sábado, 25 de febrero de 2012

DW cap 8

JERICHO SE VISTIÓ INMEDIATAMENTE A SÍ MISMO Y A DELPHINE. Empezó a
lanzarse contra los gallu, pero Delphine lo cogió y tiró de él de regreso.
—No puedes. Un arañazo o un mordisco donde tu sangre se mezcle con su saliva o
sangre y estarás bajo su control. Piensa en ello.
Pero no estaba en él, no luchar.
Gruñendo con rabia, se cubrió el cuerpo con una armadura negra.
—Mejor que sean capaces de penetrar el Kevlar.
Delphine estaba atónita cuando fue por ellos. Dio al primero un puñetazo tan fuerte,
que levantó al gallu un metro en el aire y lo lanzó, golpeando contra la pared detrás de él.
El segundo que lo intentó quiso morder a Jericho, pero este cogió al gallu por la camiseta y
lo arrojó por encima del hombro. En un limpio movimiento, sacó su daga y fue por el
tercero.
Delphine jadeó cuando el que estaba en el suelo se levantó y se abalanzó hacia ella. Sin
armadura o sus poderes, estaba indefensa. Miró a su alrededor pero no había lugar a
donde ir. No había manera de huir de él.
Estaba atrapada.
Justo cuando el gallu debería haberla alcanzado, rebotó contra una pared invisible. A
ella le tomó un segundo darse cuenta de lo que había sucedido.
—¡Ja! —dijo ella triunfante cuando él lo aporreó con el puño. Jericho debía haber
utilizado sus poderes para escudarla.
El gallu no estaba feliz cuando abrió la boca para mostrarle dos filas de serrados
colmillos. Ella alzó la barbilla y le hizo su mejor sonrisa “lero, lero”.
—Antes o después serás mía —prometió él.
Ella le bufó.
—Cuidado bebé, yo devuelvo el mordisco.
Sólo que no hoy y no sin sus poderes. Suerte para él porque cuando entraba en la lucha,
raras veces tenía un igual.
Jericho, por otro lado, estaba en toda su gloria mientras los derrotaba. Ella nunca había
visto a nadie disfrutar más de una pelea. Al menos no hasta que cinco más se unieron a los
tres primeros.
Intrépido, siguió adelante, pero ella no era tan audaz.
Incluso el más fuerte de los fuertes puede ser sobrepasado y asesinado cuando está en
franca desventaja numérica.
Un mordisco, un rasguño y se iría para siempre.
—Jericho, ¡por favor! —Rogó ella mientras lo atacaban al mismo tiempo—. No vale la
pena. No deseo que resultes herido. Por favor, detente.
Jericho dudó ante la angustia que escuchó en la voz de Delphine. Mirando por encima
del hombro vio la preocupación en su rostro mientras golpeaba a un gallu y le daba una
patada de tijera a otro. Su mano estaba extendida contra la pared invisible que tenía a su
alrededor. Su ceño estaba tenso mientras sus ojos le rogaban que escuchara.
Se veía tan disgustada.
Sobre todo, se preocupaba...
Por él.
Qué cosa tan simple e increíble. Sólo Nike se lo había demostrado alguna vez y nunca
con la clase de pasión que Delphine le mostraba. Esto lo hizo detenerse.
Una sombra cruzó frente a él.
Era Noir.
Noir miró a los gallu con una mueca de disgusto.
—¿Tengo que hacerlo yo todo por vosotros, bastardos? Perros estúpidos y sin valor.
Sujetadlo en el suelo y mordedlo. ¿Es tan difícil?
Noir envió una ráfaga directamente al pecho de Jericho.
No había manera de evadirlo o evitarlo. Jericho maldijo mientras era enviado
desvanecido y arrastrado por del suelo. El dolor hizo que cayera el escudo alrededor de
Delphine
Ella pateó al gallu cuando corrió hacia donde estaba.
Jericho rodó y se puso en pie. Sus instintos eran atacar al gallu frente a él e ir tras Noir.
En vez de eso, esquivó al gallu y fue tras Delphine, quién no tenía manera de protegerse.
En el momento en que la tocó, los teletransportó fuera de la habitación y de vuelta a su
apartamento para mantenerla a salvo.
O eso pensaba él.
Noir y el gallu los siguieron y aparecieron dentro de la habitación, detrás de ellos.
Jericho observó la expresión de pánico de Delphine. Y supo qué debía hacer. No había
otra manera.
El corazón de Delphine se hundió cuando vio el número de gallus a las órdenes de
Noir. ¿De dónde habían venido? No tenían oportunidad contra ellos.
Pero no tuvo tiempo de pensar en ello mientras Jericho la ponía frente a sí. Ella estaba
esperando que él luchara contra ellos. En cambio, la acercó más a él.
Antes de poder preguntar qué estaba haciendo, alcanzó su cuello.
Y le quitó el collar.
Aturdida, le llevó un minuto darse cuenta de lo que había hecho y por qué. No quería
herirla. Estaba poniendo su seguridad por encima de la de él.
Una calidez la recorrió.
—Vete —dijo él, sus ojos atormentados—. Ponte a salvo.
—¿Qué hay de ti?
—Simplemente me seguirán a donde quiera que vaya.
La besó suavemente en los labios.
—Vete.
Gentilmente la empujó para alejarla, luego giró para enfrentar a los demonios.
Nada la había conmovido más que lo que él había hecho.
Por ella.
Se encontró con la mirada de Noir y vio claramente su próxima intención. Iba a
utilizarla para llegar a Jericho. Cada parte de ella quería quedarse y pelear, pero sabía que
no podía. Era una responsabilidad que él no podía afrontar.
No había forma de ganar esto.
Pero no iba a dejar a Jericho a su merced. No de esa manera. Lo sobrepasaban
demasiado en número e incluso con armadura, no sería capaz de contenerlos más que
unos pocos minutos.
Tirando de Jericho desde atrás, envolvió los brazos alrededor de su tenso y musculoso
cuerpo y los teletransportó fuera de la habitación al Olimpo.
En el momento en que se dio cuenta de donde estaba, se volvió hacia ella, su cara una
máscara de furia. Ella podía decir que él prefería ser comido por los gallu que pasar un
solo segundo en el Hall de los Oneroi.
—¿Qué has hecho?
—Te he salvado.
Su expresión era furiosa.
—Salvarme, ¡mi trasero! No puedo estar aquí. No quiero estar aquí.
—Lo sé —dijo ella intentando calmarle—, pero esto nos da un respiro de Noir. No
puede venir aquí y condenadamente seguro que no pueden traer a los gallus a nuestro
dominio.
Jericho le gruñó. Era verdad y lo sabía. Sin embargo, esto no cambiaba el hecho de que
ese lugar trajera vívidos recuerdos, los cuales quería mantener enterrados.
Odiaba estar aquí.
Delphine ahuecó su cara entre las manos.
—Está bien, Jericho. Olvida el pasado. Las cosas han cambiado.
¿Lo habían hecho?
—Estamos en el Hall de los Oneroi. Se ve igual ahora que lo hacía entonces.
—Quizás lo parezca, pero aquí ya no hay Oneroi. Sólo estamos nosotros.
Y Phobos, quién atravesó la puerta con aspecto atónito.
—No puedo creerlo. Habéis vuelto aquí… juntos. Estaba seguro que nunca te vería de
nuevo. ¿Qué diablos has hecho?
—No preguntes —dijo Delphine avergonzada, haciendo que Jericho se preguntara si no
sabía que Phobos estaría aquí.
La abierta hostilidad de Jericho no preocupaba al dios cuando avanzó para detenerse
frente a Delphine.
—¿Has visto a Deimos?
Jericho iba a negarse a responder, pero sabía lo cercanos que eran los dos. Y mientras él
tenía rencor hacia Deimos, no había razón para ser un completo gilipollas con Phobos.
—Está en mala forma, pero vive.
El alivio en la cara de Phobos fue palpable.
—¿Hay alguna manera de sacarlo de allí?
Delphine negó con la cabeza.
—No lo sé. Nosotros apenas escapamos. Y ahora tenemos a los gallus tras nosotros.
Junto con Noir.
La expresión de Phobos era totalmente atónita.
—¿Los demonios sumerios gallu?
Ella asintió.
Él dejó escapar un disgustado sonido cuando volvió su atención a Jericho.
—Maldición, Cratus, ¿tienes que joder a todo el que conoces?
Teniendo toda la intención de zurrar al bastardo, Jericho dio un paso hacia él sólo para
encontrar a Delphine en su camino.
—No vas a hacerle daño.
—¿Quieres apostar?
Ella se plantó firmemente en su lugar, ambas manos sobre sus hombros.
—Sí, lo haré. Y ganaré yo.
Jericho bajó la mirada y se detuvo. Alguien más habría sido golpeado con un martillo
sólo por detenerlo. El hecho de que era tan diminuta en comparación a él sólo lo hacía
todo más risible. Podría aplastarla y no sentirlo siquiera.
Y aún así, no iba a tomar ventaja sobre ella, lo cual era probablemente la parte más
divertida de todas. ¿Qué estaba mal con él que no tenía voluntad cuando se trataba de
ella?
Dando un paso atrás, centró su mirada en Phobos.
—Dale las gracias a ella, Dolophonos. Acaba de evitar que te patee el trasero.
Phobos arqueó una ceja y se adelantó.
—¡Quieto! —chasqueó Delphine, volviéndose hacia Phobos y obligándolo a retroceder
un paso—. Una ronda más de Gran Testosterona y juro que os congelo a ambos donde
estáis.
Phobos alzó las manos a modo de rendición, lo cual hizo que Jericho se sintiera algo
mejor. No era el único intimidado por un Chihuahua.
El Dolophonos alzó la mirada por encima de la cabeza de ella para encontrarse la de
Jericho.
—¿Alguna idea de cómo sacamos a mi hermano de allí?
—Dinamita. Con algo de suerte quizás vuele también al bastardo.
A Phobos no le hizo gracia.
Delphine dejó escapar un exasperado suspiro antes de responderle.
—Jaden nos dijo que encontráramos a alguien llamado Acheron Parthenopaeus. ¿Le
conoces?
Phobos se sorprendió.
—Claro que sí. Me sorprende que tú no.
—¿Por qué?
—Es un dios atlante, conocido como Apostolos. Solía pasar un montón de tiempo con
Artemisa, pero no hablamos de ellos. Tiende a hacer más ácida a la pelirroja de lo que es
normal y hace que Apolo se ponga a gritar.
Desde el punto de vista de Jericho, eso podría ser entretenido. No le importaría sacarle
la mierda a golpes a Apolo durante algunas rondas.
Delphine frunció el ceño.
—No he pasado mucho tiempo en el Hall de los Dioses o con Artemisa. Intento evitar
cualquier consecuencia nuclear que venga de todo ese equipo.
—Sí, bueno, con dos metros diez, Acheron es un hombre difícil de olvidar. De todos
modos, es el principal chico malo. Pero no sé siquiera, si podrá vencer a Noir y ganar.
Jericho se encogió de hombros.
—Jaden piensa que sí.
—Entonces vayamos a ver a mi compinche y veamos lo que piensa.
Jericho cruzó los brazos sobre el pecho cuando Phobos los llevó a una pequeña casa en
el Barrio Francés. Curiosamente, estaba a solo unos pocos bloques de donde había estado
trabajando para Landry.
Delphine frunció el ceño ante el ordenado y modesto lugar que tenía un bonito enrejado
blanco. Esta armonizaba perfectamente con las otras casas de la calle. Nada la señalaba
como algo especial. Más aún, ella no sentía nada fuera de lo ordinario. Ni poderes u otras
cosas.
—¿Aquí vive un dios?
Phobos se rió ante su tono.
—Lo creas o no. Y este es mucho más bonito y grande que el apartamento que solía
tener aquí en Nawlin.
Con todo, estaba escéptica. No podía imaginarse a una entidad todopoderosa llamando
a esto… hogar.
—Si tú lo dices —dijo ella en un tono dubitativo.
Phobos sonrió.
—Lo digo. Y también digo que me sigáis.
Subió hacia la puerta y llamó.
—¿Por qué sólo no nos aparecemos dentro? —preguntó Jericho mientras permitía que
Delphine subiera las escaleras primero.
Phobos hizo un divertido sonido.
—No puedes. Tiene esto protegido. Además, es un dios y puede ser repugnante si lo
enfadas. Intenta aparecerte en cualquier lugar donde esté su amada esposa y te freirás más
rápido que un pollo en KF8. No tiene sentido del humor cuando se trata de ella. Así que
quita ese ceño de tu cara antes de que hieras sus sentimientos y consigas que te destripen
por ello.
Dada la extensa advertencia y la pasión en la voz de Phobos, Delphine estaba
esperando que una diosa abriera la puerta. Alguien que hiciera que Afrodita temblara de
miedo y vergüenza.
Así que cuando la puerta se abrió para mostrarle una mujer promedio con
indescriptible pelo castaño que estaba recogido en coletas, se quedó confusa. La única cosa
que la mujer tenía en común con la mayoría de las diosas era su altura y su hermoso pelo.
El resto de ella parecía completamente humano.
Vestida con una larga falda beige y un suéter verde, les dio una brillante y amigable
sonrisa.
—Hey, Phobos, ¿qué estás haciendo aquí?
Phobos le devolvió la sonrisa.
—Hola, Tory. Estamos aquí para ver al grandullón. ¿Está por aquí?
—Claro —ella retrocedió y abrió la puerta para que entraran.
Phobos entró primero, con Delphine dos pasos por detrás de él y Jericho cerrando la
retaguardia. La casa era muy normal. Pintoresca y ordenada, estaba decorada en tonos
neutros: marrones oscuros, dorados y un poco de ocre. De nuevo no era nada fuera de lo
común, excepto quizás por los artefactos griegos y las estatuas de los Dioses Olímpicos
que estaban esparcidas por los huecos y rincones. Había también fotos familiares dispersas
por ahí y un pequeño gato de Bengala en la esquina durmiendo sobre el suelo mientras un
rayo de sol calentaba su expuesto vientre.
La mirada de Delphine se detuvo en seco ante una foto en particular. Esta era la de una
joven Tory en las ruinas de un antiguo templo griego con una mujer rubia y un hombre
moreno… Un hombre al que Delphine conocía muy bien.
—¿Arik? —dijo en tono sorprendido.
Tory arqueó una ceja.
—No estoy segura… se parece a alguien a quien yo conocía.
—Es el mismo Arik.
Esa tenía que ser la voz más profunda que Delphine había oído jamás y estaba matizada
con un acento que no había oído en siglos.
Atlante.
Volviéndose en la dirección de donde venía, vio un hombre extremadamente alto
sentado en un sillón con una guitarra eléctrica negra en su regazo.
Su pelo estaba teñido en una profunda sombra púrpura y sus ojos eran un peculiar
color de remolinante plata. Vestido como un gótico, no parecía mucho mayor de los
veinte. Pero el aura de poder que lo envolvía activó cada campana de advertencia de su
cuerpo. Este no era un ser humano.
Era un inmortal extremadamente poderoso.
Uno que parecía ser el completo polo opuesto de la mujer que le sonreía. Y cuando le
devolvió la sonrisa, la mirada en sus ojos decía que Tory era todo su mundo.
Dioses, que no daría ella porque un hombre la mirase de esa manera.
Tory se movió para quedar a su lado con una mano sobre su hombro. El dios pareció
relajarse, y con todo, Delphine no tenía duda de que si ellos hacían un solo movimiento
que no le gustase, los quebraría igual que al pan tostado en un latido de corazón.
—¿Qué pasa, Pho? —le preguntó a Phobos.
Phobos se rió.
—Como si no lo supieras antes de que llamase a la puerta —él se volvió para señalarlos
a ellos—. Delphine y… —Phobos vaciló en cómo llamarlo a él.
—Jericho —dijo él entre dientes.
Phobos no respondió a la rabia en su tono.
—Jericho y Delphine, os presento a Ash Parthenopaeus y a su esposa Soteria. Tory para
abreviar.
Delphine se sorprendió con la introducción, especialmente desde que sabía que no era
la misma Soteria del Olimpo.
—¿Te llamas así por la diosa griega de la seguridad?
El rostro de Soteria se iluminó, entonces se convirtió rápidamente en un preocupado
“oh”.
—Eres una de ellos, ¿no?
—¿Una de quién? —preguntó Delphine.
—Uno de los —Tory enmarcó la cita en el aire con sus dedos—, amigos especiales de
Ash. Nadie sabe nunca de donde procede mi nombre. Es demasiado oscuro—. Ella bajó la
mirada a su marido y sacudió la cabeza—. No me extraña que conociera a Arik. Ahora
tiene completo sentido. ¿Todos los dioses griegos se conocen entre sí?
Ash enlazó sus dedos con los de ella sobre su hombro.
—No siempre y definitivamente no íntimamente. Es un panteón bastante raro. Delphine
es una Oneroi. De ahí que conociera al marido de tu prima Geary. Jericho sería mejor
conocido como el dios Cratus.
Tory alzó ambas cejas.
—¿El Cratus que encadenó a Prometeo?
Ash asintió.
—Oh —dijo Tory lentamente, mirando de arriba abajo a Jericho con una mirada de
apreciación y temor—. Estoy segura de que todavía eres un muy encantador… e… dios,
¿verdad?
A Jericho no le hizo gracia, pero no iba a empezar una pelea con ella por eso. No le tenía
miedo a Ash, pero sabía que un dios todopoderoso no sería fácil de vencer. Ganar, perder
o empatar sería sangriento.
Y largo.
Tory bajó la mirada hacia Ash.
—¿Por qué están aquí?
—Noir está tras ellos.
El hecho de que Acheron lo supiera sin decírselo decía mucho de sus poderes.
Pero eso no respondía a la pregunta principal de Jericho.
—¿Por qué Jaden nos envió a ti?
Ash sonrió con picardía.
—Porque soy un tío genuinamente encantador que toca muy bien la guitarra.
Tory se rió.
—Dicho sólo por algunos que no saben lo gruñón que eres por la mañana.
En absoluto divertido, Jericho les dedicó una burlona mirada.
—Sabéis, quizá fuera divertido si la situación no fuera tan horrible. Te das cuenta de
que Noir podría estar aquí en cualquier momento.
Ash dejó ir la mano de Tory para rasgar un acorde como si no tuviera ninguna
preocupación en el universo.
—No, no puede. Quiero decir, en teoría podría. Pero eso sólo lo haría sangrar
rápidamente y mientras pueda o no ser más fuerte de lo que lo soy yo, no se arriesgará a
mis represalias.
—¿Por qué no?
—Quizás tenga a los Gallu. Pero yo mando sobre los demonios Carontes. Si quiere una
batalla, puedo dársela, y en números que arruinaría su mejor día.
Jericho estaba adecuadamente impresionado.
—Pensé que los Carontes se desvanecieron con la Atlántida.
—Estabas equivocado. Están vivos y bien, y más que impacientes por darse un
banquete de gallu. De hecho, hay todo un club aquí mismo en la ciudad.
Jericho arqueó una ceja.
—¿Hablas en serio?
—Igual que una tumba.
Por primera vez, Jericho dejó escapar un aliviado suspiro. Las cosas empezaban a verse
bien para ellos. Los Carontes eran los enemigos naturales de los gallu y lo mejor de todo,
eran inmunes a sus mordiscos. Con ellos a su lado, al menos tendrían una oportunidad de
luchar.
Al menos hasta que Ash habló de nuevo.
—La otra razón por la que Jaden os envió a mí… es que estoy entrenando al Malachai.
Jericho no podía estar más atónito si Ash se hubiera levantado y golpeado con la
guitarra.
—¿Has perdido el juicio? ¿Por qué entrenarías un instrumento de destrucción?
Ash se encogió de hombros.
—Todos nosotros elegimos nuestros destinos. Nuestro nacimiento no dicta nuestro
futuro a menos que lo permitamos.
Jericho puso los ojos en blanco ante la actitud de su política de no intervención.
—¿Cuán ingenuo puede ser un dios?
Tory sonrió con indulgencia.
—Acheron es el Heraldo de la Destructora Atlante. La profecía decía que sería el único
que destruiría el mundo, y aún así, es uno de sus más fieros protectores. Incluso aunque
fue concebido para ser la herramienta que su madre utilizaría para su aniquilación, ni una
sola vez cedió a su destino —bajó la mirada hacia él y negó con la cabeza—. Y los dioses
saben que tiene más derecho a desear que el mundo se acabe que nadie que yo conozca.
Acheron le besó la mano.
—Así que ya ves, sé una o dos cosas acerca de entrenar un destructor y enseñarle como
luchar contra sus impulsos naturales. Nosotros sólo estaremos en problemas si dejamos al
Malachai a su voluntad y entonces Noir consiga ponerle las manos encima.
Jericho todavía tenía sus dudas acerca de eso.
—Eso dices. No tienes manera de saber si, una vez que sea entrenado, él te seguirá a ti o
a Noir.
—Cierto. Pero de nuevo, estás aquí cuando sólo hace unas horas estabas decidido a
pelear a muerte al lado de Noir.
—El bastardo me traicionó y atacó. Nadie me convierte en un estúpido suplicante.
Debió haberlo pensado mejor antes de intentarlo.
—Y yo creo que cuando llegue el momento, Nick tomará la misma decisión. Quizás me
odie, pero tampoco seguirá a nadie ciegamente.
Dado que Jericho no conocía la personalidad del Malachai, no iba a poner mucha fe en
él.
—¿Lo sabes con seguridad?
—Llámame optimista, pero voy a decir que sí —Ash movió la mano para indicar las
sillas a su lado—. Citando a mi esposa, pillad asiento. Tenemos que averiguar una manera
de rescatar a los Oneroi y a los Skoti antes de que Noir los convierta en gallu.
Delphine se congeló ante el pensamiento. Si eso llegaba a suceder…
La humanidad estaría completamente condenada.
—¿Crees que también podamos liberar a Jaden? —preguntó ella tomando asiento en el
sofá al lado de Jericho. Phobos se sentó a su otro lado.
Acheron negó con la cabeza.
—Desafortunadamente, Jaden está perdido para nosotros, pero todavía será un aliado
cuando pueda serlo.
Tory frunció el ceño mientras continuaba de pie detrás de Acheron.
—¿Qué hay de Jared?
Delphine duplicó la expresión.
—¿Quién es Jared?
La respuesta de Ash la sorprendió.
—El último Sephirot.
Los Sephirii habían sido creados para luchar contra Noir y su armada de Malachai
volviendo en el tiempo antes de que el hombre y la historia recordaran.
Delphine estaba confusa.
—Pensé que después que Noir y la fuente hubiesen tenido su guerra todos los Malachai
y Sephirii habían sido derrotados.
—Lo fueron —explicó Ash—, todos a excepción del único Sephiroth que traicionó a sus
hermanos. Fue condenado a una eternidad de esclavitud. Dado que el universo es
realmente una gran balanza, un Malachai sería liberado para traer la muerte sobre el
Sephiroth que debería liberar. Eso es por lo que los Malachai todavía mantienen todo el
poder que necesitan para realinear todo el universo que pondría a Noir a la cabeza de la
cadena alimenticia.
Jericho miró a Delphine antes de volverse hacia Acheron.
—¿Por qué no está el Malachai con Noir?
—El padre de Nick rompió con él. Nadie sabe por qué. Hace siglos, el más viejo de los
Malachai se ocultó, con Noir y Azura persiguiéndole a cada paso del camino. Hace un par
de décadas, decidió poner un huevo y nuestro actual Malachai nació. Tan pronto como
Nick alcanzó la edad para reemplazar a su padre, el viejo Malachai murió.
Delphine todavía no lo entendía.
—¿Entonces por que Noir no ha sido capaz de encontrar a ese Nick?
—Los poderes de Nick fueron atados para protegerle y escudarle de Noir y darle la
oportunidad de regresarse a su propósito original. No fue hasta que un dios de la Fuente
le atacó que esos poderes fueron desbloqueados de modo que pudiera defenderse por sí
mismo. He estado intentando entrenarle desde entonces.
Tory dejó escapar una ahogada risa.
—“Intentando”, es verdad.
Jericho entrecerró la mirada mientras sopesaba esa única palabra y sus implicaciones.
La última cosa que necesitaban era un Malachai entrenado en sus gargantas.
—¿Se resiste a ello?
Ash negó con la cabeza.
—No al entrenamiento o a su destino. El problema es, que odia mis tripas. Es un
problema personal que tenemos que resolver.
Tory dejó escapar un vulgar resoplido.
—Están trabajando en eso… lentamente.
—Fantástico —suspiró Jericho—. Así que, ¿dónde nos deja eso con el Sephirot?
—Bueno, el problema principal es que su actual maestro resulta que es la reina de los
Daimon. Desde que yo y mis hermanos Dark-Hunter cazamos y ejecutamos a sus
Daimons, no está realmente inclinada a ponerse de nuestro lado o hacernos ningún favor.
¿Pero quién sabe? Quizás la cojamos en un buen día.
Sí, claro.
—Esperemos que no sangriento.
—Eso pienso yo también.
Delphine dejó escapar un cansado suspiro.
—Estamos completamente arruinados. Mis hermanos están en las manos de un
demonio, a punto de convertirse en estúpidos predadores, y la única esperanza que
tenemos es un Malachai sin entrenar que quizás nos abandone para luchar con ellos y un
Sephiroth en manos de los Daimons.
Los Daimons eran una raza vampírica que vivía robando y destruyendo almas
humanas. Lo mejor de todo era, que ellos odiaban apasionadamente a los dioses Griegos,
ya que Apolo había sido el único que los había condenado a beber sangre y a morir
dolorosamente a la edad de veintisiete años. La única manera de sobrevivir más allá de
eso era capturando almas humanas.
Como resultado, los Daimons no eran de gran ayuda para nadie excepto para ellos
mismos. No es que los culpara. Habían sido realmente jodidos por su panteón.
A Delphine le enfermaba su credo.
—No es un buen día para ser humano, ¿no?
—Tampoco es un buen día para ser nosotros —añadió Phobos sarcásticamente.
Delphine no podía estar más de acuerdo.
—¿Crees que Noir hará equipo con los Daimons?
Ash sacudió la cabeza.
—Stryker, mientras no lo molesten, no luchará con ellos. No tienen código. Stryker y su
gente no luchan para matar, luchan para sobrevivir. Tenemos suerte en eso. Sólo permite
que su gente tome las vidas que necesitan… y de algunos Dark-Hunters que puedan
encontrar ya que somos sus mayores predadores. Aunque estoy seguro que no evitaría la
dominación del mundo, su prioridad es la supervivencia de su gente. Noir, por otro lado,
mata por placer y quiere derrocar a todos los panteones y destruirlos. Ni a Stryker ni a su
esposa se les da bien seguir a otra gente. Lucharán contra él hasta que estén muertos.
Jericho se rascó la mejilla.
—Quizás debamos dejar que esos dos lo discutieran.
Phobos resopló.
—Eso habría que pagar-para-verlo. Desafortunadamente, nosotros seríamos cogidos en
el fuego cruzado.
—Todavía pienso que quizás hagan equipo con Noir —insistió Delphine—. Eso tendría
sentido. Los Daimons podrían ocuparse de los humanos mientras los gallus se ocupan del
resto.
—No —dijo Ash firmemente—. Conozco a Stryker, y además, los gallu estuvieron con
él hasta hace unos pocos meses cuando intentaron comérselo a él, su esposa y su hija.
Siendo la más implacable de las almas, no va a darles la bienvenida demasiado pronto.
Como resultado, los Daimons han abierto la veda sobre ellos. Por ahora, nosotros estamos
a salvo en esos términos.
Jericho todavía no estaba completamente convencido.
—Pero jodidos en términos de todo lo demás.
—No por completo —Ash miró a Phobos—. ¿Cuántos de tu gente habéis quedado?
—Un par de docenas… quizás.
Ash asintió pensativamente.
—Podemos trabajar con eso.
—¿Qué hay de los gallu? —preguntó Jericho.
—Puedo conseguir que los Carontes nos ayuden con ello. Eso sólo nos deja una cosa…
—El Sephiroth —dijo Jericho.
Incluso aunque era un dios de la Fuente, Jericho no podía manejar él sólo a Azura, Noir,
los Skoti y los gallu. Necesitaban ayuda.
—Creo que tenemos que hablar con los Daimons.
Ash inclinó la cabeza.
—No podría estar más de acuerdo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario