lunes, 27 de febrero de 2012

BON cap 10

Nykyrian salió de la ducha y se secó. Quizás Rachol tenía razón, quizá Kiara podría ser su muerte. Pero de cualquier manera, la muerte era lo que más había pedido en la mayor parte de su vida. Con un suspiro cansado, se envolvió la toalla alrededor de las caderas y abrió la puerta. Al instante se congeló.
Kiara yacía sobre la cama con un ligero negligé negro, tenia peinado el cabello alrededor de ella. Su sangre se aceleró al verla. Trató de controlarse.
—Pensé que estabas abajo —dijo, intentando parecer distante, sabiendo que era inútil.
Él extendió las manos para recoger su ropa de la cama. Su sedosa mano cubrió la suya. La piel de Nykyrian ardió por su gentil toque, deseaba que ella lo rodeara más de lo que había deseado alguna cosa en su vida. Su mirada vago desde su mano, a su perfecto brazo, hasta la belleza de su rostro. Sus suaves ojos ambarinos, chispearon en la tenue luminosidad del cuarto.
—Siento mucho lo que te dije hoy —susurró ella—. Sé que Jullien se merece todo lo que le dijiste y mucho más. Tiendo a decir ese tipo de cosas cuando estoy enfadada, cosas que raramente deseo decir.
Nykyrian estuvo tentado de pedirle disculpas también, pero no tuvo fuerzas para que esas palabras salieran de sus labios. Dejó caer la toalla y recogió sus ropas de la cama. La cara de Kiara se sonrojó antes de que apartara la vista de su cuerpo.
Mientras se ponía la ropa, estudiaba su perfil. Era cierto que él había estado con mujeres más hermosas que ella, pero ninguna le había hecho sentir tanto alivio, o suavizar el dolor dentro de él.
Tenía tantas cosas que decirle, pero tenía miedo de hacerlo. Inspiró profundamente. De cualquier modo, había cosas que ella debía saber, se lo debía.
Kiara volvió su mirada a Nykyrian, cuando la cama se hundió bajo su peso. Ya estaba vestido y la miraba de una forma extraña. Se incorporó, preguntándose si él le diría lo que lo molestaba esta vez.
Él extendió su mano y jugó con algunos de los rizos que caían en su hombro.
—Tienes el cabello más hermoso —dijo él, con una voz ronca, que hacia que su sangre ardiera.
Ella sonrió, al tomar su mano con la suya. Kiara abrió su boca para hablar, pero el le puso un dedo sobre los labios.
—Tengo cosas que decirte y necesito que me escuches.
Ella tragó saliva, curiosa por la gravedad de su tono. Él la miró fijamente durante un buen rato como si quisiera memorizar su rostro.
—Yo no soy lo que piensas. No —exclamó él, ahuecando su mejilla cuando ella empezó a protestar—. Escucha. He hecho muchas cosas en mi vida de las cuales me arrepiento —lucía tan alejado de ella, su mano se apartó. El vacío la consumió, Kiara quería volver a sentir su toque caluroso sobre su piel con desesperación. Para decirle que no le importaba su pasado, que el nunca haría nada que pudiera ahuyentarla.
Nykyrian suspiró. Su mirada estaba fija en algún punto en la pared.
—Solía decirme a mi mismo, que hacía lo correcto, que los asesinatos que llevé a cabo protegían al gobierno y a las vidas inocentes —la furia hacía que su mejilla diera un tirón de determinación—. Entonces, me enteré de la verdad.
Él estaba de pie, caminaba alrededor de la cama con furiosas zancadas. El corazón de Kiara latía desbocado y deseaba alguna vez poder aliviarlo
Nykyrian levantó la mirada hacia ella, con una expresión de preocupación.
—No puedo explicarte lo que se siente el comprender que todo sobre ti es una mentira y que todo lo que has estado haciendo durante seis años era inmoral y malvado.
—¿Por eso desertaste de la Liga?
El asintió con la cabeza.
Se dibujó una sonrisa en los labios de ella, las lágrimas empaparon sus ojos. Su corazón golpeó contra sus costillas y el amor se extendió a través de ella.
—En ese momento me convertí en Némesis.
Su sonrisa se marchitó, y cuando él la miró a los ojos, sus palabras penetraron en sus pensamientos.
—¿Qué?
—Yo soy Némesis.
La mente de Kiara se nubló. Una y otra vez, escuchó los reportes de noticias que le informaban al público sobre aquellos espantosos asesinatos. Saltó de la cama, un terror helado la recorrió. ¡Queridísimo Dios, estaba sola en casa con un asesino brutal!
Nykyrian la agarró por los brazos cuando ella intentó salir corriendo hacia las escaleras.
—Kiara, escúchame.
—¡No! —chilló ella, tratando de apartarse de él—. ¡Dios mío, tú rasgas a las personas en pedazos! ¡Tú… te comes partes de ellos antes de que botes a la basura a sus cuerpos!
Nykyrian cerró los ojos y la soltó. Sin decirle una palabra más, la dejó sola en el cuarto.
Kiara se derrumbó en el suelo, incapaz de creer en sus palabras. Némesis. Queridísimo Dios, ¿Con quien se había involucrado? Era obvia la razón por la cual Rachol estaba tan desconfiado de ella. Con este conocimiento, podría entregar a Nykyrian a las autoridades y acabar con todos sus asesinatos brutales. Todo lo que ella había pensado de él era una mentira. Era un asesino, ¡Un asesino de sangre fría y cruel!
Una imagen de Jana pasó a través de su mente. La forma en la que Nykyrian lo había protegido, el alivio del niño antes de llevarlo a un lugar seguro. Yo también estoy asustado, escuchó a Nykyrian suspirar el día que la salvó de Aksel. Había sido encadenado a la pared, dijo Orinthe en su oreja.
Kiara respiró profundamente, para intentar calmar el latido furioso de su corazón. Nykyrian había confiado en ella. Le había dicho el secreto más cotizado del universo.
Se sentó en el suelo casi una hora, intentando colar sus belicosas emociones. Una parte de ella quería hacer lo correcto y darle la espalda, pero su corazón y su alma no se lo permitían. Nykyrian no era un asesino brutal, lo sabía. En lo más profundo de su ser, vio la parte de él que había salvado a un niño hambriento de la calle, que había ayudado a Rachol, y la había protegido. Había mucho más en ese Némesis del cual las noticias hablaban. Incorporándose, Kiara fue a encontrarse con Nykyrian, y con la verdad que escondía detrás de su fachada.
Lo encontró en el cuarto de ejercicio, desnudo hasta la cintura, golpeando una bolsa de boxeo. Cada golpe que le daba a la bolsa era de pura furia concentrada. Podía sentir su ira y su dolor como si se tratara de ella misma.
—Nykyrian —dijo ella suavemente.
Él vaciló, volviendo su mirada hacia ella. La bolsa dio una vuelta y lo golpeó en el costado. Él gruñó fuertemente y empujó la bolsa lejos de su cuerpo. Kiara aguantó la risa ante la expresión de sorpresa en su rostro.
—¿Qué estás haciendo aquí? —le exigió ferozmente, mientras golpeaba a la bolsa nuevamente con el puño—. Podría sacarte sangre.
Ella se tragó el nudo de su garganta cuando se giró para liberar una sucesión de rápidos y furiosos golpes contra la bolsa.
Kiara observaba como sus manos golpeaban la lona áspera.
—Siento mucho mi reacción, pero ¿qué esperabas?
Su mano voló contra la bolsa con un porrazo tan fuerte que hizo que las cadenas se sacudieran en las vigas del techo.
—No espero ninguna jodida cosa de ti. Solo saca a tu mojigato —él golpeó a la bolsa—, arruinado —otro golpe poderoso—, trasero de mi vista antes de que te muestre lo que Némesis es capaz de hacer.
El sentido común de Kiara la instó a que saliera, que él estaba demasiado enfadado como para hablar, pero no pudo hacerlo. Antes de que pudiera volver a pensar en sus acciones, cruzó el cuarto y lo apartó de la bolsa. Él la miró sorprendido. La bolsa giró y efectuó un arco entre ellos.
—¡Vas a hablar conmigo!
Nykyrian resopló.
—¿O qué? No creas ni por un minuto que puedes hacerme algo peor de lo que ya me has hecho.
Kiara apartó la mirada de su rostro cuando el dolor la consumió, deseando conocer la manera de penetrar sus superdesarrolladas defensas. Fue entonces, cuando vio sus nudillos. Quedó sin resuello, al ver como la sangre goteaba de sus manos.
—¿Qué hiciste? —le preguntó, cruzando la distancia que había entre ellos, para tomar sus nudillos hinchados y sangrientos en sus propias manos.
—No me duele —murmuró él, tratando de apartarse.
Kiara lo aferró fuertemente. Con un ceño feroz lo miró a los ojos y percibió su agonía. Él cerró los ojos y miró a otro lado.
—Nykyrian, habla conmigo, por favor. Juro que te escucharé. Se que no eres capaz de desgarrar a nadie en pedazos.
En lugar del efecto consolador que ella esperaba, sus palabras lo enfurecieron mucho más. Cayó sobre ella con un gruñido, le empujó la espalda contra la pared, sus ojos claros lucían furiosos llenos de emociones que no podía descifrar. Kiara tragó saliva sintiéndose culpable, un estremecimiento se extendió por todo su cuerpo.
—¿Realmente crees que no puedo desgarrar a alguien en pedazos? —gruñó con rabia—. ¡Fui entrenado para rasgar hombres tan rápido, para que ellos nunca tuvieran la oportunidad de ver que órgano les había arrancado antes de que cayeran muertos al suelo! —puso sus brazos a cada lado de ella, tensos—. ¿Has sostenido el corazón latiente de alguien alguna vez en tus manos? Sentir el deslizamiento de la sangre caliente y pegajosa entre tus dedos mientras todavía late.
Las lágrimas rodaron por las mejillas de Kiara. Él tenía que tener alma, lo había visto hacer demasiadas cosas buenas que contradecían su brutalidad.
—Una vez te pregunté si te gustaba matar —tomó una respiración profunda—. ¿Te gusta? —su expresión era tan distante.
Por un momento ella pensó que no le contestaría, pero entonces, él negó con la cabeza.
—Lo odiaba —susurró él, apartándose de ella—. Cada maldito minuto en el que tuve que hacerlo.
Una sensación de esperanza la recorrió.
—No has asesinado a nadie desde que desertaste de la Liga, ¿verdad? —Él se frotó su bíceps derecho, su mano vacilaba sobre el tatuaje de la Liga.
—No.
Una sensación de satisfacción la recorrió dejándola temblorosa. Kiara vaciló, recordando los reportes de los noticieros.
—¿Entonces de donde proviene tu reputación? —Él levantó la mirada hacia ella, con una diminuta sonrisa dibujada en sus labios.
—De Jayne. —Una ola de sorpresa la invadió.
—¿Jayne? —repitió ella.
Él asintió con la cabeza.
—Una ex asesina Hyshian. Ella comete los asesinatos y yo me quedo con el crédito. Eso la mantiene protegida. Los únicos crímenes que se le imputan son el contrabando y el espionaje.
Un nudo se formó en la garganta de Kiara cuando sopesó sus palabras.
—Entonces ella es libre para matar, y si te atrapan, te ejecutarán por algo que no hiciste.
Él negó con la cabeza.
—Difícilmente. Cometí los suficientes asesinatos en la Liga como para garantizar que se me impongan todos esos contratos por mi vida.
—Pero aquellos eran asesinatos legales.
El se mofó.
—Legales, pero mucho más corruptos e inmorales que los que Jayne a realizado.
Kiara digirió sus palabras, mientras su corazón latía por él.
Él se apoyó contra la pared, mirándola con los ojos entrecerrados.
—No me importa si tú me das la espalda, pero quiero que me jures que nunca traicionarás a Hauk, a Rachol, a Darling o a Jayne.
Kiara sorbió sus propias lágrimas.
—Nunca traicionaría a ninguno de ustedes.
Nykyrian asintió con la cabeza. Empezó a apartarse de la pared, pero Kiara le retuvo con su mano. Había muchas otras partes perdidas de ese enigma, y ella tenía que conocer sus respuestas.
—¿Por qué Aksel te odia tanto?
Nykyrian tomó su mano de su pecho y jugó con sus dedos, provocando que un escalofrío recorriera su brazo. Le sorprendió que se molestara en contestarle su súplica.
—Él estaba enfadado con el comandante por haberme adoptado. Y como no podía hacer nada contra el comandante, volvió toda su maldad hacia mí.
—¿Y Huwin nunca intentó detenerlo?
Nykyrian negó con la cabeza.
—Él no quería a un hijo, ya tenía a Aksel y a Arast. Lo que quería era tener una leyenda que destacara en los archivos de la Liga. Deseaba que su apellido inspirara terror en cualquier lugar que se escuchara.
—¿Es por eso que Aksel se cambió su apellido?
Él dolor empañó sus ojos en una brevedad de tiempo, luego esa expresión se borró de su rostro.
—No, Aksel se lo cambió para que nadie lo relacionara con un giakon híbrido.
Kiara recorrió con su mano la cicatriz que él tenía a lo largo de su clavícula.
—Tanto dolor —susurró ella, al mirar la oscilación acelerada debajo de sus dedos.
Él bajó la mirada hacia ella con los ojos inundados de agonía llevando todo ese dolor hasta su pecho. Nykyrian le tomó las manos y se las giró hacia arriba.
—En tus palmas, he puesto mi vida, mis secretos —le susurró, su respiración se batía contra su mejilla, picándole la piel—. Te doy la libertad para abandonarme cuando quieras. Yo no soy fácil de amar, lo sé. Todo lo que te pido es que siempre guardes silencio, si no es por mí, entonces hazlo por las familias de los otros a quienes tú destruirías.
Las lágrimas se deslizaron por sus mejillas sin control, derramándose por su barbilla.
—Nunca te haría daño —dijo ella, mientras ahuecaba su rostro con sus manos.
Sus labios cubrieron los de ella. El sabor salado de su lágrima ardía sobre sus labios mientras él la besaba apasionadamente. Kiara le dio la bienvenida a la percepción de su boca calurosa, al ansia de su necesidad por ella. Lo apretó, necesitando sentir su cuerpo.
Kiara pasó sus manos sobre la dura y musculosa pared de sus costillas. Y para su sorpresa, Nykyrian sonrió. Ella aquietó sus manos y lo miró a la cara.
—¿De que te ríes? —dijo ella casi sin resuello.
Una sonrisa se dibujó en sus labios.
—Creo que soy cosquilloso —dijo él asombrado.
Maliciosamente, Kiara le pasó las manos otra vez por sus costillas. Su rica y gutural risa invadió a sus orejas con su melodía y a su corazón con felicidad. Siguió haciéndole cosquillas, fascinada con la manera en la que él se retorcía.
—Piedad —suplicó él al fin.
—Está bien —le dijo ella y lo besó en la mejilla.
Él la atrajo hacia su cuerpo con una expresión de seriedad en su rostro.
—No me dejes nunca —le dijo él con un tono de voz tan triste, que casi la hizo llorar.
—Nunca te dejaré —le prometió, con todo el amor que corría a través de su cuerpo.
Con un movimiento ágil, él le quitó el vestido y la bajó hasta el suelo. Kiara disfrutaba la sensación de su piel contra la suya. Acarició los duros tendones de su espalda, deseando que siempre estuviera con ella.
Un ruido fuerte rompió el silencio. Nykyrian levantó la mirada con una mueca.
—¿Qué es eso? —preguntó ella jadeante.
—Es el intercomunicador —dijo él, con un tono cargado de preocupación.
Kiara recogió su vestido y lo miró mientras corría rápidamente hacia el cuarto. Luego de acomodarse su ropa, lo siguió. Nykyrian estaba sentado en el sofá, de espaldas a ella.
—Darling está aquí en mi apartamento. —Kiara reconoció la voz de Rachol—. Está en mal estado. Puedo defenderme de Aksel, pero si ellos llegan aquí mientras estoy con Darling, lo harán pedazos.
Kiara puso una mano consoladora en el hombro de Nykyrian. Él levantó la mirada hacia ella con una sonrisa tierna.
—Trae a Darling aquí —dijo él.
—¿Estás seguro?
—Es el único lugar en el que estará seguro mientras sana.
—Bien. Lo llevaré allí rápidamente.
Nykyrian apagó el intercomunicador y lo echó sobre la mesa. Se pasó las manos por la cara, en una mueca profunda que delineaba sus rasgos.
—¿Qué pasa? —le preguntó Kiara, mientras le cepillaba el cabello con sus dedos.
—Arturo ha golpeado a Darling de nuevo. Debí haberlo hecho pedazos.
Kiara se arrodilló en el suelo y puso su barbilla sobre su hombro.
—¿Darling se pondrá bien?
—Eso espero —susurró él, mientras le acariciaba el brazo que ella le había envuelto alrededor de su cuello.
Kiara le plantó un beso sobre su hombro desnudo.
—¿Siempre vives lleno de problemas?
El soltó una risa corta.
—Si considero todo lo que ha pasado, ha sido una semana muy lenta. —Él la atrajo desde el brazo del sofá y la puso sobre su regazo—. ¿Qué me has hecho, mujer? Si Rachol me escucha reír, realmente le dará un ataque.
Ella le acarició un mechón de pelo que estaba sobre su hombro.
—Déjalo que se acostumbre. Me encanta demasiado el sonido de tu risa, como para permitir que lo escondas.
Él la besó con ternura.
Echándose hacia atrás, estudió sus ojos.
—Afortunadamente las paredes de arriba son a prueba de sonido. No creo que nuestro invitado vaya a ser una molestia.
Su sonrisa diabólica la hizo sonrojar. Antes de que ella pudiera contestarle, la incorporó y recogió su camisa. Kiara no sabía que le había hecho a este nuevo Nykyrian. Pero decidió que le gustaba definitivamente.

* * * * *

Terminaron en el cuarto de la televisión, esperando la llegada de Rachol y de Darling. Kiara se sorprendió cuando Nykyrian puso la cabeza en su regazo y se estiró en el sofá. Ella jugó con su suave cabello mientras permanecían silenciosos en la oscuridad, observando las imagines parpadeantes.
Kiara tenía lo que quería. Él confiaba en ella. Un nudo se apretó en su garganta cuando bajó la mirada hacia él. Sus largas pestañas se batían con fuerza. Apartó el cabello de su cuello para ver los vellos cortos de bebé que se rizaban en su nuca. Con sus uñas, los cepilló suavemente. Un escalofrío recorrió su cuello y él cerró los ojos soltando un suspiro. Con la yema de sus dedos, recorrió la línea de su mejilla y sus labios. Volviéndose, él abrió los ojos para encontrarse con los suyos. El amor que ella vio dentro de esos ojos de color verde claro la hizo arder.
Él extendió su mano y bajó su cabeza hacia sí para que recibiera su beso apasionado. Kiara gimió, su cuerpo se encendió con su toque. Los brazos de Nykyrian se tensaron.
Los motores de Rachol tronaban en la bahía.
—Recuerda esta posición para una referencia futura —le susurró Nykyrian contra sus labios, su respiración calurosa provocó que diminutos escalofríos recorrieran todo su cuerpo.
Él se incorporó y ella quería maldecir de la frustración. Controlando sus emociones tumultuosas, lo siguió hasta la puerta. Esperaron varios minutos hasta que finalmente la puerta se abrió. Kiara se quedó sin respiración.
Rachol traía apoyado a Darling sobre su hombro. Darling estaba arregostado pesadamente contra su costado, incapaz de caminar sin ayuda. Su cara estaba ensangrentada y golpeada, era casi irreconocible. Su brazo izquierdo se balanceaba en el aire en una posición extraña y Kiara se dio cuenta que lo traía roto.
Nykyrian maldijo, entonces cambió a Darling hacia sus brazos. Rachol salió corriendo hacia el cuarto de la televisión. Kiara los siguió, su corazón se retorcía al ver la condición abatida de Darling.
Rachol ya había hecho una cama con el colchón cuando llegaron allí.
—Déjame ponerle una sábana —masculló él.
—Al infierno con la sábana —gruñó Nykyrian—. Compraré otro sofá si tengo que hacerlo.
Rachol asintió con la cabeza, y se encontró con los ojos de Kiara. La hostilidad que vio en su mirada la hizo retroceder un paso.
Ignorando su mirada llena de odio, Nykyrian acostó a Darling. Rachol rompió el contacto con sus ojos para ocuparse de Darling. Kiara se quedó parada en la puerta, con las lorinas enroscadas en sus piernas, sus miembros temblaban de temor y compasión.
Frunció el ceño cuando se dio cuenta por primera vez, la razón por la cual Darling mantenía su pelo encima del lado izquierdo de su rostro. Una cicatriz profunda y blanca le atravesaba la parte inferior de su rostro desde la línea del cabello hasta la barbilla. Kiara no podía imaginar que cosa le había sucedido, como para haberse ganado una cicatriz tan horrible.
Su garganta se apretó al ver la cantidad de sangre que lo cubría. Nunca en su vida había visto a nadie tan maltratado. Giró su mirada hacia Nykyrian, a su mandíbula rígida, y se preguntó cuantas veces él había sido golpeado hasta quedar en condiciones similares a Darling.
—Voy a matar a Arturo —ladró Nykyrian con los dientes apretados.
Darling extendió la mano y le tocó el brazo a Nykyrian.
—Déjalo estar —le susurró a través de sus labios hinchados.
Kiara sollozó, al imaginar el dolor que Darling debía sentir. No podía creer que aún siguiera consciente.
Rachol le inyectó a Darling un analgésico en el brazo, y luego se dispuso a reparar la fractura. Kiara lo miró, asombrada de que Darling no sollozara ni hiciera una mueca. Yacía tan callado y quieto. No parecía real. Pero notaba que aún seguía consciente porque con los ojos abiertos miraban fijamente hacia el techo.
Nykyrian levantó la mirada hacia ella. Caminó a través del piso, la tomó por el codo y la sacó del cuarto.
—Creo que será mejor que subas a la habitación y me esperes.
Kiara asintió con la cabeza.
—¿Él se va a poner bien?
Nykyrian apartó un mechón de pelo de su mejilla.
—Estará bien —le dijo antes de darle un beso rápido en los labios.
Kiara subió las escaleras, y entonces se detuvo.
—¿Nykyrian? —esperó que él se volviera y la mirara—. Espero que te vengues de Arturo —dicho eso, se dirigió a la habitación.
Después de casi una hora, Nykyrian se le unió en la cama. Sin decirle una palabra, la echó en sus brazos, la abrazó, y enterró la cara en su cuello. Su respiración le acarició su nuca a través de su cabello.
Kiara deseaba conocer las palabras que pudieran hacerlo sentir bien, para aliviar en parte la tensión de los músculos que la rodeaban.
—¿Cómo está? —preguntó ella murmurando entre dientes.
Nykyrian suspiró y se apartó de su cuello. Le acarició el brazo desnudo con una mano.
—Está dormido. Estará bien, a pesar de todo lo que le pasó.
Kiara se mordió el labio, su garganta se apretó.
—¿Sabes lo que he estado pensando mientras estaba aquí acostada?
Una risa corta resonó detrás de ella, haciendo que una diminuta ternura recorriera su cuerpo a pesar de la gravedad de su humor.
—No me lo puedo imaginar —dijo Nykyrian, mientras le besaba el lóbulo de su oreja.
Kiara le agarró la mano y la atrajo a su mejilla.
—En la vida —dijo ella, mientras le acariciaba sus dedos fuertes.
Sintió como él se puso rígido alrededor de ella.
Kiara cerró los ojos y mantuvo su mano cerca de sí.
—He estado pensando en lo mucho que yo deseaba abandonar la casa de mi padre mientras crecía, porque él nunca me respetó ni tampoco a mi intimidad —suspiró, sus pensamientos se agolpaban unos contra otros—. Siempre pensé que era muy cruel de su parte vigilarme e intimidar a mis amigos. Nunca me apartaba de su vista, sin que uno de sus soldados estuviera detrás de mí. —Se tragó las lágrimas que se agruparon en su garganta—. Yo era tan tonta. Mi madre me decía que mi vida no era tan horrible, y ahora comprendo lo que quería decir. Dios, he sido tan ciega, tan mimada.
Él le apretó la mano alrededor de la suya y la levantó hacia sus labios donde le plantó un beso tierno en sus dedos.
—Me alegro mucho de que tu padre te haya protegido. No me hubiera gustado, tener que matarlo también.
Kiara soltó una risa agridulce.
—Todo lo que yo quería era ser libre. —Ella se dio la vuelta y lo miró a los ojos—. ¿Eso era lo que querías, ser libre de tu padre?
Sus ojos se nublaron.
—¿Quieres que te diga la verdad?
Ella asintió con la cabeza.
—Todo lo que yo quería era morirme como un hombre, sin lágrimas o súplicas.
Las lágrimas de Kiara se desbordaron de sus ojos, deslizándose hasta la línea de su cabello.
—¿Y ahora? —susurró ella.
Él le limpió las lágrimas de su cabello y la besó. Sus labios se arrastraron sobre su cuerpo con una insistencia a la que ella no podía negarse. Kiara recibió con alegría el momento en el que él le deslizó el vestido de su cuerpo. Le hizo el amor despacio, mientras las estrellas titilaban alrededor de ellos. Después, la mantuvo aferrada en sus brazos, aliviando toda la culpa que ella sentía de la única forma que conocía.
Mucho tiempo después Kiara comprendió que nunca le había contestado su pregunta.

Para el eterno asombro de Kiara, Darling se había levantado de su cama a la mañana siguiente. Sus movimientos eran lentos y cuidadosos, pero era capaz de hacer todo por sí mismo. Después de haberlo visto la noche anterior, Kiara había estado segura de que estaría postrado durante días.
—Siempre me había preguntado donde vivías —le dijo Darling a Nykyrian. Darling estaba sentado en la mesa de la cocina, comiendo panecillos con Kiara—. Ahora que sé lo agradable que es, me aseguraré de decírselo al resto del grupo. Este se convertirá en un lindo lugar de descanso para nosotros.
Nykyrian levantó la mirada de su escritorio, una sonrisa se dibujó en los contornos de sus labios.
—Termina tu comida antes de que yo termine lo que Arturo empezó.
Rachol le echó un vistazo al alimentador de las lorinas en la cocina.
—¿En dónde están esos perros cruzados?
—Están desconcertados por toda la gente que hay en la casa. La última vez que los vi, estaban escondidos en el dormitorio —contestó Nykyrian.
—Ellos no muerden, ¿verdad? —preguntó Darling.
—Yo soy la única cosa que muerde en esta casa —dijo Nykyrian, mientras revisaba sus documentos.
Kiara tuvo que sofocar una sonrisa ante su seca respuesta. Su cuello aún le picaba por la mordedura que él le había dado en la noche después que se unió a ella en la cama.
Darling se rascó su emplasto de yeso.
—¿Qué vamos a hacer hoy?
Rachol caminó a través del cuarto y se le unió a Nykyrian.
—Tú vas a descansar.
Nykyrian se incorporó y se colocó su chaqueta larga.
—Y ya que estás aquí, vas a hacerle compañía a Kiara mientras nosotros perseguimos a un par de hombres de Aksel.
El corazón de Kiara dejó de latir.
—Desearía que no lo hicieras.
Nykyrian suspiró.
—Lo sé, pero tenemos que hacerlo.
Rachol recogió su bolsa del suelo y le lanzó a Kiara una mirada llena de repugnancia. Su mirada se intensificó cuando Nykyrian la estrechó en sus brazos y le dio un beso de despedida. Soltando una maldición acalorada, Rachol entró en la bahía.
—Regresaremos antes de que oscurezca —dijo Nykyrian, mientras le apretaba el brazo en un gesto consolador.
Kiara observó su partida, sentía el corazón pesado con el temor y la preocupación.
—¿Debo preguntar lo obvio?
La voz de Darling interrumpió sus pensamientos. Kiara se encogió de hombros. Una sonrisa diminuta se dibujó en una esquina de su boca.
—Ahora que lo pienso, yo dormí en el sofá con Rachol. La otra cama que queda está arriba. —Darling la miró fijamente con una intensidad que ella encontró un poco intimidante—. ¿Fue donde Nykyrian pasó la noche? —levantó sus cejas varias veces.
Riéndose de su expresión, Kiara tomo asiento frente a él.
—¿Por qué estás tan interesado?
Darling imitó su encogimiento de hombros.
—He estado enamorado de Nykyrian durante años. Si no fuera por el temor que tengo de perder la vida, me le hubiera lanzado hace mucho tiempo.
Kiara observaba la forma en que Darling cortaba su comida con una mano.
—¿Puedo hacerte una pregunta personal?
Él levantó la mirada hacia ella.
—¿El por qué soy homosexual?
Ella sonrió.
—No, eso no me interesa.
Él la señaló con su tenedor.
—Por lo menos tienes más modales que mucha gente. ¿Cuál es tu pregunta?
—¿Cómo te hiciste esa cicatriz en el rostro? —Él se quedó inmóvil, Kiara deseó poder borrar su pregunta. Inconscientemente, Darling soltó el tenedor y se frotó la mejilla que tenía cubierta con su cabello.
—Es desagradable, ¿verdad?
—No —respondió ella honestamente—. Pero es profunda.
Darling suspiró.
—Sí, la hubieras visto antes de hacerme dieciséis operaciones.
Los ojos de Kiara se abrieron como platos.
—¿Qué sucedió?
Él se encogió de hombros como su el asunto realmente no le importara.
—Mi hermano mayor. Tuvimos una pelea hace años y esto —él corrió su cabello detrás de su oreja para desnudar la cicatriz—, fue lo que pasó.
—¿Tu hermano? —Kiara estaba espantada. ¿Acaso alguno de ellos había tenido una niñez feliz?
Darling asintió con la cabeza.
—Kylar siempre fue un bastardo.
Un hoyo de compasión creció en su interior cuando contempló su cicatriz.
—Sabes, todavía eres muy guapo.
El la miró con una expresión que le indicó que pensaba que se había vuelto loca.
—Eres muy generosa —dijo él casi susurrando—. La mayoría de las personas tuercen los labios y salen corriendo.
—La mayoría de las personas son idiotas.
Él sonrió.
—Muy cierto. —Darling se puso serio. Se reclinó en su silla y estudió su rostro durante varios minutos—. Quiero que me prometas algo.
Kiara miraba a todos lados, su mente pensaba en las muchas cosas que él podría querer de ella
—¿Qué?
—Quiero que cuides de Nykyrian. No puedo explicarlo, pero él es diferente ahora que estás aquí. Supongo que es más feliz. Ya no está tan serio y amargado —los ojos de Darling se estrecharon en una mirada intensa que sondeó su alma—. Quiero que me prometas que no le harás daño.
Kiara sonrió.
—Yo nunca le haría daño.
Darling asintió con la cabeza.
—Bueno, vamos a revisar este lugar para ver que problemas encontramos.
Kiara sonrió, feliz de que Darling fuera una persona tan fácil de tratar. Guiándolo hacia el armario de los libros, intentó alejar de su mente la preocupación sobre Nykyrian y sobre los problemas que él podría encontrar.

* * * * *

Horas después Nykyrian y Rachol estaban sentados en el cuarto trasero de la Doncella de Bended, bebiendo sus tragos lentamente. La cabeza de Nykyrian latía con un enorme dolor.
Continuaron revisando sus resultados en la tarde, con un poco de provecho. Nykyrian suspiró. Todo lo que él quería era ponerle fin a todo ese tonto y peligroso asunto para estar junto a Kiara. Agitado ante la aparente inutilidad de su deseo, siguió repasando las hojas impresas que estaban sobre la mesa.
Las paredes de color canela, los mantenían apartados del ruido de los clientes en el área de la barra. Antillas les sirvió otra ronda de bebidas. Nykyrian observó al anciano luchando por esquivar todas las cajas y barriles llenos de suministros.
Antillas sonrió, mientras les colocaba sus bebidas en la mesa.
—Es bueno verlos otra vez. Hace rato que no pasaban por aquí.
Nykyrian asintió con la cabeza con un gesto de apreciación y le pagó las bebidas.
—¿Ha llegado Ryn? —preguntó Rachol.
Nykyrian notó por la manera en que Rachol removía los papeles, que estaba aburrido de esperar.
Antillas le brindó una sonrisa de disculpa a Rachol.
—Todavía no, pero te prometo que lo enviaré aquí tan pronto llegue.
Cuando estuvieron otra vez solos, Rachol soltó un suspiro de cansancio.
—Shahara es mi principal preocupación. Aksel viene recargado con sus pistolas de rayos. Mientras que ella se te desliza por la espalda y te empuja un cuchillo en el pulmón. Es una harita muy letal.
Nykyrian asintió, conociendo muy bien la reputación de la asesina.
—Iré esta noche a Tondara e intentaré encontrar a Driana. Ella me contará felizmente todos los planes de Aksel.
Rachol negó con su cabeza.
—Por los informes que encontré, estoy sorprendido de que Aksel no la haya matado. Todo lo que puedo decirte es que ellos se odian. —Rachol bostezó.
Nykyrian tomó un sorbo de su bebida, mientras pensaba en Driana.
—Aksel no la ha matado por su fondo de inversión. Si ellos se divorcian o ella muere en circunstancias misteriosas, todo su dinero pasará a manos de su familia. Aksel es demasiado ávido como para permitir que el odio interfiera con su riqueza.
—¿Por qué estás hablando de esa escoria?
Nykyrian levantó la mirada y observó a Ryn acercándose a ellos. El pelo rojo de Ryn era un poco más oscuro que el de Darling, pero sus ojos tenían el mismo tono azul.
—Estábamos discutiendo las diferentes maneras de matarlo —murmuró Rachol antes de beber un gran trago de su vaso de agua.
Ryn le hizo un gesto negativo con la cabeza.
—¿Cómo está mi hermano renegado? —le preguntó él a Nykyrian, mientras tomaba asiento.
Darling no era querido por su hermano, pero sin embargo, no podía evitar preguntar por su condición, por eso Nykyrian mintió.
—Él está bien.
—Bien. —Ryn tomó asiento y le pasó una copia del último contrato del Probekein por la vida de Kiara a Nykyrian—. Esto aún no se ha anunciado —dijo, mientras acomodaba las voluminosas yardas de sus túnicas imperiales—. Todo lo que pude averiguar fue que Biardi le dijo al emperador Abenbi que ardiera en una posición incómoda por mucho tiempo. Abenbi se niega a cancelar el contrato, aún cuando Biardi le entregó el surata.
—Yo hubiera podido averiguar eso a través de una computadora —se burló Rachol.
Ryn le frunció el ceño a Nykyrian.
—¿Qué le hiciste como para que se pusiera de un humor tan hostil? —preguntó él, luego continuó antes de que le respondiera—. Abenbi también quiere el arma para conquistar el territorio de Fremick. Cree que porque son vecinos, deben ser parte de sus territorios. Deseo realmente que tus chicos puedan detenerlo.
—Páganos nuestra cuota —Rachol lo miró con sorna.
Ryn le devolvió el gesto.
—Eso es todo lo que sé —dijo él con un tono de irritación—. Espero que te haya servido de algo.
Ante la burla de Rachol, Ryn enfrentó a Nykyrian.
—Deberías mantenerlo amarrado.
Nykyrian apenas tuvo tiempo de agarrarle el brazo a Rachol antes de que su puño hiciera contacto con la barbilla del embajador.
—¡Cálmate! —le chasqueó.
De mala gana, Rachol se volvió a sentar.
—Su información fue de mucha ayudan —dijo Nykyrian, estrechando la mano de Ryn antes de que el embajador se marchara.
—¿Esperamos todo este tiempo para eso? —Rachol sonrió con desprecio.
Nykyrian recogió los papeles de la mesa.
—¿Qué demonios te sucede?
Rachol se incorporó.
—¡Dormiste con ella anoche! Esperé hasta media noche a que regresaras abajo. Pero no lo hiciste.
Nykyrian suspiró.
—Sé donde pasé la noche.
Rachol estrechó los ojos.
—Cuando ella nos traiciones, recuerda que te lo advertí.
Nykyrian apretó los dientes, tentado de mandar a volar a Rachol.
—Como lo voy a olvidar, si tú no dejas de recordármelo todos los días de mi vida.
Rachol lo miró fijamente y mantuvo los puños apretados en los costados, Nykyrian sabía que quería arrancarle la cabeza de sus hombros.
—Este es tu entierro —dijo Rachol antes de recoger sus papeles y salir del cuarto.
Con las horribles advertencias de Rachol resonando en su cabeza, Nykyrian regreso lentamente a su nave. Quizá Rachol tenía razón. Las cosas estaban yendo demasiado bien. Su vida nunca había sido tan fácil. Cuando las cosas parecían mejorar, algo siempre pasaba para arruinarlo todo.
Nykyrian abordó su nave. Se sentó en el asiento de cuero, pensativo. Su dedo pulgar danzó a través del encendedor. Un mal presentimiento se arrastró a lo largo de su espina dorsal.
Al verificar su poder y sus niveles de combustible, Nykyrian no vio nada extraño. Pero aún así el sentimiento de problemas persistía. Si había aprendido algo en su vida, era a confiar siempre en sus instintos y ahora esos instintos estaban zumbando con una alarma escandalosa.
Definitivamente, algo horrible iba a pasar.

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