JERICHO SE DETUVO FRENTE A LAS GRANDES VENTANAS que daban a la serena
playa, a lo lejos. Era hermoso, y se preguntaba cuántas veces Delphine se había quedado
en este balcón incapaz de apreciar lo encantador que era, por lo que Zeus le había hecho.
Eso ya no sería un problema para ella.
Madoc se unió a él.
—Sabes, he fingido no tener emociones durante tanto tiempo que realmente no estoy
seguro de cómo mostrarlas ahora. Todavía quiero estar completamente estoico. Absurdo,
¿huh?
Jericho se encogió de hombros.
—Para mí tiene sentido. Cuando vives una mentira tanto tiempo, en cierto modo se
convierte en verdad.
Aunque después de todos esos siglos que había pasado viviendo como un mudo, había
sido difícil creer cuán fácil se había adaptado a hablar otra vez.
Esto le hacía preguntarse, si de algún modo, Delphine podría abrirse a él de la misma
manera.
No. Nadie había tenido siquiera ese efecto sobre él. Ella era única, y sin ella, habría
estado perdido por toda la eternidad.
Madoc se acercó y bajó la voz.
—No quiero decir nada delante de los otros, pero Zeth y yo hemos hablado. Nos
gustaría ofrecerte la tercera posición como líder de los Oneroi. Pensamos que eres perfecto
para ello.
Jericho frunció el ceño.
—Yo no soy un Oneroi.
—No, pero eres un guerrero con experiencia práctica fuera de los sueños. Necesitamos a
alguien que nos enseñe nuevas tácticas contra los demonios.
Que encantador mundo sería ese. Pero su nueva realidad jamás le permitiría ese tipo de
lujo.
—Sí, bueno, me encantaría, pero tengo que declinarlo.
—¿Por qué?
Jericho echó un vistazo a la puerta por donde se había desvanecido Delphine.
—Mi tiempo está acordado y no hay manera de salir de ello. Lo siento. Pero puedo
pensar en alguien que sería fantástico para ello. Alguien que puede mover una cadena de
montañas con nada más que la escarpada fuerza de su obstinada voluntad.
Madoc sonrió como si entendiera perfectamente.
—¿Delphine?
Antes de que Jericho pudiera responder, la puerta se abrió de golpe para mostrarle a
Delphine luchando con tres idénticas mujeres. Vestidas de negro, se abalanzaban sobre
ella con espadas aún cuando ella danzaba a su alrededor, bloqueando sus ataques con su
arma y haciéndolas retroceder con una habilidad que la mayoría de los hombres
envidiarían.
Jericho reconoció a aquellas letales brujas al instante, ya que una vez habían sido
aliados en los antiguos campos de batalla.
Las Phonoi.
La rabia lo consumió ante la visión. ¡Cómo se atrevían a atacarla! Sin ningún
pensamiento racional, se colocó a espaldas de Delphine de modo que pudiera protegerla
mientras ella luchaba. Pero en el momento en que lo hizo, las Phonoi de desvanecieron.
—¡Cobardes! —gritó él— ¿Qué? ¿Teméis enfrentaros a alguien que sabéis que puede
patearos el culo?
Pero así era como trabajaban. Nunca atacaban abiertamente. Se movían igual que
fantasmas. Salían de la oscuridad para matar y retirarse.
Asustado por Delphine, se volvió para mirarla. Había un horrible corte en un lado de su
cuello que hizo que su rabia se elevara incluso más.
—¿Qué te hicieron?
Ella hizo una mueca y disolvió su arma.
—Intentaron cortarme la garganta. Pero a menos que mis poderes estén bloqueados, no
estoy indefensa.
Gracias a los dioses por eso, porque él todavía quería sangre por el ataque.
Ella siseó cuando se rozó la herida.
—Aunque, duele.
Jericho pasó la mirada de ella a Madoc, que se había detenido cerca de ellos.
—Madoc, ¿puedes curarla?
El Oneroi no perdió tiempo. Colocó su mano sobre la herida y la selló al instante. Pero
sus ojos estaban tan preocupados como los de Jericho.
—¿Quién crees que las envió?
Delphine se pasó la mano sobre el cuello y ropas, quitando la sangre de ambas.
—¿Por qué las enviarían?
Jericho se la quedó mirando.
—¿A quién has enfadado?
—Sólo a ti y a Noir. Con todo el mundo siempre tendí a mantener un bajo perfil para
evitar sucesos como este.
—Bueno, obviamente jodiste a alguien más.
Los Phonoi sólo servían a un puñado de dioses. Y él estaba decidido a descubrir quién
estaba detrás de esto.
Jericho convocó a Jared. El Sephiroth vino instantáneamente, pero había un rastro de
sangre en la comisura de sus labios que se limpió con un nudillo. Si era suya o de alguien
más, Jared no lo dijo.
—¿Hay algo que necesites? —preguntó Jared.
Jericho asintió.
—Mientras que yo extraigo mis poderes de La Fuente, sé que tú estás en más sintonía
con esta. Necesito que escuches y me digas quien envió a las Phonoi tras Delphine.
—¿Ese conocimiento te ayudará?
Jericho miró a Delphine.
—Absolutamente.
Jared separó los brazos de su cuerpo y extendió las manos como si estuviera conectando
con algo que ninguno de ellos podía ver u oír. Sus ojos se dilataron a un sólido negro y
entonces se volvieron completamente rojos. Incluso las pupilas. Su piel se volvió tan
pálida que parecía muerto. Las venas de sus sienes se hicieron más marcadas cuando
susurró en el lenguaje de los más antiguos dioses.
Entonces su voz cambió a la de La Fuente. Ni masculina ni femenina, era un suave
susurro y pronunciada en un lenguaje que ellos pudieran entender.
—Nos has convocado de nuestro sueño. Dinos que buscas.
Jericho cruzó los brazos sobre el pecho.
—El nombre del dios que está controlando a las Phonoi.
—Ya sabes la respuesta, querido Cratus. No hay necesidad de molestarnos con algo tan
trivial.
—Tengo mis sospechas, pero necesito conocer la verdad.
—Zeus.
El nombre hizo eco a través del hall. Jericho gruñó desde lo más profundo de su
garganta cuando su furia se elevó con fuerza
—¿Por qué?
Una sola lágrima de sangre corrió por la blanca mejilla de Jared.
—Ella es la única que puede destruirle. Engendrada por un hombre mortal y del vientre
de una diosa ella nació. Eso es por lo que fuiste enviado hace todos aquellos siglos a
matarla. El por qué su madre luchó con tanto ahínco por protegerla.
Delphine frunció el ceño mientras intentaba entender lo que estaba diciéndoles La
Fuente.
—Mi madre era humana.
—No —susurró la fuente—. Madoc estaba allí la noche en que ellos fueron a por ti.
Luchó al lado de tu madre.
—Yo peleé con Leta, pero Jericho no estaba allí —dijo Madoc.
—Ya te habían cogido en custodia cuando él se unió a Dolor en su pequeña choza.
Aunque no lo viste, él estaba allí, y salvó la vida de una niña a la que Zeus estaba
desesperado por matar.
—Yo no… —Madoc se detuvo—. No, Zeus nos castigó por un sueño que tuvo.
—Él sabía la verdad entonces al igual que tú la sabes ahora. Ningún Oneroi fue
castigado como el único que dio a Zeus ese sueño. Tú incluso lo sospechaste entonces,
pero nunca te atreviste a expresar tus sospechas en voz alta por temor a lo que pudieran
hacerte. Si algún Oneroi se atreviera a humillarle, Zeus tomaría al único responsable y
esparciría sus restos como una advertencia para todos los demás.
Madoc maldijo.
—Él tiene razón. Siempre me pregunté por qué Zeus falló en dar con el responsable. Por
qué se nos prohibió incluso emparejarnos otra vez…
Jared miró a Delphine.
—Una profecía es sólo tan poderosa como el que cree en ella. Ahora que sabes la
verdad, eres sólo tú quién puede llevarla a cabo.
Jared siseó cuando sus ojos y su piel volvieron a la normalidad.
Él había roto su conexión con La Fuente.
Delphine todavía no se había movido mientras intentaba pensar en todas esas cosas.
—¿Mi madre no fue mi madre? —ella miró a Madoc—. ¿Por qué no me lo dijiste?
—No lo sabía. Quiero decir, sabía que te parecías a Leta, pero nunca, ni en mis más
salvajes alucinaciones habría soñado con que fueses su hija supuestamente muerta.
Gracias a los dioses que nunca le hablé a Zeus de ti.
Ciertamente. Y gracias a los dioses que ella había tenido el acierto de evitar a los otros.
Nunca habría sospechado…
Pero esto la hacía preguntarse acerca de la mujer que le había dado la vida. La mujer
que nunca había conocido.
—¿Mi madre todavía está viva?
—Sí. Vive en el reino humano con su marido.
Delphine dejó escapar un lloro de felicidad y tristeza cuando sus lágrimas inundaron
sus ojos. Su madre estaba viva.
Se volvió a mirar a Jericho.
Él no estaba allí.
—¿Jericho?
Frunciendo el ceño miró alrededor de la sala, pero no estaba en ninguna parte.
Madoc frunció el ceño cuando lo buscó también.
—Estaba aquí mismo.
El mismo pensamiento los atravesó al mismo tiempo.
—Zeus.
Jericho había ido tras el padre de los dioses…
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