Nick se congeló frente al brillante coche negro de Ash... No, no era un coche. ¡Era un alucinante Porsche 911 Turbo! Hablando de pasadas. Su corazón empezó a bombear como un tren de mercancías ante la perspectiva de conducirlo.
—¿Cómo puede ser este tu coche?
Ash le lanzó una mirada de “duh”.
—Bueno, escribí un cheque enorme con fondos y entonces ocurrió la más alucinante de las cosas... El vendedor me dio las llaves y me dejó llevármelo a casa. Fue como magia.
Nick le miró furioso.
—Sólo a mí se me permite ser sarcástico.
—Confía en mí, Nick. Tengo muchos más años de práctica en esto que tú. Ahora salta dentro.
—¿Salta? Tío, ¿has perdido la cabeza? No puedo tocar esto. Podría dejarle una huella o algo.
―Oh, qué horror. Supongo que tendré que cambiar la pieza de chatarra y conseguir una nueva si ocurre. Por cierto, no respires sobre la tapicería o tendré que destriparte.
Ash se subió al coche sin perder un momento.
Incluso aunque Ash hubiera estado bromeando, Nick dudó. Sólo había visto coches así en posters y en internet. El precio que marcaba era más dinero que el que su mamá hacía en...
Quince años.
Por lo menos.
Había personas que vivían en casas que costaban menos. Él vivía en una casa que probablemente costaba menos que las llantas de esta cosa. Dang, ¿Cómo sería poseer algo tan fino?
―Nick, entra. No tengo toda la noche.
Mordiéndose el labio, Nick tiró del faldón de su camisa para no empañar la prístina pintura negra con una imprenta de su pata. Ash ya había puesto su mochila en el entarimado. Hombre, ese sí era un coche guay. Con cuidado de no dejar una huella del pie en el interior de color marrón, se subió y cerró la puerta.
―¿Eres un camello?
—No ―Ash dejó salir una risa corta―. Soy un mediador.
―¿Un qué?
Ash puso en marcha el motor, con la llave al lado izquierdo del volante. ¿Cómo de raro era eso?
—Organizo a gente.
—¿Qué clase de gente?
—Gente como tú. Cabezas duras. Testarudos. Irritantes y bocazas.
Metió una marcha larga y pisó a fondo.
Nick agarró la manivela de la puerta y se sujetó, como si le fuera la vida en ello, mientras Ash atravesaba el tráfico a velocidad supersónica.
—Relájate, chico. No voy a abollar este coche.
Nick no estaba tan seguro sobre eso.
—Te gusta conducir rápido, ¿verdad? Por cierto, ¿cuántas multas te han puesto?
Ash no respondió. Probablemente fue lo mejor ya que Nick no quería acabar como un adorno en la capota del vehículo de alguien más. Lo último que necesitaba era distraer a Ash mientras conducía a esa velocidad endiablada.
O tratar de hacerlo, de alguna manera.
Nick se encogió cuando Ash se abrió paso entre dos enormes semis.
—Gah, ¿saben tus padres cómo conduces? ¿Y dónde conseguiste tu carnet, de todas maneras? ¿El Especial de la Luz Azul en Kmart[1]?
Ash se rió.
—¿Quién dice que tengo carnet?
Nick dejó escapar un quejido de alarma.
—Relájate, Nick. Recuerda, tengo poderes de Jedi malvado. Nada va a tocarnos.
Cambió de marcha y salieron disparados hacia delante como una bala.
—Creo que mejor me las veo con los zombies. Paraaaaaaaaaaa...
Podría jurar que el coche realmente se elevaba para evitar ser sacado de la carretera al chocar con otro coche.
Si... desde luego que eran poderes de Jedi malvado.
Miró hacia Ash, que conducía en la oscura noche aún con las gafas de sol puestas.
—¿Cómo conseguiste esos poderes, por cierto?
—Fueron un regalo por mi Vigésimo Primer cumpleaños.
—¿Eres tan mayor?
Nick habría jurado que no era mayor de dieciocho o diecinueve.
Ash se rió otra vez.
—Soy algo mayor que eso.
—Así que, ¿qué hiciste por ese regalo? ¿Vender tu alma o algo?
El humor abandonó su cara.
—Algo así.
Esto se estaba poniendo bueno. Nick habría matado por tener los poderes que Ash tenía.
—¿A quién se la vendiste? ¿Al diablo?
Ahora, con cualquier otro, esa habría sido una pregunta estúpida, pero ya que Nick había visto lo que Ash podía hacer, supo que Ash tenía que haberlos sacado de algún lugar, y no del Walmart de la ciudad.
Ash hizo una pausa antes de responder a la pregunta de Nick. No le gustaba hablar o siquiera pensar sobre su pasado por una multitud de razones. Pero que él pertenecía a alguien, era algo no demasiado secreto, ya que la mayoría de la gente a la que conocía habían vendido sus almas a la única persona que podía controlarle a él.
—Soy propiedad de una diosa, Nick.
—¿Cuál?
—Artemisa. ¿Has oído algo sobre ella?
Nick se rascó la oreja.
—La diosa griega de la luna, ¿no?
—La luna está asociada a ella, pero Selene es la verdadera diosa de la luna. Artemisa es la diosa de la caza.
—¿Y qué caza?
—La mayoría de los días, a mí —dijo Ash por lo bajo. Aclarándose la garganta, habló más alto—. Está básicamente retirada. La mayoría de los dioses antiguos sólo son poderosos cuando son venerados por fieles.
—¿La mayoría?
Si, algunos, como Acheron, no necesitaban fieles para recargar sus poderes. Ellos eran los realmente peligrosos porque sus poderes nunca disminuían. Y desafortunadamente, Artemisa podía y se había aprovechado de sus poderes cuando le convenía. Pero afortunadamente para el mundo, a ella no le importaba utilizarlos excepto, contra el mismo Acheron.
Cuando no lo aclaró, Nick hizo otra pregunta.
—¿Eres uno de los débiles?
—Nunca dije que fuera un dios.
Pero de alguna manera Nick parecía haber sentido que lo era. Otra cosa que le hacía diferente de cualquier otro.
Nick se calló mientras digería los comentarios de Ash. Este no lo había dicho, pero había algo sobre él tan poderoso que casi podía sentirlo en la médula de sus huesos. Si no era un dios antiguo, era algo...
Que se equiparaba a eso.
—Bueno, ya sabes, no tienes que contarme lo que eres, Ash.
—Sólo piensa en mí como en un poderoso inmortal y te irá bien.
Nick enarcó una ceja cuando se centró en una palabra en particular.
—¿Inmortal?
—Sí.
—Así que, ¿cómo de viejo eres? ¿Realmente? —Debía ser muy antiguo— ¿Doscientos, trescientos años?
Ash le dedicó una sonrisa irritada.
—Sobre once mil.
Nick abrió la boca con incredulidad. No era posible. Él no podía creer que fuera cierto.
—¡Mierda!
—Vigila tu lenguaje, niño.
—Vale, ostras. De ninguna manera. Ni siquiera existía gente en esa época. Te estás quedando conmigo.
Ash negó con la cabeza.
—Te lo puedo asegurar, existíamos. Incluso me trataba de tú a tú con algunos de ellos.
Nick permaneció inmóvil mientras lo asimilaba y trataba de imaginar el mundo del que Ash podría venir. ¿Cómo habría sido la gente de ese entonces?
¿Era sólo que Ash estaba lleno de mierda?
—No estás bromeando, ¿a qué no? —Preguntó Nick.
—Mortalmente serio.
Aún no podía creerlo. ¿Podía la gente realmente ser inmortal? Había visto películas y leído libros, pero...
—¿Cómo? ¿Eres un vampiro o algo? ¿Qué es lo que te hace inmortal?
—Un ADN realmente bueno.
Nick rodó los ojos. Las respuestas evasivas de Ash empezaban a irritarle. Quería una respuesta y la quería ahora.
—Oh, vamos. Tengo que saber quién hace el voodoo que tú haces. Más que nada, quiero saber cómo hacerme inmortal... bueno, no a mi edad, porque eso sería un asco. Pero dentro de unos años, cuando esté terminado y en mi mejor momento —le sonrió a Ash—. Hazme inmortal.
Ash no estaba encantado.
—Mira, Nick. No me gusta hablar de mis poderes y no mucha gente sabe lo que puedo hacer. Estoy confiándote un secreto y espero que lo mantengas. Si no puedes... —dejó caer la cabeza como si estuviera mirando sobre el borde de sus gafas de sol—. Bueno, estoy seguro de que tu mamá te echará de menos.
—Ni la mitad de lo que yo me echaría de menos, si me matas —guiñó como una chica y se inclinó hacia el hombro de Ash—. Por favor, no me hagas daño, Ash. Por favor. No quiero morir siendo virgen. Al menos déjame echar un polvo antes de que me mates... lo que, de acuerdo con lo que dice mi madre, no puedo hacer antes de casarme, y eso no lo puedo hacer antes de terminar la universidad. Así que tendrás que esperar unos buenos diez años antes de acabar conmigo. ¿Trato hecho?
Ash le empujó de vuelta a su lado del coche.
—No estás bien, ¿verdad?
—Sí, lo sé. Fueron todas esas virutas de pintura que me comí de crío. Estaban buenas, pero eran cromosómicamente dañinas.
Ash dejó ir un suspiro audible mientras se obligaba a no reírse por las payasadas de Nick. Estaba empezando a gustarle el crío más de lo que debería. Había algo con él, que era infeccioso.
—Diez años, ¿huh?
—Sí, podrás matarme cuando tenga veinticuatro, siempre que ya no sea virgen, pero ni un día antes de eso.
—De acuerdo. Trato hecho... siempre que puedas mantener el buzón cerrado.
—Buzón cerrado con clavos, señor.
—Pero cuando tengas veinticuatro... —Ash dejó que su voz se desvaneciera poco a poco.
—Soy todo tuyo, cariño.
Ash negó con la cabeza.
—No te intimido ni un poco, ¿verdad?
—Bueno, cuando me perseguiste por la casa de Kyrian, mojé un poco mis pantalones. Creo que al final, no soy un allanador. Mi madre estaría decepcionada después de todo lo que ha tenido que pasar para enseñarme a utilizar el orinal. Pero una vez que me dejas vivir... cometes un gran error... ahora sé que piensas que soy demasiado mono y adorable para matarme.
Era realmente difícil agitarse con alguien con ese sentido del humor. Y con toda sinceridad, era agradable estar con una persona que no trataba de probarse a sí mismo, mojarse o tomar bandos. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que alguien, que sabía que no era humano, le trataba como uno.
—Eres mono y adorable, pero nunca olvides, chaval, que soy un carnívoro de un tiempo y un lugar donde teníamos que matar y despellejar nuestra comida para poder comer.
Los ojos de Nick se abrieron como si tratara de imaginar a Ash vestido como un cavernícola gótico con un taparrabos negro tachonado persiguiendo a tigres dientes de sable y matándolos con una lanza. ¿Tenían tigres dientes de sable en aquella época? ¿Tenían taparrabos o cazaban desnudos? Mierda, sus profesores tenían razón. Esa basura trivial podía ser útil.
Pero ese no era el punto de esa conversación. Ni el punto de lo que Ash le estaba contando.
—Te gusta asustar a la gente, ¿verdad?
—Tanto como a ti te gusta molestarles y por la misma razón.
Hacer eso evitaba que la gente se acercara demasiado. Nick lo hacía para que los demás no pudieran burlarse de él o para que, cuando lo hicieran, no doliera tanto.
¿De qué estaba Ash tratando de protegerse? Era definitivamente algo sobre lo que pensar.
Ash se detuvo en la curva frente a la casa de Nick, que parecía aún más en ruinas después de estar en el barrio de Kyrian.
Para crédito de Ash, no reaccionó de ninguna manera ante la destartalada casa.
Nick silbó por lo bajo cuando vio a un par de personas en la calle pararse y mirar el coche.
—Hombre, mis vecinos deben de estar flipando. Primero me recoge un Lexus y ahora me dejan en un Porsche. Es un milagro que no esté llamando a las autoridades de Nueva Orleáns para denunciar actividades sospechosas.
Ash se burló mientras apagaba el motor.
—Creo que los AOP tienen cosas más importantes de las que preocuparse esta noche que sobre los coches que van a tu casa.
Nick frunció el ceño ante la palabra que no entendía.
—¿Los AOP?
—Agentes del orden público.
—Ah... un anagrama guay.
—Acrónimo —corrigió Ash.
Pero esta vez, cuando habló, su acento era muy marcado con la primera parte de la palabra saliendo de lo más profundo de la garganta... como un gruñido. Era un sonido realmente genial.
—Espera... Di esa palabra otra vez.
—Acrónimo.
Y puf, Ash ahora sonaba como cualquier otro de la calle.
—Es increíble que puedas deshacerte de tu acento. ¿Cómo lo haces?
—Mucha práctica. Ahora si no te importa, necesito tirarte fuera para poder volver a mis asuntos.
—¿Qué son?
—Mediar con personas... cosa que, ahora mismo, eres tú. Fuera, Nick.
Nick abrió la puerta y salió del coche. Ash cogió su mochila y le siguió por la corta y destartalada pasarela que estaba cubierta de hierba y llena de guijarros.
Sin mencionar un montón de cucarachas que se dispersaban a su paso. Algunas de ellas corrían bajo la planta que Bubba le había enviado.
Tratando de no pensar en las cucarachas, Nick apenas atravesaba la puerta de su casa cuando su madre la abrió de golpe y lo atrajo a un fuerte abrazo.
—¡Brazo! ¡Brazo! ¡Brazo! —Dijo rápidamente cuando le hizo daño.
Ella le soltó inmediatamente.
—Lo siento, cariño. Estaba tan asustada que, cuando te he visto... podría dejarte el trasero azul a azotes, chico. No te atrevas jamás a preocuparme así otra vez. ¿Me oyes?
Nick frotó la mano contra el brazo herido, que todavía le dolía por el abrazo.
—¿Sabes? He oído que tienen medicación para esos cambios de humor drásticos, Ma. ¿Quizá considerarías la posibilidad de tomar algunos?
Ella se burló de él.
—No te atrevas a ponerte payaso conmigo después de lo que me has hecho pasar hoy. Tienes suerte de no estar castigado de por vida por esta estupidez. Si hubieras estado en cualquier otro lugar que no fuera tu trabajo, lo estarías.
Se giró hacia la puerta para cerrarla y se congeló cuando vio a Acheron en el porche. Su cara palideció cuando advirtió su tamaño.
—Está bien, Mamá. Es un amigo del Señor Hunter que me ha traído a casa.
Acheron levantó la mochila de Nick para que ella la viera.
—Sólo estaba cargando esto por él, Señora Gautier. Perdone si la he asustado.
Su madre sonrió como si se hubiera dado cuenta de que estaba embobada.
—Está bien. Yo sólo...
Ash sonrió.
—Sí, lo sé. Es problema de la altura y las ropas. Tiendo a aterrorizar a mucha gente.
Sin mencionar esa aura letal que crepitaba en el aire a su alrededor. Pero Nick empezaba a acostumbrarse a eso.
—¿Trabajas también para el Señor Hunter? —Preguntó su madre.
Ash dejó su mochila en el suelo.
—No, señora. Sólo somos viejos amigos.
Ella sonrió.
—No pareces lo suficientemente mayor como para tener viejos amigos.
Nick resopló al ver que ella había asumido lo mismo que él.
—Confía en mí, Mamá, es mucho más mayor de lo que parece.
—Bueno, gracias por traer a mi bebé a casa. Te lo agradezco.
—No hay problema —Acheron se giró hacia Nick—. Mantén tu nariz limpia, chico. Nos vemos por ahí.
—Gracias, Ash.
Inclinó la cabeza antes de irse.
Su madre cerró la puerta con pestillo y alejó la mochila de Nick del umbral para no tropezar con ella.
—Es un poco peculiar, ¿verdad?
—No sabes ni la mitad.
—Así que, ¿cómo te ha ido en tu primer día con el Señor Hunter?
—Todo bien.
Aparte de los zombies, la locura de Rosa y Acheron, pero no había necesidad de aterrorizarla completamente. Sólo uno de ellos necesitaba asustarse por el momento.
—Bien. Ahora será mejor que me prepare para trabajar.
Se dirigió a su habitación. Nick tiró de ella para pararla.
—No lo creo.
—¿A qué te refieres?
—Me refiero, a que quiero que te retires esta noche.
Suspirando, retorció el brazo para soltarse de su agarre.
—Deja los sinsentidos, Nick. Sabes que no puedo retirarme. Necesitamos el dinero.
—No, Ma, de verdad. El señor Hunter va a pagarme cuatro mil, al mes por trabajar para él.
Su mandíbula cayó mientras sus ojos se estrechaban con rabia.
—¿Haciendo qué?
—Recados, como él dijo.
—Oh no, no, no. No voy a aceptar nada de eso. Nadie paga esa cantidad de dinero por hacer recados legales. Quiero que renuncies mañana a primera hora.
—No, Mamá. Es todo legal. Lo prometo.
Ella aún se negaba a creerle.
—No, por esa cantidad de dinero no lo es. ¿Por qué clase de idiota me tomas? No nací ayer. Yo...
—Mamá, escucha. Por favor. Está más forrado de lo que jamás hayas visto antes. Ash me contó que Kyrian piensa que todavía no me paga lo suficiente. El tipo no tiene idea de lo mucho que me está pagando. De verdad.
—Nadie está tan forrado como para soltarte cuarenta y ocho mil dólares, Nick, sólo para hacer recados.
Un día atrás, habría estado de acuerdo con ella. Pero después de hoy... por alguna razón creía en Kyrian y en sus intenciones.
—Sí, lo está. Confía en mí. He visto la casa y nunca has visto algo como eso. Así que, puedes retirarte del baile. Ganaré lo suficiente trabajando a media jornada como para que no tengas nada más que hacer, que quedarte en casa.
Justo como siempre habían soñado.
Su madre dudó.
—No lo sé.
—Por favor, Mamá. Confía en mí.
Sus rasgos se suavizaron cuando ella le acarició la mejilla con la mano.
—Te diré lo que haremos. Trabajarás para él un par de semanas y después de que tengas tu primer cheque, ya veremos, ¿de acuerdo?
Nick frunció el labio cuando se dio cuenta de su táctica. Estaba callándole y no estaba escuchando ni una sola palabra de lo que le decía.
—¿Por qué no me crees?
—Creo que le subestimas.
—No lo hago.
Ella le apartó el pelo de la cara.
—Ya veremos, Nick. Ya veremos.
Dios, odiaba ese tono que usaba. Era muy condescendiente y lo que realmente estaba diciendo era que él no tenía ni idea de lo que estaba diciendo. No era estúpido.
Lo que fuera. Estaba demasiado disgustado como para seguir discutiendo, cuanto era obviamente inútil.
Ella se fue a vestir.
—Te dejé huevos y queso en el horno, por si tienes hambre.
Nick se encogió con sus palabras. Debería haber pensando en traerle algo del gumbo de Rosa. No debería haberse olvidado de ella.
La próxima vez...
—Estoy lleno, por si quieres más. El ama de llaves de Kyrian me dio de comer hace una hora o así.
—¿Estaba bueno? ―dijo ella, desde su habitación.
—Sí.
Ella asomó la cabeza por la puerta.
—¿Mejor que mi comida?
Había empezado a decir que sí, lo que era verdad, pero el instinto de supervivencia asomó. Había cometido el error de decir que Menyara hacía mejores galletas una vez y su mamá no se lo había tomado bien.
—No. Nadie puede igualar tu gumbo.
Ella le guiñó el ojo antes de cerrar la puerta. Nick suspiró con alivio por haber pasado sobre el campo de minas sin que le patearan el trasero. No pasaba muy a menudo esas pruebas. Estoy mejorando en esto de tratar con mujeres. Hoy su madre. Mañana una novia de verdad... Como Kody.
¿Debería llamarla? Ya que no la había visto en el colegio, todavía tenía su Nintendo en el bolsillo. Sabes que no tienes su número. Oh, sí. Eso era un problema. Lo primero que tenía que arreglar mañana cuando fuera al colegio. Y, esta vez, no se escabulliría. Él realmente le pediría ir a tomar beignets con él. Nick se dirigió al mostrador y cogió su desgastado ejemplar de Hammer's Slammers, y se fue a leer a su habitación. No había hecho más que abrir la página por donde lo había dejado la noche anterior cuando su madre retiró la manta.
—Me voy. ¿Quieres algo antes de que me vaya?
—Estoy bien.
—Vale. Mennie dijo que vendría más tarde para echarte un ojo. Volveré poco después de que amanezca.
Nick bajó el libro mientras pensaba en que ella tendría que tomar la carretera para ir al trabajo y volver mientras más zombies podían estar en las calles. Su mamá apenas sería un aperitivo para ellos.
—¿Te importa si voy contigo al trabajo hoy?
—Necesitas descansar.
—Sí, pero con toda esta locura de m... —se paró antes de decir algo por lo que ella se le echara encima— ...movidas pasando, me sentiría mejor si no fueras por ahí tú sola.
Una leve sonrisa se extendió en su bella cara.
—¿Vas a ser mi protector?
—Ese es mi trabajo, ¿no?
—De acuerdo. Coge una cazadora y se lo diré a Mennie.
Nick hizo como le ordenó. No le dejaba ir al club muy a menudo en días de clase, pero realmente sentía lo que acababa de decir. No le gustaba que su madre estuviera sola fuera. Nueva Orleáns podía ser peligrosa en sus mejores noches, y ya que ella era todo lo que tenía...
La protegería con cada soplo de vida de su cuerpo.
Cuando tuvo la cazadora sobre su brazo malo y alcanzó el porche, Mennie ya estaba fuera con ella.
—¿Por qué no te llevas mi coche, chère?
Su madre dudó.
—Sabes que no me gusta ser responsable de las propiedades de los demás. Además, es muy difícil y caro aparcar en el Barrio Francés. Y Bourbon Street está cerrada al tráfico.
—Entonces aparca en Royal. Por favor, Cherise, me sentiría mejor si no estuvierais los dos pateando las calles, a las tantas de la madrugada, vosotros solos. Piensa en el pobre Nicky.
Su madre le miró, antes de asentir.
Menyara le tendió las llaves y luego besó a Nick en la mejilla.
—Cuida de tu madre.
—Siempre.
Su madre le sonrió.
—Te dejaré las llaves en el mostrador para que puedas recogerlas por la mañana.
—Me parece bien.
Su mamá se giró y le dirigió abajo de las escaleras donde el Taurus de color azul oscuro esperaba junto a su destartalado Yugo rojo que necesitaba reparaciones que no se podían permitir ahora mismo. Nick montó primero. Era raro estar en el coche de Mennie sin ella. Normalmente sólo montaban en él cuando se acercaba un huracán y necesitaban evacuar la zona, y su coche estaba estropeado.
O cuando Nick necesitaba que le dieran puntos.
Sin querer pensar en eso, se abrochó el cinturón mientras su madre ponía en marcha el coche.
Ella le revolvió el pelo.
—¿Sabes? Ya que tengo el coche, puedes quedarte en casa.
—Nope. Todavía tienes que caminar desde Royal a Bourbon.
Ella negó con la cabeza.
—Mi pequeño y bravo bulldog.
—Soy más grande que tú.
—Pero yo soy más mala.
Siempre decía eso, pero no era verdad. Su mamá era la persona más amable que jamás había conocido. Era una de las razones por las que era tan protector con ella. De muchas maneras, todavía era una mujer de mirada inocente que sólo veía el bien en las personas.
E imposible de creer, pero incluso defendió a su padre cuando no había nada en absoluto, de bueno, que decir sobre ese hombre. Era el diablo personificado.
Cerrando los ojos, escuchó la grabación de zydeco sonando por lo bajo en la radio del coche. Eso y Elvis eran la música favorita de su madre. Zydeco, decía, porque hablaba de sus raíces Cajun. Elvis porque le recordaba cuando era una niña pequeña y jugaba con sus primas y su hermana. Al parecer solían jugar juntas para imitar a Elvis. Y ese pensamiento le hizo hacer una mueca cuando la canción de Mojo Nixon —Elvis is Everywhere— empezó a resonar en su cabeza... le había llevado días conseguir que eso dejara de torturarle.
Y no tenía sentido que trataran de imitar a Elvis porque todas eran chicas, pero lo último que quería era imponer cordura en algo, especialmente después del día que había tenido.
Alcanzaron Royal Street y aparcaron a dos manzanas del club. Nick salió y escaneó la calle donde había turistas paseando, algunos parándose para echar un vistazo en los anticuarios y las joyerías que se alineaban en la calle. Estaban sólo, a unas manzanas de la tienda de Liza. Debería estar cerrando ahora mismo y haciendo caja, para hacer el ingreso.
Acompañó a su mamá al club, y luego dudó en la puerta trasera cuando ella llamó para que la dejaran entrar.
—¿Te importa si voy a ver a la Señorita Liza?
Ella le miró sospechando.
—¿De verdad es eso lo que vas a hacer?
—Lo prometo. No me gusta que vaya a llevar dinero sola al banco.
Su mamá le besó en la mejilla.
—No sé, cómo he criado un hijo tan bueno. Ve, pero no tardes mucho.
—No tardaré —inclinó la cabeza hacia John, cuando él dejó pasar a su mamá, y luego deshizo sus pasos de vuelta a Royal Street en dirección a la tienda de muñecas.
Tal y como había pensado, Liza estaba en el mostrador guardando la máquina de tarjetas de crédito. Miró hacia arriba y le sonrió cuando llamó a la ventana.
Cruzando la tienda, se acercó a la puerta para dejarle entrar.
—Bueno, qué sorpresa. ¿Qué haces aquí, cariño?
—Vine al trabajo con mi madre y sólo quería ver si necesitabas que te acompañara al banco.
Ella miró la puerta tras él.
—Qué amable de tu parte y sí, me encantaría tener compañía. Ya casi estoy. ¿Quieres una cola o algo, mientras termino?
—¿Tienes galletas?
—Siempre.
Nick la rodeó para ir a la habitación trasera donde, normalmente, guardaba sus galletas recién horneadas. Oh sí, eso era a lo que se refería...
No sabía qué ponía en ellas, pero se deshacían en su boca y le dejaban con ganas de comerse su peso en galletas.
—Por cierto —dijo mientras cogía un puñado—, gracias por enviarme algunas al hospital. Hiciste que el día fuera perfecto.
—No se merecen, Señor Gautier. ¿Has ido ya a ver a Kyrian?
—Estuve allí antes ―salió de la habitación para ir con ella tras el mostrador―. Conocí a un amigo suyo llamado Ash Pathen—algo que no puedo pronunciar.
Ella se quedó completamente inmóvil.
Nick se preguntó qué significaba eso.
—¿Tú también le conoces?
—Le conozco —metió los recibos en el sobre azul que utilizaba para hacer los depósitos bancarios.
—¿Alguna idea de lo que significa su apellido?
—Con el mayor de los respetos —le guiñó un ojo—. Es Pahr—thin—oh—pay—us. Ack—eh—ron Pahr—thin—oh—pay—us.
―Sí, señora, eso es una palabra. No creo que quiera saber cómo se pronuncia. ¿Puedes imaginarte tratando de aprender eso en la guardería? Y yo pensaba que Gautier era difícil. Tenía casi diez años cuando dejé de poner una “s—h” en él.
Ella se rió.
Nick se había acabado la última de sus galletas, cuando ella alcanzó su chaqueta. Encogiéndola, fue a programar la alarma mientras él esperaba junto a la puerta. Tan pronto como empezó a pitar, le hizo salir y echó el cierre.
Liza rodeó con los brazos, su brazo bueno.
—¿Sabes? Echaba de menos estos paseos contigo. ¿Hay alguna posibilidad de que te secuestre cuando estés con Kyrian?
—Tienes que hablar con él, sobre eso. Ya que pagó el hospital, soy suyo de alguna manera.
―Estoy segura de que paga mejor, también.
—Un poquito. Pero no me hace galletas con trocitos de chocolate.
Riendo, se pararon en el ATM y ella hizo el ingreso. Nick la escoltó de vuelta a su coche y la despidió mientras subía y le dejaba en la calle frente a su tienda. Estaba a punto de dirigirse de nuevo al club cuando oyó un ruido extraño saliendo del descampado que había entre la tienda de Liza y la siguiente.
Parecía un perro.
No, era el mismo sonido que había oído fuera de la casa de Kyrian, hacía un rato. El sonido de zombies, cazándole.
Un viento helado sopló contra su piel y podía jurar que el cielo se había oscurecido.
Todas las luces de la calle se apagaron al tiempo que muchas alarmas de coches se apagaban.
—Pero, ¿qué...?
Algo salió del descampado tan rápido que ni siquiera pudo identificarlo, cuando embistió contra él y le tiró de espaldas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario