Pero más que eso era el temor de cómo había metido la nota en su bolsa…
¿Podría verla en este momento?
Por supuesto que no.
Si sólo pudiera convencerse de eso. Pero por lo que sabía, podía haber manipulado la alimentación de la nave…
No, si hubiera hecho eso, habría sido capaz de conseguir la evidencia que necesitaba sin ella.
Y sin embargo entró en pánico.
Aterrorizada, destrozó la nota y se aseguró de que caía en la tolva de la basura de camino a su puesto.

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