jueves, 8 de marzo de 2012

BOSH cap 11

La explosión se estrelló contra la parte posterior de la cápsula y los hizo dar vueltas. Desideria maldijo cuando fue lanzada contra el brazo del asiento, golpeando sus costillas. Vio que Caillen aún continuaba escarbando debajo de la consola. Estaba tumbado sobre la espalda con las piernas flexionadas y separadas para mantenerse equilibrado y estable, mientras que la cápsula se sacudía por el asalto. Desacostumbrada al movimiento, luchó contra las náuseas, y luego frunció el ceño al ver las botas viejas de él, desgastadas por el trabajo y atadas con cordones que se habían roto y aún seguían unidos por los nudos. Parecía como si hubieran pasado por el infierno, como si fueran el único par de botas que tuviera. Nunca había conocido a ningún príncipe que se dignara a tocar algo tan andrajoso, y ni pensar en usarlo en realidad. Y ahora que lo pensaba, su ropa también se veía de la misma manera. Limpia, pero raída. Su chaqueta marrón, incluso parecía haber sido marcada por las quemaduras de un blaster.
Su cabeza y hombros estaban completamente ocultos por el panel de acero mientras trabajaba en silencio. Y en su prisa por meterse debajo de la consola, la chaqueta y la camisa se le habían subido, dejando al descubierto su abdomen bronceado. Con cada respiración y movimiento que hacía, sus músculos tonificados se contraían, lo que los hacía más pronunciados. Sí, estaba bien, esa parte de él era totalmente agradable. Y si no se equivocaba, su costado izquierdo parecía tener un tatuaje que cubría el aspecto de una desagradable cicatriz.
¿En un aristócrata? Consideraban esas cosas vulgares y comunes...
¿Por qué tendría esas marcas? No tenía sentido. El príncipe Caillen era definitivamente un hombre de completas contradicciones.
Otra explosión los golpeó.
Haciendo una mueca de dolor, ella se enderezó en la silla.
—Déjame adivinar. ¿Tampoco hay armas de fuego en esta cosa?
No había perdido el asco en esa barítono profundo.
—Lo que creo que es particularmente estúpido. Si estás utilizando una cápsula de escape para... ya sabes, escapar, nueve de cada diez veces, escapas debido a que tu nave está bajo ataque y has tenido que evacuar. ¿A qué clase de krikkin idiota le pareció inteligente hacer un dispositivo de escape que deja a sus ocupantes como blancos indefensos cuando están siendo atacados? Oh, espera, no contestes. He conocido a muchos ingenieros de diseño que tienen un coeficiente intelectual mucho más pequeños que el tamaño de la talla de mi zapato. —Inclinó la cabeza de debajo de la consola para darle un vistazo, y entonces agregó—. Lo que para el registro es en realidad la mayor parte de los hombres, a excepción de Syn, quien es un hijo de puta mutante. —Volvió a trabajar—. Pero mientras más elevado es su coeficiente intelectual, más cerca están del nivel de los protozoos. Mi número uno me fastidia la vida. Pensar en ello, gente. Pensar en ello —hizo una pausa para maldecir cuando uno de los cables lo sacudió—. Para que lo sepas, mi nave tiene una cápsula de artillero con suficiente fuego para acabar con un crucero hiperespacial. Ésta... realmente es una mierda.
Ella no podía estar más de acuerdo.
—Tienes un caso severo de Trastorno por Déficit de Atención, ¿no?
Él se limpió la mano en el pantalón, luego la movió hacia arriba para sostener algo que ella no podía ver.
—Sólo un poco. Por suerte es sobre todo verbal. —Silbó fuertemente como si se hubiera herido de nuevo—. Maldita sea, he perdido toda sensibilidad en la mano derecha.
—Entonces, ¿qué hacemos? —le preguntó, tratando de mantenerlo centrado en el peligro.
Otro disparo los sacudió.
Desideria gimió cuando fue lanzada contra el brazo de la silla de nuevo y golpeó sus costillas.
—Además de morir dolorosamente.
Ella estaba tratando de mantener la calma, pero era cada vez más y más difícil. Odiaba sentirse impotente y esa situación estaba empezando a enfurecerla.
—Estoy a punto de lanzar mis zapatos contra ellos —murmuró en voz baja—. Sé que no les perjudicará en combate, pero me haría sentir mejor. —Por lo menos si lo hiciera, habría hecho otra cosa que sentarse aquí y mirar.
Caillen se echó a reír como si admirara su coraje.
—Cruza los dedos.
Desideria estaba confundida por sus palabras cuando finalmente se deslizó de debajo del panel.
—¿Por qué?
Sin responder, se disparó al asiento delantero, entonces sus manos volaron sobre el ordenador. Esquemas y diagramas brillaron en la pantalla tan rápido que ella incluso no podía identificar lo que estaba mirando o ajustando, antes de que pasara al siguiente.
Otra explosión se dirigía directamente hacia ellos. Conteniendo el aliento, se preparó para el impacto.
No llegó.
En cambio, la cápsula se giró bruscamente y se tambaleó hacia delante mientras el disparo los pasaba sin hacerles daño, por un estrecho margen.
Caillen dejó escapar un grito de júbilo. Se besó los dedos, después los golpeó cerca de los controles.
—Ésta es mi chica. Vamos, nena, no seas caprichosa con tu amor. Sabes que quieres hacerlo bien. Mantente firme y vuela donde te diga. —Hizo más ajustes en el ordenador y la cápsula le respondió.
Desideria estaba tan feliz de que tuviera algún tipo de control sobre esa nave que podría besarle. Podría ser un completo y absoluto idiota, pero por suerte para ella, sabía controlar esa nave espacial.
El caza cambió de rumbo y se dirigió directamente hacia ellos a una velocidad acelerada.
Ella se estremeció al ver más destellos brillantes de color naranja en la oscuridad.
—Ahí viene otro disparo.
—Ya lo sé. Sujétate en caso de que esto no funcione.
Giró la cápsula de nuevo, pero no lo suficiente como para esquivarlo del todo. La fuerza del disparo los empujó hacia atrás. Ella se golpeó la cabeza con fuerza contra el panel. Haciendo una mueca de dolor, no habló ni gritó por miedo a distraerlo.
Para su completo asombro, Caillen esquivó el siguiente disparo.
—Vamos, nena. Avanza. Sabes que lo deseas. Sólo sigue zumbando y no te detengas. —La cápsula se tambaleó hacia delante de nuevo y, finalmente, entraron en contacto con la atracción gravitacional del planeta.
La velocidad se aceleró dramáticamente a medida que caían hacia la superficie.
El caza abrió más fuego, rociando a través del espacio en un último esfuerzo desesperado por matarlos. Por suerte, Caillen esquivó la mayor parte de ello.
Pero no del todo. Las luces parpadearon y provocaron que la cápsula se sacudiera hasta el punto de que ella temió vomitar. O peor, que la cápsula se partiera.
Caillen tiró de un interruptor sobre su cabeza.
—Estamos cayendo a plomo.
—¿Qué significa?
—Las explosiones tocaron nuestros frenos y el sistema de aterrizaje. Voy a tratar de encontrar algo suave para aterrizar. Sin embargo, no hago promesas. Mi control de esta cosa no es el mejor y... bueno, si eres religiosa de alguna manera, ahora sería el momento para rezar por la intervención divina, sin ofender, los dioses no piensan mucho en mí casi ningún día. Sin embargo, puede que a ti te escuchen.
Desideria comenzó a rezar. Contuvo la respiración mientras él luchaba con los cortocircuitos electrónicos. El olor de cables quemados era picante y esperaba que los cables fueran lo único que se quemaba y no las líneas de combustible.
Caillen parecía imperturbable por completo ante todo lo que estaba sucediendo. Aparte de mascullar obscenidades ocasionalmente cuando las chispas electrónicas lo sorprendían o lo quemaban.
—Mataría por un cañón de iones. Sólo uno.
Ella conocía ese sentimiento.
Caillen recorrió el escenario para evaluar la situación que venía. ¿Las buenas noticias? Que podían respirar en la superficie. ¿Las malas? No había información sobre ese planeta en absoluto. Ningún mapa, ni nada sobren la cultura. Nada. Ni siquiera el nombre del lugar.
Esas eran cosas que por lo general se reservaban para las colonias penales y explicaba el porqué la cápsula no había elegido ese lugar para su aterrizaje.
¿Por qué no los había dejado en rumbo? Por lo menos, en el planeta Andarion, habría sabido en lo que se estaban metiendo.
Ese...
Una imagen de ellos estrellándose contra una prisión con alienígenas gigantes come hombres, pasó por su mente. Sí, eso sería si tuvieran suerte. Un par de miles de cabreados y psíquicos alienígenas sobrehumanos con un hacha para moler contra los traficantes y la realeza...
¿Por qué no me quedé en mi habitación?
Miró por encima del hombro a la princesa. Su rostro estaba pálido y demacrado, y tenía un agarre de muerte sobre los reposabrazos de la silla. Pero al menos, no estaba gritando o teniendo un verdadero momento de chica. Se mantenía entera y realmente apreciaba eso.
A pesar de que estaba vestida como una guardia, su postura era la de la realeza. Tenía la intención de morir con dignidad y eso causó que una ola de respeto creciera dentro de él. Si admiraba a alguien en la vida, era a aquellos que podían soportar valientemente mientras estaban aterrorizados.
Si me hubiera quedado, estaría muerta.
Sí, está bien, se sentía mejor de estar allí, pero no por mucho. No había nada bueno en salvarla, que sólo cargar con el impacto de su muerte y la persecución del asesino.
O ser comidos por los presos gigantes alienígenas devora-carne...
Dioses, ¿cómo consigo meterme en ésta mierda? La constelación desafortunada bajo la que había nacido, había estado trabajando horas extras últimamente.
La cápsula comenzó a temblar a su alrededor.
—¿Qué es eso? —preguntó Desideria con una nota de pánico en su voz.
Luces de advertencia parpadearon, haciéndole saber que su motor estaba fallando, mientras había una fisura en el estabilizador trasero que se estaba ampliando. Pero sólo uno de ellos necesitaba estar aterrorizado, por lo que Caillen le restó importancia a la gravedad de la situación.
—Turbulencias. Mantente tranquila y prepárate para el aterrizaje. —A menos que la cápsula se desintegrara antes de que llegaran tan lejos.
—¿Por qué estás mintiéndome?
Su pregunta lo sorprendió. Echando un vistazo por encima del hombro, vio su mirada fija en su espalda.
—¿Quién dice que estoy mintiendo?
—El tono de tu voz. Se alzó una octava.
Maldita sea, era buena. Regresó su atención a la catástrofe que tenía en las manos.
—Muy bien. La cápsula se está deshaciendo. —Volcó el ordenador a la pantalla del monitor externo, justo a tiempo para mostrar uno de sus estabilizadores rasgándose del lado derecho y con eso, era la última cosa que quería ver—. Para tu información, necesitamos eso. Se trataba de los restos de nuestro tren de aterrizaje. Estaba tratando de no asustarte, pero ya que insistes...
Desideria tragó. Ahora deseaba no haber preguntado.
—¿Podríamos cambiar nuestro peso para ayudar a guiarlo?
—No pesas lo suficiente como para afectar ésta cosa.
—Entonces, ¿qué hacemos?
—Agarra tu culo, y sujétalo como si quisieras conservarlo. —Estaba haciendo más cálculos mentales cuando la superficie del planeta les atrajo rápidamente.
Volaban tan rápido que Desideria no veía cómo podían aterrizar y no convertirse en una mancha en la superficie del planeta.
Bueno, su tía estaría feliz.
Ella, no tanto.
Se estremeció de miedo cuando empezaron a caer sobre las copas superiores de los árboles. La cápsula se sacudió con tanta fuerza que apenas podía mantenerse en su asiento, incluso con cinturón. El corazón le latía cuando el miedo la abrazó y mutiló la esperanza de salir viva de esto.
De repente, Caillen se giró, desabrochó su cinturón y envolvió su cuerpo alrededor de ella, tirando de ella hacia el suelo. La cápsula se estrelló con fuerza. El único cojín que tenía era el cuerpo de Caillen. Aunque honestamente, era casi tan duro como las mamparas de acero que los rodeaban.
Su respiración la abandonó, cuando fueron lanzados contra el acero y la capsula giró una y otra vez. Cayó como una piedra en un cilindro y Caillen aún la sostuvo, tratando de mantenerla a salvo.
Por un momento, pensó que viviría a través del accidente hasta que su cabeza golpeó algo con tanta fuerza que la hizo sentir mal. Su visión se nubló. Luchó contra la oscuridad de la mejor manera que pudo, pero al final la oscuridad la derribó.
La cápsula finalmente se detuvo.
Caillen permaneció inmóvil, esperando más, habían tenido un aterrizaje rudo que se sentía como si estuvieran en movimiento a pesar de que podía ver que no lo estaban.
Se habían detenido. La cápsula se rompió y silbó a su alrededor. Todo se había batido hasta el punto de que parecía que la cosa hubiera sido engullida. Cables, correas y piezas de acero se mecían y chisporroteaban, pero al menos el fuego les proveía de algún tipo de luz en el oscuro interior. El área donde sus asientos habían estado, había sido destruida por completo. Estaba tumbado sobre su espalda con Desideria envuelta sobre él. Su aliento le hizo cosquillas en la piel, haciéndole saber que estaba viva a pesar de que permanecía completamente inmóvil. El dolor resonó a través de su cuerpo y cabeza con cada latido del corazón.
No me puedo mover. Pero al menos, al desatarlos, les había salvado la vida.
El repentino olor a combustible del motor lo golpeó... como si brotara de algo y se acumulara cerca. Se mezclaba con el olor áspero de los cables quemados.
Mierda. La cápsula va a explotar.
Fiel a esa predicción, vio las llamas extenderse por el suelo. Le lamieron las botas. El calor era abrasador. Rechinando los dientes, obligó a su cuerpo devastado a moverse y actuar con rapidez. Pero fue difícil. Nada quería moverse cuando pateó el fuego fuera de sus pies.
—¿Princesa?
Estaba inconsciente y sangrando profusamente de una herida en la cabeza. Con un gemido, la empujó de nuevo, lo suficiente para que pudiera rodar por debajo de ella. Sobre sus pies inestables, la recogió y la acunó cerca. Era realmente pequeña. Algo que era fácil perder de vista cuando estaba despierta y quejándose de él. Entonces parecía más grande que la vida.
Su cuerpo se rebeló en contra de cualquier acto que no implicara tenderse, la sacó de la nave y la llevó a una distancia segura de la cápsula antes de depositarla sobre el suelo.
Se sentó sobre los talones, agradecido de estar fuera de la cápsula y poder respirar aire fresco, no quemado. Cepilló hacia atrás su pelo de la frente, y vio la sangre en su mano. Sí. Justo lo que necesitaba. Una herida en su propia cabeza. Hizo un inventario de su condición física y la de ella. Instintivamente, extendió la mano a por su mochila para conseguir un pañuelo con el que detener el sangrado, sólo para darse cuenta de que todavía estaba en la cápsula.
Mierda. La necesitaba. Había suministros médicos, alimentos y otras cosas que necesitarían si planeaban sobrevivir a eso.
Volvió a mirar a la cápsula en llamas. Fuego, sólo un idiota krikkin correría hacia algo que estaba a punto de explotar...
Lo bueno es que soy un idiota.
Antes de que su sentido común pudiera anular su estupidez, se lanzó de nuevo a la cápsula. El metal estaba caliente por las llamas, lo que descubrió cuando su mano accidentalmente rozó un panel y se quemó. Tosiendo, se cubrió la boca con su camisa y la sostuvo allí con su mano quemada mientras trataba de ver en el pequeño compartimiento. Ah, hombre, todo había sido lanzado en todas partes hasta el punto de que no podía identificar nada. Poniéndose sobre sus manos y rodillas, buscó en los restos de la nave lo más rápido que pudo. Se atragantó y tosió, luchando por respirar. Justo cuando estaba a punto de rendirse, vio una correa negra en el suelo.
Su mochila había sido aplastada por debajo de la parte frontal de la consola. Se deslizó hacia delante y la agarró, pero se detuvo cuando escuchó gemir algo.
El recubrimiento interior del techo se hundía.
¡Maldita sea! Tirando de la mochila hacia él, se apresuró hacia la escotilla. Justo cuando pensó que estaba libre, una parte del techo cayó sobre su espalda y lo golpeó contra el suelo. Hizo todo lo posible para salir gateando de debajo, pero estaba atrapado. Las llamas ardieron más altas y brillantes. El olor del combustible le hacía marearse. Sus pulmones lucharon por encontrar oxígeno.
Mierda... voy a morir.
Aquí mismo. Ahora mismo.
Aún así, luchó a pesar de que era inútil. Después de todo, era un Dagan y los Dagan nunca se entregaban a la muerte. No sin una batalla sangrienta.

Desideria se despertó justo a tiempo para ver a Caillen correr hacia la cápsula incendiada. ¿Qué estaba haciendo el idiota ahora? ¿Nunca nadie le dijo que el protocolo correcto era huir de los objetos que se quemaban?
Su cabeza latía tan mal que temía vomitar. Más que eso, su visión estaba borrosa. Levantó la mano para limpiar el sudor de su frente. En el momento en que la tocó, se dio cuenta de que no era sudor. Estaba sangrando por todas partes.
Es una conmoción cerebral.
Su estómago se le revolvió cuando más dolor la golpeó a través de su cuerpo. Rodando a un lado, vio a Caillen desaparecer dentro de la cápsula.
Va a suicidarse.
Déjalo.
Por desgracia, no podía. La había sacado y le salvó la vida dos veces. Todavía estaría dentro de la cápsula incendiándose si no fuera por él.
Levántate, soldado. Tiempo para salvar al héroe idiota.
A medida que se ponía en pie, oyó un gran estruendo venir de la cápsula. No había señales de Caillen. Un mal presentimiento la atravesó.
Estaba muerto o atrapado.
Sólo un total idiota regresaría corriendo a una cápsula incendiada...
Lo malo era que ella era una idiota. Sobre todo porque le debía a Caillen su vida e incluso si sólo había una pequeña posibilidad de que aún estuviera vivo, no podía dejarlo allí para quemarse.
Obligándose contra las náuseas, se dirigió hacia la cápsula sobre sus inestables pies.
El humo era tan espeso cuando se acercó, que apenas podía ver. El hedor no hizo nada por mejorar su náusea.
Eres una Qillaq. Deja de quejarte.
Sobre el estallido y el rugido del fuego oyó algo... una serie de palabrotas obscenas.
No pudo evitar una sonrisa cuando usó su diatriba furiosa contra los dioses para encontrarlo atrapado bajo los escombros en llamas. Su ira era palpable mientras trataba de liberarse.
—¡Espero que se fundan en el olvido! Estúpido, estúpido hijo de… —Sus palabras se detuvieron cuando la vio.
Por un instante, su rostro se iluminó, a continuación, se oscureció con un ceño fruncido.
—¿Estás fuera de tu krikkin mente? ¡Corre!
Ella lo hizo, pero fue hacia él.
Caillen se sorprendió cuando se arrodilló para ayudarle a liberarse.
—Hay un tanque a punto de estallar. Tienes que irte. Sólo tenemos unos pocos segundos. Puedo olerlo.
—No sin ti.
—Princesa...
—No es no —enunció cada palabra bruscamente, haciéndole saber que estaba perdiendo su tiempo con un argumento inútil. Empujó tan duro como pudo contra el metal caliente que lo inmovilizaba contra el suelo—. Estaría muerta si no fuera por ti. No voy a dejarte después de eso. ¡Ahora cállate y ayuda!
Caillen sonrió a su dura orden. Sólo un hijo de puta enfermo como él encontraría divertido algo como eso, especialmente teniendo en cuenta sus circunstancias. Pero no le quedaba mucho tiempo.
Gruñó mientras levantaba la viga ardiente donde estaba atrapada su pierna. Deslizó el pie libre y agarró la mochila. Pero no antes de que pudiera oír el zumbido del tanque y el silbido.
Era momento de irse. Ahora, su tiempo sólo podía medirse en los latidos del corazón.
A pesar de que su pie estaba roto, la cogió de la mano y con su mochila, salió corriendo con ella de la cápsula.
Aún no estaban a salvo. La explosión podría lanzar astillas que muy fácilmente los penetrarían. Apretando su mano sobre la suya, tiró de ella hacia un bosquecillo de árboles que esperaba les ofreciera cierta protección.
Sólo habían llegado a la mitad del camino antes de que la cápsula explotara. La onda expansiva de la explosión los lanzó hacia adelante, provocando su caída. Todos lo que Caillen pudo hacer fue tratar de proteger su cabeza mientras rodaba y los fragmentos caían a su alrededor.
Cayó sobre su estómago.
Desideria estaba a pocos pasos de él, sobre su espalda. Inmóvil.
Una sensación de malestar le torció el estómago.
—¿Princesa? ¿Estás viva?
—No —gruñó.
—Yo tampoco.
Una segunda explosión sonó. Caillen maldijo al ver más fragmentos en dirección a ellos, incluyendo una parte considerable de la escotilla. Agarró a Desideria y, la empujó detrás de un tronco caído justo antes de que la escotilla se empalara en posición vertical en el suelo exactamente donde había estado. Pequeños incendios ardieron a su alrededor.
Con su cara pálida, lo miró con asombro.
—Gracias.
Dejando escapar un largo suspiro de alivio, Caillen puso su cabeza en el suelo e hizo su mejor esfuerzo para no gemir por el dolor que estaba atravesando cada centímetro de su cuerpo. Se sentía como si hubiera pasado a través de una apisonadora. Lo último que quería era moverse, pero tenía que ver cómo estaba y atender la herida en la pierna. Tendría suerte si no se le gangrenaba y perdía la pierna si retrasaba el tratamiento.
—Cuando sea, princesa. Pero en realidad, tenemos que hacer algo acerca de ésta interacción casi mortal entre nosotros. —Preparándose para el dolor, se sentó.
Ella le miró acusadoramente cuando empujó su hombro.
—Te atreves a culparme por esto. ¿Qué demonios era tan importante que tenías que volver a por ello y arriesgar nuestras vidas?
—Sólo corría riesgo mi vida. Tú eres quien volvió por mí.
Ella puso los ojos en blanco.
—No podría estar más de acuerdo. Ahora ¿por qué volviste?
Él levantó su mochila.
La miró y luego le miró a él como si pudiera matarlo ella misma.
—¿Casi nos matas por una estúpida mochila?
—No es una mochila, nena. Es un paquete de supervivencia.
—Me gustaría discutir sobre la ironía de que casi mueres por eso, pero ahora realmente me duele demasiado como para preocuparme.
Él se rió cuando pensó en ello. Hasta que oyó el zumbido suave de un motor cerca. Eso lo puso serio rápidamente.
—Alguien viene.
El rostro de ella se iluminó de alivio.
—Oh, por favor, Dios, que sea un equipo de rescate... uno con un baño limpio.
No compartía su optimismo. En cambio, un temor frío le cayó pesadamente en el estómago.
—Vamos.
La atrajo hacia la línea de árboles, más profundamente en el bosque.
Ella clavó los talones y le detuvo.
—¿Qué estás haciendo?
—No sabemos dónde estamos ni quiénes son. Podría ser nuestro asesino amistoso o un cómplice. Hasta que estemos seguros, no debemos ser vistos.
Desideria tenía ganas de gritar de frustración por su paranoia. Pero en el fondo sabía que tenía razón y hasta que descubrieran las intenciones de quien venía, era necesario mantenerse ocultos.
—Realmente te odio.
—También te odio, nena. —Le dio una sonrisa encantadora y un guiño que logró ser adorable a pesar de que quería darle una patada en un lugar que contara—. Ahora, vamos.
Desideria gimió cuando se obligó a correr tras él. ¿Cómo podía moverse a pesar de que su pierna estaba rota? ¿El hombre no sentía dolor? Echó un vistazo al bosque y se estremeció. Esos árboles se veían tan lejos...
Caillen regresó sobre sus pasos y trató de cogerla en brazos para llevarla.
Ella lo detuvo.
—También estás herido y puedo caminar. No estoy indefensa o débil. Simplemente estoy enojada —gruñó.
Él levantó las manos a modo de disculpa.
—Muy bien, pero tenemos que darnos prisa. —Le hizo un gesto con la barbilla hacia el cielo, donde podía ver la nave casi sobre ellos.
¡Corre!
Apenas llegaron a los árboles antes de que el aerodeslizador apareciera. Sobrevolaron los restos de la cápsula durante varios minutos, como si los ocupantes estuvieran fotografiando la zona o realizando algún tipo de prueba o evaluación.
Caillen frunció el ceño mientras trataba de averiguar lo que estaban haciendo. Normalmente, harían un barrido y analizarían el suelo a pie. Sin embargo, estos...
Tenían un protocolo que se desviaban de la norma, lo que significaba que no tenía idea de qué esperar. Maldita sea.
—¿Puedes decirme algo sobre ellos? —susurró Desideria.
—Son Andarions.
—¿Cómo lo sabes?
Sacó su FVG de su mochila y lo acercó a sus ojos para que pudiera ver a los pilotos en la cabina que estaban examinando el suelo y hablando el uno al otro.
—El diseño de la nave. Es un modelo más antiguo Andarion S10-B60. La mayoría de los humanos son demasiado bajos para pilotarlo. Y ahora que puedo verlos, son definitivamente NHL. —Formas de vida no humana.
—¿Es eso bueno o malo para nosotros?
Caillen suspiró.
—Depende de sus intenciones.
—No eres divertido.
—No trato de serlo.
La nave descendió hasta que estuvo en el suelo. Cuando la puerta se abrió, Caillen le hizo señas para que se callara mientras él empujó un amplificador en el oído para poder escuchar la conversación, incluso desde esa distancia. Por suerte, sólo amplificaba las voces y no los ruidos ambientales, de lo contrario su audición habría estallado por los motores del aerodeslizador.
Dos agentes salieron de la parte posterior para investigar el lugar del accidente, mientras que los dos pilotos permanecieron en el interior.
Desideria abrió la boca para hablar, pero la interrumpió con un movimiento fiero de su cabeza. Una cosa acerca de los Andarions, era que esos hijos de puta oían a kilómetros de distancia, incluso sin un amplificador. Tendrían suerte si los soldados no los oían respirar.
Y lo que estaban hablando hizo que su estómago se encogiera.
No, no habían aterrizado en una colonia penal. Esto era peor.
Mucho peor.

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