jueves, 8 de marzo de 2012

BOSH cap 21

Desideria estaba tan atontada que no se movió, ni siquiera parpadeó hasta que Chayden y Fain corrieron por el puente.
Chayden se detuvo indeciso al verla paralizada. Incluso con la máscara en su lugar, era obvio que el color desapareció de su rostro y el pánico llenó sus ojos oscuros.
Poniéndose de pie, Caillen sacó su arma y apuntó directamente a la cabeza de Chayden.
Fain patinó hasta detenerse mientras le fruncía el ceño a los dos.
—¿Qué pasa?
Ignorando la pregunta, Chayden levantó las manos.
—Vaya, amigo. No es lo que piensas.
Caillen cambió la configuración de su blaster de aturdir a matar con el pulgar. El puntero láser nunca se apartó de la frente de Chayden.
Nunca en su vida había visto a alguien con una mano más firme. La pose de Caillen era sexy y temible mientras fulminaba a Chayden con la mirada en un fiero desquite por la invasión de su privacidad.
—Mejor que no lo sea.
Desideria arrastró su mirada por la pantalla que mostraba cada pequeño detalle de su vida, la de su madre y sus hermanas.
—¿Por qué tienes todo eso?
Chayden se quitó la capucha y la máscara del rostro para que pudiera ver la sinceridad en su expresión.
—No me vas a creer, lo sé, pero te juro por los dioses que venero que es la verdad. Ella es mi madre también. —Él hizo un gesto hacia los archivos—. Obviamente, he estado recopilando todo…
—¿Por qué? —preguntó ella, interrumpiéndole—. ¿Por qué espiarnos así?
Él no respondió hasta que Caillen apretó el agarre en el gatillo, tirando de él para hacerle saber que no tendría reparos en tomar la vida de su amigo si Chayden la había traicionado.
—Responde, Chay. Ahora. Sin mentiras.
Un tic empezó en la mandíbula de Chayden.
—Quería sentirme conectado con mi familia aunque fuera de lejos. Fue una estupidez, lo sé. Pero cuando estás solo en el universo, te aferras a lo que sea aunque no tenga sentido.
La agitación llenaba sus ojos mientras la miraba.
—No tienes ni idea de lo aislado que te sientes cuando tu madre te odia por algo que no puedes evitar y no quiere tener nada que ver contigo. No deseas quererla a ella o al resto de su familia porque sabes que nunca te aceptarán, así que te mantienes lejos e imaginas como sería si tu familia pudiera ser normal, incluso por un nanosegundo. —Miró la foto de su madre—. Cuando me enteré que estaba muerta y me di cuenta que no fuiste tú la que la mató, saqué los archivos que tenía para confeccionar una lista de sospechosos. Por desgracia, es demasiado larga, nadie debería tener tantos enemigos. Pero conociendo a nuestra madre, no estoy nada sorprendido.
Desideria no podía respirar mientras todas esas palabras inesperadas la golpeaban como puños. Eso era lo último que hubiera esperado oírle.
No era posible que fuera su hermano...
¿Estaba ahí?
—Mentira —espetó Caillen—. No creo ni una palabra.
Chayden inclinó la cabeza hacia el monitor.
—La foto de mi padre también está por ahí. Hojea los archivos y Desideria le reconocerá en cuanto lo vea.
Con el arma todavía sobre Chayden, Caillen retrocedió de la consola para que ella ocupara su lugar y pudiera buscar por los archivos. En el momento en que comenzó a abrirlos, se volvió más recelosa. Chayden había catalogado cada detalle de su familia. Honestamente, era escalofriante y desconcertante... que sin duda le recordaba el expediente que un asesino juntaría para usar contra un objetivo. Incluso tenía las viejas notas de la escuela y su reciente promoción. Artículos sobre su madre y las transmisiones privadas entre su madre y algunos de sus consejeros. Todo lo que necesitaría para matarlos.
Le llevó varios minutos encontrar la fotografía de hombres enterrada entre la multitud de las de ella, su madre y hermanas. Pero tal como él había predicho, supo al momento que había encontrado a su padre. No había duda alguna.
¿Cómo no había notado la similitud antes? Pero lo más doloroso de la foto era que...
Chayden la había manipulado para que ella y sus hermanas también aparecieran. El dolor por él creció dentro de ella al ver que él había llegado a ese extremo para tener una familia. No se lo mencionó a Caillen o a los otros. No había necesidad de avergonzarlo. Cerró el archivo.
El corazón le latía con fuerza mientras se volvía hacia Chayden y la realidad de su identidad se estrelló contra ella con tanta fuerza que lo único que podía hacer era respirar. Ella extendió la mano y bajó el brazo de Caillen para que el blaster no estuviera centrado en la cabeza Chayden por más tiempo.
Chayden dejó caer las manos.
Ella lo miró con incredulidad.
Él era plenamente su hermano.
La mente le daba vueltas vertiginosamente mientras luchaba por poner en orden todas esas piezas nuevas y la realidad de quién era se hundió con una fuerza que fue vertiginosa.
—No entiendo.
—Sí, lo entiendes. Soy un heredero varón. Primogénito y sólo mitad Qill. Mamá no podía permitirse el lujo de tenerme pululando por allí para que no pusieran en tela de juicio su legitimidad o confundieran la línea de sucesión.
Pero eso no le haría un heredero. Sólo su hija tendría derecho a gobernar.
De repente se sintió estúpida. Su hija, si alguna vez tenía una, podría solicitarlo y luchar por el trono. Otra no-Qillaq para avergonzar a su madre y quien tendría incluso menos sangre Qillaq que ella...
Sí, tenía sentido. Su madre nunca querría que la hija de su hijo gobernara. Su madre no era exactamente tolerante con los hombres. Especialmente aquellos tan fuertes como Chayden. Si de niño había exhibido ese aura de depredador que exudaba ahora, podría entender fácilmente que su madre le desterrara.
Sin embargo, no entendía cómo su hermano podía terminar como un renegado pirata.
—¿Cómo te convertiste en Tavali?
La tristeza tiñó sus ojos.
—Me escapé cuando era niño y fui recogido por uno de su orden. Fue lo más parecido a un padre que había conocido nunca. Aprendí el negocio de él y lo continué después de su muerte.
—Pero ¿por qué huyes?
Soltó una risa amarga que le dijo que él pensaba que la pregunta era ridícula.
—Si alguna vez hubieras visto como tratan a los hombres desterrados, no harías esa pregunta. Baste decir, que era más fácil vivir en la calle que en el campamento donde mamá me echó.
Sin duda eso podía creerlo. Habida cuenta de lo que le habían hecho a ella y a sus hermanas, sólo podía imaginarse el agujero que había sido. Pero todavía no explicaba por qué estaba aquí y sus acciones de estas últimas horas.
—¿Por qué me estás ayudando?
Él se encogió de hombros.
—Eres mi hermana.
Como si eso significara algo.
—Ni siquiera me conoces.
—No, y cuando me di cuenta de quién eras, estaba dispuesto a dejar que la Liga te cogiera y todo lo demás. Voy a ser honesto. Os he odiado a todos vosotros la mayor parte de mi vida. Pero tú no eres como los demás y eso es un cumplido. —Él hizo un gesto con la barbilla hacia los monitores—. Sin embargo, ahora mismo no es el mejor momento para charlar de todo esto. Tenemos que salir de aquí, mientras que todas las partes de nuestro cuerpo están aún conectadas, especialmente la cabeza.
Caillen retrocedió para permitirle coger los controles mientras ella se apartaba del camino.
Desideria no habló mientras este nuevo conocimiento le daba vueltas en la cabeza. Había conocido a su hermano, aunque no esperaba encontrárselo ahora. Especialmente no de esta manera.
Había tantas preguntas. Tantas cosas que quería saber de él y de su vida. Lo que había hecho. Cómo había sobrevivido...
Realmente es mi hermano.
Uno que tenía gran parecido con su padre.
La cabeza le daba vueltas.
Caillen frunció el ceño ante el silencio continuado de Desideria. Ella parecía conmocionada y pálida.
—¿Estás bien?
—No estoy segura.
—Conozco la sensación. Tienes el mismo aspecto enfermo en la cara que tuve yo cuando me dijeron que era un príncipe. Un asco, ¿verdad?
Sí. Definitivamente.
Y no sabía qué pensar sobre que su hermano arriesgara la vida para salvar la suya. Narcissa nunca haría algo parecido. Casi todos los días odiaba sus agallas y Gwen no era mucho mejor. Pero ahora que sabía la verdad, entendía porqué Chayden le había parecido tan familiar. Tenía los ojos de su madre y la constitución de su padre. Había también algo en sus movimientos y gestos que le recordaba a su padre.
La cadencia de su voz.
El acento era diferente, pero la inflexión y tono eran similares.
Es mi hermano. Ese hecho le retumbaba en la cabeza.
Fain la rozó suavemente al tomar asiento, mientras que Hauk se quedaba en la parte superior, cerca de las armas «por si acaso», algo que se estaba convirtiendo en su nuevo mantra.
—Poneos el cinturón —advirtió Fain.
Ella y Caillen obedecieron mientras Chayden encendía los motores para emprender el vuelo entre las ráfagas de fuego de los Ejecutores Exeterian que les habían alcanzado. Ella gimió mientras él daba vueltas con la nave para hacerles atravesar la estrecha abertura de las puertas de la dársena.
—Sabéis, solía disfrutar volando hasta que os conocí a todos vosotros. Ahora, no estoy seguro si querré volver a hacerlo.
Caillen se echó a reír.
—Piensa en ello como una montaña rusa.
—Me gustaría, pero eso también me asquea.
Fain le lanzó a ella una bolsa pequeña.
—Asegúrate de que todo cae dentro. Si fallas que caiga sobre Caillen y no en mí, o de lo contrario, te imitaré.
—Y yo os lanzaré a todos por la esclusa de aire —murmuró Chayden mientras elevaba la nave formando un arco—. Menudo atajo de mariquitas.
Ella negó con la cabeza ante su tono serio.
Hauk devolvió el fuego, mientras que Chayden se zambullían entre sus perseguidores y les disparaba en el hiperespacio. La cabeza le daba vueltas por el viaje salvaje y el impacto reciente, y al ver la expresión en el rostro de Caillen supo que él estaba tratando de digerir este nuevo giro tanto como ella. Olvida a Chayden por el momento, tenían un problema más grande con su tío muerto.
Nadie se creería que tampoco lo habían hecho. ¿Quién podría limpiar sus nombres ahora?
—¿Qué hacemos? —le preguntó a Caillen.
—Honestamente no tengo ni idea. Ese era mi mejor plan. Ahora… estoy en blanco.
Chayden resopló.
—Normalmente, me aprovecharía de la ocasión. Tienes suerte que esté ocupado con esta experiencia ante mí cercana a la muerte.
Fain maldijo mientras se recostaba en el asiento. Se detuvo en un fragmento de noticias y lo subió a la pantalla principal, de modo que todos pudieran verlo.
—Estaba buscando nuestras órdenes de detención o asesinatos, y mirar lo que he encontrado. —Abrió el canal.
La comentarista era una mujer pequeña, morena y con un brillo malicioso en los ojos que decía que disfrutaba demasiado con su trabajo.
«Esta es una transmisión en directo, justo en este mismo segundo... Todos ustedes son los primeros en oírlo, tal y como está sucediendo en Exeter. El príncipe Caillen fue divisado hace pocos minutos dejando el palacio de su padre, donde su tío, el emperador en funciones, fue encontrado asesinado junto con el consejero principal. Al parecer, su Alteza está llevando a cabo una matanza indiscriminada con la Liga luchando por identificar a su próximo objetivo y detenerlo antes de que mate otra vez».
Desideria se quedó con la boca abierta.
—¿Cómo pueden saberlo tan rápido?
—Nada se mueve más rápido que los medios de comunicación. —Fain cambió la frecuencia para ver en pantalla otro informe—. Juro que contrataron a un publicista para condenaros. Yo no conseguiría tanta cobertura aunque me pintara de rosa y corriera desnudo por el salón de la Liga con una bomba en la espalda y gritando «muerte a los peones serviles».
Desideria se habría reído si la situación hubiera sido un poco menos grave. Frunció el ceño cuando una mujer de más o menos su edad, vestida con las túnicas reales Exeterian se detuvo frente a los medios de comunicación con una expresión adusta. Detrás de ella había varias guardianas de la madre de Desideria, pero lo más impactante fue la presencia de Kara...
¿Por qué estaba su tía allí? ¿Y vestida de forma tan extraña? Kara se parecía más a una de las gentes de Caillen que a las suyas. La expresión de la mujer más joven era amarga mientras les dirigía la palabra a los periodistas reunidos. La banda bajo su rostro la identificaba como Leran de Orczy.
«Es con el corazón triste que debo informar de las acciones de mi primo. Mi padre era un buen hombre y no se merecía esto más que mi tío Evzen. Aunque sea lo último que haga, juro que haré justicia y no descansaré hasta tener el corazón del príncipe Caillen en mi puño. La Liga está emitiendo la recompensa por su cabeza y ya la hemos respaldado con fondos Exeterian. Quien acabe con su matanza y su vida, será rico y contará con mi eterna gratitud».
Aturdida, miró a Caillen cuyo rostro estaba tan pálido como debía estar el suyo.
¿Había oído correctamente?
Él se encontró con su mirada y ella vio la ira que ardía abrasadora en las oscuras profundidades de sus ojos. Esa furia le erizó el vello de la nuca. Era la mirada que el ángel de la muerte debía usar cada vez que tomaba el alma de alguien.
Sin decir una palabra, Caillen se desabrochó el cinturón para hacerse cargo de los controles de donde se sentaba Fain. Él separó a Kara de la multitud y amplió la imagen.
—¿Alguien sabe quién es? —preguntó en un tono tan frío que fue un milagro que no les congelara.
Desconcertada por su furia, ella frunció el ceño.
—Mi tía. ¿Por qué?
Antes de que él pudiera responder, Chayden dijo claramente.
—Es la mujer que me contrató como bateador en contra de las Qills.
Caillen sintió que su corazón se detenía mientras esa inesperada bomba le golpeaba en la cara.
—¿Qué?
Chayden señaló la imagen.
—Ella vino al norte de Tavali hace un año y nos hizo un gran pago para que nos enfrentáramos a las Qills usando bandera de los Trimutian.
Desideria se horrorizó.
—¿Por qué harías tal cosa?
—Porque se trataba de un montón de dinero y soy un bastardo mercenario. Por no hablar, del placer que me dio incursionar en las tierras y naves Quill. La revancha es un infierno y yo fui su perra deseosa.
Caillen le ofreció una mirada burlona.
—¿No le preguntaste por qué quería hacerlo?
—En realidad no me importó. La reconocí como mi tía, pero no dije nada ya que ella no me reconoció. Supuse que el pago fue autorizado por mi madre para iniciar una guerra donde podrían asaltar los recursos Trimutian con el apoyo de la Liga.
Lo mismo que había pensado Caillen, pero ahora...
No había mucho que hacer aquí. Se volvió de nuevo a la cara que había atormentado sus pesadillas durante años.
—Para el registro, esa es la puta que asesinó a mi padre cuando yo era un niño.
Los cuatro pares de ojos se volvieron hacia él.
Fain boqueó.
—¿Qué?
Caillen clavó los ojos en la cara fría de la mujer de su infancia. Sí, era mayor, pero esos rasgos los tenía clavados en la memoria. ¿Cómo podría olvidar a la mujer que había destrozado su infancia, además de haber arruinado a su hermana y asesinado al único padre que había conocido cuando era niño?
—Estaba en el callejón cuando mi padre fue asesinado. Ella y el asesino se fueron juntos.
—¿Estás seguro? —preguntó Chayden.
Él asintió con la cabeza lentamente.
—No puede ser —Desideria frunció el ceño—. Kara no hubiera... —La voz se apagó cuando la joven tomó la mano de su tía y la atrajo hacia sí antes de contestar la pregunta de un reportero.
Las siguientes palabras de Leran hicieron que todos contuvieran abruptamente el aliento.
—Mi madre y yo nos hemos comprometido a honrar el trabajo de mi padre. Ya he hablado con mi prima Narcissa, que actúa como regente por el momento hasta que una nueva reina Qillaq pueda ser coronada y ha puesto a su mejor gente para ayudarnos a localizar a los asesinos de nuestros padres y llevarlos ante la justicia lo antes posible. Sangre o no, Desideria y Caillen pagarán por sus crímenes.
Desideria se congeló al darse cuenta de quién era la mujer en realidad.
—Esa no es Kara. Es su hermana gemela, Karissa. —La que se había casado con un forastero...
—¿Tu tía se casó con mi tío? —El tono de Caillen fue bajo y siniestro.
—Sí, lo hizo —confirmó Chayden—. No tenía ninguna foto de ella, y nunca pensé mucho sobre eso, pero lo recuerdo ahora.
La voz de Hauk sonó por el intercomunicador.
—¿Estáis pensando lo que yo?
—Sí —dijo Fain con ironía—. Estamos jodidos.
A Caillen le llevó un minuto antes de poder responder a esa pregunta. Sus pensamientos giraban en la mente con un efecto vertiginoso.
—Karissa pagó para que me mataran cuando era niño.
Hauk se aclaró la garganta.
—Sí, pensamos lo mismo.
El ceño de Desideria se profundizó.
—¿Por qué?
Haciendo una pausa ante su pregunta, Caillen se frotó la frente cuando todo se unió y por fin entendía toda una vida de rarezas. Las cosas que le habían parecido coincidencias ahora tenían un completo sentido para él.
—¿No lo ves? Conmigo fuera del camino, su hija estaría en línea directa para heredar el imperio de mi padre.
Desideria negó con la cabeza.
—Mírala. Es más joven que yo. Su hija ni siquiera había nacido cuando fuiste secuestrado.
Chayden maldijo.
—Esa no es, pero… —Subió una esquela y la puso en la pantalla al lado de la foto de Karissa. Volvió su atención a Caillen—. Ella tuvo otra hija, una adolescente que murió en un accidente cuando tú tendrías unos tres años.
—No mucho después que fuera secuestrado.
Chayden asintió con la cabeza de forma brusca.
—Nunca me di cuenta que Kara tuviera una hermana gemela. Todo lo que había visto era que la reina tenía otra hermana que se había casado fuera. No había registros de su nacimiento ni de que fueran gemelas ya que para las Qills el nacimiento no es significativo. No los registran de la forma en que lo hacemos nosotros. Sólo guardan registro cuando alguien se convierte en un adulto y por eso no lo hicieron de forma simultánea debido a la ley Qillaq. —Él se abofeteó la frente—. No puedo creer que nunca pensara en comprobar la identidad de las mujeres de las fotos.
Pero, ¿quién podría culparlo? Como él dijo, si no sabías que eran gemelas, entonces no buscas.
Desideria dejó escapar un largo suspiro.
—Tampoco habría importado si lo hubieras comprobado. Toda la historia de Karissa, como la tuya, habría sido borrada en el momento que dejó Qilla por Exeter. Del mismo modo, nadie nos diría a qué planeta había ido. Para nuestro pueblo, es irrelevante.
La expresión de Chayden decía que se creía un completo imbécil por no haber pensado en esa posibilidad.
—Como no sabía que eran gemelas, asumí que fue Kara la que me contrató en nombre de mi madre para iniciar la guerra. Pero ahora apostaría que fue Karissa la que intentó hacerla por su cuenta. Tenderles una trampa a los Trimutians y entonces golpearles, mientras que la reina estaba preocupada por una guerra. Soy un jodido idiota… —su voz se fue apagando cuando las cejas se juntaron en un gesto feroz—. A menos que...
—¿A menos que qué? —preguntó ella.
—Estamos asumiendo que Karissa estaba trabajando únicamente con su hija. ¿Y si no fuera así?
Desideria se congeló al darse cuenta de la magnitud de esta pesadilla y recordó la conversación que había escuchado sin querer. Chayden estaba en lo cierto. Mientras más lo pensaba, más sentido tenía. ¿Por qué Karissa iba a trabajar sola?
—Ella y Kara podrían estar preparando el golpe de Estado desde hace años. —Todas las implicaciones le corrieron por la mente mientras reproducía toda una vida de abuso en manos de su tía.
¿Y si Kara no se había ofrecido voluntariamente a entrenarlas por la bondad de su corazón? ¿Y si lo había hecho para matarlas y destruir sus egos para que no fueran adecuadas a ocupar el lugar de su madre? Sí, era Narcissa quien había estado allí, pero Kara había preparado el terreno para esas muertes. Tal vez Cissy era sólo su instrumento.
—¿Qué pasa si Karissa está trabajando con mi tía Kara también?
¿Por qué no pensó en esto antes?
Fain soltó un silbido.
—Gemelas para gobernar dos imperios. Unidos, sería una fuerza infernal a tener en cuenta. Nadie sería capaz de luchar contra ellos. Ni siquiera la Liga.
Chayden negó con la cabeza.
—Especialmente si los recursos de los Trimutian hubieran caído en sus manos para hacerse cargo de su imperio también. Poseerían todo el sector Frezis al completo.
Desideria se pasó una mano cansada por el pelo cuando la realidad la desgarró.
—Pero, ¿cómo probarlo? Nadie nos va a creer.
Antes de que nadie pudiera responder, una explosión sacudió la nave.
Caillen salió volando mientras Chayden se enderezaba en su asiento para conectar con la nueva nave que estaba disparándoles.
—¿Cómo demonios nos ha encontrado?
La mirada de Fain cayó sobre Desideria.
—¿Estás marcada?
—¿Perdón?
—¿Llevas un chip de localización en el cuerpo? —preguntó de nuevo.
Caillen soltó una sucia maldición. El hecho de que ella no supiera de lo que hablaba lo decía todo.
Ella no era la portadora. Las Qills no usan esa tecnología. Su gente por otro lado...
—No es ella. ¿Te apuestas algo?
Los ojos de Fain se ampliaron cuando cayó en la cuenta.
—Cuando te arrestaron.
Caillen asintió con la cabeza.
—Sabes que me marcaron. —Era un procedimiento operativo estándar—. Ni siquiera pensé en ello. —Maldita sea, debió pensarlo. Pero nunca había sido detenido antes y había tenido un montón de otras cosas en la mente el último par de semanas.
Chayden negó con la cabeza.
—Sí, pero mi perturbador debería mantenerlo bloqueado para que no nos puedan encontrar.
Caillen no estaba tan seguro de eso.
—¿Cuál usas?
—X-Qs. ¿Por qué?
Esos eran los mejores, admitió Caillen. Pero no eran perfectos.
—Si mi chip está en la frecuencia TR...
Chayden gruñó.
—Eso es. Así es como nos mantienen localizados.
Así fue como el asesino les había seguido la pista en el puesto de avanzada Andarion. Mierda, que estúpido por no haberlo visto antes. Así fue como el asesino les había podido localizar en el campo. Si no hubiera sido por la frecuencia que usaban sus espejos, ahora estarían muertos.
Y todo porque era un imbécil.
—¿Hay un escáner médico a bordo? —preguntó Caillen.
Chayden indicó la mampara con un movimiento de la barbilla.
—El panel médico está detrás de ti. Dentro hay una bolsa que debería contener uno.
Caillen se trasladó hacia el panel mientras Chayden hacía todo lo posible por esquivar a la nave más reciente y Hauk trataba de hacer estallar a los enemigos.
Desideria siguió a Caillen para ayudarle a localizar la bolsa correcta y para encontrar el escáner para así poderse librar de esa última molestia y ojalá evitar más. Qué maravilloso sería tener cinco minutos de paz sin gente tratando de matarlos.
Caillen hizo una pausa, cuando captó la mirada traumatizada en su gesto. ¿Cómo podría una mujer ser tan hermosa y vulnerable, al mismo tiempo? Le hizo sentir deseos de protegerla. Para llevarla lejos de todo esto, solo abrazarla y hacerle el amor hasta que ella volviera a sonreír.
—Lo siento.
—¿Por qué?
—Por meterte en este lío.
Ella le ofreció una sonrisa amable que hizo que la polla cobrara vida a pesar del peligro en que estaban metidos.
—Fue mi tía quien lo hizo. No tú. Ella habría ido tras nosotros de cualquier manera. La verdad es que me alegro de haberte arrojado dentro de la cápsula y haber saltado encima de ti.
Sonriendo, Caillen se inclinó e inspiró el dulce aroma de su pelo mientras su imagen desnuda debajo de él lo atormentó con el recuerdo más preciado de su vida. Incluso en medio de todo este caos, y a pesar del hecho de que podrían morir en cualquier segundo, encontró consuelo en su presencia.
Ella era su aliento.
Su mundo.
Y no quería perderla. Había llegado a significar tanto para él en un período tan corto de tiempo. No lo entendía, pero no podía negar el hecho que no podía pensar siquiera en dejarla sin sentir un dolor cruento apuñalándole en el pecho.
Negándose a pensar en eso, le entregó a ella el escáner que finalmente había encontrado debajo y no dentro de la bolsa que Chayden había mencionado. Se imaginó que Chayden se había equivocado.
—Encuentra el chip, mi señora.
Ella tomó el escáner y lo pasó por encima de su cuerpo. Caillen esperó a que la señal le dijera dónde se encontraba, pero no lo oyó.
Después de unos segundos de escanear a lo largo de sus piernas, Desideria se enderezó.
—No registra nada.
Caillen frunció el ceño.
—Tiene que hacerlo.
—Míralo tú mismo. —Le entregó el escáner.
Él examinó cuidadosamente las lecturas, tratando de encontrar cualquier cosa que a ella se le hubiera pasado por alto. Pero al final, tuvo que admitir la verdad.
Ella tenía razón.
Debía estar dentro de ella después de todo. Él borró las lecturas y le escaneó el cuerpo.
Ella también dio negativo.
Imposible...
—Esto no puede estar bien. —Miró a Chayden—. El escáner no funciona.
Chayden se erizó.
—Mi escáner funciona.
—Es obvio que no ya que no nos detecta nada.
Chayden le dedicó una mirada burlona.
—No le pasa nada al escáner. Lo calibré hace unos días.
—Vaya, tú en realidad no tienes vida, ¿verdad?
 Chayden le hizo un gesto obsceno a Caillen por encima del hombro antes de zambullir la nave para evitar el fuego.
—¿Has comprobado tu culo?
Él puso los ojos en blanco ante la mera sugerencia.
—No estaría ahí.
—Oh sí. —Rió Chayden en un tono perverso—. Piensa en ello. ¿Cuál es el único lugar en el que un prisionero fugado no podría quitárselo y el único lugar donde podrías ponerlo sin que ellos lo supieran? La grasa del culo, amigo mío. La. Grasa. Del. Culo.
Caillen gimió de dolor cuando se dio cuenta que Chayden tenía razón. ¿Qué mejor lugar para poner uno?
Su culo. De hecho, la grasa ayudaría mucho a reforzar la señal.
Sí, eso tenía sentido.
Maldiciendo su suerte, devolvió el escáner a Desideria y se volvió para que le analizara por detrás. No había nada mejor que ella rondándole con eso sobre los hombros y la columna vertebral.
Un segundo después, cuando se acercaba a las nalgas, oyó el sonido del aparato localizando el chip.
Estupendo. Justo en la parte carnosa de la nalga izquierda. Por supuesto. ¿Dónde más podría estar? Y ahora que lo pensaba, se acordaba de haberse despertado con dolor en el culo al día siguiente de que le hubieran arrestado. En aquel momento supuso que lo habían pateado o lanzado duro al suelo.
Debería haberlo pensado dos veces.
Un krikkin indicador.
—¿La degradación no se terminará nunca?
Fain resopló.
—Oye, alégrate de tener a tu mujer aquí. De lo contrario, tiraríamos tu cadáver a la esclusa de aire antes de sacarte algo del culo.
Lo triste es que creía que lo harían.
Le entregó a Desideria un pequeño bisturí láser del paquete médico y se encogió por dentro al pensar en lo que ella estaba a punto de hacerle.
—¿Puedes hacerlo?
—Siempre que no nos alcance una detonación.
Él le lanzó una mirada significativa al piloto.
—Mantenla estable, Chay.
—No hago promesas y no me responsabilizo de tu locura, de su torpeza ni de cualquier lesión desgraciada, ineptitud o estupidez atípica que pueda causar.
Bonita disertación legal. Podrido bastardo. Tendría que haber sido abogado en vez de pirata.
—Todavía podré ir por tu patético pellejo si me fastidias de por vida. Y si muero, te perseguiré y destruiré todos los circuitos de energía cuando más los necesites.
Luego volvió su mirada a Desideria cuya frente estaba llena de preocupación. Maldita sea, era la mujer más hermosa que había visto jamás. Nunca antes había confiado en nadie en la forma en que iba a confiar en ella en este momento. Con su vida.
—Por el amor de Dios, por favor, no estornudes, y si me guardas rencor por algo que he hecho, sea verdad o no, me disculpo totalmente y juro que nunca volveré a hacerlo.
—No te preocupes, Caillen, tendré cuidado.
Esperaba que así fuera. Pero el brillo perverso en los ojos y una sonrisa leve en sus labios le hizo preguntarse si yacería como un gallo y se levantaría como una gallina.
Deja de ser paranoico. Puedes confiar en ella.
Después de estirarse en el suelo, se abrió la bragueta y se deslizó los pantalones hasta las caderas. Desideria sostenía el bisturí tan apretado que tenía los nudillos blancos. Estaba aterrorizada y él esperaba que por lo menos ella sintiera por él una pizca de lo que él sentía por ella.
Él le guiñó un ojo para darle ánimos.
—Si lo besas después para curarlo, nena, estaré bien con cualquier cosa que hagas.
Desideria dejó escapar un bajo sonido molesto por sus bromas. ¿Podría él tomarse algo en serio? Pero a fin de cuentas, a ella le encantaba eso de él. Con el corazón golpeándole por la tarea pendiente, le deslizó los pantalones lo bastante abajo para poder llegar a la zona donde estaba insertado el chip y aún así mantenerlo suficientemente vestido para que no sintiera vergüenza ante los demás.
—Entonces, ¿qué tamaño tiene esa cosa, de todos modos?
Chayden hizo un sonido de irritación.
—Sabes, esa no es la pregunta que quiero que mi hermanita pequeña le haga a un tío, sobre todo, no a uno que considero amigo mientras está en el suelo con el culo al aire.
Hauk y Fain se echaron a reír.
Desideria no le vio la gracia.
—Recuerda, hermano, soy la única que sostiene un arma.
Caillen le fulminó con la mirada.
—De verdad, Chay, ¿por qué no te concentras en la gente que está tratando de matarnos en este momento? Lo agradecería mucho, capullín. —Él volvió su atención hacia ella—. Tiene el tamaño de una uña pequeña.
Fain volvió a reírse de buena gana.
—Maldita sea, debería haber grabado la respuesta y reproducirla en todas partes hasta el día que me muera.
Desideria no podía creerse lo terrible que estaban siendo todos dada la grave situación en la que estaban.
Caillen le fulminó con la mirada antes de terminar con sus instrucciones.
—No debe estar a más de un centímetro de profundidad, sino no transmitiría la señal lo suficientemente fuerte.
Ella se acercó para practicarle una pequeña incisión en la carne. Mientras aproximaba el bisturí a la carne, la nave dio un giro lateral para esquivar una detonación. Dejó escapar un chillido cuando estuvo a punto de cortar a Caillen. Apenas tuvo tiempo de retroceder. Un segundo más y podría haberle herido.
Podría matarlo haciendo esto...
Ese pensamiento hizo que le temblaran las manos.
¿Cómo iba a hacerlo? Un desliz y…
Caillen extendió la mano y cubrió la de ella. Los ojos oscuros la chamuscaron con la única cosa que sabía que él no entregaba con facilidad.
Su confianza.
—Puedes hacerlo, nena. Tengo fe ciega en ti.
Esas palabras la estrangularon porque sabía lo raras y sinceras que eran. Era una confianza que no tenía intención de traicionar. Asintiendo con la cabeza, ella se acercó de nuevo. Si no sacaba el chip, serían un blanco en movimiento a partir de ahora. Todos ellos.
Podrían encontrar a Caillen y matarlo cuando quisieran.
Tengo que hacerlo.
Armándose de valor, hizo la incisión.
Caillen se puso rígido, pero no hizo ni un sonido mientras ella muy cuidadosamente extraía el chip de su cuerpo. Arg. Parecía un guisante de plata ensangrentado. Tal como Caillen había dicho, era del tamaño de su uña más pequeña y tenía un alambre diminuto que sobresalía de la parte superior.
Fain le lanzó a ella un pequeño paquete de coagulante para esterilizar la herida. Ella lo aplicó y después, suavemente le palmeó la nalga derecha sana a Caillen para no herirle.
—Todo listo, cariño.
Él frunció la cara mientras estiraba los pantalones y se los sujetaba.
—Bueno, después de la experiencia destroza-testosterona, ya no tengo que preocuparme por la dignidad. Nunca. ¿Alguien tiene un cojín para sentarme? ¿Uno enorme, mullidito? Maldición, me da igual si es de color rosa con lacitos, mientras sea grande. —Él cogió el chip de ella y lo aplastó bajo el tacón de la bota, mientras ella iba a lavarse las manos.
Fain le dedicó una sonrisa arrogante.
—Mira el lado bueno, Drey. Nunca has tenido mucha dignidad de todos modos. Lo sé. He visto la mierda de nave que pilotas.
—Gracias, Fain. Tu apoyo personal significa tanto para mí. Me alegro de contar contigo.
—Agarraos fuerte —dijo Chayden un instante antes de que se inclinara bruscamente a la izquierda y arrojara a Caillen contra el panel de mandos.
Maldiciendo, Caillen se golpeó la pierna lesionada y la nalga. El dolor estalló a través de él con tal ferocidad que por un momento pensó que podría desmayarse. Pero tan pronto como recuperó el aliento y miró hacia la derecha, el corazón le dejó de latir.
Desideria.
Ella yacía tendida en el suelo, mitad dentro y mitad fuera de la proa.
Por favor, que esté bien. Por favor, que esté bien.
Corrió con un andar renqueante hasta donde ella yacía en el suelo. Aterrorizado, la giró lo más suavemente que pudo. Sus facciones estaban pálidas, pero respiraba todavía. Para su alivio inmediato, ella abrió los ojos y frunció el ceño hacia él.
—¿Estás bien?
Ella asintió con la cabeza lentamente antes de presionarse la mano contra la frente.
Caillen la abrazó con fuerza hasta que su ira se apoderó de él.
—Bueno, voy a matar a ese hermano bastardo tuyo. —Levantándose del suelo, retrocedió para poder llegar hasta Chayden y golpearlo hasta que gimoteara por la muerte.
Ese era el plan que se fue al infierno cuando vio a través de qué estaba volando Chayden. Con todo, el hombre estaba haciendo un trabajo fenomenal entre la horda que les había caído encima, mientras Desideria le atendía. Había naves de la Liga por todas partes. Todos ellos armados y cargados de piratas.
Mierda.
Sin pensarlo mucho, trató de tomar los controles.
Chayden le golpeó las manos.
—Mantén tu culo quieto. Yo puedo manejarlo —dijo entre dientes—. Poneos los dos el cinturón.
Enojado por la humillación, Caillen quiso herir al hombre. Normalmente lo haría. Pero ahora no era el momento.
Desideria se sentó en su asiento y le gritó.
—Vamos, Caillen. No distraigamos al piloto, mientras que está luchando por nuestras vidas.
Irritado hasta el fondo de su alma por tener que confiar su vida en las habilidades de pilotaje de otra persona, siguió su ejemplo.
—No me gusta ser un pasajero.
—Sí, ahora ya sabes cómo me siento —murmuró Fain—. De los nervios. Así que calma. Sin embargo, podría ser peor.
—¿Cómo?
—Podrías ser tú el piloto.
Caillen le puso los ojos en blanco al Andarion. Pero honestamente, tenía que darle crédito a Chayden. El hombre dio vueltas a través del acoso y salió entre dos cruceros con un margen muy estrecho, tanto que fue un milagro que no raspara el metal. Chayden echó marcha atrás y ascendieron rápidamente en un ángulo de lo más pronunciado. Justo cuando la alarma sonó avisando que estaban fijados como blanco y a punto de ser despedazados, Chayden maniobró hacia el agujero de gusano.
La nave se volvió oscura, luego la velocidad estalló mientras la abertura natural les propulsaba a través del universo.
Por el momento, estaban a salvo de nuevo.
Caillen dejó escapar un largo suspiro.
—Creo que probablemente nos estamos quedando sin suerte en este momento y sé que mi ropa interior no puede aguantar más sustos; no es que lleve ropa interior, pero si lo hiciera, estaría manchada. ¿Cuántos ataques más crees que podemos aguantar?
Hauk rió por el intercomunicador.
—¿En conjunto o por separado?
Chayden se inclinó un poco hacia atrás en su silla.
—No se vosotros, pero yo siempre vuelo con un margen muy estrecho.
Hauk entró por la puerta y se unió a ellos en el puente.
—Entonces, ¿cuál es el plan ahora?
Desideria respondió antes de que él pudiera siquiera separar los labios.
—Necesitamos llegar hasta mis hermanas.
Caillen se quedó estupefacto ante su locura. Meterse de cabeza en su palacio era tan loco como irrumpir en el de él, con la diferencia que él conocía la seguridad de donde vivía. Apostaría a que ella no tenía ni idea de la suya.
—Vale, ¿por qué?
—Mis tías irán tras ellas. A pesar de que son menores según nuestras leyes, todavía pueden presentar una petición para la corona, sobre todo porque Narcissa está actuando como emperatriz. Mis hermanas serán el siguiente obstáculo y blanco. Estoy segura de que es la razón por la que Kara no se ha apoderado del trono. Ella está esperando que el asesino las mate y después vendrá tras nosotros con toda justificación. Y confía en mí, un tribunal Qillaq no es algo por lo que desees pasar.
Chayden respaldó su estupidez.
—Ella tiene razón sobre todo eso, especialmente en lo de nuestras hermanas. Si se trata de un complot combinado entre Karissa y Kara, serán unas víctimas desprotegidas ante lo que está a punto de ocurrir, algo así como a tu tío. Tenemos que llegar hasta ellas tan pronto como sea posible. —Él estableció el rumbo hacia Qilla—. Una vez que estén a salvo, resolveremos lo demás.
—No sé —dijo Hauk—. Tenemos un perfil muy alto en este momento. Lo mejor que podríamos hacer es enviar a algunos de la Sentella allí para asegurarlas y nosotros no llamar la atención hasta que esto se calme antes de que nos vean de nuevo.
Desideria le ofreció una mirada fulminante.
—La Sentella no mantuvo seguros ni a mi madre, ni al padre, ni al tío de Caillen, así que tendrás que perdonar mi falta de fe en ellos. Además, eso no importa. Mis hermanas no irían con ellos de todos modos. No confían en los forasteros y lucharían hasta la muerte antes de que las saquen de sus dormitorios.
Hauk rastrilló una burla sobre ella.
—¿Qué te hace pensar que irían contigo? ¿Especialmente porque creen que mataste a su madre?
Desideria echó pie atrás cuando él sacó a colación algo que no había considerado. No había ninguna razón para que cualquiera de sus hermanas confiara en ella ahora mismo.
Ninguna en absoluto.
Pero eso no le importaba.
Mantenerlas a salvo sí.
—Espero que ellas se avendrán a razones. —Hizo todo lo posible por hacérselo entender a Hauk—. De cualquier manera, tengo que intentarlo. Soy la mejor oportunidad de sacarlas de esto con vida. Sin mí, están muertas.
Fain se mofó.
—Oh, no sé. Creo que podría dejarlas inconscientes y sacarlas bastante rápido.
Ella se horrorizó por su sugerencia.
—No quiero que se golpee a mis hermanas. —Le envió una inquisitiva mirada a Hauk—. ¿Serías capaz de cruzarte de brazos mientras tu familia está en la línea de fuego?
Hauk miró a su hermano.
—Depende del día de la semana y del estado de ánimo en que me encuentre.
Ella sabía que no era cierto.
Y lo confirmó un segundo más tarde después de que él dejara escapar un aliento exasperado.
—Muy bien, ahora mismo nuestro nombre es «estupidez». Vamos a volar a una muerte segura para ayudar a gente que lo más probable es que trate de matarnos y sacarnos los ojos.
Fain se echó a reír.
—Me suena como uno de mis típicos encargos.
—Sí, bueno, eso mismo.
Caillen se recostó mientras examinaba rápidamente toda la nueva información que ahora tenía y trataba de llegar a un plan de acción razonable.
Salvar a las hermanas. Limpiar sus nombres.
No morir.
Lista simple. Probabilidades imposibles. ¿En qué demonios estaba pensando? Estaban jodidos. Todos los gobiernos querían capturarlos o matarlos…
Vamos, no te rindas. Has atravesado peores obstáculos que éste.
Sí, seguro.
Su mirada se desvió a Desideria, que estaba sentada, perdida en sus propios pensamientos. Tenía una mancha de suciedad en la mejilla izquierda. Su ropa estaba arrugada y se veía totalmente exhausta. Sin embargo, ella continuaba con la constancia de un guerrero y su presencia le dio fuerza. Por encima de todo, le dio una razón para luchar a muerte hasta el final. Él no la dejaría morir. No por algo en lo que ella era inocente.
A pesar de que ahora no había ninguna posibilidad de limpiar su propio nombre, limpiaría el de ella costara lo que costara y se aseguraría que cuando esto terminara, ella fuera reina.
O lo que ella más quisiera. Haría todo lo posible por darle ese sueño.
—Vamos a hacerlo —le prometió.
Ella le sonrió.
—Casi puedo creerlo cuando lo dices.
—Oh, bueno, píntame una diana en el culo —se quejó Fain—. Porque yo no lo creo. Creo que vamos a ir a la cárcel o a la tumba. Pero, ¿oye? ¿Qué sé yo?
Hauk empujó juguetonamente a su hermano.
—Deja de ser un idiota.
—Tarea imposible. Además, me gusta. —Fain se dio la vuelta para que él pudiera seguir buscando noticias de cualquier otra cosa que pudieran necesitar saber.
Los demás no hablaron mucho durante las siguientes horas. Estaban demasiado cansados y también preocupados. Sabían a lo que se enfrentarían y eso les consumía.
Caillen trató de mantener la concentración, pero una y otra vez su mirada se desviaba a Desideria. Quería empujarla a la parte de atrás y hacerle el amor con tanta urgencia que pudiera saborearlo. Pero ella no era el tipo de mujer que aceptara eso. Una de las cosas que había aprendido sobre las mujeres era que sus impulsos sexuales eran radicalmente diferentes.
Ellas no respondían bien cuando había asuntos graves apremiándolas. A las mujeres les gustaba ser enamoradas y cortejadas. Algo que era poco probable en este momento.
Mierda, hacerle colocar la mano sobre su piel ahora mismo...
Pero él estaba acostumbrado a anteponer las necesidades ajenas antes que las suyas. Así que en lugar de eso, paladearía su recuerdo. Y desearía un mejor final que el que veía llegar.
A medida que se acercaban a Qilla, Chayden mantuvo la nave fuera de la atmósfera. Una de las ventajas que habían aprendido durante el viaje alrededor del planeta de Desideria era que no monitoreaban nada fuera de su estratosfera superior. Sus fuerzas eran notificadas sólo cuando algo violaba su espacio aéreo oficial, y perseguían a los invasores.
Aplaudamos a un planeta separatista...
Chayden fijó el piloto automático y preparó el Verkehr para transportarlos al palacio.
—Voy a enviaros abajo y me quedaré en espera para traeros de vuelta.
Caillen arqueó una ceja.
—Hagas lo que hagas, no te duermas en el trabajo.
Chayden bostezó.
—Ahora que lo mencionas, estoy un poco cansado.
Caillen le fulminó con la mirada.
—No eres gracioso.
—Oh, por favor. Tengo mucho éxito. Tú eres incapaz de apreciarme.
Ignorando su broma, Caillen tomó la mano de Desideria mientras encaraba a Hauk y Fain.
—Vosotros dos habéis hecho más de lo necesario.
—Créeme, lo sabemos —dijo Fain con un bufido.
—Gracias. —El tono de Caillen fue de auténtica sinceridad—. Por todo.
Esa sinceridad pareció avergonzar a Fain, quien inclinó la cabeza con el rostro cubierto con su máscara.
—Muy bien, princesa Coñazo. Guíanos al suicidio.
Desideria se consoló de la calidez de la mano de Caillen que sujetaba la suya mientras Chayden les teletransportaba desde la nave hasta el patio trasero del palacio donde los altos muros de ladrillo les protegerían de las cámaras y guardias. Ella no estaba muy lejos del anillo de formación donde había pasado la mayor parte de su vida.
Era tan extraño estar de vuelta ahora. Le había sucedido tanto desde que dejó la guardia de su madre que se sentía como una extraña en su propia casa. Inoportuna. No deseada.
Forastera.
No era la misma persona que había salido de aquí. Todo era diferente ahora. La fe en su madre y su tía estaba destrozada. Más que eso, tenía una nueva fuerza y confianza en sí misma que no había estado allí antes.
Todo gracias a Caillen. Le había demostrado que podía sobrevivir incluso en un ambiente extraño donde no sabía nada de las personas o costumbres y que era capaz de cuidar de sí misma, sin importar lo que su tía o madre pensaran. Era una mujer, no una niña.
Por primera vez en su vida, realmente lo creyó.
Pero no tenía tiempo para centrarse en eso ahora mismo. Tenía que salvar a sus hermanas y las vidas de los tres hombres en los que había aprendido a confiar estaban ahora en sus manos. Ella tenía que entrar y salir de allí antes de que fueran atacados.
Soltando a Caillen, los guió hasta el ala este, donde sus hermanas deberían estar. A esta hora del día, normalmente estaban en sus cámaras descansando para la siguiente sesión de entrenamiento que comenzaría después de la cena. Con un poco de suerte, eso no habría cambiado.
Todavía.
A medida que los conducía por las habitaciones de la parte de atrás de palacio, ella se estremeció. El vestíbulo siempre había estado frío, pero nunca tan glacial como le pareció hoy. Era como si el palacio supiera que su madre había muerto y a su manera, también, se apenara.
El corazón le latía con fuerza en los oídos mientras se esforzaba por escuchar cualquier sonido que pudiera indicar que los habían detectado.
Por suerte no pasó mucho tiempo hasta que llegaron a sus cámaras y sin embargo le pareció que había pasado una eternidad antes de llegar a los aposentos de Gwen. Había una luz debajo de la puerta de madera oscura y en su interior, podía oír a alguien lanzando cosas violentamente por todas partes. Sonaba como si hubiera una reyerta en el interior.
¡La están matando!
Con la visión oscureciéndose, Desideria abrió la puerta, preparada para la batalla.
Pero no había ningún ejército en el interior.
Se quedó paralizada al ver a Narcissa que también se había detenido a mitad de su rabieta por su intrusión. Por un momento, todo pareció como si alguien le hubiera dado a la pausa, mientras se miraban la una a la otra en estado de shock mutuo. Mientras ella estaba parada con la puerta abierta, Narcissa sujetaba en las manos una vasija de barro que Gwen había coleccionado desde su temprana infancia. Una de las pocas que no había sido destrozada durante el aparente ataque de Narcissa.
El terror sustituyó el shock en el rostro de Narcissa al percatarse de Desideria y los tres hombres armados detrás de ella, dispuestos a matar si fuera necesario.
—¿Qué estás haciendo aquí?
Enfundando su blaster, Desideria entró en la cámara. Ella alzó las manos de modo que su hermana no se aterrorizara más y haciendo saber a Narcissa que no quería herirla.
—He venido a salvaros, a ti y a Gwen. Kara está tratando de mataros.
Narcissa frunció el ceño.
—¿Qué?
—Es verdad —dijo Caillen—. Nos han tendido una trampa. Estamos aquí para ayudaros y protegeros.
En los ojos marrón oscuro de Narcissa se apreciaba la incredulidad. Era evidente que estaba luchando por creerles.
—¿Está segura sobre lo de Kara?
Desideria asintió con la cabeza.
—Piensa en ello, Cissy. Ella siempre nos empujó a luchar, incluso a muerte. Nos empujó a todas más allá de nuestras capacidades y nunca lloró cuando alguna de nosotras murió. Ella pensó que mamá nunca debería haber estado en el poder. Tú lo sabes. La oí hablando con uno de sus conspiradores. Ella y Karissa se han unido para gobernar los dos imperios conjuntamente… después de que todas nosotras estemos muertas.
Narcissa tragó saliva.
—¿Crees que mató a Gwen?
Esa pregunta le provocó un escalofrío.
—¿Por qué lo dices?
—Vine aquí para hablar con ella y no estaba. —Hizo un gesto a los fragmentos de cerámica en el suelo—. Estaba tan enojada con ella por ser estúpida que perdí el control.
Eso era lo que sucedía cuando la cólera era la única emoción que su pueblo aprobaba. La violencia estallaba por la más mínima ofensa.
Ahora Desideria recordó porqué Caillen y compañía eran un alivio tan bienvenido para ella. Era muy agradable estar cerca de personas que tenían variedad de emociones, la mayoría de ellas agradables y divertidas. Personas que podían burlarse mutuamente y no guerrear por ello. Personas que no respondían a cada insulto con un puñetazo.
Caillen se adelantó.
—¿Tienes alguna idea de dónde está?
Narcissa negó con la cabeza. Ella trabó la mirada con la de Desideria.
—Si lo que has dicho es cierto, tenemos que encontrarla. Rápido. Sabe Dios lo que podría ocurrirle.
Ella tenía razón, pero Desideria tuvo un mal presentimiento sobre el paradero de su hermana.
—¿Dónde está Kara?
—No la he visto desde la conferencia de prensa. Ella desapareció mientras yo estaba hablando con los periodistas... no crees que le haría daño a Gwen, ¿verdad?
Eso tendría sentido, pero no quería asustar a su hermana.
—La encontraremos. —Con una calma que realmente no sentía, Desideria pensó rápidamente donde podría estar su hermana. Era realmente vertiginoso. El palacio era enorme, con más habitaciones en las que su pequeño grupo podría buscar antes de ser capturado.
Pero si Gwen se había sentido amenazada...
Sólo había un lugar al que ella iría por seguridad.
—La cripta.
Narcissa torció el gesto de la cara.
—¿Qué?
Desde que Gwen tenía ocho años, le habían atraído las criptas, afirmando que las viejas tumbas la hacían sentir segura. Por alguna razón, Gwen se había negado a comentar que siempre había creído que los espíritus de sus antepasados la observaban y protegían siempre que estaba allí. Mientras que Desideria había pensado que los oscuros y deprimentes túneles eran espeluznantes y húmedos, Gwen los había considerado como su refugio solitario. Probablemente porque era el único lugar al que Kara nunca iría. Creía que las criptas estaban embrujadas y le ponían los pelos de punta incluso más que a Desideria.
—Sé que suena raro, pero es donde siempre va Gwen cuando está molesta. —No es que Narcissa se hubiera preocupado alguna vez donde había buscado Gwen refugio.
—Eso es una idiotez.
Desideria tenía que esforzarse por conservar la paciencia por la ira de su hermana.
Caillen ignoró a Narcissa.
—Enséñanos el camino, princesa.
Inclinando la cabeza hacia él, Desideria fue hacia la estantería a su izquierda. Como la mayoría de las salas en el palacio, había un pasadizo secreto detrás de ella que permitía a la familia real escapar en el muy improbable caso de que alguna vez fueran invadidas por enemigos. Todas ellas habían sido forzadas a aprender los puntos de acceso siendo niñas, una tarea a la que Narcissa se había resistido, pero que Desideria y Gwen habían disfrutado del aprendizaje. Más que eso, incluso habían disfrutando explorando por su cuenta.
El que estaba en la habitación de Gwen era el más rápido para llegar a la cripta que estaba en la parte más alejada de los terrenos del palacio. Esa era la razón principal para que Gwen hubiera elegido este cuarto como suyo. Por la noche, había dejado a menudo la puerta del pasaje abierta, queriendo que los espíritus vinieran a visitarla.
Sí, y todos pensaban que yo era la rara...
No queriendo pensar en eso, usó uno de los bastones de luz de Caillen para guiarles a través de la sinuosa oscuridad. Si bien los túneles eran húmedos y deprimentes, por lo menos no había animalejos. Los portales de acceso exterior eran herméticos y no permitían el paso ni a la más pequeña criatura.
Cerró los ojos y se obligó a recordar dónde Gwen prefería ocultarse. La cripta del norte era la tumba de su bisabuela. Ya que Gwen prefería alejarse de su familia, había elegido ese como su lugar especial.
No pasó mucho tiempo hasta alcanzarla.
Desideria abrió la puerta de hierro a la cámara que había sido tallada en piedra para proporcionar un lugar de descanso eterno para el sarcófago de mármol. La mayoría de las mujeres enterradas en la cripta se encontraban en los nichos. Sólo a las héroes de guerra, como su bisabuela, que les había mantenido independientes durante la revuelta Ascardian, se les dejaba tener una cámara dedicada a ellas. Era un honor al que todas las reinas aspiraban.
En la pared del fondo, colocado en un recoveco estaba la insignia real y el escudo de armas, con una llama eterna que rendía homenaje a la vida y reinado de Eleria.
Esa luz lanzaba una sombra danzante por la cámara. Una que resaltó la escena que la congeló mientras su mirada se posaba en Kara que estaba arrodillada al lado de una inmóvil Gwen. La sangre se acumulaba alrededor de su hermana, cuyos rasgos estaban tan pálidos que estaba segura que Gwen había muerto. Horrorizada, no pudo respirar.
Alguien la empujó por la espalda, obligándola a entrar en la cámara. Ella se volvió para ver a Narcissa cerrando de un portazo la puerta en la cara de los hombres antes de trabarla firmemente.
—¿Qué estás haciendo? —exigió Desideria coléricamente.
Narcissa se golpeó la banda de comunicación en la muñeca.
—Hay intrusos en la cripta norte dirigidos por Desideria. Creo que están tratando de matarnos, a Gwen y a mí. Reunid a todas las guardias de inmediato. ¡Ayuda!
Desideria le frunció el ceño a su hermana, mientras Kara se ponía de pie. Su tía se dispuso a atacar, pero Narcissa levantó el blaster y le disparó. Golpeó a Kara y la lanzó de espaldas contra la pared.
Jadeando por el ataque, Gwen se dio la vuelta y trató de meterse debajo del sarcófago.
Esquivando los fogonazos que Narcissa dirigía hacia ella, Desideria se movió para escudar a Gwen con su propio cuerpo. A pesar de que no podía negar lo que estaba ocurriendo, una parte de ella aún no lo podía creer. Seguro que algo más estaba ocurriendo aquí.
Por favor, que no sea el asesino...
—¿Narcissa?
Su hermana se burló de ella.
—No creerías de verdad que Kara era lo bastante lista como para sacar esto adelante, ¿verdad? Estúpida vaca. Las dos. El trono es mío, perra, y no lo compartiré ni lucharé por él. Os mataré a las dos para conseguirlo. —Volvió a disparar.
Usando un movimiento que había aprendido de Caillen, Desideria se dejó caer al suelo, dejando que el disparo fallara por un escaso margen. Ella se sacó el blaster, y devolvió el fuego.
Narcissa buceó bajo la estatua de su diosa mayor y continuó rociándolas con fuego.
Desideria cubrió a Gwen. Ella se arrodilló a su lado para examinar sus heridas. El hombro y costado estaban sangrando y tenía un gran moretón en la mejilla derecha.
—¿Estás bien?
Su hermana estaba tan apretada contra la base de piedra que era como si estuviera tratando de fusionarse con el sarcófago.
—Herida, pero Kara atendió la mayor parte.
Desideria miró hacia donde su tía estaba inmóvil. No había ayuda allí.
—¿Estás armada?
—No. Narcissa me desarmó antes de que me hiriera. Apenas si pude escapar.
Desideria apretó los dientes cuando se dio cuenta que al tratar de salvar a su hermana, la había puesta en un peligro mayor. Genial. Ella podría manejar esto por sí sola.
—Se acabó, Narcissa. Baja el arma.
Como era de esperar, Narcissa siguió disparando.
—Mi guardia llegará en cualquier momento y tus amigos estarán muertos o capturados. Una vez que os mate a las dos, yo seré reina.
Desideria se preguntó el porqué, pero luego, lo supo. Era la manera Qillaq. Coge lo que quieras. Si alguien se pone en tu camino, lo matas. Si no eran lo suficientemente fuertes para combatir, merecían morir.
Incluso la familia.
Asqueada, quiso llorar por la psicosis de su hermana. Más tarde, seguramente lo haría. Pero en este momento, tenía que mantener segura a Gwen.
Un gemido bajo provino de Kara. No era mucho. Lo suficiente para que Narcissa hiciera un pausa y mirara en su dirección.
Desideria aprovechó el momento para saltar y arrojarse contra Narcissa. Enredadas, rodaron por el suelo de piedra fría, golpeándose la una a la otra. Se las arregló para derribar el blaster de la mano de Narcissa, pero no antes de perder el agarre sobre su propia arma.
¡Krik!
Oyó más detonaciones procedentes del otro lado de la puerta, en el pasillo.
Narcissa se echó a reír en señal de triunfo.
—Te dije que mi guardia no me defraudaría.
Rabia, oscura y mortal, se apoderó de ella cuando una nueva fuerza la inundó ante la idea de que sus amigos fueran atacados.
—No son tu guardia, perra. Es la mía. —Con un bramido de furia, pateó a Narcissa contra la pared con todo lo que tenía. Fue suficiente para aturdir a su hermana, que se deslizó hasta el suelo.
Mientras iba a por su blaster, Narcissa se lanzó sobre su espalda.
Desideria rodó por el suelo, apartándose de ella, cogió las armas y aterrizó en cuclillas, con los dos blaster levantados y apuntando directamente a la zona del cuerpo donde Narcissa debía tener el corazón.
—No lo hagas.
Narcissa se congeló.
Manteniendo la mirada fija sobre su hermana traidora, se trasladó a la puerta y la abrió.
Los hombres estaban en el otro lado como si hubieran tratado de abrirla. Ella iba a preguntar por la guardia, pero vio que yacían esparcidas por todo el pasillo.
—¿Están muertas?
Caillen mostró esa sonrisa familiar de come-mierda.
—Aturdidas. Pero no creas que no consideramos matarlas. ¿Y tú?
—Definitivamente no muerta. —Indicó a Narcissa con un movimiento de la barbilla—. Fue mi hermana la que estaba detrás de todo esto, como pensé al principio, no mi tía.
Hauk chasqueó la lengua mientras se adelantaba para cubrir a Narcissa con su propia arma. Por un instante, Narcissa pareció a punto de tratar de luchar contra él, pero ya que, literalmente, era mucho más alto que ella, se lo pensó mejor. Le esposaron las manos a la espalda mientras Caillen y Desideria atendían a Gwen y Kara.
Para su total asombro, Gwen la atrajo en un fuerte abrazo. Hasta que se quedó completamente quieta.
—No mataste a mamá, ¿verdad?
—Ya oíste a Narcissa. No tuve nada que ver con eso.
—Sólo me aseguraba. —Volvió a tirarla a sus brazos y la abrazó—. Gracias, Des. ¡Gracias!
Caillen ayudó a Kara a ponerse de pie.
—¿Está segura de que no deberíamos llevarnos a esta también en custodia?
Desideria miró a Gwen.
—¿Y bien?
—Kara me salvó la vida. Si no me hubiera sacado de la línea de fuego de Narcissa, ahora estaría muerta.
Su tía levantó la barbilla como si estuviera ofendida mortalmente.
—A diferencia de Narcissa, me tomo mis juramentos en serio. Soy Qillaq y nunca mataría a nadie a sangre fría. Sólo en un combate justo.
Narcissa frunció los labios.
—Oh, cállate, puta santurrona. Estoy harta de todas…
Hauk la aturdió con su blaster.
Narcissa gritó antes de caer al suelo.
Hauk no hizo ni un movimiento para evitar que cayera. En cambio, enfundó su arma y miró a Desideria descaradamente.
—Mi madre siempre decía que si no se puedes mejorar el silencio, no deberías hablar.
Fain dejó escapar un silbido.
—Golpeas a una chica, hermano. Después la dejas caer al suelo. Maldición, y yo me creía insensible.
Ignorando a Fain, Caillen dejó de lado a Kara para acercarse a Desideria. Se dio cuenta por la expresión que había estado preocupado por ella. Sin decir una palabra, él la tomó en sus brazos y la besó con una pasión que encendió esa parte de ella que más lo deseaba. Y lo dejó hambrienta por mucho más. Cerrando los ojos, aspiró el aroma cálido de su piel y saboreó este momento de paz.
Se había terminado.
Su hermana y su tía sabían que no tenía nada que ver con el asesinato de su madre.
Soy libre...
Caillen se tenso muy ligeramente antes de retirarse y volver la cara hacia la hermana y tía que estaban arrodilladas reverentemente en el suelo.
—Mi reina —dijo Kara—. Os serviré tan fielmente como lo hice a su predecesora.
Gwen levantó la vista y, realmente le sonrió.
—Al igual que yo. Larga vida a la reina Desideria.
Era extraño cómo esas palabras ya no eran tan importantes para ella ahora como lo habían sido antes. En efecto, a diferencia de Caillen, la dejaban completamente fría.
Caillen le echó el brazo por encima de los hombros. Inclinándose, le susurró al oído.
—Has vuelto a donde perteneces.
¿Por qué no se sentía de esa manera?
Ella lo miró.
—Pero tú todavía no estás fuera de la trampa. Karissa y su hija irán a por tu cuello.
—¿Karissa? —Kara les frunció el ceño—. ¿Mi hermana, Karissa?
Desideria asintió con la cabeza.
—Ella es la que mató al padre de Caillen y lo culpó por ello. Al parecer, ella y Leran han montado toda esta locura.
Kara hizo una mueca.
—Debería haber sabido que esto pasaría.
—¿Y eso? —preguntó Desideria.
—Sabía que Karissa nos odiaba por forzarla a un matrimonio político. Para ella, era rebajarse y resintió el hecho de que su madre había ganado el trono. Ella me juró que viviría para ver a su hija como nuestra reina. —Kara miró a Narcissa y suspiró—. Estúpida niña. La habrían matado también y Karissa habría mandado aquí. Nunca habría permitido que Narcissa mantuviera este trono.
Porque el esposo forastero de Karissa estaba ahora muerto...
Eso despejaba la línea de sucesión. Ella fácilmente podría regresar a Qilla y reclamar su antiguo rango. El plan no había sido dividir y compartir el gobierno. Karissa lo había querido todo para ella y su hija. Y ya que Kara no podía luchar por el trono, con Desideria y sus hermanas fuera del camino, nadie hubiera sido capaz de detenerla. Frío pero inteligente.
Caillen suspiró.
—Fue un plan brillante.
Kara dejó escapar un largo suspiro.
—Cuando pasas años conspirando y llevándolo a cabo, normalmente lo es.
Gwen negó con la cabeza mientras miraba la forma inconsciente de Narcissa.
—Todavía no entiendo cómo tentaron a Narcissa para ayudarlas. ¿Por qué nos traicionó?
—¿Recuerdas hace cinco años, cuando fui a visitar a Karissa? —preguntó Kara.
—Te llevaste a Cissy.
Ella asintió con la cabeza.
—Debieron iniciar los planes entonces y se mantuvieron en contacto con ella después de eso.
Y eso explicaba por qué la actitud de Narcissa se había vuelto tan fría desde ese momento. El porqué había sido tan cruel hacia ella y Gwen. No es que alguna vez hubiera sido especialmente amable. Pero después de aquella visita se había vuelto muy diferente.
Qué trágico para todos ellos.
Gwen mostró una sonrisa de satisfacción hacia Caillen antes de volverse hacia Desideria.
—Ahora podrá tomar un consorte, mi reina.
Sí, pero en su interior sabía que Caillen nunca se sometería como una mascota. No estaba en su naturaleza y lo amaba demasiado como para preguntarle siquiera.
Podrías luchar contra él. Él ganaría y sería su igual.
Pero ella lo sabía mejor. Nunca aceptaría el riesgo de herirle y si no luchaba contra él con todas sus fuerzas, la lucha sería anulada para sus leyes.
Lo único que quería era protegerle.
—Si te quedas aquí, Caillen, puedo ofrecerte asilo político.
Él le acarició la mejilla con el pulgar antes de dejar caer la mano fuera de su cara.
—Te lo agradezco, pero la Liga y sus asesinos siempre estarán detrás de mí para terminar con esto. Se meterían en tus asuntos y podría perjudicaros a alguna de vosotras en el fuego cruzado. Tengo que limpiar mi nombre y hacer que Karissa pague por matar a mis dos padres y tío. Se lo debo.
Y una vez lo hiciera, él sería gobernante. Entonces nunca podrían estar juntos.
El corazón se le rompió con la fría realidad.
—¿Cómo lo vas a hacer? —preguntó Kara.
Él se encogió de hombros con una indiferencia que le dieron ganas de pegarle.
—No tengo la más remota idea.
Como siempre, dejándose llevar por el instinto. Su contrabandista nunca cambiaría.
—¿Cuándo nos vamos? —preguntó ella.
Él miró a Kara y Gwen.
—Eres una reina, Desideria. Tu lugar está aquí y tu pueblo te necesita. Lo entiendo.
Ella odió el hecho de que tenía razón. Tenía que quedarse.
Él tenía que irse.
El dolor la golpeó con tanta fuerza, que fue asfixiante. Pero era Qillaq y no exteriorizó la emoción. En especial, no un corazón roto.
—Supongo que entonces esto es un adiós.
Él asintió con la cabeza.
—Siempre me puedes llamar cuando necesites gritarle a alguien.
—No se te da bien aceptar esos abusos.
—Cierto, pero he aprendido a aceptarlos de ti.
Su garganta se apretó ante su tono bromista. Lo echaría de menos por encima de todo.
No me dejes, Caillen. No aquí, en este lugar frío, con personas que no saben reír.
Ni cómo amar.
No podía soportar la idea de no ver su sonrisa cada día. De no escucharle burlarse de sus amigos y de ella.
No lo puedo hacer sin ti.
Esas palabras quedaron flotando en los labios. Quería decirlas desesperadamente. Para rogarle que se quedara con ella y no se fuera.
Pero no pudo. Pertenecía a un mundo que ella no entendía. Uno donde él necesitaba la libertad e independencia.
Él y esa mochila...
—Cuídate, Caillen. —Se enorgulleció por ocultar el dolor en la voz.
—Tú también. —Él tomó su mano entre las suyas y puso un tierno beso en los nudillos. Pero ella quería mucho más de él que eso...
Las lágrimas se acumularon para estrangularla mientras saboreaba la calidez de su mano sobre la suya. La suavidad de esos labios que la habían serenado y complacido. Nunca volvería a conocer esa calidez otra vez.
Y cuando la soltó, ella sintió que su mundo se hacía pedazos. La pérdida de su tacto era más de lo que podía soportar.
Sólo el saber que Kara la observaba… la juzgaba, le impidió correr detrás de él y rogarle que se quedara con ella sin importar las leyes o las consecuencias.
Ella lo vio salir con los demás. Él se detuvo en la puerta para volver la vista atrás. Vio la agonía en los ojos oscuros. Las emociones confusas que le dijeron que él no era más feliz que ella con esta situación.
Con una última sonrisa dulce, salió y la agonía que ella sintió en su interior fue suficiente para hacerla caer de rodillas.
Podrías abdicar. Las palabras quedaron flotando en su lengua cuando se encontró con la expresión severa de Kara.
Eso tampoco es lo que haría una Qillaq. Su madre estaría decepcionada con ella.
Igual que su padre. Como reina, ella podría absolver a su padre por fin. Salvar su nombre de los archivos.
Quiero a Caillen.
Pero la vida no era sobre el deseo. Era sobre supervivencia y deber. Cuando esas emociones entraban en conflicto, la obligación siempre ganaba.
Los niños se guiaban por sus deseos.
El deber dirigía a los adultos.
Es curioso, se había pasado toda la vida queriendo ser adulta y sin embargo ahora, en este momento, lo único que quería era volver a ser una niña. Para poder seguir a su corazón.
Y el nombre de ese corazón era Caillen Dagan. Renegado. Contrabandista. Pirata. Príncipe.
Héroe.
Kara se adelantó.
—Así que dígame, mi reina. ¿Cuál es su primer mandato?

Con cada paso que Caillen daba le llevaba más lejos de Desideria, sintiendo que una parte de sí mismo moría.
Vuelve.
La llamada era tan fuerte que fue casi imposible de resistir. Pero no pudo. Tenía que vengar a sus padres, y asegurarse de que la perra que les había matado pagara por sus crímenes. No importa lo que su corazón quería, tenía otras obligaciones que eran prioritarias en este momento.
Además, ellos no tenían un sitio juntos. Desideria era la reina en un mundo que nunca lo aceptaría y él era un...
Fuera de la ley. Sinvergüenza.
Inútil.
«Tu problema, Cai, es que careces de toda ambición. Realmente, ¿es esto todo lo que quieres de tu vida?» Sí, la voz de Kasen le sonó alta y clara en la cabeza. «No sé cómo puedes estar contento haciendo contrabando todo el tiempo».
«No eres más que un desperdicio, hermanito».
Eso era todo lo que a una reina se le ordenaba evitar. Todo lo que mancharía su reinado. Sin embargo, su corazón pertenecía a Desideria y no se podía negar esa única verdad. La única vez en su vida que se había sentido que valía algo fue estando en sus brazos. Si pudiera volver atrás...
No lo hagas.
Tenía una misión que cumplir y una vez la llevara a cabo, sería monarca.
Ese pensamiento le hizo estremecerse. Lo único que su verdadero padre y Desideria le habían enseñado: La nobleza obliga.
Chayden desaceleró mientras se acercaban a la apertura de la cripta.
—¿Está seguro en irte? Es difícil renunciar al asilo.
Caillen se burló.
—¿Te vuelves cobarde?
Él entornó la mirada ente la fría pregunta de Caillen.
—Sabes que no. —Suspirando, sacudió la cabeza—. Eres un idiota, Dagan. Pero lejos de mí señalar que vuelvas para enrollarte con mi hermana y que la mera idea me repugna. Todo lo que puedo decir es que si tuviera a alguien que luchara a mi lado, no la dejaría escapar. Pero eso es sólo conmigo y nunca he tenido a nadie por quien valga la pena luchar. Que me aspen si le daría la espalda, si la tuviera.
Caillen estaba a punto de ir a por su garganta, cuando de repente su enlace zumbó. Él comenzó a ignorarlo y enzarzarse más con Chayden. Hasta que captó la identificación.
Era Darling.
Una parte de él estaba enojado porque Darling le había mentido acerca de su padre, pero otra seguía siendo leal a su amigo sin importar las molestias. Así que se puso el enlace en la oreja y lo activó.
—Aquí Dagan.
—Hey, drey. Tenemos un pequeño problema.
Sus tripas se anudaron. ¿Y ahora qué catástrofe?
—¿La Liga tiene nuestra localización?
—No. —El tono de Darling era completamente seco—. Eso probablemente sería mejor.
El temor le consumió aun más.
—¿Qué, entonces?
—Mientras que tu padre estaba a punto de llamar para una conferencia de prensa, la madre de Desideria se aprovechó de la distracción para escapar de mi custodia.
Caillen frunció el ceño mientras trataba de entender lo que Darling estaba diciendo.
—Mi padre está muerto.
Darling tomó una profunda bocanada de aire.
—Um... No exactamente.
—¿Qué significa «no exactamente» muerto, Darling?
—No te enojes. Es por eso que envié a Hauk en lugar de ir yo mismo. Queríamos hacer salir a los traidores, así que convencí a vuestros padres para que fingieran estar muertos el tiempo suficiente para exponer a los verdaderos traidores. Las imágenes que viste de sus supuestos asesinatos fue algo que falsificó Syn. Todo fue animación digital.
Le llamaría mentiroso, pero sabía exactamente lo hábil que era con un ordenador. No había nada que el hombre no pudiera hacer.
Darling se aclaró la garganta antes de continuar hablando.
—Les convencí a ambos que si sus enemigos pensaban que estaban muertos, podríamos llevarles ventaja el tiempo suficiente para averiguar quién estaba detrás de todo esto. Su madre aceptó antes que tu padre, por cierto. Dijo que le encantaría poner a prueba el temple de su hija, incluso si eso significaba lanzarla a los lobos. Tu padre necesitó más convencimiento. Lo último que quería era ver que te cazaban o te herían.
Sí, eso sonaba como a su padre.
—Los dos han estado conmigo todo el tiempo. Sin embargo, tuve que ponerme firme con tu padre para mantenerlo oculto y seguro mientras tú estabas bajo fuego. Créeme, fue una verdadera hazaña. El hombre se vuelve completamente loco cuando se trata de ti.
Caillen miró Hauk.
—¿Sabías que mi padre estaba vivo?
Hauk en realidad se ruborizó.
Malditos fueran.
—¿Me mentiste?
Darling dejó escapar un suspiro irritado.
—No vamos a discutir la semántica en este momento. Eso no es importante.
El infierno que no lo era...
—En lo que debes centrarte es que hemos logrado nuestro objetivo —continuó Darling. El pequeño bastardo tenía suerte de no estar cerca de él o ahora mismo le haría cojear—. Los traidores se revelaron. El problema es que tu padre se enteró del asesinato de tu tío.
—No es culpa mía. No sabía que tenía acceso a las noticias —dijo Maris sobre Darling.
A Darling le llevó un segundo hacerle callar antes de continuar.
—Tu padre quería llamar a la prensa para que pudiera limpiar tu nombre antes de que alguien te matara por algo que no hiciste. Mientras lo encerraba en su habitación, la madre de Desideria aprovechó para irse. Ella quiere la sangre de su hermana y sobrina por esta traición, y no se detendrá hasta conseguirla.
La preocupación por la seguridad de su padre superaba con creces su ira y la irritación por su engaño. Esa familiar calma en la batalla se asentó sobre él.
—¿Dónde está mi padre?
—En el palacio de Nykyrian, rodeado de seguridad. No podría pensar en ningún lugar más seguro.
En eso tenía razón. Ya que la esposa e hijos de Nykyrian estaban allí, ese lugar era sin duda el edificio más seguro que existía.
—¿Y la madre de Desideria?
—Se apoderó de una nave fuera del hangar. Como ella entraba y salía, la seguridad no se dio cuenta hasta mucho después que se hubiera ido. Pirateé su plan de vuelo y se dirigía directamente a Exeter, sin duda, para ejecutar a su hermana y sobrina.
Oh sí, esto era malo. Y no tenía duda que la especulación de Darling era correcta. Sarria no era conocida exactamente por ser calmada.
Ella buscaba sangre.
Caillen gruñó mientras sus pensamientos volvían a una sola verdad.
—La matarán si sale del escondite.
—Sí, lo harán.
Y si ella no fuera la madre de Desideria, él diría: ¡adiós muy buenas! Pero a pesar de todo, era la madre de Desideria y no podía dejarla morir.
—¿Dónde estás? —le preguntó a Darling.
—En mi caza, yendo tras ella. Espero llegar a tiempo de evitar que se suicide. Si no, planeo caer luchando al lado de su estúpido culo.
¿La parte más triste? Sabía que Darling permanecería fiel a esas palabras.
Lo que significaba que iban todos de cabeza a la horca.

No hay comentarios:

Publicar un comentario