Maldiciendo, Nick se dio la vuelta, listo para pelear. Entonces se congeló en el sitio y parpadeó dos veces sólo para asegurarse de que no estaba alucinando.
No lo estaba.
Alto, con el cabello enmarañado, ataviado con franela y pantalón vaquero, Mark, que otra vez estaba empapado con olor a orina de pato, estaba de pie en el porche con la risa dañada de una hiena.
—Chico, debiste haber visto tu cara. No te había visto asustado como un conejito desde que estabas intentando entrar en la tienda antes de que los zombies se comieran tus sesos. Oh, dios mío. Si hubiese tenido una cámara, hubiese hecho una fortuna.
Indignando por el susto innecesario que el idiota le había dado, Nick lo miró fijamente.
—¡Gilipollas! No eres gracioso.
—Tienes razón sobre eso. Tú eres el gracioso, chico.
Siguió riendo hasta que Nick estuvo dispuesto a darle una patada en un sitio donde dejaría una impresión duradera. Era una buena cosa que estuviera en deuda con Mark, o definitivamente cedería a ese impulso.
Nick gruñó profundamente.
—De todos modos ¿qué estás haciendo aquí, además de apestar mi porche y despellejarme diez años de vida?
Mark se secó los ojos.
—Lo siento[1] por la orina, amigo mío[2], pero mejor prevenir que lamentar cuando se está en el pantano. Ese es mi lema. —Finalmente, dejó de sonreír y fue al grano—. Vi que habías llamado, y traté de devolverte la llamada pero me quedé sin batería. Así que fui al coche para cargarla. Desafortunadamente, había usado el cargador del coche para atar mi guantera y cerrarla, lo que lo estropeó, y cuando lo conecté para usarlo, inició un pequeño incendio eléctrico en el jeep, lo que prendió fuego a una pila de papeles y quemó completamente el asiento del pasajero antes de que pudiera rociarlo con Coca-Cola para extinguirlo (esa cosa no es tan buena para apagar incendios como uno creería). Bueno, de cualquier forma, aquí estoy. ¿Qué necesitabas?
Sólo Mark o Bubba podrían prenderle fuego a sus coches con un cargador de batería. Nick se reiría si no fuese tan A.- Típico de su suerte y B.- Patético.
—Um, sí, sobre eso… —Nick se rascó el brazo que tenía en cabestrillo—. Ya me encargué de eso.
Mark realmente hizo un mohín.
—¿Me estás diciendo que quemé mi jeep sin una buena razón? Tío, eso apesta. Por lo menos dime que había un zombie en tu cuerpo o algo tratando de matarte.
—No. Lo lamento.
Mark murmuró en voz baja.
Pero mientras Nick miraba fijamente el jeep de Mark, que tenía marcas de quemaduras en la ventanilla del lado del pasajero, se le ocurrió un pensamiento extraño. Esta podría ser la única persona, además de Caleb, que realmente podría ayudarlo con esto.
Por lo menos era la única persona lo suficientemente loca para intentarlo. Todos los demás tratarían de hacerle entrar en razón.
Mark también era la única persona, además de Mennie y Caleb, que él sabía que podría mantenerle a salvo de cualquier ataque sobrenatural. De hecho, Mark vivía para combatir cualquier cosa que percibiera como no humana.
—No querrías hacer un poco de exploración conmigo, ¿verdad?
Eso animó a Mark.
—¿Qué tipo de exploración?
—Bueno, es la razón por la que te llamaba. Tengo un profesor en la escuela que es un enigma extraño.
Una de las cejas de Mark se disparó hacia el norte.
—¿Cómo es eso? ¿Cómo enigma zombie o enigma normal?
—No creo que él sea un zombie.
Sin embargo, a estas alturas no descartaría nada. Psicópata era la mejor apuesta. Aún así, esto era Nueva Orleans, y había sabido realmente rápido de una cosecha completa entre los habitantes que antes ni siquiera había sospechado que existieran. Así que el entrenador podía ser algún tipo de zombie del que él no sabía nada.
Y pensar que, seis meses atrás, él había pensado que Bubba y Mark eran los habitantes más estrambóticos de Louisiana.
Que pronto cambia todo.
Ahora, ¡Qué más quisiera!
Nick volvió a prestar atención a la discusión que los ocupaba.
—Él me dijo que había enseñado en un montón de escuelas, pero Madaug no puede encontrar nada sobre él. Y me refiero a nada. Ni una sola academia donde él haya enseñado o cualquier otra cosa. Es como si no hubiese existido hasta que mi instituto lo contrató.
—Neoludismo[3]. —Mark asintió en señal de aprobación—. Me gusta eso. Simplemente podría significar que el hombre tiene cerebro. Te lo digo, Nick, un día todos vamos a ser enganchados en un servidos masivo y a convertirnos en nada más que bytes en una secuencia de datos. Incluso nuestra primitiva e individualista esencia se reducirá a un código binario simple. Ya pudo haber pasado y ahora todo lo que somos es actores de Rod Serling subscritos permanentemente. De hecho…
Nick chasqueó los dedos frente a la cara de Mark.
—¿Puedes volver conmigo a la realidad por un segundo? Algo así como que te necesito aquí en la tierra por unos pocos minutos más.
—Claro. No es que me guste estar aquí, ya que todavía estoy esperando que mi nave nodriza regrese. Pero, ¿qué necesitas?
Nick respiró profundamente buscando paciencia. A veces, mantener a Bubba y a Mark centrados en una tarea era como tratar con una manada de gatos con trastorno por déficit de atención en una granja de ratones.
—Bien, es el entrenador. —No quería contarle a Mark lo del chantaje o el robo del anillo. Aunque confiaba en Mark implícitamente, no confiaba en él para no ir a la puerta del entrenador, patearla y entrar, luego arrastrarlo hacia el patio y golpearlo hasta sacarle los mocos por amenazar a la gente. A Mark no le gustaban los acosadores o los abusadores de ningún tipo, y consideraba golpear a uno de ellos como un valioso servicio público—. Algo en él no está bien. Puedo sentirlo. —Eso era algo que Mark podía entender y aceptar—. Me preguntaba si no te importaría pasarte por su casa y ver que pinta tiene. Eso podría darme alguna pista acerca de quién “y qué” es él. Después de todo, sé cuánto te gusta hacer un perfil de la gente.
Eso despertó el interés de Mark mucho más.
—¿Sabes donde vive?
Nick asintió.
—Sí, lo sé. —Era una de las pocas cosas que el entrenador le había dicho después del entrenamiento.
El asqueroso quería que Nick le llevara el botín a su casa de forma que el entrenador no fuera atrapado con él en el campus.
Pero si Nick era atrapado, estaba bien. Pillar al niño, pillar al niño.
—Está bien, entonces. —Mark estuvo de acuerdo—. Estoy harto de cazar zombies esta noche, y desde que mi mujer me liberó. —Quemando todo lo que Mark poseía y echándole, pero esa era otra historia—. Lo haré. En marcha. —Se bajó del porche.
Nick le impidió irse por el momento.
—Déjame decirle a mi madre a donde voy. —Porque si no lo hacía, ella armaría la marimorena cuando volviera.
Se acercó y abrió la puerta del piso de Menyara.
Mennie y su madre ya estaban acomodadas en el sofá, bajo una gruesa manta de color rojo y negro, con todas las luces apagadas mientras comían patatas fritas y salsa.
Su madre alzó la vista expectante.
—¿Ey, mamá? ¿Puedo tener unos minutos para hacer un recado con Mark?
Entrecerró la mirada hacia él.
—¿Mark el loco?
Mark metió la cabeza por la puerta para sonreírle.
—Oí eso, Cherise.
El rostro de su madre se encendió. De hecho, estaba más cerca de la edad de Mark que él. Sin mencionar que Mark había trabajado una vez en la puerta del club donde su madre solía bailar, y así fue como Nick lo conoció.
Bajando la patata frita de vuelta a la bolsa, ella se aclaró la garganta y le dirigió una mirada avergonzada.
—No sabía que estabas justo allí. Lo siento, nene.
Mark se rió de buen grado.
—Está bien. Me han llamado cosas mucho peores. Al menos no insultaste a mi familia mientras estabas en ello. Pero no te preocupes. No voy a hacer nada demasiado extraño esta noche.
—Por favor no lo hagas.
Mark intercambió una mirada divertida con Nick.
—No te preocupes, Cher. Lo protegeré con mi vida.
—Bien —advirtió ella—. Porque eso es lo que te quitaré si permites que aunque sea un solo pelo de su cabeza sea lastimado. Estoy hablando muy en serio, Mark. No hay rincón en el infierno que puedas encontrar donde no te perseguiré, te arrastraré fuera, y te torturaré hasta que te desangres a mis pies. Ese chico es mi vida, y no quiero que regrese aquí en pedazos. Así que no intentes ninguna de tus tonterías con él cerca. Lo digo en serio.
—Sí, señora.
Cuando Nick empezó a salir, su madre le apuntó con un dedo en advertencia hacia él.
—No vuelvas tarde. Tienes escuela mañana.
Él repitió las últimas palabras de Mark.
—Sí, señora.
Luego, cerró la puerta.
Wao, para ser una mujer diminuta y de bolsillo, podía ser más aterradora que un oso alborotado con esteroides. Incluso Mark parecía sacudido por sus amenazas.
Bajando las escaleras, su demente diatriba le recordó la severa advertencia de Caleb.
—Ey, Mark, ¿Sabes qué es una Guardia Fringe?
—Claro. ¿Qué crees que soy? ¿Estúpido? ¿Quién no sabe lo que son?
Nick le dirigió una mueca hosca.
Para que conste, el idiota era yo. Gracias a Caleb, sin embargo, no tenía que admitirlo.
—¿Alguna vez has peleado con uno?
Mark se rascó la barba de la mejilla.
—No personalmente. Por lo que he oído sobre ellos, no creo que me gustara. Aunque tengo unos amigos que si lo han hecho. ¿Por qué?
—Un amigo mío me dijo que se encontró con uno anoche y que debía tener cuidado.
Mark le dirigió una mirada tan penetrante que se sintió como si lo hubiese atravesado por completo.
—Te dijo que te escondieras, ¿verdad?
—¿Cómo lo supiste?
—Puedo leer tu lenguaje corporal, Nick. Te asustaste repentinamente. ¿Qué otra cosa te dijo tu amigo?
—Que debía permanecer en áreas protegidas.
Mark acortó la distancia entre ellos y se sacó algo de debajo de la camisa. A Nick le tomó un segundo darse cuenta de que era un colgante de plata con un símbolo similar al que estaba en su Grimorio.
—Usa esto. A menos que el mismo diablo vaya a por ti, te protegerá.
Nick arrugó el rostro al captar el olor de la orina de pato, lo que casi le hizo vomitar.
—¿Estás seguro?
Mark se enderezó.
—Todavía estoy respirando, ¿no es cierto?
—Eso creo. Pero con todo ese hedor que tienes encima es difícil decir. Dios sabe que en este momento estoy tratando con todas las fuerzas no respirar. Y podría entender si tuviste que dejar de hacerlo por eso.
Mark se rascó la ceja con el dedo del medio.
—Entonces, confía en mí, sin límites. Se las he hecho pasar negras a esa cosa. Nada va a pasar por encima de él para hacerte daño. Le he apostado mi vida muchas veces en un día.
Nick no acababa de compartir la fe de Mark. Vale, así que tal vez el collar era un placebo, pero por alguna razón lo hacía sentir mejor tenerlo puesto. Y cuando Mark se lo colocó alrededor del cuello, él juró que sintió una pequeña chispa.
Ahora me tienen haciéndolo…
Si esto seguía así, el terminaría tomando la tarea del pantano con Mark y Bubba, esperando en el bote mientras ellos buscaban a los no muertos. Por favor, dime que tendré mejores cosas que hacer cuando sea adulto.
Sin otra queja, siguió a Mark hacia el Jeep.
—¿Cuándo lo conseguiste?
Mark lo dejo entrar por el lado del conductor para que pudiera subirse en el asiento trasero que estaba en buen estado. Nick trató de ignorar el hedor a papel y vinilo quemado.
Bueno, al menos anulaba el olor a orina de pato.
Mark entró y cerró la puerta.
—Siempre ha sido mi vehículo de apoyo. Es lo que mi padre compró por mi decimosexto cumpleaños. No hay mucho que ver en ella. Aún así, la lanzaría contra casi cualquier cosa. Ella es tan confiable como si fuera nueva y más rápida de lo que alguna vez creerías.
El tanque de oxido nitroso atado entre los asientos delanteros probablemente tenía un montón que ver con eso. Era bueno que esa cosa no se hubiera incendiado. De lo contrario, aun estarían raspando trocitos de Mark de la acera.
Mark bajó la ventanilla antes de arrancar con Nick sujeto en el medio del asiento trasero con el cinturón de seguridad de forma que pudiera inclinarse hacia delante y darle instrucciones.
No paso mucho tiempo antes de que se dirigieran al Frenchmen, donde su entrenador tenía una casa de alquiler. La típica edificación estrecha con las puertas principal y trasera enfrentadas, como otras cientos en Nueva Orleans, tenía una capa nueva de pintura blanca. Los postigos verdes estaban abiertos al jardín, de forma que él y Mark podían ver fácilmente el interior donde Devus estaba sentando mirando el mismo programa que su madre y Menyara habían estado viendo. ¿Qué pasaba con la gente mayor y los programas de noticias? Ellos estaban pegados a él, y aunque Nick podía mirarlo, no era su género favorito.
Suspirando con frustración, Nick se dio cuenta de que esto había sido un ejercicio inútil. No había nada aquí que él pudiera usar.
Nada.
Sólo otra casa idéntica de la hilera con un Toyota común y corriente en el camino de entrada.
Mark se estremeció.
—¡Caramba! ¿No tiene la apariencia de alguien con quien jugarías strip‑póquer para perder? ¿Por qué nunca puede ser una pieza fina de mujer como Angelina Jolie? Nah, siempre es el hombre que a uno menos le gustaría ver desnudo.
—¿Ange-quién?
Mark frunció el ceño.
—Oh, vamos. Ya sabes. Piratas informáticos.
Nick resopló. Esa era la película favorita de todos los tiempos de Mark, y por alguna razón que no tenía sentido más que para Mark, referencias sobre ella siempre aparecían en sus conversaciones.
Mientras tanto, Mark continuaba despotricando.
—Si te vas a sentar en la sala de estar en ropa interior, lo menos que podrías hacer es cubrir las ventanas. Tío viejo. ¿De veras? No creo que pueda llevarte a casa, Nick. Estoy deslumbrado por la nieve a causa de los kilómetros y kilómetros de carne blanca expuesta.
Nick se rió.
De repente, Mark se quedó en silencio y ladeó la cabeza mientras miraba fijamente hacia el porche.
—Eso es raro.
Nick se inclinó hacia delante, tratando de ver que había captado la atención de su amigo.
—Qué?
—Estoy teniendo un déjà vu.
La mayoría de la gente no le prestaría atención a eso, pero con Mark. Eso podría ser serio.
—¿Qué está pasando?
Mark negó con la cabeza.
—No lo sé. Es… Conozco a tu entrenador. Me es familiar por alguna razón, pero no sé el porqué.
—¿Has ido a alguna de las escuelas en las que él ha enseñado? —le preguntó Nick esperanzado. Si lo había hecho, entonces eso podría darles alguna muy necesitada información sobre la bestia.
Mark lo consideró.
—Quizás. ¿Qué enseña el entrenador?
—Historia y futbol.
—Nah. —Estiró esa única palabra—. No creo que alguna vez me haya enseñado historia, y sé que jamás fue uno de mis entrenadores. Sus rostros están grabados para siempre en mi memoria.
Esa información atrapó a Nick con la guardia baja. Eso era algo que Mark nunca había mencionado antes.
—¿Jugabas al balón?
Mark se tensó como si la pregunta lo ofendiera.
—Uh, sí. Fui mariscal de campo titular hasta la universidad. Fui a la escuela con una beca completa, también, te lo haré saber. Me hubiese hecho profesional de no haberme destrozado la rodilla en mi segundo año.
Nick estaba sorprendido e impresionado.
—Nunca supe que jugabas al balón.
—Uh, sí. ¿Hola? Nací para ello. ¿De dónde crees que saco todos mis buenos movimientos evasivos de zombies? Mi tío fue incluso uno de los entrenadores que trabajó con Bear Bryan.
Wau. Eso era realmente impresionante.
—¿De verdad?
El asintió.
—Mi verdadero padre era un entrenador también.
Esta era la primera que Mark había hablado sobre su padre, aparte de para decir que se había ido. Bubba le había dicho que el padre de Mark había muerto de cáncer cuando él tenía siete años. Su madre se había casado de nuevo dos años después, y Mark se había sentido tan traicionado por sus dos padres que hasta el día de hoy no hablaba sobre su padre. Bubba decía que el dolor todavía era demasiado crudo para él.
Mark continuaba mirando fijamente al entrenador en el sofá.
—Él es tan familiar. Me suena haber visto su rostro con claridad. Simplemente no puedo recordar donde. Pero es en algún lugar extraño. Algún lugar donde pasé un montón de tiempo. Si tan solo pudiera recordar.
—¿Quizás jugaste en un equipo donde él era el entrenador?
—Quizás. —Mark gruñó—. ¿Cuál es su nombre?
—Devus.
—¿Su nombre de pila?
—Entrenador.
Mark le dirigió una expresión de sufrimiento.
—Puedo ver que tu educación no se desperdicia.
—Oye, ahora… estoy ofendido. Nunca se me ocurrió preguntar cuál era su nombre. En realidad no me importaba. —¿A quién le importaría? Dado que a Nick no le estaba permitido utilizar el primer nombre de los profesores, ¿para qué desperdiciar el espacio cerebral para almacenarlo? Podría patear fuera algo que el realmente necesitara, como la habilidad para jugar Donkey Kong. Eso sí sería trágico.
Mark no dijo nada. Se limitó a soltar un sonido de profunda irritación.
Mientras él refunfuñaba, Nick devolvió su mirada al sofá y trató de usar sus poderes para ver si podía recoger algo.
No había nada allí. Estaba tan vacío como la oscura calle. Lo que tenía sentido para él, ya que no creía que el entrenador fuera un pozo muy profundo, de todos modos.
—¿Puedes captar algo de la casa propiamente?
—No realmente. No hay nada más aquí. Todo es tan genérico como su Toyota blanco.
—Genial. Mejor llévame a casa, entonces. No quiero que mi madre nos asesine a ninguno de nosotros.
Sin una palabra más, Mark arrancó el Jeep de nuevo y se dirigió calle abajo.
Después de una noche inquieta de sueños donde se vio forzado a robar en contra de su voluntad, Nick despertó completamente exhausto. Se sentía como si no hubiese dormido en absoluto. Mareado y con un dolor de cabeza que no se iría, se vistió y se dirigió a la escuela.
Por una vez, llegó temprano. Lo que era bueno ya que quería echar un vistazo en la oficina de Devus y que no lo pillaran. A esta hora de la mañana, el entrenador estaba de servicio de autobús. Debería tener unos buenos quince minutos para husmear.
Al menos esa era su idea hasta que encontró cerrada la puerta del entrenador.
Maldita sea todo… Miró hacia el techo con frustración.
—Era un descanso mucho pedir?
Dicho eso, Nick no estaba exento de algunas destrezas. Una de ella era la habilidad de abrir una cerradura con bastante rapidez. Había sido un regalo de uno de los “compañeros de cuarto” de su padre que había pensado que sería gracioso enseñarle a un niño de seis años a entrar.
A pesar de que debería hacerlo, era una habilidad que Nick nunca había permitido que se atrofiara.
Por si acaso.
Cinco minutos más tarde, estaba dentro de la oficina. Asegurándose de permanecer alejado de las cámaras y de mantener las luces apagadas, empezó primero por los cajones del escritorio.
Nada.
Sólo las cosas típicas que uno esperaría encontrar en el escritorio de un entrenador. Libro de calificaciones. Silbato. Plumas. Lápices. Clips de Papel. Agenda. Pases de pasillo. Libros de juego. Listas de turnos. Alineación de jugadores.
Y entonces se le ocurrió. Algo que había estado dando vueltas en los bordes de la mente la noche anterior en la casa del entrenador, pero aquí en la oficina, era épicamente claro.
No había nada personal en la oficina entera. Ni una foto, un trofeo, certificado.
Nada.
Contratado al mismo tiempo que Devus, el director Dick ya se había apoderado de la oficina de Peters y la había hecho suya. Esta parecía como si el entrenador pudiera renunciar y salir derechito por la puerta sin empacar ni un solo artículo.
Literalmente.
La noche anterior su casa había sido de la misma manera. Estéril e impersonal. Ubicuo. Sin nada especial. Al igual que el propio entrenador. Todo era olvidable.
Ahora todo tenía sentido.
Wau. Devus tenía que adeudar algo bastante serio que lo mantenía corriendo constantemente. ¿Qué tipo de enorme deuda de juego había acumulado? Debía de ser fuerte para tenerlo viviendo con este tipo de miedo todo el tiempo. Un miedo que ni siquiera le permitía la elección de su vehículo ya que conducía uno que no se distinguiría en la carretera. Todo en él era un manual para desaparecer.
No era sorprendente que no pudieran encontrar ningún rastro de él.
Él debía permanecer fuera de la red para evitar a los tiburones prestamistas o a los matones cobradores. Nick casi sintió lástima por el hombre. Si Devus no fuera el asesino despiadado que lo estaba chantajeando, lo habría hecho. Así las cosas, a Nick realmente no le importaría entregarlo a quien fuera que estaba tras él.
Sacudiendo la cabeza, él cerró el cajón.
—¿Qué estás haciendo aquí, Gautier?
A Nick se le salió el corazón ante la profunda voz de barítono del entrenador que le llegó desde atrás.
Ah, mierda. Estoy muerto.
[1] Español en el original.
[2] Español en el original.
[3] El neoludismo es una ideología de carácter radical, opuesta al desarrollo de la revolución digital, a la inteligencia artificial y a todo avance científico que se apoye en la informática.
[4] Son una marca de pastillas de menta para el aliento.
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