Kiara caminaba de un lado a otro en su habitación, completamente desesperada ¡Y todavía no era mediodía! ¿Qué se supone que debía hacer? ¿Quedarse los próximos días, semanas, meses abriendo un hoyo en su alfombra mientras esperaba que el Probekeins le revocara la orden a sus perros?
—¡Quisiera enfrentarlo! —gritó—. ¡Esto es abusar demasiado de una persona!
No había nada que ver en televisión, sus amigos estaban trabajando o estaban ocupados, estaba cansada de escuchar música y Nykyrian la ignoraba ¿Qué más podía hacer?
¡Incluso a los prisioneros se les trataba bien! Por lo menos se les asignaban trabajos para que sus días pasaran más rápido. Este tipo de restricción nunca la había padecido en casa de su padre. Y francamente, apenas podía estar de pie sin hacer nada.
Enfadada, fue a buscar a Nykyrian para desahogarse de su frustración. Y como lo esperaba, estaba sentado en el sofá, martilleando las teclas de su Terminal para armonizar perfectamente su aislamiento. Quiso aventarle algo.
—¡Estoy cansada!
Nykyrian dejó de teclear y la miró sobre la pantalla sin inmutarse.
Si no tuviera puesta sus gafas, apostaría que le estaba levantando una ceja.
—Ayer te dije que no puedo quedarme aquí sin hacer nada. Estoy aburrida.
Nykyrian volvió su vista a la pantalla.
—Mientras permaneces ahí con las manos en las caderas, porque no dejas de hacer pataletas y de poner mala cara como una niña pequeña.
Kiara estrechó los ojos y dejó caer los brazos a los lados. Sus palabras la enfurecieron.
—¡Yo no pongo mala cara!
El resoplido que le contestó la hizo desear estrellarle algo contra la cabeza. Ofendida por su encierro y su vida en general, Kiara se sentó rígidamente en una silla.
—¿Acaso no podemos hacer algo? Si permanezco aquí más tiempo, voy a enloquecer.
Él suspiró y cerró su computadora.
—¿Qué querrá hacer mu Tara, ir de compras de nuevo?
A pesar de su voz inexpresiva, entendió su sarcasmo.
—No necesariamente.
—¿Entonces que?
Kiara pensó durante un minuto. Tenía que ser algo donde no pusieran en peligro sus vidas y donde las personas no le prestaran atención a su guardia.
—¡La fiesta de Tiyana!
Kiara sonrió, recordando el motivo por el que habían ido de compras ayer.
—La fiesta de cumpleaños de mi mejor amiga es esta tarde. ¡Podemos ir allí!
—¿Una fiesta de cumpleaños?
El miedo era obvio en su voz. Kiara lo miró fijamente, preguntándose por qué una ocasión como esa podría causar una respuesta emocional de su parte.
—¿Bien, y por qué no? Es en un edificio residencial, las únicas personas invitadas son amigos y socios del trabajo. Tiyana me dijo que era una reunión pequeña.
Él gruñó.
Kiara le regaló la sonrisa que siempre doblegaba la voluntad de su padre.
—¿Por favor?
Nykyrian gruñó de nuevo y por un momento, Kiara pensó que se negaría.
—Si eso evita que enloquezcas, está bien. Pero —le dijo interrumpiendo su sonrisa—, solo vamos a quedarnos una hora. Ni un minuto más.
Kiara frunció los labios.
—Bueno eso es mejor que quedarnos aquí todo el día —le dijo con un suspiro. Levantándose de la silla, vio como él regresaba a su trabajo—. Es a las cuatro y media.
Esa vez, ni siquiera se molestó en gruñirle, solo la ignoró.
Suspirando cansada, Kiara fue a su cuarto donde decidió que pasaría el resto de su tiempo leyendo.
* * * * *
Kiara aplanó su vestido con las manos, revisando dos veces que luciera elegante para la fiesta. Tiyana le había advertido que un grupo de promotores asistiría y un promotor desilusionado podría hacerle un daño a su carrera similar a la muerte. En el negocio de la danza, la imagen lo era todo. Abriendo la puerta de su cuarto, salió a encontrarse con su guarda malhumorado.
Una vez más, Rachol estaba sitiando la casa como él decía tan irónicamente. Ese esfuerzo le parecía una perdida de tiempo. No entendía porque necesitaban que alguien se quedara en la casa todo el tiempo. Pero no tenía deseos de discutir, por fin iba a poder salir del confinamiento de esas cuatro paredes.
Ambos estaban absortos mirando la computadora. Hablaban en ese idioma extraño, y como cosa rara, la ignoraban.
Kiara tomó una respiración profunda. Era la primera vez que se sentía tan ignorada y encontró que la experiencia era horrible y un poco humillante. ¿Qué tenía que hacer, atravesar la casa desnuda para que le prestaran atención?
—¿Perdónenme? —dijo.
Ambos la miraron simultáneamente.
—Vamos a llegar tarde.
Nykyrian se levantó de la mesa.
—Empieza con eso —le dijo a Rachol.
Rachol asintió y le lanzó una sonrisa seductora a ella cuando la miró fijamente.
Sin decir otra palabra, Kiara tomó el regalo de Tiyana de la mesa de la cocina y caminó hacia la puerta. Nykyrian se le adelantó y le abrió la puerta.
—No tardaremos mucho tiempo —le dijo él a Rachol.
Kiara se contuvo de no hacerle un comentario hiriente. Se prometió que iba a disfrutar de la fiesta de cualquier manera.
La casa de Tiyana estaba simplemente a dos calles. Kiara y Tiyana habían sido compañeras de clase y las mejores amigas, habían estudiado juntas en varias academias y como adultas bailaban para la misma compañía. Cuando Kiara comenzó a buscar un lugar para vivir, Tiyana insistió que encontrara un lugar cerca para que pudieran continuar con sus largas sesiones de cotilleos y suculentas comidas toda la noche.
Prefiriendo ignorar a Nykyrian y a su último estado de mal humor, Kiara tocó el timbre. Después de un breve momento, Tiyana abrió la puerta e hizo un gesto de alegría con su hermoso rostro cuando reconoció a Kiara.
—¡Encanto! —exclamó, abrazando a Kiara ferozmente—. Estaba preocupada de que no pudieras venir.
Kiara sonrió, liberándose del abrazo antes de que Tiyana le rompiera las costillas y miró el verde luminoso de sus ojos. Ella era todo lo que siempre había querido ser: alta, rubia, voluptuosa, vistosa, sofisticada, sin mencionar que era fuerte.
—¿Cómo podría perdérmelo? —le dijo Kiara alegremente—. Todos los días no se cumplen veintiséis.
Tiyana se estremeció y se puso un dedo en los labios perfectamente maquillados.
—No digas eso tan fuerte —le susurró, arrojando un rizo rubio encima de su hombro—. Le he dicho a todos los promotores que tengo veintidós años. Si alguna vez averiguan lo cerca que estoy de los treinta, yo estoy… —sostuvo su mano contra la cabeza como si fuera una pistola y simuló que apretaba el gatillo.
Kiara se rió del gesto.
—¡Hazme el mismo favor y lo haremos juntas!
—¡Hecho! —dijo Tiyana, abrazándola nuevamente.
Kiara sintió cuando Tiyana se puso rígida.
—¿Quién es tu cita? —susurró.
Kiara se apartó de Tiyana y miró fijamente a Nykyrian.
—Él no es mi cita, es mi guardaespaldas.
Los ojos de Tiyana se ensancharon.
—Tu padre debió haber usado uno de sus viejos trucos.
Kiara asintió.
Tiyana le lanzó una sonrisa deslumbrante a Nykyrian, pero él ni siquiera le prestó la más mínima atención. Kiara se sintió satisfecha de que fuera inmune también a los encantos de Tiyana.
Un ceño de desilusión trastocó la cara de Tiyana y desapareció rápidamente. Se giró y miró a Kiara.
—Bueno no puedo culpar a tu padre por ponerse neurótico después de la manera en que esos tipos irrumpieron en tu cuarto de hotel y esa noche en el teatro. —Tiyana agitó la cabeza.
—¡Suficiente! —dijo Tiyana interrumpiéndose, y arrastrando a Kiara dentro de la casa por la mano—. Adelante. —Tiyana cerró la puerta detrás de Nykyrian—. Creo que ya conoces a todos aquí, si no es así, hazme una señal y te presentaré.
Tiyana se acercó a Kiara y le susurró en la oreja.
—Te advierto que Paulus está aquí y está borracho.
Kiara puso los ojos en blanco. Paulus era la pesadilla de todas las bailarinas. Su padre había hecho fortuna con una compañía de medios antes de volverse patrocinador de arte y por eso, Paulus creía que tenía el privilegio de dormir con cualquier bailarina que pudiera imaginar. Kiara se encogió de asco.
Siempre había podido evitarlo en el pasado, por ahora había mantenido sus manos alejadas de su cuerpo.
Con una sonrisa final, un abrazo rápido y tomando su último regalo, Tiyana se apartó y se introdujo en la muchedumbre.
Kiara inspeccionó la gran reunión buscando a personas conocidas. Al contrario de las palabras de Tiyana de que había invitado solo a unos “Pocos” amigos y socios. Parecía como si en el lugar estuvieran todas las personas con las cuales Tiyana había hablado alguna vez.
Kiara miró hacia atrás a Nykyrian.
—¿Cómo solucionaremos esto? —preguntó ella.
En lugar de mirarla, él examinó a la muchedumbre.
—Voy a cubrirte como si fuera un buitre. —Kiara notó la irritación de su voz y se preguntó que lo perturbaba más, el hecho de que ella lo hubiera traído a esa reunión, o porque allí habían demasiadas personas—. Simplemente, no te apartes de mi vista.
Kiara sonrió con afectación.
—Eso suena como si me estuvieras cubriendo.
Él no le respondió.
Bien, pensó Kiara, dirigiéndose hacia la mesa de refrescos. El es un asesino experimentado, puede defenderse solo.
—¡Kiara Biardi!
Kiara buscó a su alrededor hasta encontrarse con la cara de Elfa Dicuta, su suplente.
—Hola Elfie, ¿Cómo estás?
Elfa le regaló una de esas sonrisas falsas muy famosas.
—Muy bien. No puedo expresarte lo afligida que estoy porque hayas tenido que abandonar el show. Me siento terrible por eso.
—Apuesto a que sí. ¿Cómo les está yendo con el show?
Esta vez, Kiara sospechó que la sonrisa podría ser real.
—Genial. —Los ojos de Elfa se dirigieron hacia donde Nykyrian estaba apoyado contra una pared—. ¿Dime que no viniste con ese Andarion?
Kiara tomó una copa de ponche, queriendo echárselo encima a la rubia pequeña.
—Sí, lo hice.
Una mirada intrigada cruzó la cara de Elfa.
—A los promotores no les gustaría escuchar eso. —Kiara escuchó una nota de esperanza bajo el tono de la muchacha—. ¿Has estado saliendo con él hace mucho tiempo?
Apretando fuertemente la copa, Kiara tragó un poco de ponche.
—No estoy saliendo con él. Solo es mi guardaespaldas.
—¡Bien dulzura, el puede proteger mi cuerpo cuando quiera!
Kiara se dio la vuelta al escuchar esa voz en su oído.
—¡Shera! —dijo ella, aliviada por encontrar otra cara amistosa en medio de esas aguas infestadas de tiburones.
Shera la abrazó rápidamente.
—No me arrugues la ropa —dijo Shera, apartándola—. Algunos de nosotros tenemos que luchar por tener buena apariencia ¿No es cierto Elfie?
Elfa resopló hasta el punto que Kiara sospechó que podía estallar. Estrechando los ojos, las dejó sin ni siquiera decirles “Discúlpenme”.
Kiara sonrió con Shera, su diseñadora favorita. Shera siempre era buena para mantener apartada la depresión y las preocupaciones.
—Estoy feliz de que estés aquí —dijo ella, apretando la mano de Shera.
—¿Acaso tenía alguna opción? —preguntó Shera, gesticulando dramáticamente como una diva—. Tiyana amenazó con quitarme la vida si yo me perdía de esto. —Poniéndose seria, apartó a Kiara del grupo más cercano de personas—. ¿Es verdaderamente tu guardaespaldas ese hermoso hombre?
Kiara asintió.
La sonrisa de Shera era amplia y hambrienta.
—¡Si yo fuera su novia, ya estaría en casa bailando la danza de la sábana con ese muchacho!
Kiara sonrió, mirando hacia donde estaba Nykyrian, quien permanecía quieto, aparentemente evadiendo a las personas que estaban a su alrededor, sabiendo que ellos lo miraban intensamente.
—Me temo que el no está interesado.
Shera sonrió, su cara era una máscara de comedia.
—¡Entonces, encontraría la manera de interesarlo!
Kiara sacudió la cabeza, agradecida por poder sonreír tanto de nuevo.
—Eres incorregible.
Shera se encogió de hombros de manera indiferente.
—¡Siempre he dicho que la incorregibilidad es buena para el alma, pero el sexo es infinitamente mejor!
Kiara puso los ojos en blanco.
—En serio lo pienso —dijo Shera, mirando hacia donde Elfa había desaparecido—. Quiero advertirte sobre tu suplente.
Las risas de Kiara murieron.
—¿Qué? —preguntó ella, con temor creciente.
La pequeña dos caras hizo una presentación fantástica anoche y desde entonces es para los promotores y directores la principal bailarina, a diferencia de otra que yo conozco.
—¡La mataré! —Kiara dejó la copa sobre la mesa y empezó a caminar hacia Elfa.
Shera le agarró el brazo.
—Ahora no —le dijo en la oreja a Kiara—. Hay demasiados promotores aquí. Si empiezas una discusión, ella les dirá que eres demasiado temperamental y que es imposible trabajar contigo.
Kiara apretó los puños a los lados, queriendo arrancar a pedazos cada mechón rubio de la cabeza de Elfa.
Shera le dio palmaditas en el brazo.
—Lo mejor que puedes hacer para vencerla es regresar cuanto antes al Show. Te juro, que su presentación no es tan buena como la que tu haces. —La risa de Shera regresó—. Además piensa en esto, ¡tuve que aumentar el tamaño de tu traje dos veces para poder acomodar su exceso de grasa!
A pesar de su furia Kiara sonrió.
—¿Realmente lo hiciste?
Shera asintió.
—Y el rojo no es el color apropiado para esa muchacha.
* * * * *
Kiara tomó nuevamente su ponche de la mesa y permitió a regañadientes que Shera se marchara.
Mirando a Nykyrian quiso sonreírle, cuando recordó las palabras de Shera. El incluso era definitivamente el hombre más guapo de la fiesta, aunque esas gafas disimularan la mayor parte de su cara. Le gustaría practicar el baile de la sábana con él, si solo cooperara.
—Oh, aquí estás. Tiyana me informó que estabas aquí.
Kiara se encogió. No era Paulus, era incluso peor. Se trataba de Wicmon el promotor de su show, el hombre al cual ella no podía permitirse el lujo de insultar sin importar lo horrible que se comportara con ella.
—Hola —dijo ella, brindándole su sonrisa más resplandeciente.
Wicmon le tomó la mano y le puso un beso lodoso encima de los nudillos.
—Me decepcioné mucho cuando supe que abandonaste el show —dijo él, mirándola lujuriosamente—. Había esperado poder conocerte mejor.
Kiara intentó retirar la mano diplomáticamente, pero su asimiento se apretó. Admitió que el hombre era guapo, si apenas no mantuviera el frío en esa mirada interesada, detrás de sus ojos azul claros. En ese momento se sentía como un nomo acorralado. ¿Cómo podía evadirlo sin ofenderlo?
Preocupada, miró como Nykyrian se acercaba hacia ellos. Una sonrisa curvó sus labios cuando él se detuvo a su lado.
—Kiara, Tiyana está buscándote.
El enojo nubló los ojos de Wicmon por esa interrupción. El se dio la vuelta y luego retrocedió un paso.
Kiara se ahogó de la risa por su reacción. Sin ninguna duda, había asumido que Nykyrian era otro de los bailarines que el solía intimidar. Y como todos, todo lo que pudo hacer fue abrir la boca por la sorpresa.
—Si me perdonas, Wicmon —dijo ella, caminando al lado de Nykyrian, con el corazón latiéndole de alivio.
—Gracias —le susurró ella a Nykyrian, cuando se apartaron del campo auditivo de Wicmon—. ¿Cómo sabías que debías venir?
El se encogió de hombros.
—Lucías incómoda.
Con adoración en los ojos por su preocupación y sus acciones, ella lo miró fijamente. Anhelaba besarlo por su bondad.
—Te debo una.
Ahora, era él quien lucía incómodo. Sin decirle una palabra, para su más grande decepción él se apartó de ella. Kiara quiso estampar el pie por la frustración. ¿Cómo podía ser tan amable en un momento y luego ser tan hosco?
Seriamente agraviada, caminó hacia el balcón. Al separarse de la muchedumbre, una mano áspera le agarró el codo. Kiara tuvo intenciones de gritar, pero pensó que seguramente era otro promotor.
—Sabía que nos encontraríamos de nuevo.
La sangre se le escurrió de la cara, mientras su corazón latía con fuerza. Pitala. Dos pensamientos se dispararon al mismo tiempo a través de su mente. Uno era el miedo de que el la matara y el otro era el miedo de que viviría y ese episodio acabaría con su carrera.
Kiara sintió un pinchazo afilado en las costillas.
—Salga del vestíbulo, como si quisiera hablar conmigo. No haga ningún movimiento súbito, sino quiere que apriete el gatillo y disperse sus intestinos en el piso de su amiga.
Kiara asintió con el corazón alojado en su garganta. Ella buscaba a Nykyrian, pero parecía que hubiera desaparecido. ¿Qué tipo de protector era él? El sudor empapó su cuerpo mientras se movía para hacer lo que el sujeto le había dicho.
Rezó para que nadie se les acercara. Mirándolo indirectamente, notó que Pitala se había vestido con un traje caro y mantenía el cabello sujeto con una coleta. Para cualquier observador, el aparentaría ser un aristócrata o un promotor adinerado.
El miedo la estranguló mientras las lágrimas se agrupaban en sus ojos. Furiosamente, se mordió el labio para evitar gritar o pedir ayuda.
Kiara se acercó a la puerta. Gotas de sudor se resbalaban por sus sienes. Si cruzaba el umbral, sabía que Pitala la mataría. Si se quedaba dentro del piso de Tiyana, todos observarían su desenlace: los promotores, los directores, todos.
¿Su vida o su carrera? Se mordió el labio con indecisión. ¿Sin su carrera, qué tipo de vida llevaría? Con ese pensamiento final, abrió la puerta.
Pitala la empujó a través de ella, entonces cerró de golpe la puerta a sus espaldas. Kiara cayó al suelo. Su cuerpo se estremeció completamente, miró hacia arriba para ver a Pitala dándose la vuelta para enfrentarla y en ese momento se percató de la presencia de Nykyrian que se escondía a un lado de la puerta.
Él le quitó el blaster de la mano a Pitala y le puso su propio blaster en la barbilla al hombre.
—Solo voy a decirte esto una sola vez —dijo Nykyrian con voz letal—. Kiara está bajo protección del OMG. Si la hieres, la amenazas, o incluso la miras otra vez, vas a recibir una visita de Némesis. Una visita que lamentarás en mucho tiempo y que te costará olvidar.
Incluso Kiara se encogió por la amenaza.
Nykyrian curvó sus labios con un gruñido feroz.
—Encontrarás a tu compañero en el vestíbulo encerrado con llave en el armario de almacenamiento. Sácalo y márchense. Si valoras la posición actual de todas las partes de tu cuerpo, revocarás el contrato por la vida de Kiara, mañana mismo. —Él presionó el botón de su blaster—. ¿Entendido?
El sudor bañó a la cara de Pitala.
—Mi revocatoria se anunciará mañana. Te lo juro.
Nykyrian soltó el gatillo de su blaster.
—Bien —dijo él, mientras se apartaba de Pitala.
Kiara observó cuan veloz el asesino corrió para ir hacia el vestíbulo. Miró a su salvador, su respiración se puso difícil, su cabeza fue invadida por el pánico.
Nykyrian guardó su blaster, y le ofreció la mano. Ella la asió con manos temblorosas, mientras la ayudaba a levantarse del suelo.
—Siento no haberte ayudado con prontitud —dijo él suavemente—. Pero supuse que no querrías que tus amigos se enteraran de lo que estaba pasando. —Antes de que pudiera marcharse y antes de poder detenerse envolvió sus brazos alrededor de él y abrochó su delgada cintura mientras el alivio recorría su cuerpo.
—La mayoría de ellos no son mis amigos —dijo ella, mientras comprendía una terrible verdad—. Ellos son dos caras, son perros desalmados que no son mucho mejores que Pitala.
Kiara apoyó la mejilla contra su pecho, y escuchó el sonido consolador de su corazón. Aunque su cuerpo estaba rígido, no hizo ningún movimiento para apartarla. Ella tembló, sabiendo que Nykyrian nunca permitiría que le hicieran daño. Estaba segura a su lado.
Nykyrian la sostuvo contra su cuerpo, disfrutando de la percepción de los brazos que lo rodeaban. En ese momento, era tan fácil olvidarse de su pasado, olvidarse de él mismo y quedarse con ella. Pero no podía. Lo sabía.
Sus brazos se aferraron alrededor de él y echó la cabeza hacia atrás. Inconscientemente, él se movió para besarla, pero se contuvo antes de cumplir su objetivo. Su respiración cayó contra sus labios y le tomó toda su fuerza de voluntad no completar lo que más deseaba hacer.
—Debemos ir a casa —dijo él, apartándose.
El calor hormigueó en las mejillas de Kiara. Abatida, asintió, intentando calmar el temblor de sus miembros.
¿Por qué se había molestado? Nykyrian no estaba interesado en ella en lo más mínimo. Si tuviera dignidad, se olvidaría de él y simplemente seguiría con su vida ignorándolo tan fácilmente como él lo hacía con ella.
—Bien —dijo ella, con la voz agitada por las lágrimas que estaba esforzándose por no derramar.
Sin decirle una palabra, la condujo hacia el vestíbulo, verificando a cada paso que Pitala no estuviera detrás de ellos. Kiara se sentía extrañamente torpe mientras lo seguía, como si sus pensamientos flotaran encima de la fiesta y el ataque.
Quizá estaba envejeciendo. Quizá era el miedo de lo que le había sucedido con Pitala, o lo que hubiera acontecido si todos los promotores los hubieran visto. Seguramente por eso no había disfrutado el día de hoy, porque los comentarios punzantes de Elfa la desgarraron mucho más que el año pasado cuando había sucedido lo mismo. Kiara no podía recordar haber tenido un peor momento en su vida.
Se volvió para mirar a Nykyrian mientras la sacaba del edificio. Por lo menos ahora había un asesino menos detrás de ella. Con algo de suerte, Némesis podría intimidar al resto de sus perseguidores para que no la siguieran atacando, entonces podría regresar a su antigua vida. ¿Podría hacerlo?
Kiara se tragó el nudo de lágrimas. Solo estaba cansada. Si dormía un poco, todo volvería a estar bien. Estaría bien.
* * * * *
Sentada en su silla favorita, Kiara miraba a Nykyrian mientras este limpiaba su blaster, su mente aún estaba atontada por el ataque de Pitala.
La muerte se había convertido en una fascinación mórbida para ella, mientras observaba como Nykyrian apartaba cada parte de su arma, limpiado cada una de ellas cuidadosamente con un pedazo de tela blanca y una solución de olor penetrante.
Desde que Rachol se marchó, Nykyrian no había dicho ni una sola palabra, y tras dos horas de silencio absoluto, Kiara estaba a punto de enloquecer.
Mientras él cambiaba la batería, ella se recogió el cabello en la nuca.
—¿Por qué no mataste a Pitala? —le preguntó ella, con una voz tan silenciosa que parecía un gritó después de toda esa quietud.
Él atornilló otra parte de su blaster.
—¿Preferirías que lo hubiera hecho?
Un escalofrío recorrió sus brazos.
—No —dijo ella, tratando de darse calor—. Solo me parece extraño que le hayas permitido escapar dos veces.
Nykyrian suspiró.
—Si matara a todos los que me incomodan, entonces todo el mundo me cazaría por asesino.
Kiara asintió comprendiendo lo que le quería decir.
—Sin duda yo estaría en la cima de tu lista de muertes.
La miró, pero su rostro no decía nada, era ilegible.
Ella observó como juntaba las partes del blaster, sus manos realizaban todo el procedimiento con facilidad. Era un ballet extraño, magnético.
—Cuándo decidiste desertar de la Liga, ¿Cómo lo hiciste? Solo les dijiste un no gracias ¿O algo así?
El le hizo una mueca, mientras cerraba de golpe una parte del agarre en su posición.
—¿Por qué quieres saberlo?
Ella se encogió de hombros, una imagen de los promotores atravesó su mente y le hizo ver como reaccionarían ellos si les dijera que fueran a asar sus partes, como había querido decirles muchas veces en el pasado.
—Solo es curiosidad. Todavía me debes cuatro respuestas.
—Tres —le corrigió él, antes de bajar el cañón de sus blaster.
Kiara le sonrió con tristeza.
—De acuerdo, tres. ¿Cómo te marchaste de la Liga?
Él puso su blaster sobre la mesa que había entre ellos. Se apoyó contra el sofá y la miró fijamente.
—Salí de las cámaras de asignaciones una tarde y nunca regresé.
Ella frunció el ceño. De algún modo sabía que no era fácil desertar de la Liga.
—¿Por qué?
—Querían que matara a un amigo.
La sorpresa la atravesó y repitió su pregunta.
—¿Por qué?
Él tragó con dificultad y parecía ausente.
—Por un falso cargo de traición que se le había imputado, y su gobierno quería que lo ejecutaran.
Kiara se mordió el labio, mientras consideraba sus palabras.
—¿Cómo sabías que era inocente? Si una corte lo encuentra culpable…
—Ninguna corte estaba envuelta —la interrumpió Nykyrian—. Por un buen pago, la Liga declararía culpable y ejecutaría a cualquiera.
Su garganta se apretó por el terror.
—Así que la Liga realmente no protege a nadie.
—Solo a los políticos millonarios.
Su estómago se anudó ante esa idea.
—¿Por qué nadie los detiene?
Nykyrian se encogió de hombros como si todo le pareciera aburrido.
—¿Quién sabe?
Deslumbrada por ese conocimiento recién descubierto, Kiara se levantó de la silla y se dirigió a su cuarto. Hizo una pausa en el vestíbulo, volviendo la mirada hacia el sofá en el que estaba sentado.
—¿Nykyrian?
Kiara esperó hasta que él la mirara a los ojos.
—¿Cuándo desertaste de la Liga te sentiste bien?
Él parecía tan alejado y por un momento ella pensó que la iba a ignorar como siempre.
—Me sentí muy bien.
Ella asintió, mientras su corazón le latía fuertemente al momento de realizar la única pregunta que necesitaba hacerle.
—¿Has pensado en morir?
El se pasó la mano por la mandíbula.
—¿Y tú no?
Las lágrimas se deslizaron de sus ojos.
—Nunca había pensado en eso hasta ahora. —Sus lágrimas empaparon sus mejillas—. ¡Tengo tanto miedo de morir! —sollozó ella.
Cubriendo el temblor de sus labios con su mano, corrió por el vestíbulo hacia la seguridad de su habitación. Kiara se tiró en la cama, mientras los sollozos hacían erupción sobre su cuerpo. No quería morir, ni ahora, ni nunca. Tenía todavía tantas cosas que hacer, que experimentar.
De repente, sintió los brazos de Nykyrian a su alrededor mientras la colocaba en su regazo. Él se sentó al borde de la cama, sosteniéndola contra su cuerpo como si fuera una niña pequeña que había roto su juguete favorito. Ella apoyó la cabeza contra su hombro y sollozó con todo el dolor que sentía.
Nykyrian permaneció callado, confortándola, sosteniéndola, quitando el cabello de su mejilla y meciéndola suavemente entre sus brazos. Kiara nunca se había sentido tan protegida. No tuvo idea de cuanto tiempo lloró, pero cuando finalmente se apartó, la seda de su camisa se aferraba a su pecho en el lugar donde sus lágrimas se habían derramado.
—Lo siento —dijo ella, mientras se limpiaba la mejilla con el reverso de su mano.
Él extendió una mano y limpió la humedad de su rostro.
—¿Te sientes mejor? —le preguntó él, con voz ronca.
Kiara asintió.
—Nunca lloro —susurró ella, mientras disfrutaba de la percepción de sus manos calurosas y fuertes que se movían sobre sus heladas mejillas.
—Es comprensible. No sueles tener a las personas sosteniendo blasters contra tu cabeza.
Ella se tragó las lágrimas, deseando nuevamente poder ver su cara y leer sus pensamientos.
—¿Lo sientes?
Él tomó una respiración profunda, y con su mano le puso un mechón de cabello detrás de la oreja. Kiara lo miró fijamente. En muchas maneras era un completo extraño, pero aún así se sentía como si fueran viejos amantes. Estaba ardiendo por él, deseosa de besar sus labios, pero sabía que si lo intentaba, él la empujaría lejos nuevamente y acabaría con ese momento de paz. Y no deseaba que acabara nunca.
—¿No tienes miedo de morir? —le preguntó ella, mientras temía ahogarse con la siguiente ola de lagrimas que amenazaban derramarse—. ¿No temes que algún día no puedas escapar cuando alguien te ponga un blaster en la cabeza?
Sus brazos se tensaron alrededor de ella. Por un momento, temió que se levantara y se marchara. Pero la respuesta que le dio, no era la que había esperado.
—Lo único que temo es que estoy envejeciendo.
—¿Y qué tiene de malo envejecer? —le preguntó ella, mientras deseaba tocar su mejilla.
—Nada —dijo él ásperamente—. A menos que lo hagas solo.
Su corazón se desgarró, y entonces para su desilusión, él se puso de pie. Luego se inclinó y tocó su mejilla como si estuviera tocando porcelana fina.
—Nadie va a hacerte daño. Por mi vida, juro que te protegeré —le dijo él y se marchó.
Él corazón de Kiara retumbó por la sinceridad audible detrás de sus palabras. Su mejilla le ardía por el recuerdo de sus dedos. Había tantas cosas que ella quería decirle, que preguntarle, pero no sabía como hacerlo.
Él era tan contradictorio. En un minuto la apartaba y la reprendía como si ella no pudiera ni siquiera tocarle la mano, pero en el siguiente la sostenía como si fuera un tesoro y la consolaba por sus lágrimas.
Kiara respiró temblorosamente, deseando tener el valor de quitarse la ropa y salir hacia la sala en donde Nykyrian dormía. Shera había hecho eso para conquistar a su último amante y le había dicho a Kiara que era una táctica muy infalible y que debía usarla cuando de verdad quisiera a alguien. Pero Kiara no podía hacerlo, era una cobarde.
Suspirando, inclinó la espalda en su cama, imaginando lo que sería tener a Nykyrian a su lado, haciéndole el amor y aliviando sus miedos toda la noche.
Esa idea aún estuvo en su mente, mientras se deslizaba finalmente en un sueño incierto.
Cuando Kiara despertó, Nykyrian ya se había marchado. Se había apresurado para ir a verlo antes de que se marchara, pero había llegado demasiado tarde. Hauk estaba sentado en el sofá, masticando lo que quedaba de sus friggles.
Dándole una sonrisa tímida y de decepción, se fue a vestir. Kiara se tomó su tiempo, deseando permanecer en la cama y dormir para protegerse de su tosco guardián Andarion. No tenía ningún deseo de pasarse el día bajo el brillo intenso de su mirada y de sus amenazas.
Cuando regresó a la sala, Hauk había colocado un plato de panecillos para ella.
—No son tan buenos como los de Nykyrian, pero no te matarán —dijo él ásperamente, como si el ser amistoso con ella le avergonzara.
—¿Acaso no me odiabas? —le preguntó ella, mientras tomaba uno de los panecillos.
Él se encogió de hombros y comenzó a pasar los canales de la televisión.
—Odio a todas las personas privilegiadas en general. Solo caes en esa categoría.
Ella tragó lo que había mordido de su panecillo.
—Me parece que Nykyrian no es alguien realmente pobre. Como hijo de un comandante respetado y adinerado, creo que él también entra en tu categoría.
Un sonido provocado por su garganta fue todo lo que le contestó.
Después de un momento, él le gruñó:
—¿Supongo que debes tener una mejor manera para pasar nuestro tiempo? No hay nada aquí lo suficientemente bueno como para pudrir mi cerebro.
Kiara sonrió, comprendiendo su mal humor demasiado bien.
—¿Qué otra cosa a parte de comer humanos y friggles te gusta hacer?
Hauk se puso de pie y sobrepasó su altura.
—Algo que no sea hablar.
Ella suspiró ante la hostilidad subyacente de sus palabras y le señaló el armario con su dedo pulgar.
—Tengo algunos juegos.
Sin decirle una palabra, él se dirigió al armario y empezó a buscar intensamente entre sus cosas. Emergió de allí con una sonrisa amplia, con los colmillos brillantes.
—¡Tareba! —exclamó él, mientras sacaba el juego de estrategia—. ¿Te importaría si juego un poco?
Kiara sonrió ante su escepticismo.
—Claro que no —dijo ella.
Estaba como un niño con un juguete nuevo mientras sacaba las partes y preparaba la tabla.
Una sonrisa curvó sus labios al notar su entusiasmo.
—¿A dónde se dirige Nykyrian? —le preguntó ella, mientras lo observaba.
El levantó la mirada de la caja con un ceño profundo.
—¿No le preguntaste?
—No tuve tiempo.
Su ceño se relajó.
—Fue a buscar información sobre las personas que te persiguen.
Ella se lamió los labios, mientras intentaba tener valor para hacerle la siguiente pregunta.
—¿Por qué Aksel Bredeh es tan importante para Nykyrian?
—¿Qué te importa? —le ladró él.
Kiara lo miró, sus mejillas se calentaban por el enojo ante su hostilidad injustificada.
—Ustedes los hombres, deben ser el grupo más defensivo del mundo. Mia Kitana, ¿Se puede al menos sacar una simple respuesta de alguno de ustedes?
Hauk rió desde las profundidades de su garganta, fue un sonido que estuvo lejos de confortarla.
—Tienes razón. Somos muy dados a la evasiva. Debes jugar a las Preguntas un día con ellos. Nunca he conocido a alguien que preguntara tanto como Nykyrian y Rachol.
Era mágica la manera en que su personalidad cambiaba de tosca a amistosa.
—Ni siquiera estoy seguro de lo que pasa entre Aksel y Nykyrian. Solo te digo, que no hay mucho que sepa de Nykyrian, de lo único que estoy seguro es del hecho de que él moriría por mí.
Ella frunció el ceño ante ese nuevo descubrimiento.
—¿Por qué dices eso?
—El ha recibido suficientes disparos para proteger a mi tosco trasero durante años.
Kiara lo miró, mientras terminaba de armar la escena del juego, pensando en sus palabras.
—¿Lo has visto alguna vez sonreír?
Hauk cerró la caja, con los ojos cuidadosamente abiertos.
—No.
Su respuesta le provocó un dolor en su pecho. Uso la siguiente táctica para obtener más secretos de Nykyrian de parte de él.
—¿Hace cuanto tiempo que lo conoces?
Hauk la miró fijamente.
—Desde que tenía nueve años.
Ella dejó caer su mandíbula por la sorpresa, su revelación la recorrió como un escalofrío.
—¿Y aún así nunca lo has visto sonreír?
Hauk se encogió de hombros.
—Él no sonríe. Infiernos, apenas habla. Era peor cuando era niño. Por lo menos ahora no se enfurece y chasquea cada vez que alguien le dice algo.
El corazón de Kiara se tambaleó ante esa idea. Nykyrian era una fascinación extraña para ella, por eso quería saber más sobre su pasado, quería saber todo sobre él.
—Entonces, has visto sus ojos —dijo ella, esperando averiguar lo que Nykyrian escondía.
Hauk permaneció perfectamente sentado, mirándola.
—Sí, lo he hecho.
—¿Y como lucen? ¿Igual a los tuyos?
—Si él quiere que lo sepas, se quitará sus lentes. Si fuera tú, no esperaría la llegada de ese día.
Kiara se sentó sobre sus talones, rechinando los dientes por la frustración. A ese ritmo, moriría de vejez antes de que cualquiera de esos labios avaros y apretados le diera cualquier información sobre su querido compañero.
Muy bien, solo tendría que buscar la manera de poder ver los ojos de Nykyrian. ¡Nunca podía resistirse ante un misterio y mucho menos dejarlo sin resolver!
No hay comentarios:
Publicar un comentario