domingo, 26 de febrero de 2012

BFI cap 2

Adron se despertó lentamente con el sentimiento más increíble que alguna vez había conocido.
         Livia a su lado.
         Ella yacía acurrucada entre sus brazos, con su cara hacia él. No estaba muy seguro de a que hora se habían dormido. Todo lo que sabía es que nunca había experimentado tanta paz. Tanto calor.
         Y no había dolor. Ni médico ni mental.
         Celebrando el momento, enterró la cara en su pelo e inspiró el perfume fresco, dulce de ella.
Su cuerpo despertó inmediatamente.
¿Cómo?
Tras la noche que habían compartido, debería haber estado saciado por días y aún así la deseaba ardientemente de un modo que era casi inhumano. No lo entendía.
Se apartó para besar su hombro, después se congeló al ver su piel en la luz débil de la mañana.
Frunciendo el ceño, pasó la mano sobre su hombro desnudo y las cicatrices feas de ella.
Ella había sido golpeada. Gravemente por el aspecto que tenían. ¿Era una esclava fugitiva?
Ella suspiró alegremente y se acurrucó contra él. Adron olvidó las cicatrices mientras su trasero chocaba contra su erección.
Apretó sus brazos alrededor de ella mientras abría sus piernas con su muslo. Que Dios le ayudara, pero quería más de ella.
Livia se despertó con la sensación de Adron a su espalda, llenándola de nuevo.
-¡Oh, mi Dios! –respiró ella mientras él se introducía dura y profundamente en su cuerpo.
Mordiéndose los labios, siseó de placer.
-¿No te cansas nunca? –pregunto ella con un indicio de risa en la voz.
-De ti, no.
Ella le sonrió ante eso. Nadie nunca la había hecho sentirse tan querida. Y tenía que admitir, una mujer podría acostumbrarse a despertar así.
Cerrando los ojos para saborear los golpes largos, deliciosos, se entregó a él. Llegó un instante antes que él.
Livia rodó para ver una sonrisa cortés en su cara mientras él clavaba sus ojos en ella.
-Gracias –dijo él-. Por todo.
Ella le devolvió la sonrisa.
-Gracias –colocó sus labios contra los de él.
Los sentidos de Adron se remolinearon mientras ahuecaba sus manos contra su cabeza. Definitivamente la mantendría en su casa durante el resto del día.
-Adron, no te lo vas a creer –declaró la voz de su padre en el mismo momento en que la puerta de su dormitorio se abría.
Mirándolos boquiabierto yaciendo entrelazados, su padre se congeló. Después, se desató el infierno.
Livia se sumergió bajo las sábanas en el mismo instante en que se oía una maldición pestilente.
Adron la miró asustada bajo las sábanas cuando seis hombres rodearon a su padre. Dos de ellos llevaban las túnicas reales Vistan, marcándoles como el Emperador y su heredero. Los otros cuatro llevaban el uniforme gris oscuro de los Guardaespaldas Imperiales.
-¡Os dije que era cierto! –gruño el Vistan mayor. Sus ojos café oscuro se llenaron de odio mientras inclinaba la cabeza para contemplar al padre de Adron. Con seis pies seis, y un antiguo Asesino de la Liga, su padre no era del tipo de hombre a quien pudieras dirigir la palabra salvo en el más reverente de los tonos.
No a menos que quisieras morir, de todos modos.
-El informador estaba en lo cierto cuando dijo que su hijo salió con ella.
Adron arqueó una ceja ante la mofa desafiante en la cara del hombre. Y fue después que se dio cuenta de que el Emperador Vistan tenía el mismo tono y matiz de cabello que la mujer en su cama. Y mientras examinaba al Vistan mejor, vio más confirmación acerca de quien era Livia realmente.
¡Mierda!
-¡Puta! –dijo el hombre más joven mientras arrojaba hacia atrás las sabanas y agarraba a Livia.
Adron apartó la mano del brazo de ella y lo echó atrás con un empujón.
-Ella no hizo nada malo.
Olvidando su desnudez, Adron dejó la cama.
-La tocas y te arrancaré el corazón.
Había furia en la cara del hermano de ella, pero Adron vio el miedo en los ojos del hombre mientras ingería la altura, constitución y cicatrices brutales de Adron.
Su padre, sin embargo, no estaba tan intimidado.
-Cogedla –dijo él a sus guardas.
Livia bajó su cabeza mientras envolvía la sabana a su alrededor. Los guardias la levantaron de la cama y la obligaron a levantarse ante su padre.
A Adron le dolió la apariencia asustada de su rostro.
Su padre la recorrió con una mirada furiosa y mordaz.
-La modestia no es para una puta que abre sus piernas para un hombre que encuentra en la barra de un bar sucio.
Antes de que Adron supiera lo que iba a hacer, su padre tiró bruscamente de la sábana con la que se cubría.
-Sacadla y golpeadla.
-Maldito infierno –expresó Adron con un gruñido mientras agarraba al primer guarida y lo apartaba a empujones de Livia.
La llevo detrás de su espalda y recogió la sabana del suelo, después la envolvió alrededor de los dos. Livia se levantó así tan cerca de su espalda que él pudo sentir su estremecimiento.
Y eso lo enojó más.
Si su padre quería una pelea, estaba listo para dársela. Nadie la heriría por lo que había hecho. No a menos que quisiesen un sabor de él primero.
-Niño –gruño su padre-. Este no es tu problema. Has hecho bastante daño.
Su padre dio un paso al frente.
-Lo que sea que le concierna a mi esposa, me concierne a mí.
Livia se congelo tan pronto como las palabras dejaron los labios de Adron. Anoche, ella no había sabido que él era el heredero Andarion. Pero sabia del Emperador Nykyrian Quiakides- habían llegado unos días después que ella y su familia.
Desde luego, era comerciar con el padre de Adron lo que los había llevado a Kirovar para empezar. Ahora que los dos hombres estaban juntos, veía las similitudes entre padre e hijo. Nykyrain tenía el mismo cabello rubio con canas, la misma mandíbula fuerte, esculpida. También compartían una misma altura y robustez.
-¿Es cierto? –exigió su padre encolerizado-. ¿Eres su esposa?
Livia tragó. Si decía que si, la ley Andarion los reconocería como casados.
-Adron –dijo su padre severamente-. Hazle entender lo que estás haciendo.
Adron comenzó a afrontarla. Inclinó su barbilla hasta que ella alzó la mirada a sus ojos azules fríos.
-Depende completamente de ti.
Consternada por su oferta, clavó los ojos en ella. Nunca había conocido a un hombre tan honorable. Podía haberla dejado afrontar la furia de su padre y aún le ofrecía un santuario.
-¿Estás seguro de esto? –susurró ella.
-No –dijo él con un indicio de su sonrisa-. Pero entonces, nunca he estado seguro de muchas cosas en mi vida.
Ela miro la cara furiosa de su padre, y a su hermano. Si fuera a casa, la golpearían hasta que se desmayara. Pero si se quedaba…
Ella no tenía ni idea de cómo sería.
Lo conocido o lo desconocido.
-Cogedla –ordenó su padre.
Adron se interpuso entre ellos.
-Nykyrian, decidle a vuestro hijo que se aparte. Interfiere en el negocio real Vistan.
Por primera vez, Livia notó las profundas cicatrices, furiosas que dividían en dos el cuerpo de Adron. Su espalda estaba completamente cubierta de ellas. Era como si alguien lo hubiera cortado en pedazos en algún momento.
Después, su mirada se fijo en el tatuaje del dragón y la daga en su hombro izquierdo que lo marcaba como un Asesino de la Liga.
Tembló. No sabía absolutamente nada de él.
Nada aparte de la dulzura de su toque. Nada aparte de la forma en que la había hecho sentir cuando la besaba. La forma en que la hacía sentir buscada. Segura.
Y en ese instante, tomó una decisión.
-Lo que me ocurra es asunto de mi marido –dijo ella quedamente.
La cara de su padre se endureció.
-Entonces tu relación con nuestra casa queda cortada –recorrió con la mirada a su hermano-. Ven, Prinam.
Los rasgos de su hermano se suavizaron un poco antes de que él se contuviera. Sin hablar, siguió a su padre fuera del cuarto.
Nykyrian dio un paso adelante con una luz divertida en sus ojos verdes.
-Hay cosas que deben correr por nuestra sangre.
Adron frunció el ceño.
-¿Perdón?
-Pregúntale un día a tu madre como terminamos casados –miro a Livia-. Mientras tanto, bienvenida a nuestra familia, nuestra Alteza.
El ceño fruncido de Adron se profundizó mientras miraba a su padre suspicazmente.
-Estás entendiendo terriblemente sobre esto. ¿Debería tener miedo?
Nykyrian se rió.
-Probablemente. Espero que esto signifique que te reincorporas al mundo de nuevo. Te hemos echado de menos.
Un tic comenzó en la mandíbula de Adron.
La cara de su padre era amable y no menos mordiente juzgante cuando sonrió a Livia.
-Sabes, tendrás que traerla al palacio para encontrar al resto de tus hermanos caprichosos.
-¿Y mamá?
Él inclinó la cabeza.
Algo extraño titiló a través de los rasgos de Adron. Algo que Livia no podía definir, pero se veía como si Adron quisiese evitar el ver  a su madre.
-¿Cuándo?
-Esta noche.
-¿Jayce estará allí? –pregunto Adron.
-Es tu hermano.
El odio llameó en los ojos de Adron.
-Es tu hijo. Dejó de ser mi hermano el día que se negó a mantener el Código de la Liga.
Nykyrian suspiro, después miro a Livia.
-Espero que sepas que es lo que has conseguido.
Lo malo era que no lo sabía.
Nykyrian los dejó.
Ahora que estaban solos, la realidad de lo que había hecho cayó estrepitosamente sobre ella.
Estaba casada. Con un desconocido.
-Pues bien, esto es interesante –dijo Adron, comenzando a afrontarla-. No se nada de ti, pero cuando fui al Golden Crona anoche, en ningún momento tuve la intención de encontrar una esposa.
Ella rió.
-Ya que estaba allí para evitar uno, honestamente puedo decir que esa idea nunca pasó por mi mente tampoco.
Él ahuecó sus manos en su cara, y sonrió con una sonrisa ardiente, con hoyuelos. Y cuando la besó, ella se estremeció ante la ternura de sus labios.
-Dios mío, sabes tan bien –dijo él mientras mordía la esquina de su boca-. Podría besarte para siempre.
El deseo la apuñaló con sus palabras.
-Sé que no eres tan malo –dijo ella.
Él se rió, después la alzó entre sus brazos.
Livia se quedó sin aliento ante la percepción inesperada de sus fuertes brazos rodeándola. Pero cuando llegó a la cama, él se tambaleó.
La agonía deformaba sus rasgos mientras la soltaba y caía de rodillas.
-¿Adron? –pregunto ella, arrodillándose  a su lado.
Ella hubiera podía decir por su cara que el sentía demasiado dolor para hablar.
-Aquí –dijo ella-. Acuéstate en el suelo.
Ella lo ayudo a recostarse, después alzó su rodilla con su mano. Livia se esforzó al exigir sus poderes, pero se negaron a venir.
¡No!
Adron se detuvo cuando algo vil era como si se clavara en su cerebro. Se contorsionó por el dolor y a ella le dolió no poder ayudarlo.
Con su corazón martilleando, ella corrió a la mesilla de noche.
-El inyector –gruño él desde el suelo-. Hay una botella para eso en el cajón.
Livia los encontró y se los llevó.
Él coloco la botella en el inyector, después la sujetó contra su estómago y tiró del gatillo. El sudor empapaba su cuerpo mientras se estremecía.
Livia lo cubrió con una manta y después sujetó su cabeza sobre su regazo.
Adron intentó no oponerse al dolor. Lo hería menos cuando lo hacía y aun así lo destrozaba con algo parecido a una furiosa tortura que lo dejaba débil. Agotado.
Él se quedó con la mirada fija en Livia mientras ella rozaba su pelo con su mano y lo sujetaba.
Nunca antes había permitido a nadie acercarse cuando estaba así. No cuando tenía alguna opción en ello, de todos modos. Pero había algo en ella que apaciguaba su espíritu. Mejor todavía, no veía desprecio o lástima en su cara. Con una tranquila calma clavaba sus ojos verdes en él.
Tras algunos minutos, el dolor menguó lo suficiente como para que pudiera moverse de nuevo.
Se enderezó lenta, cuidadosamente, pero sintió como si cada músculo en su cuerpo hubiera sido destrozado de nuevo. Comenzó  a empujarse sobre sus pies.
Ella se movió para ayudarle.
-No lo hagas –dijo él con más rencor del que quería emplear-. Puedo levantarme solo.
Ella tomo su tono fiero en el acto.
-¿Puedo traerte algo?
-Una botella de alcohol –él se puso de pie contra la cama.
-Adron, es por la mañana. ¿No deberías comer algo?
Él se expresó con la furiosa mirada que siempre había hecho correr a toda velocidad a su familia alejándose de él.
-Consígueme algo de beber.
Ella se vistió, después volvió unos minutos más tarde con un vaso de leche.
-¡Maldición, Livia! No soy un niño.
-Entonces deja de comportarte como uno.
Antes de que pudiera responder, el timbre de la puerta sonó.
-¿Debería responder? –preguntó ella.
-Me importa un bledo lo que hagas.
Livia suspiró ante su tono hostil mientras él cambiaba de posición ligeramente en la cama. Fue a la puerta y la abrió para encontrarse con una morena alta y atractiva apenas vestida. La camisa corta y roja y la apretada falda de cuero negro hubiera hecho que los padres de Livia ardieran.
La mujer se quitó las gafas oscuras haciendo que Livia pudiera ver sus iris rojos y las pupilas blancas que la marcaban como una mujer Andarion de raza pura.
-Debes de ser Livia –dijo ella alegre-. Soy Zarina.
Livia arqueó una ceja.
-Adron es mi hermano –añadió ella-. Papá solamente dijo lo del matrimonio y tuve que venir a verte.
Dudando de que hacer con esa extraña hermana, Livia la dejó entrar.
-Eres realmente bonita –dijo Zarina mientras entraba y dejaba caer el bolso en el sofá de Adron-. Pero no te hubiera catalogado como su tipo.
-¿Perdón?
-Adron siempre sintió debilidad por las mujeres rubias con piernas largas y la profundidad de una hoja de papel. Te ves como si realmente tuvieras cerebro y alma.
Livia arqueó una ceja ante sus palabras.
-¿Debería estar ofendida?
Zarina se rió.
-Por favor, no lo estés. Las únicas personas a las que ofendo a propósito alguna vez es a mis hermanos. Y hablando de ellos, ¿dónde esta el gran y malo enfadado? Papá dijo que estaba realmente levantado y caminando sin su bastón.
Antes de que Livia pudiera responder, un golpe estruendoso sonó en el dormitorio. Fue corriendo con Zarina a un paso detrás de ella por Adron.
Tan pronto como entraron en el dormitorio, lo vio apoyándose con una mano en la mesilla de noche. Livia se quedo sin aliento al ver la sangre cubriéndole y cada vez que tosía, más sangre salía.
-Oh, Dios mió –dijo jadeante Zarina, corriendo hasta el comunicador.
Aterrorizada, Livia fue hasta su marido.
Él abrió la boca para hablar, pero solo escupió más sangre. Todo su cuerpo temblaba, cayo sobre su espalda en la cama donde se contorsiono en agonía. Cuando ella intento tocarlo, él la aparto fuertemente.
-Una unidad med tech está en camino –dijo Zarina en el mismo instante en que se juntó con ellos.
Livia trabó la mirada con Adron. Vio el tormento y la vergüenza en sus ojos. Él estaba avergonzado.
Pero por su vida, no podría imaginar por qué.
         -Él necesita vestirse –dijo a Zarina sobre su hombre.
         Para cuando había pasado un paño quitándole la sangre y lo había vestido, llegó el equipo med tech.
         -Necesito llamar a nuestros padres –dijo Zarina, dejando a Livia para ver como trabajaban en su marido.
         Insertaron un tubo en la garganta de Adron y le pusieron otra inyección mientras iniciaban un IV. Él estuvo solamente allí y su aceptación tranquila a sus acciones le dijo a ella que estaba muy acostumbrado a esas cosas.
         Querido Señor, ¿Qué le había pasado a él?
         ¿Era posible que fuera por lo que habían hecho? ¿El haber tenido sexo con ella casi lo mató? El pensamiento la horrorizó.
         Mientras la camilla la pasaba, Adron le lanzo una mirada cansada, avergonzada, apartándola después.
         -Vamos –dijo Zarina desde la puerta-. Te acercaré al hospital.
Livia la siguió hasta un vehículo y entró.
         -¿Qué le pasó?
         Zarina se sobresaltó como si los recuerdos fueran demasiado dolorosos como para mirarlos.
-Hace cinco años, Adron era el Asesino de la Liga que fue designado para matar a Kyr Omaindon.
Livia conocía perfectamente el nombre. La crueldad sedienta de sangre de Kir era de pesadilla. Había dejado un rastro de violaciones y asesinatos durante dos años en el sector Brimen.
Zarina se pasó la mano a través del pelo.
-Cuando Adron entró en la casa de Kyr para matarle, Kyr agarró a una de las sirvientas y se encerró dentro de su estudio. La mujer estaba embarazada, y Adron se culpó por dejar que la cogieran.
Livia recordó el famoso hecho por completo. Había sido cubierto durante horas por los medios. Y había acabado cuando un Asesino de la Liga permitió que lo esposaran, y después se vendió por la mujer embarazada.
Ahora sabía el nombre y la cara de ese asesino. Peor, conocía su toque dulce. Zarina recorrió los sectores abarrotados.
-Kyr decidió hacer un ejemplo con Adron. Quería asegurarse de que la Liga se lo pensaba dos veces el enviar a otro asesino detrás de él. Entonces, torturó a Adron durante días enteros, después lo cortó como si hubiera sido un asado. Una semana después de que Adron hubiera desaparecido, mi hermano Jayce lo encontró apenas vivo dentro de un basurero.
Livia parpadeó para alejar las lágrimas de sus ojos cuando imaginó lo que había sido para Jayce encontrar a su hermano en ese estado.
-¿Por qué odia Adron a Jayce?
-Porque, según el Código de la Liga, cuando un asesino encuentra  a otro asesino que ha sido tullido o desfigurado, él –se supone- que lo mata. La idea es morir con honor y dignidad.
Livia se aclaró la voz mientras suspiraba por su marido y su familia.
-Jayce no lo pudo hacer.
-No, no pudo. Ambos eran demasiado cercanos. Pero, Jayce nunca nos hubiera podido afrontar si lo hubiera matado, o lo hubiera dejado morir –Zarina suspiro-. Deseo que hubieras podido ver a Adron como era antes –ella sonrió-. Siempre estaba corriendo de acá para allá a gran velocidad, bromeando, riendo. Ahora, hay días en que no puede abandonar la cama por el dolor.
Livia recordó haber visto durante un momento a ese Adron juguetón anoche.
-¿Qué le sucedió a Kyr?
-Mi papá lo destrozó en pedazos.
Livia nunca había excusado ninguna clase de violencia, pero después de ver a  Adron y el dolor constante en el que vivía, entendió la reacción de su padre. Ahora, solo quería hacerlo sentir mejor.
Solamente no sabía cómo.

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