miércoles, 14 de marzo de 2012

INV cap 13

Tratando de actuar lo más normal posible, Nick se dio la vuelta aunque estaba temblando tanto que se preguntaba si el entrenador podía oír las rodillas traqueteando y los latidos acelerados del corazón.
Vamos, Nick. Piensa. No arruines esto.
Pero en la mente, todo lo que oía era el sonido de la sirena de la policía viniendo a por él para llevárselo. Mientras tanto, una imagen de él colgando muerto en una aislada celda de la prisión le pasaba por la cabeza. Ah, gah, no permitas que tus poderes psíquicos te pateen ahora. No cuando realmente no los quería.
El pánico aumentó.
Nick se obligó a apartar el terror y eligió la táctica más simple.
Una desvergonzada mentira.
Estoy esperándole, Entrenador.
La mirada de Devus se estrechó peligrosamente.
¿Cómo entraste aquí?
Bien, tiempo de pasar dos niveles de golpe. Salva tu trasero mientras puedas. Tragó con fuerza antes de responder:
—La puerta estaba abierta.
Debido a que él la había abierto primero, pero era verdad. Estaba abierta cuando entró. Menos un importante detalle.
Normalmente semejante mentira le hubiera molestado. Sin embargo, nuevas reglas se aplicaban cuando se trataba con un lunático homicida.
Devus acortó la distancia entre ellos hasta quedar nariz con nariz con Nick para poder intimidarlo. Empujó su hombro contra el de Nick y lo fulminó con la mirada.
Estás mintiendo, chaval. Siempre cierro con llave.
Esa no era una táctica inteligente para usar con un tosco cajún cuyo padre era un criminal de carrera actualmente esperando en el corredor de la muerte. Uno que acostumbraba enfrentarse al peor tipo de gente y nunca acobardarse, sin importar nada.
Ni siquiera cuando le estaban apuntando con un arma cargada.
Como su madre suele decirle, los Gautier no huyen. A veces querías hacerlo. A veces debías hacerlo. Pero los Gautier no huyen.
Nunca.
Nick se puso de puntillas para nivelar la diferencia de altura y se tensó cuando la ira superó el temor… y probablemente la cordura también…
La abrí sin ningún problema en absoluto.
En realidad eso era verdad.
Y eso enfureció a Devus.
¿Por qué estabas aquí adentro, chico? ¿Qué estabas buscando?
Como no podía admitir la verdad, Nick soltó la única mentira que se le ocurrió.
Perdí la lista que me diste ayer. Y necesitaba buscar otra.
El rostro completo de Devus se volvió rojo brillante. A Nick le recordó una olla a presión a punto de explotar.
¿Cómo pudiste haber perdido la lista?¿Cómo es eso posible?
Nick se encogió de hombros con una despreocupación que no sentía.
Mamá dice que perdería la cabeza sino estuviera pegada a mis hombros. Supongo que tiene razón, ¿verdad?
Devus lo sujetó por el frente de su espantosa camisa hawaiana amarilla y lo sostuvo con los dos puños apretados.
Escúchame, pequeño vándalo. Se nos está acabando el tiempo, y si piensas que voy a prescindir de ti, piensa de nuevo. Necesito que empieces hoy inmediatamente. Si no tengo cinco de esos objetos en mis manos para las tres, te juro que te veré detenido para las cuatro. ¿Me escuchaste? Y sabes lo que le sucede a los chicos que son enviados a prisión desde esta escuela…
Una fría premonición y escalofrío le bajó a lo largo de la columna ante la mirada en los ojos de Devus y la crispación de sus rasgos. Si había tenido alguna duda antes sobre el suicidio de Dave, eso la disipó.
El entrenador era un psicópata.
Y había asesinado a Dave.
Estoy tan muerto. ¿Cómo podía salir de esto?
Un golpe sonó en la puerta un instante antes de que Casey entrara.
¿Entrenador Devus?
El entrenador lo arrojó sobre el escritorio literalmente antes de pararse entre Nick y Casey.
¿Qué? gruñó.
Haciendo una mueca, Nick se enderezó para observar el enfrentamiento.
A favor de Casey estaba el hecho de que no retrocedió ni se acobardó ante su tono furioso. Vestida con un vaquero ajustado y su camiseta roja de animadora, ella estaba excepcionalmente guapa hoy. Parpadeó de esa manera vacua que Nick estaba comenzando a sospechar que era actuada, y sonrió.
La señora Dale quería que le preguntara por el horario del viernes por la noche para asegurarse de la hora en que debe citarnos para coger los autocares. No pueden jugar los play‑offs sin las animadoras, sabe. Somos una parte vital de la motivación del equipo, y estuvimos trabajando duro en nuevas ovaciones para el juego. Le guiñó un ojo a Nick. Está garantizado que le levantará la moral a los jugadores.
Nick no se animó a comentar sobre eso.
El entrenador gruñó antes de ir a su escritorio y abrir el último cajón que Nick había revisado. ¿Puse todo en su lugar? Si algo estaba fuera de sitio, el entrenador no lo notaría gracias a la intromisión de Casey. Devus sacó una hoja de papel, luego cerró de golpe el cajón.
—Ya le entregué esto.
Casey se encogió de hombros.
Dijo que se le traspapeló.
El entrenador dirigió su mirada a Nick.
Eso está sucediendo mucho últimamente.
Ignorando la indirecta, Casey brincó hacia el escritorio para quitarle el papel de las manos.
Gracias, entrenador Devus. Luego miró directamente a Nick. ¿Te importaría ayudarme un minuto? Necesito a alguien alto o al menos más alto que yo. Le sonrió a Devus. No le molesta que lo tome prestado, ¿verdad entrenador?
Su gruñido se profundizó mientras arrancaba un pedazo de papel del sujetapapeles. Doblándolo, se lo entregó a Nick.
Será mejor que recuerdes lo que estás haciendo, chico. ¿Me oíste?
Nick asintió con la cabeza y luego antes de que pudiera detenerlo, la parte suicida de su personalidad explotó.
Eran tres para las cinco, ¿verdad?
Sus orificios nasales se enardecieron.
Cinco. Para. Las. Tres. Será mejor que lo recuerdes.
Entendido. Nick se metió el papel en el bolsillo trasero mientras maldecía en silencio al entrenador.
Gracias, entrenador Devus dijo Casey, manteniendo la puerta abierta para Nick, que se sentía enfermo por el encuentro completo.
¿Cómo iba a salir de esto?
Casey lo guió a través del gimnasio. Pero en lugar de dirigirse hacia él, lo empujó hacia el hueco donde mantenían la máquina expendedora para tener así un poco de privacidad ya que los estudiantes estaban llegando a la escuela.
¿Estás bien? La preocupación en su voz lo desconcertó. Si no la conociera mejor, pensaría que ella sentía algo por él, pero eso era imposible.
Sí. ¿Por qué?
Vio el pánico en sus ojos mientras ella miraba hacia la oficina de Devus.
Pensé que él iba a lastimarte, Nick. ¿Qué le hiciste?
Como si fuera lo suficientemente tonto como para responderle. Bueno, había ocasiones en que era así de estúpido.
Hoy no era uno de esos días.
No era nada.
Nick lo reprendió, eso no era nada. Eso era pura y espantosa furia, y tuviste suerte de que no te rompiera el brazo.
No se estaba recuperando de una fractura. Había recibido un disparo, pero no quería hablar de eso con ella, así que intentó evadirla. Antes de que pudiera lograrlo, ella colocó la mano en su bolsillo. Lo próximo que supo es que ella había sacado el papel y lo estaba leyendo.
El estómago se le contrajo mientras intentaba recuperar el papel.
Dame eso.
Ella se movió como un niño de tres años evitando que sus padres le quitaran un juguete.
¿Qué es esto?
Irritado y enojado, dejó de perseguirla. No tenía sentido si ella continuaba alejándolo de su alcance. Todo lo que estaba consiguiendo era enojarlo más.
Es mío. Ahora, devolvédmelo.
Ella arqueó una ceja.
Vamos, no es nada.
¿Nada? preguntó dubitativa. Tiene un montón de cosas significativas. ¿El anillo de clase de Stone? ¿Tienes alguna idea de cuánto pagaron sus padres por él? De hecho, el joyero telefoneó a su padre a su casa para asegurarse de que no era un error y que hubieran querido encargar algo menos costoso.
Nick dijo entre dientes:
No hables de esto en voz alta, ¿vale?
Ella se acercó a él y bajó la voz.
Nick, dime que está pasando o iré al director con esto. Te juro que lo haré.
Eso era justo lo que necesitaba. Podía imaginarse la situación con tanta claridad como el día.
NICK: Uh, sí, señor Dick, esa es la lista de robos que el entrenador me entregó. Si no lo hago, él me matará. (Sonaba como una locura para alguien que supiera que no lo era. Imagina como sonaría para alguien que lo odiaba).
ENTRENADOR: Gautier mentiroso pedazo de basura. Sabes como son. Vienen al mundo como inútiles ladrones.
DIRECTOR: Sí, son todos intrigantes cabrones preparados para robar todo lo que no esté asegurado con clavos.
ENTRENADOR: Aquí, permíteme llamar a la policía por ti.
DIRECTOR: Muy bien. Sólo me sentaré aquí y lo vigilaré mientras lo haces.
Sí, sería alguna variante de esa escena. Pero sin importar el acontecimiento exacto, el final siempre sería el mismo.
Él muerto en la cárcel.
No gracias.
—Casey. —Intentó de nuevo hacerla entrar en razón—. Esto es entre el entrenador y yo. Déjame en paz y devuélveme el papel.
Ella contuvo la respiración entre los dientes mientras alejaba la hoja de él.
—No soy buena para eso. Especialmente cuando veo algo que parece una lista de compras, y no pienses por un minuto que no sé nada de ellas.
Por supuesto que ella sabía de eso. Ella vivía para comprar.
Estoy tan jodido.
—Por favor, te estoy rogando que te olvides que viste eso.
—¿Por qué?
Él no tenía otra opción más que ser un poco honesto con ella.
—Porque si no lo haces, tendré muchos problemas.
Y muerto por la mañana. Se estremeció ante el mero pensamiento.
Lo fulminó con la mirada debatiéndose si creerle o no.
—Algo me dice que ya tienes muchos problemas. El entrenador te tiene robando para él también, ¿verdad?
La mandíbula de Nick se aflojó ante las últimas palabras que esperaba oír salir de su boca.
—¿Qué?
Ella dio una arrogante sacudida de cabeza.
—No soy tan estúpida como la gente cree, ¿sabes? Pero cuando todos creen que lo eres, te sorprendería de lo que hablan a tu alrededor.
—¿Cómo quién está robando para él?
Ella asintió con la cabeza.
—Los escuché hablar de eso unos días atrás.
El corazón se le aceleró ante el pensamiento de tener a alguien que pudiera corroborar su historia con el director. Si pudiera tener un par de mascotas de la escuela que lo respaldaran, tenía una oportunidad de llevar al entrenador ante la justicia.
—¿Quién?
—Dave y Barry.
El estómago se le hundió. Eso no era bueno. Para nada bueno.
—¿Barry Thornton?
Ella asintió con la cabeza.
Ambos muertos. Oh, sí, todo tenía sentido ahora. El entrenador usaba a quien podía, luego los mataba para evitar que lo delataran. No le asombraba que Ash le hubiera dicho que el ataque a Barry no parecía correcto.
No lo era.
No era nada más que la crueldad humana de un cobarde que estaba tratando de cubrir sus huellas. Que perro.
—¿Sabes de alguien más? —le preguntó, esperando salvar algo de su plan.
—No, sólo ellos.
Maldita ella por aplastar sus esperanzas de nuevo.
De repente, los ojos de ella se agrandaron.
—No crees que él tiene algo que ver con sus muertes, ¿verdad?
Absolutamente, pero no iba a comenzar a difamar a un funcionario de la escuela cuando no tenía nada para avalar sus sospechas.
—¿Por qué dices eso?
—Bueno, ellos robaron para él y ahora ambos están muertos. ¿A qué otra conclusión podría llegar?
Que Nick estaba jodido y que probablemente muy pronto él los acompañaría a la tumba.
Él quiso llorar cuando se dio cuenta de lo inevitable que era eso. Iba a morir como un pobre, caminante virgen…
¿Por qué, Señor? ¿Por qué?
Ella lo empujó dentro de un aula, lejos de la multitud de estudiantes que estaba creciendo rápidamente mientras la gente entraba por la puerta trasera de la escuela.
—Bien, escucha. Tengo una idea. ¿Qué te parece si te ayudo?
El cerebro automáticamente regresó a su pensamiento anterior. No, no soy tan afortunado. Ella no tenía ni idea de que temía morir muy joven. Él debía estar malinterpretando sus intenciones.
—¿Ayudarme a hacer qué?
—A obtener lo que necesitas.
Oh, sí claro…
—¿Estás loca? —le gritó—. No puedes hacer eso, Casey.
—Por supuesto que puedo. No quiero verte asesinado. No es justo.
No podía estar más de acuerdo. Sin embargo, tampoco quería que ella muriera por hacer una buena acción. No había necesidad que ambos embrujaran el gimnasio.
—Tal vez podríamos ir con el director. Sé que no me va a creer, pero contigo allí, él…
—No tengo pruebas. ¿Por qué me escucharía?
Nick se encogió de hombros.
—Vienes de una buena familia. ¿Por qué mentirías?
—No lo sé. El entrenador podría decirle que estamos durmiendo juntos o alguna otra mentira. Sabes cómo son los adultos. Ellos nunca creen a los chicos de nuestra edad, y están siempre esperando que nos metamos en problemas o en drogas. En el momento en que algo sucede, inmediatamente culpan a los videos juegos que jugamos, a los dibujos animados que miramos, a la música que escuchamos o a algo oculto que sea lucrativo como culpar a Dragones y Mazmorras y los juegos de rol.
Ella tenía razón. La mayoría de los adultos hacían eso, pero sabía que Kyrian y Ash creerían en él.
Y su madre tal vez…
Bubba y Mark le creerían definitivamente, pero dado que ellos también creían en el Hombre de las nieves, en los hombrecitos verdes y en el Ratoncito Pérez, nadie nunca les creería a ellos. De hecho, ponerlos a ellos a bordo sería una irresponsabilidad.
Aunque no había nada que ninguno de ellos pudiera hacer sin pruebas. Todo se reducía a esa sola palabra. La única manera de atrapar al entrenador sería in fraganti y mostrarles al director y a todos los demás el demente trabajo que hacía el entrenador.
—Debemos encontrar otros estudiantes a los que esté chantajeando.
Casey frunció el ceño.
—¿Cómo?
—No tengo ni idea. Pero tú conoces a todos en la escuela. ¿No puedes averiguar algo? ¿Cómo averiguaste lo de Barry y Dave?
—De la misma manera que hice contigo. Por accidente. Ellos estaban hablando y yo pasaba por ahí.
Eso no ayudaba. Ellos no tenían tiempo para que ella “accidentalmente” descubriera a todos los estudiantes que Devus estaba hostigando. Tendría que caminar por los pasillos como una autómata descerebrada, lo que haría que le levantaran un informe y la pusieran en detención.
El reloj seguía corriendo como el corazón delator, y tenía que robar objetos y dárselos al entrenador antes de que la escuela terminara, o literalmente tendría la cabeza sobre la tabla de picar. Ya podía sentir la caída de la guillotina.
Al final, por más que lo odiara, tenía que concordar con la estúpida idea de Casey. No podía hacerlo solo y sobrevivir.
Arderé por esto.
—Está bien, Casey. No vamos a robar nada, ¿vale? Vamos a pedirlos prestados, y me aseguraré de devolverlos una vez que esté hecho. ¿Entendiste?
—Si tú lo dices. —Miró la lista y seleccionó sus objetos—. Puedo conseguir el cepillo para el pelo de Shannon y el anillo de Stone sin ningún problema.
No es que dudara de ella, pero...
—¿De verdad?
Ella asintió.
—Stone y yo se supone que estamos saliendo. Le sonreiré al patán y él me lo dará. No le importa todo el dinero que sus padres pagaron por él. Para él es sólo algo que se pone en una caja o que me marca como de su propiedad. Odio toda esa cosa territorial que hace. Tengo suerte de que no me esté marcando de una manera más personal.
Eh. Había un pensamiento que ni siquiera quería contemplar. ¿Dónde estaba ese ojo mental blanqueador cuando lo necesitabas?
No lo suficientemente cerca. Obviamente.
—¿Qué más?
—Puedo pedir prestado el cepillo de Shannon sin ningún problema también.
Bien. Eso le dejaba a Nick encargarse de su parte de la asociación.
—Le puedo preguntar a Mason si me presta sus notas de historia.
Su escritura era una de las cosas que el entrenador necesitaba por alguna razón. No tenía sentido para Nick, pero lejos de él el intentar educar a un hombre con un título universitario.
—¿Qué más? —le preguntó ella.
Nick miró de nuevo y vio otro objetivo fácil de obtener.
—Michael siempre se olvida una de sus bufandas en la cafetería. Apuesto que puedo obtener una en objetos perdidos.
¿Por qué una bufanda? Ni idea. Tal vez era la manta de seguridad del grandote hombre de seguridad, y la necesitaba para los días de juego.
Para lo que le importaba, tal vez el entrenador sólo era raro.
Casey señaló otro objeto de la lista.
—Puedo conseguir el collar de Kody.
Nick retrocedió ante su ofrecimiento. Esa era la única cosa que no tenía intención de tomar.
—Absolutamente no.
—¿No?
—No —repitió severamente.
Ella pisó fuerte con su pie como si fuera un chico.
—¿Por qué? ¿Lo quieres robar?
No, pero tampoco quería que se convirtiera en una criminal. ¿Cuán extraño sería tener una cita en el baile de graduación con una escolta policial? Había cosas que un chico no quería experimentar, y eso estaba casi en la cima de su lista.
—No estamos robando, Casey. Estamos pidiendo prestado.
—Bien. Le pediré prestado —hizo burlonas comillas en el aire con los dedos alrededor de la palabra— su collar.
Y antes de que Nick pudiera protestar por esa declaración, ella se había ido.
Regresa, pequeña.
Pero no había nada que pudiera hacer. Ella lo había dejado con una polvareda.
Disgustado, deseó poder llamarla sin comenzar una escena. Desafortunadamente, había demasiados estudiantes en el edificio ahora para que él pudiera usar sus poderes.
Y más estaban llegando a través de las puertas.
Bien. Se las arreglaría con Casey después. Ahora mismo, tenía una bufanda que encontrar y algún manuscrito que pedir prestado.

La señora Grider mantuvo sus pequeños ojos redondos y brillantes en él mientras él escarbaba en la gran caja de objetos sin reclamar que la escuela mantenía en la oficina de recepción.
—¿Estás seguro que esa es tu bufanda? No recuerdo que alguna vez tuvieras una. Me parece que tampoco tienes ningún saco. Todo lo que recuerdo que llevas puesto son vaqueros harapientos, horribles camisas de turista que venden barato en Goodwill y zapatos gastados.
Nick se encogió ante la memoria sin rival de esta nazi en apariencia y aspecto. A los novecientos cuatro años, su memoria debería estar disminuyendo, o eso pensaría uno. Pero aparentemente las únicas cosas que ella había perdido eran su personalidad y decencia humana.
—Bueno, señora Grider, si usted recordara todo lo que le pertenece a cada uno en esta escuela, no sería necesario un departamento de objetos perdidos, ¿verdad?
Ella lo fulminó con la mirada.
—Será mejor que eso sea tuyo. Estoy haciendo una nota sobre lo que es y quién se lo lleva.
Por supuesto que lo estás haciendo.
—Si alguien viene a buscarla, les voy a decir exactamente quién se la llevó.
Con una sonrisa falsa, Nick metió la bufanda en la mochila y se encaminó a la puerta. Las cosas que hago por ti, mamá. Si dependiera de él, dejaría esta escuela e iría a una donde no sería un paria. Una donde él fuera normal y el resto de la gente fueran los fenómenos. Pero su madre quería que él tuviera la mejor educación posible.
Así que aquí estaba.
En el infierno durante tres años y medio más.
Otra vez, gracias mamá.
Mientras se dirigía hacia su taquilla para cambiar los libros, algo se movió rápido por la derecha. Siempre en guardia de que Stone o sus amigos le tendieran una trampa, Nick saltó a la izquierda y…
Nada.
Frunciendo el ceño por la confusión, recorrió con la vista la pared y no vio ningún rastro de lo que fuera que hubiera visto. Extraño. Un lento círculo en el medio del pasillo no le reveló nada más que un mar de estudiantes moviéndose alrededor de él.
Pero mientras buscaba, todo se volvió más lento como la repetición de una jugada. El péndulo en el bolsillo se calentó al mismo tiempo que sentía que el collar de Mark vibraba.
Los oídos le zumbaban, y un olor tóxico llenó la cabeza.
—Será mejor que no seas tú de nuevo, Mark. —No estaba de humor para eso.
No había terminado de decir esas palabras cuando las luces en la escuela se apagaron. Los gritos de sus compañeros lo ensordecieron y el grueso… se calmó para coincidir con la velocidad normal de un caracol.
De ninguna parte, un relámpago de luz le impactó en el pecho, recogiéndole de los pies y lanzándolo a través del pasillo.

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