miércoles, 29 de febrero de 2012

BOF cap 22

Syn se tumbó en el sofá de su despacho, mirando a las estrellas mientras hacía lo posible por agotar otra botella de Fuego del Infierno Grado A Toradion. Había probado de todo para olvidar a Shahara y el dolor que ella le había causado.
Sólo esto ayudaba.
Deseaba tanto verla, que le dolía interiormente. Pero no se atrevía a humillarse.
No después de que ella lo entregara a las autoridades.
Cierto, también lo había liberado. Y si le hubiera entregado el verdadero chip a Merjack, estaría muerto ahora. Pero eso no borraba la total desesperación que sintió en el momento en que lo había entregado y pisoteado diciéndole que lo había utilizado.
Eso era algo que no podía perdonar. Esas palabras quedaron grabadas para siempre en su corazón.
Además, ella era un Seax. Habría sido despojada de su título si no hubiera cogido el chip para la supervisora y visto a Merjack castigado. Eso no tuvo nada que ver con sus sentimientos, o la falta de ellos, hacia él.
La verdad de eso le cortó como un cuchillo. E incuso en su esfuerzo por salvarlo, lo había obligado a estar semanas mirando a su madre en una pantalla, mientras había estado puesto en el estrado para testificar.
El ver a su madre allí, tan carente de emociones mientras escuchaba su testimonio...
Cada momento le había rasgado el alma.
Frunció los labios y bebió más alcohol. Eso había sido probablemente la peor parte de todo aquello -ver a su madre asistir a su juicio.
Al menos no lo había condenado -esta vez. Sin embargo, su negativa a dirigirse a él había hablado más fuerte que cualquier otra cosa. No tenía familia.
Nunca tendría familia.
Como si me importara.
Con un profundo suspiro, tomó otro trago. No estaba seguro de cuánto tiempo había estado en casa. Los días pasaban borrosos, marcados solamente por las vacías botellas esparcidas por el suelo.
Llamaron a la puerta.
¿Ya había otra nómina? ¿Había pasado otra semana?
Sacudiendo la cabeza para despejarse, decidió darle a Criam el poder de firmar los formularios de pago. Ya no quería ser molestado con eso.
—Adelante.
No miró hacia la puerta mientras esta se abría. Pero el pelo de la parte posterior del cuello se le puso de punta cuando no escuchó entrar a nadie.
No fue hasta que una sombra cayó sobre él, que supo quién era.
Nykyrian.
El alto y rubio asesino estaba vestido de negro, su largo cabello recogido en una trenza. Se apoyó pesadamente sobre un bastón -una lesión que había sufrido mientras salvaba la vida de su esposa de su enemigo. Del mismo modo, la mitad de su rostro todavía estaba marcado por el accidente que casi acabó con su vida.
—Te ves como el infierno, amigo.
Syn saludó con la botella.
—Qué gracioso. Yo estaba pensando lo mismo sobre ti.
Una de las esquinas de los labios de Nykyrian se arqueó hasta lo más parecido a una sonrisa que alguna vez le había visto a su amigo.
Syn tomó otro trago.
—¿Qué estás haciendo aquí? Imaginé que estarías con tu mujer viviendo esa mierda de felices para siempre que me da ganas de vomitar.
—Sonabas como una mierda total cuando te llamé, así que quería verte por mí mismo. Diría que estaba preocupado por ti, pero podrías pensar que me he vuelto blando y el infierno se congelará antes de que eso ocurra... Por cierto, si mi mujer da a luz mientras yo estoy aquí y no en casa con ella, te mataré dónde estás tirado.
Syn hizo un gesto obsceno a Nykyrian.
—¿Cómo le va?
Syn inclinó la cabeza hacia atrás para ver a Kasen en la puerta abierta. Curvando el labio, le gruñó.
—En el caso de que no lo hayas escuchado, no estoy exactamente en buenos términos con tu familia ahora mismo. Así que por qué no sacas tu culo fuera de aquí antes de que encuentre suficiente energía para vencerte.
—Oooh —susurró ella, arrugando la nariz como si él le hubiera dado algún placer sexual, mientras se acercaba al sofá—. ¿Lo prometes?
Él puso los ojos en blanco.
—Debería haber sabido que eso era todo lo que querías. Bueno, es demasiado tarde. Tu hermana mató cualquier conducta sexual que pudiera tener por una buena temporada. Personalmente, prefiero masturbarme.
—Eso es demasiado severo y crudo, cerdo—. Cruzó los brazos sobre el pecho—. De todas formas, no es por eso por lo que estoy aquí. Sabes, tú y yo éramos amigos. Y amigos es algo de lo que no tengo mucho—. Ella se puso a su lado—. Estaba realmente preocupada por ti, Syn. Nadie te había visto desde que saliste.
Syn respiró hondo. No había querido estar tan absorto en su estupidez. Era sólo que el dolor era demasiado crudo para hacerle frente ahora.
Aun así, no tenía ninguna intención de arremeter contra ellos.
—Lo siento. No debería enfocar mi ira hacia tu hermano y hermana hacia ti.
—Está bien. Estoy acostumbrada a ello. Siempre me pillo el infierno por uno de ellos. ¿Por qué crees que estoy tan malhumorada?
—Ah, así que esa es la razón.
Se sentó a sus pies y miró a la botella medio vacía que tenía en la mano, luego trasladó la mirada a las otras tres botellas vacías en el suelo.
—¿Estás borracho?
—Cómodamente ebrio —dijo con una oscura sonrisa, pensando en Shahara y en su continua necesidad de saber qué significaba C.I
Nykyrian se burló.
—Bueno, si consigues estar algo más cómodo, amigo, voy a tener que llamar a un paramédico.
Kasen levantó una botella y leyó la etiqueta.
—Esta cosa puede matarte.
—Sí, pero obviamente no es lo suficientemente rápido —fue a tomar otro trago.
Nykyrian le atrapó la mano y tiró hacia atrás.
—¡Hey!
Él apartó la mano.
—No me hagas ese ruido a mí.
Syn curvó los labios.
—Vik y tú. Ambos sois unos traidores. Tú también te podrías largar con Shahara —Vik se había ido a vivir con Shahara hasta que Syn “volviera en sí mismo.” Pequeño pedazo de gusano bastardo traidor.
Kasen sacudió la cabeza.
—Creo que esta es la primera vez que te he visto beber de una botella.
Nykyrian resopló.
—Eres afortunada. Yo le he visto abrir un barril y pulírselo.
—Mirad —dijo Syn entre dientes—, no tengo ganas de charlar con ninguno de los dos ahora mismo. Ya me habéis visto, sabéis que estoy vivo, ahora por qué no os vais a casa.
Kasen le abofeteó los pies.
—Hablas como Shahara.
El corazón de él se paró ante la mención del nombre de ella.
—¿Y cómo está la vieja Shahara, de todas formas? ¿Viviendo por los aires con el millón de créditos que sacó al torturarme?
—No —dijo ella quedamente—, no tocará nada de eso.
Él levantó una ceja sorprendido.
—Intentó devolverlo, pero la supervisora dijo que no. Dijo que Shahara se lo había ganado.
Oh, sí, definitivamente, se lo había ganado jodiéndolo. Su talento interpretativo valía mil veces más que en los estudios.
—Apuesto a que lo hizo.
Kasen apretó los dientes.
—Mira, te quiero como a un hermano, Syn, y quiero a Shahara. Y no puedo quedarme a vuestro alrededor y ver cómo os morís porque sois demasiado malditamente orgullosos para pediros perdón. Ella siente lo que hizo. Está tan abatida en esa madriguera a la que llama casa, tan deprimida que apenas se mueve.
—¿Crees que me importa?
—Yo sé que sí. Mírate —le hizo un gesto señalándolo, tirado en el sofá—. Tienes tu libertad y has limpiado tu nombre. En lugar de ser feliz y seguir con tu vida, estás aquí sentado medio muerto. Shahara tiene un millón de créditos y ni siquiera ha ido a comprarse un par de zapatos nuevos. ¿Qué te dice eso?
—Que somos idiotas.
Ella hizo un sonido de supremo asco.
—Y luego está Caillen, quien se sienta a su alrededor mirándola como si hubiera perdido a su mejor amigo, porque ha perdido a su mejor amigo.
—Ni siquiera trates de defenderlo ante mí.
Ella apretó los dientes.
—Sois tan tercos los tres. Debería meteros a todos en una habitación y no dejaros salir hasta que esto se solucione.
Ella se sentó en silencio antes de volver a hablar.
—Hay algo que debes entender de mi familia. A Tessa y a mí nos falta un tornillo.
Él le lanzó una fría y dura mirada.
Ella la ignoró.
—Lo que no sabes es lo que se siente si tu hermana tuviera que dejar los estudios para mantenerte. Caillen idolatra a Shahara. Desde el día en que se puso de manos y rodillas a fregar lavabos para poner algo de comida en la mesa, él lo adora todo de ella. Todos lo hacemos. No importa lo duras que se pusieran las cosas, Shahara siempre fue la fuerte. Nunca se ha quejado o enfadado. Hizo lo que tenía que hacer por nosotros, y sufrió en silencio.
—Sí, ella es buena en eso.
—No tienes que ser sarcástico —Kasen frotó las manos sobre las perneras del pantalón. —. De todas formas, fue Caillen el que la encontró después de que fuera violada. No sabes lo que es ver a alguien que amas tan roto como ella lo estaba esa noche.
Syn se estremeció al pensar en Talia. Sabía exactamente lo que se sentía al ver como alguien a quien amas es roto, día tras día, hasta que no queda nada más que una cáscara fracturada.
Sin darse cuenta de que sus palabras le habían afectado, ella continuó.
—Nunca fue la misma después de eso. Dejó de reír y bromear. Todo lo que hizo las semanas siguientes fue sentarse en una silla y llorar.
—Hasta que lo mató.
Ella asintió.
—Eso la sacó de la silla, pero no le devolvió lo que había perdido. Nunca hablaba de lo sucedido. Estaba tan débil y asustada que incluso permitió a Callen abandonar la escuela y ayudarla. Algo que nunca hubiera aceptado antes del ataque. Y desde el día en que él la encontró medio muerta por los golpes de Gaelin, no fue el mismo, tampoco. Se obsesionó con protegerla.
Kasen le lanzó una dura mirada.
—Cuando Caillen os vio a los dos juntos, eso lo mató. Siempre ha estado aterrorizado de perdernos, especialmente a Shahara. Ella es el pilar de nuestra familia entera. Siempre que algo va mal, es Shahara quien encuentra una solución. Cuando necesitamos que alguien nos escuche, o nos ayude de cualquier manera, corremos a ella. Tenía miedo de que la hirieras y lo hiciste.
Ella se levantó y le miró hacia abajo.
—Puedo entender que Shahara y tú os sintáis así el uno respecto al otro, pero no tienes que hacer responsable a Caillen por lo que dijo. Tú significas el universo para él. Eres el mejor amigo que alguna vez ha tenido.
—Gran cosa.
—Vale —levantó las manos con derrota—. Lo que sea. Ya no me importa lo que hagáis ninguno de los tres. Estoy harta —se dirigió a la puerta—. Puede que te vea por ahí alguna vez.
Y dicho eso, se marchó.
Pero Nykyrian se quedó.
—¿Qué? —le espetó Syn.
—Sé lo que sientes ahora.
—No, Kip, no lo sabes. No tienes ni idea de lo que se siente al ser traicionado de esa manera.
La expresión de él mantuvo su habitual estoicismo.
—Después de que el padre de Kiara casi me matara y yo apenas sobreviviera, fui a verla. Al igual que Shahara y tú, estábamos sufriendo y nos dijimos cosas que no deberíamos.
Syn curvó los labios con asco.
—¿Qué ha hecho el matrimonio contigo? ¿Volverte mujer? En caso de que lo hayas olvidado, nosotros no compartimos cosas como esta. Así que ¿puedo tener a mi hosco y desagradable amigo asesino de vuelta?
Nykyrian lo agarró por la camisa y tiró de él hasta que sus miradas se enlazaron.
Bueno, el asesino desagradable estaba definitivamente de vuelta.
—Muy bien, imbécil. Si quieres revolcarte en tu miseria, hazlo. Me importa poco si te metes dentro de una botella y te solidificas. Tengo otras cosas en las que pensar ahora mismo. Pero déjame que te recuerde algo que un buen amigo me dijo cuando me estaba comiendo vivo por sentimientos que no entendía -incluso cuando mi matrimonio iba mal, era bueno. En realidad, no tuve ni idea de lo que quisiste decir esa noche pero ahora lo sé y agradezco a los dioses que finalmente pudiera creer que tuviera suerte con algo que casi me mató. La vida que tengo ahora... no, la mujer que tengo ahora hizo que mereciera la pena cada momento de mi inútil y podrida existencia que me llevó a su puerta, y volvería a revivirlo todo sólo por tener un beso de sus labios. Tú fuiste el que me dijo que la mujer adecuada era un refugio en la tormenta.
—Y estaba borracho al mismo tiempo.
Nykyrian lo empujó de nuevo al sofá.
—El Syn que yo conozco nunca ha sido un cobarde. No me digas que vas a permitir que ese pedazo de mierda...
—¡No te atrevas a insultarla!
—Ahí tienes tu respuesta, chico —le entregó la botella de nuevo—. Tienes dos opciones. Puedes poner fin a todas nuestras miserias, o salir de ese maldito sofá y vivir.  Esto está por debajo del despiadado hombre al que llamo amigo.
—Que te jodan. No tienes ni idea de lo que me dijo. Dijo que me había usado.
—Y Kiara me dijo que quería que me hubiera muerto. Comprendo tu dolor, Syn. Toqué fondo y me dejé llevar por el alcohol. Pero sólo me curó una cosa.
—¿Y cuál fue?
—Hizo que me tragara el orgullo. No, no fue fácil y me ahogué en él. Pero te diré una cosa. Todos los días me despierto con una pequeña mano tocándome la piel y rechazo cualquier hombría que creía que hubiera perdido al disculparme con ella. Puedes sentarte aquí y masturbarte todo lo que quieras, pero al final no es lo mismo. Confía en mí. Lo sé.
Nykyrian se dio la vuelta y lo miró.
—Ahora, me voy a casa con mi mujer y a estar agradecido de que fui lo suficiente hombre como para luchar por ella. Atrévete a ser el hombre que sé que puedes ser —y con eso, le dejó.
Syn se quedó allí mientras las palabras de Nykyrian lo atormentaban. Al final, él sabía que su amigo tenía razón. El único problema era que no la había en él para levantarse.


Shahara apoyó una cadera en el mostrador de la cocina, mirando a Caillen navegando a través de las ofertas de trabajo de su ordenador.
—Nunca voy a encontrar otro trabajo —dijo él con los dientes apretados.
—Eso te pasa por imbécil.
Le echó una obscena mirada a su manera.
—¿Y cuándo vas a nadar en ese mar de dinero que te han pagado? Necesito un préstamo.
—¿Te parezco un banco? —Le golpeó juguetonamente en la parte de atrás de la cabeza—. Consigue un trabajo y luego hablamos.
—De acuerdo, pero si tuviera mucho dinero, seguro que no viviría en este apestoso agujero.
Shahara miró a sus paredes llenas de parches. Caillen estaba en lo cierto –vivía en un vertedero. Durante la última semana, había estado mirando un par de lugares para mudarse, pero hasta ahora no había encontrado ninguno que le pareciera un hogar.
Incluso si lo hubiera hecho, no lo hubiera comprado. No importaba lo mucho que lo intentara, no podía gastarse ese dinero.
Su sentimiento de culpa era demasiado profundo.
Habían pasado seis meses desde que lo liberaron. Seis largos y solitarios meses de preguntarse cómo estaba, qué estaría haciendo.
Y con quien lo estaría haciendo.
Él no quería tener nada que ver con ella y no iba a suplicarle de nuevo. Puede que no tuviera mucho en esta vida, pero tenía su orgullo.
Suspirando, se acercó a su unidad de refrigeración de mala calidad y se sirvió un vaso de zumo.
—Seguramente habrá alguien que necesite un piloto sin referencias como tú.
Él le hizo un gesto obsceno.
Antes de que ella pudiera contestar, llamaron a la puerta.
Caillen frunció el ceño.
—¿Esperas compañía?
Ella sacudió la cabeza, después fue a responder.
Era un hombre con el uniforme de los de entregas.
—Buenas tardes, fria. Tengo un paquete aquí para Shahara Dagan.
—Soy yo.
—Bien —le sacó un libro de cuentas—. Si sólo lo firmara...
—No he pedido nada —dijo ella interrumpiéndolo.
—Señora, yo sólo soy el mensajero. Si desea saber algo más de quien le envió esto hay un número de factura que usted puede reclamar —le sacó el libro de contabilidad otra vez.
Firmando, cogió la caja de entre sus manos.
Caillen levantó la vista.
—¿Qué es?
Se encogió de hombros y cogió un cuchillo para abrirlo. Desplegando la caja, su ceño creció. Capas de papel tisú dorado se encontraron con su mano y escarbó a través de ellas hasta que tocó algo increíblemente suave.
Lo sacó, y se le abrió la boca.
Era el vestido verde azulado del vestíbulo del hotel que tanto había deseado. No sólo el vestido, sino todo lo que iba con él, medias, zapatos, incluso un chal.
—¿Él te envió esto?
—Cállate, Caillen —replicó ella, deleitándose con la suavidad mientras restregaba el delicado tejido de su manga por la mejilla. Una calidez la atravesó.
¿Por qué Syn le enviaría esto?
A menos...
Se le aceleró el corazón. ¿Podría ser su forma de disculparse?
Debía ser.
Y si estaba dispuesto a volver a verla, entonces, quizá, sólo quizá...
Eufórica, corrió al baño a intentar ponerse el vestido. Una vez lo tuvo encima de su cuerpo, se pasó las manos por delante. Oh, era magnífico. Y la hacía sentirse tan hermosa. Tan femenina.
Necesitando compartirlo con alguien, se giró hacia donde estaba Caillen sentado.
—¿Qué te parece?
Él la miró y resopló.
—Pareces la amante de un tipo rico. Creo que es asqueroso.
—Eres tan malo —Shahara se soltó el pelo, luego se lo recogió en un moño suelto. Dejando zarcillos perdidos alrededor de su rostro, miró a Caillen—. Es culpa tuya que no puedas encontrar trabajo. Después de lo que le dijiste a Syn, deberías estar muriéndote de hambre y vagabundeando por las calles.
Por primera vez, ella vio arrepentimiento en sus ojos.
—Sé que no debería haber dicho lo que dije. Pero tienes que entender que hay un código especial entre chicos –no jodas con la hermana de tu mejor amigo. Nunca.
Ella puso los ojos en blanco ante su crudeza.
—Tú eres mi hermana mayor, Shay, yo siempre pensé que estabas por encima de esos bajos instintos.
—Oh, muchas gracias.
Caillen suspiró.
—Me gustaría poder decirle que lo siento.
—¿Por qué no lo haces?
Su columna vertebral se puso rígida.
—Soy un hombre, Trisa, no un débil.
—Hay un cargamento de especias que tiene que ser entregado en Derridia esta noche.
Shahara se giró ante la profunda voz de barítono que había querido oír. Como un depredador salvaje vigilando a su objetivo, Syn estaba entre las sombras, justo dentro de su habitación.
Ella miró a Vik, quien estaba sentado silbando culpablemente en una esquina. El pequeño duende debía de haber dejado pasar a Syn mientras ella se probaba su vestido.
—¿Por qué no llamas a Criam y le dices que te he dicho que lo cojas?
Caillen se puso lentamente sobre sus pies.
—¿Estás seguro?
Syn miró a Shahara.
—Buenos pilotos, das una dina y salen una docena, los grandes pilotos son más difíciles de reemplazar —miró a Caillen—. Ahora lárgate antes de que cambie de opinión.
Caillen se encogió de hombros en su chaqueta y le dio a Shahara un rápido beso en la mejilla.
—Te llamo más tarde —después salió por la puerta.
Shahara se lamió los labios secos cuando los ojos de obsidiana de Syn regresaron a ella.
Dioses, estaba magnífico. Con el pelo suelto y las mejillas oscurecidas por las patillas, llevaba un traje completamente blanco que hacía que su piel pareciera aún más oscura de lo normal. El lino blanco perfilaba cada línea de sus músculos, y sus pantalones se abrazaban a su trasero tan bien que suplicaba por ser saboreado.
A pesar de sí misma, su sangre corrió.
Sintiéndose incómoda de repente, buscó algo para decir. Dile que lo amas.
No, ella no podía hacer eso.
Aún no.
—Gracias por el vestido —dijo, decidiendo que era lo bastante inocuo.
Con una tímida sonrisa, él se frotó el cuello.
—Pensé que sería un bonito cambio verte con otra cosa que no fueran unos pantalones o ropa de trabajo —una hambrienta luz parpadeó en la oscuridad de sus ojos. —Te ves muy bien.
Tú también. Había perdido algo de peso. No mucho, sólo lo suficiente para aumentar la apariencia de los músculos bien desarrollados.
Cada parte de ella estaba en sintonía con él, y lo único que quería era correr hacia Syn y tirar de él a sus brazos. Pasar sus manos por encima de sus músculos y cogerle...
Pero el pensamiento de su rechazo la hizo mantener los pies clavados en el suelo. No se avergonzaría a sí misma.
Al menos, aún no.
El silencio pesaba entre ellos. Shahara se mordió el labio, esperando a que él dijera algo.
Vik se convirtió en pájaro.
—Sabéis, me siento muy incómodo, gente. Creo que me voy a largar con Caillen un rato —salió por la ventana.
Al final Syn cruzó la distancia entre ellos y cogió sus manos entre las de él. Una emoción que ella no pudo definir arrugaba su ceño.
—Te he echado de menos, Shahara.
Sus palabras le causaron tal éxtasis que tuvo ganas de cantar.
Pero no lo hizo.
En cambio, le dedicó una tierna sonrisa.
—Y yo a ti.
—No —dijo él, ahuecando la cara de ella entre sus manos mientras la miraba con esos ojos de obsidiana. Unos ojos que reflejaban la profundidad de sus emociones, y le permitió ver con claridad su alma—. Quiero decir que de verdad te he echado de menos.
—¿Y?
—¿Y qué?
Ella lo miró. Todo lo que quería era que lo dijera. Por él, decirle que la amaba.
¿Era tan difícil eso?
Vio su devoción, pero no era suficiente. Si no podía decirlo...
—No importa.
Syn la miró confuso cuando se apartó de él. ¿Por qué estaba siendo tan distante?
Muy bien, entonces. Los dos podían jugar a eso entonces. Cruzando los brazos sobre el pecho, se apoyó contra la pared.
—He oído que has renunciado a tu trabajo.
—Sí —ella apagó el ordenador que Caillen había dejado encendido—. Entregué mi renuncia tan pronto como llegué a casa.
—¿Por qué?
Se encogió de hombros.
—Antes de conocerte, siempre creí que la justicia era blanca o negra. Bien y mal. Tú me mostraste que no era así de simple. Y me asusté cuando pensé en cuánta gente inocente había ayudado a ejecutar. No quería ser esa persona nunca más.
Ella lo miró con esos inquietantes ojos dorados que consumían su alma.
—No podía soportar la idea de lo que te había hecho a ti.
Tiró de ella a sus brazos.
—Necesito que seas parte de mi vida.
Ella se puso tensa.
—Sí, ya me dijiste eso antes y luego te negaste a hablar conmigo durante seis meses.
—Bueno, me entregaste al hombre que quería matarme.
Una sombra de tristeza atravesó los ojos de ella y bajó la mirada al pecho de él.
—Lo sé.
Le levantó el mentón para poder ver su expresión.
—¿Por qué no le diste a Merjack el verdadero chip? —quería que le dijera que lo amaba demasiado para verlo morir.
—Porque soy una Seax, que ha jurado defender a la justicia y estaba en esa misión por ellos.
Hizo una mueca cuando confirmó su temor. Él realmente no significaba nada para ella.
—Oh —dio un paso atrás y la soltó.
Cuando él se fue hacia la puerta, ella le gritó.
—¿Por qué creías que lo hice?
—Por nada. Era estúpido —cogió el picaporte, entonces se detuvo.
Ella vio varias emociones cruzar su rostro. Él cerró los ojos y se veía como si estuviera peleando con algún demonio interior.
Finalmente, habló.
—No puedo hacer esto otra vez —dijo en una voz tan baja que ella no estuvo segura de haberlo oído.
Antes de que pudiera preguntarle qué quería decir, regresó a su lado.
—Te amo, Shahara. Me enseñaste lo que era hablar con alguien. Hablar de verdad. Y ahora... no puedo vivir sin ti.
Se arrodilló ante ella y le cogió la mano.
Se quedó mirándolo, sorprendida de que un hombre tan fuerte se hubiera humillado así por ella.
—Sálvame, Shahara —susurró. —Sálvame de las solitarias noches que nunca terminan.
Metió la mano en el bolsillo y sacó el anillo ámbar que ella había visto esa noche en el hotel. Lo deslizó en el dedo de ella y la besó.
—Quiero que te cases conmigo, Shahara.
Impresionada, clavó los ojos en el hermoso anillo.
—¿De quién es este anillo?
—Tuyo.
Eso destrozó el estado de ánimo de ella y los tiernos sentimientos que él le había provocado.
—Oh, por favor —le espetó—. Te vi con él la noche en que fuiste arrestado. ¿Cuántos años tiene? —Ella entrecerró los ojos—. ¿Para quién lo compraste?
Él le sonrió.
—Lo compré para ti, Shahara, porque el color me recuerda a tus ojos. Fue en la tienda donde compré nuestras ropas. Tengo el recibo si quieres verlo.
Ella sacudió la cabeza, el corazón le latía con fuerza. Realmente la amaba. No se lo podía creer.
—No, cariño, confío en ti.
—Entonces di que te casarás conmigo.
Sonrió cuando la alegría se extendió sobre ella y la dejó sin aliento.
—Me casaré contigo, Sheridan Digger Wade.
Sus hoyuelos brillaron.
—Llámame Syn.
—Por mucho que quiera ceder ante el pecado —dijo ella, arrugando la nariz juguetonamente—. No creo que pueda. Ni siquiera estás dispuesto a compartir ese nombre conmigo. Aún no sé lo que significa C.I. Además, Shahara Syn suena como una enfermedad, o una ciudad.
La cálida sonrisa de él la emocionó cuando se puso de pie ante ella.
—Está bien, ¿quieres saber lo que significa C.I.?
—Si quieres llegar a un acuerdo para casarme contigo, si lo hago.
Ella le miró con asombro mientras un profundo rojo se apoderaba del rostro de él.
¿Podía ser que de verdad estuviera avergonzado?
Él se frotó la parte de atrás del cuello y la miró por debajo de las pestañas.
—¿Te acuerdas, hace años, de un pequeño cachorro de dibujos Vorna en la parte de atrás de las cajas de moglas?
¿Qué tenía que ver eso con nada?
—¿Esa cosita que siempre se metía en problemas? —preguntó ella.
Él asintió.
—Lo llamaron C.I.
La boca de ella se abrió cuando cayó en la cuenta. Una carcajada brotó y antes de que pudiera detenerla, la atravesó, haciendo que el rostro de él adquiriera un tono de rojo más brillante.
—Estas bromeando. ¿Te llamaste a ti mismo así después de un dibujo animado?
—Te dije que era embarazoso. Era un crío estúpido, y nadie quería tratar con un chico que no tenía, al menos, algo parecido a un nombre real. Pensé que sonaba bien.
Ella sacudió la cabeza.
—En ese caso, definitivamente te llamaré Sheridan.
Los ojos de él brillaron.
—No creo que puedas hacerlo. Estás demasiado acostumbrada a llamarme Syn.
—Oh, por favor, Syn, yo...
Él le mostró los hoyuelos.
—Te lo dije —no dispuesta a dejarle tener esa victoria, intentó pensar en otro nombre para llamarlo—. ¿Qué tal Syn Wade?
—¿Y tú, Gildagard, bésame y nos vamos a encontrar una sacerdotisa para que haga de ti una mujer decente?
Ella se puso sobre sus rodillas y encontró los labios de él.
Los brazos de Syn se apretaron entorno a su cintura mientras la besaba hasta dejarla sin sentido. Él se apartó de ella con un gemido.
Cuando habló, lo hizo con un rasgado susurro que hizo que su corazón latiera aún más fuerte.
—¿Qué tal si encontramos una cama primero y luego una sacerdotisa?
Ella sonrió.
—Deja de hablar, convicto, y dame otro beso.
—Sí, señora.
Y esta vez, cuando los labios de él encontraron los suyos, ella supo que sería para siempre.

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