jueves, 23 de febrero de 2012

OSN cap 11

Stryker yacía en la cama con Zephyra en los brazos, escuchándola roncar
suavemente. Sonriendo para sí, delineó los rasgos con los dedos. Era tan hermosa.
Delicada. La había echado tanto de menos. Y era tan bueno abrazarla otra vez. No había
nada en la vida que apreciara tanto como estas tranquilas horas a solas.
Estaba empezando a quedarse dormido cuando un golpe en la puerta le
sobresaltó.
—Pasa.
Davyn entró con una mirada en los ojos que le dijo que algo iba muy mal.
—¿Qué?
Davyn tragó.
—Estábamos persiguiendo a los gallu y… —Se estremeció y desvió la mirada, como
si temiera continuar.
—¿Y qué? —Gruñó apretando los dientes.
El daimon tragó con fuerza.
—Llegó War con refuerzos.
Y una mierda. ¿Por qué estaba tan asustado por algo así? Era de esperar. Estaría
sorprendido si hubiera tenido que luchar solo.
—Podemos…
—Capturaron a Medea.
Zephyra se sentó de golpe en la cama, completamente alerta mientras una oleada
de rabia le recorría.
—¿Qué han hecho qué?
—Se llevaron a Medea —repitió con voz hueca. Enfrentó la mirada de Stryker y la
vergüenza que revelaba, le hubiera conmovido si no hubiera estado tan furioso—. War
quiere que te rindas o la matará.
Las maldiciones de Stryker igualaban las de Zephyra.
—Reúne a los hombres —ordenó.
Zephyra le cogió del brazo cuando salía de la cama.
—No podemos luchar con él. La matará.
Davyn asintió.
—Tiene razón. War fue muy claro. Quiere que vayas solo o su vida estará perdida.
Rechinó los dientes odiándose por poner a su propia hija en peligro. Encontró la
mirada de Zephyra y vio el miedo tras la ira.
—Empecé esto y lo terminaré. Juro por los dioses que no dejaré que le haga daño.
—Más vale que volváis los dos. No me gustan los funerales —el tono era un
susurro tranquilo en la oscuridad.
La acercó y le besó la frente. Ninguna palabra había significado más para él.
—No te preocupes. He enterrado a gilipollas más grandes que éste y pretendo
bailar sobre la tumba del cabrón.
Nick inclinó la cabeza sintiendo una sensación extraña revoloteando sobre la piel.
Como delicadas alas de mariposa bailando. Giró con rapidez y se encontró con una
mujer tras de sí. Menuda y ligera, tenía tal poder que le indicó que podía ser tan letal
como hermosa.
—¿Quién eres?
Una malévola sonrisa danzaba en la comisura de los labios.
—Llámame Ker. War me ha enviado para decirte que tiene a la diosa Menyara. Si
quieres que te la devuelva, irás desarmado y solo al cementerio de Saint Louis a
medianoche.
Se burló de ella.
—Eso es un cliché, ¿no?
—La verdad es que no —dijo y se desvaneció.
Se sentó lentamente mirando como cambiaba la piel del brazo al ahora familiar
diseño rojo y negro. Ahora era más fuerte de lo que había sido alguna vez. Su poder era
absoluto… si supiera cómo controlarlo. Pero el problema era que la fuerza venía
seguida de una gran debilidad. Podía sentirlo, pero no utilizarlo realmente.
Con el corazón pesado, pasó la vista por la habitación de la pequeña casa que
Menyara había llamado hogar desde los tiempos de su infancia. Dibujos y estatuas de
dioses y diosas antiguos estaban esparcidos por todos lados y ahora podía ver las
escrituras de protección en las paredes que antes habían sido invisibles a sus ojos
humanos. Aquí era donde le mantenía a salvo... Como niño y como el monstruo en que
se había convertido.
La casucha no era adecuada para una diosa y aún así había sido la morada elegida.
Y aquí había sido donde le había criado junto a su madre.
Encogiéndose de dolor, vio en la cabeza el cuerpo sin vida de su madre. Sintió su
carne fría mientras intentaba revivirla. La sangre le había empapado, mientras su
mundo estallaba en pedazos en un instante. No sabía si alguna vez volvería a ser el
mismo. La rabia. El dolor. La traición. Todo era reciente. Todavía dolía.
—Te echo de menos, mamá —susurró mientras la agonía le recorría. Había
muerto por su culpa y de nadie más. Lo sabía. Sólo que no quería afrontarlo.
Y ahora la vida de Menyara estaba en sus manos.
Podía tragarse el orgullo y salvarla o tomar cartas en el asunto y verla morir…
Sólo él podía tomar la decisión.
Ash estaba en el balcón de Savitar, sobre el gran salón. Escondido en las sombras,
miraba a Tory, Danger y Simi riendo mientras comían helado. Sorprendentes
emociones le recorrían. Pero a lo único que podía ponerle nombre era a la sensación de
calidez que tenía cada vez que las veía. La sensación de familia.
Nunca en la vida habría pensado que tendría esta sensación de paz y felicidad.
Conocer el tacto de una mujer que le amara de verdad. Un tacto que tenía la certeza que
no se volvería doloroso o brutal. Verdaderamente, era un milagro.
Tory miró hacia arriba como si le sintiera y sonrió de tal manera que sintió como
si le golpeara con un martillo. Avanzó un paso y se congeló al sentir una presencia que
nunca hubiera esperado.
Nick.
No se movió al sentirlo a su espalda y esperó a que le atacara.
No lo hizo. En vez de eso, exhaló un profundo suspiro antes de decir con tono bajo
y letal.
—Confiaba en ti, cabrón, y me abandonaste.
—Lo sé —dijo suavemente apretando la barandilla con fuerza—. Debería haberte
hablado de Simi y no lo hice. Pero sabía cómo te manejabas con las mujeres.
—Jamás la hubiera tocado de haber sabido que era tu hija.
Se volvió para encararle.
—Ambos la jodimos. Intentábamos protegernos del dolor y, haciéndolo, echamos
a perder todo lo que queríamos proteger. Debería haber confiado más en ti pero mi
pasado no me permitía abrirme de esa manera —dejó escapar un suspiro cansado—.
Así que, ¿estás aquí para luchar conmigo?
Los ojos centellearon con un brillo rojo en las sombras.
—Créeme, nada me produciría más placer que matarte. Pero necesito un favor y
no tengo a nadie más a quién pedírselo.
Arqueó una ceja. Sabía que estaba tragando una amarga medicina y lo último que
quería era hacer que se sintiera peor.
—¿Qué ha pasado?
—War tiene a Menyara. Necesito saber cuál es su punto débil para poder ayudarla.
Ash sacudió la cabeza.
—¿Puedes?
—Solo, no.
Nick dio un paso acercándose.
—Entonces dime que tengo que hacer.
—¡Ash!
Retrocedió y miró hacia abajo donde Tory estaba llamándole. Si pensaba que Nick
había sido una sorpresa no era nada comparado con lo que le esperaba abajo. Tuvo que
parpadear un par de veces para asegurarse de que no estaba alucinando.
—Coño. Hoy Lucifer debe estar sentado sobre hielo —se volvió a mirar a Nick—.
Quédate aquí un momento.
—Ash…
—Créeme. Quédate escondido y volveré enseguida —se materializó al salón de
abajo donde Stryker estaba de pie junto a Tory al lado de la mesa.
El Daimon no parecía nada feliz de estar allí pero eso quedaba opacado ante los
sentimientos de Ash, especialmente porque el Daimon estaba prácticamente encima de
las seis personas más importantes del mundo para él. Entrecerró los ojos.
—¿Qué haces aquí?
—Me manda Savitar para hablar contigo.
Arqueó una ceja aunque sabía que no mentía. No había otra forma de que hubiera
podido llegar a allí por las buenas.
—¿Qué pasa?
Las facciones de Stryker se quedaron completamente en blanco.
—War tiene a mi hija —se le quebró la voz y eso hizo que se diera cuenta de que el
tipo no era tan ambivalente como quería aparentar.
Movió la cabeza.
—Parece que eso pasa muy a menudo últimamente.
—¿Tiene a Kat?
Rió ante la idea de War intentado llevar a cabo una estupidez digna de premio
como esa con su hija… y entonces, con ese pensamiento, se dio cuenta de cuán sencilla
era la solución a su problema. Kat. Tenían un arma que War no vería venir y cuando
quisiera darse cuenta, estaría derrotado y completamente bajo control.
Insensibilizando la expresión, cruzó los brazos sobre el pecho y, encontrando la
mirada de Tory, le hizo un guiño. Ella, Simi y Danger estaban completamente serenas y
en silencio como si estuvieran esperando ver si atacaban a Stryker o le dejaban en paz.
—Presumo que estás aquí para pedir un favor.
—Nunca pido nada. Estoy aquí para proponerte una tregua, simplemente —Ash se
burló—. ¿Una tregua para luchar con todo lo que has desatado en un intento de
matarme?
Stryker se encogió de hombros despreocupadamente.
—¿Para qué irnos por las ramas?
—Es verdad. Después de todo tenemos rencillas bastante más grandes que eso
entre nosotros.
Los ojos de Stryker se volvieron oscuros y su expresión mortal.
—¿Te niegas entonces?
—No. Debemos parar a War y todos seremos necesarios.
—¿Quiénes somos todos?
Antes que pudiera contestar, Nick apareció ante ellos.
Curvando los labios, Stryker avanzó hacia él para atacarle.
Ash obligó a Stryker a retroceder y se interpuso entre ellos.
—Piensa en tu hija. Si le matas, estamos jodidos y tu hija muerta.
Maldijo.
—Vale. Pero una vez que derrotemos a War, iré por ambos otra vez.
—A mí me vale. Por aquellos a los que amo, por hoy somos aliados. Mañana
volveremos al orden natural de enemigos mortales. Caballeros, y utilizo el término
hablando en términos generales para todos nosotros, ¿estamos de acuerdo?
Nick cubrió la mano con la suya.
—Por mí, está bien.
Stryker dudó.
—Por Medea —y puso la mano sobre las de ellos.
Tory rió de forma suave.
—Vaya alianza peculiar. Bueno, ¿y ahora qué hacemos?
Ash no dudó al contestarle.
—Tú te quedas aquí.
Le gruñó.
—Acheron…
—No hay peros que valgan Sota. Te juro que estaré bien.
—Ya hemos tenido esta discusión machista antes y normalmente pierdes.
Era verdad, le costaba mucho decirle que no, pero aparte de eso, era bastante
razonable y por eso la quería.
—Ya sé que eres perfectamente capaz de apañártelas sola. Los dioses saben que
no soy lo suficientemente fuerte para contradecirte mucho tiempo, pero en esto
necesito la cabeza fría lo que significa que necesito que estés alejada del peligro.
—Vale. Pero si la cosa se pone fea, allí estaré.
—La cosa no se va a poner fea.
Miró a Nick y luego a Stryker antes de volver a mirarle.
—Eres un optimista. Mi sentido arácnido está cosquilleándome por todas partes.
Se inclinó y le besó la frente.
—Eso es por el helado. Relájate.
Danger bufó.
—Relájate. Créeme. Todo va a ir bien. ¿No es así como acabé muerta?
Se encogió ante el recuerdo.
—Deja de alimentar su ansiedad.
Simi se metió en la conversación.
—Ansiedad. La Simi nunca ha comido de eso —miró a Danger—. ¿Está bueno?
—La verdad es que no.
—Entonces deberíamos ponerle salsa barbacoa. Todo sabe mejor con salsa
barbacoa.
Ash meneó la cabeza.
—Pues vamos a planear nuestra estrategia.
Tory se puso a su lado.
—Eso puedo hacerlo.
Y claro que podía. Cogiendo su mano, los condujo al despacho de Savitar donde
podrían preparar el ataque y compartir lo que cada uno sabía de War y sus debilidades.
Ker hizo un sonidito con la boca al mirar a los hombres y la mujer reunidos en una
habitación con paneles donde se sentaban planeando la desaparición de War.
—Qué curioso. Los ratones se unen en un esfuerzo para derrotarnos.
War se rió de Ker.
—No esperaba menos. Pero nos subestiman. Mañana estarán todos muertos y con
la sangre del Malachai, seremos capaces de revivir a nuestros hermanos. Mientras la
humanidad se prepara para la Navidad, nosotros vamos a celebrar un festín con sus
almas. A medianoche, el velo entre los mundos es frágil y Nick abrirá una nueva era.
Dejemos que empiece el baño de sangre.
Ker sonrió brillantemente.
—No puedo esperar.
Ash revisó las hojas de las botas para asegurarse que funcionaran. Volvió la
cabeza al notar que alguien entraba en la habitación. Era Urian.
—¿Vas a ayudar a mi padre? —las palabras eran más acusación que pregunta.
Se aseguró que la voz no tuviera emoción alguna.
—Debemos detener a War.
—Stryker mató a mi esposa —gruñó.
—Lo sé.
Sacudió la cabeza mientras los ojos llameaban de furia.
—¿Cómo puedes ayudar a alguien como él?
Tenía bastante de acusaciones y auto compasión. Había mucho más en juego que
meras traiciones pasadas y sentimientos heridos.
—Le ayudaste durante siglos. ¿Tengo que recordarte cuántas vidas tomaste bajo
su mando? Vidas con las que estabas emparentado. Tú mataste a la madre y a la
hermana de Phoebe.
Él se estremeció ante la verdad.
—Yo amaba a mi mujer. Nunca quise hacerle daño.
Eso no cambiaba el hecho de que lo hizo. Repetidas veces. Le había arrebatado a
su mujer la gente que amaba más que a nada. Era una hipocresía mantener contra su
padre la misma conducta. Durante demasiados siglos, Urian y sus hermanos habían
sido una herramientas que Stryker había usado más que efectivamente.
Pero los tiempos cambian.
Y ya era hora de que supiera de Medea.
—A propósito, tienes una hermana.
Urian se tensó.
—¿Qué?
Enfrentó la mirada y mantuvo la expresión totalmente estoica.
—Es la vida de tu hermana la que vamos a proteger. No la de tu padre.
Negó con la cabeza.
—Mi hermana murió hace once mil años.
—Medea es tu media hermana.
Esto borró la incredulidad del rostro y devolvió la furia a los ojos fríos.
—¿Y por qué debería preocuparme?
Levantó las manos en señal de rendición.
—Tienes razón. No deberías preocuparte en absoluto. No significa nada para ti y
por eso no te he invitado a unirte a nosotros —pasó ante él para salir.
Le detuvo agarrándole del brazo. Tenía los ojos duros y tajantes. Le acusaban
incluso más que las palabras.
—¿Cómo te sentirías si mi padre hubiera matado a Tory?
Ash contestó con la verdad y sin duda.
—Como si no tuviera alma. Perdido y dolido, incapaz de reponerme de ese golpe.
Urian desvió la mirada.
—Entonces me comprendes. Y entiendes por qué le quiero muerto.
Se quitó de encima la mano del hombre.
—Él también lo sabe. Pero ¿has pensado alguna vez que tal vez se arrepienta de lo
que te hizo?
—¿Mi padre? Bájate de la nube. El cabrón no se ha arrepentido de nada en toda la
vida.
Aún siendo tan corrupto como era Stryker, no lo podía creer.
—Todos nos arrepentimos. Ningún alma viviente es inmune a ese desagradable
sentimiento.
—¿Y qué? ¿Quieres que nos besemos y lo olvidemos?
—Más bien no. Pero quiero que te alejes del dolor y la rabia y veas claro un
momento. Esto ya no se trata sólo de ti y tu padre, y menos aún de mí y Nick odiándonos
por algo que no podemos cambiar. Es sobre tratar de salvar la vida de millones de
personas inocentes. Gente como Phoebe que no merecía ser perseguida y asesinada. Si
puedo ponerme del lado de mis enemigos por un bien mayor, tú también puedes.
Urian se burló.
—Bueno, pues parece que no soy tan especial como tú.
—Nadie conoce su verdadero temple hasta que lo ponen a prueba. Ésta es la tuya.
Si la superas o la pierdes depende enteramente de ti. No puedo decirte lo que debes
hacer, pero sé dónde estaré esta noche… —Dudó antes de hacerle la pregunta más
importante. —Así que, ¿qué eliges?
—Muerte sangrienta.
Sacudió la cabeza.
—Cabrón cabezota. Tómalo como un consejo de alguien que sabe de primera
mano que hay mucho que decir para perdonar. El rencor raras veces hiere a alguien
que no sea el que lo alberga.
—Y hay mucho que decir sobre poner al enemigo patas arriba y abrirle el cráneo.
Ash notó que un tic empezaba a latirle en la mandíbula obstinada por naturaleza
del hombre.
—Hay una razón para todo y esta noche, la nuestra es mantenernos juntos o
perderlo todo. No lucho por Stryker o para salvar a tu hermana. Lucho para proteger a
los que amo. A los que más sufrirían si no detenemos a War… niños como Eric y…
—Ya lo pillo —saltó ante la mención de su sobrino.
—¿De verdad?
La mirada de Urian se endureció.
—Allí estaré. Pero una vez que venzamos a nuestros enemigos…
—Lucharemos entre nosotros otra vez. Entendido.
Asintió. Dio un paso atrás y se detuvo, para acercarse nuevamente.
—Quiero la verdad sobre algo. ¿De verdad puedes luchar junto a alguien que te ha
hecho tanto daño como mi padre me lo hizo?
Mantuvo la mirada sin parpadear.
—Me he sometido a una diosa que me drogó hasta el punto de no poder proteger a
mi hermana y mi sobrino la noche en que fueron brutalmente asesinados y eran las dos
únicas personas que me importaban en todo el universo. Ese mismo día un poco más
tarde, se apartó y dejó que su hermano me destripara en el suelo como a un animal e
incluso a las pocas horas me vendí a ella para proteger a la humanidad. Por los Dark
Hunters me sometí a sus crueles caprichos durante once mil años. Así que, sí, creo que
podría soportarlo durante una hora para proteger al resto del mundo.
Urian soltó un suspiro despacio.
—¿Sabes que eres el único hombre vivo al que he seguido después de lo que he
sufrido? También eres el único al que respeto.
—Y tú eres uno de los extremadamente pocos en los que confío.
Le tendió la mano.
—¿Hermanos?
—Hermanos hasta el fin —dijo Ash cogiéndole la mano y apretando fuerte—. Y
ahora, antes de sigamos con estas mariconadas y nos pongamos a llorar, mueve el culo
escaleras arriba y prepárate para lo que venga.
Stryker retrocedió un paso mientras se ajustaba las muñequeras del brazo
izquierdo. No utilizaba muy a menudo la armadura reforzada de titanio, pero, puesto
que iban a enfrentarse a los dioses, quería estar preparado.
Salió de la habitación y encontró a Zephyra en el despacho mirando la sfora,
intentando localizar a Medea. No lo lograba. Donde quiera que estuviera reteniéndola
War, estaba fuera de los límites.
—La traeré de vuelta. Lo juro.
Se levantó lentamente manteniendo su mirada cautiva.
—Desearía que reconsideraras mi oferta.
—No lucharías con la cabeza fría y lo sabes. No sabemos dónde vamos a meternos
pero estoy seguro de que War no va a luchar limpio. Como Acheron le dijo a su mujer,
no puedo luchar si tengo la atención parcialmente puesta en ti. Y necesito cada ventaja
que podamos tener.
Zephyra asintió comprendiendo. Se acercó y le retiró de los ojos un mechón de
pelo negro como el carbón. El miedo le apretaba el pecho, no solo por Medea, sino
también por él. ¡Qué injusto sería perderle cuando acababa de reencontrarle!
—¿Podré veros en la sfora?
—Deberías.
—Entonces ten por seguro que estaré riéndome de tu ineptitud cada vez que los
enemigos te golpeen y si no consigues volver con mi hija, utilizaré como decoración tu
corazón y tu cabeza.
Stryker entrecerró los ojos y le hubiera dicho exactamente lo que pensaba de no
haber captado su atención un brillo en la mano.
Era el anillo de bodas. El que había guardado todos esos siglos. El anillo que
desmentía sus palabras.
No quería que le hicieran daño…
Los labios se curvaron lentamente en una sonrisa. Levantó la otra mano para
depositar un beso.
—Tus palabras han sido escuchadas, mi rosa espinosa. Me esforzaré para
mantener tu entretenimiento al mínimo.
Al alejarse, le cogió por las hebillas de la armadura y le atrajo hasta sus labios
para poder besarle.
Stryker gruñó por lo bien que sabía.
—Te quiero aquí y desnuda cuando vuelva.
—Vuelve de una pieza y te prometo una noche que no olvidarás con facilidad.
—Pretendo que mantengas eso, mi señora.
Zephyra asintió y le dejó partir aunque todo lo que deseaba era tenerle cerca. No
te dejes asesinar. Las palabras se quedaron en la garganta mientras un dolor
inimaginable la recorría, aunque nunca las diría en alto. No le daría mala suerte ni
dejaría que los Destinos supieran cuánto significaba para ella. Si lo hacía, podrían
matarle sólo por despecho. Así que apretó las manos y le dejó marchar para unirse a
sus enemigos y luchar por la vida de la hija de ambos.
Vuelve a mí, por favor.
Stryker se paró en la puerta para mirarla última vez. Calmada y tranquila, parecía
que no le preocupaba lo más mínimo lo que pudiera pasarle. Hasta que vio la forma en
que apretaba los puños. Una sonrisilla jugaba en la comisura de los labios y la actitud
calentó cada parte de su cuerpo.
—Volveré, Phyra.
—Y más vale que traigas a nuestra hija contigo.
Sonrió ante la palabra “nuestra”.
—Lo haré —inclinó la cabeza y salió por la puerta dirigiéndose al punto de
encuentro en Nueva Orleáns. Se trataba de un callejón tranquilo en las afueras de Pere
Antoine, en las oficinas de Ethel Kidd. A la sombra de la Catedral, su plan original había
sido soltar a sus hombres sobre los humanos en este mismo sitio, unos metros más o
menos. Ahora, estaba allí para luchar, no sólo para proteger a los que veía como
comida, sino para proteger a los suyos.
Sí, el Destino era una víbora caprichosa.
Un fogonazo brillante le hizo parpadear cuando Acheron apareció ante él. Vestido
con un abrigo de cuero negro largo, vaqueros y una camiseta de My Chemical Romance,
los ojos del atlante estaban cubiertos por un par de gafas de sol opacas.
Nick Gautier apareció un segundo después. La ropa negra era mucho más
conservadora. Una camisa negra abrochada de arriba a abajo y un pantalón deportivo.
La única cosa que destacaba era la marca del arco doble y la flecha de Artemisa grabada
en la mejilla.
Ash exhibió una arrogante sonrisa.
—¿Vamos a seguir mirándonos airadamente mientras mantenemos las poses
duras o vamos a utilizar el tiempo preparando un plan que con suerte no termine con
nuestra muerte mutua?
—Yo voto por la muerte mutua —gruñó Nick—. Pero sólo después de que Menyara
esté a salvo.
—Y Medea —añadió Stryker—. Quiero que ambos me juréis que a pesar de lo que
me suceda, no dejaréis que ella muera.
—Lo juro —dijo Ash.
Ambos miraron a Nick.
—Ella no me ha hecho nada. La sacaré de ahí sea como sea.
Asintió aunque lo que quería era destripar al hombre que había matado a su
hermana. Aunque las intenciones de Satara eran que Nick violara a la prometida de
Ash. En vez de hacerlo, la había apuñalado y había puesto a salvo a la mujer de Ash.
Honestamente, no podía más que respetar las acciones de Gautier. Si no hubiera sido su
hermana a quién había matado, incluso lo habría considerado noble.
Pero Satara había sido su aliada durante siglos. Aunque había sido la criatura más
cruel y fría que había conocido, eso no cambiaba el hecho de que la había amado a
pesar de las faltas.
Volviendo los pensamientos hacia Ash, cruzó los brazos sobre el pecho.
—¿Qué tienes planeado?
Antes que pudiera contestar, Kat hizo su aparición. Stryker arqueó una ceja. Medía
1,82 y se parecía sorprendentemente a su madre, Artemisa, con los brillantes ojos
verdes. Pero tenía el pelo rubio de su padre y, afortunadamente para ellos, su
temperamento.
Su presencia le sorprendió.
—¿Vas a meter a tu hija en esto?
Se encogió de hombros.
—Tiene una habilidad interesante que creo que puede abatir a War.
—¿Y es?
La sonrisa de Kat era idéntica a la que Acheron había exhibido un momento antes.
—Puedo succionar los poderes de los dioses.
—¿De verdad? —Stryker se alejó un paso.
Kat rió malvadamente.
—Nunca te has dado cuenta de cuán cerca estabas del precipicio cuando me
insultabas, ¿verdad?
—Parece que no. ¿Y cómo funciona esa succión?
Meneó un dedo amenazante en su dirección.
—Tengo que tocar a la persona. Qué bien que te encuentre tan repulsivo que
nunca haya querido tocarte, ¿eh?
Stryker puso los ojos en blanco antes de volver su atención hacia Acheron.
—¿Y si no podemos hacer que se acerque los suficiente como para tocar a War?
—Entonces me la llevaré a casa —dijo una voz desde la oscuridad con un profundo
acento.
Stryker se volvió y vio al marido de Kat, Sin, detrás de él. Qué extraño. No había
oído ni sentido al dios Sumerio aparecer. Lo que decía a gritos lo poderoso que era para
poder enmascararse completamente. Y le hizo sentir más confianza en que podrían
sorprende a War y a su séquito también.
Sacó el reloj de bolsillo para comprobar la hora. Quedaban quince minutos.
—Que empiece el espectáculo, tíos. ¿Estamos listos?
—Estamos.
Frunció el ceño al oír la voz de Artemisa cuando ella, Atenea y Ares se les unieron.
—¿Qué estáis haciendo aquí?
Artemisa miró a Kat.
—No vas a poner a mi niña en peligro sin mí.
Ash se atragantó.
—¿Ahora descubres tu instinto maternal?
Le lanzó una mirada.
—Siempre ha sido muy protectora conmigo —dijo Kat riéndose—. De una forma
muy de Artemisa.
—Como una víbora empollando huevos —añadió Stryker entre dientes.
Artemisa le lanzó una mirada fría y mordaz.
—¿Te atreves a decirme algo?
—Me encanta verte otra vez, abuelita.
Artemisa frunció los labios alejándose.
Nick carraspeó para llamar su atención.
—Sabéis que tenemos un ligero problema con esto.
—Nos dijeron que viniéramos solos… —Contestó Ash.
Stryker se encogió de hombros.
—Nos dijeron a los tres que viniéramos solos a la misma hora, lo que nos
convierte naturalmente en un grupo.
Soltó una risa a medias.
—Sí, pero creo que Nick tiene razón. Nosotros tres tenemos que entrar solos para
ver lo que se cuece y alejar sospechas —miró a Kat.
—Danos cinco minutos antes de entrar.
—Hecho.
—¿Y nosotros qué? —preguntó Ares.
Kat le pasó el brazo por encima y sonrió.
—Esperaréis atrás conmigo. Afortunadamente soy lo única cosa que no se espera.
Atenea avanzó.
—Buena suerte, caballeros.
Ash hizo una inclinación de cabeza y miró a Stryker y a Nick.
—¿Estáis listos?
Nick asintió.
—Siempre —dijo Stryker.
Tomaron posiciones con Acheron en medio alejándose del oscuro callejón y se
dirigieron a St. Ann hacia el cementerio. El abrigo largo de Ash revoloteaba ligeramente
en los tobillos mientras caminaban como depredadores hambrientos yendo hacia una
cita de la que Stryker estaba seguro de que todos hubieran querido pasar. Como la
silueta de una bestia recortada en la luna, se movían en perfecta sincronización.
Lo único que podían oír era la música que venía de Bourbon Street, el latir de sus
corazones y el taconeo de las botas sobre el pavimento. Las calles relucían con la lluvia
que habían caído un poco antes y nubes oscuras colgaban todavía sobre ellos cuando la
calle dejó de ser comercial para convertirse en residencial.
—¿Cuántas veces has caminado por esta calle, Gautier? —preguntó Stryker.
—Mil veces o más y pretendo estar aquí para hacerlo otras mil más.
Asintió hasta que se aproximaron al cementerio y se dio cuenta de algo. War
nunca hacía nada sin una intención concreta.
—¿Por qué creéis que War haya escogido este sitio para encontrarnos?
Ash se paró para mirarle.
—No le preocuparía que estuviera aislado.
Nick bufó.
—A lo mejor le gusta la gente muerta.
A Stryker le recorrió un escalofrío por la espalda ante las palabras. Apenas habían
salido de los labios de Nick cuando se dio cuenta de lo acertado que era el sarcástico
comentario. Ante ellos había tres mujeres.
La madre de Nick, la hija de Stryker y la hermana de Ash.

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