viernes, 24 de febrero de 2012

DAD cap 2

Angelia dudó dentro del infame bar El Santuario. Ellos aparecieron en el tercer piso
del limani —el área que había sido designada para aquellos que se teletrasportaban
adentro para que nadie los viera—y ahora estaban tratando de obtener la visión del paisaje
extraño. Poco iluminado, el techo del club estaba pintado de negro y las paredes estaban
hechas de un oscuro ladrillo rojo. Rieles negros y elegantes se agregaban al sentimiento
como caverna del lugar.
Ella había pasado la mayor parte de su vida en la Inglaterra medieval, prefiriendo el
campo y aire no contaminado al caos de la vida en el siglo veintiuno. Ahora sabía porque.
Edificios como éste eran claustrofóbicos. Estaba acostumbrada a techos arqueados de
nueve metros. El techo sobre su cabeza no podía ser mayor de 3 metros si acaso.
Recelosa, ella miró las luces eléctricas a su alrededor. Como una Were Hunter, era
susceptible a las corrientes eléctricas. Una pequeña sacudida y podría perder el control no
sólo de su magia, de su forma humana también.
¿Cómo era que su gente vivía en esos lugares horriblemente llenos de personas y con
tantos lugares electrificados? Ella nunca entendería la apariencia. Sin mencionar la ropa…
Ella usaba un par de pantalones azules ordinarios y una blusa blanca que mientras
era suave, era bastante extraña.
—¿Estás seguro que es una buena idea? —murmuró a su compañero Dare.
El se paró una cabeza entera y hombros sobre ella. A primera vista su cabello parecía
café oscuro, pero en realidad estaba hecho de todos los colores, ceniza, castaño rojizo, café,
negro, caoba e incluso algo de rubio. Largo y ondulado, ese cabello era más hermoso que
cualquier macho debería tener. Ella, por sí misma, mataría por él. Aún así, él no pensaba
nada acerca de eso o del hecho que él era increíblemente sexy y caliente. No que ella
hubiera dormido alguna vez con él. El era prácticamente Katagaria con la forma en la que
iba tras las mujeres y como una mujer Arcadiana, ella encontraba ese comportamiento
animal repugnante.
Aún así, él era el que tenía las wolfswans más feroces en su patria y las mujeres de su
clan habían estado luchando por él por siglos.
Esta noche él estaba afuera por sangre.
Afortunadamente no era la suya.
El giró sus lodosos ojos verde avellana hacia ella.
—Si estas asustada, niñita, vete a casa.
Ella apenas contuvo la urgencia de golpearlo con furia. Su arrogancia la había
siempre acicateado de forma incorrecta.
—No le temo a nada.
—Entonces sigue y permanece en silencio.
Ella hizo un gesto obsceno tras su espalda mientras se dirigía a las escaleras. Era la
que la había arrastrado a vivir en el pasado. Ego Masculino. Aquí estaba una Aristos, una
de las más poderosas de su raza y él todavía la trataba como si fuera una basura inferior.
Dioses como quería golpearlo.
Pero él era el nieto de su anterior líder y el cabecilla del su tessera, entonces era un
honor obligado seguirlo. Incluso si deseaba matarlo.
Recuerda tu deber, se recordó a sí misma. Ella y Dare habían nacido en la rama
Arcadiana de los Were Hunters. Humanos que tenían la habilidad de cambiar a animales.
Su trabajo era ser policía de los Katagaria. Los Were-Hunters eran animales capaces de
cambiar a humanos. Sólo porque los Katagaria algunas veces usaban la piel de la
humanidad no hacían a la bestia uno de ellos. Ellos no tenían entendimiento del raciocinio
humano, emociones complejas o decoro. Al final del día, los Katagaria todavía eran
animales. Primarios. Brutales. Impredecibles. Peligrosos.
Ellos cazaban a la gente y a cada uno de los otros animales que eran. Ninguno podía
ser confiable. Nunca.
Aun así que irónico era que un grupo de Katagaria quienes eran dueños del bar y
quienes mantenían su ley de paz. En teoría nadie podía dañar a nadie más.
Si, seguro. Ella no creía eso por un minuto. Ellos probablemente eran mejores al
esconder los cuerpos.
O comérselos.
Fuerte y sentenciosa, tal vez, pero había un sexto sentido dentro de ella que decía que
deberían irse antes de terminar su misión.
El sentimiento empeoraba mientras descendían pasando el segundo nivel, donde un
oso desnudaba sus dientes ante ellos en advertencia mientras miraba hacia arriba del
juego de cartas que estaba jugando contra un grupo de humanos. Frunciendo el ceño,
espero que Dare reaccionara, pero apenas continuó en su camino hacia el piso inferior. Ella
asumió que había perdido la reacción del oso, a pesar que no le gustaba el hombre que
normalmente captaba cada matiz de hostilidad a su alrededor.
De repente, un fuerte grito eléctrico atravesó el aire, haciéndola estremecerse como si
agrediera su oído de lobo. Ella se cubrió un oído con su mano mientras rogaba que no
estuviera sangrando.
—¿Qué es eso?
Dare apuntó al escenario donde un grupo de Weres estaban afinando instrumentos.
Una fuerte guitarra gimió antes de empezar una canción y la multitud los vitoreara.
Ella hizo una mueca ante la vista y sonidos.
—Que música tan terrible —ella se quejó, deseando que estuvieran de nuevo en casa
y no en medio de este garito.
Una vez que estuvieron en el sótano, Dare sólo fue capaz de dar dos pasos antes de
que estuviera rodeado por cinco de los más mal encarados were osos que había visto. El
más viejo de ellos, quien parecía ser su padre dado que portaba una extraña semblanza de
los más jóvenes, parado sobre dos metros diez de alto. El miró abajo hacia Dare como si
fuera apunto de rasgarlo en piezas.
—¿Qué demonios estás haciendo aquí, lobo?
Las fosas nasales de Dare se aplanaron, pero el sabía la misma cosa que ella. Estaban
en desventaja en un territorio hostil, rodeados por animales.
Angelia aclaró su garganta antes de hablar con el oso más viejo.
—¿No es aquí el santuario?
Uno de los osos rubios más jóvenes empujó a Dare.
—No para él, no lo es. Es más como un cementerio.
Dare se contuvo y sostuvo la vista de maldita cólera. Afortunadamente el contuvo su
temperamento y no golpeó de nuevo.
Aún.
Una alta mujer rubia, quien se parecía a los hombres lo suficiente para ser otro
pariente, se detuvo ante ellos. Ella le dio a Dare una mirada insultante antes de rastrillar a
los were osos con una mordaz mirada.
La osa rió ante ellos.
—El no es Fang, chicos. Felicidades, estáis apunto de despellejar a un lobo inocente —
tomando su bandeja bajo el brazo, dio un paso atrás sólo para que el oso más viejo la
detuviera.
—Parece y huele como a Fang.
Ella resopló.
—Créeme, papá, no es para nada como Fang. Conozco a mi lobo cuando lo veo y ese
muchacho ahí seriamente carece de algo.
El más joven en el grupo observó el cabello de Dare.
—El tiene la marca de los Kattalakis.
La camarera puso los ojos en blanco..
—Muy bien, Serre. Mata al bastardo. No es que me importe de una manera u otra. —
Ella se alejó sin mirar atrás.
Serre soltó el cabello de Dare e hizo un sonido de disgusto.
—¿Quién demonios eres tú?
—Dare Kattalakis.
Angelia se congeló ante la profunda y resonante voz que se deslizó sobre ella como
hielo. Era una voz que no había escuchado en siglos y era una que pertenecía a alguien
que ella asumía.
Fury Katalakis.
Con el corazón latiéndole Angelia vio como los osos se apartaban para dejarle pasar.
Alto y delgado, Fury tenía en tipo de cuerpo musculoso que el resto de los hombres
debían trabajar para tener. Pero él no. Incluso cuando era un jovencito ya tenía los
músculos definidos que hacían que el resto de los machos en su patria se pusieran verdes
de envidia y las mujeres se desvanecieran.
Los siglos pasados sólo le habían mejorado. La inseguridad de la juventud se había
evaporado. El lobo que estaba ante ella era astuto y letal. Uno que sabía exactamente de lo
que era capaz.
Derramamiento de sangre inmisericorde.
La última vez que le había visto, tenía el pelo rubio más largo. Ahora lo llevaba
mucho más corto, cayendo justo sobre el cuello de la camisa. Pero tenía los ojos de aquel
color tan único que era un tono más oscuro de turquesa.
Y el odio que había en ellos hizo que le dieran escalofríos.
La chaqueta de cuero Aerostitch llevaba llamas rojas y amarillas en las mangas y en
la espalda tenía una calavera blanca con dos tibias cruzadas que miraban
amenazadoramente por detrás de las llamas. La cremallera estaba bajada y dejaba ver una
camiseta blanca lisa. Las hombreras de Kevlar ensanchaban sus hombros ya de por sí
bastante anchos. Llevaba los pantalones de cuero negro Aerostitch metidos por dentro de
las botas de motero con hebillas plateadas a los lados.
Tragó con fuerza ante la vista increíblemente sexy que tenía plantado allí, preparado
para enfrentarse a todos. Y, contra su voluntad, el corazón se le aceleró.
Si Dare estaba bueno, Fury estaba buenísimo.
Hipnotizante.
Y que el lobo tuviera un culo tan prieto y estupendo, debería ser ilegal incluso en
estos días y en esta época. Era todo lo que podía hacer para no mirarlo. O mejor dicho,
para no mirarle.
Ignorando cómo le comía con los ojos, Fury fijo los ojos en Dare.
—Hacía mucho tiempo que no nos veíamos, hermano.
—No lo suficiente. —dijo Dare entre los dientes apretados.
—¿Le conoces? —preguntó el padre de los osos.
Fury se encogió de hombros.
—Solía conocerle. Pero, tíos, si queréis hacerle picadillo y usarle para hacer
hamburguesas, no me importaría lo más mínimo.
Joder, incluso iría a buscar la picadora.
Dare avanzó hacia él.
Serre le sujetó y le echó hacia atrás.
—Si le golpeas estando aquí, sería un gran error por tu parte. Incluso aunque él no
nos guste.
Fury le guiñó un ojo sarcásticamente al oso.
—Yo también te quiero, Serre. Tíos, siempre hacéis que me sienta tan bienvenido. Lo
aprecio mucho.
—Un placer. —Serre soltó a Dare.
El padre de los osos suspiró.
—Puesto que parece que hemos cometido un error, dejemos a los lobos con sus
asuntos. —le echó un mirada de advertencia a Dare.
—Recuerda. Sin derramamiento de sangre.
Ninguno habló hasta que los osos estuvieron fuera del alcance.
Fury los miró a ambos con cautela. Dare y él, junto con Vane, Fang y sus hermanas Anya y
Star eran hermanos de camada. Nacidos al mismo tiempo de su madre Arcadia. Su madre
se había quedado con él, con Dare y con Star y había mandado a los otros a vivir con su
padre Katagario.
Eso fue cuando asumieron que Fury era humano. Sí. Y en el momento en que su
familia descubrió que no era humano, le volvieron la espalda e intentaron matarle.
La "compasión" humana.
Y en cuanto a Angelia… la odiaba incluso más de lo que odiaba a su hermano. A
Dare por lo menos le comprendía. El gilipollas siempre había estado celoso de él. En los
recuerdos más tempranos de su niñez, siempre estaba Dare, intentando apartarle del
cariño de su madre.
Pero Lia había sido su mejor amiga. Más cercana que sus hermanos o incluso que sus
amantes. Había hecho promesa de sangre de guardarle las espaldas para siempre.
Entonces, ella también le había traicionado. Sólo por eso, podría matarla.
Aún así, tenía que admitir que todavía le fascinaba. Tenía el pelo negro largo, brillante y
suave. El tipo de pelo que pedía a gritos que un hombre acariciara con las manos y
enterrara la cara en el hasta que estuviera borracho de la esencia femenina. Los grandes
ojos oscuros tenían un aire ensoñador que los hacía tan seductores como hermosos. Y sus
labios…
Grandes y carnosos, pedían besos. También eran la clase de labios que un hombre no
podía dejar de imaginar alrededor de cierta parte de su anatomía mientras ella le miraba
desde abajo con aquellos ojos oscuros y seductores.
Joder, sólo de pensarlo se le ponía dura y caliente.
Apretando los dientes, entrecerró los ojos al ver las marcas espirales que cubrían la
mitad de su cara. Eso era nuevo y la marcaban como la peor clase de los moralistas
Arcadios.
Una Centinela.
Eran los que pensaban que eran mucho mejores que los Katagarios a los que habían
jurado cazar y enjaular como los animales que los Arcadios les acusaban de ser.
Le resultaba difícil creer que en otro tiempo se había preocupado por ella. Debía
haber estado loco.
—Vi tu trabajo en el Litarian —Dijo Fury, su tono gutural —¿Quieres decirme como
lo hiciste?
Dare, cuyos ojos se parecían mucho a los de Vane, que estaban tan espeluznantes
como el infierno lo miraron fijamente.
—No sé de lo que hablas.
Fury hizo una mueca despectiva ante él.
—Sí, seguro. Y asumo que ambos están aquí por las bebidas porque ese tipo de
elaboradas coincidencias suceden todo el tiempo —el olisqueó el aire.
—Oh, ¿qué es eso? ¿Mierda? Sí, huelo montones de mierda.
—Como si—escupió Dare— no pudieras oler mierda en este pozo séptico de alcohol
barato, perfume exagerado y fetidez animal.
—Oh, veras, ahí estas equivocado. Vivo en una fosa séptica. Recoger la esencia de la
mierda es mi especialidad y hermano, tú apestas a ella. Entonces, si yo fuera tú, mejor me
diría lo que hiciste o voy a entregarte a los osos Peltier.
Dare se burló
—¿Qué es lo que van a hacer? Tienen que mantener la ley de No Derramar Sangre.
—Cierto, pero aquí estamos tres representantes del Omegrion bajo este techo y dos
más viven a un aullido de distancia. Podríamos llamar a votación y... básicamente
hermano, estas jodido.
—No hermano— Dare se burló de la palabra.— Lo estás tú.
Antes de que Fury pudiera parpadear. Dare levantó un arma y la apuntó a la cabeza
de Fury. Fury tomó la muñeca de Dare al mismo momento que se disparó. Agachándose y
girando, cayó sobre sus rodillas jalando el brazo de Dare con él.
Los gritos sonaron alto a su alrededor.
—Pistola— Alguien gritó, causando que los clientes humanos entraran en pánico
mientras corrían por la puerta.
Angelia tomó a Fury por la garganta.
—¡Suéltalo!— Gritó Dare, mientras trataba de liberar su mano fuera de la de Fury.
Fury se rehusó a dejar la mano de Dare. Si lo hacía, el bastardo le dispararía con lo
que sea que uso con los leones.
Angelia envolvió su mano sobre su garganta, ahogándolo.
—Déjalo ir, Fury.
Antes que pudiera contestar, los tres fueron lanzados a un lado. Fury trató de
levantarse, pero alguien los tenía sujetos con un campo de fuerza del infierno. Gruñendo,
golpeó de vuelta con sus poderes con ira. Esto en vez de romper el encierro, lo convirtió en
lobo.
Le ladró a Mama Peltier, quien se colocó de pie entre ellos. Pero él sabía por
experiencia que no eran de ella los poderes que sintió. El problema era que no sabía a
quién le pertenecían.
—Nadie viene a mi casa y hace esto—espetó ella. —Los tres tenéis prohibido entrar
aquí y si alguna vez os atrapo dentro del Santuario otra vez, no viviréis lo suficiente para
lamentarlo.
—Él nos atacó— dijo Dare. —¿Por qué deberíamos ser expulsados?
Dev lo izó del piso.
—Cualquiera que participe en una pelea es expulsado. Esas son las leyes.
Colt fue más gentil al levantar a Angelia.
—No hubo derramamiento de sangre —discutió Angelia.
Mama torció los labios.
—No tiene importancia. Casi nos exponeis a los humanos. Afortunadamente para
vosotros, los evacuamos rápidamente. Ahora, fuera.
Fury trató de volverse humano de nuevo para decirles lo que estaba sucediendo, pero
sus poderes no estaban cooperando. Ni siquiera sus poderes mentales estaban trabajando.
Esto muy probablemente tenía que ver con el hecho que los poderes de alguien más lo
estaban dominando.
¡Maldita sea!
Dare lo miró fijamente e hizo un gesto que le hizo saber que eso no había terminado.
Entonces, él y Angelia se fueron.
—Eso significa que tú también, Lobo— gruñó Dev. —Max, déjalo ir.
El campo de fuerza cayó.
Finalmente fue capaz de volverse humano. Aunque no pudo hacerlo sin la pública
desnudez. A diferencia de otros Were-Hunters, no podía manifestar ropas al mismo
tiempo que cambiaba.
Realmente odio mis poderes…
Mientras se acercaba a recoger su ropa, éstas fueron puestas sobre su cuerpo.
Confundido, miró alrededor y capturó la mirada de Aimee. Ella inclinó su cabeza
para dejarle saber que había sido ella quien lo había ayudado. Sin duda Fang debía
haberle contado sobre su debilidad.
Dev dio un paso hacia delante.
—Ya me voy —dijo Fury. —Pero antes de hacerlo, déjenme felicitarlos a todos
ustedes por su estupidez. Esos dos imbéciles que se acaban de ir fueron los que jodieron a
los leones de arriba. Estaba tratando de obtener información de ellos.
Dev maldijo.
—¿Por qué no nos dijiste?
—Lo estaba intentando. La próxima vez que le pongais un campo de fuerza a
alguien, deberías no desear asfixiar su habilidad para hablar también.
El dragón, Max, sacudió su cabeza.
—Pensé que estarías listo para insultarme por sostenerte en el piso. Es lo que
normalmente haces en cualquier momento que te diriges a mí.
—Probablemente lo haga porque no tengo nada más importante qué decirte.
Dev aclaró su garganta para atraer su atención.
—¿Ellos son de este período de tiempo?
—No.
Mama asintió.
—Entonces deben estar en alguna parte de la ciudad. No hay luna llena para que
ellos usen el salto en el tiempo.
Fury lo deseaba, pero había otra verdad acerca de su vieja amiga.
—La mujer era una Aristos. No está atada a la luna. Podrían estar en cualquier lado,
en cualquier tiempo.
Dev suspiró.
—Bueno, al menos sacamos a los humanos antes que vieran que sucedía algo
antinatural.
—Que bien. —Fury cerró su chaqueta—. Ahora si me disculpan…
—Tú sigues expulsado de aquí.
—Como si me importara—. Había sido expulsado de mejores lugares que éste, y al
menos ahí hubo al menos un par de personas que en realidad se preocuparon por él… al
menos por algunos años.
Sin mirar hacia atrás, los dejó y se encaminó hacia Ursulinas. La calle estaba
extrañamente silenciosa, especialmente, dado el número de humanos que habían salido
gritando en la noche hacía unos minutos. La amenaza de violencia debe haberse metido
debajo de sus pieles.
Pero eso no cambiaba el hecho que tenía aún un lobo que rastrear. Dos, para ser
preciso. El sentido común le dijo que regresara a su manada y le dijera a Vane lo que
estaba sucediendo.
Fury se mofó.
—Viví toda mi vida sin ningún sentido. ¿Por qué debería empezar a tener uno ahora?
Mientras se acercaba a su motocicleta, una extraña fisura de poder le recorrió la
columna. Se volvió esperando pelea, pero antes que pudiera siquiera moverse, fue
golpeado por un choque feroz. Maldiciendo, cayó al piso con fuerza. El dolor explotó a
través de él mientras cambiaba a su forma de lobo, luego en humano y en lobo otra vez.
Estuvo completamente inmovilizado mientras su cuerpo luchaba por quedarse de alguna
forma pero fue incapaz de ello.
Dare se encaminó hacia él lentamente, luego lo pateó con fuerza en las costillas.
—Deberías haber muerto, Fury. Ahora desearás haberlo hecho.
Fury cargó hacia él, pero sus músculos no cooperaban. Si pudiera poner una mano o
pata en el bastardo, le destrozaría la garganta.
Dirigió la mirada hacia Angelia para ver simpatía en su rostro un instante antes que
Dare le disparara. Un dolor indescriptible lo atravesó mientras luchaba por estar
consciente.
Fue una batalla perdida. En un segundo, todo se volvió negro.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Angelia a Dare.
—Necesitamos saber qué sabe él sobre nuestro experimento. Llegado al punto,
necesitamos saber con quién ha estado hablando. No podemos permitir que nuestro
secreto se descubra.
Ella se acobardó mientras observaba el cuerpo de Fury continuaba cambiando de
forma humana al blanco lobo y viceversa. Al menos hasta que Dare le colocó el collar en
su garganta que lo mantuvo como humano. Dado que la fuerza natural de Fury era el
lobo, al mantenerlo como humano, especialmente a la luz del día, lo debilitarían.
Y sería doloroso.
Ella sacudió su cabeza ante sus acciones.
—Sabes que no nos va a decir nada.
—No estaría tan seguro de eso.
El Fury que ella recordaba nunca contaría secretos. Moriría antes de hacerlo y él
podía aguantar mucho dolor. Aún de niño, había sido más fuerte que cualquier otro.
—¿Cómo puedes ser tan certero?
—Porque lo voy a convertir en nuestro Chacal.
Angelia tragó con el aliento entrecortado ante la amenaza. Oscar era un chacal cuyo
corazón era tan negro, que era más animal que hombre.
—Es tu hermano, Dare.
—Yo no tengo hermano. Tú sabes lo que los Katagaria le hicieron a mi familia. A
nuestra patria.
Era verdad. Había estado allí la noche en que el padre Katagari de Dare había
liderado el ataque en el campo Arcadiano. Sólo era una niña, ella había sido escondida
mientas los ataques comenzaban. Su madre la había embarrado con tierra para enmascarar
su olor antes de meterla en el sótano.
Aún ahora, podía ver a los lobos cuando atacaban a su madre y la asesinaban
mientras ella observaba con horror a través de las placas del suelo.
Dare tenía razón. Ellos debían proteger a su pueblo. Los animales debían ser
despojados de sus poderes y eliminados como las violentas criaturas que eran.
Incluso Fury.
—¿Estás conmigo? —preguntó él.
Ella asintió. —No quiero ver a ningún niño sufrir mi destino. Tenemos que
protegernos nosotros mismos. Cueste lo que cueste.

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