miércoles, 29 de febrero de 2012

BOF cap 17


Syn siseó a Shahara cuando le mordisqueó la barbilla fuertemente con sus dientes.
—Eso. Duele.
—Agradece de que me muestre discreta después del último comentario, amigo —pero había miedo en sus ojos al mirarlo—. Sólo por curiosidad, ¿dónde dejaste el chip cuando lo escondiste hace tantos años?
Él se frotó la barbilla con la mano en un esfuerzo por disipar algo del dolor que le había causado.
—En una oficina, al final del pasillo de Merjack´s.
Ella se quedó boquiabierta.
—¿Qué?
Él se encogió de hombros.
—Te dije que era un niño asustadizo, sólo tenía unos pocos segundos para esconderlo antes de que me agarraran. Me imaginé que era el lugar más seguro.
Shahara estaba asombrada por la noticia. Qué acto de extremada estupidez.
—No crees, honestamente, que el chip esté aún allí, ¿verdad?
—No lo sé. Han pasado un par de décadas desde que lo dejé. Esperemos por un milagro.
¿Un milagro? ¿Un maldito y jodido milagro?
¿Estaba loco?
—Estás drogado, ¿verdad? Vamos, admítelo.
Él bufó.
—No he usado drogas desde que estaba en la adolescencia y Nykyrian amenazó mi vida si volvía a usarlas. Mala cosa el tener a un asesino como amigo. Cuando hace una amenaza contra tu vida, no es simplemente eso. Realmente lo dice en serio.
Ella no encontraba su seco humor divertido. No, cuando sus vidas dependían de un milagro.
—Y ¿en qué lugar de la oficina lo dejaste?
—Lo aseguré a una parte de una estatuilla.
Oh, simplemente esto iba mejorando. Su estómago golpeó el suelo al tiempo que lo miraba fijamente en un despreciativo descreimiento. Estaban perdiendo tanto el tiempo. Las probabilidades de que esa persona aún estuviera allí…
De que la estatua estuviera aún allí…
También podría dispararse ahora y evitar a los Rits el coste de la carga del blaster.
—¿Al menos sabes de quién es la oficina?
—No. Eso es por lo que hice un mapa.
Ella rechinó sus dientes.
—Te mataré. ¿Por qué nos estamos incluso molestando? ¿Sabes cuáles son las probabilidades de que aún este allí?
—No creo en las probabilidades, amor. Nunca lo he hecho.
Ella puso los ojos en blanco y quiso golpearlo hasta que sangrara… más.
—¿Y si la estatua ya no está?
—Estamos jodidos.
Ella dejó salir un largo e irritado suspiro.
—Eso es lo que me agrada de ti, Convicto. Siempre haces las cosas más interesantes —encontrando su mirada, frunció el ceño—. ¿Cómo obtuviste el mapa, de todas formas?
—Lo dibujé una vez que escapé de prisión.
—Entonces tenía razón, tenías intención de un día limpiar tu nombre.
Una mirada extraña cruzó por su rostro, un instante antes de que rodara y se alzara.
—¿Por qué esperaste, Syn?
Él gruñó como si se sintiera molesto por su interrogatorio.
—Sucedieron cosas. No tenía el tiempo ni las ganas.
El ceño de ella se profundizó. Eso no tenía sentido. El Syn que ella había llegado a conocer no habría sido tan indiferente acerca de su libertad.
—¿Como qué?
Syn suspiró al tiempo que recordaba todas las razones que se había dado para no exponer a Merjack. Al final, llegó a una cosa  -¿quién le creería al hijo de Idiarian Wade acusando al hombre que tenía el crédito de haber entregado a su padre? Sheridan Wade era una sucia basura, y si su estancia en prisión le había enseñado algo, era que las personas como él terminaban jodidas mientras las personas como Merjack jodían a todos los demás y se salían con la suya.
Si alguna vez hubiera tratado de limpiar su nombre, probablemente habría sido ejecutado por ello. La forma en que los medios tergiversaban las cosas, lo habrían llamado una acusación por venganza y lo hubieran crucificado por eso. La única razón por la que estaba tratando de aclararlo ahora era que la impecable reputación de Shahara como rastreadora podría negar el estigma.
Quizás.
Pero no quería compartirlo con ella. Ella lo desestimaría y lo llamaría paranoico, porque en el mundo de ella, la honestidad prevalecía. En el mundo de él, la gente era asesinada.
—Olvídalo.
Shahara quería maldecir. Su tono le decía que sería inteligente hacerle caso. Esta vez, de cualquier manera.
Aún así, el misterio la tentaba.
Cómo quería entender su razonamiento. ¿Qué le había hecho continuar huyendo cuando todo lo que tenía que hacer era devolver el chip a las autoridades? Eso tenía que ser más simple que vivir con todas esas personas que habían sido enviadas para localizarlo a lo largo de los años.
Quizás no lo conocía tan bien después de todo.
Una vez que estuvieron duchados y vestidos, se unieron a Vik y Nero en la cabina. Nero no dijo ni una palabra, pero Shahara tenía el presentimiento de que sabía exactamente lo que habían hecho.
—Estamos llegando a Ritadaria —él le dijo a Syn—. Apuesto a que nunca pensaste en que estarías de nuevo aquí.
—No vivo, de cualquier forma. ¿Y qué hay acerca de ti?
—Como un investigador y rastreador, les cobro, pero eso no quiere decir que me guste estar aquí mucho más que a ti. Trato de evitar venir al planeta tanto como puedo.
Shahara frunció el ceño.
—¿No teméis ser arrestados?
Nero bufó.
—Yo no era un convicto, Dagan. Yo era un esclavo obtenido ilegalmente. Mi dueño —él hizo un gesto despreciativo ante el término— no tiene reclamo legal sobre mí. Y ya no soy un niño aprendiendo mis poderes. Soy un adulto con un hacha que quiero enterrar en la frente de cualquiera lo bastante tonto como para enfrentárseme. Desafío a los bastardos que intenten algo ahora.
Un escalofrío bajó por su espina al percatarse de que él era igual de predador de lo que Syn era. Nunca querría estar en contra de ninguno de ellos.
Syn tomó asiento en la silla del copiloto para ayudar a guiarlos hacia adentro.
—¿Las personas para las que trabajaste saben lo que eres?
—No. Maté a todos lo que lo sabían.
—Bien.
Sí, pero no para los que había matado. Shahara logró sentarse. Vik, de nuevo en su forma de ave, vino a sentarse a su lado.
—¿Qué estás haciendo? —le preguntó.
—Me voy a quedar contigo porque pareces un poco más cuerda.
Syn hizo un sonido de irritación.
—Traidor.
—Lunático —Vik devolvió el golpe.
Shahara rió al poner a Vik en su regazo para prepararse para el aterrizaje.
—Está bien, dulzura. Te tengo.
Él manifestó dos brazos para darle un abrazo.
No tenía ni idea de por qué, pero sus acciones la conmovieron.
—Gracias, Vik. Necesitaba eso.
Él se alzó para sentarse en el asiento junto a ella antes de apoyar la cabeza sobre su muslo.
Unos minutos después, aterrizaron en la ciudad principal de Ritadaria en pleno día. Syn maldijo su suerte al apagar los sistemas de la nave.
Ella escudriñó la seguridad que estaba apostada a lo largo de la bahía.
—¿Piensas que los rastreadores de Merjack están aquí?
Syn negó con la cabeza.
—Probablemente no. La prisión está en otro continente. Pero considerando lo bien conocido que era mi padre y cuánta gente aún lo recuerda, sería fácil para cualquiera identificarme basándose sólo en mi apariencia —que fue la forma en que esa jodida reportera me encontró. Su padre estaba siendo tratado en mi hospital cuando me vio en el corredor. Sumó dos más dos y luego vino tras de mí. Odiaría que volviera a ocurrir.
Ella también.
Viendo sus uniformes “prestados” que verdaderamente no les sentaban bien, ella sonrió.
—Y no estamos realmente vestidos para entremezclarnos aquí.
Él le ofreció una corta risa.
—No, no lo estamos. Las personas definitivamente nos notarán.
Nero cruzó los brazos sobre su pecho.
—Puedo escudaros hasta una zona segura. Nadie os vería.
Syn vaciló ante la oferta de Nero.
—¿Cuánta fuerza te costará?
—Si no fuerais lejos, no sería mucha.
Shahara miró por las ventanas hacia la colmada bahía repleta de transeúntes. Como un largo puerto, estaba increíblemente ocupada. Alienígenas y humanos se apresuraban por ella, tratando de abordar una nave o desembarcar a la ciudad. Había un gran número de oficiales de aduana, guardias de seguridad, cargadores de equipajes y vendedores ambulantes.
A ella no le agradaba la visión para nada.
—¿Deberíamos quedarnos a bordo hasta el anochecer?
Syn negó con su cabeza.
—Demasiado sospechoso. Tendremos que salir y encontrar un lindo cuchitril hasta el anochecer.
No otro cuchitril. Ya había tenido bastante de sus cuestionables lugares seguros.
—¿Puedo hacer una sugerencia?
Los hombres se giraron hacia ella con sus cejas alzadas.
Shahara elevó sus manos y comenzó a contar sus demandas.
—Encontremos algún lugar donde no haya personas, insectos o roedores muertos. También, un lugar que sea lo suficiente grande para acomodarnos a ambos sin presionar ningún órgano interno.
Syn se mofó.
—Selectiva, selectiva, selectiva. Si piensas que es tan sencillo, ¿por qué no nos dices un lugar para escondernos?
—Por mí bien.
Él sonrió.
—De acuerdo, entonces, tú lideras el camino.
Nero se alzó.
—¿Quieres que os cubra?
Syn la miró a ella antes de responder.
 —Sí, si no te importa. Hagámoslo de forma segura. No estoy de humor para correr en este momento y sé que pelear sería suicida. Lo último que quiero es hacer felices a mis amigos muriendo.
Ella levantó su mochila del suelo.
—¿Vas a quedarte con nosotros? —le preguntó a Nero.
—Sólo hasta que los dos estéis establecidos, luego me marcharé.
Estaba un poco sorprendida ante eso, pero Syn parecía esperarlo.
—Tenemos que salir de aquí pronto o los locales querrán saber qué nos demora.
Syn apartó a Vik del grupo.
—Está bien, amigo. Te necesito en la calle para explorar. Si ves a los grises venir hacia nosotros, házmelo saber.
—Sí, eso es agradable. Pon al pobre muchacho en peligro para que busque a las fuerzas locales. Apestas, jefe —Vik se convirtió en un pájaro.
Riendo ante su malhumor, Shahara se dirigió hacia la puerta. Nero y Syn la siguieron. Miró sobre su hombro y un escalofrío bajó por su espina ante su intensidad colectiva. No era frecuente que una mujer viera uno, y menos dos hombres tan hermosos, pero sus combinadas auras de puro poder masculino eran verdaderamente impresionantes.
—Así que, ¿cómo funciona este escudo? —le preguntó a Nero.
—Ellos nos verán, pero ninguno nos prestará atención. Es como un reflejo o un inhibidor. Su foco estará en cualquier otro antes que en vosotros. Os mezclaréis bien con el fondo.
—Ese es un bonito poder para tener.
—Sí, lo es.
Ella presionó los controles para hacer descender la rampa.
—Bien, Syn. En marcha hacia un cuchitril. Sólo recuerda que tienes que soportar mi elección con la misma gracia y calmada temeridad que yo mostré con los tuyos.
Él bufó.
—Bien. Gimotearé y me quejaré. No puedo esperar.
Negando con la cabeza, descendió la primera de la nave. Vik tomó vuelo y rápidamente los dejó detrás.
Una vez que estuvieron fuera de la bahía de aterrizaje y se adentraron en las calles, se percató de lo que Syn quiso decir con “de día”. Aunque era alrededor del mediodía, parecía más como el crepúsculo. Comenzó a sugerir que se dirigieran hacia el edificio de oficinas hasta que se dio cuenta de cuánta gente vivía y trabajaba allí. Literalmente, parecía un mar de cuerpos.
No era de extrañar que el edificio estuviera atiborrado de personas también.
—¿Cuánto tiempo tenemos que esperar hasta que podamos ir tras él?
Syn se encogió de hombros.
—No sé cuantas cosas han cambiado, pero las personas acostumbraban a desalojar el distrito principal después de las horas de trabajo.
Nero asintió de acuerdo.
—Tendréis que aguantar unas seis o siete horas para estar a salvo. Las calles se quedan completamente vacías dos horas después de eso.
—Entonces ese es nuestro plan —Syn la miró—. Entonces, ¿dónde vamos?
Mirando hacia un lado y otro de la calle, trató de encontrar algún lugar en el que pudieran estar durante ese tiempo y no levantar sospechas. Cientos de personas y alienígenas caminaba alrededor de ellos, mientras transbordadores, vehículos y transportes ocupados se deslizaban a lo largo del camino. Montones de tiendas, hoteles y restaurantes se alineaban junto a la calle. Bien, no podían pasarse ese tiempo haciendo compras, ni tampoco comiendo.
Y con respecto al hotel…
Esos lugares siempre demandaban identificación, lo que sería imposible de proveer al ser los dos queridos muertos por el gobierno local.
Quizás la alcantarilla no fuera una mala idea después de todo.
—¿Cuál es el nombre de esta ciudad? —finalmente le preguntó a Syn.
—Shasra. ¿Por qué?
—Sólo por curiosidad.
De nuevo escudriñó los altos edificios que se estiraban en espiral hacia arriba y las aceras alrededor de ellos en busca de un destino prometedor.
Finalmente, Syn resopló irritablemente y se movió para rodearla.
—Apestas en esto, ¿lo sabes? Odiaría ir de compras contigo alguna vez si te lleva todo este tiempo el tomar una decisión —movió su barbilla hacia Nero—. No lo olvides, Scalera no puede mantener este escudo para siempre.
—No, a menos que quieras que me sangre la nariz y tener un dolor de cabeza. Sin ofender, pero preferiría pasar de esa oh-tan-disfrutable miseria.
Ella les dirigió una mirada furibunda ante su sarcasmo combinado.
—Bien, entonces. ¿Cuál es tu brillante sugerencia?
Sin contestarle, Syn la dirigió hacia el otro lado de la calle, hacia un hotel. Shahara elevó sus cejas en sorpresa. ¿En qué estaba pensando? ¿Cómo podía esa elección darles algún refugio?
Syn se detuvo ante la puerta y miró a Nero.
—Yo sigo desde aquí. Gracias por la asistencia, hermano.
Nero alzó su brazo hacia él.
—Nunca dejas de sorprenderme.
—¿Cómo es eso?
—Eres el único que sabe cómo degradarme y sin embargo nunca lo haces —sacudió el brazo de Syn y le ofreció una mirada de respeto supremo—. Sostente fuerte y mantente libre.
—Tú también.
Atrayéndolo para un rápido abrazo masculino, Nero se apartó.
—Y cuídate tú también, Shahara. Recuerda que las mentiras que nos decimos para sobrevivir rara vez traen paz a nuestras almas.
Ella frunció el ceño al tiempo que él se alejaba.
—¿Qué quiso decir con eso?
Syn se encogió de hombros.
—Debes tener algo por lo que sentirte culpable en tu mente. Él puede leer los pensamientos y ver el futuro al mismo tiempo, así que no podremos saber lo que él sabe que tú no.
—¿Y qué quiso decir con respecto a ti?
—Sé lo que le debilita y nunca he tratado de esclavizarlo con ello. No le haría eso a él, pero todavía pasa un mal rato aceptando el hecho de que sé quién y qué es y que no lo uso en su contra.
Era algo raro y Syn era maravilloso de esa manera.
—Entonces, ¿vamos a quedarnos realmente en este lugar?
—No hay uno mejor —abrió la puerta y entró primero, luego la sostuvo abierta para que lo siguiera.
Dentro del elegante recibidor, instantáneamente se volvió consciente de sus ropas sucias y su falta de sofisticación. La gente adinerada y aristócratas estaba su alrededor, algunos de ellos claramente se mostraban groseros al ver su empolvado uniforme con aversión. Todos ellos estaban tan impecablemente vestidos con ropas que pagarían sus facturas al menos durante seis meses…
O más.
Gah, Nero, vuelve y escúdame de estas personas. Odiaba como, con nada más que una desdeñosa mirada y un labio curvado, podían hacerla sentirse menos que nada y por debajo de ellos. Torpemente, ella se atusó su desaliñado cabello, tratando de disminuir el frizz.
Syn atrapó su mano y la bajó. La fiera mirada en su rostro la congeló.
—No les prestes atención. Ellos son los que están mal aquí y tú vales más que todos ellos juntos. El valor no se calcula por la ganancia o entrada neta de una persona. Se calcula por su integridad y decencia. Las únicas personas en esta habitación que valen algo son a los que no les importa cómo vamos vestidos. Si miras, verás a los que sí les importa. El resto de ellos pueden irse al infierno.
Ella le ofreció una temblorosa sonrisa ante su sabiduría y ternura. Eso era por lo que lo amaba. Y él tenía razón. Había gente adinerada en la habitación que no les prestaba atención de ninguna clase y un par que inclusive les ofrecían una amigable sonrisa.
Aún así, eso no hacía desaparecer el golpe de desdén de los otros. El dolor que innecesariamente infligían en su vapuleada alma al tiempo que le recordaban a ella que no era lo suficientemente buena como para estar entre ellos. Incluso el personal del hotel la miraba como si temieran que escupiera en el suelo.
O hiciera algo aún peor.
Posando su mano sobre la curvatura de su brazo, Syn se dirigió hacia el mostrador como si fuera el dueño del lugar. Su cabeza en alto y su espina recta, él los miraba a ellos con un desafío que ella les rogaba a los dioses poseer.
Por otro lado, probablemente estaba acostumbrado a esta clase de lugares. A diferencia de ella, él tenía suficiente dinero como para ser capaz de pagar por tales lujos. En cuanto a eso, probablemente ganaba más que la mayoría de los snobs que pasaban y tenía bastante dinero como para comprar el hotel en el acto.
Eso le ayudaba a olvidarse de los demás.
Y al tiempo en que él se movía, notó que captaba la mirada de demasiadas mujeres. Candente calor apuñalaba su pecho y tenía el extraño deseo de comenzar a golpear algunas adineradas cabezas entre sí.
Syn no les dirigió ninguna mirada al detenerse ante el mostrador principal.
Alzando una altiva ceja, la dependienta lo miró de arriba abajo y pareció extremadamente irritada de que tuviera que atenderlos.
—¿Puedo ayudarles?
Syn le devolvió la mirada con una inclusive de más mal humor.
—Me gustaría una habitación para esta noche.
Ella expresó una pequeña risa como si dudara de su capacidad para pagar.
—¿Y ustedes son?
Él le mostró una identificación.
La dependienta la miró y luego su comportamiento instantáneamente cambió.
—Lord Cruel, por favor, perdone mi descortesía… Y-yo debería haberle reconocido instantáneamente.
Shahara se sobresaltó ante el nombre y se forzó a no mostrar ni una emoción. ¿Estaba pretendiendo pasar por uno de los Cruels? ¿Estaba loco? Hacerse pasar por la realeza era…
Shahara, este hombre es un criminal buscado. No era como si una orden más de captura importara de un modo u otro.
La dependienta sacó un scanner.
—Sólo necesito su huella, milord.
Syn posó su mano sobre la pantalla blanca. Shahara contuvo la respiración, esperando que la alarma sonara y la seguridad viniera corriendo tras ellos.
En cambio, el blanco rayo escudriñó su palma, luego una pequeña luz verde sonó.
El rostro de la dependienta se iluminó aún más.
—Tenemos disponible la suite de nuestro rey, milord. ¿Ello satisfaría sus necesidades?
Él dejó salir un irritado suspiro.
—Detesto soportarlo, pero si eso es lo mejor que tiene… Supongo que podremos hacerlo por una noche —alzó la mano de Shahara y besó sus dedos—. Perdonadme, mi lady, por no hacerlo mejor para vos, pero sabéis cómo son estos establecimientos de plebeyos. Terrible, realmente. Pero mañana por la noche estaréis en mi palacio y os enmendaré por la miseria de esta noche.
Shahara presionó sus labios entre sí para evitar reírse ante su tono real. Sus habilidades de actuación eran impresionantes.
—Bien —dijo en un tono aburrido al tiempo que se unía a su mímica—. Supongo que tendrán camas aquí, seguramente. Tendremos que apañárnosla y seremos recompensados por los dioses por nuestro sufrimiento.
Sus hoyuelos aparecieron al tiempo que él le guiñaba un ojo.
—Nos aseguraremos y les enviaremos su cena, milord. Créanme, es un honor tenerlos aquí y queremos que no tengan más que la mejor experiencia —la dependienta miró por encima de ellos y gesticuló para llamar a un botones VIP—. Por favor, muéstrale a Lord Cruel y a su invitada su suite.
Syn le entregó al botones sus mochilas.
Éste las tomó sin sobresaltarse.
—Por favor, sígame, milord.
—Está bien —Syn le susurró en su oído al tiempo que la atraía a su costado—. Confía en mí.
Él tomó su mano. Estrujándola fuertemente, ella soltó una temblorosa exhalación al pasar junto a los guardias de seguridad. Había una parte de ella que estaba aterrada de que los reconocieran y los detuvieran en cualquier momento.
Lo que hacían era extremadamente peligroso. Pero Syn parecía indiferente a ello mientras mantenía el paso del botones e ignoraba al resto.
Mientras esperaban el ascensor, ella deslizó su mirada por el recibidor. Había varias tiendas apostadas justo al lado del sector donde se encontraba el ascensor y observó a las personas entrar y salir de éstas.
Contemplando las variadas boutiques, su mirada cayó sobre un hermoso vestido verde azulado ubicado en una vidriera cercana. Nunca había visto un color tan bello, ni un material más delicado. Se veía incluso más suave que la seda. Quizás fuera un material extranjero… Lo que lo hacía tan inusual era que los hilos entrelazados se encerraran alrededor del cuello y las mangas para formar un efecto de telaraña. El vestido en sí mismo era una sencilla vaina que abrazaba el cuerpo del maniquí.
Lo que daría por tener un solo momento de paz para probárselo, simplemente para ver lo que sería vestir algo que no fuera de segunda mano.
Seguramente, sería increíble.
Pero entonces, ¿para qué? Probablemente no podría ni costear el hilo utilizado para realizarle el dobladillo.
Aún así, era hermoso…
Syn observaba el rostro de Shahara mientras contemplaba largamente el vestido en la vidriera cercana a ellos. Quitaría el aliento vestida con él. Pensando en ello, nunca la había visto vistiendo nada salvo ropa de trabajo.
Se merecía algo mucho mejor que eso. Toda su vida había trabajado y luchado por el bienestar de su familia. ¿Y qué beneficio sacaba de ello?
Tessa siempre estaba metida en problemas y Kasen era completamente traviesa.
Y Caillen…
Syn dio un respingó. No quería pensar en Caillen porque pensar en él lo hacía demasiado consciente de la causa por la que nunca podría establecerse de nuevo.
Su pasado era algo que lo perseguiría para siempre. Infiernos, algún idiota probablemente lo pondría en su lápida –Aquí Yacen los Últimos Restos del Hijo de Idirian Wade. Olvidamos su Nombre, pero Ey, ¿A quién le Importa? Él era un Ratero Sin Valor.
Sí, eso sería apropiado.
El ascensor se abrió con un sonido metálico. Tironeando gentilmente de su mano, Syn la empujó dentro. Ella aún contempló el vestido hasta que las puertas se cerraron.
Syn apartó la mirada. Él había llevado la misma mirada hambrienta durante toda su vida, y demasiado bien sabía lo que era querer algo que no podría tener.
Paz. Familia.
Y más que nada, una persona a quien amar.
Esas tres cosas no le pertenecían a alguien que llevara el apellido Wade.
Es lo que es…
Shahara miró al botones, quien rápidamente dirigió su mirada desde sus pechos hacia la pared. En cualquier otro momento, le hubiera dado su merecido por tal impertinencia, pero aún se sentía de alguna manera abrumada e intimidada por sus lujosos alrededores.
La puerta se abrió en su piso.
El botones los condujo fuera y a lo largo del amplio corredor amarillo hacia la habitación al final del salón. Syn la rodeó y posó su mano contra la cerradura de la puerta que la dependienta había programado para responder sólo ante su tacto. Las altas puertas de madera se abrieron blandiéndose.
La respiración de Shahara quedó atrapada en su garganta al ver el interior. Nunca en su vida había visto algo tan hermoso. Mármol verde jaspeado en dorado cubría los suelos, las paredes estaba pintadas en un vívido e invitante amarillo y el mobiliario era todo en madera oscura.
Al tiempo que entraba en la habitación, un enorme jarrón repleto de flores le dio la bienvenida, aromatizando el aire con un maravilloso ramo. La sala de estar tenía sillas abultadas tapizadas en color crema y dos grandes sofás, uno de los cuales estaba apostado junto a un hogar.
Syn le dio la propina al botones y cogió sus mochilas antes de cerrar y asegurar la puerta. Bajó las mochilas y cruzó la habitación hasta donde se encontraba ella.
—¿Estás bien?
—Bien —dio un paso hacia los monumentales ventanales por los que se veía toda la animada ciudad.
Wow… era hermoso.
Se sentía como una mítica princesa en un cuento de hadas. ¿Las personas que habían nacido en este estilo de vida realmente lo apreciaban? ¿O era esto tan mundano para ellos como el sencillo pan plano para ella?
Qué lástima si no podían apreciar lo afortunados que eran.
Syn frunció el ceño al seguirla.
—No lo sé… Nunca te he visto tan callada. ¿Seguro que no te has tragado tu lengua?
Ella le dirigió una mirada irritada antes de volver a contemplar la hermosa vista.
—Supongo que estás acostumbrado a cosas como éstas.
Él se le unió junto a la ventana.
—No, realmente. Cuando has crecido sin nada de nada, nunca te acostumbras realmente a cosas como éstas. Todavía me sorprende ser capaz de estar en el interior después de todos esos años que me pasé mirando hacia adentro de las ventanas, anhelando estar en este mundo.
—Irrumpiendo en las ventanas, querrás decir.
Él sonrió y esta vez no había postura defensiva o enfado.
—Eso, también.
Ella cruzó los brazos sobre su pecho y lo miró con curiosidad.
—Así que, ¿cómo logramos estar aquí, de cualquier modo?
Él le entregó la identificación, la que poseía su rostro y el nombre de Darling.
—Hicimos esto hace años. Me permite infiltrarme en áreas a las que nunca sería capaz de acceder con mi propia identidad.
—Vosotros dos tenéis una extraña relación.
Él devolvió la identificación a su bolsillo.
—No realmente. Él trabaja conmigo. ¿Recuerdas? Hacemos un montón de jodidas cosas como estas.
—¿No temes que su familia lo descubra?
—A su hermano, Ryn, no le importaría y le pagaría a su tío para que viniera a por mí. Quiero un trozo de ese bastardo tan desesperadamente que puedo saborearlo.
La sinceridad en su tono y expresión le dio a ella escalofríos. Pero por otro lado, sabía la causa. El tío de Darling abusaba de él. Ella había tenido que sujetar a Caillen en más de una ocasión cuando su hermano iba a salir y matar al hombre.
—Eres realmente muy parecido a mi hermano. ¿Lo sabes?
—Gah, espero que él no esté tan atraído hacia ti como yo. Porque eso es simplemente enfermizo.
Ella puso los ojos en blanco.
—Eres horrible.
Él no discutió al tiempo que abría la ventana para que Vik pudiera unírseles. Vik aterrizó en el alfeizar, volvió a su forma bot y aseguró la ventana para cerrarla.
—Odio este planeta. ¿Cuánto tiempo tenemos que quedarnos?
—Ojalá que no mucho.
—Bien, porque extraño mi tostador y necesito salir de aquí.
Syn mantuvo sus manos en alto.
—Ni siquiera voy a preguntar.
Escudriñando la habitación, ella vio el bar.
—¿Quieres tomar algo?
—Seguro, amaría una copa de vino —alzó la carta del hotel—. También estoy hambriento. ¿Vosotros queréis algo?
—Tomaré lo que sea que pidas.
—¿Cuándo te volviste tan confiada? —antes de que pudiera responder, soltó una carcajada maliciosa.
—¿Qué? —preguntó, su confianza subordinándose al humor de él.
Algo le decía que ella era el centro de su broma.
La sonrisa que él le ofreció era brillante y hermosa.
—Me olvidé de que tienes que comer lo que cocinas. Supongo que cualquier otra cosa es nirvana.
—Ja, ja —dijo ella, deseando tener algo para arrojarle.
Se puso serio al momento en que alguien contestó al otro lado de la línea y ordenó la comida para ellos. Ella escuchó el sonido de su profunda voz hablando en su lengua nativa. Era simplemente sorprendente cómo podía adaptarse a todos aquellos ambientes. Podía relacionarse con criminales, traficantes, con la realeza dominada por el mal humor y empleados rebeldes.
Pero más que nada, le había enseñado a una rastreadora a confiar incluso cuando ella se había creído inmune a los encantos de cualquier hombre.
¿Cómo lo hacía?
Sirviendo sus bebidas, lo sintió acercarse después de finalizar el pedido de la comida. El calor de su cuerpo la chamuscaba al tiempo que él la rodeaba y alzaba su copa. Él se quedó tan cerca que su aliento acariciaba su cuello, enviando un escalofrío a lo largo de su cuerpo.
Su cálida esencia masculina la envolvió como un viejo y cómodo cobertor. Y su cuerpo respondió a la llamada con una disposición que la asombró.
¿Cómo podía todavía arder por él cuando lo había poseído hacía tan sólo un breve tiempo?
¿Qué tenía este hombre que la hacía tan sensual?
Por otro lado, lo sabía. Era todo sobre él. Su humor, su inteligencia. Ese maravilloso hoyuelo que aparecía cada vez que sonreía.
Él dejo su copa a un lado y la giró en sus brazos.
—Conozco una mejor manera de matar el tiempo —le dijo, su voz profunda de necesidad.
Tratando de mantener su indiferencia, ella alzó su ceja.
—¿La conoces?
Esa maravillosa traviesa sonrisa curvó sus labios.
—Hmmm —dijo, inclinando su cabeza hasta que sus labios encontraron los de ella.
Shahara abrió sus labios, dándole la bienvenida. La calidez de su aliento y el calor de su cuerpo la condujeron cerca de la locura, y se preguntó si alguna vez tendría suficiente de él. Algo dentro le decía que aunque ella lo tuviera durante doscientos años, siempre lo anhelaría.
—¿Eh, gente? —Vik acudió en su forma de bot para detenerse a sus pies—. Creo que iré a patrullar por ahí. Definitivamente. No me va la cosa voyeur… sí —se transformó en un pájaro, luego golpeó la ventana cerrada y cayó al suelo—. Maldición, Syn. ¿Tenías que hacer eso?
Syn rió antes de abrir la ventana y ayudar a Vik a salir.
—No vuelvas sin avisar.
—No te preocupes. No necesito que mi sistema de circuitos se funda al verte desnudo —y tomó vuelo.
Syn cerró la ventana, luego regresó junto a ella y la atrajo a sus brazos de nuevo.
Repentinamente, una risa burbujeó en la garganta de ella.
Syn la apartó, mirándola como si lo hubiera insultado.
—¿Qué?
Ella sonrió.
—No puedo creer que estés listo para otra ronda. Caillen siempre dice que necesita un día de descanso después de tener sexo.
Él bufó desdeñosamente.
—Caillen es un idiota —tomó su mano en la suya y la posó en el bulto en su entrepierna—. Te aseguro que estoy bien dispuesto para el desafío.
Su garganta se secó y sintió el calor subir sigilosamente por su rostro, hasta el comienzo de su cabello. Antes de que pudiera moverse, él volvió a besarla, dejando su mano atrapada entre ellos para que no tuviera opción salvo sentir la sangre de él correr por la más íntima parte de su anatomía.
Shahara ardía con su propia necesidad al tiempo que elevaba su cuerpo para ajustarlo más al de él.
Syn gimió ante su sumisión. Ella estaba espectacular y él no podía creer que quisiera hacerle el amor de nuevo. Normalmente, hubiera sido como Caillen, también, y necesitaría un día para descansar.
Pero no con ella. Cada minuto que estaba a su lado, todo lo que quería era sentir la seguridad de sus brazos, sentir su aliento acariciar su cuello mientras él tomaba posesión de su cuerpo. Se ponía duro cada vez que la miraba.
Ella sacó su mano y envolvió su cuello con sus brazos. Syn se acercó, presionándose contra el calor de su cuerpo al tiempo que continuaba tentando su lengua con la suya.
—¿No deberíamos estar planeando nuestro próximo movimiento? —sus palabras eran roncas en su oído.
—Ya lo hice.
—¿Cuándo?
—Cuando estuve en mi oficina. Cogí mis identificaciones y todo lo demás que necesitábamos.
—¿Así que sabes dónde está la estatua?
—No. Pero espero que encontremos las pistas en la oficina donde la escondí —posó su dedo sobre los labios de ella—. Confía en mí, Shahara. Encontraré el chip y te sacaré de esto. No dejaré que nada te ocurra.
Cuánto deseaba poderle hacer la misma promesa…
De repente, un golpe los interrumpió.
—Servicio de habitaciones —una voz llamó desde el otro lado de la puerta.
Gruñendo bajo en su garganta, Syn se apartó de ella.
—¿Puedes abrirle?
—¿Yo? —Shahara negó con su cabeza—. No sé cómo hacer esto. Nunca he estado en un hotel en mi vida.
Él aclaró su garganta significativamente.
—Vamos, no puedo abrir la puerta así. Hay un hombre allí fuera.
Su mirada se fijó en el área que él indicaba y ella se percató de que su excitación era más que obvia. Riendo, cruzó los brazos sobre su pecho y le dirigió una mirada juguetona.
—Creo que le darías un interesante tema de conversación al camarero y a sus amigos si lo hicieras.
Su mirada se volvió asesina.
—Sólo abre la puerta, déjale entrar la comida y firma el libro que te entregue.
—¿Qué hay sobre la propina?
—Ya ha sido añadida a la cuenta.
Shahara hizo una pausa durante un largo minuto, sólo para molestarle.
—Está bien —dijo al final—. Supongo que estás fuera de problemas.
Antes de que pudiera parpadear, él desapareció a través del doble set de puertas para esconderse.
—¡Cobarde! —le gritó, burlándose de él.
—No me discutas, muchacha. Es todo por tu culpa.
Su sonrisa se amplió y Shahara presionó el botón que abría las puertas. Un joven entró con una gran bandeja repleta con platos de plata y oro. Los depositó en la mesa cubierta de mármol justo a la izquierda de la entrada.
—¿La señora requiere algo más? —preguntó educadamente.
Wow, nadie nunca la había llamado señora antes. Realmente le gustaba.
—Creo que eso es todo.
Él le acercó un pequeño ordenador de mano e iba a comenzar a escribir su nombre un instante antes de pensar lo estúpido que eso podría llegar a ser. En cambio, se inventó uno.
El camarero inclinó su cabeza y se retiró.
—Puedes salir ahora —le gritó a Syn—. Es seguro.
Mientras esperaba que se reuniera con ella, comenzó a retirar las tapas. Su estomagó gruñó ante la maravillosa esencia de la carne rostizada y las verduras. Se le hizo agua la boca y tomó un pellizco del panecillo más suave que alguna vez hubiera visto.
Era excelente.
Syn apareció detrás de ella, silencioso como un fantasma, y atrajo su espalda contra su pecho, de modo que pudo decir que la interrupción no había disminuido su humor ni un poco.
Se percató de que él siempre se movía de esa manera. Elegante y tranquilo como una fiera bestia cazadora. Si no lo supiera mejor, juraría que había recibido entrenamiento de asesino. Pero por otro lado, dado quién era su padre, su entrenamiento había sido probablemente incluso más duro.
Él miró la comida, luego de nuevo a ella.
—No sé qué anhelante necesidad satisfacer primero. Creo que primero te daré un mordisco a ti.
Atrapando su barbilla en sus manos, ella rió.
—Encárgate de la comida primero. Te aseguro que no me enfriaré.
Su profunda risa se unió a la de ella, y le dio un beso en promesa y una tentadora estocada entre sus piernas antes de tomar asiento a la mesa.
Shahara fue a por las bebidas antes de unírsele.
Sentándose, observó todos los cubiertos que el camarero les había traído. Había tres tipos diferentes de tenedores –obviamente para diferentes comidas. ¿Cuál debería usar? Era una preocupación tonta, lo sabía, pero después de lo que él había dicho de Mara, no quería que encontrara alguna falta en ella de ninguna manera.
Al luchar por poner sus guisantes en su tenedor de la misma elegante manera en la que él lo hacía, él alzó su mano y la posó sobre la suya. Ascendiendo la mirada, fue cautivada por la ternura en sus oscuros ojos.
Él tomó el tenedor de su agarre y pinchó los guisantes con éste.
—Dejé de preocuparme sobre estas estúpidas cosas hace tiempo. Los modales no te hacen decente y no te hacen un mejor humano. Créeme. Come tu comida en paz y entérate de que eres más dama que cualquier mujer noble que haya conocido —le entregó su tenedor.
Tragando el bocado, le observó por debajo de sus pestañas, de cierta manera avergonzada de que él hubiera notado lo que ella había estado haciendo. Y que había fallado tan miserablemente en tener etiqueta.
Un doloroso nudo se formó en su estomago.
—Cuando era pequeña, acostumbraba a sentarme en el mercado al final de la calle de donde vivía y observaba a la clase alta entrar en la tienda. Estaban siempre tan elegantes y hermosos. Solía imaginar que era una de ellos. ¿Alguna vez hiciste eso?
—No. Yo solía imaginar que era Vik. Lo mandaba a volar y usaba videos para ver y oír como él lo hacía. Deseaba su libertad tan desesperadamente que no creo que hubiera estado cuerdo ahora si no lo hubiera hecho.
Ella suspiró al recordar su propia niñez. Aunque mala, no era nada comparada con la de él.
—¿Se mudaban mucho?
—Constantemente. No teníamos permitido tener nada que no entrara en una mochila que pudiéramos coger cuando fuera que las autoridades se acercaran demasiado a mi padre. No puedo ni siquiera contar cuantas veces Digger nos despertó en la mitad de la noche para huir.
Ella inhaló fuertemente.
—Siempre he odiado ese sentimiento de pánico más que nada.
Él alzó una ceja ante sus palabras.
—¿Huías también?
—De los acreedores. Mi padre esperaba hasta el día antes del desalojo y teníamos que escapar antes de que lo arrestaran. Recuerdo cuando tenía diez años y mi mochila quedó atrás porque estaba ayudando a Caillen.
Syn hizo una pausa al escuchar el profundo dolor en su voz.
—¿Qué había en ella?
—Cosas estúpidas de niña. Un diario, mis ropas, pero lo que más extrañé fue mi muñeca Agatha. Fue la única cosa nueva que tuve alguna vez —sacudió su cabeza—. Ridículo, ¿verdad?
—No. No lo es. Los objetos son los marcadores de nuestra humanidad. Todo lo que tenemos tiene significado para nosotros. Esas cosas son un suvenir que pueden transportarnos al momento exacto en el tiempo y hacernos sentir la emoción de nuevo. Mira a Vik, por ejemplo. Él me recuerda la necesidad que tengo de ser libre, pero también recuerdo las palizas que me dieron trabajando en él. Una en particular fue brutal porque estaba tan focalizado en él que no escuché a mi padre llamándome.
—¿Eso es por lo que lo dejaste atrás?
—Sí. No quería nada que tuviera que ver con mi pasado. No fue hasta que Mara me dejó que Digger me envió la foto de mí y Talia. Fue sólo entonces cuando me percaté del hecho de que mi pasado, para bien o para mal, me había hecho quién y qué soy. Mi padre y el enfado que siempre tuve hacia él me dieron la habilidad de matar a cualquiera que alguna vez viniera a por mí, pero fue mi hermana, Digger, la que me hizo humano. Sin ellos, sería el hijo de mi padre. Y por ellos, no puedo victimizar a alguien como ellos, sin importar lo que me cueste.
Shahara tomó sus manos en las suyas.
—Eres un buen hombre, Syn.
Syn se congeló ante la única cosa de lo que nadie nunca lo había acusado antes. Viniendo de los labios de ella, deseaba creerlo.
Pero él se conocía mejor.
—Sólo soy un pedazo de mierda, Shahara, tratando de sobrevivir —apartó su silla y la dejó para que terminara de comer en paz.
Sabía que no podía quedarse allí por más tiempo y observarla. El dolor clavándose en su entrepierna era demasiado feroz. Pero no era nada comparado con el anhelo en su pecho que deseaba que las cosas fueran diferentes.
Bebiendo de un trago un gran sorbo de vino, caminó hacia la consola de música y escogió una melodía suave.
En lugar de distraerse, sólo lo hacía anhelarla más.
¿Qué estás haciendo, idiota? Detén la tortura. Cuanto más estás con ella, más duro será irte.
Era verdad e iba a tener que irse. Él era un filch y ella era una seax –incluso si fuera lo bastante tonto como para pensar en tratar de tener una relación con ella, esas dos cosas eran incompatibles. Ella tendría que renunciar a todo lo que valoraba para estar con él.
Incluso a su hermano. O al menos, al respeto de Caillen.
Y eso era algo que nunca podría permitir.
Aún así, no podía lograr detener este momento de tranquilidad. Esto era lo que siempre había deseado. Una mujer hermosa que encendiera su sangre y un cómodo y suntuoso lugar para compartir con ella.
Además, Shahara se merecía esto. Aún se sentía culpable por haberla tomado sobre el suelo frío del transbordador. Había satisfecho su lujuria sin brindarle ningún pensamiento a la comodidad de ella. Había estado mal por parte suya. Nunca debería haberla tratado de aquella manera.
—¿En qué estás pensando?
Él la miró con el ceño fruncido.
—¿Qué?
Ella dejó su tenedor.
—Te ves tan intenso. Sólo me preguntaba por qué.
Acercándose a ella, notó que había terminado su comida. Posó la copa vacía sobre la mesa junto al plato de ella y luego le extendió su mano.
—Baila conmigo.
Ella se reclinó apartándose de él.
—No sé cómo.
—Vamos —le dijo, dándole un suave codazo—. Puedes hacerlo.
Shahara mordió su labio con indecisión. Esto no era su fuerte, y ya que nunca había tratado de bailar antes, no quería avergonzarse.
—¿Estás seguro?
Él asintió.
Tomando un profundo respiro para darse coraje, tomó su mano y le permitió atraerla a sus brazos.
—Sólo sigue mis pasos —inclinándose, la besó ligeramente en los labios mientras le pasaba sus brazos alrededor de su cuello.
Syn saboreó la sensación de tenerla a ella sosteniéndolo. Los pasos de ella eran torpes y continuaba pisando sus pies. Tratando de no hacer una mueca o reír, susurró tranquilamente en su oído.
—Escucha la música y sigue el ritmo.
Ella mejoró inmediatamente. Sonriendo, gozó de los extraños sentimientos que cursaron a través de él. Quería darle esto a ella, la única cosa que nunca había conocido –un tierno momento con un hombre. Se merecía a alguien que la atesorara.
Si sólo pudiera ser él.
—¿Bailaste con Mara así?
Él dio un respingo ante la mención del nombre de su ex-esposa y negó con la cabeza.
—¿Por qué?
—Nunca quise hacerlo.
Ella abrió sus labios para hablar de nuevo. Syn cubrió la suavidad con la punta de su dedo.
—Shhh, amor. No quiero que me hagas más preguntas y no quiero que me vuelvas a mencionar su nombre. Ella pertenece a una parte de mí que murió hace mucho tiempo atrás y no quiero pensar en ella. Sólo quiero estar contigo.
Shahara se mordió el labio ante sus palabras al tiempo que una espesa calidez se desparramaba por ella. Su garganta se cerró, elevó la mirada hacia él y sonrió. Nadie le había dicho tales cosas a ella.
—Gracias.
Él sonrió en respuesta antes de tomar la mano derecha de ella de alrededor de su cuello. Sosteniéndola firmemente, rozó la yema de sus dedos con un beso previo antes de posarla sobre su pecho.
Shahara apoyó su cabeza sobre su pecho y contempló sus manos entrelazadas. Su agarre aumentó alrededor de su cintura y él reclinó su mejilla contra la cima de su cabeza. Mil emociones emanaron por ella de una vez y la única que podía nombrar era el amor que emergió y colmó cada parte de ella.
Lo que no daría por estar así para siempre. Por escuchar su corazón latir debajo de su mejilla mientras su respiración revolvía su cabello y la música fluía a su alrededor. Nunca había bailado con un hombre y se preguntaba si todos los hombres se sentían así de bien.
Profundamente en su interior sabía la respuesta. Sólo Syn agitaría sus emociones de esta manera. Y un día, demasiado pronto, él la odiaría. De eso estaba segura.
Él dejó de bailar y soltó la atadura de su trenza. Con mirada extremadamente seria, destrenzó las hebras de su cabello y pasó sus dedos por éstas.
—He deseado hacer esto desde el primer momento en que te vi.
Ella sonrió al tiempo que su cabello se desparramaba a su alrededor.
—Tu turno —ella alzó su mano para liberar su cola de caballo.
Tomando su mano, él la condujo hasta la consola y presionó unas cuantas opciones. Las luces bajaron su intensidad a un vago resplandor.
—¿Qué estás haciendo?
Él la atrajo a su pecho y le dio un tierno beso.
—Quiero bañarme contigo —susurró contra sus labios.
Un temblor de timidez se disparó, pero ella lo ahuyentó. No dejaría que su modestia arruinara esto. No cuando él significaba tanto para ella.
—Me gustaría, también.
Él la dejó para llenar la bañera.
Shahara lo siguió dentro del baño donde había una enorme bañera de mármol dorado y negro que probablemente alojaría a una docena de personas. Hombre, como niños, podrían haber nadado en ella.
Syn escogió uno de las múltiples botellas de vidrio recargadas con esencias y burbujas que habían sido ubicadas a los pies de la bañera y las vertió dentro del agua que corría.
—Enseguida vuelvo —se dirigió a la puerta.
Decidiendo que probablemente sería menos embarazoso desnudarse mientras él no estuviera, rápidamente se quitó la bata y se escondió debajo de la montaña de burbujas que se desplegaba a lo largo de la bañera.
Syn regresó con sus copas y una botella de vino. En el momento en que la vio en la bañera, dejó salir un irritado gruñido.
—Ey… supuestamente debías esperarme.
Ella le dedicó un puchero.
—Lo siento. Quería observarte desvestirte.
Dejó las copas en el borde de la bañera junto a ella.
—Preferiría que tú me desvistieras.
Elevando su mano, ella lo aferró por la cintura de sus pantalones y lo atrajo hacia la bañera, sobre ella.
—Encantada de obedecer.
—¡Shahara! —No se había perdido la irritación en su tono—. Me alegra que me desees de esta manera, pero podrías haber salido del agua primero.
—Oh, no seas tan bebé.
—No lo soy —dijo con un gemido—. Pero éstas son las únicas ropas que tengo y me empapaste todo hasta mis botas.
Carcajadas burbujearon por ella al percatarse de lo que había hecho.
—Lo siento.
—Seguro que lo haces.
Haciendo una mueca, tiró sus botas a un lado donde aterrizaron con un empapado y sordo sonido.
Ella cogió su camiseta por el dobladillo y se la quitó deslizándola por la cabeza de él, luego la arrojó aterrizando junto a sus botas. Sus pantalones y medias rápidamente la siguieron.
—Ahora, ¿por dónde íbamos? —le preguntó, gateando hacia ella.
Riéndose tontamente, Shahara presionó su espalda contra el frío mármol. Él colocó sus brazos a cada lado de ella y le dio un beso hambriento que dejó a su corazón golpeteando. El agua se arremolinó contra su cuerpo en un cálido y sensual ritmo que sólo acentuaba el calor de los labios de él.
Gimiendo de placer, envolvió sus brazos alrededor de sus amplios hombros y lo sostuvo cerca.
Al tiempo que él empezaba a apartarla de su posición, ella aferró sus manos.
—Espera.
Él elevó una ceja con curiosidad.
—¿Qué?
Una traviesa sonrisa curvó sus labios. Ella quería darle a él el mismo placer que le había dado.
Moviéndose, lo empujó contra la bañera, donde ella había estado.
—Eres mío para jugar —dijo con una profunda y ronca voz.
—¿Qué quieres decir?
Ella apartó los brazos de él y los posó sobre el borde de la bañera.
—Lo que has oído, esclavo del amor.
—Estás siendo tonta —sus ojos se oscurecieron—. Pero estoy amando cada minuto de ello.
—Bien. Ahora cállate y obedece.
—Sí, ama.
Syn se maravilló cuando ella cogió una esponja de baño y jabón. La enjabonó bien, luego comenzó a lavar su cuello y pecho. Sus suaves manos se deslizaron sobre su cuerpo de una manera que casi lo vuelve loco. Le tomó todo su control el mantener las manos donde ella las había dejado. De hecho, la única manera en la que podía mantenerlas quietas era aferrándose el borde tan ferozmente que sus nudillos dolían.
Al tiempo que ella trabajaba en lentos círculos bajando más y más sobre su pecho y abdomen, él pensó que moriría por su necesidad de ella. Con una traviesa risa, ella descendió la esponja hasta su polla. Su cuerpo entero se sacudió de placer al notar sus dedos acariciar y tentar su sensible carne.
—Me estás matando, mujer —dijo entre los dientes apretados.
Se movió para atraerla a su abrazo.
—No —lo empujó hacia atrás—. Eres mío, ¿recuerdas?
Apretando más sus dientes, devolvió sus manos al borde y decidió que esto definitivamente lo mataría.
Pero si tenía que morir, no podía pensar en una mejor manera de hacerlo.
Ella comenzó de nuevo a bañarlo. Sus dedos deslizándose sobre y por debajo de él. Justo cuando pensó que iba a gritar, ella finalmente movió sus manos descendiendo hacia sus piernas.
Syn realizó una profunda inhalación para calmar sus nervios. Su audacia le sorprendía. Especialmente, dado el hecho de que sólo unas semanas antes, ella nunca había tocado a un hombre tan íntimamente. Sin mencionar a uno al que ella había sido enviada a perseguir.
Una vez que terminó de bañarlo, él tomó la esponja.
—Mi turno.
—No —dijo apartándole y riendo—. Recuerda, eres mi esclavo. Ahora sé bueno y regresa a tu lugar.
Y ella comenzó a bañarse.
El fuego le golpeó al observar las manos de ella moviéndose sobre su propio cuerpo, tocándose sus pechos cubiertos de jabón. Incapaz de soportarlo, alzó su copa y la vació. Volviéndola a llenar, trató de mantener sus ojos apartados de ella, pero a pesar de hacer su mejor esfuerzo, no pudo.
Ella alzó una bien formada pierna y pasó la esponja sobre la pantorrilla, luego ascendió por el muslo y luego por su…
—Eso es todo —gimió—. No puedo soportarlo más.
Ella arqueó una tentadora ceja y lo miró traviesamente. Tomando la copa de su mano, tomó un sorbo por el lugar donde él había estado bebiendo.
—Reclínate —le ordenó una vez más.
Él hizo como ella le mandó.
En lugar de apartarlo, ella se sentó a horcajadas sobre él y dejó su copa a un lado. La calidez del cuerpo de ella sobre su estomago lo quemó. Al alzar su mano para enterrarla en su húmedo cabello, ella se elevó y descendió sobre él. Un profundo gemido escapó de su garganta.
Shahara disfrutó del tierno dolor que cruzó su atractivo rostro. Nunca se había sentido tan poderosa, ni tan hermosa. Inclinándose hacia adelante, apartó su húmedo cabello de su rostro y le dio un feroz beso.
Él se sentía tan bien que no podía creer que fuera real.
Habían pasado por tanto en tan poco tiempo. Sin embargo, parecía que lo había conocido durante siempre. Apenas podía recordar su vida antes de que se conocieran. Parecía una vaga y solitaria pesadilla…
Y la última cosa que deseaba era volver allí.
Pero, ¿qué pasaba si él no sentía lo mismo?
Él nunca le había dicho que la amaba, que se preocupara por ella como algo más que…
Su corazón se detuvo.
Ni siquiera la había llamado amiga. ¿Podía ser que sólo la estuviera usando para tener sexo?
No. Él no era como su hermano –un prostituto siempre a la búsqueda. No podía imaginarlo siendo así con nadie más. Estaba demasiado en guardia para ello.
Él le frunció el ceño.
—¿Algo va mal?
—No.
Ella le dedicó una sonrisa y se rehusó a seguir pensando en ello por más tiempo. No quería arruinar este momento con él. Y si sólo por un instante el destino se había apartado para ella, entonces la última cosa que quería era que terminara.
Si esto era todo lo que tenían para ellos, entonces ella lo disfrutaría hasta el final.
Él tomó su pecho derecho en su boca. Shahara reclinó su cabeza hacia atrás, y gimió ante el placer de su lengua golpeteando su pezón al tiempo que ola tras ola de placer chocaban a través de ella. Ella bamboleó sus caderas contra las de él, atrayéndolo más adentro.
De repente, él reclinó su espalda contra la bañera, enviando olas de agua sobre el borde, desparramándose por el suelo.
Sus estocadas se volvieron más rápidas al presionar más y más profundo dentro de ella. Shahara enterró sus uñas en su espalda, deleitándose en su intensificante ritmo. Su cuerpo comenzó una necesitada palpitación que continuaba latiendo con el ritmo de él. Justo cuando creyó que gritaría para que dejara de torturarla de esta manera, su cuerpo erupcionó en olas de dichosa liberación.
—Shahara —él gimió un momento antes de que ella lo sintiera sacudirse también.
Respirando laboriosamente, le mantuvo contra ella y acarició las húmedas hebras de su cabello.
—Te amo, Syn —dijo antes de poder evitarlo.
Él se apartó de ella tan rápido que la dejó vacía.
—¿Qué?
Ella tragó con repentina aprensión y enfado al percatarse de que él no estaba feliz con su estúpida declaración.
¿Por qué he dicho eso? ¡Soy tan idiota!
Ella quería que él le devolviera sus palabras, no que la mirara con tanto pánico en sus ojos. Pero ella no era ninguna cobarde y mantendría su declaración porque era la verdad.
—Te dije que te amo.
Syn la observó con descreimiento. Nadie le había dicho aquellas palabras desde la noche en que se había prometido a Mara. Nunca había esperado que éstas vinieran de otra mujer.
Especialmente no de una seax.
Él quería decirle que la amaba, también, pero las palabras se atascaron dolorosamente en su garganta y por el bienestar de su alma, no podía sacarlas.
Vamos, dilo.
¡No te atrevas!
Su sentido común y su corazón luchaban entre ellos al ver la expectante mirada en el rostro de ella. Tengo que decir algo…
Y antes de que pudiera detenerse, dijo la primera cosa que se le cruzó por la mente.
—Eso es agradable.
Gran idiota. Qué cosa más estúpida para decir. ¿Ella te dice que te ama y tu le dices que…eso es agradable?” ¡Dios! También podrías decirle que tiene el culo gordo y continuar hasta lograr una patada en la entrepierna.
Esta vez te lo mereces.
El dolor se deslizó por el rostro de ella un instante antes que la rabia.
—¡Eso es agradable! —escupió—. ¿Eso es todo lo que tienes que decirme?
Dilo. Dile que la amas.
No puedo. No puedo amarla. Destruiría su carrera y su familia.
Déjala ir de forma que pueda vivir.
Pedazo de mierda. No eres tan altruista y lo sabes.
Y con eso, supo la causa por la que no podía regresar esas mismas palabras. Finalmente comprendió la verdad detrás de su estupidez.
Tenía miedo. Shahara había estado en lo cierto cuando había dicho que él tenía miedo de dejar que las personas se acercaran a él. Porque si él confiaba en ella y lo traicionaba, lo mataría. No podría pasar por ese dolor.
Lo siento tanto, Shahara…
Furiosamente, ella dejo la bañera y cogió una toalla.
—¿Sabes lo que creo que significa C.I.? —gritó ella —. ¡Completamente Insensible!
—Shahara, espera —él se dirigió hacia ella.
—Aléjate de mí.
Él dejó la bañera y la atrajo a sus brazos antes de que ella pudiera alcanzar la puerta.
—No seas así. Me interesas.
Su mirada se tornó aún más helada.
—Pero no me amas.
—No —mintió.
Ella apretó los dientes y luchó contra su agarre. Las lágrimas llenaron sus ojos y Syn se maldijo por lo bastardo que era.
Se merecía vivir su vida solo. Aislado. No puedo creer que esté lastimando a la única mujer que realmente he amado…
Ella o tú, muchacho. Ella o tú.
Y él había sido herido demasiado en su vida. No podía dejar que ella lo destruyera completamente más de lo que él podría apartarla de su familia y su carrera. Él ahuecó su rostro en sus manos. El dolor cerraba su garganta.
—Sí te necesito, Shahara. Lo hago. Pero no puedo ofrecerte más que esto.
Shahara se tensó al tiempo que él la atraía de nuevo a sus brazos y posaba su cabeza sobre su hombro. Su primer impulso fue darle un rodillazo justo en sus expuestos testículos, pero a pesar de su enfado, sabía que eso no cambiaría sus sentimientos hacia él.
Aún lo amaba, le devolviera sus palabras o no. Gah, soy patética.
Cerrando sus ojos, maldijo al destino por su crueldad. Finalmente había encontrado un hombre en el que confiar y al que amar, y él no le prodigaba los mismos sentimientos.
Podría morir.
—Por favor, no estés enfada —susurró.
Envolviendo sus brazos alrededor de él, decidió que por ahora él la necesitaba y, que si él la necesitaba, entonces quizás pudiera llegar a amarla también.
Quizás si ella fuera paciente…
—No estoy enfadada —dijo tranquilamente.
Estaba herida más que cualquier otra cosa. Y mientras que sentía enojo, no era contra él. Era contra Mara, el universo y contra todas las otras razones que habían llevado a Syn hasta el punto de que no pudiera abrirse a ella.
Pero no estaba enfadada con él.
Syn la apartó y la contempló hasta que estuvo seguro de que ella había hablado honestamente. Una vez que el fuego había desaparecido de sus mejillas y ojos, se secó con la toalla.
—Vamos —arrojó la toalla a un lado y tomó su mano—. Durmamos algo mientras podamos.
Ella lo siguió, pero todavía podía sentir su tristeza. Sería tan fácil hacerla feliz, pero la cicatriz del pecado de su padre era tan profunda. Le había marcado desde su nacimiento y destruía todo lo que tocaba.
Tarde o temprano, destruiría si no a ella, a su relación. Porque tarde o temprano otro curioso reportero u oficial aparecería y le expondría de nuevo. Irían tras ella y a ella le costaría todo.
Suspirando, sabía que él moriría si hacía que ella lo despreciara. Mejor si se apartaban ahora en relativamente buenos términos que el tener que vivir con el que ella lo entregara de la manera en que Mara lo había hecho. No quería volver a pasar por ello.
Shahara atrajo los cobertores sobre sus cuerpos al tiempo que Syn se acurrucaba contra su espalda. El corazón de ella pesaba y escuchó la respiración de él mientras colocaba una de sus piernas entre las de ella y posaba su brazo alrededor de su cintura. Él descansó su mano entre sus pechos. Ella suspiró ante la posesividad de su asimiento.
¿Qué haría falta para ganar su amor?
Y si lo hiciera, ¿alguna vez él lo admitiría?
Dio un respingo ante la repentina comprensión.
El Syn que ella conocía nunca admitiría si sintiera amor. Era demasiado fuerte para ello. Amor significaba debilidad y Syn nunca se abriría a esa vulnerabilidad de nuevo. Por lo que sabía, él sí la amaba y estaba demasiado a la defensiva para decírselo.
Juro, Syn… Pero no podía culparlo dado todo lo que él había pasado.
Ella sintió profundizarse su respiración y su agarre se soltó al quedarse dormido. Presionando sus labios, quitó la mano de sus pechos y bajó la mirada a ésta. Las cicatrices desfiguraban sus nudillos, especialmente una que iba desde un lado de su muñeca hasta su codo.
Tanto dolor. Tanta lucha. ¿Creería él alguna vez que alguien pudiera amarlo? ¿Qué alguien se quedaría con él?
Ella no lo sabía de seguro. Pero de una manera u otra, encontraría la respuesta a aquellas preguntas.
—No voy a darme por vencida sin pelear, muchacho, y tan malo como crees que lo tuviste en el pasado… aquellos oponentes no eran nada comparados conmigo.
Shahara Dagan nunca había fallado una misión en su vida y no iba a fallar en ésta, la más importante. De alguna manera, ella le liberaría.
Más que nada, le reclamaría.

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