Bueno, Muerte no estaba exactamente sobre un caballo pálido. Él lo portaba…
Nick quería correr hacia la puerta, pero no pudo conseguir que los pies le obedecieran. Era como si todas las articulaciones de su cuerpo estuvieran bloqueadas por una fuerza invisible.
—¡Morty! —dijo Kara con entusiasmo—. Tus oídos han debido pitarte. Justamente iba a buscarte.
Su mirada nunca dejó a Nick.
—¿En serio? No es extraño que supiera que debía salir, entonces. He debido oírte pedir a gritos las galletas de Muerte.
Nick vio como el caballo pálido, que no era más grande que su mano, se irguió sobre sus patas en la pila de galletas. Su color no era como nada de lo que había visto nunca antes. Una extraña mezcla de azul y blanco, el color parecía ser una entidad viva por sí misma. El caballo en miniatura resopló fuego de sus fosas nasales antes de bajar corriendo por el brazo de Morty y desapareció en el interior del bolsillo de su sudadera.
¿Qué diablos?
Más que eso, era la imagen de Morty vestido con una armadura negra, blandiendo una espada. Su cabello negro azotaba alrededor de su cara y hombros, mientras sus ojos brillaban de un rojo feroz, vibrante y su piel resplandecía como si fuera de bronce y no carne.
Nick miró a su alrededor para ver si alguno de los weres se había dado cuenta. Si lo hicieron, no dieron ninguna indicación.
—¿Quieres una galleta, chico?
Le tomó un segundo darse cuenta que Muerte estaba hablándole.
—¿Qué?
—¿Quieres. Una. Galleta?
Él podría haber prescindido del tonito que decía que Muerte pensaba que era un imbécil.
Cuando Muerte te ofrece una galleta, o cualquier otra cosa, recházala.
Sí, definitivamente esa acción parecía la más sabia.
Nick negó con la cabeza.
—Acabo de comer. Mucho, y todavía se me está repitiendo el sirope. Gracias, pero no gracias.
La comisura de la boca de Muerte se curvó en una diversión irónica.
Kara frunció el ceño.
—Debes probarlas, Nick. Son deliciosas. Nadie hace las galletas con un sabor como éstas.
Probablemente porque el arsénico era un ingrediente clave.
Él se palmeó el estómago.
—Tengo que cuidar mi figura juvenil. Porque si no lo hago yo, nadie lo hará.
Muerte se echó a reír mientras le entregaba la bandeja a Kara.
—Vamos, Nick, déjame mostrártelo todo.
—No es necesario. Estoy bien.
Completamente ajena al hecho de que Nick estaba muy perturbado por su cocinero stygian, Aimee cogió una galleta de la fuente.
—Esa es una buena idea. Vosotros dos divertíos. Tengo que volver con las nóminas, de todos modos.
Mamá..., gimoteó Nick en silencio.
Morty le agarró del brazo y casi lo arrastró a través de la puerta giratoria que daba a la cocina, donde dos bestias gigantescas estaban limpiando. Uno de ellos era inmensamente alto y calvo, de ojos oscuros que no se perdía nada. Tenía un tatuaje en la base del cuello que parecía como una especie de pájaro enojado. El otro no era mucho más alto que Nick. Su cabello castaño estaba cortado corto.
Muerte le palmeó en lo alto del hombro.
—Nick, conoce a mis dos compañeros. Pain[1] y Suffering[2]. —Pain era el grande, y Suffering el más pequeño de los dos—. Tendrás que ignorar a Suffering ya que es mudo.
—¿Mudo?
—Mmm... Ya sabes, siempre hay que sufrir en silencio.
Nick se reiría, pero tenía miedo de que Pain le golpeara por ello, y como él era Dolor, era mejor dejarlo en paz.
—Encantado de conoceros a los dos. —Miró a su alrededor con nerviosismo—. ¡Oh, espera! Oigo a mi madre llamándome. Mejor me voy a ver lo que necesita. —Se volvió para irse, sólo para encontrar que tenía las piernas bloqueadas otra vez.
Muerte se acercó hasta quedar delante de él.
—No te hagas el tonto, cajún. No nos gusta eso.
Sí, y a él no le gustaba estar atrapado en la cocina con ghouls tampoco. A veces no conseguías lo que querías.
—¿Qué quieres de mí?
—Normalmente, sería tu vida y tu alma. —Suspiró profundamente—. Por desgracias, no puedo tomar ninguna ahora mismo. Hoy es una mierda ser yo. —Él golpeó a Nick con tanta fuerza en el hombro que le hizo tambalearse—. Fui enviado aquí para enseñarte.
—¿Enseñarme qué? —¿Morir dolorosamente en un callejón en algún lugar?
—Cómo entender los augurios.
Nick frunció el ceño.
—Ahhh... ¿qué?
—Augurios —repitió Muerte—. El arte de la adivinación.
Vale, eso no tenía ningún sentido para él.
—Pero tú eres la Muerte.
La muerte le ofreció una mirada burlona.
—Ya lo sé, muchacho. Créeme, no es algo que olvides. Pero hay muchos agentes de la muerte, mensajeros por así decirlo. Yo soy sólo uno. En mi opinión, soy el mejor. Sin embargo, hay un montón más por ahí fuera capaces de hacer el trabajo. Presumidos en su mayoría, concedido. Pero bastantes para que la Muerte se tome vacaciones. —Le guiñó un ojo al mencionar el título de una película que a la madre de Nick le encantaba ver.
Sí, a la Muerte no le faltaba el trabajo.
—Puedo entender que el negocio de la muerte no se pague muy bien, así que haces pluriempleo como cocinero en este lugar.
—Podrías pensar eso, ¿no? —La Muerte salió de su cuerpo. Literalmente.
Donde había habido una persona, de repente había dos. Sólo que uno de ellos ahora tenía el pelo corto negro, un delantal blanco, y los tatuajes corriendo por ambos brazos. Esa persona les ignoró mientras iba hacia el horno.
—¿Dónde están mis galletas? —Miró a su alrededor y luego frunció el ceño cuando vio a Nick—. ¿Quién eres y qué haces aquí? Sólo el personal puede entrar en la cocina. ¡Remi!
Nick abrió y cerró la boca como un pez. Señaló a la Muerte.
—No me puede ver, muchacho. Sólo piensa que estás chiflado por señalar a la nada.
Genial. Eso era todo lo que necesitaba. Una persona más que pensaba que estaba flipado.
—¿Morty?
El cocinero se detuvo en seco cuando se encaminaba a la puerta.
—¿Sí?
—Soy Nick. Aimee me dijo que entrara y me presentara yo mismo. Mi mamá va a trabajar aquí.
Morty levantó la mano en alerta.
—Quédate ahí. No te muevas. —Fue a la puerta y la abrió lo suficiente como meter la cabeza mientras hablaba con los demás. Nick podía oír su voz apagada, pero no podía entender las palabras.
—Me encanta hacer que los humanos piensen que están perdiendo la chaveta. Nada es tan satisfactorio... aparte de oírles tratar de negociar conmigo por sus vidas. Sabes, una vez me ofrecieron mi propia isla privada con un harén de vírgenes y tres camellos. Tentador, pero un ghoul tiene que hacer lo que un ghoul tiene que hacer. —La expresión en su cara dijo que estaba saboreando ese recuerdo. Entonces él golpeó a Nick en su hombro “lesionado”. Mira eso...
Morty volvió con un ceño fruncido en el rostro.
—¿Cómo pude sacar mis galletas fuera sin saberlo?
—Mira su cara. Me encanta.
Nick se aclaró la garganta.
—La metanfetamina es la muerte, amigo. Deja el crack.
—¿Qué? —Morty le miró como si se hubiera olvidado que estaba allí—. Um, de todos modos, Aimee ha dicho que eres de fiar. Todavía no recuerdo conocerte. No me acuerdo.
—Está bien. Todos tenemos… —Deslizó la mirada a Muerte, que seguía riendo, y tuvo que preguntarse si no estaba imaginando cosas, también—… nuestros problemas. Te diré que creo que he conocido a bastante gente nueva para un día. Voy a irme a relajar un rato.
Y a que examinen mi cabeza, porque obviamente, estoy teniendo una alucinación, probablemente provocada por descubrir que mi jefe es un monstruo de la naturaleza.
Ahora estoy viendo monstruos por todas partes.
—Buena idea —Morty se dirigió a la cocina.
Muerte pasó el brazo sobre los hombros de Nick.
—Llámame Grim o maestro. Prefiero maestro, pero Grim ya me vale, ya que me recuerda quién y lo que soy y lo que te pasará si te pones debajo de mi piel. ¿Capisce?
—Lo pillo.
—Muy bien. Por cierto, ¿sabías que la palabra capisce es en realidad la palabra en latín para “aferrar”? Al igual que en carpe diem o, en el caso de tu jefe nocturno, carpe noctem. Aferrate a la noche.
Nick no estaba seguro de qué hacer con nada de eso.
—Cierra la boca, chico. El cocinero ya piensa que estás chiflado. Recuerda que en este momento sólo tienes el privilegio de mi compañía.
—Vale.
—Hmm. La respuesta correcta debería ser capisco. “Entiendo”. Así yo digo capisce y tú dices…
Nick dudó antes de responder.
—Capisco.
Grim le dio una palmada en la mejilla.
—Perfecto. Puedes ser ensañado. Haces mi trabajo mucho más fácil cuando eres realmente inteligente. Te sorprenderías de los idiotas con los que me he cruzado. Como George Carlin dijo tan elocuentemente: Piensa en lo estúpida que es el promedio de la gente y te darás cuenta que la mitad de ellos son más estúpidos que eso.
Él tenía un buen razonamiento.
—Trato de mantener mi estupidez al mínimo, ya que mi madre siempre me dice que puede ser mortal en dosis grandes.
—Oh, ella tiene razón. Créeme, lo sé. Por lo demás, puede ser mortal hasta en pequeñas dosis. Recuérdame en algún momento que te cuente sobre la mujer que reclamé que le pasaba la aspiradora a su gato.
—¿Con quién hablas?
Nick sintió que su rostro se calentaba por la pregunta de Morty.
—Todavía estoy en la cocina, ¿verdad? Supongo que tengo que ponerme en marcha. ¡Oh, mira! Ahí está la puerta, justo voy a usarla ahora mismo. —Rápidamente hizo su salida.
El pequeño grupo que había dejado antes se había dispersado. No había nadie, excepto los dos camareros que habían vuelto a reponer existencias tras la barra.
Nick se detuvo junto a ellos.
—¿Dónde está mi madre?
Antes de que pudiera contestar, ella salió de la zona del baño vestida con una camiseta negra del Santuario igual a la de Aimee. Por suerte, la de ella era más ancha y la cubría totalmente. Su rostro se iluminó en el momento en que lo vio. Ella prácticamente bailó mientras iba hacia él.
—¡Ey cariño!
Estuvo a punto de preguntarle si estaba perdonado por hacer que la despidieran, pero decidió que no era el mejor momento.
—Pareces contenta.
—Oh, cariño, lo estoy. Son tan agradables aquí. Todos ellos. —Deslizó la mirada hacia la puerta—. Bueno, Remi es un poco distante, pero voy a tener que asumir eso cualquier día sobre algunas de las personas con las que trabajaré en el club. Incluso me van a dar un horario para que pueda estar en casa contigo por la noche. Y lo mejor de todo, me darán de comer gratis y a ti también, mientras trabajo aquí, y no sólo las sobras. Podremos comer chuletas si queremos.
—Me conformo con las galletas.
—Sí, sé que lo harías. —Le apretó la mejilla—. Técnicamente ya debería estar trabajando. Debería haberte dejado en casa del señor Hunter.
—Traté de decírtelo.
—No me repliques. —Ella dejó escapar un suspiro—. Sé que te aburrirás aquí. Quiero decir, ellos tienen cosas que hacer. —Miró por encima de la zona de juego—. Pero probablemente es mejor no tentar a la suerte el primer día.
—Puedo ir a pasar el rato al local de Bubba. Está calle abajo.
Toda la alegría se le evaporó de la cara.
—Ese es un nombre que no quiero volver a oír nunca. Te lo juro, ese hombre y sus travesuras... Es ridículo.
Él había salvado también la vida de ambos la noche anterior. Si no fuera por Bubba, su épica lucha y su habilidad de conducción, hoy estarían muertos.
Ese pensamiento le hizo mirar por encima del hombro de su madre a donde Grim los observaba con una expresión perpleja. Él golpeó ligeramente el reloj.
—El local de Bubba está bien, mamá. Él estaba tratando de ayudar.
—Sí, bueno, por su propia seguridad personal, mejor lo mantienes alejado de mí, o tendrás a tus dos padres en la cárcel por asesinato. —Tan pronto como las palabras salieron de su boca, ella se golpeó la mano sobre los labios y miró a su alrededor con espanto—. No hablemos de eso aquí, ¿de acuerdo? —susurró.
—Yo no hablo sobre el encarcelamiento lamentable y eterno de ese hombre a nadie. Nunca.
Sin intención de ofender, pero odiaba al donante de esperma que lo había engendrado. Hablando de gente de la que no quería hablar, su padre era un asesino a sangre fría que los había golpeado a ambos las pocas semanas que había salido de la cárcel. Si Nick no lo volvía a ver nunca, sería demasiado pronto.
—Ve a quedarte con Bubba. Hablaré contigo más tarde.
—Muy bien. ¿Tienes mi nuevo número de móvil[3]? —Eso le sonó infinitamente mejor en la cabeza que cuando salió de su boca, ya que le invocó una imagen suya en la cárcel vestido de naranja, sentado en un banco haciendo tiempo en Angola como su padre.
—No lo llevo encima. —Sacó un bloc y un bolígrafo del bolsillo y se lo entregó a él.
Él anotó el número y se lo devolvió.
—Si me necesitas, grita.
Ella le dio un beso en la mejilla.
—Ten cuidado. Pórtate bien.
—Siempre. —Nick se dio la vuelta y se dirigió a la puerta. Por suerte Grim no le habló otra vez hasta que estuvieron en la calle y lejos de Remi.
—Aww, Nicky, eso ha sido tan dulce. Tu mamá te quiere.
Nick se congeló al instante.
—No te burles de mi madre. No hables de ella más que en un tono reverente. No me importa si eres la Muerte , te patearé tanto el culo que te abriré un segundo agujero, tío.
Grim arqueó una ceja mientras sus dos compañeros se quedaban un paso atrás, como si le dieran espacio para machacar a Nick en una pulpa sangrante.
—Normalmente, yo mismo te daría un abridor y te diría que lo intentaras si te atreves. Alégrate que tenga una deuda que me impide matarte ahora mismo. Pero no me presiones. Aunque tienes una muerte predeterminada, tus decisiones voluntarias puedes pasar sobre esa disposición. Pon eso en la balanza y piénsalo antes de intentarlo.
Nick frunció el ceño.
—¿Qué significa que tengo una muerte predeterminada?
—¿Tartamudeé?
—No.
—¿Te parezco una enciclopedia?
Nick frunció el ceño.
—No.
—Entonces, deberías entender lo que dije, ya que no hablo en clave. Cada criatura mortal nace con una fecha de caducidad. Algunos inmortales, también. Fijado por el gran relojero. Pero la estupidez excesiva y tendencias idiotas pueden acortarla. Cabrearme es una forma realmente buena de reducir la tuya a tres segundos desde ahora.
El hielo en su voz mientras hablaba consiguió que Nick retrocediera. No es que estuviera acostumbrado a eso. Ni mucho menos. Su madre a menudo le decía que era como un perro con su hueso. Porque cada vez que le hincas el diente a algo, no lo sueltas hasta que un rayo te golpea. Era tristemente cierto.
Sin embargo, su instinto de supervivencia se impuso.
—Entonces, ¿qué hacemos, de todos modos?
Grim le dio una mirada burlona.
—Vamos al local de Bubba. ¿No es eso lo que le dijiste a tu madre?
—Sí, pero pensé…
—Para la primera lección, te puedo entrenar en cualquier parte. Sólo recuerda, no me verán. Tú sí.
Nick lo consideró.
—Con Bubba entonces. —Era la única persona que ni siquiera pestañearía si Nick estuviera hablando con un amigo “imaginario”. Caray, si probablemente se añadiría a ellos, también.
—Así que, ¿quién te envía para entrenarme, de todos modos?
Grim sonrió.
—No tengo libertad para decírtelo.
—Entonces, ¿cómo sé que puedo confiar en ti?
—Todavía respiras, ¿no? Si un MOD se acerca a ti, le ves y sigues vivo, obviamente, estamos aquí para tu bien y no tu muerte.
—¿MOD?
—Mensajero de la Muerte. —En el momento en que Grim pronunció esas palabras, Nick vio una imagen de él con las alas extendidas, los ojos rojos centelleantes, y su rostro un esqueleto púrpura brillante.
—Te gusta asustar a la gente, ¿verdad?
—Por supuesto. Me encantan los sonidos del miedo que hacen. Música para mis oídos.
Y en esa nota, Nick decidió que sería mejor seguir adelante. No, él no estaba seguro de poder confiar en Grim.
Pero era mejor no enojarlo. Así que giró por Royal y se dirigió al Triple B ‑la única tienda de ordenadores y armas en el mundo‑ al menos que Nick supiera. Y eso lo decía todo acerca de Bubba, cuyo logo era él estando de pie encima de un disparo, con un ordenador humeante y un cañón al hombro.
1-888-CA-BUBBA
Si no puedo arreglar los problemas de tu ordenador de una manera…
Me encargaré de ellos de otra
Sí, Nick sabía de qué manera.
—¿Triple B? —Grim le preguntó mientras se acercaban al letrero que colgaba sobre la puerta. ¿Qué significa eso?
Nick se rascó la nuca.
—Hay cierto debate al respecto. Algunos piensan que es por Big Bubba Burdette. Otros creen que es sinónimo de Big Balls and Brains[4].
—¿Qué dice Bubba?
—Cambia de tema cada vez que alguien pregunta.
Grim sonrió.
—Ya me gusta.
Nick se desaceleró al ver el daño de la noche anterior. El escaparate grande tenía cinta adhesiva en los cristales rotos. La puerta principal, que había sido sacada de sus bisagras, había sido atada con cadenas al lugar, y había hollín de los lanzallamas por todas partes.
Sí, la noche anterior había sido muy divertida. Era un milagro que no estuvieran todos entre rejas.
Grim cruzó los brazos sobre el pecho mientras observaba el desastre.
—Me recuerda el apocalipsis. Es vergonzoso que me perdiera todo lo que pasó aquí.
—Fue una invasión de zombis, y casi no escapamos con vida.
Grim se burló.
—¿Qué eres? ¿Un artrítico? Los zombis no se mueven lo suficientemente rápido como para ser una amenaza para nadie. Sin embargo, atrapan a sus blancos, si se duermen en los laureles.
—Estos no eran totalmente zombis... al menos no todos ellos. Había un grupo de demonios Mortent detrás de mí. Encontraron un video juego que un amigo mío hizo que podría reprogramar el cerebro humano y convertir a una persona en una máquina de matar. Usaron a mi equipo de fútbol para venir detrás de nosotros, y confía en mí, esos chicos pueden moverse muy, muy rápido. No queríamos matarlos, porque no era culpa de ellos.
Grim frunció la frente como si las palabras de Nick le causaran dolor.
—Deja que te de un consejo gratis, chico. Cada vez que algo te ataque, rómpele el cuello o pégale dos tiros. Nunca, nunca dudes. Es infinitamente mejor ser juzgado por doce que tumbado por seis.
Tenía un punto, pero Nick no era su padre y él no quería tomar la vida de nadie. En especial, ninguno de sus compañeros de clase. Ya era suficiente paria sin añadir eso a su curriculum.
Grim tiró de la cadena cerrada con candado que sujetaba la puerta destartalada de la parte delantera.
—¿Alguna otra entrada?
Nick sacó el móvil y llamó a Bubba.
—¿Si? —Debido al espeso acento sureño de Bubba, la mayoría de la gente pensaba que era estúpido cuando lo conocían. Pero Bubba era un graduado summa cum laude del MIT y era sin duda el hombre más inteligente que Nick había conocido.
Algo… no, bastante loco, pero muy inteligente.
—Hey, Bubba, soy Nick. Mi madre comenzó un nuevo trabajo en el Santuario y quiso que no asomara la cabeza hasta que salga del trabajo. Como tú eres la razón de que haya sido despedida, ¿me preguntaba si podía trabajar en la tienda hoy?
—Oh, infierno sí, trae tu pellejo cajún a la puerta de atrás.
—Estoy fuera —Nick se deslizó hacia la puerta trasera que usualmente estaba reservada para las entregas.
Bubba ya la había abierto cuando él lo miró.
—¿Cómo estás?
—Estoy vivo, así que no me quejo.
—Desearía que Mark pensara igual. El chico lleva toda la mañana llorando como una chica.
—No estoy llorando. Estoy sufriendo, Cromañón sin corazón.
Con su casi metro ochenta y cinco de altura, poblada barba negra y pelo corto oscuro, Bubba era el epítome de lo que mucha gente llamaría un paleto. Pero la única cosa que Nick había aprendido en su corta vida era que la gente rara vez se ajusta a los estereotipos que otros quieran darle. Como muestra, mientras que Bubba amaba a su furgoneta, su madre, sus armas y camisas de franela, él también era un fan de las películas de terror y un bobo para las películas extranjeras para chicas. De hecho, el programa favorito de Bubba era Oprah, y él lo veía fielmente todos los días. ¡Ay! que dolor o, mejor dicho, muerte para cualquiera que se interponga entre Bubba y su televisión a las cuatro. Su música preferida era el punk o alternativa, y nunca lo pillabas si llevaba un par de botas de Doc Martens.
Al igual que Bubba, Mark Fingerman no era lo que parecía tampoco. Sí, llevaba una gran cantidad de camuflaje, pero eso era para evitar que los zombis le vieran.
No preguntes.
Mark creía en todas las criaturas paranormales. Incluso en el Ratoncito Pérez.
Una vez más, no preguntes.
Mark podría acabar con la paciencia de Gandhi.
Sólo un puñado de años mayor que Nick, Mark era el compañero de trabajo de Bubba. Con el pelo castaño desgreñado y ojos brillantes, Mark estaba en la tienda con un cubo y una fregona. En este momento estaba escurriendo dicha fregona y pateando tanto el cubo, que el agua se derramaba por el suelo.
Nick les frunció el ceño.
—¿Qué está pasando?
Mark extendió la mano con la fregona que tan obviamente odiaba.
—Haz la limpieza, amigo. Bienvenido a la fiesta. Me encanta que hayas podido venir.
Gimiendo, Nick cogió la fregona. Él discutiría, pero Bubba podría pegarle un tiro ‑como había hecho con los últimos cuatro ordenadores que le habían irritado. Las entrañas de los más recientes se extendían aún a lo largo de la mesa de trabajo de Bubba.
—Mira —Mark levantó las manos para la inspección de Nick—. Están ásperas y húmedas. Nunca tendré manos suaves otra vez.
Nick resopló.
—No estás bien, ¿verdad?
—Oh, por favor. Si estuviera bien de la cabeza, ¿crees que estaría trabajando para Bubba? Especialmente con lo tacaño que es el bastardo con la paga. ¿Te golpearon muy duro la cabezota anoche?
Nick esquivó la mano de Mark cuando trató de tocarle el pelo.
—Colega, no hagas eso. —Miró a Grim, quien puso los ojos en blanco.
—Conozco a este payaso —dijo Grim en un tono maléfico—. Él continúa bromeando conmigo con esas experiencias cercanas a la muerte. Un día, le cogeré del trasero, aunque no tenga que hacerlo. No se puede llamar a mi puerta para después cerrármela en las narices. Eso simplemente no está bien.
—¿Nick? —llamó Bubba—. ¿Por qué no limpias la parte delantera de la tienda, mientras Mark y yo continuamos recogiendo aquí?
—Muy bien.
Al salir de la trastienda y dirigirse a la zona de tienda, se dio cuenta de lo mucho que los dos ya habían hecho. Todos los escombros habían sido recogidos y la mayoría de los cristales rotos. Debieron estar limpiando durante horas.
Por un minuto, Nick vio los sucesos de anoche pasarle por la cabeza. Había sido horrible. Pero lo bueno fue que accidentalmente habían encontrado una manera de arreglar a los zombis humanos y devolverlos a la normalidad.
El otro tipo.
Esos habían sido vulgares y sucios de eliminar.
Grim vagaba alrededor mirando los estantes de los ordenadores y portátiles, así como los periféricos y accesorios que estaban colocados en medio del suelo. Las paredes estaban cubiertas del suelo hasta el techo con una de las selecciones más grandes de armas en el Sureste. Las vitrinas separaban las armas de cualquiera que pudiera entrar y coger una.
Primera regla de Bubba:
Nadie maneja un arma en mi tienda sin supervisión directa.
La mirada de Nick se fue involuntariamente al cuadro de la madre de Bubba que colgaba en la pared. Un retrato que tenía un disparo enorme, justo entre los ojos. El estómago se le cayó a los pies. Sí, se había escapado por los pelos.
—Entonces, ¿qué me vas a enseñar? —le preguntó a Grim en un esfuerzo por evitar pensar en cómo le había disparado a la madre de Bubba en la cabeza. Él tenía suerte de respirar todavía después de eso.
—Cómo abrir tu mente y prestar atención. El universo siempre está hablándonos. A veces las señales las tenemos justo delante de la cara, y otras veces, son muy, muy sutiles.
—Sutiles, ¿cómo?
Grim señaló el retrato de la madre de Bubba.
—Vamos a usarlo para un ejemplo. Cuando lo miras, no ves nada más que un agujero en un cuadro. Cuando yo lo miro, puedo decir exactamente cuándo y cómo vas a morir, y no me refiero a que Bubba venga a por ti por desfigurar la imagen de su madre. Muestra una parte integral de tu futuro... y su fin.
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