jueves, 23 de febrero de 2012

OSN cap 1

Stryker hizo una pausa mientras miraba alrededor del Tártaro. Su padre, el dios
Griego Apolo, le había traído aquí una vez, hacía eones cuando había sido niño para
conocer a su gran tío Hades, quién regía en el Inframundo Griego y vigilaba la antigua
muerte. Aquel día su padre le concedió también un raro y beneficioso regalo. La
habilidad de ir y venir del Inframundo de modo que pudiera visitar a su tío. Como un
niño, Stryker había estado aterrorizado del oscuro dios, cuyos ojos sólo se habían
ablandado cuando miró a su esposa Perséfone.
Afortunadamente, estaba ahora aquí con Hades y el dios estaba demasiado
ocupado con ella para advertir el hecho de que había un semidiós sin invitación en sus
dominios. Hades podía ser sumamente temperamental sobre tales cosas.
Especialmente cuando el semidiós no invitado llevaba un tubo de potente sangre
con él. Para ser más exactos, la sangre de Typhon, el hijo del principal dios del Tártaro,
cuyo nombre le fue dado a esta parte de los dominios de Hades, Typhon era mortal y
letal. Su poder era suficiente para poner incluso de rodillas a Zeus, el rey de los dioses.
Al menos hasta que los dioses olímpicos se habían unido para atrapar a Typhon bajo el
Monte Etna.
—Gracias por no matarlo —dijo Stryker sosteniendo el tubo de modo que pudiera
ver la luminiscente sangre púrpura que había cogido del atrapado Titán. Con eso,
podría despertar a los muertos y traer de vuelta al más potente de los azotes.
War.
Sujetando el frasco con fuerza, se dirigió a la parte más baja del Tártaro. Ese nivel
estaba relegado para las bestias y dioses que los olímpicos habían derrotado. Los
únicos a los que temían por encima de los demás.
Pero era la tumba en la parte posterior lo que ahora necesitaba, la había
encontrado accidentalmente de niño. En la oscuridad que le rodeaba, podía ver todavía
la mirada de temor en los ojos de su padre…
—¿Qué es eso, Padre? —Stryker había apuntado a las estatuas de dos hombres y
una mujer.
Apolo se había arrodillado a su lado.
—Son lo que quedaron de los Machae.
—¿Los qué?
—Los espíritus de la batalla —Apolo había señalado al más alto en la oscuridad. De
enorme estatura y constitución como la de un guerrero, la estatua había hecho que un
Stryker de siete años jadeara de temor de verla cobrar vida para lastimarle—. Éste es
War. El más fiero de todos los Machae. Fue creado por los dioses de la Guerra para
asesinar a los Chthonians. Se dice que él y sus compañeros los persiguieron y los
llevaron al borde de la extinción. En una batalla final que duró tres meses completos,
War puso de rodillas al último de los Chthonians hasta que ellos lo engañaron.
Asediado, sus poderes fueron vinculados por un hechizo y después fue puesto en este
éxtasis actual y aquí permanece hasta que alguien lo vuelva a despertar.
Éste había parecido un duro castigo en la mente de Stryker niño. Innoble y cruel.
—¿Por qué no lo mataron los dioses?
—No éramos lo bastante fuertes. Incluso con nuestros poderes combinados
carecíamos de la habilidad para acabar con su vida.
En aquel momento, nada de eso tenía sentido para Stryker.
—No entiendo porque los dioses temen a los Chthonians. Son humanos.
—Con los poderes de los dioses, niño. Nunca lo olvides. Sólo ellos pueden
matarnos sin destruir el universo y devolver nuestra esencia a la fuente primaria que
nos dio la vida.
—Entonces, ¿por qué los Chthonian no matan a todos los dioses y los reemplazan?
—Porque cuando nos matan, sus poderes se debilitan y los hace vulnerables unos
a otros. Así que en vez de eso nos controlan y nosotros obedecemos por temor a
morir—Apolo entonces había vuelto a mirar a War, los ojos abrigando una mórbida
fascinación—. Solo War era inmune a sus poderes. Desafortunadamente, también es
inmune a los nuestros. Cuando Ares y los otros dioses se dieron cuenta de lo poderoso
que era, decidieron que era mejor que permaneciera oculto aquí para el resto de la
eternidad.
—¿No tuvieron en cuenta su poder cuando lo hicieron?
Apolo le revolvió el corto pelo rubio a Stryker.
—Algunas veces no nos damos cuenta de cuán destructivas son nuestras
creaciones hasta que es demasiado tarde. Y algunas veces esas creaciones se vuelven
contra nosotros y buscan sólo matarnos, incluso aunque los amemos y nos
preocupemos por ellos.
Apretó los dientes ante el recuerdo de las palabras de su padre. Cuanta verdad
encerraban. Él se había vuelto contra su padre y su hijo se había vuelto contra él.
Aquí estaban todos. En guerra.
War…
Abrió la húmeda tumba que olía a tierra mojada y moho. Alzó las manos y utilizó
sus poderes para iluminar las antorchas con telarañas que no habían sido encendidas
en siglos. La luz brilló iluminando las paredes y los restos de los tres Machae.
Se detuvo junto a la mujer. Pequeña y frágil en apariencia, Ker era la
personificación de la crueldad y la muerte violenta. Despiadada y capaz de
multiplicarse en numerosas demonios como ella llamadas las Keres, había frecuentado
una vez los campos de batalla y destrozado las almas de los muertos. Habían sido sus
poderes los que habían inspirado a Apollymi para salvar de la maldición a los Apólitas
y darles la oportunidad de engañar la injusta maldición de Apolo.
Toda una broma de Ker por sus poderes…
La siguiente estatua era la del espíritu Mache. Battle. La mano derecha de War. Era
el plural de su nombre el que había unido a todos los espíritus de los conflictos. Era su
espina dorsal.
Pero comparado a War, era débil.
Al igual que Ker, era un subproducto de la fuerza destructiva que buscaba Stryker.
Una lenta sonrisa curvó los labios cuando pasó a los dos seres menores para
aproximarse al único que necesitaba despertar. No más gigante que él, War realmente
era varias pulgadas más bajo. Pero el cuerpo estaba todavía fuertemente esculpido.
Incluso en éxtasis, el poder era imponente e innegable. Podía sentirlo en el aire. Sentir
los escalofríos bajando por la columna. Vestido como un antiguo guerrero, la coraza del
dios estaba decorada con la cabeza de Echidna1.
1 En la mitología griega, Equidna (en griego antiguo Ἔχιδνα Ekhidna, ‘víbora’; en latín Echidna)
era una monstruosa ninfa, considerada descendiente de Forcis y Ceto o de Tártaro y Gea
según la fuente. Era una dragona a veces llamada Drakaina Delphyne (Δρακαινα Δελφυνη,
‘vientre de dragona’), descrita por Hesíodo en su Teogonía como un monstruo femenino,
madre con Tifón de todos los monstruos importantes de los mitos griegos. Tenía el rostro de
una bella mujer de temibles ojos oscuros pero cuerpo de serpiente (véase también Lamia).
Cuando ella y su compañero Tifón atacaron el monte Olimpo, Zeus los derrotó, pero les
permitió seguir viviendo, así como a sus hijos, como desafío para los héroes futuros. Moró
desde entonces en una cueva del país de los Arimoi, un remoto lugar desértico situado en Asia
Central, probablemente Siria (Hesíodo, Teogonía, 304).
Se estiró para tocar a War. Al momento que los dedos acariciaron la piedra, la luz
estalló a través de la sala, convirtiendo el blanco mármol en carne. La coraza estaba
hecha de acero, cubierta con oro, una falda de batalla negra y la capa completaban el
temible conjunto. En sus manos la espada estaba a medio camino entre el negro cuero
de la vaina y el acero.
Unos aburridos ojos negros se centraron en Stryker.
Entonces todo fue de nuevo mármol. Blanco. Frío. Misteriosamente prístino. War
estaba durmiendo de nuevo y aún así podía sentir su conciencia remontando el aire
alrededor.
—Quieres salir —murmuró Stryker al espíritu—. Yo quiero venganza contra un
dios que no puedo tocar —sacó el corcho del frasco y lo levantó—. De la sangre de los
Titanes a la sangre de los Titanes, yo, Strykerius, te devuelvo a tu forma a cambio de un
acto contra mis enemigos.
Inclinó el frasco de modo que la sangre sólo le manchara la punta de los dedos. El
fiero poder de éste ardió en su piel. Sí, la sangre de Typhon era tan potente como
aterrador había sido el dios. Entrecerrando los ojos, limpió la sangre de sus dedos
sobre los labios del dormido espíritu.
—¿Aceptas mis términos, War?
Sólo los labios se volvieron carne.
—Acepto.
—Entonces bienvenido de regreso a la vida —Stryker volcó la sangre dentro de la
boca del espíritu.
Al instante que lo hizo, emergió un violento grito, extinguiendo las antorchas y
sumiéndolos en la oscuridad.
—¡No!
Stryker rió ante el indignante grito de Hades. Ya era demasiado tarde. Un vicioso
viento atravesó cortante la habitación cuando War cobró vida con un grito de batalla
que bajó por su columna igual que un calambre. Las antorchas volvieron a la vida,
ahogando la sala con tanta luz que tuvo que cubrirse los ojos.
Hades apareció con Ares a su lado. Los dioses intentaron acabar con War, pero fue
inútil.
War rió antes de devolverles el ataque. La fuerza de éste los envió dispersándolos
por el suelo, igual que hojas en la tormenta. El deleite en los ojos negros decía que el
espíritu disfrutaba plenamente en su crueldad. Con los labios curvándose en una
sonrisa, se volvió hacia Stryker.
—¿A quién quieres que mate por ti?
—Acheron Parthenopaeus y Nick Gautier.
War desenvainó la espada.
—Considéralo hecho.
Stryker lo cogió del brazo cuando empezó a desvanecerse.
—Una palabra de advertencia, el mundo no es lo que solía ser—le entregó una
pequeña bolsa de viaje que contenía un par de pantalones vaqueros negros, una
camiseta negra y unas botas—. Quizás quieras deshacerte de esa falda y armadura. Es
sólo una sugerencia.
War le gruñó, pero al final, cogió las ropas y se desvaneció. Stryker se volvió hacia
los dioses. Ares había sido dejado inconsciente mientras que Hades sacudía la cabeza
para aclarársela.
El oscuro dios del Inframundo llameó con disgusto y rabia mientras se cernía
sobre Ares intentando revivirle.
—¿Tienes alguna idea de lo que has desatado?
Le daba lo mismo su condena.
—Crueldad, pestilencia, ira, violencia, sufrimiento final… ¿Qué otros regalos le
otorgaron los dioses?
—Has golpeado los poderes más altos. Pero antes de liberarlo, debías haberte
molestado en averiguar que siempre destruye al que lo dirige —Hades gesticuló hacia
la sala—. Mira a tu alrededor. Este agujero al que llamamos Tártaro es todo lo que
quedó del dios primordial y sus poderes. Su muerte en manos de War es lo que hizo que
todos los panteones combinaran los poderes con los de los Chthonians para contenerlo.
Y eso volviendo atrás a los días en el que nuestros poderes estaban a plena capacidad.
Ya no somos tan fuertes.
Bueno había algo que no se había preocupado en contemplar. No es que
importara. Estaba mucho más que listo para entregar la vida… si de esa manera se
llevaba a sus enemigos con él.
~ 12 ~
—Ooops —dijo, con la voz teñida de sarcasmo—. Supongo que la jodí. La
incapacidad de pensar antes de actuar debe ser de familia. Tanto como el que mi padre
sea el dios de las Profecías, ¿huh?
Los ojos de Hades se volvieron rojos.
—Él destruirá a los humanos.
Stryker bufó.
—No veo que te hayas levantado para defender a la raza Apolita cuando mi padre
nos maldijo a alimentarnos unos de la sangre de los otros y morir dolorosamente
cuando sólo cumplimos veintisiete años, porque un puñado de ellos habían matado a su
puta. Como yo lo recuerdo, todos nos volvisteis la espalda y nos dejasteis abandonados
en la oscuridad como a ratas que queréis olvidar que existen.
Hades sacudió la cabeza.
—Debería matarte, pero mejor destino es dejarte a la cosa que has liberado. Te
veré de vuelta aquí cuando ya no estés con vida.
No dijo nada mientras observaba a Hades despertando a Ares. Aburrido de ambos,
volvió a Kalosis, lugar donde iría después de su muerte. El reino del infierno atlante
había sido su hogar desde el día que le había dado la espalda a su padre y tomado
partido por la diosa que regía ese dominio. Apollymi era la propietaria de su alma. Se
había consagrado alegremente a ella el día en que su padre había maldito a toda la raza
por algo que sólo habían hecho un puñado de soldados.
Stryker no quería tener nada que ver otra vez con los griegos.
Amargamente divertido por el hecho de que lo más probable era que Apollymi
disfrutara su eterna tortura incluso más que Hades, regresó a su oficina, donde sacó el
orbe del sfora que le permitiría espiar a sus enemigos. Al menos a Acheron.
En cuanto a Nick, podía verle a través de sus ojos siempre que quisiera. Ése era
uno de los beneficios que había reclamado cuando se había vinculado al bastardo.
Desafortunadamente, no había demasiado que ver, ya que se había mantenido a sí
mismo aislado del mundo y de todo el que Stryker quería espiar.
Estaba harto de la depresión de Nick.
Por ahora, quería ver la muerte de Acheron. Ondeando la mano sobre el orbe,
observó como las nubes se aclaraban para mostrarle al único dios que quería
enterrar…
El más preciado hijo de Apollymi.
Eso fue lo que cambió todo.
Inclinándose hacia atrás en la silla, esperó.
—Oh, Akri, ¿Puede la Simi comerse eso?
Ash Parthenopaeus hizo una pausa cuando oyó la voz de su demonio tras él.
Girando, vio a Simi observando el ángel de cristal en las manos.
Vestida con una falda a cuadros roja y negra y un top-corsé, tenía un gorro de
Santa en la cabeza que cubría los pequeños cuernos de demonio. Al igual que Ash, el
pelo era de un fuerte color negro y caía suelto hasta la cintura.
Antes de que pudiera responder, Soteria le dedicó a Simi una dulce y tolerante
sonrisa que lo derritió. El cabello castaño estaba recogido en dos coletitas, y en total
contradicción al oscuro estilo gótico suyo, vestía un par de pantalones blancos de
invierno y un suéter rojo con un reno blanco. Ash llevaba una larga camiseta negra con
el esqueleto de un reno tirando de un destartalado trineo.
—Por favor Simi —dijo Soteria— no te lo comas. Es mi ángel para poner en la cima
del árbol desde que era una niña. Lo elegí con mis padres en una tienda navideña en
Grecia.
Simi hizo pucheros.
—¿Entonces puedo comer el chocolate?
—Absolutamente.
Simi dio un chillido antes de agarrar la tableta de chocolate Hershey que Soteria
había dejado sobre la mesa cercana y corrió a saborearlo.
Soteria rió.
—Diablos. Iba a compartirlo contigo después.
Ash puso el ángel en la cima del árbol, lo cual era bastante fácil dado el hecho de
que medía más de 2.7 metros.
—Está bien. Aborrezco el sabor del chocolate.
Soteria tiró de la cinta del oso de adorno que tenía en la mano.
—Pediría una explicación, pero cada vez que pregunto por qué tienes aversión a
algo la respuesta siempre me rompe el corazón. Así que sólo me aseguraré de no
conseguirte nada para el día de San Valentín.
—Gracias
Acortando la distancia, la atrajo a sus brazos para un rápido beso. Los labios
apenas habían tocado los suyos antes que una brillante ráfaga lo cegase. Dejó escapar
un suspiro para castigar a su administrador, Alexion, por la interrupción, pero antes de
que pudiera hablar algo lo golpeó y lo puso de rodillas.
Soteria se volvió para enfrentar al intruso. Esperando encontrar a la diosa griega
Artemisa allí, quedó atónita al ver un alto y extremadamente bien constituido hombre.
La brutalidad del rostro solo fue emparejada por su belleza. Vestido de negro, caminó
delante de ella como si no fuese más que una pieza de mobiliario, directo hacia
Acheron.
Convocó sus poderes para golpearlo, pero cuando lo intentó, descubrió que no
servían contra él. La ráfaga la abandonó y pareció ser absorbida por el cuerpo.
El hombre alzó a Acheron desde el suelo y lo lanzó contra la pared más lejana
como si no fuera nada más que un maniquí de paja.
¡Dios querido, el hombre iba a matar a Ash!
Ash no podía respirar mientras intentaba luchar y no podía. Era como si algo lo
hubiese atrapado envolviéndolo en una banda de acero, paralizándole. El dolor se
expandió a través del cuerpo como potentes garras. Nadie había sido capaz de patearle
el culo de esa manera desde que había sido humano.
No terminaba de pasarle ese pensamiento por la cabeza cuando supo con la
claridad del cristal quién le estaba atacando.
War. El último Guerrero.
Mierda.
—¡No! —gritó cuando Soteria empezó a atacar a War al mismo tiempo que Simi se
manifestaba en la habitación a su lado para luchar. Las haría pedazos a las dos—. Coge
a Simi y sal de aquí. ¡Ahora!
Cuando Simi se lanzó hacia War, Soteria la agarró. Le dedicó una mirada para
hacerle comprender que no quería hacerse a un lado, pero que confiaba lo bastante
para escucharle.
Alexion apareció con una espada que intentó traspasar a través del espíritu. En
vez de eso, pasó a través de la carne de War y rasgó el abdomen de Acheron. Ash siseó
cuando más agonía se expandió por su cuerpo.
La cara de Alexion palideció.
—Lo siento mucho, jefe.
Debería intentar ser el que tuviera la profunda herida. Pero no se lo echó en cara a
su administrador. Lo más importante ahora era salvar la vida de todos ellos.
—¡Vete! Coge a Danger, las demonios y a Tory y sal de este infierno.
War lo agarró por la garganta. Se ahogó, intentando librarse del fuerte agarre. Se
encontró con la mirada de Alexion. La lealtad resplandecía brillante, pero su amigo
sabía lo que hacía Ash. No podría luchar mientras tuviese distracciones.
—Te veré en Neratiti—agarrando a las mujeres, desapareció.
Aporreó la mano de War, intentando aflojar el apretón. Cuando esto falló, lanzó un
ráfaga al dios que no se desconcertó en lo más mínimo.
—¿Qué quieres? —jadeó.
War inclinó la cabeza en un gesto impersonal mientras apretaba el agarre incluso
más.
—Tu muerte.
Los oídos le zumbaron cuando la corriente de aire a los pulmones se vio
interrumpida. Intentó respirar, pero era inútil. El agarre sobre el espíritu se debilitaba
mientras todo se deslizaba hacia la oscuridad.

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