Nick no podía respirar. Sentía como si los pulmones hubieran colapsado. Golpeó la pared sobre las taquillas tan fuerte, que no estaba seguro como no atravesó el cemento y se trituró cada hueso del cuerpo. Sin nada que lo sujetara, cayó desde la parte superior de la pared, directo al suelo.
Aturdido y saboreando sangre, yació en un montón en el suelo hasta que algo lo asió de la camisa y lo empujó contra la pared. Lo sujetó allí con un puño invisible que lo dejó oscilando.
—¿Eres tú el único? —La gruesa y monstruosa voz no estaba hablando en inglés, y sin embargo él lo entendió de alguna manera—. ¿Lo eres?
¿El único para qué?
¿Para sangrar en sus zapatos? Comprobado.
¿Para abollar la pared? Comprobado.
Para patear su trasero demoníaco.
Altamente improbable.
Nick dio palmadas sobre las garras de la criatura, tratando de zafarse de su cuerpo. Fue inútil y consideró desde ahí arriba meterle los dedos en los ojos.
—Suéltame.
Lo acercó a su nauseabundo cuerpo bulboso para poder examinarlo. Luego lo deslizó contra algo húmedo y viscoso. ¿Qué era eso?
¿Una nariz?
O, sí, la cosa definitivamente lo estaba olfateando.
—¡Uh, que asco! ¡Aléjate de mí! ¿Qué eres?
—Es algo horrible. Nick, bájate.
Apenas tuvo tiempo de escapar del agarre de la cosa antes de que Caleb lo atacara a completa velocidad demoníaca. En el momento en que lo hizo, la criatura perdió todo interés en Nick mientras giraba para enfrentar a Caleb.
Nick se disparó por el suelo hacia un área de relativa seguridad para poder entender lo que estaba sucediendo.
Caminando de espaldas como un completo cabrón, Caleb lo rodeó, obligándolo a girar para mantenerlo en su línea visual. Vestido con una armadura dorada de guerra que lo cubría por completo a excepción de sus brillantes y malvados ojos de serpientes, Caleb presentaba una vista impresionante. Especialmente con la envergadura de lo que tenía sobre su espalda. Dos espadas envainadas cruzaban sus hombros, pero por sus movimientos, Nick apostaba que Caleb podía tenerlas desenvainadas y en la bestia más rápido que lo que alguien pudiera decir Liu Kang. Sí, está bien, se parecía más a Kano. Pero Liu Kang sonaba mejor.
—Malphas. —La criatura pronunció su nombre como un insulto—. Oí que el Malachai tenía un perro faldero. ¿Quién hubiera soñado que eras tú?
Caleb se estremeció.
—Ahora, eso me duele en mi lugar más tierno, Bricis. De verdad, ¿era necesario proferir ese insulto?
Ignorándolo, Bricis agitó la barbilla hacia Nick.
—¿Es él el único?
Caleb se golpeó la coraza del pecho dos veces para dirigir la atención de la criatura de regreso a él.
—En este momento, yo soy el único por quien necesitas preocuparte.
Bricis fue a por el cuello de Caleb. Caleb atrapó su mano, luego lo pateó contra la pared. Sujetándolo del brazo, Caleb lo retorció y condujo su cabeza contra el tabique, luego contra las taquillas. Gruñendo, se escabulló de su agarre y le dio duro de revés.
Los dos fueron el uno por el otro como Jet Lie y Jackie Chan en un histórico combate a muerte, acuchillando, golpeando, embistiendo y esquivando. Era una hermosa danza macabra en un ritmo que sólo ellos podían oír. Nick estaba asombrado de sus habilidades.
Hombre, lo que daría por tener un poco de eso.
Por lo menos ese fue su pensamiento hasta que Caleb apuñaló a Bricis, cortando abiertamente sus brazos. En el momento en que la apestosa sangre caía al suelo, se transformaba en ayudantes demoníacos quienes iban a por Caleb. Eso no era bueno.
No iba a permitir que su amigo cayera por protegerlo a él. Hora de ensuciarse las manos.
Sí, claro. ¿En qué estaba pensando? Esto no era como enfrentar a un entrenador humano. Estás por lograr que te pateen el trasero hasta la Edad Media. Tal vez hasta la Edad de Piedra. Esas cosas tenían dientes como pirañas. Y estaban masticando a Caleb. ¿Hombre o ratón, Nick? Chilla.
Como si pudiera. La cobardía no estaba en él. Respirando profundamente para prepararse para el dolor adicional que iba a sufrir, Nick corrió hacia ellos. Alcanzó al primero en las tripas con el puño. Se rió como si le hubiera hecho cosquillas. Ah, diablos. Esto iba a doler, realmente mal.
Pero cuando se abalanzó sobre él, algo milagroso ocurrió. La misma fuerza que había tomado el control de él cuando había peleado contra los Mortents, regresó con ganas.
—¡No, Nick! ¡Detente! —gritó Caleb.
Más fácil decirlo que hacerlo. Cualquiera que fuera el poder, irradiaba a atravesándole, poniéndole los pelos de punta y cubriéndolo en una suave y confortante manta de luz. Era como si una parte de él lo ansiara y lo mamara de la misma manera que un bebé ansía su biberón. Necesitaba esto… sin importar lo que esto fuera.
Caleb habló en un idioma que él no pudo descifrar. De repente, una capa apareció en sus manos. En un segundo, Nick estaba suspendido en el aire en el pasillo, derrotando a los retoños demoníacos, y al siguiente había sido metido dentro de una taquilla.
—¡Hey! —le gritó a Caleb—. ¡Yo no soy Madaug! ¿Por qué hiciste esto? —Afuera, oía la continua lucha de Caleb contra Bricis y sus subalternos sanguíneos.
—¿Dónde fue él, Malphas? —preguntó Bricis, como si no pudiera oír a Nick gritándoles.
Caleb sacó sus espadas y las retorció alrededor de su cuerpo en una impecable y hermosa muestra de poder y habilidad.
—Él no te concierne. No es lo que piensas.
Bricis resopló una negación.
—No lo defenderías a menos que lo fuera.
—Tú no me conoces. En absoluto.
Bricis se rió mientras él y sus retoños golpeaban a Caleb con todo lo que tenían. Nick luchó para deshacerse de la capa y reunirse a la pelea, pero cuanto más peleaba para escapar, más ajustada se envolvía alrededor de él. Cuando intentó llamar a Caleb de nuevo, la capa le cubrió la boca y lo sofocó. ¿Qué…?
Enojado y desesperado, no tuvo otra alternativa que tragarse la humillación mientras Caleb luchaba solo.
Tengo que hacer algo. Espera. Lo sabía.
«¡Ambrose!»
«Sé lo que quieres Nick y no puedo interferir».
Aunque sabía que era en vano, Nick continuó luchando.
«¿Qué quieres decir con que no puedes interferir?»
«Hay reglas, y si yo intervengo por Caleb, te pondría más en peligro a ti. Sin ofender, pero tú significas mucho más para mí que él».
«Yo no importo. Caleb es mi amigo. No quiero verlo herido por tratar de ayudarme».
Ambrose resopló.
«Caleb no es tu amigo. Nunca cometas ese error o lo lamentarás».
Nick no le creyó ni por un segundo. Él lo conocía bien.
«¿Cómo sé que no eres tú quien me está mintiendo?»
Pudo sentir la presencia del disgusto de Ambrose con él.
«¿Tenemos que jugar este juego de nuevo? Estoy cansado de esto. Ahora entiendo el porqué Kyrian siempre perdía la paciencia. Ahora me sorprende que nunca te haya matado».
Eso le envió un escalofrío.
«¿Qué quieres decir?»
«Paciencia, Nick, paciencia. Caleb puede arreglarse solo. Créeme. Ha peleado en batallas más grandes, más malas y más significativas».
A él no le parecía lo mismo. Le parecía un baño de sangre.
Nick se inclinó hacia delante para poder mirar por las rendijas de metal. Había sangre por todo el corredor y sobre las paredes. Caían desde la armadura de Caleb provenientes de numerosas heridas.
«Mira, niño, no puedo permanecer aquí. Cuanto más me quede, más peligroso se pondrá».
«¡Cobarde!» Pero era demasiado tarde. Ambrose ya se había ido. «Sí, corre. ¡Eres igual que tu hermano, escoria sin valor! Dejando a un amigo morir por ti. ¡Me enfermas!»
Aún así, Ambrose no respondió.
Bien. No es que significara algo para Nick, de todas maneras. Su tío estaba cortado del mismo patrón malvado que su padre. Se merecían el uno al otro.
De repente, todo estaba en calma afuera. Inclinándose hacia delante, tuvo que entrecerrar los ojos para ver lo que estaba sucediendo.
Una gigante mancha verde chisporroteaba contra la pared más lejana, ardiendo lentamente contra los bloques carbonizando el azul celeste. Entre la forma sangrante de Caleb y la mancha verde, manchas púrpuras estropeaban el desgastado suelo de baldosas. Jadeando y asiendo firmemente una espada ensangrentada, Caleb lo miró fijamente. Plegó las alas mientras su armadura se convertía en ropa. Sus escamas regresaban a ser piel humana. Las últimas cosas en cambiar fueron esos espeluznantes ojos serpentinos que resplandecían con mucha luz.
Caleb se pasó las manos a través del cabello antes de acortar la distancia a la taquilla y abrirla.
Nick cayó a sus pies.
Con un sonido de disgusto, Caleb lo miró fijamente.
—¿Era eso realmente necesario?
Nick intentó responder pero la tela aún estaba en su boca.
—Sé que me voy a arrepentir de esto, pero… —Chasqueó los dedos y Nick fue liberado.
Nick se levantó preparado para estrangularlo mientras se apartaba la tela.
—¿Qué crees que…? —Se detuvo cuando se dio cuenta de que Caleb estaba mal herido—. Amigo, ¿estás bien?
—Necesito un minuto para calmar el dolor antes de liberar a los otros.
—¿Liberar…? —Otra vez Nick dudó mientras se daba cuenta de que los estudiantes a su alrededor se estaban moviendo tan despacio ahora, que difícilmente podías detectarlo. Parecían atrapados en una telaraña de tiempo de alguna especie—. ¿Qué está sucediendo?
—Es el mismo concepto que algún día te va a permitir volar. Puedes manipular el tiempo y moverte a través de la corriente sin ser visto. Los hice ir más despacio para que pudiéramos luchar y para evitar que enloquecieran o fueran heridos.
Nick estaba aterrorizado por lo que describía. ¿Realmente podían hacer eso?
Diversión perversa.
Excepto por la mancha en la pared. Inclinó la cabeza hacia ella.
—¿Qué era esa cosa?
Caleb se inclinó contra la pared.
—Fringe‑Hunter. Uno desagradable, también.
—¿Me quería a mí?
—No. —Caleb se pasó una mano a través de la frente húmeda—. Estaba detrás de otro.
—Eso no fue lo que dijo. Seguía preguntándome si yo era el único.
Caleb entrecerró los ojos.
—Eso es algo más que está más allá de ti. Él no hubiera ido tras de ti en absoluto si no te hubieras expuesto tú mismo.
¿Perdón? Yo realmente creo que me mantuve en mis pantalones.
—¿Y eso qué significa?
Caleb gesticuló hacia los restos.
—No puedes usar tus poderes a menos que estés alrededor de alguien que te pueda proteger. ¡Diablos Nick! Podrías haber muerto. ¿No entiendes eso? Cuando te digo algo, tienes que escuchar. Idiota.
Recordó lo que Ambrose le había dicho sobre la lealtad de Caleb.
—¿Por qué te importa?
Caleb hizo una mueca con los labios en una expresión que era puramente demoníaca.
—No me importa. Realmente. Tú mueres y yo soy libre. Para mí, ese será un gran día.
—Entonces, ¿por qué me proteges?
Caleb apartó la mirada de él como si la visión de Nick lo enfermara. Pero Nick quería respuestas, y no iba a detenerse hasta que no obtuviera algunas.
—¿Qué es lo que no me estás contando?
—Es como una mala película, Nick. Naciste como la más bendita y maldita de todas las criaturas. Una abominación que nunca debería haber sido creada, y aún así, aquí estás. Como un desprotegido infante que no tiene conocimiento del mundo que lo creó. Sin el conocimiento del poder y la destrucción de la que es capaz. Que estás destinado a matar a todos los que te aman. A todos los que amas.
El corazón se aceleró ante lo que había descrito Caleb.
No, no era verdad. Se negaba a creerlo. Nunca mataría a las personas que amaba. No estaba en él.
—Me estás mintiendo —acusó a Caleb.
—Es verdad. Eres una plaga, Nick. Una pandemia en el…
—¡Detente, Malphas! No te atrevas.
Nick quedó boquiabierto ante el tono indignado de Kody. Estupefacto más allá de lo creíble, se giró para verla aproximarse a ellos desde el corredor sur.
¿Por qué no estaba congelada como el resto de la escuela? En cambio, se estaba moviendo tan libre como ellos.
Caleb adoptó un aire despectivo cuando ella se les unió.
—Te sugeriría que nos dejes solos. Esto no te concierne.
Ella se burló de su desabrido rechazo.
—Claro que me concierne. ¿Qué tratas de hacer?
—Necesita saber la verdad. Sin que la minimicen o embellezcan. La simple y pura verdad de lo que es y lo que hará. Si fuéramos inteligentes, lo mataríamos ahora haciéndole un favor al mundo.
Ella gesticuló a Caleb.
—¿Tú te estás escuchando?
—Como si tú no le fueras a cortar el cuello si te lo ordenaran. Vamos, Nekoda. Dile para quien trabajas.
El pánico oscureció sus ojos y ella se negó a encontrar su mirada.
Esto no era bueno. Justo cuando pensaba que podía confiar en alguien, ellos pasaban a ser… ¿qué?
—¿Kody? ¿También eres un demonio? —preguntó Nick, desesperado por saber con qué estaba tratando ahora.
—No —dijo Caleb en un tono sin aliento—. Ella es algo que hace que nosotros parezcamos amables.
Nick tragó con fuerza ante esa revelación. ¿Había algo peor que un demonio? Ese pensamiento le daba mucho en que cavilar.
—¿Qué eres entonces?
Caleb la miró con una sonrisa de suficiencia.
—La humanidad no tiene una palabra para ella. Ella es absoluta agonía.
Kody lo miró fijamente.
—¿Y tú qué eres?
—¿En una palabra? Condenado.
Nick ya había escuchado suficiente.
—Y yo me largo. —Antes de que pudiera moverse, ambos sacaron sus manos y lo congelaron en su sitio.
Este sentimiento de ser una mosca atrapada en una telaraña se estaba convirtiendo en algo molesto. Si seguían con esto, comenzaría a cobrarles alquiler por el tiempo que le robaban con chorradas.
Kody sacudió la cabeza.
—Así no es como yo quería que él se enterara de mí. Se suponía que estaba de incógnito. Gracias por delatarme, Malphas.
Él realizó una fingida reverencia.
—Es un placer. Cualquier cosa con tal de arruinar tu día.
Ella le arrojó una mirada significativa a su ingle.
—Sí y yo estoy a punto de arruinar tus noches, amiguito. Para toda la eternidad.
Caleb resopló.
—¿Alguna novedad? Ni que yo tuviera tiempo libre, de todas formas.
—No entiendo dónde tienes la cabeza —dijo ella en un tono disgustado—. ¿Cómo puedes ser tan frío después de todo?
—Estoy cansado, Nekoda. A diferencia de ti, yo no tengo un descanso de mi existencia infernal. Y no veo por qué estamos haciendo esta danza ridícula cuando ambos sabemos cómo termina esta obra. Profecía es profecía. Nada nunca la cambia. Nada.
Ella no estuvo de acuerdo.
—Y la voluntad humana es la fuerza más poderosa jamás creada. Están aquellos nacidos para triunfar y aquellos decididos a triunfar. Los primeros caen en ello, y los segundos luchan por ello cueste lo que cueste. Ellos no serán negados. Nada los intimida.
Caleb puso los ojos en blanco.
—¿Realmente crees en esa perorata?
—Sí.
—Mírame a los ojos y dime que nunca tuviste la más mínima duda.
Ella lo miró frunciendo la cara.
—Por supuesto que las tuve. Sin la duda no puede haber fe.
Sacudiendo la cabeza, Caleb caminó alrededor de ella.
—Y a mí me enferman tus pequeños y sucintos dichos. Realmente. Cambia tu tono, querida.
Kody no intentó detener a Caleb que se alejaba de ellos.
—¿Qué está sucediendo, Kody? ¿Quién eres? ¿Qué estás haciendo aquí?
Parecía desconsolada.
—Piensa en mí como un guardián.
—¿De qué?
—No puedo decirte eso. Está prohibido.
Como parecía ser todo lo demás en estos días. Realmente se estaba aburriendo de no tener respuestas auténticas.
—¿Estás aquí para matarme?
Ella negó con la cabeza.
—Soy una observadora que informa de tu progreso a otros.
—¿Qué?
—Es verdad, Nick. Como Caleb, estoy aquí para observarte, pero por una razón completamente distinta. Tenemos que asegurarnos que permaneces humano y que tus sentimientos no se marchitan y mueran.
—¿Por qué?
—Porque cuando te deje de importar todo y todos, Nick, te convertirás en un títere y en un esclavo de uno de los poderes más oscuros jamás creado. Cuando eso suceda, destruirás el mundo.
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