lunes, 13 de febrero de 2012

SON cap 1

Katoteros

La muerte siempre rondaba por los pasillos de este reino inferior que existía mucho más allá del alcance de la humanidad. No rondaba por aquí. Vivía aquí. De hecho, era un estado natural de ser. Como el Alexion para Katoteros, hacía mucho tiempo que él se había acostumbrado a su constante presencia. A la vista, el sonido, el olor y el gusto de la muerte.
Todo lo mortal muere.
En realidad, Alexion mismo había muerto dos veces sólo para renacer a su estado actual. Pero mientras él miraba fijamente en las misteriosas nieblas rojas del antiguo sfora—anÀ de la Atlántida donde se podía ver el pasado, el presente y el futuro, sintió una desconocida punzada de emoción.
Aquella pobre niña—mujer. Su vida también había sido corta. Nadie merecía morir en las manos de los Daimons que aspiraban las almas de la gente para poder ellos, artificialmente, alargar sus cortas vidas. Y seguramente ningún humano merecía morir en las manos de los Cazadores Oscuros que habían sido creados únicamente para matar a los Daimons antes de que esas almas robadas desaparecieran del universo para siempre.
Ese era el trabajo de todos los Cazadores Oscuros, proteger la vida, no tomarla.
Mientras Alexion estaba sentado tranquilamente en la débil luz de su cuarto quiso sentirse ultrajado por la muerte de ella. Indignado.
Pero no sintió nada. Él nunca sentía nada. Solamente una fría, horrorosa lógica que no producía emociones en absoluto. Sólo podía observar la vida, no podía vivirla.
El tiempo pasaría y nada cambiaría.
Ese era el modo de las cosas.
Pero la muerte de ella fue un catalizador para algo mayor. Con las acciones de Marco, él había puesto en movimiento su propio fallecimiento, así como la muchacha tuvo el momento en que decidió estudiar hasta tarde.
Y, como la muchacha, Marco no vería su propia muerte venir hasta que fuera demasiado tarde para prevenirla.
Alexion sacudió su cabeza por la ironía. Era tiempo para que él volviera a la dimensión de la vida y cumpliera con su deber una vez más. Marco y Kyros estaban reuniendo Cazadores Oscuros e intentaban convertirlos a su ilegítima causa, y no pararían hasta que él los obligara.
Su plan era rebelarse contra Artemisa y Acheron. Y el trabajo de Alexion era matar a cualquiera que se negara a entrar en razón.
Levantándose, comenzó a alejarse de la esfera cuando vio el cambio en las imágenes sobre la pared alrededor de él. Se habían ido los Daimons y Marco.
En su lugar estaba ella.
Alexion hizo una pausa mientras veía a la Cazadora Oscura francesa luchar con otro grupo de Daimons no lejos de su propia casa en TucabelloÀ. Ella era intrépida y rápida mientras bailaba alrededor de los Daimons masculinos que intentaban matarla. Sus movimientos eran hermosos y rápidos, como un frenético baile.
Ella se rió insolentemente de ellos, y durante un instante él casi pudo sentir su pasión. Su convicción. Ella gozaba de su vida tan enormemente, que sus sentimientos fueron capaces de extenderse a través de las dimensiones que los separaban y casi calentarlo.
Cerrando sus ojos, él saboreó esa breve punzada de humanidad.
Su nombre era Danger y había algo sobre ella que casi lo tocó.
Y por alguna razón que no comprendía, no quería verla morir.
Pero eso era tonto. Nada, nunca, podría tocar al Alexion.
Aún así, él pudo escuchar la voz de Acheron en su cabeza.
Algunos de ellos podían ser salvados y esos eran en los que Acheron quería que él se enfocara. Salva a los que puedas, mi hermano. No puedes decidir por nadie. Déjales escoger sus propios destinos. No hay nada que hacer por los que no escucharán, pero el que lo haga…
Lo merece.
Quizás, pero lo que más lo preocupaba era lo poco que a él le importaba si seguían o no viviendo. Deber. Honor. Existencia. Esas eran las cosas que conocía.
Él estaba volviéndose insalvable. ¿Cuánto faltaba para que rechazara hasta dar una opción? Sería sencillo, en serio. Aparecer de golpe, abatirlos y volver a casa.
¿Por qué pasar por la molestia de tratar de salvar a alguno cuando los Cazadores Oscuros eran los que se condenaban a sí mismos, para empezar?
No, él no era Acheron después de todo. Su paciencia se había agotado hacía mucho. No se preocuparía más por lo que le pasara a cualquiera de ellos.
Pero mientras miraba a Danger matar al último de sus Daimons, sintió algo. Fue rápido y ondulante, como un lento espasmo.
Por primera vez en siglos, él quería cambiar lo que estaba por venir, sólo que no sabía por qué. ¿Por qué debería importarle?
Levantando su mano, ahuyentó las imágenes de sus paredes.
Aún así, continuó viendo el futuro claramente en su mente. Si Danger seguía ese camino, ella, como sus amigos, moriría durante el Krisi, la sentencia que Alexion pronto entregaría. Su lealtad a ellos sería su muerte.
Pero ella no era la única que podría fallecer por la mano de Alexion. Alexion cerró sus ojos y convocó a otro Cazador Oscuro en su mente.
Kyros.
Él estaba marcando el camino para la caída de no sólo él mismo, sino la de todos los demás también.
Esta vez, no había confusión en el dolor que Alexion sentía. Fue tan inesperado que en realidad lo hizo estremecer. Era el último vestigio de su humanidad y él estaba aliviado de aún tener, aunque sea, una pequeña pizca de eso.
No, no podía, simplemente, esperar y ver morir al hombre. No si podía evitarlo.
Nada nunca está realmente establecido por el destino. En un parpadeo, todo cambia. Incluso aunque sea un día claro, soleado, el susurro más suave en el viento puede volverse un huracán que destruye todo lo que toca.
¿Cuántas veces Acheron le había dicho esto?
Todo estaba llegando a un punto crítico otra vez y Alexion quería cambiar lo que sin duda iba a ser.
Era extraño tener semejantes vívidos sentimientos ahora, después de todos estos siglos de experimentar absolutamente nada.
Siempre hay esperanza.
Sí, correcto. Él hacía mucho tiempo que había olvidado la sensación de esperanza. La vida continuaba. La gente continuaba. La Muerte continuaba. Tragedia. Éxito. Todo iba de aquí para allá. Nunca nada cambiaba.
Y aún así sentía diferente por una vez. Marco se había vuelto Rebelde y había ayudado a los Daimons. No había nada que se pudiera hacer por él. Y aún peor, había otros quienes rápidamente seguían su liderazgo. Otros que le permitían a él y a Kyros alejar sus mentes de la verdad. Los Cazadores Oscuros en Mississippi Septentrional se estaban reuniendo para rebelarse contra Acheron y Artemisa.
Era algo que tenía que ser detenido.
Con su resolución tomada, él salió de su cuarto en la parte más alejada del palacio de Acheron y se dirigió por el dorado vestíbulo trasero que corría de sus elaboradas cámaras al salón del trono ubicado en la parte central. El piso de mármol negro veteado era algo frío contra sus pies desnudos. Si todavía fuera humano, ese frío sería absolutamente cortante. Por lo que era, sólo podía reconocer la temperatura, no podía realmente sentirla. Y aún así la frialdad pareció filtrarse por entero en él.
Alcanzando la puerta de tres metros y medio que estaba hecha de oro, la empujó para abrirla y encontrar a Acheron sobre su trono mientras que su demonio, Simi, estaba acostada sobre su estómago en la esquina más lejana del cuarto, mirando QVCÀ.
La demonio, quien parecía ser una mujer humana de alrededor de veinte años, estaba vestida en vinilo rojo. Sus siempre cambiantes cuernos hacían juego perfectamente con su ropa y su largo cabello negro estaba trenzado cayendo por su espalda. Ella tenía un gigantesco tazón medio vacío de palomitas de maíz acunado en sus brazos mientras su cola azotaba alrededor de su cabeza como si la sacudiera al mismo tiempo que el segundero del reloj.
—¿Akri? —exigió la demonio—. ¿Dónde está mi plástico?
Como siempre hacía mientras estaba en casa, en Katoteros, Acheron llevaba su foremasta, una larga túnica parecida a un vestido que era dejada abierta en el frente, revelando su pecho y pantalones negros de cuero. Estaba hecha de una pesada seda que tenía bordada en la espalda un sol dorado perforado por tres rayos de plata, una señal que había sido marcada en el hombro de Alexion.
El largo cabello negro de Acheron estaba suelto, colgando sobre sus hombros. Él estaba sentado sobre el trono dorado rasgueando una sólida guitarra eléctrica negra que sonaba perfectamente sin la ventaja de un amplificador. La pared a su izquierda tenía una serie de monitores de televisión que mostraban el dibujo animado Johnny BravoÀ.
—No sé, Sim —dijo Acheron distraídamente—. Pregúntale a Alexion.
Antes de que Alexion pudiera alcanzar el trono de Acheron, la demonio apareció ante él, suspendida en el aire mientras sus grandes alas rojas y negras se agitaban para soportar su peso. Sus alas, como sus cuernos y ojos, estaban siempre cambiando en su color para combinar con su humor y gusto del momento. Su color de cabello cambiaba también, pero eso estaba vinculado a Acheron, por lo tanto su color de cabello era siempre idéntico al de él.
—¿Dónde está mi plástico, Lexie?
Él le dirigió una paciente pero estricta mirada. Simi no había sido nada más que una muy pequeña niña hacía nueve mil años cuando Acheron la había traído aquí a vivir. Uno de los deberes que Acheron le había asignado fue ayudar a vigilarla y mantenerla alejada de los problemas.
Sí. Eso era casi imposible.
Por no mencionar que él era tan culpable de mimarla como Acheron. Como su jefe, parecía incapaz de ayudarse a sí mismo. Había algo naturalmente irresistible, simpático, y en última instancia dulce sobre la demonio. Algo que lo hacía amarla como a una hija. En todos los mundos, ella y Acheron eran las dos únicas cosas que todavía lo hacían sentir alguna emoción humana. Él los amaba a ambos y moriría para protegerlos.
Pero como su "otro" padre, sabía que le debía a Simi y al mundo intentar enseñarle alguna moderación.
—No necesitas comprar nada más, Simi.
Su cantarina respuesta fue rápida y automática.
—Sí, necesito.
—No —insistió él—. No necesitas. Ya tienes más que suficientes chucherías para mantenerte ocupada.
Ella le hizo un mohín mientras sus ojos ardían, rojos, y su cola chasqueaba alrededor.
—Da—dame mi plástico, Lexie. ¡Ahora!
—No.
Ella lloró, luego se volvió hacia Acheron y voló a su trono. De pronto QVC apareció en sus monitores.
—Simi… —dijo Acheron—. Yo estaba mirando algo.
—Oh, bah, ese es un dibujo animado estúpido. ¡Simi quiere su DiamoniqueÀ, akri, y ella lo quiere ahora!
Acheron dirigió una mirada exasperada hacia Alexion.
—Dale las tarjetas de crédito.
Alexion lo miró enojado.
—Está tan malcriada, está echada a perder. Debe aprender a controlar sus impulsos.
Acheron lo miró levantando una ceja.
—¿Y cuánto tiempo has estado intentando enseñarle a refrenarse, Alexion?
Eso no mereció un comentario. Había algunas cosas en la vida que eran de verdad inútiles. Pero la inmortalidad aburría bastante. La tentativa de controlar a Simi a menudo le agregaba mucha chispa.
—Finalmente conseguí que se sentara delante de la televisión tranquilamente… En cierto modo.
Acheron puso sus ojos en blanco.
—Sí, después de cinco mil años de intentarlo. Es una demonio, Lex. La moderación no está en su carácter.
Antes de que Alexion pudiera discutir, la caja donde él guardaba las tarjetas de crédito de Simi apareció en el aire delante de ella.
—¡¡Haaa!! —le dijo Simi en un tono encantado antes de agarrar la caja y mecerse con ella en sus brazos. Su felicidad murió cuando comprendió que estaba cerrada. Fulminó a Alexion con una mirada amenazadora—. Ábrela.
Antes de que él pudiera negarse, saltó abierta.
—¡Gracias, akri! —gritó Simi mientras agarraba sus tarjetas, luego revoloteó alejándose y dirigiéndose a su teléfono celular.
Alexion hizo un sonido de disgusto a Acheron mientras la caja desaparecía.
—No puedo creer que justo tú hicieras eso.
Los monitores volvieron al dibujo animado. Acheron no dijo nada mientras se agachaba para darle de comer su púa negra de la guitarra al diminuto pterygsauras que estaba posado en el brazo de su trono. La pequeña criatura anaranjada parecida a un dragón gorjeó antes de tragarse todo el plástico. Alexion no estaba seguro de dónde vino el pterygsauri. Durante los nueve mil años pasados, siempre hubo seis de ellos aquí en el salón del trono.
Alexion todavía no estaba seguro si ellos eran los mismos seis o no. Todo lo que sabía, por cierto, era que Acheron amaba y mimaba a sus mascotas y como él, Alexion también lo hacía.
Acheron acarició la cabeza escamosa de la criatura mientras se pavoneaba y cantaba felizmente, luego volvió a mirar su guitarra.
—Sé porqué estás aquí, Alexion —le dijo, mientras otra púa aparecía en su mano. Él rasgueó un acorde melódico—. La respuesta es no.
Alexion fingió un enfado que no sentía.
—¿Por qué?
—Porque no puedes ayudarlos. Kyros hizo su elección hace mucho y ahora él tiene que...
—¡Tonterías!
Acheron detuvo su mano en medio de un rasgueo, luego le dirigió una mirada enfadada. Los cambiantes ojos plateados se tornaron rojos, advirtiendo que el lado destructor de Acheron estaba avanzando.
Alexion no se preocupó. Él había servido a Acheron el suficiente tiempo como para saber que su maestro no lo mataría por la insubordinación. Al menos por ninguna tan leve.
—Sé que tú lo sabes todo, jefe. Aprendí eso hace mucho tiempo. Pero también me has enseñado el valor del libre albedrío. Cierto, Kyros ha hecho algunas malas elecciones, pero si voy a él como yo, sé que puedo disuadirlo de esto.
—Alexion…
—Vamos, Akri. En más de nueve mil años, nunca te he pedido un favor. Nunca. Pero simplemente no puedo ir y dejarlo morir como a los demás. Tengo que intentarlo. ¿No lo entiendes? Estábamos juntos como humanos. Hermanos de armas y en espíritu. Nuestros niños jugaron juntos. Él murió salvando mi vida. Le debo una última oportunidad.
Acheron dio un fuerte suspiro mientras comenzaba a tocar "Every Rose Has Its Thorn"À.
—Bien. Ve. Pero piensa que así como tú haces esto, todo lo que él decida, no es tu culpa. Yo supe que este momento llegaría desde el día que él fue creado. Sus elecciones son suyas. Tú no puedes aceptar la responsabilidad de sus errores.
Alexion entendió.
—¿Cuánto tiempo me das?
—Tú conoces los límites de tu existencia. No puedes tener más que diez días antes de que debas regresar. Al final del mes, debes darles mi sentencia.
Alexion asintió.
—¡Gracias, Akri!
—No me agradezcas, Alexion. Es un trabajo desagradable el que te envío a hacer.
—Lo sé.
Acheron levantó la mirada para mirarlo fijamente. Había algo en su cambiante mirada de plata que era diferente esta vez. Algo…
No sabía, pero envió una cruda frialdad sobre él.
—¿Qué? —le preguntó.
—Nada —Acheron volvió a tocar la guitarra.
El estómago de Alexion se anudó en aprehensión. ¿Qué es lo que el jefe sabía y no estaba compartiendo?
—Realmente odio cuando no me dices las cosas.
Acheron le dirigió una ladeada sonrisa burlona ante eso.
—Lo sé.
Alexion retrocedió, intentando volver a su cuarto, pero antes de que pudiera girar, se sintió deslizar. Un minuto estaba en el salón del trono en Katoteros y, en el siguiente, yacía boca abajo sobre una calle fría, oscura.
El dolor golpeaba dentro de él en ondas de resonante agonía que le quitaron el aliento mientras sentía el áspero, acre asfalto contra su cara y manos.
Como una Sombra en Katoteros, él realmente no sentía o experimentaba nada de esta realidad. La comida no tenía ningún sabor, sus sentidos estaban todos apagados. Pero ahora que Acheron lo había colocado en el mundo humano…
¡Ow! Todo lastimaba. Su cuerpo, su piel. Sobre todo sus rodillas despellejadas.
Alexion giró sobre sí mismo y esperó que su cuerpo terminara la transición y estuviera bajo su control otra vez. Siempre había un ardor cuando venía a la tierra, un breve período para acostumbrarse a respirar y a “la vida" otra vez. Mientras sus sentidos se despertaban, Alexion comprendió que podía oír gente luchando a su alrededor. ¿Era una batalla?
Acheron le había hecho esto algunas veces en el pasado. Era a veces más fácil dejarlo caer inadvertidamente en medio del caos. Pero esto no se parecía a una zona de guerra. Esto parecía…
Una calle secundaria.
Alexion se obligó a levantarse y luego se congeló cuando comprendió qué pasaba. Había seis Daimons y un humano luchando en el callejón. Intentó enfocar su vista para estar seguro, pero todo alrededor de él estaba todavía borroso.
—Bien, jefe —dijo Alexion por lo bajo—. Si necesito anteojos, soluciónalo, porque apenas puedo ver una mierda ahora mismo. —Su visión se aclaró al instante—. Gracias. Sabes, una pequeña advertencia antes de dejar caer mi trasero aquí hubiera sido agradable —Él enderezó su largo, blanco abrigo de cachemira con un tirón—. A propósito, ¿no podrías, sólo una vez, dejarme caer en una La—Z—BoyÀ o sobre una cama?
Todo lo que oyó fue el sonido de la risa corta, maligna de Acheron en su cabeza. Acheron y su enfermo sentido del humor. Podía ser un verdadero bastardo cuando quería.
—Muchas gracias —Alexion soltó un largo, irritado bufido.
Volviendo su atención a la pelea, enfocó al grupo. El humano era un hombre bajo, probablemente no más alto de un metro sesenta y cinco o setenta y que parecía tener unos veinticinco años. Cuando el hombre se dio vuelta hacia él y Alexion vio su cara, comprendió quién era. Keller Mallory, el Escudero de un Cazador Oscuro, una de las personas que protegía y ayudaba a proteger la identidad de un Cazador Oscuro de los humanos.
No se suponía que los Escuderos se ocupasen de los Daimons, pero ya que los Escuderos eran parte integrante del mundo del Cazador Oscuro, estaban propensos a ser objetivos.
Aparentemente, esa noche era el turno de Keller para conseguir que le patearan el trasero.
Alexion se precipitó hacia el Daimon que se dirigía hacia la espalda de Keller. Agarró al Daimon y lo arrojó lejos del Escudero.
—¡Corre! —le dijo a Keller.
Sin duda el Escudero pensó que él era un humano, también. Alexion levantó una daga tirada en la calle y la cogió en su puño. Disfrutando la "realidad" de la lucha, la lanzó directamente al corazón del Daimon, quien rápidamente explotó en polvo de oro. La daga cayó a la calle con estrépito. Alexion extendió su mano hacia la daga, la cual inmediatamente se alzó del piso y volvió a su puño.
Keller se volvió boquiabierto hacia él.
La distracción le costó a Alexion que uno de los Daimons llegara corriendo por la espalda y le enterrara una daga profundamente entre sus omóplatos. Curvando su labio de disgusto, Alexion sintió su cuerpo explotar y disolverse. Él odiaba cuando esto pasaba. No era tan doloroso como irritante y desorientador.
Dos segundos más tarde, su cuerpo se materializó otra vez.
Con expresión aterrorizada, Keller tropezó alejándose de él.
El recreo había terminado.
Los restantes Daimons salieron en una carrera mortal pero tuvieron sólo unos segundos antes de que ellos, también, explotaran. Sólo que ellos no iban a ser recompuestos otra vez.
Todavía no apaciguado con la provocación que habían causado, Alexion enderezó su abrigo con un tirón en las solapas.
Daimons… ellos nunca aprendían.
La cara del Escudero palideció mientras se volvía y lo miraba horrorizado.
—¿Qué demonios es usted?
Alexion caminó tranquilamente hasta Keller y le dio la daga.
—Soy el Escudero de Acheron.
Era casi la verdad. Bien, no realmente. Era una mentira, pero Alexion no tenía ninguna intención de dejar a nadie saber su verdadera relación con Acheron.
No es que eso importara. Keller no se lo tragó.
—Como el infierno. Todos saben que Acheron no tiene un Escudero.
Sí, correcto. Si cada uno sobre la tierra reuniera toda la información correcta que tenían sobre Acheron, no llenaría el dedal de un hada. Alexion intentó no reírse del pobre hombre que pensaba que entendía el mundo a su alrededor cuando la verdad era que él no sabía una mierda sobre el tipo.
—Aparentemente todos están equivocados, ya que aquí estoy, enviado a ti por el jefe máximo mismo.
El atlético joven lo escudriñó de la cabeza a los pies.
—¿Por qué está usted aquí?
—Su Cazadora Oscura, Danger, pidió por Acheron y ya que él está ocupado, yo fui enviado para comprobar las cosas y llevarle un informe sobre lo que está pasando. Así que aquí estoy. Alegría, oh alegría de mi vida.
Esto no pareció calmar al hombre en absoluto, pero por otra parte, el sarcasmo raras veces era calmante. Aunque, para ser honestos, Alexion encontraba mucha diversión en eso. Lo que era probablemente una gran cosa, ya que el sarcasmo era la lengua natal de Acheron.
—¿Y cómo sé que usted no está mintiendo? —preguntó Keller, sus ojos todavía llenos de duda.
Alexion se obligó a no reírse. El hombre era listo. Todo era una mentira. Acheron sabía exactamente qué estaba pasando… en todo momento. Pero era verdad que su jefe no podía venir aquí en persona. No mientras todos los Cazadores Oscuros en el área sospecharan de él. Ellos nunca creerían la verdad de los labios de Acheron.
Si fueran a escoger sabiamente y sobrevivir a esto, necesitaban oír la verdad de un tercero "imparcial", y por eso era que él había venido. Su objetivo era salvarlos de su propia estupidez.
Con tal que ellos no fueran fatalmente estúpidos.
Alexion sacó un pequeño teléfono celular de su bolsillo.
—Llama a Acheron tú mismo y oye la verdad.


À Sfora-an: especie de bola de cristal parecida a la que aparece en El Señor de los Anillos.
À Tucabello: ciudad del sur de Estados Unidos en Mississippi, famosa por haber nacido ahí Elvis Presley.

À QVC: famoso canal de compras por televisión.
À Johnny Bravo: es una serie de media hora de duración que trata sobre las aventuras de un muchacho de grandes bíceps, que pega golpes de karate y a quien no le preocupan los convencionalismos. Cree ser un regalo de Dios para las mujeres de la tierra. Johnny ama a su mamá, tolera a su adorable vecinita Suzy, y se venera a sí mismo, todo al mismo tiempo
À Diamonique: Es la marca de la más exacta imitación de diamante. Con él se realizan las joyas de imitación más finas.
À Cada rosa tiene su espina. Famosa canción del grupo Poison.
À La-Z-Boy, es uno de los primeros fabricantes y distribuidores a nivel mundial de mobiliario de relax y elementos de decoración.

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