jueves, 23 de febrero de 2012

OSN cap 6

—¿Cómo le va?
Tory miró desde dónde Ash estaba tendido en la cama, descansando, encontrando
la mirada lavanda de Savitar. Extraño, podría jurar que antes sus ojos eran verdes…
No llevaba el traje impermeable. Vestía un par de pantalones blancos de lino con
una camisa de playa abierta que mostraba su torso esculpido. El largo pelo castaño
retirado del hermoso rostro.
—War le hirió bastante, pero…
—Viviré —contestó Ash, girándose para mirarlos. Se apoyó en las almohadas
mientras se echaba el cabello negro hacia atrás con los dedos—. Créeme, me han dado
peores palizas. Sólo que no recientemente.
Tory le dirigió una mirada de reproche.
—No sé, fuiste arroyado por un coche no hace mucho tiempo…
Ash resopló mientras enlazaba los dedos con los suyos.
—En mi defensa, estaba preocupado por cierta —le lanzó una significativa
mirada— humana que estaba teniendo una muy cercana experiencia con la muerte. Eso
no cuenta.
Savitar ignoró la burla.
—Bien, las buenas noticias son que le derrotamos. Las malas noticias son que…
Ash terminó la frase por él.
—Regresará.
Savitar asintió.
Tory tragó cuando el miedo la sobrecogió.
—¿Deberíamos empezar a preparar no aquí?
Savitar pareció completamente ofendido por la pregunta.
—Ese estúpido detestable no vendrá a mi isla. Lo sabe bien. No zapateas en el
hombro del diablo a menos que estés dispuesto a bailar su melodía.
Ash se aclaró la garganta y le lanzó una mirada divertida a Savitar.
—En realidad, Tory, hay una razón por la que la isla se mueve todo el tiempo. Sav
es un poco paranoico, por lo que la isla está fuertemente protegida contra seres
paranormales. No se puede llegar hasta Neratiti sin una invitación especial de nuestro
anfitrión, que es la razón por la que Alexion te trajo aquí. Sabíamos que sería el único
lugar al que War no podría llegar. Yo y los míos tenemos una invitación permanente,
que no se extiende al resto del universo conocido.
Savitar se enfureció.
—E incluso si pudiera encontrarla, ese perdedor no se atrevería a venir aquí. Lo
patearía de vuelta a la Edad de Piedra —replicó Savitar con la diversión brillando en
los ojos—. Y no critiques mi paranoia, surfero5. Es lo que está salvando ahora tu
cobertura, ¿No?
—Sí, y gracias.
Savitar inclinó la cabeza hacia él.
—De nada. Pero no te metas en problemas de nuevo. Tu madre ha convertido el
molestar hasta que duela, en un deporte olímpico. Y me ha estado dando dolor de
cabeza por tu culpa. Te diría que la dejaras sentarse sobre ti hasta que salieras del
cascarón, pero no quiero que el mundo acabe. Es jodido. Sin embargo, si la molestia
persiste, podría cambiar de forma de pensar y llevarte ante ella yo mismo.
Ash se rió.
—Tendré eso en mente. Así que, ¿Alguna pista sobre quién despertó a nuestro
nuevo amigo, y le dijo que viniera a jugar conmigo?
Tory les lanzó una mirada malhumorada.
—Apuesto por Artemisa.
Savitar se burló.
—Aceptaré esa apuesta, porque la perderás. Palabra de la propia Artipou. Ella no
lo hizo, lo cual es una de las mejores noticias para vosotros dos, dado que parece que
está aclimatándose a la idea de no ser ya la chica de Ash. No es que esté feliz al respecto,
pero tampoco lanza amenazas de muerte sobre vosotros dos. Pequeña victoria, cierto.
Pero mejor que nada en absoluto.
5 En el argot del surf, surfista adolescente novato .
Tory frunció el entrecejo.
—¿Entonces quién?
—Nuestro muchacho Stryker le liberó.
Ash maldijo.
—Lo imaginaba. ¿Dónde está War ahora?
—Fuera de cobertura, lo que significa que probablemente esté en Kalosis
informando de su espectacular fracaso a Stryker.
Los ojos de Ash se dilataron con preocupación.
—¿Mi madre está segura?
—A juzgar por el ruido en mi cabeza por ti, seguro que sí. Pero no te preocupes. Ya
tengo a los Carontes acoplados a su alrededor. No está contenta con eso, pero por una
vez está siendo razonable. Su principal preocupación es tu seguridad. Y dijo que hagas
lo que tengas que hacer para mantenerte a salvo. Su vida ya está condenada.
Ash resopló.
—No voy a matar a Stryker y luego enterrar a mi madre. ¿Por qué demonios
vinculó su fuerza vital a la de él?
Savitar se encogió de hombros.
—Carece de nuestra capacidad de ver el futuro. Sus poderes son la destrucción, no
la profecía. Estoy seguro de que si hubiera sabido, que él un día sería una amenaza para
ti, le habría matado ella misma. Y ahora sabes por qué no me compadezco de nadie.
Todo lo que hace la compasión es regresar y morderte el gordo culo.
Ash retiró las mantas de la cama y empezó a levantarse.
Tory le agarró y le empujó de vuelta a las almohadas.
—Debes descansar.
Él besó su mano.
—No puedo. Hay un loco suelto, y probablemente escondiéndose en la casa de mi
madre —cerrando los ojos, hizo aparecer ropa sobre su cuerpo—. Tenemos que
prepararnos. Encuentra un lugar dónde podamos enfrentar a War, sin demasiados
testigos.
Savitar puso los ojos en blanco.
—Hermanito, no quiero ser pesimista, pero aquí estamos hablando de War. No hay
ningún modo de suavizar los daños y perjuicios. No nos dejará. Estaba allí con
veinticinco Chthonians para enfrentarle, y él apaleó nuestros pellejos como si fuésemos
mujeres esclavas Lemurian. A dos de nosotros nos arrancó el corazón y nos lo empujó a
través de la garganta, mientras se reía. Después se lamió la sangre de los dedos y fue a
por el resto. Apenas sobreviví, y tardé dos décadas de tiempo humano en recuperarme
de aquellas heridas. No creas que temo al bastardo, no lo hago. Simplemente quiero que
entiendas a la perfección con quien estamos tratando.
Ash frunció el entrecejo ante esas palabras, pero su decisión ya estaba tomada.
Tenían que derrotar a War de una forma u otra.
—¿Cómo le atrapaste la última vez?
—Ishtar, Eirene, Bia, y los Gigantes vinieron a nuestro rescate. De aquella lista, la
diosa Eirene es la única que quedó viva. Y estamos sólo ocho supervivientes
Chthonians. Incluyéndote a tí.
Aun así, Ash se negó a creer que no había esperanza.
—Siempre hay un interruptor. Tenemos que encontrarlo.
—Lo intentaremos. Mientras tanto, deberías saber que tu muchacho, Urian,
consiguió información del otro lado. Stryker está reuniendo Daimons de todo el mundo,
juntando números que harían que Cecil B. DeMille6 estuviese orgulloso.
—¿Por qué?
—Stryker está planeando hacer caer el infierno sobre los humanos la próxima
Navidad. Claro, Urian dijo que probablemente podías compensar eso ofreciéndote
como sacrificio. Stryker podría estar deseoso de cancelar el ataque, si te rindes ante
War y mueres de una muerte dolorosa.
La mirada de Tory se estrechó airadamente en la de Ash.
—No te atrevas. Te juro, Acheron Parthenopaeus, que si incluso piensas en ello, te
golpearé hasta que me supliques misericordia.
Ash apretó el agarre de la mano.
—No te preocupes. Aún si me entregara, todavía perseguiría a los humanos. Es su
naturaleza, y no soy lo bastante estúpido para pensar que demostraría algo de piedad.
¿Qué es lo que siempre me estás diciendo? No es la mano que se te repartió la que
6 Famoso director de cine de Hollywood en los años dorados, que se caracterizaba por grandes producciones que incluían un reparto
conformado muchas veces por centenares de extras.
importa. Es la manera en que juegas las cartas que sostienes —Se levantó de la cama—.
Sav, necesito que permanezcas junto a mi madre.
Él se ahogó con la sugerencia.
—¿Estás loco? Esa mujer me odia. No, no me odia. Odio para ella sería dar un paso
hacia la posibilidad de que algún día le gustase.
Qué era algo que Ash nunca había entendido, pero no cambiaba el hecho que no
podía dejarla sola con Stryker y War.
—Lleva a Alexion y Danger contigo y permanece a su lado para asegurarnos que no
la harán daño.
Ella los toleraría a su alrededor sin menos problemas de lo que le resultaría a
Savitar.
—Si no, tendré que hacerlo yo, y ya que lo importante es evitar el Apocalipsis, mi
presencia en su casa sería sumamente contraproducente.
Si Ash en vida pusiera un pie en Kalosis, su madre destruiría la tierra aún más
rápidamente que Stryker y War.
—Eres el único en el que confío para mantenerla segura de Stryker, War, y Kessar.
Aunque mi madre y yo no siempre nos llevamos bien, y estamos en bandos opuestos en
esta guerra, es mi madre, y no quiero verla herida.
Savitar se veía como si prefiriera ser destripado. Ash no le culpaba. Su madre
podría ser sumamente… temperamental y difícil de tratar… y le amaba. A Savitar
apenas le toleraba.
—Bien —cedió Savitar—. Iré. Pero me la debes. Una grande, por lo que si alguna
vez necesito algo, no importa lo que sea, me la cobraré.
Ash resopló.
—Ella no es tan mala.
—¿Tu crees, surfero? Tu madre es la Destructora. Es un título que no sólo ganó,
sino uno con el que disfruta. Y tú me estás enviando allí dentro con sólo unos Caronte
como respaldo. ¿Qué es lo que te he hecho?
Él se rió.
—Sé un hombre, Sav. Estás lloriqueando como una niña.
—Si tu madre pudiera, me convertirá en una, y el rosa me sienta como la mierda.
Gracias, muchacho.
Ash agitó la cabeza cuando vio al Chthonian desaparecer. Cuando empezó a
caminar por el cuarto, encontró a Tory plantada firmemente en su camino. Estaba de
pie como un comandante militar listo para la guerra, que presagiaba malas noticias.
—¿Qué?...
—¿A dónde vas?
—A ver a Nick.
Ella se burló.
—¿De verdad piensas que eso será productivo? El hombre te odia más de lo que lo
hace Stryker. Tendrás suerte si no te arranca la columna a través de las fosas nasales.
—Encantador tener a la señorita Merry Sunshine de vuelta. ¿Alguna otra
perspectiva de Igor7 que te gustaría compartir?
—Sólo una. Si sales de aquí, War puede encontrarte de nuevo. ¿Qué vas a hacer si
eso pasa?
—Dejarle manchas de sangre en su mejor camisa.
Sus ojos se oscurecieron.
—No eres gracioso, Ash. Lo dijiste. Esta isla es el único lugar seguro contra War.
—Y yo no soy un cobarde, bebé. Soy un dios. No voy a esconderme aquí porque
tenga miedo a hacerme daño. Tengo que advertir a Nick que tiene un enemigo detrás de
él. Le debo mucho.
Ella cruzó los brazos sobre el pecho y le lanzó una mirada decidida.
—Entonces voy contigo.
Maldición. La ataría antes de permitírselo. Aunque tenía algunos de los poderes de
su madre, no los tenía todos, y al contrario que él, no estaba acostumbrada a luchar por
su vida.
—Llevaré a Xirena conmigo. Pero tú te quedarás aquí y no discutirás conmigo.
Ella le gruñó.
—Cabezota.
Él le dirigió una sonrisa encantadora que esperó derritiera un poco su enfado.
7 Personaje de Winnie The Pooh, el burrito Igor (Eeyore) famoso por su pesimismo..
—Aprendí de la mejor.
—Sí, lo sé. Conocí a tu madre.
Dejando a la demonio Xirena fuera para mantenerla segura en caso de que se
produjera una lucha, Ash hizo una pausa dentro de la casa de Nick a medida que sentía
la presencia del Cajun. No había ningún latido para oír. Pero había un poder innegable
aquí. Antiguo y frío, que disparó cada advertencia en el cuerpo de Ash.
Listo para luchar se dirigió arriba, al dormitorio de Nick, dónde se le sentía más
fuerte. En cuanto Ash se manifestó, un hombre alto, pelirrojo y delgado se volvió hacia
él. Los misteriosos ojos amarillos estaban llenos de tormento y poder, y encendían una
cara tan delicadamente cincelada, que rondaba la belleza. Su pelo rojo hasta el hombro
enmarcaba perfectamente esa cara. Vestido de negro gótico, como Ash, el hombre era
alguien que no había visto en siglos.
—¿Jared?
El Sephiroth inclinó la cabeza respetuosamente.
—Mucho tiempo sin verte, Atlante.
—¿Por qué estás aquí?
Jared suspiró antes de que pusiera una de las muñecas vudú de Nick de vuelta a la
cómoda.
—Probablemente lo mismo que estás haciendo aquí. Buscando a Nick Gautier.
Supongo que mi única pregunta es si él es tu amigo o enemigo.
—¿Importa?
Su rostro se endureció.
—No realmente. Sólo quiero saber cuán enfadado vas a estar cuando le mate.
—Mucho.
Jared suspiró.
—Maldita sea. Pero esto no cambia nada —recorrió el cuarto, absorbiendo la
esencia de Nick para poder rastrearle.
Ash usó sus poderes para proteger a Nick y que Jared no pudiera conseguir una
lectura exacta.
—¿Por qué estás tan interesado en Nick?
Jared dio un golpecito al collar de contención de cuero negro alrededor de la
garganta con el dedo pulgar.
—No es mi trabajo cuestionar el porqué. Simplemente estoy aquí para obedecer,
como el estúpido suplicante en el que me han obligado a convertirme.
Ash se estremeció ante el recordatorio de esclavitud. Un vínculo común que ellos
compartían y uno que no desearía ni a su peor enemigo. Daría cualquier cosa por
liberar al ser ante él, pero el tipo de esclavitud de Jared era eterna.
—¿Puedo pedirte un favor? —Preguntó Jared en un tono que mostraba lo mucho
que odiaba pedir algo.
Aun así, Ash fue cauteloso. Los favores raramente resultaban bien para
cualquiera.
—Depende del favor.
Jared mostró una tensa sonrisa mientras se quitaba la chaqueta de cuero negra y
exponía el tatuaje del dragón en su antebrazo.
—Nim. Forma Humana. Ahora.
Ash observó, mientras la oscura sombra se retorcía y emergía del brazo de Jared,
convirtiéndose en un hombre joven ante él. No más alto de un metro setenta y cinco, el
demonio estaba vestido como un chico punk, completando el atuendo con grandes
gafas de sol que descansaban sobre la melena rasta morena y una pequeña barba de
chivo. Las uñas estaban pintadas en negro, igual que los ojos y la ropa. La única nota de
color en su cuerpo era un pequeño conejito rosa de peluche que había atado a la
cadera.
Los ojos negros de Nim se fijaron en Acheron y se ensancharon. Se lanzó detrás de
la espalda de Jared para esconderse.
—¿Amigo o enemigo?
Jared dejó salir un resoplido disgustado.
—Amigo. Y uno bueno en ello.
Nim atisbó alrededor, como un niño inseguro.
—Apesta a demonio Caronte.
—Lo sé y quiero que vayas con él.
—¡No! —Ladró el pequeño demonio—. Nim se queda con Jared. Siempre.
Jared maldijo.
—¿Podrías ayudar a un hermano, Acheron? Necesito que cuides a Nim y le protejas
por mí.
—¡No! —Nim chasqueó, aún más decidido que antes.
Jared gruñó en respuesta.
—Maldita sea, Nimrod. Por una vez en tu vida, haz lo que te pido y ve con Acheron.
El demonio agarró el pequeño conejito rosa en su pecho y agitó frenéticamente la
cabeza negando.
—Nim se queda con Jared. Ésas son las leyes.
Un músculo se tensó en la mandíbula de Jared.
—Nunca debí salvar tu vida.
Ash sentía su dolor y entendía lo que Jared estaba haciendo. Ya que Ash tenía su
propio demonio, sabía qué clase de debilidad podrían llegar a ser. Y qué
responsabilidad. A pesar de que el demonio parecía estar alrededor de la edad humana
de los veinte, sus acciones mostraban que era aun más joven que la Simi de Ash.
—Nada peor que un demonio adolescente.
—No tienes ni idea.
—En realidad, si la tengo —Ash se acercó a Nim despacio, como lo haría con un
niño pequeño—. Nim, puedes venir conmigo y te prometo que nadie va a hacerte daño.
Nim le lanzó una desagradable y hosca mirada.
—No te conozco.
Jared intentó empujarle hacia Ash.
—Es un buen hombre.
Nim desnudó los colmillos a ambos en un vicioso bufido.
—Él está con Carontes y ellos me odian. Hirieron a Nim y le hicieron sangrar.
Quiero quedarme con Jared —inmediatamente, Nim volvió a dormir como un pequeño
tatuaje de dragón en el cuello de Jared.
Jared soltó un largo y exasperado resoplido.
—¿Hay alguna forma de sacarlo de mí?
—No.
—Lo imaginaba —los ojos brillaron ligeramente con manchas doradas, hasta que
cambiaron a un sólido ámbar dorado—. Un día mi ama va a matarlo si no le encuentro
un nuevo hogar.
—Creo que eso es lo que necesitas decirle.
—Dice que preferiría estar muerto que dejarme. Según él, somos familia. Supongo
que eso me convierte en el tío psicótico con quien nadie quiere hablar. Y él es el niño
con sólo amigos imaginarios por compañía. Normal Rockwell, aquí vamos.
Ash sonrió por la mención del nombre del pintor. Honestamente, Ash se
compadecía de Jared, pero no había nada que pudieran hacer.
—Entonces es su decisión.
Jared le dirigió una severa mirada.
—¿Te sentirías de esa forma si fuera Simi?
—Conoces la respuesta.
—Y tú sabes por qué tengo que expulsarle.
Bastante cierto. No había nada peor que tener una debilidad expuesta cerca de los
que te explotan. Una con la que controlar tus acciones y someterte. Ash lo sabía mejor
que nadie. Y sentía compasión por la situación de Jared.
Suspirando, Ash cambió de tema a algo que él quizás podría controlar.
—Entonces, ¿Por qué te ordenaron que mataras a Nick?
Jared se encogió de hombros poniéndose la chaqueta.
—Es el último del linaje Malachai.
Ash se rió de la irracionalidad de esa idea.
—¿Nick Gautier es un Malachai? Vamos, Jared. Deja de bromear.
—No estoy bromeando. Es el último de su casta.
Aturdido, Ash se quedó realmente boquiabierto. ¿Nick Gautier? Y aún, tan absurdo
como parecía, de una extraña manera tenía sentido. Los poderes infundados de Nick. La
incapacidad de Ash para controlarlo…
Mierda.
¿Cómo se le escapó?
No era algo que esperaras. ¿Quién lo haría? Eran una raza extinguida.
—No te sientas tan mal —dijo Jared suavemente—. Sus poderes estaban atados y
escondidos de muchas más formas que los tuyos cuando eras humano. No se activaron
hasta que War le atacó.
—¿Nick sabe lo que es?
Jared negó con la cabeza.
—Mi trabajo es matarle antes de que se entere.
—No puedo permitírtelo.
—No tienes elección, y yo tampoco —desapareció antes que Ash siquiera pudiera
sacar aliento para hablar.
—¡Jared!
El Sephiroth lo ignoró completamente.
—¡Maldita sea!
Si Jared encontraba a Nick antes que él, el muchacho estaría más muerto que un
animal en la carretera a las cinco en punto.
—Resplandeces completamente, demasiado pagado de ti mismo.
Stryker miró por encima del hombro para ver a Zephyra observándole.
—Te tengo aquí. ¿Por qué no debería estar contento?
—Puedo pensar en un millón de razones, empezando por el hecho de que quiero
matarte más de lo que quiero respirar. En cuanto a las demás, ¿Las prefieres en orden
de importancia o alfabéticamente?
Él se rió.
—Dime honestamente… ¿Alguna vez me extrañaste?
—No.
Esas palabras le sacudieron fuertemente.
—¿Ni una sola vez?
Ella cruzó los brazos sobre el pecho.
—¿Sabes lo que recuerdo de ti, Stryker? Las últimas palabras que me dijiste. “No
hay ninguna razón para que me quede”. Entonces te marchaste de mi casa y nunca
miraste atrás. Ninguna razón para quedarte, dijiste... Ninguna —estrechó los ojos
peligrosamente en él—. Me rompiste el corazón con esas pocas palabras. Hubiera
preferido que me golpearas.
Stryker hizo una pausa cuando vio esa noche en su mente con tanta claridad.
Había estado de pie ante él, con lágrimas en los ojos. Ni una sola se había caído. Un
tributo a su coraje. No había deseado más que arrojarla en sus brazos, y decirle que le
importaba una mierda su padre. Que era la única a la que amaba, y que moriría por
protegerla.
Si se hubiera quedado con ella, su padre la habría matado, sin duda. Y si Apolo no
lo hubiera hecho, habría enviado a Artemisa a hacer los honores cuando Zephyra diera
a luz a su niña. Y entonces él las habría perdido a ambas. Apolo era cruelmente
vengativo de esa manera. Stryker había intentado explicárselo a Zephyra, pero se había
negado a escuchar.
—Entonces moriré amándote —Ésa había sido la respuesta a sus argumentos.
Había sido un sacrificio que él no había estado deseoso de hacer. Pensó que sería
mejor que le odiara y viviera, en lugar de que le amara y muriera.
Si sólo entonces hubiera sabido lo que les deparaba el futuro.
—No quise decir esas palabras.
Ella se mofó.
—Claro que no. Fuiste desconsiderado, etcétera, etcétera. Realmente ya no me
importa.
—Si realmente no te importara, no lo recordarías.
—No te eches flores. Te descarté, igual que tú me descartaste. A diferencia de
Medea, no necesito despedirme. Sólo te necesito muerto.
—Así que volvemos a eso.
—Siempre volveremos a eso.
Stryker podría maldecir y quejarse, pero honestamente, era lo que se merecía. Ella
tenía razón. Se había marchado y nunca había mirado hacia atrás.
No, eso no era verdad. Había mirado hacia atrás. A menudo. Había recordado el
tiempo juntos. Recordado la manera en que se veía a primera hora de la mañana,
acurrucada a su lado. La forma en que tímidamente le miraba, como si pudiera comerle
vivo.
Él se había odiado por dejar eso. Por dejarla.
Suspirando, se acercó a la puerta.
—Tengo deberes que atender. Si necesitas algo, pídeselo a Davyn.
Y sin otra palabra, se fue.
Zephyra miró cuando la dejó sola en el cuarto. La mirada de dolor en esos ojos
plateados la había herido, y se odió por esa debilidad. ¿Por qué aún quería confortarle
después de lo que le había hecho?
Sí, quería arrancarle los ojos y apuñalarle hasta que estuviera muerto.
Pero bajo esa cólera y dolor, estaba la parte de ella que todavía le amaba. La parte
de ella que intentó arduamente enterrar e ignorar. Él era una bestia y un cobarde.
Él es el padre de tu hija.
¿Y qué? Un donante biológico que las había dejado. Eso no le convertía en padre.
Lo hacía en gilipollas. Su furia se renovó, echó un vistazo al cuarto en el que él dormía.
Era bastante sencillo. Sábanas borgoña en la cama. Sin ventanas. Una pequeña cómoda,
y nada colgando sobre las paredes.
—Vives como un oso en una cueva.
No había ni siquiera un libro en la mesilla de noche. Que planteaba la pregunta de
por qué tenía una. Por otra parte, la parte superior del cajón estaba ligeramente
abierto. Quizás había alguno dentro. Curiosa, caminó hacia allí y lo abrió.
Su aliento se quedó atrapado en la garganta.
En el fondo de ese cajón estaba la última cosa que había esperado ver de nuevo. El
azulejo pintado a mano de ella, que él había encargado como regalo de bodas. Los
recuerdos la asaltaron cuando miró fijamente su imagen descolorida en ropa griega
antigua, el cabello rubio atado con los rizos cayendo alrededor de la cara. Los grandes
ojos verdes estaban fijos, mostrando la total inocencia. Había olvidado todo acerca de
la existencia de este azulejo.
Pero Stryker no. A pesar de todo, lo había guardado. Y debajo de este, otro azulejo
y cuadros de hombres que guardaban un asombroso parecido a él. Un cuadro en
particular le llamó la atención. Era de tres hombres, parecidos en el rostro y
complexión, vestidos con ropa de los años treinta. Tenían los brazos sobre los hombros
de los otros, mientras sonreían alegremente.
Sus hijos.
Una y otra vez, encontró fotos de ellos.
El único otro azulejo en el cajón era el de una muchacha que se veía casi idéntica a
Medea. Un escalofrío bajó por su espina cuando recorrió con el dedo la descolorida
escritura en la esquina inferior de la mano derecha. Tannis. Ella debió de haber sido su
hija, también.
Lo puso a un lado para encontrar la más reciente fotografía en el cajón. Por la
calidad de la foto y la ropa negra, suponía que no tenía más de 10 años. Era de un
hombre joven con pelo blanco-rubio recogido en una coleta. Era el del medio de los tres
hermanos de los años treinta. A pesar de que los rasgos eran masculinos, eran tan
parecidos a Medea, que resultaban inquietantes. Y cuando Zephyra inclinó la fotografía
a la luz, se dio cuenta de algo.
Las manchas que tenía eran lágrimas.
—No —jadeó, incapaz de imaginarse a Stryker lamentándose por algo. Siempre
había sido muy riguroso, sin sentimientos... Le había visto brutalmente herido
practicando con la espada y ni siquiera se le habían empañado los ojos.
La única vez que los había visto empeñarse era…
La noche en que la había dejado.
Y aún así, mientras recorría las manchas con la mano, no sabía qué las habría
causado. ¿Quién, excepto él, habría escondido fotografías en su cuarto y habría
llorado? Nadie. Eran suyas y había guardado todo eso en un lugar dónde creyó que
nadie lo encontraría.
—Queridos dioses —El bastardo tenía un corazón. ¿Quién lo habría pensado?
Te amaré por siempre, Phyra. Nunca dudes de ello, o de mí.
Se le cerró la garganta cuando observó el azulejo de sí misma que había puesto
sobre la mesa. ¿Realmente la había extrañado? ¿Se había entristecido por ella?
No seas ridícula. Probablemente planeó esto para que lo encontraras.
¿Lo había planeado? Había creído que estaba muerta. ¿Por qué guardaría su
imagen todos estos siglos, a menos que significara algo para él? Ciertamente, ella no
había guardado nada suyo.
—No te atrevas a debilitarte —se gruñó a sí misma—. Él no es nada.
Determinada a permanecer imperturbable, volvió a colocar los cuadros, pero se
congeló cuando vio algo que antes había pasado por alto. Era una pequeña y raída cinta
verde.
La misma cinta que llevaba alrededor de su cabello en el azulejo. Y allí, atada en el
centro, estaba el anillo de boda que le había tirado en la cara cuando él le había dicho
que se marchaba.
Sus ojos lloraron cuando vio el antiguo tallado en la banda. S'agapo. “Te amo” en
griego.
—Maldito —gruñó cuando se ablandó aún más ante su obvio amor. Se había
preocupado por ella. Durante todos estos siglos, la había mantenido tan cerca de él
como había podido.
Incapaz de soportarlo, salió del cuarto y fue en busca del despacho. No había ido
lejos, cuando Davyn apareció.
—¿Puedo ayudarle?
—Quiero ver a Stryker. Ahora.
—No le gusta que le molesten cuando está en su despacho.
—En realidad no me importa —avanzó un paso.
Davyn suspiró pesadamente antes de que la pasara y luego la dirigiera en la
dirección correcta. Tocó en la puerta.
—¿Mi señor?
—¡Qué! —Gritó Stryker.
Zephyra caminó alrededor de Davyn y empujó la puerta abierta para encontrar a
Stryker sentado en su escritorio, observando una pequeña bola redonda. No, no sólo
observando, estaba concentrado en ella.
—¿Qué estás haciendo? —Preguntó con voz agitada, cubriendo los tiernos
sentimientos dentro de ella.
Él elevó la mirada.
—Intentando encontrar a Gautier. ¿Qué estás haciendo aquí?
Sinceramente, no estaba segura. No deseaba estar aquí y aún así…
—Quería verte.
—¡Vete! —Ordenó a Davyn, quien le obedeció al instante. En cuanto estuvieron
solos, volvió a mirarla—. Creía que habías visto más de lo que te corresponde de mí.
Lo había hecho y…
Había guardado un azulejo de ella. ¿Cómo podía algo tan insípidamente estúpido
ablandarla? Siempre se había sentido por encima de tan lastimero sentimentalismo.
Al parecer estaba equivocada.
Antes de que pudiera detenerse, se acercó.
—¿Por qué no persigues a Gautier tú mismo?
—Lo intenté. El pequeño bastardo es rápido y sumamente listo. Por no mencionar
sus poderes que no son para tomarlos a broma. Pensé estúpidamente que había
recibido la mayoría de ellos del intercambio de nuestra sangre. Ahora que sé lo que él
es, tiene incluso más sentido el hecho de que tuviera tanta dificultad para controlarle.
Debería de haber estado alimentándome de él y tomando sus poderes.
—¿No pudiste sospecharlo?
—No. Alguien limitó sus poderes, e hizo un infierno de trabajo. Un buen ejemplo,
no puedo encontrarlo en ningún caso… Aunque se supone que compartimos la vista,
está completamente fuera de mi radar.
—Eso es imposible.
Él le dio una seca y obvia mirada.
—Lo sé. Aún así aquí estoy, completamente ciego acerca de su ubicación.
Ella caminó alrededor del escritorio para mirar la sfora.
—¿Cuándo fue la última vez que tuviste una visión?
La miró como si estuviese horrorizado.
—¿Estas ayudándome?
Ella se negó a darle esa satisfacción.
—Cállate y contesta a mi pregunta.
Una lenta sonrisa se extendió por su cara, y el destello de burla en esos ojos
encendió su ira.
—Estás ayudándome.
—No te acostumbres a ello. Soy una mujer de palabra, y ya que no puedo matarte,
no está en mi naturaleza hacer crochet y no hacer nada. ¿Por qué vamos a matar a este
hombre de todos modos?
—Asesinó a mi hermana.
Ésa era una buena razón.
—Escoria bastarda.
Stryker asintió en aprobación.
—Pude verle hace un par de horas, antes de que War le persiguiera.
—Entonces, probablemente se está escondiendo.
—Exactamente lo que pienso. Pero, ¿Dónde?
—El lugar mejor para ocultarse es a plena vista. El hijo de puta está allí. Sólo
tenemos que deducirlo.
Nick se pasó las manos a través del pelo, mientras miraba fijamente a la pequeña
mujer afroamericana ante él. Era una mujer que había pensado que había conocido
durante su vida entera y, aquí, en los últimos minutos, había aprendido que nunca, ni
por asomo, la había conocido realmente.
—No lo entiendo. Mi padre era un delincuente psicópata que pegaba fuertemente
a mi madre, siempre que ella era lo bastante tonta como para permitirle entrar a
nuestro apartamento entre sus desafortunados encarcelamientos.
Menyara agitó la cabeza.
—Tu padre era un demonio que prefirió la prisión, porque era el último lugar
donde las personas que querían matarle, le buscaran. Por no hablar de que le permitía
alimentarse de perversa energía. Obtenía poder de toda esa negatividad.
Nick se negó a creerlo. Simplemente no era posible.
—Estás equivocada. Mi padre era humano. Un corrupto, malo, y vicioso hombre,
pero completamente humano.
Ella negó con la cabeza de nuevo.
—Escúchame, Ambrosius. Estaba allí cuando naciste Soy la que te recibió y usé
mis poderes para mantenerlo oculto del resto del mundo, de conocidos y desconocidos.
Sabía el poder que un día obtendrías y aún entonces me aterrorizó. ¿Por qué piensas
que te he cuidado tan estrechamente todos estos años?
—Pensé que era porque nos querías a mí y mi madre.
—Te quiero y quería a Cherise. Era una buena mujer con el corazón de un ángel.
Nunca hizo daño, o pensó mal de una sola persona. Es la razón por la que Adarian pudo
seducirla. La causa de que se sintiera tan atraído, aunque no debiera haber sido. Él la
escogió para el sagrado honor de ser la madre de su legado. Con lo que nunca contó era
conmigo, y que el grado de pureza de tu madre te afectaría.
—Estás tan llena de mierda, Menyara, deberías ser pasto de vaca.
Ella dirigió un huesudo dedo ante él.
—Será mejor que controles ese tono, muchacho. No eres tan grande para que no
pueda azotarte, como lo hacía cuando eras joven.
—Soy todopoderoso. ¿No es eso lo que me dijiste?
—Y yo limité tus poderes una vez. No creas que no puedo hacerlo de nuevo.
Créeme, no eres la criatura más poderosa en este universo. Hay muchos que pueden
derrotarte.
Nick se apartó. Atacarla era inútil y le hizo sentirse como su padre, algo que
siempre había despreciado. Ella tenía razón. Había estado allí toda su vida, como una
segunda madre para él.
—Lo siento, Mennie. Estoy teniendo un momento difícil con todo esto. Sin ofender,
pero es un poco difícil de tragar.
Ella puso la mano contra la marca en su mejilla del arco y flecha de Artemisa.
—Intentaste vender tu alma a una diosa por venganza. ¿No es ridículo?
—Entiendo el punto, y podría agregar que todo salió muy mal. Sólo desearía que
hubiera tenido más información acerca de todo esto.
Ella dejó caer la mano sobre sus hombros.
—¿Qué recuerdas de tu padre?
—Sólo la parte de atrás de su mano cuando me cruzaba la cara. Él tenía “odio”
tatuado en los dedos de la mano derecha y, “muerte” en los de la izquierda. En realidad
no recuerdo que aspecto tenía. Todo lo que veo es una montaña de hombre con ojos
llenos de odio.
Ella suspiró suavemente.
—Malachai. Corruptos. Airados. Amargos. Todos demonios. Fueron creados de lo
peor del universo, para luchar contra todos aquellos que eran puros y amables. A pesar
de sus fallos, tu padre sobrevivió mucho más tiempo que cualquier Malachai anterior.
Pero supo que su tiempo estaba acortándose, razón por la que te engendró. A cada
Malachai se le permite tener un único hijo para continuar su legado. Tú eres el suyo.
—Y me maté, por lo que ha terminado.
Ella agitó la cabeza.
—Tienes medios para regresar de la muerte. Puedes recuperar tu alma y renacer.
—¿Para qué?
Ella le sonrió.
—Sólo tú puedes contestar a esa pregunta. Sólo nosotros, nosotros mismos,
podemos definir nuestro propósito en este mundo. El de tu padre era herir y castigar.
El mío ha sido protegerte, ¿El tuyo…?
—Matar a Acheron Parthenopaeus.
—¿Y eso realmente llenará el amargo agujero que tienes en tu corazón?
Nick le gruñó.
—No puse ese agujero allí. Lo hizo él.
—Mírame —ladró—. Le dirás la verdad a Menyara, muchacho.
Nick rechinó los dientes cuando las amargas emociones crecieron dentro de él.
—Ash mató a mi madre.
—Un Daimon mató a tu madre, porque llegaste tarde a su trabajo para
acompañarla a casa. Sabes la verdad, Ambrosius. Reconócelo. Ash nunca habría
permitido que ella muriera, si hubiera podido llegar allí. Estaba bajo un brutal ataque
esa noche. Aunque estaba enfadado contigo, habría dado su vida para proteger la de
ella. Desde ese día, visita su tumba para honrarla, incluso más de lo que lo haces tú.
Lágrimas le escocieron los ojos cuando el dolor le atravesó. Quería que su madre
regresara. Para verla una vez más. Para sentir su mano sobre la mejilla, mientras le
sonreía con el orgullo brillando en sus amables ojos. Quería volver a tiempo y salvarla
del cruel asesinato. Había sido la mejor madre que cualquier persona podría tener, y
había muerto brutalmente en manos de sus enemigos.
No había merecido eso.
Y no había merecido a un hijo como él, que había sido incapaz de protegerla del
mal.
Menyara continuó acicateándole.
—Fuiste tú quien la puso en peligro. No Acheron. Fuiste tú quien le falló. Tú quién
la mató.
Nick rugió cuando la furia fluyó a través de sus venas. Girando la cabeza, dejó salir
el dolor que conmocionó el cuarto con un estruendo sónico... Su visión cambió… Ya no
veía en colores. Más bien vio el universo como era. Escuchaba el tejido de la vida que
rodeaba y ataba a cada criatura viviente.
Nunca había conocido tal poder. Tanta rabia y odio. Podía saborearla en la lengua.
Menyara le miraba sin miedo o temor.
—Ahora tienes el poder para matar a Acheron. ¿Lo harás?
Él desnudó los colmillos a Menyara, el fuego emanando de las manos y
acumulándose por la longitud de ambos brazos.
—Diablos sí.
Después de todo, Acheron Parthenopaeus estaba a punto de morir.

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