sábado, 25 de febrero de 2012

DW cap 16

—¡NO! —GRITÓ DELPHINE MIENTRAS VEÍA A ZELOS APUÑALAR a su hermano
tan rápido, que no pudo reaccionar. Su corazón se contrajo ante la visión de Jericho
cayendo mientras Nike lo aferraba y atacaba por detrás. Una furia inimaginable la
envolvió. Una que no pudo explicar o mitigar.
Todo lo que podía saborear era la necesidad de sangre.
La sangre de Zelos.
Antes de que se diera cuenta, ella se movió y lo tuvo contra el suelo, estrellando su
cabeza contra el piso mientras su furia la remontaba con fuerza.
—¡Delphine, detente! Lo vas a matar.
Desde alguna parte, a través de la niebla de su ira, reconoció la voz de M´Adoc, quién
trataba de alejarla de Zelos. Ella soltó el cabello negro de Zelos. Levantándose, lo pateó
con fuerza en las costillas.
—Sostenlo. Porque si Jericho muere, voy a arrancarle el corazón de su pecho y
alimentarlo con él.
Los ojos de Zeth se abrieron.
—Dada la paliza que le acabas de dar, estoy seguro de que lo harás —miró hacia
M´Adoc—. Recuérdame nunca enfurecer a esta mujer.
Delphine apenas lo escuchó mientras corría hacia Jericho. Deimos lo había alejado de
Nike, pero no antes de que ella lo hubiera mordido.
Él estaba jadeando y agitándose mientras yacía en el suelo.
Arrodillándose junto a él, se atragantó ante la ola de agonía que la recorrió. Su mirada
inundada de lágrimas.
—¿Bebé? —su voz se rompió cuando el dolor la sobrecogió.
Él tomó su mano en la suya, sosteniéndola mientras Deimos presionaba una tela en la
herida de su pecho.
—¿Qué haremos? —Preguntó Deimos—. Nunca había visto a un dios sangrar así.
—Tiene un corazón humano… Pero puede ser resucitado. Los Oneroi y los Dolophoni
lo mataban cada noche durante siglos, y cada mañana era traído de vuelta a la vida.
—Por Zeus —le recordó Deimos—. Y, sin ofender, no creo que él esté dispuesto dado lo
que le acabamos de hacer.
Las lágrimas fluyeron por sus mejillas mientras observaba el rostro de Jericho palidecer
aún más. Su respiración siendo más lenta.
—No me dejes, Jericho —susurró ella, acunando su mejilla marcada en su mano—. Por
favor. No puedo lidiar con estas emociones que me diste. No puedo. Y no quiero estar sin
ti. Te necesito conmigo.
Él levantó su mano hacia sus labios para un delicado beso.
—En todo este tiempo, cada vez que moría, nunca quise despertar de nuevo. Rogaba
cada noche para que fuera la última muerte. Y ahora…
Él se atragantó y escupió una bocanada de sangre.
Delphine sollozó en alto mientras trataba de ayudarlo a que no se ahogara en su propia
sangre. Estaba cubierta de ella, y era evidente el hecho de que se estaba muriendo. Su
cuerpo entero se sacudió, ella sabía que lo estaba perdiendo y no podía soportar ese
pensamiento. Ella no lo perdería.
—¡Necesita un corazón inmortal! —le gritó a M’Adoc, mirando sobre su hombro. Su
mirada fue de él hacia su prisionero.
Ella se congeló mientras la solución la golpeaba como un puño en el estómago. Eso era
brutal, pero…
¿Quién mejor para dar su vida por Jericho, que el traidor entre ellos? El hermano que lo
traicionó. El hermano que siempre lo había vendido a él y a cada dios egoísta que se puso
en contacto con él.
Zelos.
Encontró la mirada de Deimos sobre el cuerpo de Jericho y supo que él había tenido la
misma idea que ella.
—Quédate con él —Deimos se levantó y cruzó la habitación.
Delphine apartó el cabello de la cara de Jericho.
—Respira, bebé, respira. Aguanta. No vamos a dejar que te vayas.
El agarre de Jericho se debilitó en su mano.
—Al menos te tuve por un tiempo.
—¡No —le espetó—. Has sido un obstinado desde el momento en te conocí. No te
atrevas a ser complaciente ahora. Pelea con esto por mí. ¿Me escuchas?
Él asintió mientras escupía más sangre.
Delphine escuchó una lucha detrás de ella, pero no quiso volverse a mirar.
Honestamente, no le importaba. Cualquiera que hiciera esto a su propio hermano no
merecía clemencia.
Déjenlo morir.
Deimos regresó con el corazón de Zelos en su mano. Asqueada por la visión, Delphine
se estremeció. M’Adoc apareció a su lado. Él la giró en sus brazos para escudar su rostro
mientras Deimos intercambiaba los corazones.
El estable, profundo y rítmico palpitar del corazón de M’Adoc le ayudaron a enfocarse
mientras mantenía su mano envuelta en la de Jericho. No había forma de que ella lo dejara
ir. Nunca más.
Después de lo que pareció una eternidad, ella escuchó a Jericho jadear. El agarre de su
mano fortalecerse.
Con el corazón martilleando, se soltó de M’Adoc para verlo mirarlos con fijeza.
Él tosió y lanzó una mirada de furia sobre M’Adoc.
—Si vas a levantarme a mi chica, M’Adoc, lo menos que puedes hacer es esperar hasta
que me enfríe.
Sosteniendo sus manos en señal de rendición, M’Adoc rió.
—Nunca te levantaría a tu mujer. Eres el único hombre que conozco que podría volver
desde el Tártaro sólo para masacrarme por eso.
Deimos buscó la mirada de ella.
—Delphine, tal vez quieras volver tu cabeza otra vez. Tengo que cauterizar el mordisco
antes de que lo infecte.
Delphine lo hizo, pero aún así escuchaba las maldiciones de Jericho mientras Deimos
quemaba el mordisco del gallu. Y, aún cuando creía que Jericho debía estar pasando por
un agonizante dolor, el agarre en su mano nunca se volvió doloroso.
Tan pronto como Deimos terminó, ella se lanzó cerca de Jericho.
—Mi pobre bebé —dijo ella, besando su mejilla—. Nunca me vuelvas a asustar así otra
vez. Te juro que si lo haces te golpearé hasta el cansancio.
Jericho la izó hacia sus brazos y la sostuvo apretadamente. Honestamente, no quería
llegar tan cerca de dejarla de nuevo, tampoco. La besó en lo alto de la cabeza, y por la
esquina de su ojo, vio el cuerpo de su hermano. Probablemente debería haberse sentido
mal o culpable, pero no lo sintió.
Zelos siempre había sido un bastardo resentido, y había hecho sus infancias
insoportables.
—¿Quién tomó sus poderes?
M’Adoc se señaló a sí mismo y a Zeth.
—Nos los repartimos.
Zeth se acercó.
—¿Quieres que lo arrojemos?
—No. A pesar de todo, es mi hermano. Lleven su cuerpo donde mi madre y dejen que
ella haga su voluntad.
Deimos bufó ante su preocupación.
—¿Crees que él hubiera tenido la misma consideración contigo?
Jericho se impulsó hacia arriba.
—No. Pero alguien —lanzó una significativa mirada a Delphine— me enseñó a ser
mejor persona que eso.
—Muy bien —dijo Zeth con un suspiro— hora de hacer limpieza.
Él suspiró.
—Estoy pensando que tal vez deberíamos contratar a un equipo a tiempo completo
para eso.
M’Adoc lo empujó juguetonamente.
—Dado que la mayor parte de esto fue causado por tu grupo, no quiero escucharte
quejándote.
Jared siseó cuando empezó a acercarse hacia ellos.
Jericho se puso rígido, temeroso de que los atacara ahora. Maldición, ¿no podían tener
un minuto de paz?
—¿Qué es lo que sucede?
Jared se veía enfermo y pálido.
—Me han convocado a casa. Me tengo que ir. A Zephyra no le gusta que me resista.
Jericho plegó sus alas y limpió sus ropas.
—¿Quieres que hable con ella?
—Eso no hará ningún bien. Está impaciente por mi demora, y a menos que tengas lo
que ella quiere…
Él miró alrededor con una agonizante expresión que decía que iba a echar de menos su
compañía. No dudaba que extrañaría no ser torturado más que nada.
—Buena suerte para todos.
Inclinando su cabeza, Jared se desvaneció.
Delphine frunció el ceño mientras él se iba.
—Me siento tan mal por él…
—Yo también. Desearía que una hubiera una manera de liberarlo.
Ella suspiró pesadamente.
—Estoy segura que ninguno desea eso más que él.
Ella miró a Nike.
—¿Piensas que deberíamos preocuparnos por Asmodeus?
—Si —dijo Deimos sarcásticamente—. Dada la suerte que hemos tenido, probablemente
ha sido destripado mientras hablamos.
ASMODEUS SE ESCABULLÓ A TRAVÉS DE LA PARED TRASERA por donde,
usualmente, sólo los roedores se escurrían. Estaba haciendo lo mejor por mantenerse fuera
del campo de visión, audición u olor. Noir y Azura debían estar fuera de sí por la ira en
este momento, golpeando todo lo que tuvieran cerca.
No era de extrañar que se hubiera ido de ahí. Pero eso no lo salvaría si ellos lo
encontraban ahora. Ellos lo destriparían y le harían pagar el haberlos dejado.
—¿Qué estás haciendo?
Él saltó y casi gritó ante la profunda voz que salió de la oscuridad.
—Maldita sea, Jaden —susurró furiosamente— ¿quién te desencadenó?
—Noir. Temió que alguien me liberara mientras estaban rescatando y combatiendo a los
Skoti. Así que fui exilado al pasillo donde los de afuera no pueden deambular.
Asmodeus torció su cara cuando vio el daño que le habían hecho a Jaden. ¿Cómo podía
siquiera hablar con la manera en que sus labios estaban inflamados? Pero la parte más
asombrosa era que Jaden podía usar sus poderes para esconder sus heridas cuando los
demonios lo convocaban al mundo exterior.
Nadie de fuera conocía los horrores que se vivían en este reino del infierno.
Jaden se inclinó hacia adelante para mirar dentro del cuarto donde Asmodeus había
estado buscando una posible senda.
—El gallu que buscas es el que está en la parte trasera de la habitación.
—Odio cuando lees mis pensamientos.
—Lo sé. Créeme, no es un privilegio para mí tampoco. No necesito saber lo
desequilibrado que eres. Tengo mis propios problemas.
—Sí… así que, ¿alguna brillante idea sobre cómo puedo conseguir al gallu, matarlo sin
ser mordido y no ser atrapado?
—No tienes que hacerlo.
Asmodeus se cogió la cabeza mientras una ola de temor lo recorría. ¿Estaba Jaden
planeando asesinarlo?
—¿Qué quieres decir?
Jaden sacó un brillante amuleto verde de su bolsillo.
—Llévale esto a Jericho y dile que libere a mi… que libere a Jared de su ama, y yo me
ocuparé del gallu por ti.
Aturdido, Asmodeus no se pudo mover. ¿Se atrevería a confiar en ello?
—¿Estás seguro? ¿Puedes hacer eso?
Asintiendo, Jaden puso el amuleto en su mano.
—Júrame que no te lo quedarás. Porque si lo haces, nadie me detendrá de…
—Lo sé, lo sé. Me destriparás. No te preocupes, no te traicionaré.
—Gracias.
Jaden empezó a alejarse de él.
—Hey, ¿Jaden?
Él se detuvo y giró para enfrentarlo.
—¿Por qué es tan importante para ti que Jared sea liberado?
—Porque… —Cuando terminó la oración, su tono era tan bajo que Asmodeus no estaba
siquiera seguro de haber escuchado correctamente— yo soy la razón por la que fue
condenado. Ahora vete antes de que los otros te encuentren.
Asmodeus inclinó la cabeza ante él antes de usar sus poderes para teletransportarse
fuera del depresivo agujero hacia el iluminado salón donde sus amigos lo estaban
esperando.
Amigos.
¿Quién hubiera pensado que un demonio como él pudiera tener algo como eso?
Delphine se puso de pie tan pronto vio que Asmodeus regresó. Ella miró a Nike, pero la
diosa no había cambiado de su forma gallu.
—¿Qué sucedió?
Asmodeus acortó la distancia entre ellos.
—Jaden dijo que él se encargaría del gallu por nosotros.
Él le extendió el collar a Jericho.
—Y me dijo que te entregara esto a ti, así tú podrías comprar la libertar de Jared.
Jericho resopló con incredulidad mientras sostenía la cara antigüedad.
—¿Es en serio?
Asmodeus asintió.
Y antes de que Jericho pudiera hablar otra vez, escuchó a Nike gritar de dolor. Ella cayó
sobre sus rodillas al suelo, donde se balanceó hacia atrás y adelante como si estuviera
quemándose. Los otros Skoti reaccionaron de la misma manera.
En el momento en que Jericho llegó hasta la jaula, Nike levantó la mirada hasta él, sus
ojos eran normales de nuevo. Estaba confundida y atemorizada.
—¿Cratus?
Jericho asintió mientras la alegría corría a través de él. Había funcionado. No podía
creerlo. Abriendo la puerta, izó a su hermana hacia sus brazos y la sostuvo con fuerza.
—¿Estás bien?
—Estoy confundida. Estaba en un agujero y Zelos llegó hasta mí con un demonio. Él
estaba tan enfurecido. Me dijo que me les uniera, pero me negué. No confío en Noir o
Azura, y yo no abandonaré a mi gente —sacudió su cabeza—. Zelos me llamó tonta y
luego hizo que el demonio me mordiera —sollozó contra su hombro.
Jericho la tranquilizó.
—No te preocupes, Nike. Zelos ya no está.
—¿A dónde se fue?
—Deimos lo mató.
Ella jadeó, luego hizo una mueca.
—Desearía estar triste por él como lo estuve por Bia cuando murió. Pero no había
mucho en Zelos por lo que estarlo. Sólo espero que con su muerte, haya finalmente
encontrado algo de paz.
Con sus rasgos afectados, Nike giró y vio a Delphine de pie a su lado. Su mirada se
entrecerró concienzudamente mientras su mirada iba de uno a otro.
—Tenía razón sobre mi hermano, ¿no es verdad?
Delphine sonrió.
—Absolutamente, y no puedo agradecerte lo suficiente.
Nike desvió la mirada hacia Jericho.
—Tengo la sensación que es mutuo.
—Lo es. Pero es todo lo que diré sobre el asunto.
Jericho se alejó de ella.
—Ahora, si a ustedes, damas, no les importa, tengo algo de lo que necesito encargarme.
JERICHO VACILÓ EN LA LUSTROSA OSCURIDAD DEL PASILLO que había
visitado antes con Tory. Tal vez no debería estar haciendo esto.
Jared había sido categórico en que Zephyra nunca debería tener el amuleto. Pero
después de todo lo que Jaden y Jared habían hecho por ellos, parecía incorrecto dejar a
Jared esclavizado.
Habiendo vivido esa sentencia en el infierno, había tenido un momento difícil
entregándolo a alguien más. Especialmente cuando él no se lo merecía.
—¿Qué estás haciendo aquí?
Se detuvo ante el peligroso tono de Medea.
—¿Siempre estás vigilando el pasillo?
—No, pero puedo sentir cuando alguien extraño está aquí y no me gusta gente sin
invitación en mi dominio.
Él se encogió de hombros como si nada.
—Puedes ir bajando. No me quedaré mucho tiempo. Sólo estoy aquí para ver a tu
madre.
—¿Mamá? —llamó ella, sin molestarse en llevarlo al estudio esta vez.
Zephyra llegó molesta y ansiosa.
—Pensé que te había dicho que no…
Su voz se quebró cuando vio a Jericho.
—¿Qué estás haciendo tú aquí?
Maldición, ¿podía haber puesto más aversión en esa simple frase? Un hombre con
menos confianza estaría raspándose a sí mismo del suelo.
—He venido a llevarme a Jared.
Ella resopló desdeñosamente.
—Infiernos, no. Él está de regreso donde…
Su voz se desvaneció mientras el sacaba el amuleto de su bolsillo y lo dejaba colgando
entre sus dedos para que así pudiera verlo.
Con sus ojos excitados y hambrientos, ella fue a por él.
Jericho lo apartó.
—No hasta que liberes a Jared para mí.
Ella siseó.
—Bien.
—Y —dijo él rápidamente antes que ella pudiera actuar— quiero una promesa de ti.
Ella lo miró como si fuera la criatura más repugnante jamás creada.
—¿Estás loco? Eres afortunado de seguir vivo.
—Créeme, lo sé —dijo con una risa amarga—. Pero no voy a suministrarte los medios
para que hieras a aquellos que me ayudaron. Te daré esto con la condición que nunca lo
usarás en contra de Acheron o su madre. Jamás.
Ella puso los ojos en blanco.
—Como si fuera así de estúpida. Con mi suerte, mínimo que no funcionaría en ellos y
me matarían por el insulto. Ahora dame el medallón.
Él lo retiró de nuevo.
—Jared primero.
—¡Jared! —gritó ella.
Él apareció al instante a su lado, sus rasgos tensos y firmes. Tan pronto como vio a
Jericho, su mirada se entrecerró escépticamente.
—¿Qué has hecho, Jericho?
—Un favor por un favor.
Zephyra lo empujó hacia Jericho.
—Yo voluntariamente te libero de mi servicio por él. Ahora vete.
Jared sacudió su cabeza con gran pánico cuando vio el medallón.
—¡No puedes hacer eso!
Jericho vaciló. Lo último que quería hacer era cometer un error con eso. Pero
seguramente Jaden no se lo hubiera enviado si esto los mataría a todos.
—¿Por qué?
—Porque prefiero que Jaden lo use para negociar su libertad. Por favor.
Su voz estaba llena de agonía.
—Es demasiado tarde —Zephyra se lo arrancó de la mano a Jericho—. Ahora lárguense
antes que alimente a mis Daimons con ambos.
Jared hizo una mueca mientras ella y Medea se desvanecían. Un músculo se tensaba en
su mandíbula como si quisiera maldecir.
Jericho se sintió mal por él. Debía ser terrible para Jared no encontrar ninguna alegría
en ser libre.
—Lo siento.
—Yo también —dijo él pensativamente.
—Al menos eres libre ahora.
Jared se tocó el collar de restricción que rodeaba su cuello.
—Difícilmente.
—Puedo quitarlo.
Le lanzó a Jericho una simple y triste mirada.
—Y moriré cuando lo hagas. Sólo la Fuente puede liberarme de mi castigo.
—Yo no necesito un esclavo, Jared. Tienes toda la libertad que desees.
Jared asintió miserablemente.
Extraño, Jericho hubiera pensado que él estaría más feliz que eso. Pero claro, su libertad
había sido comprada a expensas de Jaden. Dado que no sabía que eran el uno del otro, no
tenía forma de saber cuán duro era.
Jared dejó salir un profundo respiro.
—¿Tengo que residir en la Isla con los otros?
—No. Puedes vivir donde tú quieras.
Jared pareció aliviado por eso.
—Si me necesitas, llama. Ahora soy tuyo para que me ordenes como te parezca.
No sabía cómo perder el veneno que entre líneas tenía su tono. Era obvio que otros lo
habían usado y dejado amargura sobre él.
—Ahora, si puedo tomar mi permiso… Amo.
—Yo no soy tu amo, Jared. Tu vida es tuya para que hagas lo que a ti te parezca. No
tengo necesidad de un esclavo. Pero siempre es bienvenido un amigo y aliado.
Él extendió su mano hacia él.
Jared dudó, como si tuviera temor de tomarla. Frunció el ceño a Jericho antes de
finalmente aceptar su mano.
—Gracias.
—De nada. Ahora mejor vete antes que Zephyra cumpla su amenaza.
Jericho esperó hasta que Jared estuvo seguro en su camino antes de regresar con
Delphine.
NOIR ENTRÓ EN LA HABITACIÓN CON LA FURIA quemándole a través de su
sangre.
—Hemos sido traicionados.
Azura miró hacia arriba aterrada.
—¿Por quién?
—¿Quién piensas?
—Jaden —hizo una mueca despectiva—. Lo despellejaré por esto.
Noir había tenido el mismo pensamiento por sí mismo.
—No hay nada que podamos hacer con respecto a eso. Los Skoti que hemos tomado
han desertado de regreso al Oneroi. Zelos ha muerto, a manos de M’Adoc. Nike ha sido
liberada y Cratus restablecido.
Azura maldijo. Con Cratus de regreso con todo su poder, podría liberar a Jaden de
ellos... o peor, encontrar a Cam y Rezar. Eso sería desastroso.
—Tenemos que encontrar a Braith.
Todo en el universo era balance.
Su hermana Braith era el suyo. Era una contrabalanza necesaria y sin importar qué,
ellos la necesitaban.
Noir gruñó bajo en su garganta.
—Y el Malachai. Tenemos que asegurarnos de que lo matamos o lo convertimos.
Porque él sólo sostiene el poder de dominar toda la Fuente de dioses y sacudirlos a
todos. Si él, incluso, absorbía sus poderes ni siquiera Jared podría detenerlo.
Sería capaz de destruir toda la creación y devolver al universo de regreso a cero.
Esos poderes necesitaban ser de Noir. Con ellos, no habría panteón o poder que se
levantara contra él.
Azura aguzó su mirada.
—Por lo menos tenemos a los gallu. Podrían ser más efectivos que los Skoti de todas
maneras.
Él asintió.
—Pero esto tomará un plan más cuidadoso de nuestra parte. Los griegos tienen más
recursos de los que les dimos crédito.
—No. Cratus tuvo más recursos. Pero está bien. Esta es sólo una batalla. La guerra será
nuestra.
Noir inclinó su cabeza hacia ella.
—Sí, lo será. En cuanto a Jaden...
Azura rió.
—Será un lamentable intermediario.
—Sí, lo será, y tendré algo de diversión con nuestros nuevos amigos.
Ella arqueó una ceja ante eso.
—¿Qué nuevos amigos?
—Los griegos. Es tiempo de dejarles conocer que no tendremos piedad con ellos.
Además, tenemos un aliado que ellos ni siquiera conocen... aún.
Azura rió.
- Cierto. Y es uno del que nunca sospecharían.
DELPHINE SE SENTÓ EN UNA PEQUEÑA HABITACIÓN CON M’ADOC, ZAREK y
Zeth. Por sus duras expresiones, Jericho supo que algo había pasado mientras se había ido.
—¿Qué?
Zeth mostró una frágil pieza de pergamino ante él. Tan pronto como lo miró, las
palabras se escribieron a sí mismas a través de él.
—Noir nos ha declarado oficialmente la guerra a nosotros y a los Dark-Hunters. Si les
damos al Malachai, nos dejará vivir, si no...
Jericho rió
—Nos hará vivir un infierno.
—No es gracioso —explotó Zeth.
Impertérrito, Jericho levantó los hombros.
—No, no lo es, pero sabíamos que pasaría.
Zarek se sentó de regreso en su silla y unió sus manos tras su cabeza.
—Tenemos que encontrar a Cam y Rezar.
Jericho asintió.
—Y entrenar al maldito Malachai.
Zarek resopló.
—Buena suerte en eso.
—¿Por qué?
—Es un odioso pequeño bastardo. Quise matarlo hace años, pero Ash no me lo
permitió. Después de todo lo que se ha dicho y hecho, Ash tal vez desearía no haberme
contenido.
Después de todo lo que se había dicho y hecho, todos ellos tal vez lo estarían deseando.
Jericho se movió para pararse junto a la silla de Delphine.
—Bueno, no hay nada más que hacer esta noche. Por una vez, estoy exhausto. He sido
amenazado, golpeado, mordido y asesinado, y eso sólo en la última hora.
Delphine asintió con su cara hacia él.
—¿Necesitas a alguien que te arrope, cariño?
—Por eso, mi diosa, te rendiré culto por siempre.
Riendo, ella se levantó y lo llevó hasta su habitación.
Él miró a su alrededor, todo el listón blanco y los volantes hacían que su habitación
fuera únicamente suya.
—Sabes, este lugar es realmente femenino.
Ella dudó.
—¿Quieres que lo redecore?
—No —dijo él disolviendo sus ropas y ocultando sus alas en su espalda para poder
deslizarse en la cama—. Amo el hecho de que todo aquí huela como tú.
Ella levantó una esquina de su cobertor y lo olisqueó.
—No, no es cierto. Yo no huelo.
Él rió ante su tono ofendido.
—No apestas, pero tú esencia está sobre todo y eso es por lo que no quiero que cambies
nada. Amo la forma en la que hueles. Me conforta. Ahora, ven a la cama y déjame
abrazarte.
Ella se paralizó y él también lo hizo.
—¿Es una orden?
—No —dijo con un bostezo de cansancio— es el sonido de mí rogándote.
—Estás realmente fuera de práctica en eso.
Él sonrió.
—Cierto.
Desnuda, Delphine se amoldó a su espalda y lo envolvió con sus brazos. En toda su
vida nadie lo había abrazado de esta manera. Incluso tan cansado como estaba, se deleitó
en la comodidad de su amor.
—Estoy asustada, Jericho —susurró en su oído— y no estoy acostumbrada a lidiar con
el miedo.
—Está bien. Yo no estoy acostumbrado a lidiar con el amor y la confianza.
Él tomó su mano en la suya y besó sus pálidos y delicados nudillos.
—Podemos ser el ciego guiando al ciego.
Delphine apretó su mano.
—Mientras estemos juntos...
—Nada nos tocará, tú eres todo lo que me importa, mi ángel, y caminaré a través del
infierno sólo para tocar tu rostro.
—Y yo caminaré a través del infierno sólo para llevarte comida.
Jericho rió.
—Bien, porque cuando despierte, estaré muriéndome de hambre.
—Tendré algo esperando por ti. ¿Qué desearías?
Él se giró sobre sí mismo y la tiró contra él.
—Tú desnuda en mi cama. Eso es todo el sostén que necesitaré.

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