Adron apartó la máscara de oxígeno de su rostro.
Su médico le dirigió una mirada irritada.
-Debes dejarte eso, lo necesitas.
-No puedo respirar con eso delante.
-Apenas puedes respirar y punto –Theo volvió a su lugar la máscara de oxígeno.
Adron entrecerró los ojos, pero como siempre, a Theo no le importó. En los últimos cinco años, su lucha de voluntades se había vuelto legendaria en la fábrica de chismes del hospital.
Theo se pasó una mano por su pelo negro con canas mientras lo miraba ceñudo.
-No puedo creer que aun intentarais tener relaciones sexuales en vuestra condición. ¿En que estabais pensando?
Adron se quito de un tirón la mascara.
-No soy un frígido eunuco.
-No, no lo sois –dijo Theo, devolviendo a su lugar la mascara-. Sois un hombre cuyos órganos internos están apenas juntos. Su funcionabilidad es mínima en el mejor de los casos, y cualquier tensión en ellos puede matarle. Cuantas veces tengo que decirle que no podéis aplicar ninguna presión a vuestro abdomen.
-Pues bien, si tengo que morir, mejor me marcho con un buen estallido.
-No eres gracioso.
Su garganta tirante, Adron cerró los ojos. Una imagen de Livia navegó por su mente, y la maldijo.
Theo bloqueó su IV.
-No llevabas la abrazadera del pecho.
-Hace calor y me escuece.
-Te guste o no te guste, Adron, una mala caída y podrías romperte y colapsar cada hueso de tu pecho.
Adron se quito la mascarilla de nuevo.
-No me importa. No voy a llevar esa monstruosidad. Me hace parecer un fenómeno.
Theo puso los ojos en blanco.
-Un día, esa obstinación te matará –Con más brusquedad que antes, Theo volvió a su sitio la mascarilla-. Por el camino, hay una razón por la que no te doy una medicina que entumezca completamente el dolor. Necesitas sentirlo para saber las limitaciones de tu cuerpo herido. Dile a tu esposa que fue una idea bonita, pero que en el futuro mejor no la dejas ayudarte. No a menos que quieras convertirte en mi invitado permanente aquí en el Hotel Hell.
Theo se paró en la puerta y se giró para afrontarlo.
-Y la próxima vez que quieras tener relaciones sexuales, mejor encuentras un modo de hacerlo que no aplique ninguna presión a tu pecho o abdomen.
MMM
-Oye, hermano mayor.
Adron abrió los ojos para ver a Zarina recostada en el cuarto. Trató de formar una sonrisa, pero no pudo.
-Theo me ha dicho que estabas bien para verte. ¿Cómo te sientes?
Zarina dio un paso indeciso dentro de la habitación, y fue después cuando vio a Livia detrás de ella. El deseo por su esposa hizo que el vello de su espalda se erizara. El vestido azul hacia que su piel resplandeciese y esos ojos grandes, gatunos que mostraban tanta ternura le hacían doler. Adron apretó los dientes mientras una oleada de deseo lo desgarraba. No podía tener la oportunidad de verla, sabiendo que era suya, y que nunca más podría tenerla. Era el golpe más cruel de todos.
-Vete –dijo él, girando la cabeza para no verlos.
-¿Adron?
El sonido de la suave voz de Livia lo arrolló como una tierna caricia y lo desgarró como glicerina en un vaso. Ella respondió al llamado y cuando la sintió tocar su brazo…
-¡Apártate de mi! –gruño él, apartándola a la fuerza. Le dirigió una mirada furiosa a su herma mientras los monitores sonaban con mucho estruendo.
-Llévala a un abogado y divórcianos. ¡Ahora!
Theo llegó corriendo con dos enfermeras detrás de él.
-¡Fuera! –Les lanzo él la orden a las mujeres-. Les dije que no lo contrariaran.
Livia sintió una oleada de lágrimas al ver al doctor forzando a Adron a permanecer acostado y el sonido de Adron maldiciéndolos a todos.
Con la garganta apretada, contempló a Zarina.
-¿Qué hice?
-No eres tú –dijo ella, abrazándola cuando dejó el cuarto a su lado y se dirigieron al vestíbulo-. Adron solamente te culpa a ti de lo que Lia hizo.
-¿Lia?
-Su primera esposa.
Livia tropezó.
-¿El estuvo casado antes?
Ella inclinó la cabeza.
-Sí. Y ella fue una verdadera perra. Ya que era la heredera Hurís, su padre había negociado el matrimonio entre ellos cuando tuvieron veinte años. Lia solo estuvo de acuerdo porque quería un marido trofeo y como el oficial de menor edad en el cargo en la historia de la Liga y heredero del imperio de mi papa, Adron era un candidato de primera calidad para ella.
-Pero nunca se llevaron realmente bien. Tres semanas después de que hubiera sido encontrado, mi padre, mi madre y yo estábamos en su habitación del hospital, intentando darle motivos para vivir. De repente, ella apareció con los papeles del divorcio. Se los dio a él y le dijo que era demasiado joven para ser su niñera.
Livia estaba consternada.
-¿Cómo pudo ella hacer algo así?
- No tengo ni idea, pero aunque viva una eternidad, nunca olvidaré la mirada en la cara de Adron. Pero entonces, personalmente creo que es lo mejor que pudo ocurrir. Solamente deseo que la ogra hubiera tenido una mejor elección del momento –Zarina se detuvo y le dirigió una mirada dura-. Entonces, ¿vamos a una oficina de abogados?
Livia se mordió los labios indecisa. Adron había llegado tan al final que se preguntó si realmente estaría aún sano mentalmente. Las cicatrices físicas que conocía, eran las únicas que no la asustaban.
Ella registró los ojos de Zarina en busca de la verdad.
-Dime, ¿es psicótico o humillante?
-No. Pero está enojado y amargado. Nunca fue del tipo de persona que depende de alguien para algo. Le humilla cada vez que tiene que pedir algo.
Ella podía entender eso.
-Entonces, llévame a casa.
Zarina sonrió.
-Sabía que me gustabas por alguna razón.
MMM
Livia pasó tanto tiempo como pudo enterándose de cosas sobre Adron mientras esperaba que volviera a casa.
Zarina y sus hermanos gemelos, Taryn y Tiernan, fueron una fuente de información. Y esa tarde, la proveyeron de una caja llena de discos para un holo-cubo. Sentándose a solas en el cuarto, arrancó un grupo de discos y los introdujo. El primero era de Adron con un hombre alto, de pelo oscuro. Parecía andar por los veinte. El largo cabello de Adron estaba suelto, resbalando por sus hombros mientras ambos jugaban a un juego de mesa. Maldición, pero apenas reconocía a su hermoso marido. Su cara intacta, sus ojos resplandeciendo como fuego azul.
-Vamos, Devyn, muévete.
-Déjame, Adron, estoy pensando.
-Sí, puedo ver el humo saliendo de tus orejas por la tensión.
Devyn le sonrió burlonamente.
Antes de que Devyn pudiera hacer o pudiera decir algo, el agua los tragaba a los dos.
Adron tendió las manos.
-¿Qué diablos?
Los hombres miraron como una niña, Zarina con diez años con una manguera.
-Oh, Rina –dijo Adron con un falso gruñido-. Vas a morir.
Dejando caer la manguera, Zarina gritó y corrió, pero Adron la alcanzo rápidamente.
-¡Tráela, Adron! –Livia reconoció la voz como Tiernan. Él debía ser el que firmaba-. ¡Hazle pagar!
Adron se echó a Zarina sobre un hombro mientras corría a través del patio con ella.
-Déjame en el suelo, matón demasiado crecido.
-Lo recibiste –dijo un instante antes de que la lanzase a la piscina.
Zarina ascendió chisporroteando.
-¡Oh, eso es! ¡Taryn!
Taryn fue corriendo. Cuatro años menor que Adron, Taryn tenía todas las extremidades larguiruchas. Su pelo color café oscuro estaba muy corto y sus ojos brillaban con travesura. Agarró a Adron por la cintura y ambos cayeron dentro de la piscina. Adron rompió la superficie del agua, riéndose. Taryn lo agarró por la espalda y lo mojó.
-¡No! –la madre de Adron, Kiara, gritó mientras corría a la piscina. Sus ojos estaban abiertos por el miedo, y su hermosa cara era severa-. ¡No, no jueguen así! Uno de vosotros podría herirse.
-Está bien, mamá –dijo Adron.
Kiara negó con la cabeza, haciendo que su larga trenza se derramara sobre su hombro.
-No, no lo está. No podría vivir si perdiera a uno de vosotros. Ahora, vengan aquí y dejen de divertirse.
Sometidos, los tres treparon la piscina. Sometidos hasta que Taryn se puso a la espalda de Adron y le bajó los pantalones. Livia miró boquiabierta la imagen de Adron completamente expuesto.
Entonces, su marido nunca había llevado ropa interior. Sonrió ante el conocimiento. Con una maldición, Adron se subió los pantalones con fuerza y corrió tras su hermano.
-¡Adron! –grito Kiara, pero la risa en su voz quitó la severidad a su tono-. No le hagas daño.
-No voy a herirle, voy a matarle.
-¡Mamá! –gritó Taryn. Llegó corriendo a su alrededor e interpuso a su pequeña madre entre ellos.
-Socorro.
-Adron –dijo ella agudamente.
Adron hizo una pausa mientras miraba con furia a su hermano.
-Está bien. En algún momento tendrás que dormir.
Livia se rió de su juego cariñoso y mientras veía más discos, se dio cuenta de que Zarina había estado en lo cierto. Adron era un alma amable, amante de la diversión. De algún modo, iba a encontrar y traer de vuelta a ese hombre al mundo.
MMM
Fueron dos semanas, y tras operaciones más antes de que Theo finalmente permitiera a Adron abandonar el hospital. Todo lo que quería hacer era ir a casa y estar solo. No quería ver la lástima en la cara veteada en lágrimas de su madre. Ver la culpabilidad en los ojos de su padre.
Solamente quería paz.
Su hermano, Tiernan, se movió para ayudarle a moverse. Adron le dirigió un semblante ceñudo que lo hizo echarse atrás.
-Maldición, deberías embotellar esa mirada. Conozco ejércitos que pagarían una fortuna por tener algo tan tóxico en su arsenal.
Adron salió con tranquilidad aunque la tensión de ello lo hizo sudar.
-¿Por qué estas aquí?
-Papá quiso que me asegurara de que llegabas a casa de modo seguro.
-Estoy en casa, ahora vete.
-¿Por qué querría hacerlo? Digo, maldición, que el cielo prohíba que este alrededor de alguien a quien realmente le gusto.
Ignorándole, Adron consiguió llegar hasta el ascensor e hizo su mejor intento para no recordar quien había estado con él la última vez que lo había tomado.
Livia.
Su nombre y su cara aún lo hechizaban, a pesar de sí mismo, se preguntó donde estaría ella. Que estaría haciendo.
-No me importa.
Tiernan entró en el ascensor a su lado.
-¿Qué fue eso?
-Nada.
Adron no habló hasta que estuvo de regreso en su apartamento. Cojeó hasta la barra, y fue a buscar algo para beber. Pero no había nada allí.
-¿Maldición, cuál de vosotros hizo esto? –le gruño él a Tiernan.
-Yo lo hice.
Él se congeló ante el sonido de la voz de Livia a su espalda.
-¿Qué haces aquí?
-Vivo aquí.
-Y un infierno lo haces -Él se volvió a su hermano-. La quiero fuera de aquí.
Tiernan se encogió de hombros.
-Según tus palabras, ella es tu esposa.
-Tiernan –dijo él en tono de aviso.
-Adron –él le devolvió el disparo.
Livia respondió al llamado y a todas luces, no se veía ni un poco estremecida por su cólera.
-Gracias por traerle a casa, Tiernan. Creo que lo puedo manejar aquí.
Tiernan arqueó una ceja con duda.
-No se si estará bien dejarte sola con su misericordia. Puede sacar sangre con esa lengua.
-Estoy acostumbrada a que las personas me insulten. –ella le dirigió una mirada significativa a Adron-. Así como a no ser deseada. Te lo prometo, no hay nada que Adron pueda decir que me haga llorar.
Y en ese momento, Adron se sintió deprimido. Nunca había querido herirla. Marchándose dando media vuelta, se dirigió hacia el dormitorio. Livia le dijo adiós a Tiernan, después fue detrás de Adron. A pesar de sus valientes palabras, estaba aterrorizada. Pero entonces, estaba acostumbrada a vivir con el miedo, también. Al menos Adron no la golpearía. Él estaba tumbado con el brazo sobre los ojos.
-¿Tienes hambre?
-No.
-Bien entonces.
-Quiero estar solo.
-Me parece que has pasado demasiado tiempo a solas.
-Maldición, ¿Por qué estas aún aquí? ¿Por qué no hiciste lo que te dije?
Ella inspiró profundamente y contó para tener paciencia.
-Porque no tengo ningún sitio al que ir. Mi papá me ha echado.
-Si es cuestión de dinero...
-No quiero dinero –dijo ella severamente.
-¿Entonces qué quieres?
-A ti.
Él se quito el brazo lentamente y la miró.
-Debes de estar loca.
-¿Por qué? ¿Por qué quiero estar contigo?
-Si.
Ella se movió para sentarse en la cama.
-Sabes, mientras hacíamos el amor, sentí una conexión contigo. ¿La sentiste, también?
-No.
-No te creo. Fuiste demasiado tierno. Me sujetaste demasiado cerca. Podría ser inocente, pero no soy estúpida. Se que los hombres no tratan a las mujeres de ese modo.
Él le dedico una mirada fija risible.
-¿Y como sabes eso?
-Zarina me lo dijo.
Él hizo una mueca.
-Oh, bien. ¿Discutiste con mi hermana recién nacida?
-Ella me explicó mucho.
-Puedo imaginármelo.
-¿Entonces, simplemente nos quedaremos sentados adentro durante todo el día?
-No, vas a salir.
-Saldré cuando tú lo hagas.
Él le gruño.
-¿Tienes una idea de cuánto dolor siento? Duele incluso respirar, de modo que no me prestes atención, solo quiero estar aquí acostado en silencio.
-Estupendo –ella se levantó y saco un holo-cube pequeño de la mesilla de noche-. Solamente deseo mostrarte esto.
Adron frunció el ceño mientras ella le daba el cubo y lo encendía. La estática titiló hasta que apareció la imagen de una mujer morena y una niña, rubia.
-Hola, Comandante –dijo la mujer, sujetando a la niña entre sus brazos-. Esta es mi hija, Alycia. No se si me recuerda o no, pero soy la mujer que salvo de Kyr y esta es la niña que tuve seis semanas después. Di hola, Alycia.
-Hola, Comandante –la niña gesticuló con las manos-. Gracias por salvar a mi mamita y a mí.
Livia observó como la agonía recorría su cara a medida que la mujer y la niña le hablaban. Después, él gruñó y tiró el holo-cubo contra la pared, destrozándolo.
-¡Adron! –chasqueó ella, perdiendo la paciencia con él.
Él se giró contra ella con un cruel gruñido.
-¿Qué? ¿Pensabas que mostrándome esto harías que todo se viera bien? Creíste que las miraría, después lloraría y le diría lo alegre que estoy de que estén vivas mientras yo estoy atrapado así? ¿Qué de los niños que yo deseaba? –el sufrimiento que amargaba sus ojos la abrasó -. Dios mío, Livia, solo tengo veintinueve años y todo lo que tengo para mirar es un futuro en el que lentamente, dolorosamente, me convertiré en un inválido.
Sus palabras hicieron que las lágrimas acudieran a los ojos de ella. Estúpidamente había creído que le haría sentirme mejor.
-Lo siento –susurro ella-. Solamente quería ayudar. ¿Pero no dejarás que nadie te ayude, verdad? –ella se giró y salió corriendo de la habitación.
Livia no se detuvo hasta llegar al cuarto de estar. Se acurrucó haciéndose una pelota en el sofá y se mordió los labios para contener las lágrimas. Ella no lloraba. Pero en su interior, le ansiaba. Dolía ver lo que había sido una vez. Incluso ahora le podía ver riendo y jugando con su hermana y hermanos. Como deseaba haberlo sabido.
Repentinamente, ella sintió una mano en la cabeza. Alzando la mirada, encontró a Adron de pie al lado del sofá. Su frente estaba húmeda y vio la blancura de sus labios mientras luchaba contra su dolor.
-Lo siento –dijo él, su voz ronca-. Se que solo querías ayudar. Pero traspasé el punto de ayuda hace mucho.
El cambió de posición y se sobresaltó.
-Mira, sé sobre las personas y sus costumbres, y sé que te criaste dentro de una jaula. Lo último que necesitas es ser encarcelada con un hombre que apenas puede caminar. ¿Por qué simplemente no te vas y consigues tu lugar y vives? Estaré encantado de ponerte en todas mis cuentas. Nunca querrás otra cosa.
Era una gran oferta la que le hacía. Pero aún no podía aceptar.
-No puedo hacer eso.
-¿Por qué no?
-Porque te amo.
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