Cuando Shahara despertó, la habitación estaba completamente a oscuras. Y el espacio a su lado en la cama estaba vacío. Una rebanada de miedo la traspasó. ¿Dónde se había ido?
—¿Syn?
—Aquí mismo —dijo desde su derecha. Las luces se encendieron con un suave resplandor.
Volviendo la mirada, lo vio sentado en uno de los mullidos sillones cerca de la ventana.
Completamente vestido, se la quedó mirando, con el rostro impasible.
—Tenemos que irnos pronto.
—Está bien.
Se levantó y cruzó la habitación.
—Estaré esperando fuera.
Shahara frunció el ceño ante el tono de su voz y cogió la ropa que le había doblado y colocado cuidadosamente en la mesita de noche. ¿Qué había estado pensando mientras le vigilaba el sueño?
Fuera lo que fuese, debió haber sido feroz para que ahora estuviera tan frío.
Con un suspiro, se levantó y fue a ducharse y vestirse.
Syn se apoyó contra la puerta cerrada, con el cuerpo adolorido al recordar la visión de su sueño como un niño en la cama. Sobre todo, se acordó de la sinceridad en su voz cuando le dijo que lo amaba.
Ella me ama…
Esas palabras le desgarraron. Quería alegrarse y al mismo tiempo correr a esconderse. Cómo deseaba haberla conocido cuando era un médico sin pasado. Eso era lo que se merecía. No un ladrón sin ninguna patria, ni dignidad.
Nada.
Vamos, chico, las penas vienen y van. Sabes eso mejor que nadie.
Sí, se iban con el tiempo. Pero el dolor permanecía para siempre. E incluso si viviera mil años, sabía que el dolor de perderla le obsesionaría a cada momento.
¿Cómo puedo dejar a alguien que me ama?
De la misma manera que siempre lo haces. Al final, será igual a Paden y también aprenderá a odiarte. Sólo es cuestión de tiempo.
Era cierto. Cerrando los ojos, trató de borrar la imagen de su cuerpo descansando pacíficamente en sus brazos.
Dioses, ¿qué le había hecho?
Pero entonces lo supo. Le había tocado más profundamente de lo que nadie alguna vez hubo hecho. Su contacto le había marcado el alma y por más que deseara lo contrario, nunca sería capaz de dejarla ir. No sin arrancarse el corazón.
Porque al fin y al cabo también la amaba.
¿Cómo infiernos se acostumbraría al dolor? Al igual que siempre te has acostumbrado a toda la desgracia que ha sacudido tu vida.
La oyó acercarse a la puerta. Alejándose de ella, recogió las mochilas y trató de actuar con tanta indiferencia como le fue posible.
Todavía se estaba trenzando el pelo cuando se unió a él.
Se aclaró la garganta.
—¿Estás lista para esto?
Arrugó la nariz con disgusto y a pesar de eso la expresión le retorció las tripas. ¿Cómo podía cualquier mujer estar hermosa mientras parecía tan enfadada?
—En realidad no. Pero si tenemos que ir a arriesgar nuestras vidas y toparnos con más gente queriendo matarnos. . .
No respondió mientras preguntaba a Vik.
—¿Cuál es tu situación?
—Molesto.
A pesar de ello, se rió.
—¿Qué está pasando ahí fuera?
—La calle está básicamente despejada. Hay una pareja en la esquina en un vehículo, a punto de tener sexo, repugnantes personas haciendo cosas privadas en público, conseguir un cuarto, ordinarios sin educación. Aparte de eso. . . parece prometedor.
Syn se colgó la mochila al hombro mientras sujetaba la de ella. Una vez que se la colocó, la condujo fuera del edificio asegurándose de ignorar a la pareja en el vehículo.
Shahara frunció el ceño ante su continuada frialdad mientras lo seguía. ¿Qué había sucedido mientras dormía?
Bueno, esa es la última vez que caigo dormida a tu alrededor, amigo.
—¿Siempre te despiertas tan hecho mierda?
Él arqueó una ceja hacia ella.
—¿Perdona?
—Ya me has oído. Estabas normal cuando me fui a dormir. Ahora estás como Kasen tras una borrachera. ¿Alguien te jodió mientras yo estaba durmiendo?
—No tengo respuesta para eso.
Su tono era completamente seco.
No le dio tregua.
—Sí, bueno, si fueras una mujer, diría que estabas con la regla.
Syn se detuvo para mirarla boquiabierto.
—Sabes que soy hijo de mi padre, ¿verdad? La gente no me habla de esa manera y vive.
—Oh, qué miedo. Nunca. Además, una pelea podría desencajar lo que sea que se haya arrastrado por tu esfínter y traer de vuelta la versión mucho más agradable de ti. No te ofendas, pero echo de menos a ese Syn.
—¿Hablas así con tu hermano?
—Todo el tiempo.
Syn sacudió la cabeza.
—¿Y te adora por ello? Sabía que Caillen estaba loco.
Le hizo un ruido sibilante.
Y aun así estaba prendado por ella. Incluso mientras lo insultaba. Yo soy el que está demente.
Shahara dejó escapar un suspiro mientras lo veía caminar para llevar la delantera. Tentada de dispararle, vio a Vik, quien avanzaba al mismo paso, con ellos.
Simplemente no entendía qué le había pasado. Había sido tan tierno en el hotel.
Nunca debí haberle dicho que lo amaba. Fue un error de proporciones titánicas. Ahora había perdido la conexión con él porque era demasiado testarudo para aceptar el hecho de que alguien pudiera preocuparse por él.
Lo siento tanto, nena. Vivía en un lugar tan duro que no estaba segura si alguna vez podría llegar a él.
Tratando de apartar ese pensamiento, examinó la calle, asombrada de lo vacía que se había vuelto en un período tan corto de tiempo. No se encontraba absolutamente a nadie en ningún lugar. Era casi como si alguien hubiera dejado caer una bomba vírica, matando a todos los habitantes dejando sólo en pie a los edificios. Si no fuera por las parpadeantes luces brillando débilmente en la oscuridad, realmente habría llegado a sospechar.
—¿Dónde están todos?
Syn siguió la línea de su mirada hasta un edificio cercano.
—Han buscado refugio para pasar la noche. Shasra es un lugar peligroso después del anochecer.
—¿Peligroso? ¿Cómo es eso?
—La temperatura cae tanto que te puedes congelar hasta la muerte en minutos si no tienes cuidado.
Una punzada de miedo se deslizó por su espalda.
—No estamos vestidos para un clima extremadamente frío.
—Lo sé. —El tono displicente la alarmó aún más—. Relájate, no tengo la intención que estemos aquí fuera tanto tiempo.
¿Se suponía que eso la consolaría?
—Sí, pero en caso de que se haya escapado a tu aguda atención, Capitán Obvio, las cosas siguen ocurriéndonos aunque no lo planeemos.
Dejó escapar un molesto siseo. Sus labios estaban haciendo una mueca, lo que se habría visto feroz si no estuvieran sus ojos radiantes de humor. Podría no sonreír, pero se estaba divirtiendo.
—Entonces, ¿qué sugieres? ¿Nos agobiamos con abrigos? ¿Cubrimos nuestros cuerpos hasta el punto en el que no podamos mover nuestros brazos o piernas en una pelea? Eso estaría bien ¿verdad?
¿Y qué si estaba en lo cierto? A ella no le gustaba la idea de la congelación.
—Bueno, más vale que nos demos prisa y no nos convirtamos en un helado de cucurucho humano. Estaré realmente molesta contigo si me congelo hasta la muerte.
Se metió la mano en el bolsillo para sacar el mapa que él le había dado en su apartamento.
Cuando se lo cogió, ella se dio cuenta que sus ropas todavía estaban húmedas de su zambullida anterior. Una oleada de culpabilidad y miedo la traspasaron al percatarse del frío que tendría.
—Tal vez deberíamos probar esto otro día.
—No tenemos tiempo que perder. Es ahora o nunca.
Se dirigió en la dirección opuesta del hotel.
Poniendo los ojos en blanco por su obstinación, le siguió. Un viento helado se arrastraba por la calle, silbando entre los edificios. Envolvió los brazos a su alrededor y se preguntó por qué Syn parecía inmune a ello. Caminaba hacia adelante como si la baja temperatura no fuera nada.
—¿No te estás congelando?
—Solía dormir aquí fuera en la calle sin zapatos. Confía en mí, esto no es frío.
Inmediatamente no le pareció tan malo. Se le hizo un nudo en la garganta al pensar en lo mal que lo había pasado en su vida.
¿Quién soy yo para quejarme?
La hacía parecer una enclenque.
Siete calles más adelante, se detuvieron. Shahara se quedó mirando el edificio en frente de ella y el estómago se le contrajo. Como un gigantesco demonio necrófago, aguantaba contra el extraño telón de fondo de tres pálidas lunas. No parecía haber ninguna luz en el interior del edificio, y las pocas ventanas que todavía estaban intactas estaban cubiertas con podridas tablas. La maleza oscurecía el arruinado pasaje y un viejo letrero descolorido se mecía sobre la puerta.
—¿Está vacío?
Se dirigió a la puerta cerrada con tablas sin comentar.
Con gran ansiedad, miró el cartel que amenazaba con caer sobre sus cabezas.
—Esto es inútil. Estoy segura de que ya no está.
Él arrancó el gran tablero de la puerta y lo tiró al suelo.
—Probablemente, pero mi investigación dijo que el edificio fue cerrado unos días después de que escondiera el chip. No había nada que dijera en qué oficina lo puse o quién lo tenía. Espero encontrarlo donde lo dejé o encontrar una pista sobre lo que pasó con él.
—¿Y si no lo encontramos?
—Estamos jodidos.
La ira se desgarró a través de ella.
—No creerás realmente que después de todos estos años, el chip continuará donde lo dejaste, ¿verdad? Porque si es así, tengo algunas propiedades de la ciudad que podrías estar interesado en comprar.
Le dirigió una mirada que habría desecho una piedra.
—Entonces, ¿qué estás sugiriendo, que deberíamos abandonar? ¿Después que hemos llegado tan lejos?
—No —dijo con vacilación a pesar de que la voz en su cabeza la instaba a discutir con él. Realmente no tenía ningún deseo de entrar en otro ruinoso edificio y enfrentarse a lo desconocido.
—Entonces sígueme. — Se inclinó para gatear entre las otras tablas.
Esto era una locura. Más probablemente un suicidio y sin embargo lo siguió. ¿Por qué molestarse? Seguramente no habría quedado nada en el edificio. Bueno, nada más que polvo y pequeñas cosas corriendo a toda prisa que no quería molestarse en identificar.
—Me encanta los lugares a los que me llevas.
Él no se dio por enterado en modo alguno por el comentario mientras continuaba por el pasillo. Shahara giró alrededor, estudiando los muebles de oficina abandonada y cubierta por años de polvo, escombros y telarañas. Contrariamente a su predicción, excepto por el polvo y la decadencia, parecía que la gente acabara de recoger e irse. Incluso había tazas y platos dejados en algunos de los mostradores por los que pasaban.
Parecía que los trabajadores lo habían abandonado todo en un latido. ¿Por qué?
Shahara se sorprendió cuando se tropezó con un cubo de basura medio lleno.
—¿No te parece extraño que se fueron dejando todo esto?
—En realidad no. Alguien lanzó un virus a través de los conductos del aire que mataron a quince trabajadores en menos de una hora. Los que no estaban enfermos ni afectados corrieron gritando por las puertas. Mi dinero me dijo que Merjack lo hizo para cubrir sus huellas después que me tuvo en custodia. Estoy seguro de que se arrastró a través de cada oficina y archivo en busca de ese chip. Y como todavía me quiere, sabemos que no lo encontró. Una vez que el edificio fue desocupado, nadie quería volver para nada, ya que temían que pudiera continuar contaminado con lo que mató a los otros.
—¿Debemos tener miedo?
—Probablemente.
Shahara no pudo resistir aguijonearlo en el culo con el dedo.
—¡Hey! —Espetó, saltando lejos de ella mientras se frotaba la mejilla del trasero que había pinchado.
—Eso es lo que te pasa por ser tan pesimista. Tienes suerte de que no perseguía otra cosa.
Gruñó mientras se alejaba cojeando.
—La próxima vez te tiraré a mis enemigos.
Ella no hizo ningún comentario.
Syn quería estar enojado con ella, pero no lo podía controlar. En verdad, se derretía cada vez que la miraba. ¿Por qué?
Debido a que le había dicho que lo amaba. No podía apartar esas palabras de su mente. Eso era lo único que había querido en su vida. ¿Se atrevería a creer en ella? ¿Por qué mentiría?
Se defendió tratando de alejarla, y en su lugar se quedó y bromeaba con ese sarcástico humor que en realidad encontraba divertido. Apartando lejos ese pensamiento, continuó la búsqueda.
Finalmente encontró lo que estaba buscando. Una gruesa puerta de metal que sellaba la oficina que recordaba tan bien de su juventud. La última vez que había estado aquí, su respiración había sido irregular, su cuerpo sudando. Incluso ahora podía ver las luces de las antorchas bailando en el pasillo, escuchando las enojadas voces mientras lo buscaban.
Ahora había regresado…
Shahara resopló mientras él manipulaba nerviosamente los viejos controles oxidados.
—Olvídalo. Nunca conseguirás abrirla.
Ignorando su hostilidad, sacó el cargador y estudió la cerradura. Cierto, no había electricidad, pero había abierto cosas más seguras que esto en su tiempo.
—Un día aprenderás a no dudar de mí.
Abrió el panel y empezó a cruzar los cables, conectando algunos a la batería de mano.
Después de varios minutos, una chispa se encendió y la puerta se abrió chirriando.
Shahara se quedó asombrada con lo que había hecho.
—Estoy impresionada.
Desconectó la batería.
—Una vez un ladrón, siempre un ladrón.
Ella frunció el ceño. Había una extraña nota en su voz. Amargura, tal vez. Y se dio cuenta que debía ser extraño para él enfrentar esta parte de su pasado. Una parte que había luchado mucho para olvidar.
La última vez que había estado aquí, había sido encarcelado. . .
El corazón le dolía por él.
Sin siquiera mirarla, entró en la oficina y comenzó a registrarla. Extrayendo una pequeña linterna, ella pasó la luz sobre los dispersos escombros.
—¿Qué estoy buscando?
—Algo que pueda decirte quien estuvo alguna vez asignado a esta oficina.
—Supongo que el chip no está aquí.
Negó con la cabeza.
—Tenemos que encontrar algo personal sobre el ocupante.
Gimió.
—Pudo ser cualquiera. Y cualquier cosa de lo que encuentre podría ser de alguien que estuvo en esta oficina mucho después de que escondieras el chip.
—No. Mira los muebles y el polvo. Tienen por lo menos veinte años. Al igual que decían mis informes. Cerraron este lugar y nunca regresaron.
—La oficina aún podría haber cambiado de manos.
Le lanzó una furiosa mirada.
—Bueno, no tenemos nada más, así que ¿seguimos?
Levantó las manos en señal de rendición.
—Está bien, no te enfades conmigo.
Siguió mirando a través de la basura.
Syn empezó a recorrer un viejo escritorio.
Justo cuando ella estaba a punto de renunciar, la luz brilló contra un calendario. Dando tres pasos, se arrodilló y lo recogió.
—¿Te suena conocido el nombre de Merrin Lyche?
La miró.
—¿Qué encontraste?
—Un viejo calendario.
Se lo mostró.
Cogiéndolo, asintió.
—Por lo menos es algo para comenzar.
Arrancó de un tirón la hoja superior, la dobló y se la metió en el bolsillo.
—Gracias. Ahora salgamos de aquí antes que haga aún más frío.
Shahara levantó la luz hacia él y notó el azul de sus labios.
—Siento mucho haberte tirado dentro de la bañera.
Él sonrió antes de apartar la luz de su rostro.
—No te preocupes. Yo desde luego no lo estoy.
Puso los ojos en blanco por su torcido razonamiento.
—Entonces llévame de vuelta antes de que mueras por la exposición y tenga que explicarle a alguien por qué tus ropas están congeladas en tu cuerpo en una noche despejada.
Con su risa calentándola, la llevó fuera del edificio.
En un santiamén, estaban de regreso en el hotel. Shahara se detuvo en la zona del ascensor, mientras que Syn continuó pasándola.
Frunció el ceño y se apresuró tras él.
—¿Dónde vamos?
No respondió. En su lugar, entró en una pequeña boutique.
¿Qué en los nueve mundos estaba haciendo? Confundida, se detuvo afuera y lo vio buscar desordenadamente en un perchero de chaquetas.
Cuando encontró lo que debía haber estado buscando, levantó la vista y la miró de arriba abajo. A continuación, se trasladó a la parte trasera de la tienda donde ella no podía verlo.
Se debatía por entrar tras él. Se sentía incómoda de pie afuera mientras los transeúntes la miraban de manera demasiado interesada. Pero una mirada a los empleados con cara de piedra dentro de la tienda y decidió que no tenía ningún interés en dar un paso más cerca de ellos o de su desdén. No los necesitaba para recordar su humilde condición.
A punto de tomar finalmente la decisión de entrar tras él, salió con varias cajas hasta el cajero. El hombre le entregó el ticket para firmar y mientras Syn lo hacía el hombre ponía las compras en una bolsa.
Una vez que Syn se le unió le entregó la chaqueta.
—¿Usas la talla pequeña, verdad?
—Sí.
Frunció el ceño ante la cálida y suave piel de ante en sus manos. Castaño oscuro, estaba forrada con piel sintética que se sentía más suave que el plumón.
Syn continuó hacia los ascensores.
Aturdida, se apresuró a alcanzarlo. Quería preguntarle por el regalo, pero las miradas curiosas de la gente alrededor de ellos mantuvieron sus labios sellados.
No fue hasta que estuvieron de regreso en la habitación que ella lo enfrentó. Por supuesto, para entonces, estaba muy enojada ya que sabía por qué los hombres compraban regalos extravagantes para las mujeres. Sobre todo después de que tuvieran relaciones sexuales. . .
Cada vez que Caillen se sentía culpable por dormir con una mujer que no le importaba, siempre iba a comprar algo para ella ya que no podía permitirse el lujo de apaciguar su conciencia.
Y cuanto más lo pensaba, más enojada se ponía.
—¿Por qué hiciste esto?
Se detuvo en el vestíbulo.
—Te estabas congelando.
Puso la bolsa en el sofá más cercano.
—No estaré aquí mañana.
—Quizá sí, quizá no. No sabemos lo que haremos o no haremos mañana.
Eso era cierto.
Aun así. . .
—¿Cuánto costó?
La miró como si la pregunta lo insultara.
—¿Por qué?
—No quiero que te gastes este dinero en mí.
Puso los ojos en blanco.
—¿Por qué?
Quiso abofetear esa inocente mirada de su rostro.
—¿Tu qué crees?
—Mujer, no tengo ni idea.
Se cruzó de brazos sobre su pecho y la miró. La cólera ardió profundamente en su vientre.
—¡Eres un completo idiota! —Gruñó lanzándole la chaqueta a la cara—. Eso es lo que C.I. significa, ¿verdad?
Syn atrapó la chaqueta contra su pecho mientras la miraba boquiabierto. ¿Había perdido un tornillo? ¿Estaba parloteando un mensaje privado?
La siguió hasta el dormitorio.
—¿De qué va esto?
Ella se detuvo y se volvió hacia él.
—No dormí contigo por regalos. ¿Qué crees, que soy alguna puta a quien tienes que pagar?
No podía haber estado más aturdido si lo hubiera pateado. ¿De dónde había salido eso?
—¡Oh santo cielo, no puedes pensar eso!
—¿Por qué no? Dijiste que no me amas. ¿Qué queda?
Le dejó sintiéndose como un canalla que la había insultado con un regalo el cual había comprado con las mejores intenciones.
—Yo. . .
Se mordió la lengua antes de soltarle impulsivamente que la amaba, que le había comprado la chaqueta porque sufría viéndola incómoda. Andaría por los fuegos del infierno para conseguirte un par de zapatos.
Pero nunca podría decirle eso.
—No quiero que te sientas obligado hacia mí, Syn. No quiero nada de ti.
Lanzando la chaqueta sobre la cama, colocó las manos sobre sus hombros. Luego las desplazó para ahuecarle el hermoso rostro.
—Lo sé —le susurró, luchando contra el impulso de atraerla a sus brazos y aplastar su furia con un beso—. Pero no podemos salir mañana a la ciudad vestidos así.
Shahara sintió que el corazón se le deslizaba hacia los pies. La explicación trajo un dolor aún mayor a su pecho. Simplemente estaba siendo práctico. No considerado.
Ni siquiera arrepentido.
Ella ocupaba un lugar tan bajo en su escala que no sentía el más mínimo remordimiento de culpa por acostarse con alguien a quien no amaba.
—Compré algo de ropa para los dos de modo que no llamemos la atención.
—Oh —dijo, sintiéndose ridícula.
Acéptalo, chica, no significas nada para él.
Trató de convencerse de que era lo mejor. Sobre todo teniendo en cuenta lo que estaba por venir. Pero su corazón no hizo caso. Aún herido y quería más de lo que él era capaz de dar.
Syn la soltó.
—¿Por qué no vuelves con tu familia? Estoy seguro de que están muy preocupados por ti.
Sin poder hablar por el nudo en la garganta, asintió con la cabeza y se fue obedientemente. Mientras se trasladaba al enlace, cayó en la cuenta que éste había sido el tiempo más largo que alguna vez había estado sin hablar con sus hermanos. Ella y Caillan mantenían un contacto casi constante.
No era que ella no los quisiera o que estuvieran lejos de sus pensamientos, era sólo…
Le gustaba estar con Syn. Realmente lo disfrutaba. A pesar de que sus vidas estaban corriendo peligro y estaban siendo cazados, adoraba su compañía. Ni siquiera su mal humor podía alejarla.
Estoy tan confundida.
Syn la vio alejarse, con el pecho apretado. Lo que no daría por la libertad de poner su corazón a sus pies. Para quedarse con ella para el resto de su vida. Pero había abandonado hace años esos sueños. Pertenecían a su infancia.
Y lo poco que había logrado mantener había sido sacrificado en aras de la apatía y el desdén de Mara. No cometería ese error otra vez.
Además, Shahara tenía una familia que la amaba. No necesitaba su amor corrompido. Y definitivamente no necesitaba su retorcida vida. Sus mejores amigos eran forajidos y asesinos.
Sí. . . justo lo que necesitaba un seax en su vida.
Sufriendo por el pensamiento se reunió con ella en la sala de estar.
—¿Dónde diablos has estado? — Caillen gruñó tan fuerte a través del vínculo que podía oírse desde el otro lado de la habitación—. He estado haciendo todo lo posible para ponernos en contacto contigo durante días. ¿Nunca miras tus mensajes? Hemos estado preocupados hasta la muerte por ti.
—Como puedes escuchar, estoy bien —dijo con irritación.
—¿Todavía sigues con ese bastardo?
Syn se estremeció ante el odio en la voz de Caillen.
—Eso no es asunto tuyo.
—Sí, bueno, gracias a ti y a tus hormonas, Tessa ha sido secuestrada.
Syn se congeló.
—¿Qué? —Preguntó Shahara, la voz quebrándose por el miedo evidente— ¿De qué estás hablando?
—Recibí una llamada hace dos días de parte de un hombre llamado Merjack diciendo que la tiene y si queremos verla viva de nuevo, será mejor que le entregues a tu amante.
Se volvió tan pálida que Syn pensó que iba a desmayarse.
—¿Me oíste? —Exigió Caillen.
—Te he oído.
—Así que ¿a quién elijes, Trisa? ¿A Tessa o a un ladrón?
Syn le puso la mano en su hombro reconfortándola como podía. Estiró la mano y cortó la transmisión.
—Llama a Merjack.
Levantó la vista y él vio su furiosa mirada.
—Mataré a ese mentiroso bastardo.
El tono fue bajo y mortalmente serio.
—Te ayudaré. Pero primero tenemos que recuperar a tu hermana. Haz la llamada.
Shahara asintió con la cabeza a pesar de que apenas podía ver por la brutal y absoluta rabia que le sacudía hasta las manos ¿Cómo pudo el hijo de puta haber hecho esto? ¿Estaba desquiciado?
Cuando ponga mis manos sobre ti…
Él conocería el dolor en primera persona. Pero primero tenía que conseguir controlarse a sí misma. Pasión sin control era debilidad. Tenía que dirigirlo para mantenerlo dentro de su alcance con el fin de trinchar su piel fuera de su cuerpo. Y por sus acciones, sabía que era culpable de todo lo que Syn lo había acusado.
Ya no había ninguna duda. Cualquier hombre que pudiera llevarse a su enferma e inocente hermana como rehén cuando ya habían llegado a un acuerdo…
Él iba a morir. Pero primero tenía que poner a salvo a Tessa.
Syn tomó el enlace de ella a fin de poder hablar con Merjack y que ella pudiera escuchar. Una mirada y pudo ver que estaba demasiado enfadada para ser racional ahora, no es que la culpara en lo más mínimo. Lo estaba haciendo mucho mejor de lo que se esperaba. Pero necesitaban un negociador que no estuviera tan involucrado emocionalmente.
Ella marcó la extensión de Merjack.
El patético gusano contestó a la tercera llamada.
—Bien, bien, la rata finalmente se ha arrastrado fuera de la alcantarilla.
Syn hizo caso omiso de los insultos.
—¿Dónde está Tessa Dagan?
—Está a salvo. . . por ahora.
Como si eso significara algo. Si Syn conocía al animal con el que estaba hablando, sabía muy bien que no podía confiar en Merjack.
—Quiero una prueba.
—Muy bien. Después que terminemos, llama al alcaide Traysen a la prisión y te la mostrará.
La furia le cegó cuando oyó la aguda inspiración de Shahara. Su rostro palideció.
—Asqueroso bastardo —gruñó Syn—. No puedes retenerla allí. Es inocente en todo esto.
¿Qué demonios estaba pensando? Él había sido mucho más inocente y más joven cuando lo habían arrojado en la cárcel, y esos recuerdos se desgarraron a través de él. Sabía exactamente lo que le harían si no la rescataban de inmediato.
Merjack se echó a reír.
—Te olvidas quién es mi hijo. Como el padre del presidente puedo hacer cualquier cosa que quiera.
Y tu bien puedes morir, también, cabrón.
Syn agarró el enlace, deseando que fuera el gordo cuello peludo de Merjack el que estuviera apretando.
—Sabes lo que quiero, rata. Dame el chip, sin hacer una copia, y es libre.
—No lo tengo.
—Bueno, entonces, sé de unos cuantos guardias y reclusos que han estado mirando a nuestra nueva invitada…
Syn entornó los ojos.
—Si la tocas, te arrancaré la garganta.
—El chip, rata, o la echaré con los criminales de violación. Tienes treinta horas.
Merjack cortó la transmisión.
Miró a Shahara. Un brutal pánico ardía en los dorados ojos y le hizo estar más determinado a matar Merjack.
—No les dejaré herirla.
—¿Y si no la encontramos? —Preguntó con voz quebrada.
—Lo haremos.
—Oh Dios, Syn, tengo tanto miedo.
La atrajo a sus brazos y la abrazó con fuerza.
—Estará bien. Te lo prometo.
Pero no creía realmente esas palabras más que ella. Había renunciado a toda esperanza de que el karma o la justicia fueran justos cuando su hermana se había suicidado. La vida no era sino dolor y por más que lucharas o corrieses, siempre te tiraba al suelo y golpeaba reduciéndote a una pasta.
Hoy no sería muy diferente.
Apartándose de ella, alcanzó el enlace y llamó a la prisión. El alcaide le mostró a Tessa en una de las mejores celdas. Aunque estaba sentada llorando en un catre, no parecía estar peor por el encarcelamiento. La habían dejado completamente vestida y una bandeja de comida reciente y bebida estaba colocada en la mesita de la cama.
Podía sentir la necesidad de Shahara por hablar con ella, pero sabía que nunca se lo permitirían.
—Como puedes ver —dijo Traysen— la hemos cuidado bien. Tengo un médico vigilándola y ha sido mantenida aislada de los demás. Es lo mejor que puedo hacer por ahora.
Shahara asintió.
—Gracias, alcaide. Pero sepa que si algo le sucede, aunque sea un padrastro, iré por ti y no me detendré. Jamás.
Un escalofrío bajó por la columna de Syn cuando vio a la despiadada mujer que había forzado la entrada de su apartamento y le disparó. Después de todo lo que habían pasado, se había olvidado de este lado suyo.
El lado que hacía que los hombres crecidos se mearan en los pantalones ante la sola mención de su nombre.
Y vio ese miedo en los ojos de Traysen. El hombre estaba mirando el hermoso rostro de la muerte y a pesar de las delicadas facciones, carecía de toda misericordia. Eso era un infierno inimaginable y nunca querría estar en el extremo receptor de su odio y su determinación. No es de extrañar que Caillen no se metiera con ella.
Ella cortó la transmisión.
—Tenemos que prepararnos.
Con una sutil inclinación de cabeza, sacó el ordenador portátil del bolso y se puso a trabajar en la búsqueda de información sobre el hombre que había sido asignado a la oficina donde se había deshecho del chip.
Shahara caminaba de arriba abajo mientras Syn trabajaba, deseando poder hacer algo más productivo. Unos sutiles golpecitos sonaron en la ventana. Al principio lo ignoró.
—¿Podrías dejar entrar a Vik?
Se golpeó en la frente.
—Lo siento. No estaba pensando.
Fue y abrió la ventana.
Vik entró maldiciéndoles a ambos.
—¿Sabéis lo doloroso que es el frío en mis circuitos?
—Lo siento.
—Sí, apuesto que sí.
Syn levantó la vista con un profundo suspiro.
—Deja de quejarte y acércate, Vik. Te necesito para amplificar mi señal. Estoy teniendo problemas para entrar en un par de servidores.
—Sí, oh, genial bastardo mocoso.
Vik voló a su lado para extender una extremidad y conectarse al equipo.
—Agradable saber que…
—Una palabra más, Vik, y te reprogramo para eliminarte la voz.
Apretó los metálicos labios y se calló inmediatamente.
A Shahara le habría hecho gracia la situación si no hubiera sido tan grave.
—No hay nada que pueda hacer para ayudar, ¿verdad?
—No me distraigas.
Y sin embargo, sabía que no podía quedarse aquí sin molestarlo. Quería saber lo que estaba haciendo. Lo que estaba aprendiendo. Tessa morirá si lo ralentizas. . .
Cogió el enlace.
—Te dejaré solo. Llámame cuando tengas algo.
Él asintió con la cabeza.
Cogió la chaqueta nueva y lo dejó a él y a Vik para ir a dar un paseo con el fin de al menos tratar de despejar la cabeza. Pero fue imposible. Lo único que podía ver era la cara de Tessa cuando había sido una niña dependiendo de Shahara. En la época en que había estado entrenando como un seax, Tessa había aprendido a cocinar y siempre la saludaba en la puerta con algún tipo de manjar.
—Un día quiero ser como tú.
Sólo que ella hubiera querido algo mejor que eso para su hermana.
Con el corazón pesándole, se detuvo en el vestíbulo para contemplar un hermoso vestido en la boutique. Cómo le habría gustado poder permitirse ese tipo de cosas para ella y sus hermanas.
Ni siquiera las puedo mantener a salvo.
Las lágrimas de frustración se reunieron en sus ojos mientras salía del hotel sin rumbo fijo. No fue hasta que llegó a un templo al final del segundo bloque que se detuvo de nuevo.
Sin ser religiosa, se acercó a la puerta lentamente. Era la religión de Syn. Aún encontraba su religiosidad desconcertante. ¿Cómo podía tener fe después de todo lo que le había pasado?
Pero por otra parte, tal vez esa fuera su belleza. No había fe mayor que aquella que había sido probada y había sobrevivido.
Queriendo encontrar su propia paz, entró. Una joven sacerdotisa de alrededor de la veintena, vistiendo la misma túnica igual que la Madre Anne , de pie en una esquina cercana, reponía el suministro de cirios.
—Buenas noches, hija —dijo con una tierna sonrisa.
—Buenas noches, Madre.
—Es una noche terriblemente fría para que estés fuera. ¿Qué problema te trae a nuestra puerta?
—Yo. . . He venido a rezar.
La sacerdotisa sonrió y le entregó una vela.
—Entonces no te molestaré. Espero que encuentres la paz esta noche, hija, y que los dioses te guarden a ti y a esos que amas a salvo.
No sabía por qué, pero las amables palabras trajeron lágrimas a sus ojos.
—Gracias, Madre.
La sacerdotisa inclinó la cabeza respetuosamente, luego volvió al trabajo.
Shahara tomó la vela y fue a iluminarla. Tan silenciosamente como pudo, se dirigió a los bancos y buscó un lugar tranquilo para arrodillarse en el suelo. Miró a su alrededor, a las estatuas de los dioses y se preguntó si realmente existían. ¿La verían o incluso les importaba lo que le estaba pasando?
Ninguno de sus padres había sido religioso, y nunca había tenido tiempo para ello en su vida. Pero esta noche…
Esta noche no quería sentirse sola en el universo. Quería creer que había un poder superior que la había traído a esta situación. Que ese algo tenía un plan, porque ciertamente ella no lo tenía.
No te mueras, Tess…
Las lágrimas caían por sus mejillas mientras se enfrentaba a la realidad. ¿Qué iba a hacer? Salvar a Tess significaría la vida de Syn. Merjack no se detendría hasta que Syn estuviera muerto.
¿Qué he hecho?
Había hecho un pacto con el diablo por la vida de un hombre. Y no cualquier hombre.
El único hombre que alguna vez había amado.
No puedo hacer esto. No lo puedo entregar para morir.
Pero ¿qué alternativa tenía? Y mientras esos pensamientos se perseguían unos a otros en su cabeza, oyó una profunda, insustancial voz masculina por encima de ellos.
Confía en mí.
Syn gruñó en señal de frustración mientras seguía buscando infructuosamente para obtener información sobre Merrin Lyche. ¿Cómo no podía haber nada del hombre?
Era como perseguir a un fantasma.
Vamos, no me hagas esto. Por encima de todo, no quería hacérselo a Shahara.
Disgustado, sacó un pequeño anillo del bolsillo y lo estudió.
Un anillo de boda…
Había sido un impulso estúpido comprar el anillo. Lo había sabido en el momento en que lo hizo. Pero mientras le estaba comprando a Shahara la chaqueta, bajó la vista al estuche de la joyería y había visto las piedras de diamantes dorados centelleando. Su fuego brillaba con la misma intensidad que sus ojos, y no pudo resistirse más de lo que podía resistirse a ella.
En qué confuso y complicado enredo estaban metidos.
Por supuesto, debería estar acostumbrado a estas alturas. La vida era una bestia traidora y cada vez que pensaba que la había domado, siempre se daba la vuelta y le mordía en el culo. Pero se negaba a permitirse rebajar a Shahara. Merecía algo mejor que eso.
Es desesperante. Aquí no hay nada sobre el hombre.
No, no se daría por vencido. No podía. Dejando el anillo a un lado, continuó buscando.
—¿Eh, jefe?
—Ahora no, Vik.
Vik extendió un brazo y lo empujó hacia atrás en la silla.
—Amigo, escucha a la forma de vida metálica.
A punto de que Syn le arrancara la cabeza, Vik introdujo un código y desbloqueó los archivos de Lyche.
Pero fue el primer archivo de la lista el que hizo que toda esperanza que tuviera se derrumbara directamente al suelo al darse cuenta de una verdad.
Ninguno de ellos iba a sobrevivir.
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