Fury se despertó despacio con el cuerpo dolorido. Por un momento, pensó que
todavía estaba atrapado en su forma humano. Pero al parpadear para despertarse, suspiró
con alivio. Era un lobo y estaba en casa.
Frotó el hocico contra las sabanas que olían a lilas. Bride siempre las perfumaba con
su agua de colonia cuando hacía la cama. Normalmente, odiaba el olor. Pero hoy era como
el paraíso. —¿Cómo te encuentras?
Levantó la cabeza y vio a Vane apoyado contra la pared, mirándole. Tomando forma
humana, le agradecía a Vane que le hubiera puesto bajo las sábanas. —Estoy bien.
—Pareces una mierda.
—Sí, vale, tampoco voy a salir contigo, gilipollas.
Vane soltó una risa breve. —Debes encontrarte mejor. Has vuelto a tu mal genio. Y
hablando de mal genio, Zarek ha estado aquí. Quiere hablar contigo cuando te levantes y
estés listo.
¿Por qué quería hablar con él un ex Dark-Hunter-que-ahora-era-un-dios?
—¿Qué quiere?
—Me ha contado lo que está pasando en el Santuario. Han cancelado la celebración y
tiene el local cerrado hasta que lleguen al fondo de este nuevo ataque. Nadie puede entrar
ni salir.
—Bien. ¿Dónde está Angelia?
—Está en la guardería y se niega a salir. Creo que espera que su gente pueda
rastrearla y liberarla de nosotros, los animales.
Fury gruñó ante la idea.
—Nah, seguramente está planeando mi desmembramiento.
Se sentó y tomó aliento antes de ponerse en pie y acercarse a la cajonera para sacar la
ropa.
—Te puedo vestir yo.
Fury se burló del ofrecimiento de su hermano.
—No necesito tu ayuda.
—Entonces me voy abajo a cenar. —Las orejas de Fury se enderezaron. —¿Qué ha
hecho Bride?
—Sobras de pavo y jamón.
—¿Puré de patatas?
—Pues claro. Sabe cuánto te gusta. —Eso hizo que el estómago le gruñera de gula.
Fury se debatía entre comer e ir a ver a Angelia. Tenía mucha hambre… pero…
—Guardadme algo.
Vane inclinó la cabeza.
—Ni se me ocurriría no hacerlo. Ah, Fang se está muriendo por saber si le has
entregado la nota a Aimee.
Se puso los pantalones.
—Se la di a Sasha para que se la entregara. Así presumo que, a estas horas, ya la
tendrá a menos que Dare se haya comido a Sasha antes de que haya podido cumplir la
misión.
—No creo. Z habría estado de mucho más mal humor si eso hubiera sucedido. Se lo
haré saber. —Vane salió de la habitación.
Fury terminó de vestirse y salió para ver a Angelia. Llamó a la puerta con los nudillos
antes de abrirla y la encontró sentada en la mecedora con la espalda contra la pared. Se
enderezó como si hubiera estado dormitando.
Joder, era la cosa más sexy que había visto nunca. Especialmente con los labios
hinchados por el sueño.
Casi le sonrió antes de que la cara se le congelara al recordar que se suponía que no
debía ser amable con él. —¿Qué quieres?
—Quiero asegurarme de que estás bien.
Aumentó el apretón en los brazos de la silla.
—No, no estoy bien. Estoy atascada aquí con animales a los que ambos sabemos que
odio. ¿Cómo puedo estar bien?
Fury le lanzó una mirada chistosa.
—Sí, vale, pero nadie te estás golpeando. Como yo lo veo, estás bastante bien.
Angelia apartó lo ojos de aquella penetrante mirada suya e intentó centrarse en lo
guapo que era. En cuán hermosos podían ser aquellos ojos turquesa…
Pero cuanto más tiempo permanecía allí, más difícil le resultaba recordar que no era
más que un animal como los que la habían amenazado allí abajo.
Él entró en la habitación.
Se puso de pie para mantener la distancia entre ellos.
—No te acerques.
—No voy a hacerte daño… —la voz se fue apagando mientras los ojos se le dilataban
peligrosamente.
Angelia tragó con fuerza al reconocer que su peor miedo se había materializado.
Había captado su olor. Aterrorizada, retrocedió hasta la pared preparándose para luchar
hasta que uno de los dos estuviera muerto.
Fury no se podía mover mientras la lujuria desnuda le atravesaba. Su cuerpo se
endureció al instante, era todo lo que podía hacer para no atacarla. No le extrañaba que se
hubiera parapetado en la habitación. —Estás en celo.
Cogió la hucha de cobre con forma de cerdo de Trace como si se lo fuera a tirar a la
cabeza. —No te acerques a mí.
Era más fácil de decir que de hacer puesto que cada partícula masculina suya estaba
conectada a ella de una forma que era virtualmente irresistible. Su lobo interior babeaba
ante su aroma y lo único que quería era tumbarla en el suelo y montarla.
Afortunadamente para ella, no era el animal que ella pensaba que era.
Se aproximó lentamente a ella.
—No voy a tocarte. —Le tiró la hucha a la cabeza.
La cogió con una mano y la volvió a poner en su sitio en el aparador.
—Lo digo en serio, Fury. —le gruñó.
—Y yo también. Te dije que no te haría daño y no tengo intención de faltar a mi
palabra.
Su mirada bajó hasta el bulto de sus pantalones.
—No me emparejaré contigo voluntariamente. Nunca.
Aquellas palabras le hirieron más de lo que deberían.
—Confía en mí, nena, no merece la pena los arañazos. Al contrario que los cabrones
Arcadios a los que estás acostumbrada, yo no tengo que forzar a ninguna mujer a meterse
en mi cama. Siéntate ahí y púdrete. Para lo que me importa. —Salió dando un portazo.
Angelia no se movió durante varios aterrorizados latidos como si esperar que
volviera.
Se había ido y estaba a salvo otra vez… esperaba.
Una y otra vez oía en la cabeza las historias sobre cómo los Katagarios trataban a sus
hembras cuando estaban en celo. Si no estaba emparejada, se ofrecía a la mujer a los
machos no emparejados de la manada, que pasaba de uno a otro hasta que se saciaban de
ella. La hembra no tenía ni voz ni voto en el asunto.
—Sois todos animales. —gruñó, maldiciendo el hecho de que era su tiempo fértil del
mes y estaba atrapada allí con ellos. —¿Dónde estás, Dare?
Como si fuera una respuesta, un resplandor la sorprendió.
Se tensó al darse cuenta de que no era Dare que venía en su rescate.
Era Fury. Con los ojos vidriosos de rabia, se acercó a ella. Un verdadero depredador
con los dioses sabían qué inclinación.
—¡No me toques! —le soltó.
Le cogió la mano con la suya y la retuvo.
—¿Sabes qué? Te voy a enseñar una lección de gran valor.
Antes de que pudiera preguntarle cuál, los teletransportó desde la guardería hasta el
comedor.
Angelia se aterrorizó al darse cuenta de en que la habitación había ocho lobos macho
en forma humana. Por el olor, sabía que no estaban emparejados al igual que Fury.
Con el corazón a galope, intentó correr pero Fury no la dejó. Bloqueando la salida, se
puso rápidamente la ropa.
—Te sentarás y comerás. —dijo con un gruñido bajo en la garganta. —Como una
humana educada. —escupió la palabra como si fuera la cosa más baja imaginable.
Como desearía tener sus poderes para aplastarle y hacerle pagar por esto. Sin duda
iba a ser el plato principal y seguramente la sujetaría mientras los otros la violaban.
Fury la condujo hasta la mesa, a la derecha de Bride donde se sentaba un wolfswain
joven y hermoso. Se le oscurecieron los ojos cuando captó el aroma de su olor.
Angelia se preparó para el ataque.
Con los ojos negros y dilatados, se puso de pie lentamente. Allá vamos…
Iba a tumbarla delante de todos.
Justo cuando pensaba que iba a hacerlo, inclinó la cabeza con respeto hacia Fury,
cogió el plato y el vaso y se alejó para sentarse en el otro extremo de la mesa.
Fury la hizo sentarse en el sitio que había quedado vacío.
Bride, que había estado observando con curiosidad, dejó escapar un suspiro.
—Lo tomaré como que vosotros dos vais a uniros a nosotros.
Fury asintió.
—Así es.
Un wolfswain más joven que estaba sentado al otro lado de la mesa se levantó
inmediatamente, haciendo que Angelia se estremeciera.
—Traeré los platos.
Bride sonrió con amabilidad.
—Gracias, Keegan.
Delgado y rubio, prácticamente salió corriendo hasta la otra habitación para volver
con la vajilla de porcelana china y los cubiertos de plata. Le tendió un servicio a Fury y
después se volvió hacia Angelia.
—¿Te gustaría que te sirviera?
—Siéntate, Keegan. —ladró Fury.
Inmediatamente, puso el servicio frente a ella y volvió a su sitio. Había tanta tensión
en el ambiente que Angelia casi podía paladearla. Ignorándolo, Fury puso la comida en
sus platos y después colocó uno ante ella.
—¡Tío Furry!
Levantó la mirada y vio a Trace que entraba en la habitación con Fang. Corrió hacia
Fury que le envolvió en un apretado abrazo.
—Hey, chaval. —Le apretó aun más fuerte mientras el niño reía de felicidad.
—¡Trace ha hecho blanco!
Fury se rió y la cara se suavizó en una expresión que ella conocía muy bien de sus
años jóvenes… antes de que fueran enemigos.
—Me alegro de no haber aquí para el entrenamiento de orinal. Buen trabajo, Fang.
Trace se escurrió de entre los brazos de Fury para correr junto a su madre.
—Trace le ha dado a tres patos, Mami.
—Es fantástico, cariño. Buen trabajo. —le cogió y le sentó en su regazo.
Los ojos de Fang se abrieron como platos cuando, al acercarse, también captó su olor.
Contuvo el aliento antes de sentarse al otro lado de Fury.
—Siento que te hayas perdido Acción de Gracias esta tarde.
Fury se puso más puré de patatas en el plato.
—Sí, yo también.
Angelia no comprendía por qué aquello le había puesto triste.
—¿Acción de Gracias?
Fury la miró mientras cortaba un trozo de pavo del plato.
—Es una fiesta americana. Todos los años la gente se reúne con su familia para dar
gracias por la vida y por estar juntos.
—Por eso están todos esos lobos aquí. —dijo Bride. —Los que están emparejados se
fueron a sus casas temprano. Según la tradición los machos sin pareja se quedan aquí para
cenar y para un torneo maratón de juegos.
Y, de nuevo, no tenía ni idea de lo que estaban hablando
—¿Un torneo de juegos?
—Videojuegos. —dijo Keegan.
Fury se burló del entusiasmo del joven lobo.
—Viene de la Inglaterra medieval, chaval. No tiene ni idea de lo que estás hablando.
—Te lo puedo enseñar.
Fang puso los ojos en blanco.
—Para el carro, chico. Las hembras Arcadias equiparan el estar con nosotros con la
bestialidad.
Con la expresión dolorida, Keegan volvió a la comida y ya no se molestó en volver a
mirarla.
Uno de los machos más mayores sentados a la mesa apartó el plato.
—He perdido el apetito. Gracias, Bride, por la cena. —Miró a Vane. —¿Necesitas que
me quede y te ayude a proteger la casa?
—Te lo agradecería. Todavía no sabemos cuántos pueden manejar lo que quiera que
sea que derribó al león.
Inclinó la cabeza y se dirigió hacia el cuarto de estar.
Otros dos más le siguieron.
Fang le pasó a Fury la bandeja del pan.
—Así que, Keeg ¿has estado practicando con Soul Calibur?
Keegan sonrió abiertamente.
—Te voy a dar una paliza, colega. Esta vez no voy a quedarme sin anillos.
Vane se rió.
—Ten cuidado, Keegan, te está preparando una buena. Se sabe todos los
movimientos especiales de la mitad de los personajes.
Con esto se estableció una conversación sobre un tema del que Angelia no entendía
nada. Pero a medida que charlaban y se tomaban el pelo entre ellos, se relajó.
Qué extraño que no parecieran tan animales…
Casi parecían humanos.
Trace se bajó lentamente del regazo de su madre y rodeó la mesa para que todos los
hombres le cogieran por turnos un rato. Cuando llegó a Fury se quedó parado y se acercó
a ella.
—Tienes una cara de dibujo como mi papá tiene algunas veces.
Las mejillas le ardieron y eso la hizo volver a ser el foco del escrutinio de los lobos.
El lobo al otro lado de Keegan suspiró pesadamente.
—Joder, mujer, deja de poner cara de pánico cada vez que te miramos. No te vamos a
tumbar de espaldas y a… —se paró al mirar a Trace. —hacerte lo que piensas que vamos a
hacerte. Sí, ya sé lo que piensas. Y no, no les hacemos esas cosas a las mujeres.
Bride cogió a Trace de los brazos de Fury. Le dio un rollito para que se lo comiera
mientras dirigía su atención hacia Angelia.
—Ya sé que no conoces las costumbres katagarias. Cuando una mujer está… —se
detuvo y miró al niño antes de continuar—...en tu condición, es ella la que selecciona al
macho que quiere. Si no puede decidirse, entonces los machos luchan y normalmente, ella
elige al vencedor y si no la satisface, elige a otro. Pero la elección es siempre de la mujer.
Los machos entregan su vida y su lealtad a sus mujeres. Puesto que su supervivencia
depende de su habilidad para procrear, lo llevan grabado en su propio ser.
Cuando Bride empezó a levantarse, Keegan cogió a Trace de su regazo.
—¿Necesitas algo? —le preguntó.
—Sólo voy al baño, cariño. —le dio unos golpecitos en el brazo mientras salía.
Angelia miró a Fury mientras él ignoraba su presencia.
¿Era por eso por lo que no la había tocado nunca? Pensando en el pasado, recordó
cómo siempre había sido más respetuoso que Dare con su madre, su hermana y con ella.
Siempre preocupado por ellas y por su bienestar. Si necesitaban algo, él siempre estaba
allí.
—¿Por qué me has traído aquí? —le preguntó.
Se tragó la comida antes de contestar.
—Quiero saber qué arma es esa.
La atención de todo el mundo se enfocó en ella y se le pusieron de punta todos los
pelos del cuerpo. Estaban preparados para atacar y ella lo tenía crudo tratando de
controlar el pánico.
—Ya hemos tenido esta discusión. —dijo por entre los dientes apretados. Puedes
torturarme todo lo que quieras pero no voy a decírtelo.
Vane se rió.
—Los Katagarios no torturan… matan.
Dos de los lobos más mayores se pusieron en pie.
—¿Entonces la matamos? —preguntaron al unísono con una chispa de emoción en la
voz.
—No. —dijo Fury. —Tiene mi protección.
—Ah. —el más joven de los que habían hablado recogió su plato y lo llevó a la cocina.
Bride volvió a la mesa y sentó en su silla.
Uno por uno, todos los hombres salieron excepto Vane, Fury, Fang y Trace.
—¿Qué pasa con Zarek? —preguntó Fury.
Fang le dio vueltas al vino en el vaso, algo que le pareció muy humano a Angelia.
—Él y Sasha están rastreando a Dare.
—Espero que no le maten antes que yo.
—Es tu hermano. —le recordó Angelia.
Fury le lanzó una mirada violenta.
—Deja que te explique algo, nena. Cuando Fang y Anya descubrieron que Vane era
humano, le protegieron de nuestro padre. Cuando estaba herido o durmiendo, hacían
turnos vigilándole en su forma humana para asegurarse de que nadie descubriera su
secreto. En el instante en que Dare descubrió que yo era un lobo, llamó a la gente para que
me mataran. Creo que debería devolverle el favor multiplicado por diez. Por lo menos, él
es un hombre adulto, no un adolescente que no tiene forma de protegerse a sí mismo de
guerreros más fuertes y mayores.
—También tiene un arma que no es muy justa. Creo que deberíamos quitársela y…—
Fang se detuvo y miró a Trace. —y metérsela en un sitio verdaderamente desagradable.
La mirada de Fury no dejó la suya.
—Me gustaría metérsela por el mismo sitio por el que quería meterme el atizador al
rojo.
Angelia meneó la cabeza ante tal brutalidad.
—Todos vosotros sois conscientes de que retenerme aquí es una declaración de
guerra.
Fury arqueó una ceja.
—¿Qué me dices?
—Sois lobos que estáis reteniendo a un miembro de la patria.
Vane resopló.
—Y yo soy el Regis de tu patria. Ausente, es cierto, pero soy la cabeza de los Lykos
Arcadios Katalakis. Y, como tal, estas bajo mi mando. Declarar la guerra a Fury a su
manada requeriría un edicto mío, que nunca te daré.
—¿Así pues, condonas su conducta?
—Por primera vez en nuestra relación y por aterrador que parezca… sí. Y como Regis
quiero saber qué arma es esa que utilizasteis con el león. Si te niegas a contestarme esto
acabará en juicio y creo que ya sabes el castigo que exigirán los miembros Katagarios del
consejo.
La vida. Pero no antes de ser brutalizada. Cuando el Regis, especialmente el que
gobierna tu patria, te pide algo, estás obligado a dárselo.
Nunca había odiado la ley más que en este momento.
—Lo llamamos el Pulso.
Fury la miró ceñudo.
—¿Y qué coño es eso?
—Envía pequeñas cargas eléctricas. No tantas como para hacer que cambien
constantemente de forma pero lo bastante como para que nos atrape en nuestra forma
básica.
Bride suspiró.
—Como el collar que llevas.
Asintió.
—Sólo que el Pulso es permanente.
Fang sacudió la cabeza.
—No puede ser. Si funciona con impulsos eléctricos, tiene que tener una pila.
—Utiliza la química corporal para recargarse.
Vane parecía enfermo al pensar en eso.
—¿Se puede extraer?
—Es demasiado pequeña para que pueda verse. No hay orificio de entrada y no ha
forma de encontrarla una vez que está dentro del cuerpo.
Fang asintió.
—Es lo mismo que dijo Carson.
Bride hizo una mueca de disgusto.
—¿Quién ha podido inventar una cosa así?
—Una pantera en el 3062. —dijo Angelia con un suspiro. —Ahora las está vendiendo
al mejor postor.
—¿Por qué? —preguntó Vane. —No necesitamos tanto el dinero.
Fury le clavó una mirada rabiosa.
—Estás pensando como uno de nosotros, Vane. La pantera es Arcadia. Piensa como
humano por un momento. La avaricia es su dios.
Angelia estaba empezando a entender las diferencias.
Vane miró a Fury.
—Deberías llevarla a ver al león al Santuario. Preséntale a su compañera que ya no
puede comunicarse con él. O mejor, preséntale a sus hijos que ya nunca podrán saber
cuánto les quería su padre. Que nunca oirán el sonido de su voz diciéndoles lo orgulloso
que está de ellos. Que nunca les advertirá del peligro. La verdad, habéis hecho un gran
trabajo. No podría sentirme más orgulloso de vuestra brutalidad.
Angelia se negó a dejarse intimidar. Sabía la verdad.
—Los animales no se comportan así.
Fury se atragantó con la comida antes de lanzarle una mirada envenenada.
—Claro. ¿Nunca te he dicho algo así, verdad? —Se levantó y se limpió la boca. —
¿Sabes qué? Me pongo enfermo de mirarte. Recuerdo a una niña que solía ser capaz de
preocuparse por los demás. Que les daba a los demás el beneficio de la duda antes de
atacarles. Pero obviamente, está muerta. Te quiero fuera de aquí antes de que termines por
destrozar los pocos buenos recuerdos que conservo de esa niña.
Le arrancó el collar del cuello y salió de la habitación.
Angelia permaneció sentada, asombrada, incapaz de creer lo que acababa de suceder.
Era libre.
—¿Tío Furry? —Trace miró a su madre. —¿Por qué está Furry furioso, mami?
—Han herido sus sentimientos, pero se pondrá bien.
Vane buscó la mirada desconcertada de Angelia.
—Eres libre de marcharte. Y te aviso. Los leones están buscando sangre. El tipo al que
derribasteis… su hermano es Paris Sebastienne y matasteis a su hermano pequeño. Por
regla general, los animales no se centran mucho en la venganza pero sí en proteger a sus
familias. Les atacasteis sin mediar provocación y pretenden hacer una carnicería con
vosotros cuando os encuentren para evitar que le hagáis lo mismo a más miembros de su
Pride. Sois su presa. Buena suerte.
Angelia tragó con fuerza llena de pánico.
—Pero yo no les disparé.
Fang se encogió de hombros despreocupadamente.
—Son animales. No les importa quién apretó el gatillo. Cazan por el olfato y tu olor
estaba por todo Jack. Que tengas una buena vida, bomboncito. Al menos durante unas
pocas horas.
Angelia soltó el aliento temblorosa ante el morboso pronóstico. A pesar de lo mucho
que le odiaba, sabía que tenía razón. No llegaría muy lejos y lo cierto era que no podía
hacer nada. Era parte de todo esto. Voluntariamente.
No había forma de cambiar el pasado. Como no había forma de evitar que los leones
la mataran. No se atendrían a razones y, ciertamente, si alguien le hubiera hecho algo así a
sus seres queridos, tampoco lo habría perdonado. Esto era lo que se merecía por formar
parte del brillante plan de Dare. Lucharía, pero no huiría. No estaba en su naturaleza. Si
ese era su destino, lo afrontaría con dignidad.
Pero no quería morir sin al menos, decirle a una persona que lo sentía.
Excusándose, se desvaneció de la mesa hasta el dormitorio de Fury.
Lo que se encontró allí la dejó completamente pasmada.
Fury estaba de pie ante el aparador sosteniendo el medallón que ella le había
regalado cuando alcanzó la pubertad a los veintisiete años.
—¿Para qué es esto? —le había preguntado cuando se lo entregó.
—Ahora eres un hombre, Fury. Debes tener algo que te recuerde este momento.
No le había costado muy caro ni era particularmente bonito. Sólo era un círculo
pequeño con una X. Y aún así lo había conservado todos estos siglos.
Incluso aunque ella le había traicionado.
Hizo una pelota con el colgante en el puño y la miró.
—¿Por qué estás aquí?
La verdad es que no estaba segura. No, no era cierto, sabía perfectamente por qué
había venido.
—No podía marcharme sin antes decirte algo.
La respondió con tono seco y quebrado.
—Que me odias. Que apesto. Que soy un animal indigno de respirar el mismo aire
que tú.
Dejó caer el colgante en el cajón de arriba y lo cerró.
—Ya me sé la letanía. La vengo escuchando toda mi vida. Así que, vete.
—No. —dijo ella y la voz se le quebró con el peso del miedo y de la culpa. —No es
eso lo que quería decirte.
Sin estar segura de su reacción, se acercó lentamente como lo haría con un animal
herido. Puso su mano sobre la que él había cerrado en un puño.
—Lo siento, Fury. Me diste tu amistad y tu lealtad y mientras que debería haberlas
atesorado, te volví la espalda. No tengo excusa. Podría decirte que estaba asustada pero no
debería haber estado asustada de ti.
Fury miró su mano en la de él. Toda su vida le habían rechazado. Cuando dejó la
patria de su madre no se había acercado a nadie por miedo a que le hicieran daño de
nuevo. A causa de su inexperiencia con sus poderes, siempre se había sentido incómodo
con los que le rodeaban.
La única persona que le había hecho sentirse como el hombre que deseaba ser había
sido…
Ella.
—Me apuñalaste.
—No, —dijo ella apretando el agarre de su mano. —Apuñalé un recuerdo doloroso.
Me conoces, Fury pero lo que no sabes es que nunca en mi vida me he transformado en un
lobo. Aunque es una parte de mí, es una parte que nunca he sido capaz de aceptar. He
vivido toda mi vida intentando silenciar una pesadilla que nunca descansa. Éramos
amigos, tú y yo. Y ni una vez desde que me dejaste he encontrado a nadie que me haga
sentir como me hacías sentir. A tus ojos, siempre he sido hermosa.
Él le buscó la mirada y el dolor en sus ojos la abrasó.
—Y a tus ojos siempre he sido un monstruo.
—¿Un monstruo llamado Furry?
Él apartó la mano de las suyas.
—Todavía no sabe pronunciar mi nombre.
—No, pero tú le contestas y has protegido a la mujer que te hirió dos veces.
—¿Y qué? Soy un estúpido gilipollas.
Alargó la mano y le tocó la cara.
—Nunca has sido un estúpido.
Volvió la cara.
—No me toques. Ya es bastante difícil luchar contra tu olor. Después de todo, sólo
soy un animal y tú estás en celo.
Sí, lo estaba y cuanto más cerca de él estaba más quería su parte más básica estar con
él. Cada hormona de su cuerpo estaba en llamas y su voluntad se estaba debilitando.
¿O sólo lo estaba usando como excusa? La verdad era que, aun sin el celo, había
pasado horas pensando en él por la noche, recordándole. Recordando su olor y su
amabilidad. Preguntándose qué habría pasado si hubiera sido un Arcadio y se hubiera
quedado con ella.
En todos estos siglos, había sido su único amigo y le echaba de menos terriblemente.
Tragándose su miedo, se forzó a decirle lo que de verdad quería.
—Sáciame, Fury.
Parpadeó antes sus palabras.
—¿Qué?
—Te deseo.
Movió la cabeza y le lanzó una mirada mordaz.
—Son tus hormonas las que hablan. No me deseas. Sólo necesitas que te echen un
polvo.
—Estoy en una casa llena de hombres escaleras abajo entre los que podría elegir. O
podría irme a casa y escoger alguno. Pero no los quiero.
Se alejó de ella.
Ella le siguió y enroscó los brazos en su cintura.
—Tu hermano me dijo que los leones nos están persiguiendo. No tengo ninguna
duda de que me encontrarán y me matarán. Pero antes de morir quiero hacer la única cosa
con la que solía soñar.
—¿Y eso es?
—Contigo. ¿Por qué crees que mientras tú estabas en la patria nunca elegí un macho
con el que acostarme después de que alcanzara mi ciclo?
—Supuse que pensabas que eran cojos.
Ella sonrió ante su insulto. Era tan clásico de Fury.
—No. Te estaba esperando. Quiero que seas el primero para mí.
Ella arrastró su mano bajándola para cubrirle.
Fury aspiró con fuerza. Era tan difícil pensar mientras le acariciaba. Difícil recordar
porque quería dejarla.
—Estate conmigo esta única vez.
—Ella le lamió el lóbulo de la oreja.
Escalofríos le recorrieron a lo largo del cuerpo mientras el lobo en él aullaba de
placer. En completa honestidad, él nunca había tomado muchas amantes. Principalmente a
causa de la mujer cuya mano estaba frotando su pene a través de los vaqueros. ¿Cómo
podía confiar en alguien después de la manera en que ella le había traicionado?
Él siempre había evitado a otras wolfswans. Cuando ellas estaban en celo, él se había
retirado hasta que la mujer había reclamado otro lobo.
Era fácil de esa manera. A él no le gustaban las emociones humanas, y no le gustaba
ninguna clase de intimidad. Esto lo dejaba demasiado vulnerable. Lo dejaba abierto a las
heridas y él no quería ser herido.
Él debería apartarse de ella y olvidar lo bien que se sentía el ser sostenido. Estaba a
punto de hacer justo eso cuando ella le rodeó con los brazos y le dio la única cosa que no
había tenido de ningún otro a excepción de su sobrino.
Un abrazo.
—¿Tienes alguien que te abrace?
Esa pregunta destrozó su última resistencia.
—No.
Ella lo rodeó y se puso de puntillas para alcanzar sus labios. Fury vaciló. Los lobos no
se besaban cuando estaban emparejados. Esa era una acción humana y era una que nunca
había experimentado.
Pero cuando sus labios tocaron los suyos, él se dio cuenta de por qué esto significaba
tanto para los humanos. La suavidad de su respiración cosquilleó su piel. De su mezclada
respiración mientras su lengua separaba sus labios para saborearle. Eso era algo que el
lobo en él entendía.
Gruñendo, la atrajo a sus brazos, saboreándola profundamente.
Angelia gimió ante la gentil ferocidad de su beso. El ahuecó su cara en sus manos
mientras exploraba cada pulgada de su boca. Parte de ella no podía creer que estuviera
tocando un lobo.
Pero este es Fury... su Fury. Incluso, aunque ellos no escogían a sus compañeros, él
era el único hombre al que había entregado su corazón, incluso cuando sólo era una niña.
"Siempre serás mi mejor amigo, Fury y un día cuando crezcamos lucharemos juntos. Tú me
protegerás la espalda y yo protegeré la tuya”. Cuan inocente había sido esa promesa.
Y cuán difícil de mantener.
Fury se retiró del beso para bajar la mirada a ella con esos ojos que la abrasaban con
su dolor e incertidumbre. Ella estaba asustada. Podía olerlo. Es sólo que no sabía qué era
lo que la asustaba.
—Tú sabes lo que soy, Lia. Estás a punto de tenderte con un animal. ¿Estás lista para
eso? Tenderse... eso era jerga Katagaria y repugnante para los Arcadians.
Angelia trazó la línea de sus labios.
—Si esta es mi última noche de vida. Quiero estar contigo, Fury. Si los destinos no
hubiesen sido crueles con nosotros y te convirtieran en un animal cuando llegaste a la
pubertad, habríamos hecho esto hace siglos. Sé exactamente lo que eres y te amo a pesar
de ello. —Ella alisó el ceño enfadado de su frente—. Más que nada, te amo por lo que eres.
Fury no podía respirar cuando oyó las palabras que él nunca pensó en oír saliendo de
los labios de alguien. Amor. ¿Qué significaba eso para ella?
—¿Morirías por mí, Lia?
Ese fue su turno de fruncir el ceño.
—¿Por qué me lo preguntas?
—Porque yo moriría por mantenerte a salvo. Eso es el amor para mí. Quiero
asegurarme que esta vez ambos entendemos los términos. Porque si amarte es estacarme y
dejarme morir, entonces puedes conseguirlo.
Ella irrumpió en un sollozo ante las tiernas palabras sentidas de corazón.
—No, bebé. Eso no es amor. Eso es ser estúpida, y te juro que si pudiera regresar y
cambiar ese momento, me quedaría allí y lucharía por ti... igual que te prometí que lo
haría. Cerrando los ojos, ella frotó su rostro contra su mejilla, acariciando su piel con sus
patillas. Angelia sonrió ante la pura acción lobuna. Él la estaba marcando como suya.
Mezclando sus esencias. Y honestamente, ella quería su olor sobre su piel. Era tan caliente
y masculina. Puro Fury.
Él dio un paso atrás y le sacó la camiseta por la cabeza. Sus ojos brillando, corrió sus
manos sobre su sujetador, masajeándola suavemente. Ella sonrió ante su vacilación.
—No te morderán.
Una lenta sonrisa curvó sus labios.
—No, pero su propietaria quizás sí.
Riendo, ella mordisqueó su barbilla mientras se estiraba para abrir su sujetador.
Fury jadeó con fuerza cuando ella tiró el sujetador al suelo. Sobre el pequeño costado,
sus pechos eran todavía la cosa más hermosa que él había visto. La sangre zumbando en
sus oídos, él bajó la cabeza para saborearla.
Angelia se encogió ante la manera en que su lengua acariciaba su pezón. Él la lamía y
succionaba de una manera en la que realmente se correría por ello unos pocos momentos
después. Gimiendo, dejó que se le doblaran las rodillas debido a la ferocidad de su
orgasmo. Fury la sostuvo levantándola en sus brazos y la sostuvo cerca mientras la llevaba
a la cama.
—¿Cómo lo haces? —preguntó ella sin respiración—. Ni siquiera sabía que eso
pudiera causar esto.
Él hizo un profundo ronroneo en su garganta que era puramente animal cuando la
tendió sobre el colchón. Él bajó la cabeza para lamerla a través de sus pechos mientras le
desabrochaba los pantalones.
—Soy un lobo, Lia. Lamer y saborear es nuestra marca. —Él deslizó sus pantalones y
braguitas bajándolas por sus largas piernas antes de quitárselas y sus zapatos.
Su corazón martilleando, ella esperó a que él volviese a ella.
El se quitó la camiseta por la cabeza, mostrando un cuerpo que era perfecto a pesar
de las cicatrices y las heridas que marcaban la profundamente bronceada piel. Inclinando
la cabeza, la observó.
—¿Por qué estás vacilando?
—No estoy vacilando.
—Sí, lo estás haciendo. Quizás sea un lobo, pero sé lo que hacen las wolfswan
arcadias cuando toman un amante por primera vez. ¿Me estás rechazando?
—Nunca. —Enfatizó ella.
—¿Entonces por qué no me estás dando la bienvenida?
—Temo que esto te insulte. No sé lo que hacen los Katagaria. ¿Debería darme la
vuelta?
La rabia oscureció sus ojos.
—¿Quieres ser jodida por un animal o amada por un hombre?
Ella suspiró en frustración. No importaba lo que ella hiciera, siempre le enfadaba.
—Yo quiero estar con Fury como su amante. Fury saboreó esas palabras.
—Entonces muéstrame como serías con cualquier amante.
Su sonrisa lo calentó completamente cuando ella separó las piernas. Su mirada nunca
dudó de la suya cuando ella se estiró hacia abajo para abrir cuidadosamente los pliegues
de su cuerpo y mantenerse a su misma abierta para él de modo que pudiera ver
exactamente cuan mojada estaba por él. Cuan lista y anhelante estaba.
Las costumbres Arcadias dictaban que él entrara en ella mientras ella hacía esto. Ellos
deberían emparejarse cara a cara sin apenas saborearla,
Pero eso no es lo que él quería. Quitándose los pantalones, él trepó a la cama entre
sus piernas. Angelia tembló, esperando que él entrara en ella con una poderosa embestida.
En vez de eso, él le lamió los dedos, lamiendo sus jugos de ellos. Su mirada sobre la de
ella, él sostuvo su mano en las suyas antes de que la tomara a ella en la boca.
Arqueando la espalda, ella gimió ante lo bien que se sentía. Su lengua girando
alrededor de ella, cavando profundamente dentro de su cuerpo. Su cabeza se agitó por el
intenso placer que continuaba incrementándose más y más, hasta que ella temió que
explotaría por ello. Incapaz de contenerse, enterró la mano en su cabello mientras él
continuaba dándole placer.
Y cuando ella se corrió otra vez, él permaneció allí, retorciendo cada simple orgasmo
que salía de ella hasta que lloraría del dulce éxtasis.
Fury estaba palpitando del dolor, su pene dolía por tomarla. Entre los de su clase, la
hembra debía estar completamente saciada. Si no, ella tomaría otro amante después de él.
Era un signo de debilidad que otra hembra tuviera que llamar a otro macho para
satisfacerla y aunque él no había tomado muchas amantes, nunca había tenido a ninguna
que llamara por un segundo. No había manera de que fuera a permitir que Angelia fuese
la primera.
Sentándose sobre los talones, le tendió la mano.
Ella se sorprendió y frunció el ceño.
—¿Sucede algo malo?
Él tiró de ella hasta que estuvo sentada en la cama.
—No. Tú querías saber como un lobo toma a una mujer...— el la movió a los pies de
la cama donde puso sus manos sobre el cabezal forjado.
Angelia no estaba segura sobre esto.
—¿Qué estás haciendo?
Él la besó apasionadamente antes de que indicara el tocador con un golpe de la
cabeza.
—Mira en el espejo. Ella lo hizo y vio cuando se movía rodeándola a su espalda. Al
momento estaba allí, la levantó de modo que estuviesen arrodillados en la cama con su
pecho presionando la espalda de ella. Le acarició del pelo apartándolo de su cuello de
modo que pudiera lamerla. Abrigándola en sus brazos, la acarició con la nariz y le respiró
al oído.
Sus músculos se flexionaron a su alrededor cuando ahuecó sus pechos en sus manos.
Él le separó las piernas, entonces hundió su mano para acariciar sus tiernos pliegues.
Angelia observó su juego, en trance por ello. ¿Cómo podía alguien tan fiero y
peligroso ser tan gentil? Cuando ella estuvo húmeda y necesitada otra vez, el alzó la
cabeza para encontrar su mirada en el espejo. Con sus miradas enlazadas, él se deslizó
profundamente en su interior. Ella jadeó ante el grosor y su longitud allí. Mordiéndose el
labio, él empujó contra sus caderas, hundiéndose incluso más profundo, mientras su mano
continuaba acariciándola. Ella sintió surgir sus poderes. El sexo siempre hacía más
poderosos a los de su clase. Fuertes. Pero ella nunca había sentido algo así. Era como si él
la estuviera alimentando de una fuente de poder primaria.
Fury enterró la cara contra su nuca cuando sus sentidos giraban de lo bien que se
sentía. No había nada más dulce que la sensación de su cuerpo rodeando el suyo. Si ella
fuera una loba, se estaría revelando ahora, exigiéndole que la montara más rápido y fuerte.
En cambio, ella le dejó tomarse su tiempo y saborear su suavidad. Saborear la belleza
de la intimidad. Este era un lado del mismo que no había compartido con ninguna
hembra. Y en lo profundo de su corazón sabía el por qué.
Porque ellas no habían sido su Lia. ¿Cuántas veces había cerrado los ojos y había
pretendido que era Lía quien lo abrazaba? Imaginarse que era ella a quien olía. Ahora no
tenía que imaginárselo. Ella estaba allí y era suya.
—Di mi nombre, Lia. —le susurró al oído.
Ella frunció el ceño.
—¿Qué? Él se hundió profundamente en su interior y se detuvo a mirarla en el
espejo.
—Quiero oír mi nombre en tus labios mientras estoy dentro de ti. Mírame de esa
manera y dime de nuevo que me amas. Angelia lloró por el placer cuando él se introdujo
en ella otra vez.
—Te amo, Fury.
Ella podía sentirle haciéndose más grande en su interior. Esto era algo que todos los
machos de su especie hacían. Cuanto más placer sentían, más grandes se hacían. La gruesa
plenitud hacía que sus poderes aumentaran aún más. Arqueando la espalda, ella se estiró
por encima de su cabeza para cubrirle la mejilla.
Él aceleró sus embates mientras su mano continuaba acariciándola. Ahora había
ferocidad en sus caricias. Una que era tanto demandante como posesiva. Ella siempre
había oído el término de ser tomada por un amante, pero esta era la primera vez que lo
experimentaba.
Y esta vez cuando se corrió, realmente aulló por el escarpado éxtasis de ello.
Fury apretó los dientes ante el sonido de su orgasmo. Ante la sensación de su cuerpo
contrayéndose contra el suyo. Esto disparó sus poderes, arqueándose hasta que causaron
que la lámpara sobre la Mesilla de noche estallara. De todos modos él la complació,
queriendo exprimir hasta el último suspiro y murmullo de ella.
Fue sólo después de que ella volviera a correrse contra él que se permitió venirse
también. Gruñó ante el repentino ardor cuando se liberó explotando y finalmente sintió su
propio alivio. Angelia sonrió ante la vista de Fury en el espejo cuando enterró la cabeza
contra su hombro y tembló. Sus jadeos se mezclaban con los de ella mientras él la sostenía
en sus brazos y la mantenía allí. Al contrario que los humanos corrientes, ellos deberían
estar unidos hasta que su orgasmo acabase... lo cual debería llevar varios minutos.
Normalmente, un macho Arcadio caería contra ella y esperaría a terminar. En vez de eso,
Fury tomó el impacto de su peso mientras le hociqueaba el cuello y la sostenía cerca.
—¿Te hago daño?
—No.
Él apoyó la mejilla contra la de ella y la meció gentilmente. Angelia sonrió, posando
la mano en su mejilla. En toda su vida nunca había experimentado un momento más
tierno.
Y pensar que lo había descubierto en los brazos de un animal. Era inconcebible.
Ellos se mantuvieron así hasta que el finalmente estuvo lo bastante blando para salir
sin lastimarla. Angelia cayó de espaldas en la cama.
Fury se tendió a su lado de modo que pudiera contemplar su cuerpo desnudo.
—Eres tan hermosa. —él trazó las marcas de Centinela en la cara de ella.
—Apostaría a que nunca pensaste que te liarías con una Arcadian.
—Lo hice hasta que me convertí en un lobo.
Ella apartó la mirada ante su embotada verdad.
—¿Por qué me ocultaste ese secreto?
Él se rió amargamente.
—Oh, gee, no puedo ni imaginarlo. Quizás porque temía que te asustaras y me
odiaras. Era un pensamiento ridículo, ¿huh?
Sonrojándose, ella apartó la mirada, avergonzada del hecho de que él tuviera razón
acerca de ella y no se lo hubiera dicho.
—Lo siento por eso.
—Está bien. Tú no eres la única que intentó matarme.
No, todo su clan al completo, incluyendo a su madre, hermanos y abuelo habían
intentado matarle. Y aún así se las había arreglado para sobrevivir.
—¿Tu padre te dio la bienvenida?
—Nunca le di oportunidad de rechazarme. Encontré su manada y cuando ví el poco
respeto que tenía por Vane y Fang, decidí mantenerme al margen y no decirle que era su
hijo. Supongo que una experiencia cercana a la muerte a mano de un padre es suficiente
para cualquiera. —Él trazó círculos alrededor de sus pechos—, ¿Tú jamás has cambiado de
forma?
—¿Por qué debería?
Él se detuvo a contemplarla.
—Creo que deberías.
—¿Por qué?
—Es parte de quien y de lo que eres.
¿Y que había con eso?
—Esa no es una parte que tenga que aceptar o gustarme.
—Sí, lo es.
Ella se tensó ante su tono.
—¿Qué estás diciendo?
—Te estoy diciendo que o te transformas en un lobo, o voy a sacudirte y lo harás.
Ella jadeó ante su amenaza.
—No te atreverías.
—Ponme a prueba.
Horrorizada, ella se sentó.
—Eso no es divertido, Fury. No quiero ser un lobo.
Sus ojos turquesa eran implacables.
—Durante un minuto, compláceme. Necesitas saber qué es lo que cazas, y que es lo
que odias.
—¿Por qué?
—Porque esto es lo que soy y quiero que me entiendas.
Ella quería decirle que hiciese eso a un lado. Le entendía, pero antes de que pudiera
decir eso, se detuvo. Él tenía razón. ¿Cómo podía entender lo que él era cuando nunca lo
había experimentado por sí misma? Si era importante para él, entonces lo haría.
—Entonces sólo por ti, y sólo por un minuto.
Él inclinó la cabeza y esperó.
Y esperó.
Cuando pasaron tres completos minutos y ella era todavía humana, arqueó una ceja
ante ella.
—¿Y bien?
—Vale. Lo estoy haciendo —mirándole, ella destelló a su forma de lobo.
Fury sonrió ante la visión de ella sobre su cama. Marrón oscuro con negro y rojo, era
tan hermosa en esta forma como lo era en la humana. Pasó la mano a través de su pelaje.
—Ves, no es tan malo, ¿no?
¿Puedes entenderme?
—Por supuesto que puedo. Del mismo modo que tú puedes entenderme a mí. Ahora
mira alrededor de la habitación. Ve cuan diferentes se ven las cosas. Cuan más agudos son
los sonidos y los olores.
Ella alzó la mirada hacia él.
—Todavía eres humana, Lia. Incluso como lobo. Mantienes toda tu esencia en esta
forma.
Ella destelló de nuevo a sí misma.
—Tú…
—Sí. Lo que somos en una forma, lo somos en la otra. Nada cambia.
Angelia se sentó pensando en ello. Ella había supuesto que como lobo se convertirían
en animales sin ningún pensamiento… pero esa no era la verdad. Ella mantenía todo su
raciocinio. La única diferencia había sido el incremento en los sentidos.
La gratitud la arrolló, y cuando fue a besarle, un agudo dolor le atravesó la palma.
Jadeando, volvió a sentarse, sacudiéndola para aliviar el dolor.
Fury maldijo antes de levantar la mano y abanicarla en el aire. Cuando lo hizo, el
patrón geométrico de su manada apareció en su palma.
Era idéntica a la de ella.
Mierda santa…
—¿Somos compañeros? —jadeó Angelia.
Fury la miró con incredulidad.
—¿Cómo?
Ella continuó contemplando su palma. En su mundo, los Destinos decidían con quien
deberían emparejarse desde su nacimiento. La única manera de encontrar al compañero
era acostarse con ello y si era el que tenía que ser, tendrían las marcas de emparejamiento.
Esas marcas sólo deberían aparecer durante tres semanas, y si la mujer no aceptaba a
su compañero en ese tiempo, ella sería libre para vivir su vida sin él. Pero nunca podría
tener hijos con nadie más.
El macho caía en el celibato hasta el día en que ella muriera. Una vez emparejados, él
solo podría acostarse con su esposa. Nunca sería capaz de tener una erección con nadie
más.
—Nos han elegido —ella colocó su palma con la de él y sonrió—. Tú eres mi
compañero.
Fury estaba teniendo un duro momento con esto. Él siempre se había preguntado que
se sentiría al estar emparejado. El Dark-Hunter Acheron le había dicho que él ya había
conocido a su compañera, pero él no le había creído realmente.
Tenía que ser la mujer que siempre había amado…
Esto sólo no sucedía así.
El miró a Angelia, el corazón acelerado.
—¿Me aceptarás? Ella puso los ojos en blanco.
—No. Estoy aquí desnuda contigo porque todas mis ropas volaron por accidente y no
puedo encontrarlas.
—Estás siendo un poquito sarcástica, ¿no?
—Lo aprendí de ti.
Riendo, Fury se acercó a besarla, pero antes de que pudiera hacer contacto con sus
labios, explotó un brillante flash. Él se volvió y bufó cuando cuatro leones aparecieron en
su dormitorio.
Sus expresiones eran furiosas cuando le lanzaron algo.
Él lo cogió y después hizo una mueca antes de tirar la cercenada cabeza del chacal al
suelo.
—¿Qué infiernos es esto?
—Soy Paris Sebastienne —dijo el león más alto—, y estoy aquí para matar a la zorra
que asesinó y acabó con mis hermanos.
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