sábado, 25 de febrero de 2012

DW EPÍLOGO

Knob Crek, Tennessee
DELPHINE ESTABA SUMAMENTE NERVIOSA MIENTRAS SE ACERCABAN al
pequeño conjunto de escaleras que conducían a una cabaña de troncos en lo alto de una
montaña enorme, en el quinto pino. Hacía frío y estaba nevado, pero el paisaje era
impresionante.
Aun así, esto no podía calmarla.
—Quizás deberíamos haber llamado primero.
Jerichó hizo un sonido de regaño en lo profundo de su garganta.
—No puedes decirlo en serio. Es lo único sobre lo que has hablado durante las últimas
dos semanas.
—Sí, pero ¿cómo me presento? ¿Y si ella no me recuerda?
Él puso los ojos en blanco.
—Eres su hija, Delphine. Créeme, eso no es algo que ella vaya a olvidar.
Tal vez, pero era la hija que su madre había pensado que estaba muerta. A lo mejor ella
la había expulsado de su mente completamente y había seguido con su vida.
—Y si…
La levantó y la llevó en brazos.
—¡Jerichó! —espetó, temerosa de que él resbalara en la nieve y las piedras y se hirieran
ambos—. Bájame. No quiero reunirme con ella de esta manera.
Él le lanzó una mirada severa antes de complacerla y dejarla en el suelo justo delante de
la puerta de madera roja.
Delphine todavía estaba intentando acostumbrarse a sus emociones, las cuales estaban
completamente desequilibradas respecto a esto. Estaba asustada y feliz. Aprensiva y
nerviosa.
Nada de esto la hacía sentirse bien.
Pero Jericho estaba en lo cierto. Una vez que se había aclimatado a la realidad de que
tenía a una madre que estaba viva, se había obsesionado con reunirse con ella.
Sin embargo, ahora que estaba aquí... no era tan fácil como había pensado que sería.
—Estoy aquí mismo, nena —dijo Jericho suavemente, colocando una mano firme en su
hombro para reconfortarla—. Llama a la puerta.
—De acuerdo —ella tomó una larga y profunda inhalación.
Apretando los puños, contempló la puerta, que era de alguna manera intimidante de
una forma no amenazadora. Ella había luchado contra dioses y demonios, Daimons y
gallus. Entonces, ¿por qué resultaba tan condenadamente duro esto?
Sólo llama...
~ 185 ~
Su mano tembló cuando la levantó y llamó tímidamente. Girando hacia Jericho, se
encogió de hombros.
—Bien, supongo que no están en casa. Lo intentaré otra vez más tarde.
Echó a andar hacia las escaleras sólo para conseguir que Jericho la agarrara y arrastrara
de vuelta a la puerta. Con un fruncimiento de ceño contenido, él alargó la mano
bordeándola y golpeó en la madera con tanta fuerza que hizo traquetear los goznes.
—Te odio —siseó ella.
—Me amas —dijo él con una tierna sonrisa—. Incluso cuando te cabreo.
Ella estaba a punto de corregirlo cuando oyó el sonido de alguien abriendo la puerta. Su
corazón golpeó furiosamente temeroso y expectante.
Jericho la giró al mismo tiempo que la puerta se abría para mostrarle una mujer que era
casi idéntica a ella, excepto por su pelo negro y sus vivos ojos azules.
Vestida con un suéter blanco de invierno y vaqueros, su madre la contempló como si
ella fuera un fantasma. Su respiración se agitó.
—¿Es una broma de mal gusto?
Su mirada aguda fue de Delphine a Jericho, y luego se entrecerró con odio. Chilló
ultrajada—. ¡Bastardo! ¿No tienes bastante con lo que me has hecho?
Delphine la agarró cuando ella embistió contra Jericho.
—¿Mamá?
Su madre luchó contra ella hasta que aquella palabra se registró en su mente más allá
de su furia. Las lágrimas llenaban sus ojos azules cuando retrocedió para mirar a Delphine
otra vez.
—¿Iole? —inhaló incrédula—. ¿Realmente eres tú? ¿Puede ser?
Delphine sollozó mientras asentía con la cabeza.
—Soy yo, Mamá. Cratus no me mató tal como Zeus le ordenó. Me escondió lejos para
protegerme.
Leta tiró de ella para abrazarla tan estrechamente que apenas podía respirar, pero a
Delphine no le importó.
Esta era su madre. Su verdadera madre. Estaba viva y aquí... y la recordaba.
Qué cosa tan tonta, y a pesar de eso hasta este momento ella francamente había tenido
miedo de que su madre la rechazara. De que la hubiera olvidado.
—Te quería tanto —sollozó Leta, acariciándole el pelo—. Les he odiado a todos ellos
durante mucho tiempo... No ha pasado ni un solo día sin que pensara en ello y me
preguntara cómo habrías sido tú de haber vivido. —Besó el pelo de Delphine, luego su
mejilla. Sacudiendo la cabeza, ahuecó su cara y la contempló con un resplandeciente
orgullo en lo profundo de sus ojos azules—. ¡Mírate! Tienes los hermosos ojos de tu padre
y estás tan crecida.
Delphine se rió a través de sus lágrimas.
—Pareces mi hermana.
Leta se rió hasta que su mirada volvió a Jericho. Era condenatoria de nuevo.
—¿Por qué no me dijiste que estaba viva? ¿Cómo pudiste habérmelo ocultado?
—Zeus lo castigó despiadadamente —le explicó Delphine.
~ 186 ~
Jericó mantuvo la mirada de Leta con integridad, queriendo darle a conocer que no le
había hecho daño a propósito.
—Si hubiera habido un modo de hacértelo saber, lo habría hecho. Te lo juro. Pero ellos
hubieran sabido que estaba viva y Zeus la habría matado.
Leta alzó la mano y tocó su mejilla llena de cicatrices.
—Esto fue...
—¿Por salvarla? Sí.
Las lágrimas de Leta fluyeron aún más mientras lo atraía dentro de sus brazos y le
besaba la mejilla con cicatrices.
—Gracias, Cratus. Gracias por salvar a mi bebé y traérmela de vuelta.
Delphine vio como los ojos de él se empañaban al mirarla.
—Créeme, soy yo quién debe gratitud aquí.
Leta se retiró con el ceño fruncido.
—¿Qué quieres decir?
Delphine sorbió por la nariz mientras alcanzaba a tomar la mano de Jericho.
—Es mi marido, mamá.
—¿Estás casada? —Leta volvió a abrazarla—. Oh esto es... esto es... ¡maravilloso!
—¿Leta? ¿Estás bien?
Delphine se enjugó las lágrimas cuando un hombre alto y rubio atravesó la puerta. Pero
lo que más la sorprendió era que lo conocía.
Aidan O'Conner. El famoso actor. No sabía en cuantos sueños de mujeres había estado
que fantaseaban con él.
Era muy raro.
No obstante la cosa más impactante era el bebé de cabeza morena, envuelto en un
vestido rosa sin mangas en brazos de Aidan.
Riendo, Leta tomó a la niñita y la abrazó estrechamente.
—No podría estar mejor, Aidan.
—Entonces ¿por qué estás gritando y estás de pie aquí fuera dónde te estás congelando
sin un abrigo?
Ella le besó la mejilla antes de volverse hacia Delphine.
—Kari, te presento a tu hermana mayor, Iole.
Delphine se rió mientras el bebé agitaba sus brazos hacia ella y decía un muy tímido
hola.
—¿Tengo una hermana? —preguntó, encantada por las noticias.
—¿Tengo otra hija? —preguntó boquiabierto Aidan.
Leta asintió con la cabeza.
—Aidan, te presento a Cratus…
—Jericho —corrigió él.
Leta frunció el ceño confundida.
—¿Jericho?
~ 187 ~
Él asintió con la cabeza.
—Cratus murió hace tiempo.
Ella inclinó la cabeza como si lo comprendiera totalmente.
—Jericho salvó a mi bebé de Dolor cuando él nos atacó y la crió.
—Uf, no —corrigió Jericho con una risa nerviosa—. Se la di a unos campesinos que la
criaron, de otra manera esto sería realmente escalofriante.
Delphine sacudió la cabeza ante él y su paranoia.
—Y pasé a ser Delphine.
Leta pareció sorprendida por esto.
Jerichó se encogió de hombros avergonzado.
—Yo no sabía el nombre que ella tenía, y tú no estabas siendo esa noche exactamente
amable con nosotros. No es que te culpe. Sólo la entregué y volví antes de que alguien se
diera cuenta de lo que había hecho con ella. Ellos le dieron su propio nombre. Lo siento.
Leta movió sus manos alejando sus palabras.
—Nunca pidas perdón por lo que hiciste. Yo nunca te cuestionaría sobre ese tema —ella
acarició la espalda del bebé cuando la nena estornudó—. Pero Aidan tiene razón. Hace
realmente frío aquí fuera, y tenemos un fuego agradable dentro. Por favor entrad y uníos a
nosotros.
Jerichó los siguió al interior de una cabaña pintoresca que estaba decorada en azul
marino y verde con influencias del campo. La vista de las montañas a través del marco de
las ventanas era increíble.
—Tenéis una casa bonita.
—Gracias —dijo Aidan.
Leta bajó a Kari para que se pudiera apoyar en la mesa de centro donde sus juguetes
estaban esparcidos.
—¿Puedo poneros algo para beber?
—No, estamos bien —Delphine se sentó en el sofá.
Su madre se sentó a su lado al mismo tiempo que su hermana dejaba los juguetes para
dar palmadas en las rodillas de Delphine. Encantada con ella, Delphine la cogió y se la
colocó en el regazo para así poder acurrucarla.
Aidan y Jericho se quedaron atrás con poses de tipos duros.
—Así que ¿cuándo os casasteis?
Jericho se encogió de hombros.
—Hace unas semanas.
Aidan frunció el ceño.
—Lamento no haberlo sabido. Sin duda alguna habríamos estado allí.
Leta le sonrió.
—En realidad, no es así como lo hacen los dioses, cariño. Tú simplemente te declaras
casado y lo estás.
—Un poco anticlímax, ¿no?
Jericho sacudió la cabeza.
~ 188 ~
—Tal vez, pero el matrimonio va más sobre el compromiso que sobre los votos.
—No —dijo Leta mientras abrazaba tanto a Delphine como a Kari—. El matrimonio va
sobre el amor más que sobre cualquier otra cosa.
Delphine alzó la vista hacia Jericho y sonrió. Su madre tenía definitivamente razón. Y
ella estaba agradecida de que hubiera gente en su vida que formara parte de su familia.
Tanto aquellos ligados a ella por la sangre como aquellos ligados a ella por elección.
Vanishing Isle
MADOC, SENTADO SOLO EN SU OFICINA, CONTEMPLABA la escena de Delphine
y su familia. Sí, estaba fisgando, pero ella había hablado tanto sobre ello que tenía miedo
de que le saliera mal. Por suerte esto no había pasado.
Pero claro, Leta siempre había sido de buen corazón y afectuosa. Demasiado algunas
veces.
Y en realidad, la envidiaba aquella felicidad. Hubo un tiempo en el que él había ansiado
aquella clase de situación hogareña, pero había sobrevivido a demasiado y él había
cambiado.
Ahora tenía cosas mucho más apremiantes de las que encargarse.
Los vientos de cambio estaban levantando ampollas mientras reunían fuerza, y pronto
llegarían. Sintió un repentino cambio en el aire detrás de él. Era Jared.
Madoc lo lanzó una mirada por encima del hombro.
—¿Qué haces aquí?
—Ayudo a entrenar al nuevo Malachai y quería saber algo.
—¿El qué?
—¿Sabe alguien más que estás relacionado con él?

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