miércoles, 14 de marzo de 2012

INV cap 16

¿Has cabreado alguna vez a la Muerte? No te recomiendo que lo intentes ni siquiera en lo más mínimo.
Basta decir que el Ángel de la Muerte no tiene mucha paciencia, y si realmente le presionas, la mejor forma de sobrevivir es haber nacido del mal extremo y hacer que tenga tanto miedo a que desates tus poderes como el que tú tienes de desatarlos.
Sólo eso puede salvar tu vida.
Nick hizo lo que pudo para prestar atención, pero su curiosidad sobre el descubrimiento de Mark le estaba matando. Aunque se moría por saber lo que habían encontrado, no quería morir por saberlo. Si esto tenía algún sentido. Y si no estaba atento y dejaba de moverse, aun podría convertirse en una mancha en el suelo empedrado bajo sus pies.
Esta era la lección más larga de su vida. Olvida las clases de Richardson. Empezaban a lloriquearle los ojos por el aburrimiento del bamboleo del péndulo.
En el momento en que terminaron, sintió como si hubiera sido torturado en el potro. Lo peor era que Grim se había negado a enseñarle lo que realmente quería saber.
—Estamos trabajando sobre mi horario, chico. No el tuyo. Tú me sigues. Yo no bailo al son de nadie excepto al mío. —Efectivamente. Grim sería un padre impresionantemente molesto.
Agh. Pero ahora que habían acabado, Nick estaba corriendo a toda velocidad hacia el Triple B para alcanzar a Mark y Madaug.
Para cuando llegó a la tienda, estaba jadeante y exhausto. Y su mochila había cogido unos mil o dos mil kilos extra en algún lugar por el camino. Al menos no es verano. Eso habría hecho que la carrera fuera asquerosa.
Abriendo la puerta que aun no estaba totalmente arreglada y en un adecuado funcionamiento, se encaminó hacia el mostrador.
Bubba salió de la trastienda para saludarle.
—Oh, eres tú, Nick. Pensé que podría ser un cliente de los que paga. Debí adivinarlo.
—Gracias Bubba. Yo también te quiero.
Él puso los ojos en blanco antes de darse la vuelta y regresar tras las cortinas.
—Mark está en la oficina con Madaug. Me dijeron que te enviara allí en cuanto llegaras.
Nick se detuvo un momento mientras miraba a Bubba cerrar la carcasa de un ordenador, entonces lo llevo hacía la estantería de recogidas para cuando los propietarios los reclamaban. Tenía que darles a Mark y a Bubba su mérito, mientras echaba una ojeada alrededor del área de atrás. Habían hecho un trabajo sorprendente volviendo a montar la tienda. Casi no había señales de que hubiera estado dañada alguna vez, ni quemada, disparada y atacada con un hacha.
Mejor no recordarle a Bubba eso, ya que Nick había sido el que la empuñaba.
—¿Te dijeron porqué querían verme?
Bubba bajó el siguiente ordenador que esperaba para ser reparado y lo enganchó a los periféricos, entonces lo puso en marcha y abrió un programa de diagnóstico.
—Nah, y no me importa. Mientras vosotras niñas no queméis mi tienda, estoy feliz en mi ignorancia.
Nick decidió no cuestionar eso de ningún modo, dado el daño que ya habían causado, pero mientras se acercaba a la puerta de la oficina, recordó lo que Kody le había dicho acerca del pasado de sus amigos. ¿Había algo de verdad en ello?
No lo preguntes, Nick. No lo hagas.
Pero como era típico en él, despegó la boca sin consultar con el sentido común o el cerebro.
—¿Bubba? ¿Puedo preguntarte algo?
—Claro.
—¿Has estado casado alguna vez?
No cabía ningún error sobre la pena en su cara tras esa pregunta tan normal. Agonía. El odio a sí mismo. Qué horribles eran esas cinco palabras, una pregunta inofensiva podía provocar mucho dolor en alguien.
Bubba se aclaró la garganta antes de contestar.
—Sí, lo estuve. Hace mucho tiempo.
Habiéndole herido sin intención, Nick quería que Bubba se sintiera mejor, pero no sabía cómo. No debería haber preguntado. No debería. Y después de ver la reacción de Bubba, sabía que Kody le había dicho la verdad. El hombre estaba devorado por la culpabilidad.
—Lo siento, Bubba.
—¿Por qué?
—Pareces muy enfadado de repente. No pretendía traerte recuerdos dolorosos. Lo siento.
Bubba tragó fuerte mientras volvía su cara hacia él.
—Nick… Espero que algún día encuentres una mujer que te quiera como Melissa me quiso a mí. Hagas lo que hagas, chico, no le des la espalda. Si dice que te necesita para algo, no importa lo estúpido que parezca o el plazo que tengas, vas y lo haces. Jode el trabajo o lo que sea. Al final, la única cosa que importa es la gente que está en tu vida. Los que hacen que tu vida merezca la pena vivirse y aquellos cuyas sonrisas iluminan tu mundo. No los apartes nunca de tu lado por otros amigos interesados. Todo lo demás es fachada barata que puedes reemplazar. Pero una vez que se han ido…
Respiró.
—No puedes volver atrás en el tiempo. Nunca. Es lo único en la vida de lo que no puedes tener más, y es la única cosa que te despedazará sin piedad cuando se va. No tiene piedad por ningún alma, ni por el corazón. Y todos esos locos que te dicen que con el tiempo es más fácil, son unos tontos del culo mentirosos. Perder a alguien al que realmente amas jamás se vuelve más fácil. Sólo consigues unas pocas horas más sin romperte. Eso es todo… eso es todo.
Las lágrimas le ahogaban por el dolor que oía en la voz de Bubba. Era raro para él demostrar este tipo de emoción. El gran Bubba Bardette era un oso gruñón de hombre. Enorme. Duro como los clavos. Nunca dejaba que nada le perturbara.
Y leal hasta el final.
Todo el mundo merecía un amigo como él.
¿Quién hubiera pensado alguna vez que esa temible e imponente bestia podría estar obsesionado por algo tan humano como la pérdida de su mujer y su hijo?
Sin pensar, Nick se le acercó y lo abrazó con fuerza.
Bubba se erizó.
—Chico, ¿qué estás haciendo? ¿Has perdido tu maldita chaveta?
Nick sacudió la cabeza.
—Parecía que necesitabas un abrazo.
—Entonces llama a Tyra Banks y envíamela. Para eso siempre estoy preparado. No quiero a chavalines desgarbados restregándose contra mí. Dios.
—Vale, vale. Oído, viejo gruñón.
Bubba se mofó.
—No tan viejo. Aun tengo bastante veneno para zurrarte el trasero si no me dejas sólo con mi trabajo. Ahora llevémonos bien y lárgate con el poco pelo que me queda.
Nick se dirigió a la oficina, pero antes de abrir la puerta, Bubba lo detuvo.
—¿Oye, Nick? Eres un buen chico. No dejes que nadie te diga lo contrario. Veo cómo vienes aquí, algunos días después de la escuela con los hombros colgando por el peso del mundo y toda su miseria. Pero no les dejes robar tu vida, muchacho. Sé lo de tu padre y cómo cargas su fantasma a la espalda todo el tiempo. Pero esos son sus pecados y sus crímenes, no los tuyos. —Bubba se golpeó el pecho dos veces—. Tienes lo que cuenta aquí. Todo lo que necesitas e incluso más. Más corazón y bondad que nadie que haya conocido. No dejes que nadie te lo quite. ¿Me oyes?
—Gracias, Bubba.
Él inclinó la cabeza, y luego volvió a su trabajo.
Sintiéndose mejor de lo que se había sentido durante todo el día, Nick abrió la puerta para encontrar a Madaug y Mark inclinados sobre el escritorio de Bubba con lo que parecía ser cientos de páginas impresas dispersas por todas partes. Estaban tan concentrados en lo que habían encontrado que ni siquiera le oyeron entrar.
—Hey, chicos. ¿Qué es todo esto?
Mark le miró con los ojos tan grandes, que parecían platos.
—Agárrate el pantalón, porque estás a punto de saltar de él.
—¿Supongo que has encontrado algo bueno?
—No sólo es bueno —dijo Madaug. Sus rizos rubios estaban tiesos sobre la cabeza como si hubiera estando tirándose de ellos, algo que hacía sin darse cuenta cada vez que se concentraba en un tema—, es increíble.
Era difícil tomarlo en serio con las gafas torcidas y tan emborronadas de manchas de huellas que Nick se preguntó cómo no se chocaba con las paredes. Extrañamente le recordó a Nick la comedia favorita de su madre, Mi primo Vinny, cuando Joe Pesci interrogaba al testigo sobre lo que había visto a través de sus ventanas del remolque empañadas de basura.
Ajeno a eso, Madaug excavó bajo el montón de papeles delante de él. Llevaba una enorme sudadera gris que se lo tragaba entero, sin duda de su hermano mayor Eric, un nuevo gótico. Madaug sonrió al encontrar lo que estaba buscando. Él se lo metió bajo las narices a Nick.
Nick echó la cabeza hacia atrás y se lo quitó para poder mantenerlo a una distancia normal, visible. Frunció el ceño. Era un viejo equipo de fútbol, ataviados a la antigua.
Ostras, los jugadores parecían viejos y no estudiantes universitarios. ¿Cómo de duro vivieron sus antecesores?
—¿Qué ves? —preguntó Mark.
—Fútbol.
—Sí, ¿y? —apremió.
Antes de que Nick pudiera responder, Madaug señaló al hombre en la parte trasera izquierda.
—Conoce al entrenador Walter Devus.
Whoa. El tipo era clavado al entrenador de su escuela. Debe ser su bisabuelo o algo así.
—Sabía que lo había visto antes. —Mark golpeó la hoja—. Cuando jugué con los Tech, tenían un muro de honor para todos los equipos, y éste estaba colgado por… bueno, alguna parte donde pasé mucho tiempo con un cierto profesor de biología. Pero eso no importa. Sabía que lo había visto, y tenía razón. El viejo sapo estaba allí todo el tiempo, me miraba con esos ojos pequeños y brillantes, avaros. —Sonrió a Madaug—. ¿Ves lo que sucede cuando te golpeas la cabeza al salir de la ducha? Recuerdo total.
Nick se echó a reír, y luego hizo una pregunta al azar que se le ocurrió.
—¿Cuántos años tienes, de todos modos?
Mark frunció el ceño ante el súbito cambio de tema.
—¿Huh?
—Pensé que tendrías veintiuno o algo así. Sólo me di cuenta de que no tenías edad suficiente para hacer todo esto.
—¿Qué? ¿Hay algún manual no escrito Gautier en el que se diga lo que una persona puede o no puede hacer con su vida? ¿De verdad? Mi cumpleaños es en noviembre, así que voy un año por delante de mis compañeros de clase, y me gradué cuando tenía diecisiete años. Me peté la rodilla derecha antes de cumplir los diecinueve años y dupliqué mis clases para graduarme a los veinte. Y para que conste, tengo casi veintitrés años. ¿Es lo suficientemente bueno para ti, o deseas mi curriculum entero, también?
—Lo siento. No seas tan irritable. Es sólo curiosidad. Pensé que me dijiste que eras más joven.
—¿Quieres ver mi carné?
Nick levantó las manos en señal de rendición. Podría haber jurado que Mark le había dicho que era más joven, pero luego, podría haberla tomado con él. Mark no se lo tomaba bien.
Madaug dejó escapar un silbido para llamar su atención.
—Y esto es un poco más importante que los antecedentes de Mark. —Le metió otro pedazo de papel en la cara a Nick—. ¿Recuerdas que te dije que Devus entrenó al equipo del Tech contra Georgia?
—Sí, y al día siguiente todos murieron. —Ahora Nick sujetaba el artículo que hablaba sobre ello.
—Exactamente. —Mark le dio una tercera hoja de papel con otro equipo de fútbol en ella. La fecha de esta foto era de un año más tarde y…
Mierda…
Era Devus de nuevo. Esta vez sentado delante de los jugadores. Nick miró con incredulidad.
Seguramente había algún error.
Alineó las fotos una al lado de la otra y las comparó. Mientras lo hacía, Madaug trajo páginas con las fotos ampliadas para que pudiera ver todos los detalles en sus rostros.
Sí, no había forma de negarlo. Todas ellas eran del mismo hombre.
—¿Cómo puede ser?
Mark se frotó la barbilla.
—Al parecer, ese es su modus operandi. El entrenador parece llevar un equipo a la victoria y a un campeonato. Entonces al día siguiente de ganar, todos los jugadores y el entrenador mueren. —Le entregó más páginas a Nick—. Año tras año, tras año.
Nick negó con la cabeza.
—No, no, no. No es posible. ¿Por qué permite que le fotografíen y se mantengan los registros? Además, ¿por qué conserva el mismo nombre? ¿No sería estúpido?
—No mantiene su nombre todo el tiempo —dijo Mark—. Si nos fijamos en los artículos, tiene una lista de nombres que va reciclando. Creo que Walter Devus era su verdadero nombre, pero honestamente no lo sé. Ha usado mucho durante el siglo pasado.
Bueno, eso tenía más sentido. Si quieres esconderte, no siempre puedes ser tú.
—Está bien, pero ¿por qué se haría fotos? —Especialmente si no quieres que la gente sepa que eres inmortal.
Nick se había dado cuenta de que Kyrian no tenía una sola foto de sí mismo, escondida en alguna parte. Ni siquiera un cuadro, busto. Nada.
—Voto por chula arrogancia. —Madaug sacó otro documento en el que habían trazado todas las escuelas donde Devus había enseñado—. Piensa en esto. Hasta ahora, las fotos no eran muy claras y se estropeaban con facilidad. Una vez dejas tu pueblecito, las posibilidades de que el siguiente haya visto tu fotografía son bastante escasas. Es ahora que tenemos el Photoshop y ordenadores en los que podemos limpiar las imágenes y compararlas. Más que eso, tenemos bibliotecas online, archivos y depósitos donde se puede extraer la información más oscura imaginable. Hoy ya no hay escondites y una vez que te conectas a Internet, queda ahí para siempre, a la espera de que alguien tropiece con ella. Así que recuérdalo la próxima vez que te hagan una foto soñando con alguien y no quieras que se publique en ninguna parte.
¿Por qué todos tienen que seguir sacando el tema?
Un pequeño error.
Humillación sin fin.
Mark llamó su atención al tema en cuestión.
—Y una vez que habíamos descubierto su modus operandi, fue fácil empezar a buscar un equipo del campeonato de fútbol que ganara un día y al siguiente estuviera muerto. Cada año, como un reloj, siempre hay un equipo. El lugar de celebración varía: Universidad, instituto hasta la Liga Infantil. Pero es siempre la misma secuencia de acontecimientos.
¿Liga Infantil? Esa noticia le enfermó más que las otras.
—¿Mata niños? —Tan pronto como lo dijo, se dio cuenta de lo estúpida que era la cuestión. Por supuesto que mataba niños. Dave estaba tendido en una morgue en este momento a causa de él—. Tenemos que detener esto.
—Lo sabemos —dijeron al unísono.
Nick hizo un gesto a los papeles que les rodeaba.
—Vamos a llevar esto a la policía y…
—No podemos.
Miró asombrado a Mark.
—¿Qué quiere decir que no podemos? Tenemos pruebas...
—Nada —Madaug le entregó otros artículos—. Durante la era gángster, cuando los medios de comunicación explosionaron y la cobertura nacional comenzó a crecer junto con imágenes de telediarios que se mostraban en los cines de todo el país, Devus desapareció y dejó de tener imagen pública. También aprendió a matar a un entrenador existente y luego pasar el tiempo suficiente para ganar el campeonato y, supuestamente, morir con su equipo. Sin duda para evitar cualquier relación a largo plazo o preguntas.
—O a los medios de comunicación —agregó Mark.
Tal vez, pero Nick volvía a una cosa.
—Entonces, ¿cómo sabes que es él?
Madaug le dedicó una mirada incrédula.
—¿En serio? ¿Me preguntas eso? ¿Cuáles son las probabilidades de que cada año en todo el país, un equipo y su entrenador mueran en extrañas circunstancias mientras van directos a los play‑offs? Una escuela o centro de recreación está desesperado por un sustituto con experiencia. De la nada, aquí viene el señor de la Edad Media, con más o menos la misma descripción. Se queda durante cuatro semanas, apenas el tiempo suficiente para los partidos de campeonato, y lleva a su equipo a la victoria. Y todavía borrachos por los laureles, ¡zas! —Él dio una palmada en las manos—. Todos ellos mueren. ¿De verdad crees que es sólo una coincidencia?
Bueno... no.
—No cuando lo pones de esa manera. Así, un poli nunca lo va a creer.
—¿En serio? —Mark suspiró—. Nadie nos creería. Todos pensarían que estamos flipados. Así que la pregunta es, ¿cómo le impedimos matar sin ir a las autoridades?
—¿Le envío a mis zombis?
Mark le lanzó una mirada asesina a Madaug.
—Sé que no te atreverías, con lo que casi le pasó a tu familia.
—Era una broma, Mark. Créeme, he terminado de manipular los patrones del cerebro humano.
Ignorándoles, los pensamientos de Nick empezaron a unirse hasta que empezaron a encajar.
Puedes usar artículos personales como un hechizo vinculante. Piensa en ello como un mísil que busca calor. Si quieres que algo le suceda a alguien en particular, coges un artículo suyo y puedes usarlo como punto de referencia. Es el mismo principio con el que funciona el péndulo.
Las palabras de Grim le perseguían. Ahora comprendía su lista. El entrenador necesitaba los artículos específicos de todos los jugadores de fútbol.
Pero entonces ¿qué hacía con ellos después de que el juego había terminado y los propietarios eran asesinados? Su casa y oficina estaban peladas y él se trasladaba constantemente, así que mantenerlos no parecía factible. Tal vez ¿los tiraba después?
No importaba.
Lo más importante es romper el ciclo, especialmente desde que Nick estaba en el equipo y no quería morir.
Pensé que no querías vivir.
Bueno, eso era cierto, pero eso no significaba que quisiera morir. Sólo quería que su vida se calmara un poco y volver a la normalidad. No volar de cabeza hacia Locuracity.
El móvil de Madaug sonó. Lo cogió y se sobresaltó.
—Mierda. Es mi hermano pequeño.
—¿Es eso tan malo? —Preguntó Mark.
—Uh, sí. La voz de Ian es tan aguda al teléfono que te juro que si la embotelláramos con una granada, nos forraríamos como traficantes de armas. Despejaría más espacios y causaría más dolor que una bomba de hidrógeno. Vivo cada día esperando que ese niño llegue a la pubertad y su voz baje a un nivel humano.
Nick estaba a punto de decirle que estaba exagerando cuando Madaug respondió y comprobó por sí mismo la verdad de la cuestión.
Oh, sí. Eso podría romper los cristales. El grito de un demonio no tenía comparación con el del chico. Y ni siquiera lo tenía en la oreja. Estaba de pie a varios metros de distancia.
Incluso Mark estaba sobresaltado.
—Muy bien. Muy bien —dijo Madaug a su hermano menor—. Deja de lloriquear, mocoso. Estaré en casa más tarde y lo arreglaré. Lo haré, pero si no dejas de fastidiarme con eso, borraré el disco duro de Eric y le diré a papá que lo hiciste tú —Madaug colgó mientras Ian lloriqueaba de manera chillona en el otro extremo. Él miró a Nick—. Tienes mucha suerte por ser hijo único.
—En realidad no. Si le digo a alguien que no me toque o culpo a mi hermano de romper algo, es un billete seguro a una camisa de fuerza.
—¿Sabes que mi retorcido hermano en realidad tiene una de esas? Eric la tiñó de negro y la colgó en la pared. Una vez más, digo que tienes suerte de ser hijo único. Oh, tener la bendita calma y que no te sangren los oídos por aguantar horas y horas a Bauhaus a todo volumen fuera del agujero negro de Eric, o Baby Rock cantada por Ian el Pirata, que va por la casa con un perico en el hombro al que me mete en la cara todas las noches para que le acaricie o me sacará los ojos a picotazos mientras duermo.
Nick no tenía la intención de reír, pero no podía evitarlo. Y pensar que su queja más grande eran los sujetadores de su madre en una cuerda sobre la bañera. Estaba seguro de que estaría en terapia desde hace años si se molestara por eso.
Mark aplaudió para llamar su atención.
—Muy bien, chicos. Centrémonos. Tenemos que encontrar la manera de detener a Devus para siempre. Lancémonos de cabeza al juego y detengamos a este psicópata.

Walter Devus estaba de pie delante de su espejo, mirando fijamente la cara que no había cambiado durante más décadas de las que podía contar.
¿Qué había ocurrido?
Pero en el fondo lo sabía. Codicia. Vanidad. Orgullo. Escoge lo que quieras. Se habían entremezclado en algo tóxico que lo había llevado a cometer el peor error de su vida.
¿Y para qué?
¿Para quince minutos de fama como Andy Warhol?
Solo que esto no iba a ser tan breve. Se suponía que tenía que haber durado toda la vida.
Ten cuidado con lo que pides. Podrías conseguirlo.
Especialmente cuando se trata con cosas que es mejor dejarlas en paz. Si tan solo pudiera dar marcha atrás en el tiempo, se habría contenido y lo habría detenido.
Pero ya era demasiado tarde para eso. La suerte estaba echada. La rueda girando.
Pasaría la eternidad en servidumbre, recogiendo almas para su amo. Desconocidas, sin renombre, oscuras. Las mismas cosas que desesperadamente había querido evitar.
Era gracioso como sus miedos se manifestaron y tomaron el control de su vida.
No había tenido esperanza por encontrar una salida a su esclavitud.
Hasta que vino aquí. Nueva Orleáns. Tierra de la magia oscura y el lugar de nacimiento de lo paranormal. Podía sentirlo como una corriente oculta que corría por la ciudad como algo vivo, que respiraba.
Y aquí en su corazón estaba lo más oscuro de todo.
El Malachai. Si pudiera encontrar al joven a tiempo, su amo lo dejaría en libertad.
Seria libre.
Walter saboreó esa palabra. Ser humano otra vez. Para poder permanecer en un lugar y echar raíces. Algo que había sido como una maldición para un hombre joven.
Ahora era el paraíso.
Todavía tenía esperanzas, continuó ejecutando sus experimentos en los artículos que sus “chicos” habían reunido. Mientras el Guardia Fringe buscaba al demonio que había escapado, él estaba detrás del Malachai que ellos no sabían que existía.
Estaba seguro que el Malachai estaba en su escuela enmascarado como un estudiante. Era una sensación que tuvo desde el momento que había entrado en el edificio.
¿Pero quién?
Había buscado en los archivos hasta que reducirlo a los sospechosos más probables. Hasta ahora, no era ninguno de ellos.
Su tiempo se acabó, advirtiéndole que estaba hecho.
Con el corazón corriendo a toda velocidad, fue a comprobar la última cantidad de artículos. Mordiéndose el labio con temor saco el anillo de graduación de Stone del tazón.
Todavía intacto. Todavía perfecto.
Stone no era el Malachai. Había estado tan seguro de ello, debido a su crueldad y arrogancia. Pero no, se equivocó otra vez.
Completamente agitado, pasó al otro tazón. No tenía ninguna expectativa en absoluto. Dando tirones sucesivos, se quedo paralizado.
No apareció nada. ¿Podría ser?
Con atención volvió a agitar con furia. Él había metido una pieza de toalla.
Azufre.
—Te he encontrado. ¡Ahora eres mío! —estuvo a punto de lanzar a la legión del juicio final sobre el muchacho.
Debería haber reconocido el nombre. Debería haberlo sabido. Qué estúpido había sido para no verlo. Pero había vivido suficiente tiempo para saber lo engañosas que son las cosas.
El Malachai había estado viviendo a la vista de todos. Haciendo alarde de su presencia con descuidado abandono.
Pero no por mucho tiempo más.
Por fin, Walter Devus sería humano otra vez. Y el Malachai dejaría de existir.

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