PRÓLOGO
—Van a matarme, Shay. Necesito tu ayuda.
Obsesionada, Shahara Dagan reproducía el desesperado mensaje de correo de voz de su hermana una y otra vez mientras se sentaba sola en el mostrador de la cocina.
Había pensado estúpidamente que había sido una broma. Con la tendencia de Tessa a la exageración y el melodrama, así como el número de veces que había llorado su muerte eminente por nada más que un padrastro, ¿cómo se suponía que tenía que saber que esta vez el grito de auxilio había sido real?
Shahara quería gritar, maldecir, hacer trizas la casa, hacer algo a parte de esperar a los prestamistas que volverían y acabarían con su hermana.
Maldita sea, Tess, al menos ve a prestamistas a los que pueda hacer sufrir cuando te hagan daño.
Pero no. Su hermana había ido a los “legítimos”, prestamistas respaldados por el gobierno que podían tomar las medidas que consideraran necesarias, para recuperar sus fondos.
Incluso matar al deudor como un ejemplo para los demás.
Gruñó de frustración. ¿Cuántas veces más pediría prestado dinero Tessa de esa escoria para invertir en estúpidos planes o solo malgastarlo en juegos de azar? ¿Y cuántas veces más correría Tessa a ella cuando venían a saldar la deuda?
Al igual que ella podía romperle los dedos y conseguirlo.
Pero había entrenado a su hermana desde una temprana edad en que ella siempre lo hacía todo bien. Lo que quiera que Tessa pidiera, se lo daba.
Sin preguntas.
Shahara bajó la cabeza a las manos. Ni una vez en el pasado Tessa había sido dañada. Y se maldijo a sí misma por no haber sido más rápida esta vez. Había reunido tanto como había podido tan rápidamente como le fue posible, pero no había sido suficiente.
Nunca parecía ser suficiente.
Suspiró de disgusto.
¿Por qué no había acudido Tessa antes? Tal vez entonces podía haber vendido algo para pagar la deuda más reciente de su hermana.
Dejó escapar una amarga risa mientras miraba alrededor a los raídos muebles que había recuperado de los vertederos y en resumen, la única habitación, que su economía permitía. ¿Vender qué? Gracias a sus hermanos, no poseía nada de verdadero valor. Ni siquiera su arruinado caza oxidado obtendría suficiente dinero en una subasta para pagar la mitad de lo que debía Tessa.
—Te lo juro, Tess, algún día voy a matarte.
Si tan solo su padre no hubiera sido un soñador, tal vez entonces podía haberles dejado algo más que una montaña de deudas que todavía, quince años después, no había sido completamente pagada.
Si tan solo Tessa no hubiera heredado al idealismo inútil de su padre.
Si tan solo…
El enlace zumbó.
Shahara lo miró, con la garganta apretada hasta el punto de que no podía respirar. Tenía que ser el médico. Había estado esperando la mitad de la noche esta llamada y ahora estaba demasiado asustada para responder.
Por favor no dejes que Tessa esté muerta…
Nunca debería haber abandonado el hospital, pero después de esperar sola durante tres horas, no podía soportarlo más. Demasiados recuerdos de los últimos días de su madre la habían atormentado. Cerrando los ojos, trató de bloquear las imágenes de conversaciones susurradas por desapasionados trabajadores de la asistencia médica. El olor de los antisépticos. Los colectivos labios fruncidos mientras miraban a su familia por no tener suficiente dinero para pagar los tratamientos.
Sobre todo la visión del médico cubriendo el cuerpo sin vida de su madre con una sábana. Su voz sin emoción todavía le resonaba en los oídos.
—Es una pena que no la trajeras antes. Podríamos haberla salvado si hubiéramos tenido más tiempo.
Y más dinero.
Su padre no había sido capaz de pagar una estancia hospitalaria prolongada o incluso los medicamentos que su madre había necesitado. La pobreza había paralizado a su madre, luego la mató. Demasiados miembros de su familia habían muerto y no podía soportar perder también a Tessa.
Haré cualquier cosa para conseguir el dinero. Por favor, solo déjala vivir.
Con una mano temblorosa, abrió el canal. La pantalla se iluminó para mostrarle al médico que la miraba con ojos oscuros y poco compasivos. El estómago de Shahara se retorció en un frío nudo de temor y, durante un momento, pensó que se pondría enferma mientras esperaba las noticias que no quería oír.
—Seax Dagan —dijo él, dirigiéndose a ella por su título profesional— su hermana ha salido de quirófano y está en recuperación. Estará bien… con el tiempo, pero el bono que utilizó para sufragar los gastos del hospital ha sido devuelto. Me temo que sin la apropiada atención medica, su hermana no dure más de unas pocas horas.
Shahara cerró los ojos, el alivio se filtró a través de ella.
Tessa lo conseguiría.
—Fria Dagan, ¿me ha oído? —preguntó, volviendo a la forma ordinaria de dirigirse a una mujer, y un término que le dejaba saber que él pensaba que no era digna del título Seax. Después de todo, un Seax que se preciara no sería pobre.
Si solo el bastardo supiera la verdad. No era su falta de habilidades la que la mantenía en la pobreza, eran sus obligaciones familiares, y a diferencia de otros de su calaña, nunca abandonaría a su familia.
Incluso si eran tan estúpidos cuando se trataba de dinero…
—Tendremos que echarla si no puede conseguir un bono válido.
El nudo en el estómago se retorció aún más fuerte y apretó los puños. Shahara estaba tan cansada de ser pobre, tan cansada de la gente que la miraba por encima de su hombro esnob y exigían su dinero como si todo lo que tuviera que hacer era cogerlo de la estantería más cercana. Gente que no tenía ni idea de cuan precioso era cada crédito.
Cada gota de sudor venía marcada con un alto precio…
Abrió los ojos y se forzó a apartar la ira y el odio.
—Le he oído, doctor. Conseguiré el dinero en efectivo. Si me da tres días.
Su simpática mirada volvió a dudar. Ella había visto esa mirada demasiadas veces en la vida y la despreciaba.
Ella añadió fríamente:
—Avalaré con la escritura de mi nave como garantía.
Él asintió.
—Muy bien. La mantendré aquí durante ese periodo. —Cortó la transmisión.
Queriendo lanzar por los aíres al médico por su condescendencia, miró la pantalla en blanco.
—Tiene suerte de que sea casi una señora.
Durante el más breve instante, consideró pedir a su hermano, Caillen, o a su hermana, Kasen, el dinero, pero sabía que no poseían nada más que ella.
Debido a los tratamientos médicos necesarios de Kasen y las medicinas, ella siempre se retrasaba en sus deudas y pedía dinero a Shahara y Caillen.
Caillen, como ella, tendría mucho si Kasen y Tess pudieran alguna vez aprender a administrar el suyo. Y si no estuviera ayudándola a pagar las deudas restantes de su padre.
Shahara suspiró. Incluso si se lo pedía, su hermano y hermana tendrían que pedirlo prestado, y el tipo de gente con quien trataban era incluso peor que los que iban tras Tessa. La última cosa que quería era verlos heridos.
Familia.
Era todo lo que había tenido al crecer huérfana en las calles. Era todo en lo que uno siempre podía depender. Después de la muerte de sus padres, ella y sus hermanos se habían unido para sobrevivir. Se cubrían las espaldas los unos a los otros. Ahora Tessa la necesitaba y nada ni nadie podría impedirle salvar la vida de su hermana.
Costase lo que costase, no podía permitir que Caillen supiera lo que había pasado. Imprudente y exaltado hasta el extremo, iría tras los responsables, y no podía soportar la idea de él postrado al lado de Tessa en el hospital.
O peor, siendo detenido por ello.
Sin mencionar, que eso era lo último que se podían permitir.
Era la mayor y era su responsabilidad resolver esto.
Con una mano determinada, puso su blaster enfundado sobre el mostrador, apretándolo hasta que se le pusieron blancos los nudillos. Tal vez no tenía la mejor ocupación del universo, pero la mantenía alimentada.
El estómago le retumbó negándolo.
No necesito oír eso de ti, también. Todo el mundo quería ofrecerle hoy su postura.
Cogió el arma, se puso de pie y se fue a su dormitorio en la esquina, donde se cambió su único vestido por las ropas de trabajo. Se puso el ceñido traje de combate negro, la armadura crujió mientras se sujetaba la parte delantera y el cuello. Era viejo y pasado de moda, pero el Armstitch costaba demasiado para que se comprara uno nuevo.
Algún día, sin embargo, tendría el dinero para ir a comprar otro.
Algún día…
Sí, eso es lo que has estado diciendo durante años.
Ignorando su voz interior que estaba segura que solo la exasperaría, se miró en el astillado y roto espejo. Los ojos dorados estaban hundidos, apagados y rodeados de círculos oscuros debido a la última noche de preocupación por su hermana.
Se tocó la cara, viendo gran parte de su madre en el exterior, pero sabiendo que la similitud no iba más allá. Todo lo que siempre había querido era ser igual de amable, cariñosa y dulce mujer que había sido su madre.
No lo era.
A diferencia de su madre, no creía en la bondad innata de los demás. Crecer responsable del bienestar de tres hermanos pequeños la había enseñado desde el principio la necesidad de tener un exterior duro.
La vida era dura y la gente no tenía ningún valor y entendía sus amargos corazones. Ese era el único código en el que creía.
Trisa. Así era como la llamaba Caillen. Era solo como un pequeño animal con aguijón que disparaba sus púas envenenadas a sus enemigos. Mejor golpear primero que ser una víctima.
Además, se negaba a pedir disculpas. Siempre había hecho lo que tenía que hacer, mantener a su familia unida y a salvo. Y nadie, absolutamente nadie, pondría nunca en peligro lo que tanto había luchado por mantener.
Con el alma cargada por su convicción, sacó el pequeño blaster de reserva de la caja y comprobó el nivel de carga antes de metérselo en la bota derecha. Después se ató el otro blaster a la derecha de su cadera y deslizó las dagas en las vainas personalizadas que estaban escondidas entre la ropa.
Era hora de hacer negocios.
Dio dos pasos a la cocina donde el viejo ordenador portátil de su padre descansaba sobre el mostrador.
Solo había dos maneras legales para una mujer sin educación de obtener la cantidad de dinero que necesitaba, la prostitución y la caza de recompensas. Se negaba a vender su cuerpo, y al menos como un rastreador por libre, era capaz de mantener su juramento como un Seax mientras limpiaba algo de la inmundicia de las ciudades. El mismo tipo de inmundicia que se alimentaba de gente como Tessa.
Esos que trataban de alimentarse de ella.
Con ese pensamiento en mente, abrió el ordenador y escribió su código de rastreadora. Las hojas de recompensas pendientes actualizadas. Deseosa de seguir con la caza, miró a los peores criminales existentes, violadores, asesinos, pedófilos, terroristas y aquellos que eran las cuatro clases combinadas.
Shahara hojeó rápidamente entre ellos, buscando un objetivo apropiado cuya recompensa pudiera pagar la mayoría de lo que debía.
De repente lo encontró.
La sangre comenzó a correr con la emoción de un objetivo seriamente prominente que acababa de ser añadido a la lista.
—C.I. Syn se busca muerto por el presidente Gourish por secuestro, violación y sospechoso de asesinato de su hija Kiara Zamir. Se busca vivo —multiplicaba por tres la recompensa Gourish la cual era asombrosa— por el gobierno Ritadarion por robo, asesinato, traición y fuga de la prisión. —La cantidad que ofrecían por él los Ritadarions pagaría las deudas de Tessa, la factura del hospital, las hipotecas sobre su nave, y le quedaría un poco para vivir durante un tiempo
Siempre que su hermana se comportara.
Por no hablar, que no tendría que decapitarle para los Ritadarions. Se estremeció al leer el contrato de muerte. El presidente Zamir quería a Syn entregado en trozos y aunque no la importaba matar a un criminal, nunca quiso diseccionar a uno para recoger la recompensa.
Gah, ¿qué había hecho Syn a Kiara Zamir para justificar ese tipo de odio?
—Eres un malvado bastardo…
Vivo o muerto no iba a ser fácil, por eso la recompensa era tan alta.
Shahara se mordió el labio por la indecisión. El nombre de Syn era más que bien conocido y más que bien temido. Se había hecho una reputación por ser el mejor pirata informático y ladrón de archivos en el universo conocido. Y antes de que hubiera dejado atrás la adolescencia había sido encarcelado por los Ritadarions.
Dos veces.
Los rumores de su crueldad circulaban en el pequeño grupo de rastreadores al que estaba asociada. Por lo que sabía, ningún otro rastreador libre había intentado nunca atraparle, lo que en si decía mucho de su peligrosa reputación.
Los rastreadores de recompensas que fueron enviados tras él casi nunca regresaron.
El puñado lo suficientemente afortunado que volvió, nunca lo hizo completamente ileso.
No importaba. Apartó la duda y la incertidumbre. Nunca antes había fallado en una misión. La vida de Tessa dependía de su éxito y no le fallaría esta vez.
Firmando con su nombre en la pantalla y deslizando el dedo índice para dejar la huella, aceptó el contrato.
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