miércoles, 29 de febrero de 2012

BOF cap 1

El infierno tenía un montón de interpretaciones. Syn lo sabía mejor que nadie. En su vida, había logrado superar la mayoría de las variaciones comunes y descubrir una multitud de nuevas.
¿Por qué, cada vez que pensaba que había domesticado la vida, la bestia traidora se daba la vuelta y le mordía en el culo?
Levantando la cabeza, detectó el sonido de pisadas en el pavimento mojado detrás de él, mientras caminaba hacia la bahía donde había atracado su caza. La cólera lo arrastró. Deslizó su mano más cerca de sus armas ocultas. Había sido acechado las suficientes veces en su vida para reconocer el sonido de alguien siguiéndole mientras trataba de pasar desapercibido.
Esta noche, no estaba de humor para ocuparse de eso.
Las farolas brillaban contra los charcos que se secaban mientras salpicaba con sus botas. El vapor siseó de un escape de calderas y chimeneas, añadiendo misterio a la noche de otra manera serena.
A menos que se equivocara en su suposición, lo cual nunca hacía, seis hombres estaban detrás de él. Sólo Syn y los seis caminaban calle abajo a esta hora tardía... otro factor que le dijo que quienquiera que fuera buscaba algo...
A él.
Venid a conseguirlo masculló, incapaz de encontrar una pizca de paciencia para alguien lo suficientemente estúpido como para tratar de matarlo.
La poca paciencia que poseía se había terminado hacía unas horas.
Acabáis de cometer un grave error, chicos. Definitivamente, no querría ser vosotros.
Porque esta noche quería sangre, sin ser selectivo sobre de quién sería. Estaban definitivamente en el lugar equivocado en el momento equivocado.
Nunca ataquéis a un objetivo que ya está furioso con alguien más y con el universo en general...  alguien que ansía una pelea y a un chivo expiatorio. Nunca les iba bien a los contrincantes.
Durante los últimos dos días, había sido golpeado por un flujo constante de absoluta mierda irritante. El punto culminante era la nueva recompensa ofrecida por su cabeza, lo que había atraído a cada necesitado rastreador libre y asesino a corta distancia.
Es tan bueno ser yo…
Más temprano ese día, había sido atacado por un grupo de asesinos y le habían dañado su precioso caza durante el proceso. Pero lo absolutamente mejor…
Su mejor amigo, Nykyrian Quiakides, no sólo se había acostado con la mujer que Syn fue acusado de violar y asesinar, sino que se había escondido con ella, garantizando así que la cabeza de Syn fuera el precio por su jodida y condenada relación.
Ahora, la vida era demasiado repugnante para describirla y en realidad estaba cansado de preocuparse de eso.
Ninguna vez en los últimos dos días había podido siquiera echar una siesta, y el sueño profundo siempre lo ponía más tenso de lo normal... y reducía la mecha en un temperamento ya notablemente caliente.
Syn sacó el seguro de su arma y deslizó su mano sobre la dura empuñadura de hueso.
Esta noche, sus cazadores aprenderían una valiosa lección sobre los irritados Rits[1] que no consiguen dormir lo suficiente.
Con un rápido giro, se metió dentro de un callejón a su derecha. Era el momento de ponerle fin a este disparate y conseguir un poco de tiempo para dormir.
Refugiándose en una pequeña alcoba oscura, intentó ignorar el olor apestoso de la basura en descomposición que delineaba al callejón detrás de él. Él había crecido en callejones sucios como este, con el hedor de la calle arrullándole para dormir en la noche. Apretó los dientes con furia, el olor y los recuerdos no hacían nada para mejorar su mal humor.
Podría haber sido concebido en la cuneta. Se rehusaba a morir en una.
Los pasos se aproximaron. Él se puso rígido en anticipación.
¿Deberíamos entrar a por él, o esperamos hasta que vuelva a salir?
Puso los ojos en blanco ante ese estúpido comentario. El orador había sido un varón con un ligero acento Trioson en su voz. El calor ardió a fuego lento en la sangre de Syn mientras se preparaba para la pelea que se avecinaba.
Tú entras y miras si es un callejón sin salida. Podría haber escapado ya de nosotros.
¿Yo? —la voz se quebró.
¡Sólo hazlo!
Un mugriento varón humano de edad madura tropezó dentro del callejón como si alguien le hubiera empujado. A diferencia de sus propios ojos, que veían mejor por la noche que por el día, Syn supo que el bajo y gordo hombre tendría que esperar algunos minutos antes de que sus ojos se ajustaran a la oscuridad.
Una sonrisa le curvó los labios. ¿Cómo reaccionaría el gordo y pequeño roedor cuando se diera cuenta de que sólo los separaban noventa centímetros?
Se ve bien para tu entierro, ¿eh? —se burló Syn.
El hombre respingó, intentando enfocar sus ojos en el pequeño rincón oscurecido que ocultaba a Syn.
Mientras el hombre intentaba alcanzar a su arma, Syn le agarró el brazo.
Tiró del arma de la cadera del hombre y la arrojó a través del callejón en un contenedor donde aterrizó con un resonante traqueteo.
¡Durrin! gritó el hombre con temblorosa voz.
Syn le empujó lejos de él y se giró para afrontar a un oscuro varón Partini, que conducía a otros cuatro humanos hacia él.
Un humanoide feo, de carne anaranjada, Durrin se alzaba varios centímetros por encima de él. Un gruñido retorcía sus delgados labios amarillos que habría puesto a la mayoría de los hombres de rodillas temblando de miedo. Pero Syn reconocía las tácticas de miedo cuando las veía, y no había quedado mucho en la vida que lo asustara.
Aún así, no era a menudo que alguien empequeñeciera la altura de Syn y encontraba ese hecho un poco perturbador.
C.I. Syn habló el Partini con voz ronca y un acento profundo. Vas a ser enviado de vuelta a la cárcel bajo custodia Gourish… Muerto.
Porque afrontémoslo, muerto sería más fácil.
O eso es lo que pensaban.
Syn apenas tuvo tiempo para esquivar el gran cuchillo apuntado a su garganta. Los Partinis tenían aversión a los blasters, entonces, sus habilidades con la daga y el cuchillo eran tales que no lo ponían en ninguna desventaja.
Lo que el idiota no sabía era que Syn había crecido en prisión donde o aprendías a manejar un cuchillo…
…O morías.
Syn chasqueó la lengua cuando el extraterrestre retrocedió para otro golpe.
¿Fallaste conmigo tan cerca? ¿Qué? ¿Faltaste a tus clases de entrenamiento para asesino? —Negó con la cabeza. ¿Siquiera te molestaste en aparecer o eres simplemente incompetente? agregó un poco de distancia entre sí mismo y el cuchillo negro, de cubierta venenosa del asesino.
Un arañazo con eso y moriría. Rápidamente.
Y muy dolorosamente.
Se mofó del Partini.
Siento que debería advertirte que estoy de un humor realmente malo.
El pequeño hombre regresó al lado de los demás que permanecían de pie tras ellos, con la estúpida suposición de que Syn caería bajo la espada del Partini.
Ya aprenderían.
¡Estarás de peor humor cuando te llevemos adentro muerto!
Syn hizo una mueca de dolor ante un comentario tan estúpido que ni siquiera valía una respuesta ruda.
¿Qué drogas estarían tomando? No había sobrevivido tanto en las calles para hacer que estos idiotas lo mataran ahora.
El Partini se abalanzó.
Syn fácilmente se apartó de su camino y lo pateó contra la pared, tan fuerte, que se echó impulsivamente para atrás alejándose de ella y chocó con el contenedor. El extraterrestre aterrizó en un montón sobre el suelo.
¿Quién sigue?
Los demás se arrojaron para atacar. Syn golpeo el tacón de su bota contra el suelo, liberando la espada en el dedo del pie y girando para atrapar al primero que lo alcanzó en el cuello. Su asaltante se cayó en la calle, gritando por la herida.
El siguiente intentó dispararle. Syn esquivó la explosión y el láser cortó a otro miembro de su grupo, que murió tan rápidamente que ni siquiera hizo un sonido. Atrapando al tipo que le había disparado por la muñeca, Syn uso el blaster para dispararle a otro asesino antes de cortarle la garganta y tirarlo al suelo.
Solo quedaban dos. El Partini y la gorda comadreja humana quién había entrado primero en el callejón. El humano sacó su blaster para apuntar a su cabeza.
Hastiado de ellos, Syn sacó su propio blaster y le disparó al humano en la mano que sujetaba el arma. Olvidó su arma, ya que cayó al suelo, y el cobarde se dejó caer en la sucia calle lloriqueando como un bebé.
Syn se dio la vuelta para enfrentar al Partini que ahora había recobrado el equilibrio. Comprobando dos veces la condición de los demás, Syn vio que los tres humanos estaban todavía vivos, pero fuera de combate.
Los otros dos estaban muertos.
Bien.
Syn observó al Partini de cerca mientras el extraterrestre se abalanzaba hacia él. Le atrapó la muñeca antes de que el cuchillo pudiera hacer contacto con su piel.
El Partini intentó liberarse, pero Syn se mantuvo firme con una mano.
¿Dime? preguntó sarcásticamente. ¿Qué huele muy mal y grita como una niña?
Le disparó al Partini en la rodilla.
El Partini gritó como una mujer encontrando a su mejor amiga perdida desde hacía tiempo mientras se desplomaba en la calle, su cuchillo envenenado cayó sobre el suelo con un tintineo metálico.
Syn pateó el cuchillo en la oscuridad, fuera del alcance del asesino.
Eso está bien. Tú.
El Partini le miró.
Un blaster contra un cuchillo no es justo.
Se acercó a él lentamente.
No me digas… De modo que será mi incentivo pelear justamente. Quieres justicia, juega con niños. Si vienes a mí, haz tu testamento.
Bajando la mirada hacia la herida abierta en la pierna del Partini, arqueó la ceja ante el hueso escamoso que sobresalía.
—Nunca me habría imaginado que los Partinis tuviesen huesos articulados. Muy interesante. Me pregunto cómo se verá el resto de tu esqueleto.
El miedo ardió profundamente en los ojos del extraterrestre.
Syn deslizó la placa de nuevo a su blaster y comprobó el nivel de carga.
Satisfecho, disparó varias rondas más, soltó el gatillo y lo dejó chasquear fuertemente en su lugar. Eso debería hacer que se mearan en los pantalones.
A esos que estaban todavía con vida, claro. Los demás ya lo habían hecho.
Clavó fríamente los ojos en los asesinos.
Sugiero que os retractéis de vuestro contrato contra mí antes de que os tenga de rodillas. La próxima vez que os abalancéis sobre mí, las autoridades tendrán que hacer un análisis de ADN para identificar vuestros restos.
Los Partini lo miraron con odio, pero Syn reconoció el miedo que había debajo del odio. Había dejado claro su punto. Estos asesinos nunca más le molestarían.
Satisfecho, volvió la mirada de nuevo hacia el humano que todavía lloriqueaba. El hombre había logrado atar una bufanda andrajosa alrededor de su mano herida y lo estaba observando como si esperara que Syn los matara.
Probablemente debería, pero no tenía mucha de esa sangre fría.
Al menos no esta noche.
Hay un hospital a dos manzanas a vuestra derecha. Sugiero que lo uséis los dejó para cuidar de sus heridas.
Ninguna buena obra queda impune.
No hay duda de que viviría para arrepentirse de su misericordia esta noche como se arrepentía siempre que había sido alguna vez amable con alguien. Siempre regresaba para morderlo en el culo.
Así sea.
Cansado por la oleada interminable de asesinos y rastreadores que siempre lo buscaban, se dirigió a la bahía de aterrizaje calle abajo y trepó a bordo de su nave de combate lisa y negra, la cual todavía tenía marcas de la quemadura en la pintura de su anterior ataque. Con algo de suerte, podría pasar las próximas horas sin alguien más intentando matarlo.
Lo dudaba.
De todas las ocasiones para quedarse sin whisky… —calculó que su botella estaría vacía.
Pero una cosa estaba clara, la próxima vez que alguien se abalanzara sobre él, no iba a ser tan agradable. Estaba cansado de que se le culpara de crímenes que no había cometido… cansado de luchar por una vida que no parecía valer el esfuerzo.
Básicamente, estaba sólo cansado, y punto.
Sí, está bien, era la penitencia por todos los crímenes que había cometido y se había salido con la suya.
Esa era siempre una posibilidad.
Por supuesto, su peor crimen había sido sobrevivir a una vida que debería haberlo matado antes de que aprendiera a caminar. . .
Crees que eres especial, ¿verdad? Tú y esos arrogantes ojos, justo como tu madre. Pero no eres nada, chico. Eres de mis genes, cortados de la misma tela que yo. Exactamente. Como. Yo. Así que no creas que eres mejor porque no lo eres. Somos mierda y eso es todo lo que alguna vez seremos. Por lo menos yo sé cómo ganar dinero. Tú ni siquiera puedes dar un golpe sin llorar como tu hermana. Bastardo inútil.
Syn todavía podía ver la mirada de odio en la cara de su padre. Sentir el golpe de su puño cada vez que Syn caía en el error de estar demasiado cerca a él.
Sí, el viejo de mierda tenía razón. Al final, no valía nada.
No queriendo ir hacia allá, comprobó sus coordenadas.
No tardó en alcanzar su planeta hogar, cercano a Kildara. Desafortunadamente, el sol de media tarde colgaba a gran altura sobre la ciudad, sus rayos brillantes y deslumbrantes hacían a sus fotosensibles ojos Ritadarion lagrimear en señal de protesta.
Odiaba el día, el calor, el ruido… la luz que no escondía nada de la fealdad de la calle.
Aunque vivía en el mejor distrito de Broma, todo lo que tenía que hacer era viajar a través de tres cuadras y vería a bastantes personas sin hogar, empobrecidas, retorcerse con su estómago en carne viva. Él se había esmerado en olvidar su pasado, pero simplemente no parecía posible. Cada vez que pensaba que había logrado enterrar esa mierda tan profundo que nunca podría surgir, algo o alguien siempre se lo traía de regreso con afilada y precisa brutalidad.
Asqueado, entró en su inmenso apartamento. Tenía demasiados problemas con los que tratar y estaba realmente demasiado cansado para pensar.
Se quitó la chaqueta y la arrojó sobre el sofá negro de cuero antes de recoger el mando para bajar las persianas ocultando la luz brillante del sol.
Apoyó la cabeza contra las frías tablillas de metal y suspiró. Nunca en su vida había estado más asqueado. Nykyrian estaba enamorado de Kiara Zamir y su padre estaba dispuesto a crucificarlos.
¿Por qué Nykyrian no le escuchaba y la devolvía antes de que fuera demasiado tarde? ¿Qué clase de tonto con un precio en su cabeza se enamoraba de una princesa de un planeta que lo quería muerto?
Syn se frotó ante el latido repentino en sus sienes, rechazando la devoción de su amigo por una mujer que haría que los mataran.
Qué idiota. Las mujeres eran traidoras. Todas ellas. Y Kiara ya había mostrado su propia cara. En el momento en que había visto lo que eran. . . lo que habían hecho en su pasado. . . había vomitado y lo había maldecido exactamente como todos los demás.
Mentirosa harita.
Pero entonces, habiendo sido lo suficientemente estúpido una vez como para pensar que una mujer dejaría pasar su pasado por la persona en la que se había convertido, comprendía la idiotez de Nykyrian mejor de lo que quisiera.
Pero todo era una mentira. Nadie se libraba de su pasado. Sin importar lo duro que lo intentaran.
Los hombres eran ciegos y tontos, y las mujeres debilitaban el alma y robaban el corazón. Entonces, cuando ambos están en sus posesiones, ellas los aplastan con fuerza contra el suelo.
Perras.
Incapaz de soportarlo, fue al bar, agarró un vaso y una botella del whisky más fuerte que tenía. Mientras lo vertía, su mirada cayó en el animal de peluche y el portarretratos de su hijo.
Paden...
Respingó por el sufrimiento mientras los recuerdos amargos desgarraban a través de él.
Mara, escúchame. No soy mi padre. Nunca te lastimaría.
No, tú eres peor que tu padre. Al menos él permaneció en la cuneta donde pertenecía. Tú. . . tú me hiciste creer las mentiras que dijiste. Que eras decente y respetable. Dijiste que tu padre era un hombre de negocios. ¡Bastardo! Su mujer le había rastrillado en tono burlón tan sembrado de odio que quedó marcado para siempre en su memoria. ¿Cómo pude dejarte alguna vez entrar en mi vida?
Nunca te lastimaría a ti o a Paden. Por favor, escúchame.
Ella le había abofeteado tan fuerte, que el golpe le había cortado el labio. Si cualquier otro se hubiera atrevido a eso, lo habría cortado por la mitad. Pero como un nada patético, se había apartado de ella.
¡Fuera! Ya he llamado a los guardias para arrestarte. ¡Si alguna vez te veo otra vez, aunque me ayudes, te dispararé yo misma!
Esto, de la mujer que él había vivido para hacer feliz. La mujer a quien le había dado todo. Su corazón. Su alma. Su vida.
Al final, no importó que él la hubiera tratado como a la realeza y hubiera vendido su alma por una sola rosa para hacerla sonreír. Mara lo había traicionado y le había quitado todo lo que alguna vez le había importado por ninguna otra razón que la de que su padre había sido un bastardo de primer rango y Syn, en vez de acostarse y morir, había peleado por forjarse una vida mejor.
En toda su vida no le había importado que fuera mierda para el mundo. Estaba acostumbrado a eso. Fue el día en el que se había convertido en mierda para su mujer e hijo el que le había arruinado.
Todo lo que alguna vez había querido era a una persona que no lo culpara por su ascendencia. Una mujer que pudiera mirarlo como si fuera un hombre y no un monstruo que fuera a hacerle daño.
Entonces, le había hecho la pregunta más estúpida y más patética de su vida. Me amaste alguna vez. . . ¿Siquiera un poco?
¿Cómo podría amar a alguien como tú? Eres un mentiroso, un ladrón y un convicto. Todo lo que quería era tu dinero. Si tan sólo hubiera sabido la verdad sobre ti. . . Me das asco. ¡Fuera!
Sí, no hubo tal cosa como el amor. Era un mito hecho por imbéciles que sólo querían vender historias y la gente del círculo no podía darse el lujo de los tontos ingenuos.
No entendía el amor de cualquier manera. Los dioses sabían que nunca lo había visto en su vida. Era tan escurridizo para él como el sueño.
Con su furia muriendo con el último pensamiento, agarró el marco de su hijo, el peluche y la botella, y pasó por detrás de sus dos sofás opuestos.
Reprimiendo un bostezo, se dirigió a su dormitorio en la parte de atrás.
Después, metería el sentido a golpes en Nykyrian. Ahora mismo, todo lo que quería era unas buenas ocho horas sólidas de inconsciente descanso.
Sabes que aquí no es seguro.
Sí, su apartamento había sido seriamente comprometido, pero maldita sea, no había ido para que lo echaran por nada de su casa. Si llegaban por él aquí, aprenderían.
Y si le mataran, la verdad, ¿a quién le importaría?
Sin desvestirse o quitarse su blaster, se arrojó boca abajo en el ligero colchón de plumas que exhaló debajo de su peso. Agarró firmemente su suave almohada de plumas debajo de la cabeza, y suspiró con profunda satisfacción antes de rodar sobre su espalda. Algunas horas de esto y estaría tan bien como nuevo.
Se enderezó para dejar el retrato y el juguete de Paden en su mesita de noche, luego tomó un profundo trago de whisky directamente de la botella y lo dejó a un lado.
Recostándose en la cama, cerró los ojos.
Gah, nada se sentía mejor que esto…
Justo cuando comenzaba a dormitar, oyó un abrupto clic en el cuarto principal que sonó como si alguien hubiera desactivado su sistema de alarma y abierto la puerta principal.
Con los sentidos alerta, se tensó, obligándose a quedarse inmóvil y escuchar. Cuando no oyó nada más, se preguntó si se habría imaginado el sonido. Caramba, no era probablemente nada más que una alucinación traída de su sueño profundo... o nervios agotados... que oían a asesinos abalanzándose sobre él desde cada sombra.
Por supuesto que el alcohol tampoco ayudaba.
El sonido amortiguado y acolchado de botas contra su suelo de madera apenas alcanzó sus oídos. No había nada imaginario en eso. Alguien definitivamente se escabullía a través de su departamento.
Demonios… ¿Tendría alguna vez una noche de  sueño completa?
Apretando los dientes, Syn deslizó su blaster fuera de su pistolera de cuero. Había una única cosa que lo ponía realmente furioso...  gente desconocida en su casa. Él no irrumpía en las casas de otras personas y, maldita sea, esperaba la misma cortesía.
Bueno, quienquiera que fuera, estaba a punto de recibir una lección memorable de modales.
Syn se levantó de la cama y se arrastró hacia la puerta, con el blaster agarrado fuertemente en la mano. Se pegó contra la pared y empujó el mando para descorrer la puerta.
Nada.
Frunciendo el ceño en confusión, miró alrededor de la habitación principal desde la seguridad de su posición medio oculta detrás de la pared. No había ni una sombra en la tenue luz de su apartamento.
Syn se burló de su paranoia.
Definitivamente, la falta de sueño.
¿Qué se imaginaría después? ¿Pequeñas bestias peludas bailando tap en su sofá u otras criaturas fantasmagóricas acercándosele a hurtadillas en la ducha?
Dando un clic sobre el disparador del blaster volviendo a ponerle el seguro, bajó el arma y se estiró para cerrar la puerta.
La luz relampagueó contra el cañón plateado de un blaster apuntando directamente a su pecho desde el escondite de la pared opuesta.


[1] Rits: Diminutivo de Ritadarions.

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